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Baloncesto callejero por Fullbuster

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Tras acompañar a Aomine hasta su dormitorio para que se duchara, pusiera ropa seca y convencerle de que se tumbara y descansara, Akashi se fue a su propio dormitorio a tomar una ducha de agua caliente y eliminar así todo rastro de cloro de su cuerpo. Cuando terminó y se vistió, se dirigió al jardín al ver a su padre y a su hijo en un rincón agachados.


- ¿Hace mucho que habéis vuelto? - preguntó Akashi acercándose a ellos.


Al oír la voz de Akashi, abuelo y nieto dejaron lo que estaban haciendo y se dieron la vuelta poniéndose de pie.


- No, hará unos cinco minutos – mintió Masaomi ocultando que tanto él como Daisuke le habían visto besándose con Aomine en la piscina.


- ¿Qué hacíais? - preguntó curioso el jugador de baloncesto tratando de mirar por detrás de los otros dos.


- El abuelo me estaba enseñando los nombres de algunas flores – contestó Daisuke con una sonrisa.


- No tenía ni idea que tuvieras conocimientos sobre botánica – le comentó Akashi a Masaomi.


- Un hombre de negocios tiene que saber de todo, ya que nunca se sabe con quién puedes hacer negocios en el futuro – le respondió.


- Dai, tu padre está descansando en su habitación, ¿por qué no vas con él y le haces compañía? Seguro que le gustará dormir un rato contigo y de paso, le vigilas por mí mientras estoy fuera. Le duele la pierna de nuevo – le aclaró al ver la cara de confusión del pequeño.


- Claro, cuenta conmigo, papá – le contestó sonriente.


- Ve con él mientras hablo un momento con el abuelo – le pidió revolviéndole el cabello y sorprendiendo a ambos que se dirigiera a Masaomi de aquella manera.


Daisuke asintió con la cabeza y salió corriendo hacia el interior de la casa, fijándose en el bolsillo del pantalón de su padre al pasar por su lado. Le había llamado la atención algo que sobresalía de color negro y la extraña forma que el bolsillo había adquirido por contener ese objeto. Cuando Akashi vio que el niño cruzaba las puertas correderas que delimitaban la casa del jardín, se giró hacia Masaomi para hablarle sin que el niño pudiera escucharles.


- Gracias – soltó sin más sorprendiendo mucho a Masaomi, que jamás había escuchado a su hijo dedicarle esa palabra – Gracias por haber ayudado a Aomine y haber estado con él.


Masaomi no supo qué responder, primero, porque todavía estaba anonadado, y segundo, porque no sabía qué le había contado exactamente Aomine y no quería meter la pata.


- Tengo que ir a hacer un recado. He mandado que hagan el almuerzo así que no os tenéis que preocupar de la comida. Regresaré a la hora del almuerzo para comer con todos – le informó Akashi antes de alejarse dejando solo a Masaomi.


A los pocos minutos, éste pudo reaccionar al fin cuando se dio cuenta del posible destino de su hijo y de lo que pretendía hacer. Quiso ir a detenerle, pero ya era demasiado tarde, el coche de Seijuuro acababa de cruzar los enormes portones, perdiéndose en la carretera.


Media hora más tarde, Aomine se despertó por la sed que tenía. Al abrir los ojos, lo primero que vio fue una cabellera rojiza frente a él y, por un instante, pensó que se trataba de Akashi que había decidido quedarse con él para custodiar su sueño y darle seguridad, pero, cuando bajó su mirada y vio aquellos alegres ojos azules observándole con felicidad, supo que se trataba de su hijo.


- Dai, ¿cuánto rato llevas aquí? No te he oído entrar – le dijo Aomine.


- Pues desde que papá me pidió que viniese a hacerte compañía porque él no podía – le contestó sincero sin tener ni idea de que había metido la pata al contar la verdad.


- ¿Él no podía? - le repitió con la mosca tras la oreja - ¿Por qué no podía?


- Ha salido, aunque no sé a dónde puede haber ido para que necesite llevarse unas tijeras – le contestó con gesto pensativo como si tratase de averiguar por qué su padre se había llevado ese afilado objeto.


Aomine abrió los ojos como platos y se incorporó con rapidez al deducir adónde había podido ir Akashi y para qué necesitaba llevarse sus famosas tijeras con él, aunque después frunció el ceño molesto porque Akashi le había mentido al decirle que no iba a cometer ninguna locura. Al ver el extraño comportamiento de su padre, Daisuke también se sentó en la cama y le miró preocupado.


- ¿Qué pasa, papá? - le preguntó al ver que se había dado un leve golpe en la frente con la palma de su mano y la dejaba caer por su rostro.


Aomine se acababa de percatar de que Akashi le había vuelto a liar para salirse con la suya. No había faltado su palabra, porque cuando le dijo que se controlaría y no haría nada, había usado la palabra ''ahora''. El muy hijo de su padre se las había arreglado para encontrar la manera de hacerle pagar a Takumi sin mentirle.


- Nada, Dai, sólo que yo sí sé a dónde ha ido.


- ¿Dónde? - le preguntó curioso el niño.


- A practicar su otra profesión.


- ¿Papá tiene otro trabajo? ¿Cuál? - preguntó confuso e ilusionado por lo que pudiera ser.


- Lanzador de tijeras – le contestó Aomine dejando confundido al pequeño, quien lo miraba sin entender de qué hablaba.


Mientras tanto en la ciudad, el poseedor del ojo emperador cruzaba las puertas del bar de Takumi, internándose por la zona para empleados pese a los intentos de los camareros de detenerle, pero tras echarles una sola mirada, les infundía tanto temor que no se atrevían a interponerse en su camino. Tras mirar puerta por puerta hasta dar con la oficina de Takumi, Akashi entró en ella de golpe sin avisar ni nada, asustando al propietario del local, quien lo observaba sorprendido.


Apenas había levantado la cabeza para ver quién había entrado de aquella manera, cuando sintió una ráfaga de aire junto a algo metálico rozar su mejilla, escuchando cómo se clavaba en la pared a su espalda lo que fuera que Akashi le hubiese lanzado. Estaba demasiado asombrado por toda la situación como para girarse y ver qué había sido, pero supuso que habría sido una daga o un cuchillo por la sangre que notaba resbalar por su piel.


- Como vuelvas a hacerle algo a Aomine, como te atrevas siquiera a acercarte a él, te aseguro que la próxima vez no fallaré – le advirtió con aquel tono de voz duro y esa mirada mortífera que imponía y aterrorizaría hasta al mismísimo demonio.


Takumi agachó la mirada apesadumbrado al saber a lo que se refería. Él mismo se había arrepentido mucho de lo que había hecho a Aomine justo después de intentar forzarle, sabía que había obrado fatal pese a que no había sido consciente de sus propios actos hasta que le empujaron apartándolo de Aomine. Los celos y la rabia le habían cegado tanto que nublaron su juicio y tomaron el control de su cuerpo sin que pudiera hacer algo para evitarlo. Sabía que eso no justificaba sus actos, pero... no era él mismo cuando ocurrió.


- No hacía falta que vinieras a amenazarme – le dijo dándose la vuelta para coger el objeto que se había clavado en la pared viendo que se trataban de unas tijeras.


- Sí hacía falta – le contestó Akashi – no voy a permitir que vuelvas a hacer daño al hombre que amo.


- No iba a volver a molestar a Aomine. Lo que pasó ayer me ha abierto los ojos y he visto que no me he portado bien con él, que me he estado aprovechando de su situación para conseguir lo que deseaba sin darme cuenta de que retenerle a mi lado a la fuerza no era la manera de lograr que se fijara en mí, de despertar su interés en mí y que me quisiera – dijo con profundo arrepentimiento dejando las tijeras sobre la mesa de madera – He sido mezquino, ruin y un desgraciado que no se merece a Aomine.


- Te doy la razón en eso, no te lo mereces – ratificó Akashi.


- No tienes de qué preocuparte, saldré de su vida y le dejaré marchar, pero... tengo una petición.


- No tienes ningún derecho a pedir nada.


- Hazle feliz – le pidió ignorando las palabras de Akashi y atreviéndose por primera vez a mirarle a los ojos – Se merece felicidad en su vida y ya va siendo hora de que la consiga.


Akashi se aproximó hasta la mesa y recogió sus tijeras guardándoselas de nuevo en el bolsillo antes de darse la vuelta para ir hacia la salida de la oficina. Antes de cruzar la puerta, volteó la cabeza y miró a Takumi.


- No necesito que alguien como tú me lo diga – le soltó con recriminación - ya tenía pensado hacerle feliz. Soy el único que puede hacerlo.


Dicho esto, salió de allí satisfecho de librarse de una vez por todas de ese hombre. Ahora lo único que le preocupaba era Aomine y esa rodilla que parecía haber empeorado todavía más por la estupidez de aquel hombre al que dejaba atrás. Subió al coche y volvió a casa dispuesto a enfrentar la furia de Aomine, porque estaba convencido de que seguramente… ya se habría enterado que había salido, a ese chico nunca se le escapaba nada y más aún si no le veía a él durante un rato por allí.


Aparcó el coche en el garaje y entró justo cuando escuchaba al médico hablando con su padre. Por el tono de voz no parecía ser nada bueno, así que terminó de invadir la habitación y se acercó hacia aquellos dos hombres que permanecieron en un tenso silencio al verle llegar. Estaba claro que no eran buenas noticias.


- Vaya directo – dijo Akashi cogiendo una silla para sentarse. El médico enseguida se dio cuenta de que Akashi ya suponía algo.


- Puedo salvarle la rodilla – empezó – pero no al nivel que esperáis. Tiene una lesión grave que con el paso del tiempo ha ido empeorando, ahora mismo ya no es recuperable al cien por cien.


- ¿Hasta qué punto es recuperable? – preguntó Akashi.


- Un ochenta por ciento sería algo factible.


- ¿En qué le repercute eso?


- Las recuperaciones de rodilla son lentas, costosas y dolorosas – afirmó el médico – y debe tener muy presente que no volverá a estar al cien por cien nunca. Esa rodilla seguirá doliéndole en algunos momentos, cambios de presión, cambios en el clima… puede ser una molestia, pero al menos con la operación podrá llevar una vida normal.


- ¿Podrá jugar al baloncesto?


- A nivel profesional, no – dijo el médico muy convencido – su rodilla está demasiado destrozada para ello, el esfuerzo físico y los duros entrenamientos acabarían por volver a provocarle una lesión. Si lo que buscáis es que pueda caminar, jugar al baloncesto de vez en cuando con los amigos sin sobreesforzarse demasiado, entonces debe operarse. Pero como ya he dicho, la rehabilitación va a ser lenta.


- No puedo tomar la decisión por él – aclaró Akashi – pero lo hablaremos. Si va a tener la posibilidad de jugar con su hijo al baloncesto aunque sea un rato, estoy convencido de que querrá operarse. Además podrá hacer vida normal.


- Aomine es muy cabezota – le aclaró Masaomi.


- Lo sé, le conozco bien. ¿Dónde está?


- En su habitación.


- Debería operarse cuanto antes – comunicó el médico – la lesión podría empeorar aún más y se reduciría el porcentaje de éxito.


- Gracias, doctor – le tendió la mano Akashi despidiéndose de él y marchándose hacia el pasillo para subir a ver a Aomine.


Cuando fue a entrar por la habitación, se fijó en Aomine recostado entre las mantas, acariciando el cabello de Daisuke que apoyaba su cabeza en el abdomen de su padre haciéndole compañía. En cuanto Daisuke vio entrar a su padre, saltó corriendo de la cama lanzándose a abrazarle. Akashi abrazó a su hijo que escondía la cabeza en su abdomen mientras sonreía y tras acariciarle el cabello, le pidió si podía dejarle a solas con Aomine. Tenían que hablar de algo importante. El niño se marchó enseguida y Akashi cerró la puerta tras él para que nadie les interrumpiese.


Akashi se sentó en el sillón al lado de la cama observando aquella dura mirada de Aomine. No estaba contento pero antes de que él empezase a achacarle culpas, prefirió empezar a hablar y cortarle sus quejas.


- Quiero hablarte de la operación – le cortó en seco Akashi.


- El médico ya ha estado por aquí.


- ¿Te ha explicado las cosas?


- No – dijo Aomine - ¿Es malo? Dijo que quería hablarlo contigo primero.


- No voy a mentirte. No son malas noticias pero tampoco es lo que esperabas.


- ¿Podré jugar al baloncesto otra vez?


- No, Aomine. Al menos no a nivel profesional. Tu carrera deportiva está acabada.


- Entiendo.


- Pero la operación conseguirá que tengas una vida normal. Podrás jugar a baloncesto con los amigos, nada de competición, sólo por diversión. Es lo único que te pueden ofrecer. Tendrás que tener cuidado en los mates – sonrió Akashi haciendo sonreír a Aomine – porque tu rodilla no volverá a saltar lo que antes, ni serás tan rápido como eras. Estarás al ochenta por ciento de tus capacidades si es que la operación sale como se espera.


- ¿Y la recuperación?


- Vas a estar unos seis meses por lo menos, entre recuperarte del dolor de la operación, quitarte los puntos, la rehabilitación para volver a moverla, volver a caminar… va a ser dolorosa y muy lenta, es posible que pases de los seis meses.


- Joder – dejó escapar Aomine - ¿Cómo voy a mantener a Daisuke si no puedo trabajar pongamos… que en un año?


- Puedes quedarte aquí y otra opción es que aceptases el trabajo que te propuse hace unas semanas.


- ¿Ayudante de tu entrenador?


- Eres el mejor creando estrategias, el entrenador te ha visto jugar, sabe que eres bueno y es lo que está buscando para el equipo. Estarás sentado en el banquillo a su lado, no tienes que jugar, yo jugaré.


- No puedo aceptarlo.


- ¿Porque estoy yo en el equipo? – preguntó Akashi acordándose del motivo por el que Aomine rechazó su propuesta la última vez – abandonaré el equipo si es lo que quieres. Haré un traspaso a otro.


- Tienes un contrato.


- Buscaré la forma legal de que me trasladen.


- No quiero que te vayas – se sonrojó Aomine.


- ¿Por qué?


- Porque me gusta la idea de que tengas que obedecerme en todo.


- Serás imbécil – le aclaró Akashi sonriendo al ver la sonrisa de su chico.


- Acepto el trabajo, puedes decírselo a tu jefe o entrenador – comentó Aomine – iré a esa entrevista con él.


- Se lo comunicaré. ¿Qué pensabas mandarme hacer?


- Un entrenamiento especial – sonrió Aomine – saltar a la pata coja, golpearte al mismo tiempo con la mano en la cabeza y gritar “le besé el trasero a Aomine Daiki” – le indicó enseñándole un trozo del papel higiénico con su rostro estampado en él. Estaba claro que estaba utilizando su papel higiénico para limpiarse.


- Imbécil – le gritó Akashi aunque se estaba riendo – eres un egocéntrico.


Akashi se levantó del sillón para sentarse en el colchón de la cama y así, acercarse a su chico, pero cuando su trasero iba a tocar el colchón, sintió la pierna de Aomine golpear su trasero moviéndolo hacia el borde y dejándole sentado en el suelo con la espalda apoyada contra la cama. ¡Le había dado una patada y le había tirado al suelo!


- ¿Y eso a qué viene? – preguntó viendo la sonrisa macabra de Aomine.


- Eso viene porque me has obligado a decir cosas que no quería decir y encima, te has largado a lanzar tijeras sin mí – le aclaró.


- Estás enfadado por lo de Takumi.


- Serás idiota. ¿Cómo se te ocurre ir? Me prometiste no hacerlo.


- Te prometí no hacerlo “ahora” – comentó defendiéndose – pero ya no era “ahora”, lo hice “luego”.


- Eres un enano manipulador – le confesó cuando Akashi se ponía en pie y se acercaba de nuevo a la cama, esta vez quedándose de pie para evitar recibir otra patada de Aomine, pero con sus labios muy cerca de los de Aomine. Con un gran enojo, Akashi cogió la camiseta de Aomine obligándole a permanecer a esa distancia.


- Quiero que te quede una cosa muy clara, Daiki – le habló en tono serio, algo que sorprendió a un Aomine que hasta el momento, se lo estaba pasando muy bien – si alguien te pone un dedo encima, si a alguien se le ocurre hacerte daño, no pienso jamás quedarme quieto viendo cómo te humilla o te destroza, me ocuparé de hacerle pagar todas y cada una de las que te hagan, porque te amo, nadie va a hacerte daño mientras yo esté aquí, ve mentalizándote. Yo siempre voy a protegerte así que no me pidas que me quede quieto viéndote sufrir, porque no lo haré.


Ante aquellas palabras, Aomine se quedó atónito. La mano de Akashi con el cuello de su camiseta corta fuertemente cogida, temblaba levemente por la ira acumulada. Jamás había visto tan afectado a Akashi y supo que hablaba en serio. Akashi jamás dejaría que nadie le hiciera daño y en aquel instante, se dio cuenta de que era aquel Akashi del que siempre estuvo enamorado, ese maldito enano de mal carácter que luchaba por lo que quería y que jamás permitiría que se alejase de su lado. Aomine, frente a esos sentimientos que le llegaban de Akashi, no pudo hacer otra cosa que dejarse llevar, colocando su mano tras la nuca del pelirrojo y obligándole a recorrer los escasos centímetros que separaban a sus labios hasta juntarlos en un tierno pero deseado beso.


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