Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Baloncesto callejero por Fullbuster

[Reviews - 139]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Durante el resto de la tarde, Masaomi estuvo jugando con Dai mientras Seijuuro y Aomine permanecieron en la habitación encerrados descansando, o eso pensaba el adulto, ya que cuando pasó un par de veces cerca de la habitación, no escuchó ningún sonido extraño que le indicara que estaban centrados en otra ronda de sexo. Sólo cuando llegó la hora de cenar, Akashi y Aomine aparecieron en la cocina justo cuando Dai ayudaba a su abuelo a poner la mesa.


- ¿Os ha llegado el olor de la cena recién hecha y vuestros estómagos han rugido por la falta de alimento durante tantas horas? - bromeó Masaomi.


- Algo así – sonrió Akashi.


- ¿Te has portado bien esta tarde, Dai? - le preguntó Aomine caminando hacia la mesa con la ayuda de Akashi.


- Sí – le contestó demasiado feliz el niño.


Aomine había notado el extraño brillo en los ojos de su hijo desde que él y Akashi habían cruzado la puerta y también que no había despegado su vista de ellos ni un sólo segundo.


- ¿Papá y tú volvéis a estar juntos? - soltó emocionado Dai justo en el momento en que Aomine tomaba asiento a su lado y daba un sorbo a su vaso de agua.


El antiguo jugador casi se atragantó con el agua debido a la inesperada cuestión del pequeño y que le había pillado totalmente desprevenido.


- ¿Por qué piensas eso? - le preguntó con cautela pero nervioso por dentro.


Se reprendió mentalmente al pensar en lo que su hijo podía haber visto o escuchado esa tarde. Debería haber tenido más cuidado, pero... fue un momento tan lleno de emociones que se olvidó de todo lo que había fuera de las cuatro paredes donde había estado encerrado con el único hombre al que amaría con tanta intensidad.


- Habéis estado toda la tarde reconciliándoos, ¿no?


Aquella pregunta hizo saltar las alarmas dentro de la cocina y los tres adultos miraron aterrorizados a Dai.


- ¿Qué quieres decir con eso exactamente? - le dijo Aomine temeroso de su respuesta.


El pequeño les miró extrañado, notaba la tensión que se había apoderado de sus familiares cuando había sacado el tema y no entendía el motivo para que se hubieran puesto de esa manera ni tuvieran esa mirada alarmada en sus rostros.


- Habéis estado hablando y no os habéis gritado ni peleado, ¿no?


Esas palabras fueron como música para los oídos de los tres adultos, quienes se relajaron al instante por el enorme alivio que sintieron al darse cuenta de que el pequeño seguía siendo un dulce e inocente niño que no tenía ni idea de la forma en la que se habían reconciliado sus padres.


- Sí, hemos estado hablando y hemos zanjado algunos temas pendientes – intervino Akashi.


- Entonces, ¿estáis juntos? - volvió a preguntar.


Akashi miró a Aomine buscando una respuesta. No sabía que contestarle a su hijo, no quería meter la pata y dar una respuesta errónea ni darle falsas esperanzas, pese a que él tenía claro que amaba a Aomine y quería estar siempre a su lado, pero pese a lo sucedido esa tarde, no sabía si significaba que eran pareja de nuevo.


- Lo vamos a intentar, Dai – contestó Aomine llenando de felicidad no sólo a su hijo, sino a Akashi e incluso a Masaomi – vamos a darnos una oportunidad.


- Sí, sí, sí – gritaba el pequeño dando saltos de alegría por toda la cocina.


- Venga, deja los saltos para después y celebremos esta gran noticia disfrutando de una deliciosa cena – dijo Masaomi colocando en la mesa el plato principal.


Tras cenar, permanecieron en la cocina charlando como toda una familia feliz, sin estar pendiente de la hora.


- Mira qué tarde es – exclamó Masaomi – se ha pasado el tiempo volando. Debería irme a casa.


- Y yo sé de alguien que debe bañarse antes de irse a la cama – dijo Aomine mirando a Daisuke y éste se hizo el desentendido – Dai, no te hagas el loco y ve tirando para el baño.


- Pero antes acompañaré al abuelo afuera y me despido de él, ¿vale? - le dijo mirándole con ojitos a los que Aomine no pudo resistirse.


- De acuerdo.


Akashi y Aomine se despidieron de Masaomi en la puerta pero Daisuke le acompañó hasta el jardín y cuando regresó al interior de la casa, Aomine le mandó subir hasta el baño para que fuera abriendo el grifo de agua caliente y se desvistiera mientras él cogía ropa limpia de su dormitorio.


Cuando llegó al baño y lo abrió, vio a su hijo dentro de la bañera enjabonando algo que estaba dentro de lo que parecía un cuenco de plástico y que no pudo identificar debido a tanto jabón. Pensó que se trataría de un juguete, pero cuando llegó al lado de Dai se llevó una gran sorpresa.


- Sei – le llamó Aomine tratando de contener la risa.


A los pocos minutos, Akashi apareció por el pasillo y caminó hasta la puerta entreabierta por donde su pareja sacaba la cabeza.


- ¿Qué pasa? - le preguntó.


- Nada, es sólo que he pensado que podrías bañar tú a Dai y así estrecháis vuestra relación padre-hijo – le dijo saliendo del baño y dejando paso al pelirrojo.


- Me parece una buena idea, gracias – le sonrió mientras se metía dentro del cuarto de baño.


En cuanto la puerta se cerró, Aomine no pudo mantener durante más tiempo la compostura y se alejó riéndose sin parar pero cubriéndose con el brazo para que no se le escuchara.


Dentro, Akashi se acercó hasta la bañera donde su hijo jugaba con un juguete o eso pensaba hasta que estuvo frente a su hijo. Akashi no se chocó contra algo o se resbaló de milagro cuando dio un gran salto hacia atrás mientras se llevaba la mano hacia el pecho por el susto. Casi le dio un infarto al descubrir que Daisuke no jugaba con un muñeco precisamente sino con el dichoso ratoncito que tantos problemas les había dado el día anterior. Ahora entendía por qué Aomine le había llamado, seguramente lo había visto también y le había pasado el problema a él. Aomine se las iba a pagar, claro que sí, eso no se le iba a olvidar fácilmente. Lo único que no lograba entender cómo era posible que aún siguiera por la casa cuando se suponía que lo habían echado a la calle.


- Dai, ¿qué hace ese bicho dentro de la casa y más en concreto, dentro de la bañera contigo? - le preguntó con la voz ligeramente más aguda de lo normal.


- He pensado que si lo limpiaba bien, ya no podrías decir que mi nueva mascota es un... - le tapó los oídos al animalillo y terminó la frase en un susurro -...nido de enfermedades con patas.


Akashi quiso contradecirle, pero no pudo. En cierta manera, su hijo tenía razón ya que tenía sentido que si lo bañaba, eliminaría la suciedad en su cuerpo y, por consiguiente, todas las posibles bacterias.


- Aomine… puedes correr, pero no podrás esconderte de mí, ésta me la pagarás – le gritó Akashi sabiendo que estaría fuera escuchándole.


- Mira lo limpito que está – Dai le enseñó entusiasmado al ratoncito lleno de jabón.


No pudo resistirse ante la inocencia de su hijo y acabó rindiéndose ante él y sus ocurrencias.


- Está bien, está bien. Puede ser tu mascota, pero le compraremos una jaula para que no corretee por la casa.


- No hace falta, ya tiene su casa en el jardín – le dijo como si nada el niño a la vez que enjuagaba al ratón.


Todas las piezas encajaron y ahora comprendía lo que hacían su padre y su hijo esa mañana en el jardín y no estaba relacionado para nada con clases de botánica. Se golpeó la frente con la palma de su mano por lo mucho que Masaomi estaba consintiendo a Dai, pero le entendía porque, ¿quién podía resistirse a tanta inocencia y ternura? Era un vil manipulador con esos ojitos y esos pucheros. Akashi resopló y, tras armarse de valor, se aproximó a la bañera para ayudar a su hijo a terminar de asearse.


Cuando acabaron el baño, Akashi ayudó a su hijo a secarse mientras éste hacía lo mismo con el pequeño ratón, pero eso no fue lo más extraño de esa noche, sino que, cuando le puso el pijama y lo llevó a su cuarto, Dai se metió en la cama con el ratoncito.


- ¿Dai? ¿Por qué estás metiendo a tu... mascota – se contuvo en llamarle algo peor – en la cama contigo? ¿No decías que tenía su casa en el jardín? - le preguntó mientras veía cómo el pequeño le arropaba con las sábanas como si de un bebé se tratase.


- Sí, pero ahí estará solo y asustado, además, hace frío fuera. No quiero que le pase nada.


- No puedes dormir con él – le dijo Akashi tratando de coger al ratón pero su hijo fue más rápido y lo protegió escondiéndolo en su pecho.


- ¿Y si se congela mientras nosotros dormimos calentitos en nuestras camas? ¿Podrías soportar ese peso en tu conciencia? - le dijo con ojos llorosos.


Akashi se quedó sin palabras. Reiteraba sus palabras, su hijo era un gran manipulador, sabía cómo hacerle caer usando en el momento adecuado esa mirada de pena a la que no se podía resistir.


- De acuerdo, pero sólo por esta noche, ¿entendido?. Mañana le pones si quieres una manta en su casa para que no pase frío.


- Gracias, papá – le agradeció lanzándose a sus brazos con fuerza.


- De nada. Venga, ahora a dormir – le ordenó rompiendo el abrazo y arropándolo junto al ratoncillo – Buenas noches, Dai.


- Buenas noches, papá.


Le dio un beso en la frente y salió del cuarto pensando que no entendía cómo a Dai podía gustarle tanto ese animal y por qué se había encaprichado tanto con él.


Akashi caminó por el pasillo en dirección a su habitación, pero cuando pasó por la habitación de Aomine, se detuvo un segundo. Esa trampa con el ratón se la pagaría, no tenía duda alguna sobre el asunto, pero pensaría muy bien su estrategia. Sonrió detenido en el pasillo y retrocedió un par de pasos hasta alcanzar la puerta de Aomine, tocando con sus nudillos un par de veces. Aomine no abrió pero era algo que esperaba.


- Sé que estás ahí, Aomine, y sé que no quieres abrirme por la trampa que me has hecho, haces bien… pero recuerda una cosa… mañana te pillaré. Que duermas bien – le comentó Akashi con una gran sonrisa.


Aomine estaba tras la puerta de su habitación y aunque escuchó a Akashi, no quiso abrir. Sólo un idiota abriría la puerta en aquel momento a ese pelirrojo que pensaba siempre las venganzas perfectas. Era un riesgo. Pensó que era mejor esperar a que se le pasase un poco, aunque sinceramente… conociendo a Akashi, no creyó que se le fuera a pasar pronto esa traición con el ratón. Aun así sonrió. Parecía que su relación con ese pelirrojo volvía a lo que una vez perdieron, a la felicidad absoluta.


Aquella noche, Aomine durmió con el gato como protección y se levantó de madrugada a desayunar por miedo a encontrarse con Akashi. Sabía lo vengativo que era y desde luego… se iba a acordar de la que le había hecho. No decidió salir de su cuarto hasta que escuchó que Akashi decidía llevarse él mismo a Daisuke al colegio pensando que él aún dormía. Sonrió, al menos mientras estaba fuera podría encontrar un buen lugar donde esconderse de su furia.


No había hecho más que escuchar la puerta del garaje cerrarse cuando salió corriendo a buscar un lugar seguro por toda la mansión. Por más que pensaba y rebuscaba, ningún lugar le convencía, hasta que al final, decidió esconderse en el lugar más obvio, en uno de los armarios del vestidor de Akashi. Quizá allí no le vería, siempre decían que el mejor lugar para esconder algo es a la vista de todos, así que ese vestidor era el lugar perfecto, Akashi pasaba todos los días por él pero era tan grande, que tendría miles de recovecos para esconderse, además, hacerlo tan obvio como saber que iba todos los días, haría que Akashi no cayese en que estaría precisamente allí.


Tal y como imaginó, Akashi estuvo buscándole por toda la mansión desde que llegó de dejar a su hijo en la escuela, pero Aomine no estaba dispuesto a salir ante la ira del pelirrojo, allí se sentía a salvo. Casi media hora después de la llegada de Akashi, escuchó que abría finalmente la puerta de su cuarto y buscaba en el aseo y por los alrededores. Contuvo la respiración cuando sintió la puerta del vestidor abrirse. Parecía que Akashi buscaba una camiseta para ponerse en una de las estanterías frente a un Aomine tapado tras algunas prendas de percha.


Akashi se quitó la camiseta encestando en su lanzamiento sobre el cesto de la ropa sucia mientras buscaba una en la balda. Cogió la primera que encontró y la desplegó para colocársela y salir de allí, pero cuando ya estaba en la puerta, algo llamó su atención. Por un momento, Aomine pensó que era imposible que le hubiera descubierto, había tenido cuidado y no había hecho ningún ruido, pero Akashi se giró hacia el vestidor de nuevo moviendo su nariz como si oliera algo antes de sonreír.


- Ohhhh, así que escondiéndote en mi armario – comentó con una sonrisa picarona – vamos, Aomine… conozco tu aroma a la perfección, sé un chico bueno y sal a jugar conmigo.


Aomine escuchó cómo se cerraba la puerta de nuevo pero esta vez, el ruido de un “click” sonó con fuerza. En aquel momento, supo que Akashi había cerrado con pestillo y no tendría escapatoria. Maldijo la sensible nariz de Akashi pero sobre todo… detestaba esos malditos ojos de emperador que todo lo veían.


- Vamos, Dai… no me hagas perder más tiempo, sal y seré benévolo contigo – sonrió Akashi desabrochándose el cinturón y sacándolo de las hebillas.


Estaba claro para Dai, que con ese cinturón no tenía pensado nada bueno el pelirrojo. Cerró los ojos y se negó a salir, estaba mejor allí escondido, quizá tenía una mínima oportunidad aunque escuchaba cómo Akashi abría todos los armarios y movía perchas por si le encontraba. Aomine estuvo convencido en aquel momento, de que Akashi le iba a encontrar. No se equivocó. Pese a que no se atrevió a abrir los ojos, sintió cómo algo agarraba sus muñecas y unos labios devoraban los suyos con pasión antes de separarse unos segundos, abriendo finalmente los ojos para mirar los de Akashi.


- Te encontré – le susurró Akashi – y tienes que pagarme la de anoche. ¿Cómo te atreves a engañarme de esa forma para escabullirte del ratón?


- Tú eras el hombre de la casa, ¿no? – susurró Aomine con una sonrisa recordando cuando Akashi se las daba de tan valiente.


- Serás cara dura – sonrió Akashi al darse cuenta de cómo Aomine trataba de escabullirse una vez más de la acción que había hecho – tienes que pagar por lo que hiciste, de ésa no te libras.


Aomine sonrió justo antes de mirar el cinturón que ataba sus manos. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo que estaba planeando su pareja.


- Ni se te ocurra – le dijo Aomine sonrojado – aquí en el armario no.


- Con lo que me costó salir del armario y decir que era homosexual y ahora me toca volver a entrar a él – sonrió Akashi atando el cinturón a la barra de metal de las perchas, levantando así los brazos de Aomine – tú relájate, Aomine, nunca lo he hecho en un armario.


- Eres idiota – le dijo Aomine.


- Pero te encanta, mira lo excitado que ya estás sólo de pensarlo.


Aomine sonrió al notar esa faceta prepotente en su chico, ésa que tantas veces había tenido él mismo con el pelirrojo. En aquel instante, sintió algo que hacía mucho tiempo no sentía, ganas de volver a disfrutar, de volver a ser él mismo, de lo que fue antes de tener a Daisuke, de recuperar el tiempo perdido con su pareja. Con esa idea en mente, unió sus labios a los de Akashi.


Ninguno de los dos podía negar que aquel extraño juego dentro del armario, con un inofensivo Aomine con las manos bien sujetas, les excitaba demasiado. Las sonrisas pícaras en el rostro de ambos dejaba claro que aquel momento lo disfrutarían. Akashi ya estaba rompiendo la camiseta de Aomine para dejar su pecho al descubierto cuando el primer estornudo apareció.


Los dos se miraron extrañados pese a que Aomine sabía que no le quedaría más remedio que parar. El resoplido de resignación fue de ambos, pero sus ojos se abrieron ante la sorpresa de ver cómo Akashi bajaba los pantalones del moreno con rapidez dejándoselos a la altura de los tobillos.


- ¿Estás de coña? – preguntó Aomine – no puedes hacerlo a estornudos.


- Pues no pienso ponerme a buscar al gato, mírame – señaló su excitada entrepierna – voy a metértela y me da igual cómo.


- Estás loco. Míranos, Akashi… en un armario y tú con alergia. ¿Crees que el estornudo hará que cojas reacción para metérmela o qué?


- Puedo probar – dijo Akashi tras estornudar una siguiente vez – pero con las ganas no me quedo, de eso estoy seguro.


Aomine empezó a reírse al ver lo necesitado que estaba su pareja, pero la realidad era… que él también estaba demasiado excitado como para tratar de parar ahora. Al final, mandó todos sus pensamientos a paseo y se relajó volviendo a besar a un Akashi, que cada dos segundos tenía que parar para estornudar. Las sonrisas de ambos se detuvieron cuando Aomine dejó escapar los primeros gemidos al sentir los dedos de Akashi entrar en él.


- Creí que hoy me tocaría a mí entrar en ti – le susurró Aomine con una gran sonrisa.


- De eso nada. Aún te queda mucho para ganarte ese derecho.


- No descuides tu trasero, Akashi… o un día caerás.


- Mi trasero es de emperador – sonrió haciéndose el gracioso – sólo yo digo quién entra en él y un súbdito como tú no lo hará.


Aomine sonrió… un día cuando se descuidase, conseguiría doblegar a ese indomable pelirrojo que nunca antes había perdido el control sobre sus acciones. Akashi entró en Aomine y empezó a moverse cuando sintió una ligera vibración en sus pies. El sonido era tan intenso, que hasta Aomine lo escucho sobresaltándose.


- Es mi móvil – dijo Aomine – está en el bolsillo del pantalón.


- Oh… - sonrió Akashi buscándolo para leer el nombre de la persona que llamaba – vaya, es Tetsu, creo que deberías contestar – le insistió con una gran sonrisa sonrojando a un Aomine que no controlaba los gemidos.


- Ni se te ocurra – le dijo pero Akashi ya había descolgado y le sujetaba el teléfono junto a su oído mientras seguía moviéndose en su interior.


Tetsu fue a hablar al escuchar semejante silencio cuando se sonrojó al escuchar cómo salía un jadeo mal disimulado del otro lado del teléfono. Apartó un segundo el móvil de su oreja bajo la atenta mirada de Kagami, quien estaba leyendo el periódico con una taza de café.


- ¿Qué ocurre? – preguntó Kagami.


- ¿Recuerdas cuando Aomine estaba saliendo con Akashi? – preguntó Tetsu.


- Sí – dijo acordándose vagamente de aquello.


- Oye, Dai… sólo quería saber cómo estabas, pero ya veo que bien, luego te llamaré – sonrió Tetsu. Aquellas palabras hicieron que Kagami se sonrojase también recordando las muchas veces que habían pillado en mal momento a esos dos desvergonzados.


- No me jodas – susurró Kagami rojo como un tomate – no creí que fueran tan rápidos reconciliándose.


- Ya nos contará más tarde – sonrió Tetsu – por los sonidos que venían… creo que tardará en llamar.


- Y yo que quería darle la buena noticia a Akashi – sonrió Kagami fijando sus ojos en una revista de bodas que tenía a su lado – ya sé cómo me va a pagar toda la ayuda que le he brindado para que recupere a Aomine y por supuesto… sé cómo pagará que me arruinase la pedida de mano – sonrió de forma maliciosa.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).