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Baloncesto callejero por Fullbuster

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En el momento en que la puerta se cerró tras él, Masaomi sacó del bolsillo interior de su chaqueta su teléfono buscando en la agenda el nombre del mismo detective privado al que su hijo tenía intención de contratar. Cuando lo encontró, le dio al botón de llamar y, mientras escuchaba los pitidos que indicaban que aún no le habían contestado, bajó los escalones hasta llegar a su coche donde su chófer ya le esperaba con la puerta de los asientos traseros abierta. Se metió en su interior y la puerta se cerró tras él justo en el momento en que le atendieron la llamada.

 

- Kurata Investigaciones, ¿en qué puedo ayudarle? - se escuchó una voz ronca de un hombre al otro lado de la línea.

 

- Akira, soy yo.

 

- Masaomi, cuánto tiempo sin saber de ti. Hacía meses que no contratabas mis servicios, tanto que comenzaba a pensar que había perdido mi toque especial y no estabas contento con el último trabajo – le comentó divertido el detective.

 

- Tu trabajo fue impecable como siempre pero hasta ahora no había necesitado de tus servicios de nuevo.

 

- Me dejas mucho más tranquilo – le contestó riéndose – Cuéntame, ¿qué puedo hacer por ti?

 

- Por teléfono no, es mejor discutirlo en persona en un lugar sin ojos indiscretos que puedan observarnos. Necesito que nos reunamos de inmediato. Te espero dentro de media hora en mi casa – le ordenó Masaomi – No contestes las llamadas que recibas a partir de ahora hasta que llegues a la mansión, te pagaré por los posibles clientes que puedas perder durante ese tiempo.

 

- De acuerdo, salgo ahora mismo de mi oficina. Nos vemos en un rato – se despidió antes de colgar.

 

Masaomi colgó también la llamada y volvió a guardarse el teléfono en el interior de su chaqueta.

 

Media hora más tarde, un hombre de unos cuarenta años vestido con un traje con chaleco en lugar de americana, pelo castaño oscuro peinado hacia atrás, barba de tres días y cigarrillo en la boca apareció ante la enorme mansión del patriarca de la familia Akashi. Rápidamente las enormes puertas se abrieron dándole paso y un criado le acompañó hasta el interior de la vivienda guiándole hasta la puerta del despacho de Masaomi. El sirviente dio unos golpes sobre la madera de la puerta y al otro lado se oyó la voz del dueño de la casa dándole permiso para entrar.

 

- Señor Akashi, el señor Kurata ya está aquí – le anunció la llegada del detective a la vez que el susodicho se adentraba en la estancia.

 

Masaomi se levantó de su cómoda silla y salió de detrás de su escritorio para ir a saludar a su visita. Ambos se inclinaron hacia delante en reverencia.

 

- Ya puedes retirarte – le indicó a su criado y éste hizo una reverencia ante su jefe y se marchó de allí dejándolos solos.

 

- Da igual las veces que venga a este sitio, siempre me quedo impresionado con la grandeza del lugar – rompió el hielo Kurata.

 

- Toma asiento, por favor – le pidió al otro hombre con educación.

 

- Bien, me has dejado intrigado con tu llamada – le decía mientras se sentaba en uno de los caros asientos frente a la lujosa mesa - ¿Qué necesitas de mí que no me podías contar por teléfono?

 

- Directo al grano, como siempre – le contestó cordial Masaomi – Hoy recibirás la llamada de mi hijo quien querrá contratarte para que encuentres a alguien, un ex-novio que tuvo en la universidad llamado Aomine Daiki.

 

Akira le escuchaba atento mientras tomaba nota del nombre del chico en una pequeña libreta.

 

- ¿No quieres que le encuentre? - le preguntó.

 

- Sí quiero que lo hagas pero que me informes a mí primero de todo lo que descubras y a mi hijo le cuentes solamente lo que yo te diga.

 

- No debía caerte muy bien tu antiguo yerno, por lo que veo – comentó divertido.

 

- No, aparte del hecho de que era un hombre, se interponía en el camino hacia la grandeza de Seijuuro y tuvo la desfachatez de tratar de embaucar a mi hijo para quedarse con la fortuna de la familia. No está en la lista de personas que tolero.

 

- Entiendo. Me pondré enseguida con ello y cuando sepa algo, te lo comunicaré para que me digas qué puedo contarle a tu hijo. Hasta entonces, le daré largas con las explicaciones e intentaré hacerle creer que es difícil hallar con él.

 

Akira se levantó de su asiento y se despidió de Masaomi antes de salir de su despacho. Se marchó de la propiedad de Akashi esta vez sin que nadie le acompañase. Justo cuando se estaba metiendo en su coche, su móvil sonó y lo descolgó para saber quién le llamaba. Masaomi no se había equivocado y su hijo le estaba llamando en ese instante para pedirle que averiguase todo lo relacionado con Aomine Daiki, le dijo que le pagaría la mitad de sus honorarios ahora y la otra mitad cuando el trabajo estuviese hecho. Kurata aceptó sin rodeos, ese trabajo iba a ser muy rentable, iba a cobrar por parte de dos de los miembros de la familia Akashi.

 

Unos días más tarde, regresó a la mansión de Masaomi con todo lo que había averiguado de Aomine. La verdad es que no había sido difícil dar con él, no había salido de la ciudad ni había tratado de esconderse por lo que fue bastante fácil seguirle la pista.

 

- Tras romper con tu hijo, estuvo viviendo temporalmente con un amigo pero después de unas semanas, alquiló un apartamento en el barrio donde se había criado. Estuvo unos años jugando en un equipo de Slamball pero hace un par de años que se retiró y ahora trabaja en un bar, sobre todo en el turno de noche – le informaba Kurata a Masaomi en su despacho.

 

- Sabía que ese chico mediocre no llegaría muy lejos, me alegra que no consiguiera embaucar a mi hijo con sus artimañas.

 

- Ese chico ha tenido una vida bastante... regular pero no creo que fuese por decisión propia.

 

- ¿A qué te refieres? - le preguntó Masaomi.

 

- Pudo haber tenido una prometedora carrera como profesional en el baloncesto pero se quedó embarazado impidiéndole que le ficharan por un equipo local o nacional.

 

- ¿Al final realmente estuvo embarazado y dio a luz a ese bebé? Intentó hacerlo pasar por hijo de Seijuuro para que le pasásemos la manutención pero ese truco es muy viejo y le eché de aquí.

 

- Me temo que tengo que darte malas noticias entonces – le dijo con seriedad Kurata – Te dijo la verdad, tienes un nieto de ocho años.

 

La mano de Masaomi se detuvo al instante soltando la pluma que había estado usando para firmar unos documentos. Levantó su mirada atónito y posó sus desorbitados ojos sobre el hombre sentado frente a él.

 

- ¿Qué has dicho?

 

- El niño que tuvo Aomine es hijo de Seijuuro.

 

- Eso es imposible, debe de haber un error.

 

- No lo hay, con tan sólo ver una foto del chaval se ve el parecido con tu hijo – le comentó pasándole una carpeta con la información de Aomine.

 

Masaomi la tomó entre sus manos y la abrió viendo fotos de Aomine con un niño pelirrojo de ojos azules.

 

- Se llama Daisuke y en su certificado de nacimiento sólo consta Aomine como su padre. Pese al parecido con tu hijo, quise asegurarme al cien por cien y conseguí hacerme con unos cabellos suyos para analizar su ADN y compararlo con el de Seijuuro. No hay dudas, es su hijo también. Tuve que forzar la cerradura de su casa para poder tener acceso y hacer la prueba pero… pese al riesgo he podido comprobar que lo que le dijo es cierto, es su nieto.

 

Aquella noticia no era nada buena, eso podía entorpecer aún más el camino que había elegido para Seijuuro. Si se enteraba de que tenía un hijo con la persona que decía era el amor de su vida, dejaría todo para volver con él y formar parte de la vida de ese crío. Su relación ya era bastante tensa desde que había vuelto de Estados Unidos, así que si averiguaba que él no le había informado de que iba a ser padre, el abismo que se crearía entre ellos sería enorme y no podría intentar que se casara con la hija de alguno de sus importantes amigos o compañeros de negocios.

 

- No puedes contarle nada de esto a mi hijo, ¿entendido? - le dijo muy serio tras salir de la sorpresa – Debe mantenerse lo más lejos posible de ese chico.

 

- ¿Qué quieres que le diga? Tampoco puedo ir con las manos vacías, sería muy sospechoso.

 

Masaomi chasqueó la lengua frustrado. Kurata tenía razón, si iba a hablar con su hijo y no le daba algo sobre Aomine, sabría que había gato encerrado y su primer sospechoso sería él.

 

- Dile dónde trabaja, con suerte no podrán hablar al ser el lugar de trabajo de ése – escupió con tono despectivo – Mientras mi hijo intenta hablar con él sin éxito, llevaré a cabo el plan que se me acaba de ocurrir.

 

- De acuerdo – asintió el detective.

 

Una hora más tarde, Akashi hablaba por teléfono con Kurata y nervioso y feliz apuntaba la dirección del bar donde Aomine trabajaba. Le sorprendía que fuese camarero pero ya tendría tiempo de ponerse al día con él cuando fuera esa noche a visitarle.

 

Akashi estuvo nervioso toda la mañana y por la tarde, tras ducharse, se quedó más de dos horas frente al armario con una simple toalla enrollada a su cintura pensando qué iba a ponerse. Ni siquiera en su primera cita había estado tan nervioso como ahora. Nueve años sin verle era mucho tiempo. ¿Habría cambiado mucho? ¿Seguiría siendo aquel chico arrogante y engreído? Quizá no.  Aomine siempre había sido engreído porque hacía algo mejor que todos los demás, jugar al baloncesto, pero tras dejarlo, no creía que siguiera pensando de la misma forma, en nueve años daba tiempo de sobra a que la gente cambiase. Él mismo había cambiado.

 

A las nueve ya no aguantó más y salió hacia el local llegando a las diez por la dificultad para aparcar. La gente le miraba intrigada y sorprendida al verle bajar de su deportivo y aunque algunas mujeres intentaron ligar con él, no hizo caso alguno y entró directamente al bar. Se quedó unos segundos en la puerta, no había mucha luz y más que un bar parecía una discoteca.

 

La música estaba muy alta y en las pantallas de televisión repartidas por la sala se emitía repeticiones de jugadas de un estilo de baloncesto muy extraño. Jamás había visto algo así aunque había oído hablar de él en América. El Slamball, un deporte de contacto donde las lesiones era lo más habitual. Movió la cabeza y es que había que estar loco para jugar a algo así de peligroso dónde solo importaba hacer las mayores acrobacias y figuras para encestar en lugar de jugar sobre seguro evitando golpes innecesarios.

 

Miró hacia la barra y su respiración se congeló unos segundos cuando sus ojos se encontraron con Aomine. Nueve años y ahora lo tenía allí frente a él limpiando la barra con un trapo, sacando algunos vasos y ordenando las botellas. No tenía mucha gente en ese preciso momento excepto un grupo de jóvenes a los que reconoció enseguida por el vídeo de las pantallas, eran jugadores de Slamball.

 

- Ey, Aomine… sírvenos un tequila doble a todos, hoy estamos de celebración – comentaba sonriendo y Aomine sacó la botella sirviendo los vasos frente al grupo.

 

Akashi se aproximó a la barra y se sentó en una de los altos taburetes observando hacia el otro extremo cómo Aomine llenaba los vasos con la bebida. Sonrió y es que el tiempo le había venido bien, estaba aún más guapo que antaño y parecía más maduro. La sonrisa se le borró cuando vio a aquel chico pagarle la bebida dejando el billete sobre la mesa y cuando Aomine fue a cogerlo, el joven colocó su mano encima de la suya impidiendo que lo cogiera.

 

-  ¿Por qué no te vienes un rato con nosotros cuando acabes de trabajar? Nos lo pasaremos bien – le dijo con una sonrisa pervertida pero Aomine apartó su mano con rapidez llevándose el dinero.

 

-  No salgo con clientes – fue su única respuesta.

 

Akashi vio con tranquilidad cómo Aomine se marchaba hacia la caja para cobrar la bebida y regresó sólo a darles el cambio, pero el chico volvió a cogerle de la muñeca para la intranquilidad de Akashi.

 

- Sabes que yo te daría todo lo que quisieras.

 

- ¿En serio? – le preguntó Aomine con voz seductora agachándose hacia él.

 

- Sí, pídeme lo que quieras – le susurró acercando sus labios a los de Aomine.

 

Akashi apretó los puños, era imposible que Aomine se hubiera convertido en alguien tan fácil de manipular pero cuando le vio apartarse con una sonrisa, se calmó.

 

- Quiero trabajar tranquilo – le dijo Aomine marchándose y el joven sonrió ante la astucia de Daiki que había conseguido embaucarle.

 

Aomine siguió con su trabajo y fue a acercarse a Akashi cuando al estar relativamente cerca le reconoció. Akashi sonrió triunfante, al menos debería acercarse a él para atender su pedido, ya era un inicio para conversar.

 

- Hola, Daiki – le saludó al verle paralizado.

 

El otro camarero que llegaba en aquel momento con una caja llena de cervezas del almacén pasó por detrás de Daiki y éste las cogió enseguida diciéndole que le ayudaba.

 

- Atiéndele tú – le comentó Daiki marchándose con la caja de cervezas.

 

La sorpresa de Akashi se reflejó enseguida en sus ojos cuando vio cómo llegaba el otro camarero y le cogía el pedido. No le quedó más remedio que pedir una cerveza mientras veía trabajar a Daiki. El bar empezó a llenarse con rapidez y Akashi no dejaba de ver cómo la mitad de los clientes trataba de ligar con Aomine, por suerte para él, seguía manteniendo ese carácter fuerte y altanero para quitarse a esos moscardones de encima.

 

Algunos clientes al reconocer a Akashi fueron enseguida a pedir autógrafos y eso le hacía sonreír porque conseguía durante unos segundos, tener la atenta mirada de Aomine en él pese a que hiciera muecas de disgusto mal disimuladas. De hecho… ni siquiera pensaba que las intentase disimular.

 

- ¿Tan mal te sienta que me pidan autógrafos? – le preguntó Akashi cuando pasó Aomine por allí.

 

- Este bar está lleno de jugadores de Slamball. ¿Por qué no te largas a Estados Unidos de nuevo a jugar ese baloncesto de niñas? – le preguntó Aomine.

 

- ¿Slamball, eh? – preguntó mirando las pantallas y viendo los golpes que se daban – hay que estar loco para jugar a eso.

 

- Eres idiota – le dijo Aomine cabreado.

 

- ¿Qué he dicho ahora? Daiki – le gritó pero él ya se marchaba a atender a otros clientes.

 

Akashi golpeó con el puño la barra de madera maldiciéndose, es que nada le salía bien con ese chico. Había intentado mentalizarse que sólo quería verle, ver que estaba bien pero ahora… no podía conformarse sólo con eso, le amaba, seguía revolviéndose todo su cuerpo, excitándose cada vez que le veía. ¿Cómo era posible tras nueve años? Había sido verlo unos segundos y todos sus maravillosos recuerdos con él habían vuelto.

 

Akashi se marchó del bar enfadado caminando hasta el coche y sacando de los estrechos asientos traseros una pelota de baloncesto que siempre llevaba. Esperó al cierre del local y cuando vio a Aomine salir para irse a casa le lanzó la pelota a las manos. Tuvo el tiempo justo de reaccionar para cogerla.

 

- Aún tienes reflejos – le dijo Akashi y Aomine miró la pelota en sus manos con cierta nostalgia.

 

- Eres muy pesado. Desde que has vuelto sólo escucho tu nombre. “Akashi por aquí, Akashi por allá” - dijo en un tono ridículo que le hizo reír a Akashi.

 

Aomine le lanzó la pelota y siguió caminando pero Akashi no le dejó ir mucho más lejos. Quería devolverle a ese chico lo que le había arrebatado, su ilusión por el baloncesto. No podía dejarle en ese estado, era un gran jugador y no iba a dejar que desperdiciase su vida de esa forma en un bar de mala muerte sirviendo copas toda su vida.

 

- Juega conmigo – le dijo Akashi y Aomine se detuvo en seco mirando el suelo de la acera.

 

- Yo ya no juego – le comentó.

 

- Quiero jugar contigo.

 

- ¿Para qué? Ambos sabemos quién ganaría.

 

- ¿Cómo estás tan seguro? He podido empeorar en Estados Unidos.

 

- Por favor… eres el mejor jugador y si fuera a ganarte harías trampas – le dejó caer – ya te he dicho que yo ya no juego al baloncesto. Ahora lárgate a tu casa y deja de perder el tiempo conmigo, seguro que tienes más jugadores por ahí mejores que yo a los que hacer trampas.


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