Joseph estaba parado mirando la piedra con las letras y fechas inscriptas. El día era gris y amenazaba lluvia pero eso no le importaba.
Estaba solo en silencio mirando la tumba que siempre dejaba un hoyo en su corazón. Su cara no demostraba dolor o ansiedad. Tenía la mirada vacía de los que están cansados y no quieren más.
Si algo lo había traído de vuelta a ese lugar ese día era que había vuelto a verlos que se había vuelto a enredar con ellos aunque fuera un solo minuto. Lo que le había pasado en esa van le recordaba muchas cosas del pasado y eso lo agobiaba y le molestaba.
Tenía que preparar su exposición para el jurado en 5 días y mientras los datos bailaban en su mente como de costumbre, pues los había memorizado, intentaba idear algo que causara impacto, después de todo era un juicio por custodia y debía contar con la simpatía de esas 12 personas.
Mientras jugueteaba con un lapicero su mente se distraía de vez en cuando del camino elegido. Había algo que le molestaba de lo que sabía del rubio. Algo rondaba su mente, algo que había oído pero no recordaba exactamente que y eso le molestaba sobremanera. Es por eso que su inquieta mente volvía una y otra vez sobre el tema y es por eso que terminó tomando esa decisión. Creía sinceramente que cuando supiera todo del melado su mente le dejaría en paz con ese tema.
Dos días más tarde llegó el investigador de la agencia que usualmente el bufete contrataba para casos de seguimiento cuando se trataba de pruebas de infidelidad o abuso de confianza.
¡Buenas tardes!—dijo el investigador cuando entró.
¡Buenas tardes!—contestó el ojos azules indicando una silla en la que podía sentarse--¿Qué es lo que averiguó?—preguntó el castaño pues quería dedicar a eso el menor tiempo posible.
Pues le diré que fue cosa sencilla en un principio. Fui al registro público por su acta de nacimiento, en ella figuraba, como es lógico los nombres de los padres, Himeko y Joseph Wheeler, como usted me pidió averigüé sobre ellos. Él estuvo destinado en Japón por unos cinco años y luego pidió el reintegro a Estados Unidos luego de terminar su tiempo obligatorio—eso coincidía con lo que Atem le había contado pensó el castaño mientras seguía oyendo.
Fui por el acta de matrimonio y encontré lo que me había pedido, la filiación de la madre del susodicho, su nombre de soltera era Himeko Katsuya—entonces Seto entendió, no solo Wheeler conocía a Onodeo Katsuya era parte de su familia.
Lo demás lo tiene en este folder—dijo pasándole una carpeta.
Debo decirle que no investigaré más sobre la familia Katsuya y que si es usted una persona con dos dedos de frente tampoco lo hará—eso alertó a Seto que lo miró tras sus lentes de marco dorado con una mirada inquisidora.
Cuando dije a mis colegas a la familia a la que me estaba refiriendo en mi investigación me solicitaron que la abandonara. Debe ser que la familia Katsuya es una antigua familia que desde tiempos de Edo se ha dedicado a ser una de las más sombrías de Japón, tal vez por ello sea la menos reportada socialmente, se la llama en algunos círculos “la familia de las sombras” por una razón, prefieren mantenerse en ellas y todo el que los ha rondado ha terminado mal por alguna razón. Dicho esto me retiro pero por favor tome en cuenta mi consejo. No siga ahondando en una cosa tan peligrosa—dijo el hombre antes de irse.
Kaiba miró la carpeta con gesto inquieto, recordaba el actuar del rubio contra el nieto de Nobunaga y luego en su rescate. Era cierto que era un tipo peligroso y con lo que le había mencionado el investigador cabía esperar que la familia a la que pertenecía fuera la que ocasionara que lo fuera.
Por varios segundos se preguntó si debía seguir adelante y ver el contenido de la carpeta pero después de estos tuvo que admitir que su curiosidad por ese tipo se mantenía y abrió el elemento.
“…hija de Onodeo Katsuya y su esposa Ino” rezaba lo referente a Himeko Wheeler por lo que Seto se dio cuenta de que ese tipo era en realidad el nieto de Katsuya. Recordó el aire frío con que tratara al rubio cuando fue a saludarle y el comportamiento un tanto extraño de este al no advertir su frialdad y tratarlo amablemente. Era el hijo indeseado de la insensatez de su hija. Un medio gaishin. Recordó lo que le dijera Yami de la familia estricta que lo había criado pero no querido.
Luego las palabras del viejo vinieron a su mente.
“¡Jouno! ¿La sigues visitando?”
“Si, casi todos los días” Había contestado Wheeler.
Y las palabras de Yami: “A veces necesitamos estar a solas… con las personas que ya se han ido”
Todo cobró sentido en la mente de Seto al instante, ella no era otra que su madre, la visitaba en su oscura tumba, tal vez era un hijo ansioso por la madre que nunca había disfrutado, que había tomado la opción de dejarlo solo a merced de su familia.
¿Está interesante la lectura?—preguntó una voz familiar al lado de su oído.
El castaño se volteó pasmado para encontrarse con los melados ojos que habían visto por sobre su hombro el contenido de la carpeta. Tan ensimismado había estado leyendo y pensando que no había oído al otro entrar.