De pronto el deseo lo consumía, su espalda tocaba los estantes de su biblioteca legal, atrás de su escritorio, nunca había probado unos labios como esos, sentía que algo estaba creciendo en su interior con rapidez mientras sus manos apresuradas abrazaron fuertemente el cuerpo del otro para atraerlo hacia el suyo.
¡Oye que es-tamos en el traba-jo!—fue el justo reclamo del melado, trataba de hablar escapando de la lujuriosa boca del otro sin mucho éxito. Su voz sonaba un tanto divertida con lo que estaba sucediendo.
Entonces vayamos a algún lugar después del trabajo—dijo el fogoso Kaiba, estaba prendido como nunca en su vida lo había estado. Recién comprendía el hecho de que aquello que lo molestaba del otro era justamente que lo atraía.
¡Por mí no habría problema pero Katsuya sama quiere que nos reunamos hoy! Y no es como si yo pudiera negarme—le dijo sonriente el ojos mieles mientras miraba la seria expresión de su colega y tutor.
El castaño se sentía un poco raro mientras se apartaba del otro y un poco mal por la situación en como había quedado. Al final el otro había tomado las riendas de todo volteando su mundo de cabeza.
¡No te sientas mal! Mañana te compensaré—le dijo el rubio de manera un tanto burlona por lo que Kaiba por impulso quiso demostrar quien mandaba y lo haló de su corbata para plantarle un ardiente y experimentado beso, luego lo puso a él contra la biblioteca.
Cuando se apartaron el otro lucía un tanto impresionado y se puso a arreglar su apariencia para salir de la oficina de Seto mientras este se dirigía a su silla un tanto avergonzado de su reacción pero satisfecho de haberle marcado el paso.
¿Te sientes muy satisfecho, eh?—dijo el otro para su sorpresa y el ojos azules volteó para verlo, estaba con la mirada baja arreglando el nudo de su corbata, después de un momento sus ojos se cruzaron y el otro con su sempiterna sonrisa burlona le dijo--¡Veremos mañana como te queda el ojo!—y luego se fue después de salir con un saludo real, batiendo su mano como una princesa de belleza en la carroza haciendo clara burla de la rigidez del otro.
Seto se sentó solo después de unos segundos y se agarró la frente. ¿Qué era lo que estaba haciendo? Nunca antes se había comportado de esa forma. Luego pensó en los ojos melados y la sonrisa burlona que lo llevaban a sentirse distinto.
Las horas pasaron como un abismo hasta que llegó la hora de salir de trabajar. Nunca como entonces le había preocupado esta. Siempre trabajaba hasta que le daba el resuello ya que el bufete le pagaba todo el tiempo que estuviera ahí y trabajar más significaba mejores argumentos, casos ganados y dinero.
Pero hoy su mente usualmente enfocada y distante solo era un manojo de imágenes y nerviosismo. Porque aunque no le molestaba, simplemente, él nunca lo había hecho con otro hombre y hasta el día anterior eso le hubiera sido imposible de suponer.
La noche anterior supuso que era mejor descubrir esas maneras que los gays tenían de hacerlo. Encontró uno o dos videos ilustrativos que lo sorprendieron bastante. Sintió vergüenza de si mismo al verlos pero más lo avergonzó descubrir que quería hacerle esas cosas al cachorro.
Y ahora ese apodo acudía a su mente cada vez que pensaba en él y en su sensual manera de seducirlo. Porque estaba claro quien había seducido a quien y quien se había rendido a sus pies.
Como un resorte se levantó de su butaca y se dirigió a los ascensores fijándose si lo veía y al no verlo se quedó junto a las puertas. Pasaron minutos que se le hicieron horas hasta que tuvo un mal presentimiento y acudió a la oficina del cachorro.
Tocó antes de entrar por las dudas pero al abrir la puerta la encontró desierta y se sintió defraudado. El otro solo se había reído de él y ahora lo dejaba pagando de nuevo. Su orgullo estaba herido y para Kaiba que lo tomaran por idiota era imperdonable. Se sentía mal e intentaba reponerse cuando una voz le dijo desde atrás--¿Buscabas a alguien?—
Volteó para ver de quien se trataba. Los ojos violetas lo miraban como desde arriba y en una clara confrontación.
¡Al idiota del perro pero veo que no está!—gruñó el doctor Kaiba.
¡No! Salió hace rato. ¿Necesitabas algo? ¿Quieres que le diga algo de tu parte, Kaiba?—preguntó un Yami con sonrisa torcida, esa clase de sonrisa ganadora que dice: “¡Aprende cuál es tu lugar!”
Seto apretó un puño—Solo que se aparte de mi camino—dijo el ojos azules antes de irse.
¡Con todo gusto!—susurró sonriente Atem viendo la espalda que se iba.