¡Claro que lo haré! ¡Quítate la parte de abajo!—dijo el castaño, quizás por la bebida la precognición de lo que podía suceder no estaba en él en ese momento solo lo que su cuerpo le exigía le importaba.
¿Aquí?—preguntó sorprendido de su impulsividad, tomó su rostro entre sus manos y mirándolo fijo le preguntó--¡Piénsalo! ¿Quieres que un conocido nos vea? ¿Quieres que así siga tu carrera? ¿Rumores en la oficina? Ya de por sí es malo que nos vean entrar a un hotel pero que nos pesquen en la calle…--
El ojos azules tuvo que aceptar que tenía razón aunque no quería—Aunque lo intentes no podrás separarte de mí—dijo Seto.
¿Bromeas? Ni con una palanca me podrían separar de tu cuerpo—le contestó el ojos mieles abrazado a él--¿No se te va a ir el interés antes de que lleguemos al hotel, cierto?—bromeaba pues sabía que no.
Desde que entraron en la habitación se apegaron mientras ambos se desnudaban mutuamente. Cayeron en la cama ya sin ropas y el castaño puso a trabajar su mano en cierta entrada al momento.
¡Estás muy prendido! ¿Cierto?—le dijo de pronto el otro entre gemidos al ver que no perdía el tiempo en nada sino que quería ir al grano lo antes posible.
¡Calla! No me dejas concentrar—se frustró el castaño pues apenas mantenía el control sobre sus instintos para arrebatarle todo al ojos mieles con una estocada.
¡Que aplicado! Es la primera vez que escucho de que se necesite concentración para el sexo—dijo divertido el rubio. Los ojos azules miraron directo a los mieles—En verdad eso es una de las cosas que me gustan de ti. ¡Tan aplicado, serio, frío! Estaba seguro de que serías así en la cama. ¡Te deseo tanto!—
Esas palabras solo lograban que la sangre de Kaiba hirviera--¿Desde cuándo te gusto?—era algo que necesitaba saber.
¿Desde cuándo? ¡No lo sé! Yo…--los dedos que estaban en su entrada estocaron con brutalidad.
¿Cómo no lo sabes? Yo sé en el momento exacto en que empezaste a gustarme—mintió Seto que solo tenía una vaga idea, tal vez desde que empezara a burlarse de él.
¡Agh!—emitió el melado al sentir su embestida y luego lo miró con ojos pícaros—Es broma—le dijo—Desde que empezamos a pelear—otro espasmo por una embestida con los dedos—Yo creo—
¿Tú crees?—se molestó un poco el castaño. Al ver esa sonrisa traviesa en su rostro sobre la almohada se enfureció porque su entrepierna cada vez dolía más, dolía desde el maldito callejón en donde debió haberlo poseído como el perro que era--¿Acaso no entiendes cuanto tengo que contenerme para no entrar en ti de una?—
¿Quieres que no me siente en una semana, cierto?—dijo el divertido melado.
¡No te burles idiota! Yo…--los labios del otro sobre sus labios mientras sus manos se posaban en sus mejillas no lo dejaron terminar.
¿Por qué no entras?—preguntó simplemente el rubio.
¿Quieres que…?—preguntó el sorprendido ojos azules.
¡Entra!—le dijo el otro sabiendo lo que el cuerpo del mayor necesitaba.
El cuerpo de Seto reaccionó solo sin más mención, dejó lo que hacía y elevó las piernas del otro para comenzar a entrar en el cuerpo tendido debajo. Lo vio intentar agarrar el cabezal de la cama para resistir pero algo en él lo hizo manotear para detenerlo, se arrolló sobre Joey y agarrando su muñeca la apegó a las sábanas mientras hundía su cara en el hueco de su cuello, los gemidos apasionados empezaron a resonar en sus oídos mientras sus caderas empujaban más y más hondo dentro del rubio. Podía sentir como este temblaba por el contacto de sus pieles tanto en las entrepiernas como en el pecho. Se sentía extasiado con todas las repercusiones que sentía en el cuerpo ajeno, sus manos estaban prendidas de las muñecas del otro.
Sentirlo tan indefenso sabiendo lo peligroso y poderoso que era daba un cariz muy distinto al asunto. Lo excitaba a mares. Saber que ese tipo al que le había visto reducir personas sin siquiera tener un problema era algo que en su mente actuaba como un afrodisíaco.
De pronto el otro empezó a gemir más alto y retorcerse. Verlo alcanzar el éxtasis enloquecía a Seto que embistió con mas ganas al otro hasta que logró que se corriese y él lo hizo al ver como el otro se desmanejaba bajo suyo después de dejar salir su semilla y como su respiración intentaba en vano controlarse.