Seto rodó para ponerse al lado de Joey y este aprovechó para poner su torso sobre el de otro--¿Lo disfrutaste?—preguntó apoyando el mentón en una de sus manos que tenía sobre el pecho del otro. El otro volteó su cara. El efecto del alcohol había pasado en su mayoría gracias al sexo y se sentía un poco raro consigo mismo y con todo—¡Estuviste bien! Fue tu primera vez con otro hombre. ¿Cierto?—eso era embarazoso para el ojos azules que ahora no se atrevería a mirarlo--¡Estuviste muy bien!—lo halagó el otro y de pronto Seto lo volteó para ponerse encima.
¿Muy bien? ¿Acaso otro te lo ha hecho mejor?—Kaiba sentía ira y frustración, cierta competitividad insana nacía en su interior. ¿Cómo se lo habían hecho sus anteriores amantes? ¿Él no lo había disfrutado y trataba de consolarlo por el empeño? Eso enojaba mucho a su frustrado orgullo.
¡En realidad no! Nunca he estado en esta posición antes—le confesó el melado tan tranquilo mientras sus caras estaban a milímetros.
¿Te refieres a que…?—preguntó el sorprendido castaño mientras el otro asentía.
Generalmente yo se los hago por lo que esta es mi primera vez también—murmuró junto a sus labios el melado. Era demasiado la tentación y el goce que sentía el castaño por dentro, besó sus labios y rebuscó para elevar su pierna--¿Una segunda ronda, ah?—preguntó el ojos mieles casi sin despegarse de sus labios.
Seto no contestó nada solo empezó a hacer lo que su cuerpo le dictaba.
Eran las ocho de la mañana y ya gran parte del personal había entrado en el bufete por lo que Yami quería que su amigo llegara aunque no era raro que llegara tarde. Estaba justo por azar mirando al ascensor mientras caminaba por el pasillo rumbo a una reunión cuando alcanzó a ver como este salía del ascensor. Una sonrisa se asomó a sus labios pero esta no duró mucho porque en seguida vio quien bajaba con él.
Los ojos azules lo miraron y una sonrisa torcida asomó a la cara de Seto Kaiba que anunciaba: “Aún con tus manipulaciones he ganado”. Luego tomaron caminos distintos mientras el rubio iba a por su amigo y el castaño a su oficina.
Joey se desperezaba de espaldas a él cuando salió del tren subterraneo. Habían quedado en verse ahí cuando ninguno de los dos tuviera planes con otras personas. Habían pasado dos semanas desde aquel día. Wheeler seguía siendo el mismo pero Seto había cambiado y se notaba.
Los ojos azules no podían concentrarse en otra cosa cuando el otro estaba en alguna parte al alcance de su vista. Joseph se reía de él cada vez que podía y él no vacilaba en contestarle. Todo mundo decía que se llevaban como perro y gato sin saber los sobrenombres escogidos.
Pero a Seto le molestaba algo. El otro parecía llevar todo a la ligera y no se molestaba con su amigo por mucho que este tratara de interferir en lo suyo.
Pero…
…¿Qué era lo suyo?
Le hacía suyo cada ver que podía y después de un rato el otro sonreía se vestía y abandonaba el apartamento. Más de una vez quiso decirle que se quedara pero algo en su interior obstinadamente se lo impedía.
Su orgullo estaba en riesgo. Bastante difícil era explicarse que es lo que estaba haciendo con otro hombre de buenas a primeras, preguntarse que era lo que le estaba pasando, como para colmo ahora rogar.
Se sentía inseguro y eso a Seto Kaiba jamás le había pasado. Siempre había sido el niño estrella, el genio, el imbatible. Se comportaba con arrogancia debido a años de ser excelso en todo lo que se proponía. Hasta que llegó el “perro”, el “cachorro”. El otro se comportaba con él en la oficina como con un conocido que le caía simpático porque podía burlarse a sus anchas y jugar el juego del gato y del ratón con él. El castaño no tenía momentos a solas con él en todo el día y cuando estaban juntos de noche cosa que pasaba de vez en cuando pues el melado a veces lo dejaba por irse de parranda con sus amigos, solo se atragantaban de deseo y terminaban irremediablemente en la cama.
Entonces…
No podía decirse que tuvieran una relación.
¡Oye! ¡Al fin llegaste!—dijo el rubio volviéndose—Me estaba aburriendo de esperarte—añadió en tono burlón.
Una bienvenida más bien frívola. Esa era una de las cosas que tenían inseguro al ojos azules.