Señor Kunai. ¡Dígame! ¿Usted vio al sospechoso en los alrededores la noche del asesinato del señor Katsuya?—preguntó Kaiba al secretario personal de Onodeo sentado en el banquillo de los testigos junto al juez. Doce personas lo observaban desde el palco del jurado mientras Joey permanecía en la mesa de la defensa, el fiscal en la de la acusación y el público detrás. Había prensa, mirones y por supuesto Yami.
Yato lo miró impertérrito desde el banco—No, no lo vi—
Entonces no puede afirmar que él asesino al señor Katsuya—alegó Seto.
No, no puedo. Pero las huellas aparecieron en el arma homicida. ¿No es así?—dijo el secretario.
Las huellas no son conclusivas, señor Kunai. Alguien pudo haber matado al señor Katsuya enguantado con un cuchillo que usara mi defendido con anterioridad. Eso explicaría las huellas—dijo el abogado.
¡Objeción, señoría! Esas son puras conjeturas del abogado defensor. Puede aludir a ellas en su alegato final pero no de esta manera—dijo el fiscal.
¡Objeción aceptada! Los miembros del jurado harán como si no hubieran escuchado las palabras del defensor que en su mayoría son solo imaginaciones—dijo el juez.
Entonces Seto recordó con quien estaba tratando. Recordó la audiencia por una fianza. El juez se había mostrado totalmente remiso a concederle una suma, dictaminando que como persona con dinero y sabiendo a que atenerse en cuestiones de condena podía escapar del país. La verdad es que parecía que el juez estaba jugando para un bando distinto del de la justicia. Antes había otorgado fianzas muy accesibles a altos cargos públicos que se habían largado más. Seto infería que los que le otorgaron el caso eran nada más que enviados de cierta familia muy influyente.
Si, su señoría—dijo tan solo mordiéndose la lengua para no traslucir lo que quería. Pensar que todos esos días el rubio había estado en una penitenciaría de máxima seguridad con asesinos que bien podían haberle hecho el trabajito a la familia Katsuya no lo tenía de buen talante. En más de una ocasión en que lo fue a visitar el otro no mostraba mellas pero en las últimas ocasiones se había encontrado con que el otro estaba incomunicado en la celda de aislamiento. Él sabía que el otro sabía defenderse bien pero lo que le preocupaba era que se hubiera defendido de personas pagas por ellos para que todo terminara de una buena vez. Quería sacarlo pronto de ese lío.
Entonces…
…esa noche recibió una rara visita.
¿Puedo entrar?—dijo Kunai Yato en la puerta de su casa.
Después de un momento el abogado le abrió paso.
¿Qué quiere?—preguntó el castaño.
No es necesario que se ponga a la defensiva, doctor Kaiba—dijo el secretario.
El otro sonrió de lado—Ambos sabemos a lo que vino. Quiere que me aparte del camino para que los chacales den cuenta de Wheeler—dijo.
El otro exhaló fuerte y sonrió—Como dijo mi difunto jefe es usted muy inteligente—
¡Entonces lo admite!—dijo furioso el ojos azules, su cuerpo todo tenso. Odiaba a esa gente.
Iba a añadir que como para creer eso. Usted sabe que nadie necesita mover un dedo para que Joseph se hunda. Está terminado y usted lo sabe. Mi presencia aquí no tiene sentido porque aunque usted es listo no puede hacer magia—contestó Yato—Es más que evidente que el juez ha sido pagado por la familia en orden de deshacerse de Wheeler—agregó Kunai.
¿Entonces para que…?—preguntó Seto sospechando.
Digamos que quien fuere que hizo esto cometió un error—dijo el secretario sorprendiendo al abogado.
¿Cuál?—preguntó ansioso el defensor.
¡No pensó en mí! Digamos doctor que yo soy un empleado pero también era la mano derecha del difunto señor Katsuya. Quien haya esto no pensó que yo fuera lo suficientemente valioso para preocuparse por mí, y eso me molesta—dijo el de ojos negros mirándolo a los ojos después de mirar una de sus manos que giró en el aire y entonces Kaiba entendió, el otro se sentía menospreciado por el asesino y por eso ahora—No le diré que me es indiferente el futuro del muchacho. A ciencia cierta es un buen chivo expiatorio que el que haya cometido el crimen ha utilizado en su beneficio—
Aún así usted no conoce quien es el verdadero asesino—exclamó el castaño.
Tal vez… o tal vez tenga una buena pista—contestó Kunai antes de sonreír.