Entró al edificio de la corporación como cualquier visita mientras los empleados en la recepción comenzaban a voltearse a su paso y a saludar con profundas reverencias. Joseph les dirigió una amable sonrisa que fue correspondida con obvia simpatía por la mayoría y algún sonrojo por parte de las jóvenes que trabajaban ahí. Subió al ascensor sin que nadie le dijera nada directamente pero él escuchó los murmullos.
“¿Ves? ¡Es muy amable!”
“Dicen que lo culparon sus familiares”
“Es horrible”
“Espero que esté bien. Es una cosa horrible lo que le hicieron”
Joseph entró en el ascensor sonriendo con satisfacción ante los comentarios que oía. Se notaba que le daban sus simpatías por su difícil situación.
Bajó del ascensor y se encaminó a la única oficina del piso 50. Casi nunca era usada por el anterior dueño de KC. Había una oficina previa que servía como sala de espera y que guardaba el escritorio del secretario que no se hallaba presente allí.
Sin titubear el ojos mieles penetró en el sagrado recinto del despacho oficial de aquel que dirigía los destinos de la mundialmente poderosa corporación. Caminó hacia adelante hasta ponerse ante las enormes ventanas que daban una enorme vista de la bahía de Tokio.
¡Todo fue tal y como esperabas!—dijo la persona sentada en una mesa ratona custodiada por sillones que se situaba a un lado de la oficina, tras la puerta y que divisaba perfectamente la espalda del rubio—¿No te sientes un poco mal?—preguntó Kunai antes de degustar de su vaso el wisky que tenía servido.
Sin voltear el rubio sonrió de lado mirando la pequeña parte de la ciudad que se desplegaba a sus pies--¿Por qué debería? Uno vale si logra todo aquello que se propone. Al menos es lo que decía el viejo. Sinceramente creo que estaría orgulloso—
¡Me inquietas un poco!—dijo el pelinegro llegando a su lado con otro vaso de escocés en las rocas que alargó al ojos mieles y este tomó sin mirarlo a la cara. Disfrutaba de la vista—No entiendo porqué. Tengo por seguro que tienes seguridades bien guardadas en algún lado—
Me preocupan tus intenciones. Después de todo…--dijo el ojinegro.
El otro sonrió—¿Crees que me preocupa que seas dueño de la mitad de las ganancias de Katsuya Corp?—preguntó.
Bueno, si hiciste todo esto para…--dijo el preocupado ex secretario.
Sabes que no fue por el dinero. ¡Ellos se lo merecían! Tratarme como basura. Degradarme cada vez que podían. Creyeron que podían hacer de mí lo que querían. Pero era todo lo contrario.
Hay otra cosa que me preocupa—dijo Yato y el otro lo miró por primera vez—Recuerdo que tu tío falleció cuando tenías diez y desde que me propusiste esto he estado preguntándome…--
¡Pobre tío! ¡Solo recuerdo que todo era fiesta, se estaba por casar, luego se cayó por las escaleras!—dijo Joey con pesadumbre. Kunai no supo identificar si había falsedad en el otro. Después de todo un niño no podía haber llevado a cabo tal acto solo para evitar que su tío algún dia fuera el jefe de la familia. ¿O no? En verdad Joseph Wheeler era capaz de ocultar muchas cosas.
Recordó cuando hacía tres años lo miraba hablar con su abuelo de unas conclusiones a las que había llegado. Katsuya sama le había dicho que hiciera lo que había planeado antes de ir a ver a una visita que le había llegado.
El joven rubio tenía en ese entonces 17 años y los miraba recargado en una baranda cercana. Él no lo miró al pasar pero la voz del otro lo obligó a detenerse—Eres una persona muy inteligente, Kunai san—El ojinegro lo miró y agradeció—Es una lástima que a pesar de tus esfuerzos nunca llegues más lejos que de ese puesto y todo por no pertenecer a una familia importante—añadió Wheeler con una mirada casi de pena.
¡Ese testigo!—dijo el melado cambiando de tema.
¡Es muy desafortunado! Hoy me enteré de que al parecer su apartamento tenía una pérdida de gas—dijo el secretario sin aclarar lo obvio.
¡Muy desafortunado en realidad! Pero por desgracia la mala suerte de unos es la buena de otros—dijo Joey antes de volverse y sentarse ante el escritorio, luego de un momento puso sus pies cruzados sobre la tapa de caoba después de poner su vaso sobre esta.
Tienes todo lo que deseas ahora. Incluso me has dejado impresionado en como obtuviste a ese abogado y como manejaste todo para que se convirtiera en tu aliado—le dijo el pelinegro caminando hasta el otro lado del escritorio sin sacarle la vista de encima.
Joseph recordó a unos hombres que se citaron con él en los muelles.
¡No debiste golpearme así, jefe!—dijo uno de ellos.
Wheeler sonrió—No seas mantequita, apenas si te di un golpecito—le dijo—¿Hicieron lo que les dije con la camioneta?—
Si, jefe. Está en el fondo del Tama—contestó otro, el más callado.
Bien. Ahora escóndanse por un tiempo. Pronto los llamaré—se despidió el melado con un ademán mientras se iba.
También Wheeler recordó a aquellos dos tipos y una chica afuera del bar que discutían por dinero hasta que él llegó, luego de explicarles lo que quería les advirtió—Traten de no estropearlo mucho antes de que llegue. Y recuerden, voy a jugar un poco al chico malo con ustedes pero sin duda esto compensará todas sus molestias—dijo alargándoles un fajo de billetes, después miró a la joven--¿Están seguros de que ella podrá?—preguntó.
¿Con ese tipo? Está como una cuba. Será fácil para Miko entrarle. Se ve que está despechado. Hasta pensará que fue idea de él. ¿Verdad Miko?—preguntó el chico y ella asintió.
Lo supe solo con verlo, aunque ya conocía los antecedentes de todos ahí pero al mirar sus ojos… desprecia la arrogancia y es inseguro, además odia ser protegido pero le gusta que le presten toda la atención. Supe que tendría a ese gato engreído ronroneando en mis manos desde que lo vi. Solo era necesario algo que lo ligara a mí y luego apelar a su posesividad. Los inseguros son posesivos. Además odiaba deberme algo así que no podía dejarme así—explicó el rubio muy sonriente.
Lo manipulaste todo el tiempo para lograr lo que querías. ¿Ahora que ya no es útil que harás con él?—preguntó el secretario.
He pensado que ahora que Pegasus lo despidió por dejar sus casos para defenderme sería una buena opción pedirle que sea el director del departamento de legales. Le diré que no tengo opción más que manejar la empresa y que solo en él confío. De seguro estará encantado de ayudarme—explicó el ojos mieles.
¿Confías tanto en él? Él sabe de nuestro acuerdo para que yo reciba la mitad de las ganancias de la corporación—dijo el pelinegro.
También sabe que el tomado parte. Si algo de esto se sabe él será acusado y condenado por cómplice—dijo el melado.
Pero el piensa que aquel testimonio fue presionado no inventado—dijo Kunai.
¿Qué puede importar? Comprar un testimonio es un delito y Seto tomó parte. Está tan atado como nosotros aunque ni él lo sepa y es mi carta para callarlo si algún día se entera. Mientras pienso mantenerlo a mi lado—dijo Joseph.
¿Te enamoraste del tipo?—preguntó interesado Yato.
La expresión de Wheeler se tornó seria—Seto es el primero que me ha defendido. Creo que tengo cierta debilidad por él—dijo antes de levantarse de la silla con cansancio.
¿Y tu amigo Atem?—preguntó Kunai pues sabía que el otro había rondado al rubio.
¡Ese idiota! ¡Casi lo arruina todo! ¡Lo hubiera matado! Menos mal que se esperó hasta ese día. Si me hubiera dicho un día antes sobre la entrevista esos dos. Podían haberlo tomado como un motivo. Desgraciado hijo de su madre. Si no lo veo de vuelta estaré feliz—comentó el melado dirigiéndose a la puerta mientras se arreglaba la chaqueta.
¿Y tú a donde vas?—preguntó Kunai.
¡A comer con mi gatito! ¡Después de todo los CEOs como yo necesitan comer también!—dijo sonriendo de lado el melado antes de hacer adiós con la mano y salir por la puerta de la oficina.
Final