Seto y Yami fueron llamados por Pegasus para una reunión en el Hotel Royal, los socios tendrían una reunión y Seto como mano derecha del representante y Yami porque su padre lo quería así fueron a dicho lugar. Joey se despidió de Yami convidándolo a una noche de pizza y pelis con Tea y Tris.
Subieron a un taxi mientras el pensativo ojos azules miraba por la ventanilla el tricolor le dijo—Has estado muy pensativo desde ayer. ¿Estas pensando en Joey cierto?—
Conténtate en pensar que no tiene nada que ver contigo—Seto ni siquiera sabía porque le caía tan mal que el otro le hablara. En otro tiempo hubiera sido cortés con un hijo de un socio pero el otro le estaba cayendo tan mal.
Planeó pensar en algo más cuado el auto dio un brusco giro a la derecha y Yami que planeaba decirle algo cerró la boca y frunció el ceño--¿A dónde nos lleva?—
Se estaban desviando. Hasta un niño podía verlo. De pronto se detuvieron sobre la acera asustando a unos transeúntes.
¡Oiga!—saltó Seto.
De pronto un frenazo del lado de la calle. Una van negra aparcó justo al lado del coche y abrió su puerta corrediza. Entonces los dos supieron que estaban por ser secuestrados.
Joseph lo percibió de inmediato. Algo raro pasaba. De pronto el aire se había enrarecido. Pudo ver por un momento a Pegasus cuando cruzaba un pasillo pero de su amigo o el castaño nada.
Su mente aguda percibió de inmediato la anomalía y después los susurros de los otros empleados y las caras sorprendidas le dijeron que estaba en lo correcto.
Cuando dos pasaban cuchicheando tomó a uno por el brazo--¿Qué es lo que está pasando?—preguntó con voz seria.
¡No sé…!—intentó eludir el otro pero su amigo lo palmeó.
¡Es amigo del joven Atem!—dijo el segundo lo que preocupó más a Wheeler.
¡Bueno! Siendo así… La noticia es que al parecer han secuestrado al joven Atem y a Kaiba cuando iban a una reunión. No quieren llamar a la policía por los secuestradores. Algunos dicen que ya han llamado—dijo el primero llevando la alarma del rubio al siguiente nivel.
Perdone, Doctor Pegasus—dijo el joven melado entrando sin permiso a la oficina de su jefe mientras este estaba reunido con dos personas más.
¡Doctor Wheeler! Usted sí que tiene bríos de entrar aquí sin ser invitado y…--decía uno de los socios mayores pero Joey lo interrumpió.
¿Es verdad?—la pregunta era concisa y el ojos café apreció la fuerza en su mirada.
¡Así es! Pero ten por seguro que nosotros haremos todo lo que esté en nuestras manos para devolver sano y salvo a Atem—dijo el mayor.
Joseph sintió algo al ver como el otro ignoraba a Kaiba. Se suponía que era su mano derecha pero ni lo mencionó—Sin involucrar a la policía—dijo él.
¡Está claro ya que ellos solo podrían dificultarlo todo!—contestó el peliplateado.
¡Agradezco su información! Disculpe mi intromisión—dijo antes de partir el melado.
Caminando por los pasillos llegó a la única conclusión lógica ya que aquellos para los que trabajaba no planeaban acudir a la policía. Él sabía que con personas como las que tenían a su amigo no valía la pena fiarse. Con las cosas como estaban podían desaparecer en el acto y dejarlos atrás con un balazo en el cráneo para que no los identificaran.
Generalmente el CEO de KC (Katsuya Corporation) siempre se alojaba en su casa de campo a 45 minutos de la ciudad. Esta era una gran estancia de la era Edo heredada por varias generaciones de esa particular familia. Siempre habían sido negociantes. De variadas formas y es por eso que ponían todo su empeño en la sutil discreción, tanto para su vida particular como para sus negocios.
Onodeo, el cabeza de familia estaba revisando unos informes en el despacho junto a Yato, su más leal servidor y secretario cuando un susurro desde fuera de la habitación les pidió permiso de entrar.
¡Pase!—ordenó el mayor en la habitación.
Un leve roce prosiguió y la puerta corrediza de madera y fue abierta por un sirviente que con la cabeza baja se acercó al mayor para susurrar a su oído el mensaje que cargaba.
Yato experimento un momento de sorpresa al ver como los ojos de su jefe demostraban impresión y luego hizo un leve asentimiento que indicaba un sí. El sirviente hizo una inclinación y se retiró.
Yato no preguntaría. El solo sabía lo que su jefe quería que supiera aunque gozaba con la suficiente confianza de toda su vida a su servicio en innumerables actividades como para saber.
El viejo sonrió un poco.
Parece que uno nunca acaba de conocerlo—pensó en voz alta.