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Contrariamente atrayente por ZAHAKI

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Contrariamente atrayente


-Gula-


Habían pasado un par de días desde que había comenzado a trabajar el tipo de acento fino en Sanctuary Enterprises; y a Kardia no le había disminuido ni un poco la aprensión que sentía a la hora de instigar una aproximación.


La sensación de que aquello sería completamente inútil no mermaba, por lo que se vio obligado a posponer el cumplimiento del capricho de Sasha hasta cuando la conversación fuese inevitable; es decir, cuando tuvieran que hacer la tan esperadísima –nótese la ironía-reunión de planificación estratégica.


El griego no acostumbraba a irse por las ramas cuando era llamado al trabajo. Llevó consigo una carpeta que no era más que un compendio de algunos documentos pertenecientes a los expedientes de aquellos clientes que atendía personalmente, y de los que conocía como nadie sus necesidades. Anticipándose también a poner al día al analista con sus actividades, se tomó la libertad de hacer comparaciones estadísticas de los últimos dos años con los cambios actuales y se creía lo suficientemente preparado como para exponer su plan sin que Mr. Cara Bonita tuviera oportunidad de discutirlo. Para tal fin, la sala de reuniones de la compañía estaba reservada para ellos ese día, incluyendo un apetitoso menú -cortesía del viejo- al que muy cariñosamente le agregaron un postre que tenía como receta principal manzanas. Estaba seguro que Sasha tenía que ver con eso último. Así que, sintiéndose de buen humor, se dispuso a darle una oportunidad al francesito con el aliciente alimenticio.


Habiendo tenido la mañana entera para preparar lo necesario, ingresó al sitio citado un poco después del mediodía. El programa estableció que la reunión comenzara cuando terminaran la comida y él no había tenido ninguna objeción al respecto con la propuesta. El tal Dégel ya estaba en el salón para cuando Kardia entró, cosa que en realidad no le extrañó. Las presentaciones para esas alturas eran innecesarias, se lo había presentado el mismo Sage el día que ingresó a la nómina; por lo que saltándose las innecesarias cortesías saludó con un « ¿Qué tal?» al que el otro respondió con un leve asentimiento volviendo la mirada a un libro que no apartó hasta el momento en el que el menú fue puesto frente a ellos.


Siendo Kardia de naturaleza inquieta, comenzó a sentirse un poco fastidiado del silencio. El repiqueteo de los platos al dejar caer los cubiertos no saciaban para nada el vacío silencioso que sofocaba el ambiente. Dio un disimulado vistazo a Dégel cuando fingió beber del líquido dispuesto y apreció que éste consumía con una desesperante calma que le estresaba en sobremanera. Entre los diferentes pensamientos y divagaciones en los que se veía envuelto con absurda frecuencia, no pudo evitar preguntarse cuánto tiempo le tomaría al otro terminar de comer, reparando también en que si comparaba ese ritmo al suyo tendría la oportunidad repetir el platillo sin siquiera apresurarse.


Tras varios bocados sin cambio y mucho menos intenciones de socialización por parte del chico de cabello verdoso, se atrevió a hacer la primera aproximación.


— ¿Y qué más? —preguntó más que nada para romper el hielo. Que no se dijera que no lo intentaba. Algo bueno debía tener el tipo para tener toda la corporación mojando bragas por él, literalmente. Kardia sencillamente no determinaba "el qué" aunque tampoco estaba excesivamente interesado en descubrirlo con alguien tan aburrido.


Ligeramente contento con haber provocado una reacción-en realidad sólo le miró por educación-, le sonrió apenas a Dégel, quien hasta el momento había seguido concentrado en trocear la carne (por algún motivo a Kardia le pareció que todos los fragmentos tenían exactamente el mismo tamaño). El francés le observó en apreciativo silencio durante varios segundos con una expresión que al griego le parecía mortalmente aburrida, mortalmente seria.


— ¿Debería ocurrir algo? —preguntó de vuelta éste.


"¡¿Qué clase de pregunta es esa?!" se interrogó Kardia descolocado por unos breves instantes.


A ver, era de público conocimiento que Kardia no era el rey de la elocuencia, pero al menos podía decirse que resultaba un buen candidato a la hora de socializar. Esta aproximación prometida a regañadientes a Sasha amenazaba con hacerse una misión titánica incluso para él, si el esfuerzo no era recíproco, poca motivación le encontraba al asunto; y ese tipo no colaboraba en lo absoluto. Masticó un trozo de ternera ruidosamente y una vez hubo hecho un grueso trago de una cantidad que rompía con cualquier norma de etiqueta, señaló a su compañero de trabajo con el tenedor, atrayendo por completo su atención.


—Que me refiero a qué haces. Vamos que sólo te saco conversación.


Un leve movimiento en la ceja del francés, aunque fue muy breve, Kardia se contentó al obtener otra reacción. No era como si no lo hubiera visto por lapsos prolongados en los últimos dos días y sólo hasta ahora había visto nuevas expresiones, no era tan robótico como había bromeado con Manigoldo —Supongo que ya sabes que soy analista—y colocó en el tenedor un pedazo de carne con algunos granos de arroz que se llevó lentamente a la boca.


Kardia exhaló por la nariz todo el aire antes de tomar cantidades anómalas de ensalada y llevársela a la boca sin vacilar para luego succionar las tiras de lechuga que quedaron separadas del resto— Ya, pero no me refiero a eso. Es decir, sé a qué te dedicas—explicó con tosquedad y movió el cubierto de manera desinteresada—. Lo que quiero decir es que si te gusta hacer algo, no sé, beber, ver películas, practicar algún deporte.


El francés parpadeó una vez y bajó la mirada al plato como si lo meditara un momento. Otra reacción que se le hacía interesante y no podía evitar sentirse ligeramente hambriento de la simpleza de las mismas.


—Me gusta leer—dijo y siguió comiendo.


Si al menos le hubiera dicho que practicaba algún deporte él hubiera podido responder que le gustaba correr, surfear o calentarse los músculos bajo el sol mientras se echaba con lentes oscuros fingiéndose dormido al tiempo que disfrutaba de las miradas que varias personas le dedicaban al pasar frente a su asiento. Su ego estaba muy bien establecido aunque no se basaba sólo en su aspecto físico sino en su confianza, y eso era algo que cualquiera que le conocía podía notar.


¿Leer? Un pasatiempo como ése no generaría una conversación de la que Kardia pudiese ser un activo partícipe. Si en algún momento llegó a verse obligado al monumental trabajo de hacer algo así, lo aplazaba hasta que fuese inevitable, o en su defecto, terminaba arreglándoselas con su conocido ingenio.


Dégel continuó pinchando de a pequeños pedazos amontonados con una coordinación que le obligó a descender la mirada hasta los delgados dedos y luego el recorrido de vuelta cuando éstos llevaron su contenido a los labios franceses que no le dirigieron ninguna palabra más en ese momento. Y cansado de intentar sostener una conversación unilateral, decidió sesgarla a una simple pero vital pregunta.


—Oye, ¿te terminarás tu postre?


.


Dos horas. Dos putas horas de discusión y no había forma de llegar a un acuerdo con ese carita de porcelana de mierda. Kardia rechinó los dientes de nuevo, Dégel se conformó con apuñalarle con la glacial mirada a través del fino cristal de sus anteojos.


La tensión podía cortarse con un cuchillo.


—Yo sé lo que hago—insistió el griego articulando letra por letra como si esa acción fuera suficiente para no estallar contra su ahora adversario. ¿Qué significaba eso? Que Kardia recordara nadie anteriormente le había llevado la contraria con tanto ímpetu—. No sé si sabrás que no tengo un par de días en el negocio—enfatizó.


Dégel volvió a levantar las proyecciones de Kardia frente a su rostro al tiempo que se ajustaba los anteojos. Había una vena traicionera y completamente visible tensando la piel sobre su cara—No he dicho que tus resultados sean malos—dijo neutralmente aunque su voz disonaba fugazmente con la evidente rigidez de la situación—. Sólo digo que con estos recursos debiste doblar los resultados como mínimo en lo que va de año.


Kardia no reprimió el bufido despectivo. Sus cejas unidas y el sacádico movimiento de sus ojos yendo y viniendo por la habitación reflejaban suficientemente bien su irritación. No obstante, no consiguió que el otro retrocediera, incluso le pareció que encontraba un mórbido placer a rechazar sus argumentos. Lo iba a matar si eso se extendía más de lo necesario.


—Es más de lo que muchos han hecho—replicó con voz mordaz.


—Ya la compañía estaría en el mercado internacional si fueras paciente.


— ¿"Paciente"? —Escupió con burla, aunque no consiguió sofocar la tensión y tampoco disminuirla— Las oportunidades se toman si generarán utilidad. ¡No me hables de paciencia!


—No me estoy explicando correctamente—repuso Dégel y por primera vez (para exaltación del ego herido de Kardia) su voz se escuchó cansada. Se quitó los anteojos y se frotó los lagrimales un par de segundos antes de volver a encararle, Kardia permaneció con las facciones torvas y amenazantes—. Me refiero a que has tomado las oportunidades seguras, las primeras opciones—puntualizó—, pero es evidente que hay un mercado desatendido por todas las compañías de este rubro e incluso nosotros la hemos ignorado. Ahí es donde hay que atacar en estos lapsos pre-operativos.


Kardia pudo verlo. Mordió el interior de su mejilla en un castigo auto-infringido por su injustificado descuido, aunque la molestia de que el otro se lo estampara en la cara fue lo que se sobrepuso al reconocimiento de su error. Despejó su cabeza jalando aire por la nariz ruidosamente, había algo que Dégel ignoraba y él estaba dispuesto a defender su posición.


—Pero eso implicaría costos que la compañía no podría permitirse. Es ridículo.


—No lo es. Sabes que toda inversión inicial tiene un lapso de liquidación y estoy seguro que con la condición actual la Compañía podría permitirse unos dos años de etapa pre-operativa.


— ¡Es demasiado tiempo!


—Lo necesario—replicó Dégel con una voz anormalmente autoritaria—. Tu impaciencia es lo que no te permite sacar todo ese potencial.


— ¡¿Qué has dicho?! —rugió con demandantes intenciones bélicas.


No hubo una respuesta. No inmediata.


El pecho de Kardia ascendía y descendía con trabajosas inhalaciones que evidenciaban la agitación en la que se encontraba. Muchas preguntas con respecto a ese ser frente a él asaltaron su cabeza, pero la que las encabezaba la lista era si había algo lo suficientemente hilarante como para desconcertarlo, algo que moviera sus bases y le hiciera tambalear esa expresión de superioridad que mostraba tan dignamente como si se adjudicara vencedor de la batalla. Éste le sostuvo la mirada varios densos segundos y su expresión era completamente inamovible hasta que en un suave aleteo de oscuras pestañas pudo contemplar como los hombros del francés cayeron por un nimio momento. Sobreponiéndose al efecto de aquella fútil reacción, apretó el borde de la mesa conteniendo las ganas de reemplazar la superficie de madera pulida con el cuello del Monsieur.


—Así es imposible hablar—respondió finalmente con un temblor que era apenas disimulable. Kardia no quiso resaltar la inequívoca sucesión de victoria por más notorio que fuese. Una victoria que por algún motivo saboreó insípida—. Si gustas, puedes llevarte todos los documentos, estudiarlos y lo hablaremos en otro momento.


La acalorada discusión finalizó sin que pudiera hacer nada por evitarlo y él se vio imposibilitado de despejar esa irritación a pesar de que los minutos seguían su imperturbable avance. Dégel le había dejado con la palabra en la boca haciéndole sentir un abrumadora incompetencia y a él no le quedó otra opción salvo plantar la mirada en los documentos que quedaron esparcidos por la mesa, la evidencia de la agresividad establecida. Debía admitir que no había sido la más civilizada de las reuniones que se había registrado y ¿cómo podría serlo? Jamás se había topado con alguien así de terco que representaba una barrera invisible y lo arrojaba varios pasos atrás cuando intentaba seguir al frente.


Dégel era un tipo extraño, misterioso. Al principio sencillamente le dio la impresión de que no tenía intenciones de importunar, pero de pronto con un movimiento desbarataba sus dos semanas de arduo trabajo como un vendaval no anunciado. Vamos, él estaba al tanto de que el acabado de su trabajo y su planificación no era la más presentable, sin embargo era completamente entendible y sobretodo factible; además de contar con un porcentaje de utilidades mayor al 50% por sobre la inversión y gastos del ejercicio.


Tomó de vuelta su plan dejando entrever una mirada indignada mientras se dejaba caer con pesadez en el asiento. La lucha le había dejado extenuado aunque no lo había notado hasta ese instante. Llamativas líneas rojas resaltaban sobre sus proyecciones, enmarcando "deficiencias" que Dégel no se había molestado en acomodar con su florido lenguaje y Kardia no era estúpido para entender que aquello era una manera de decir «Hazlo de nuevo».


Dejó caer el papel junto a todos los demás para llevarse la mano a la sien, debía calmarse. ¿Qué era lo que había que hacer? ¿Respirar hondo? ¿Ir a un encuentro con el Dalái lama? ¿Era así que se llamaba? ¿Cómo Asmita sabía palabras tan raras? Para él fue fácil perderse unos segundos en irrelevantes divagaciones, abstraído por completo en un soporífero mar de confusiones hasta que el golpe de la puerta le obligó a poner pies en tierra. Con mirada cansina vio sobre su hombro al invasor.


Manigoldo ingresó sin decoro mientras silbaba sorprendido al ver el revoltijo de papeles sobre la mesa—Como que no fue muy bien la reunión con el nuevo analista.


Kardia mostró una sonrisa cansada en contraste con el desaliñado ambiente—Es un dolor de culo—resopló y se echó sobre la mesa para comenzar a recoger todos los papeles sin pensar en el orden en que éstos entraban en su maletín—. El tipo es un maldito perfeccionista, pareciera que le gustara más el proceso que los resultados y no voy a lamerle las botas al señorito. Al menos no antes de que me haga primero el favor de lamerme y no precisamente las botas—bromeó y su amigo emitió una risa áspera que resonó en la sala, relajando el ambiente.


—Pues eso no ocurrirá—negó Manigoldo con la risa bailándole en los labios con un temblor cómplice que divirtió a Kardia y le hizo pedir una explicación con una superflua agitación de cejas—. Salió con un humor que parecía congelar el pasillo. No lleva ni tres días aquí el pobre y ya lo sacaste de quicio, ¿eh?


— ¿En serio? —preguntó lleno de jactancia.


—Yo le preguntaría a sus zapatos, el tipo daba unas pisadas tan fuertes que parecía que se le iban a quebrar las piernas en cualquier momento. La verdad he visto muchas reacciones, pero esa era difícil de ignorar.


Kardia hubiera dado lo que sea por verle una expresión molesta o nerviosa, pero por el momento saciaría su necesidad con las detalladas descripciones e interpretaciones de su amigo.


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