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Contrariamente atrayente por ZAHAKI

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Contrariamente atrayente


-Envidia-


 


Faltaba menos de una hora para el final de la jornada, y con ésta, el final de la fatídica semana a percepción de Kardia; que lo único que deseaba en ese momento era echarse sobre su mueble con la panza al aire mientras veía una película con montones de fritura a su alrededor.


El atardecer estaba manchado de pincelazos violáceos anunciando la entrada de la noche, y en la hora y calma que despuntaba el deshabitado lugar no se percibían planes inmediatos a excepción de un conocido camino a casa. O eso creía cierto par que se desplazaba tranquilamente hacia el estacionamiento antes de que a ellos se aproximara un hombre de piel tostada portando una amplia y jocosa sonrisa.


—Si tienen planes para hoy, vayan cancelándolos—dijo éste, plantando de antemano el rechazo a cualquier réplica.


Tanto Manigoldo como Kardia elevaron una ceja a modo interrogante. Uno el de la derecha y el otro la izquierda haciéndoles parecer un dúo cómico.


— ¿Nos vamos de juerga? —el primero en recuperarse fue Manigoldo que se encontró rápidamente motivado por la atractiva propuesta.


Dohko cruzó ambos brazos sobre su pecho mientras una estirada sonrisa trazaba pequeños y galantes surcos alrededor de los labios morenos— ¿Tengo cara de venir a proponer otra cosa? Ya sé que soy irresistible, pero lo nuestro es imposible. Lo siento, Mani querido.


—Qué asco—chilló el aludido aunque con gracia.


—Ya, ya, déjense de tonterías—interrumpió Kardia enfocándose en lo verdaderamente importante— ¿Dónde siempre a la salida?


—Sí. No le hemos dado la bienvenida al nuevo analista y hay que aprovechar que estará todo el grupo. Tengo entendido que se reunió contigo así que las cosas serán más fáciles si tú diriges la…—Manigoldo dejó ir el aire de manera dramática como si acabara de quemarse la boca con alguna comida hirviente. Dohko pese a su comportamiento desbocado y en apariencia tonto, confirmó de inmediato que no lo era del todo. Era peor que eso: Un curioso. El castaño miró a Kardia sin reparo— ¡¿Te peleaste con el nuevo analista?!


—Oye, que no me peleé. ¿Quién te crees que soy?


— ¿Por qué crees que pregunto? —Se escuchó a Manigoldo musitar un «auch» que prefirieron ignorar— ¡Mierda Kardia, no te puedes agarrar con todo aquel que te lleve la contraria!


—Tuvimos unas diferencias de visiones—respondió sucintamente—. Nada que un par de copas no me haga olvidar si paga mi querido compañero.


—Eres un…—Dohko rio cáusticamente y negó, calmándose. Si lo pensaba un momento podría sacarle un mejor provecho a la situación—En ese caso, te toca convencerlo y llevarlo.


Renunciando a cualquier escena tan sólo respondió con una breve agitación de hombros, mostrándose indiferente—No pondré demasiado empeño.


—Oh, apuesto a que lo harás si cubro los gastos de hoy…


—Maldito manipulador…


Dohko siguió su camino por el pasillo hasta que su risa no fue más que un eco lejano para el par. En realidad, Kardia no tenía problema con la afirmativa o negativa respuesta del francés, pero admitía que la propuesta era lo suficientemente tentadora como para motivarle y no por el hecho de que no pudiera permitirse una bebida costosa de vez en cuando, sino por la satisfacción plena de sacársela a ese chino desgraciado de su bolsillo.


Por su parte, Manigoldo se adelantó y preparó una rápida contingencia contra cualquier cambio repentino de Kardia, asegurándose de que llevara a cabo lo convenido. Pasó un brazo sobre el cuello griego acercándolo a su costado con desfachatada familiaridad mientras le conducía a trompicones y grandes zancadas al puesto designado, postulándose como compañero fiel y apoyo en la misión de convencer a la hielera francesa –cariñosamente bautizado así, por su amigo-.


.


.


Para cuando llegaron al bar, estaba llenándose. Había comenzado a caer la noche algunos minutos atrás y el ambiente festivo era contagioso para dos de los tres del grupo que acababan de arribar al lugar.


La melodía tintineante era orquestada por el choque de las copas, sofocando el ambiente. Se paseaban los cristales de un lado al otro en las bandejas transportadas por arregladas meseras con delicados uniformes en los que destacaba un sutil dobladillo sobre sus pechos, aunque lo que verdaderamente atraía la atención a primera vista era una larga melena recogida que bailaba al ritmo del elegante andar de las mismas.


Dégel hubiera querido tener más oportunidad de preservar la primera impresión del lugar para tener un análisis un poco más acertado, pero su acostumbrado escrutinio fue interrumpido por un estridente sonido. Risas explotaban al fondo y ni siquiera tuvo que mirar para saber a quién le pertenecía aquella frenética carcajada que opacaba las demás.


Con rostro impávido, siguió la dirección de aquel ruido mientras recordaba como el italiano que lo había llevado hasta ahí, no había dejado de parlotear durante todo el trayecto lo conocidos que eran en el sitio. Ahora no le quedaba la menor duda al respecto a pesar de que ni siquiera se interesó en formular alguna ante un comentario tan trivial. Pudo comprobar la veracidad de la información cuando varios saludos se cruzaron en camino a la dirección donde el grupo, tempranamente animado, festejaba su viernes.


El primero en hablar, y por lo tanto, hacer que notaran las nuevas presencias, fue Manigoldo que de inmediato se hizo espacio al lado de Albafica intentando darle un sorbo a su Martini. La acción no tuvo feliz término pues el segundo evitó metódicamente apartando la copa del alcance del recién llegado.


—No seas cruel Albita, vengo sediento.


Albafica bufó mostrando un rostro malhumorado—Hasta donde tengo entendido no soportas la bebida dulce. Búscate tu propio trago.


—A ti ni siquiera te gusta beber.


—Y menos me gusta si pruebas de mi bebida.


La discusión de esos dos pasó rápidamente a segundo plano cuando el resto del grupo notó la presencia rezagada un par de pasos tras de Kardia. Apartándose éste, tomó de uno de los hombros al analista provocando que se tensara y lo mirara como si fuera un ente extraño. ¿Desde cuándo le tenía tanta confianza? No pudo evitar enviarle una mirada atónita, intercalando desde el sonriente rostro hasta la mano que apretaba su clavícula firmemente.


—Traje el paquete—y a Dégel le pareció escuchar jactancia en su voz, por décima vez se preguntó ¿por qué había accedido?


Notando que ahora la atención era completamente suya y nada cómodo por supuesto, se permitió apartar la mirada de Kardia deslizando apenas los ojos de figura en figura. Con varios de los presentes ya había tenido la oportunidad de conversar en las oficinas, pero el ambiente de festejo otorgaba una sensación ajena que le hizo dudar brevemente el tomar la iniciativa; notó además, que estaban unos que apenas había visto pasar y por último su mirada se posó con una leve chispa de interés en alguien quien no se le hacía familiar en lo absoluto. El hombre al notar la duda en el francés se levantó y extendió una blanquecina mano dejando entrever una sonrisa fresca y afable que le ayudó a destensarse.


—Perdónales—comenzó descolocando un poco a Dégel al no entender la disculpa—. A veces son como unos niños, pero son buenas personas—explicó el rubio con expresión solemne. No parecía mucho mayor que los presentes, de hecho parecía menor que él incluso, sin embargo su madurez resaltaba por años luz—. Mi nombre es Shion, estuve de viaje hasta ayer.


—Un placer—dijo notablemente más relajado devolviendo el gesto y dando un firme apretón a la mano extendida.


Dégel tomó lugar al lado del rubio en la mesa semicircular con un gesto de cabeza de éste, y cuando encontró cierta comodidad fue que se permitió dar un vistazo más amplio al local. Era un bar que no destacaba ni por lo clásico ni lo rústico. Tenía un ambiente sobrio que no recargaba y la higiene del lugar en verdad era algo que de inmediato agradeció y a lo que inescrupulosamente temió al ver la apariencia de aquellos dos ante su insistencia de acompañarles por unas copas. No era extraño pensar –y esperar-lo peor.


— ¿Dulce o picante?


Adormecido por el efecto de ser desprendido de sus pensamientos y luego aturdido por la pregunta, sus hombros se tensaron con la voz de Kardia quien se había aproximado para que su interrogante llegase a sus oídos. Es decir, sabía que ese era el motivo de la invasión del espacio personal, pero le seguía pareciendo demasiado.


— ¿Disculpa? —Los labios le temblaron un poco al reponerse de la incomodidad del acercamiento.


Kardia sonrío con amplitud, dejándole más confundido aún. No pudo evitar concluir que era un tipo de lo más raro y cambiante. ¿Sufriría de bipolaridad?


— Que si prefieres una bebida dulce o picante—explicó.


Dégel se tomó unos segundos para responder, considerando que no era demasiado afecto a la bebida en primer lugar—Supongo que algún vino estará bien para mí.


—Bebida dulce en camino—cantoneó mientras hacía señas a una de las mesoneras.


El francés le observó dar instrucciones y una vez que la mujer se hubo retirado éste se dejó caer en el único espacio libre que quedaba, cerrando por completo el semicírculo que tenían por mesa y que al otro lado era encabezado por Manigoldo que seguía fastidiando al chico de cabello celeste.


Retomando la actividad inicial, se dedicó a tomar notas más detalladas de las personas con las que compartía mesa. Su mirada fue recorriendo de a leves saltitos de persona en persona hasta llegar a Shion que seguía a su lado, dándole ligeramente la espalda mientras era en apariencia fiel oyente del moreno bajo y otro que le doblaba el tamaño al anterior. Dégel recordó haberse sorprendido con la estatura de Aldebarán la primera vez que se topó con él, no obstante la amabilidad que ese hombre expedía derrumbó cualquier tensión. Luego de aquel primer encuentro, no propició hacer ninguna aproximación innecesaria salvo unos saludos educados cuando lo veía a distancia.


Siguió con su tarea ahora dejando caer la mirada en el muchacho que conoció en el departamento de personal y un hombre de cabello negro y de severa mirada, pero sorprendentemente afable. Un recuerdo con la voz de Sísifo expuso que era su asistente. Había un rubio bebiendo algo que no supo identificar, abstraído del mundo con los ojos cerrados como si deseaba estar en cualquier otro lugar a excepción de ese; y por último, destacaba la pareja más dispareja del mundo. El tal Manigoldo hablaba hasta por los codos y su interlocutor parecía hacer acopio de toda su paciencia. O eso interpretó al ver tensos dedos en torno a una copa prácticamente llena.


Su bebida llegó sacándole de su breve escrutinio, percatándose que había comenzado a analizar sus compañeros y no podía tener la mejor de las impresiones. Bajó la mirada encontrándose con que el hombre que le había llevado hasta ahí deslizaba una copa redonda y con una base torneada de una manera exquisita que le hizo perderse en las curvas del cristal templado unos momentos antes de que su atención cayera de nuevo en su compañero, que a su vez respondió con una sonrisa tranquila.


Los fríos ojos de Dégel viajaron hasta los anchos dedos que habían dejado la copa frente a él y ahora se ocupaban de cerrarse en torno a un vaso de cristal con una firmeza, que tal vez estaba siendo motivada por la agitación expectativa de la noche.


—Es el mejor vino de la casa—especificó éste como si le incitara a que lo probara al tiempo que él hacía lo mismo y dejaba caer en su boca la bebida seca y amarillenta de un whisky. La garganta de Kardia tuvo un vaporoso espasmo al pasar un par de grandes tragos.


Dégel tomó ejemplo e hizo lo propio llevando a su boca la bebida que apenas rozó entre sus labios separados unos milímetros, reconociendo al instante que Kardia no había exagerado. El vino era dulce sin llegar a empalagar mientras se apropiaba de él una fermentación seductora que hacía burbujear su lengua otorgándole una placentera sensación.


—Excelente elección.


—Lo sé—respondió con petulancia.


Dégel volvió a mirar a su alrededor un poco más relajado y rio interiormente cuando el hombre que les había llevado hasta el lugar se quejó de que Kardia no había pedido un trago para él.


—Tú no eres el homenajeado—respondió escuetamente al tiempo que movía en círculos su vaso formando un pequeño remolino con el escaso contenido.


—Pero tú eres el último en sentarte. Ya conoces las reglas.


— ¿Reglas? —se permitió preguntar sintiéndose sumamente curioso de algo así.


Kardia lo observó de soslayo, vaciando el contenido del vaso en su garganta antes de dejarlo caer en la mesa con un sonido sordo sumado a un áspero suspiro de satisfacción—El último en sentarse pide la ronda de los que faltan por bebida.


Dégel asintió desviando su mirada a la copa. Las réplicas de Manigoldo y las cortantes quejas de Albafica para que guardara silencio eran apenas un murmullo entre la música y las conversaciones. No alcanzaba a escuchar lo que decían realmente, pero una disimulada mirada a ese par le hizo saber que así era su forma de tratarse aunque en una primera impresión hubiera asumido que el italiano era un dedicado acosador. El de cabello celeste parecía incomodado, fastidiado e irritado; pero eso era sólo una película porque podría asegurar que si hubiera una verdadera intención de alejarle, estaba seguro de que tendría una reacción mucho más contundente.


Otro sorbo a su bebida y otra rápida mirada a sus compañeros, ocultando tras el refugio del cristal la punzada incómoda que le generaba la cargada familiaridad del ambiente y del que estaba completamente al tanto que desentonaba. Se sentía como un completo extraño. Sus ojos buscaron entretenerse de nueva cuenta y casi sin premeditarlo su vista cayó en el perfil sonriente de Kardia que de vez en cuando anexaba comentarios al otro par aunque esto no duró mucho. Tan pronto el griego sintió que era observado, movió las pupilas en su dirección.


Dégel contuvo la respiración sintiéndose extrañamente atrapado. Kardia pareció restarle importancia al asunto porque de inmediato pidió a la mesera una nueva ronda. Se sintió ligeramente aliviado de que interpretara su mirada como una petición silenciosa.


—Siempre es así—explicó Kardia señalando con la barbilla al otro par—. A veces me da un poco de envidia.


Por primera vez en mucho tiempo, Dégel sintió que la sinapsis entraba en un breve corto para volver a conectarse y armar una estrategia para enfrentar las cosas. Siguió la mirada de Kardia y fue casi una extraña revelación el hecho de sentir que aquel hombre era mucho más perceptivo de lo que hubiera imaginado. Una pequeña sonrisa; minúscula en realidad, se asomaba en los labios de Albafica mientras unas arrugas hacían una absurda pantomima de molestia. Creyó entender lo que el otro decía en ese momento.


—Es refrescante verlos—concordó con una leve agitación que ocultó bajo su rostro indemne— ¿Hacen esto seguido? —indagó al llegar la segunda copa de la noche.


Kardia al notar que la pregunta iba dirigida hacia él y teniendo suficiente de la pareja no proclamada, se apoyó en un codo y lo miró con sonrisa ladina. Ojos perezosos y una mirada atontada eran evidencia de que el de cabello cerúleo se encontraba infinitamente relajado. Dégel lo estudió unos momentos preguntándose por qué pese a sus diferencias no notaba hostilidad, sino por el contrario una disposición abrumadora que no estaba acostumbrado a abordar.


—Algo así—se encogió de hombros con apenas una perceptible sacudida—. Es un poco adictivo ver a estos idiotas luego de la medianoche.


Dégel apuró el dulce contenido de su copa y resistió el impulso de pedir una explicación más detallada, tras aquella ambigua respuesta cayó en cuenta de que una inmensa duda le traicionó al no estar seguro de si quería realmente saber lo que Kardia había querido decir. Sin embargo, la incertidumbre de las primeras horas de la noche fue despejada a la hora mencionada. Conforme la noche avanzaba, el francés notó sin demasiado esfuerzo lo que había querido decir el hombre de abundante cabellera azulada.


Las bebidas que le sucedieron a las primeras copas no eran capaces de ocultar la vergüenza que experimentaba en ese momento. Hacía un buen rato que se había trasladado a la barra, quedándose rezagado del grupo que ahora en la mesa se dedicaba a hacer una especie de karaoke improvisado. La imagen que regalaba uno de los más altos ejecutivos de la corporación no era a la vista de Dégel algo diferente a lo ridículo.


—Otra igual, por favor—pidió suavemente mientras regresaba la copa que acaba de vaciar. El vino se había encargado de relajar su cuerpo a un estado de moderado disfrute, un tiempo de calma que en ocasiones sólo era irrumpido por las altas notas que Dohko entonaba en un idioma que evidentemente no dominaba. Dégel enterró nuevamente la cara en su mano preguntándose por centésima vez por qué había accedido a semejante propuesta.


— ¿Puedo acompañarte? —pidió una suave voz haciendo que deslizara los dedos por su cara con suavidad al descubrirla.


—Sí, por supuesto—concedió y en seguida el personaje que se animó a hacerle compañía en la barra pidió un Martini de nuevo.


Dégel al notar que su compañero, Albafica-le recordó la escandalosa voz de Manigoldo en su cabeza-, no tenía planeado comentar nada más, se contentó con seguir disfrutando su bebida en silencio. No obstante, una duda seguía asaltando su cabeza. Dio un rápido vistazo a su silencioso acompañante y notó que a pesar de que no se encontraba completamente incluido en el alegre grupo, no parecía ser del todo ajeno como él venía experimentando desde que llegó.


Sus ojos siguieron la vista del de cabellos celestes, hacia donde ahora un mucho más animado Dohko simulaba tener una guitarra al ritmo de un emotivo rock & roll con la compañía de Manigoldo creyéndose baterista al repartir golpes disonantes en la gruesa mesa mientras que Kardia armado con un micrófono imaginario contorneaba su cuerpo de manera imposible al dejar salir una voz tenorina, pero fuerte. Una de las comisuras de sus labios se levantó de manera casi imperceptible, fue apenas una mínima contracción que no pasó desapercibida a los ojos cerúleos de su acompañante que hizo un resoplido divertido para sorpresa de Dégel. Ahora que lo tenía al lado, podía asegurar que no le había visto beber prácticamente nada en lo que iba de noche.


La apariencia de su compañero desentonaba completamente con el resto del grupo, aun así no se veía excesivamente afectado o tan siquiera fastidiado salvo las ocasiones en las que Manigoldo había estado la mayor parte de la noche sobre él haciendo comentarios –a su juicio- completamente irreverentes. Albafica tenía a su favor un aura serena pero mortalmente peligrosa, pudo notarlo rápidamente cuando fueron presentados en las instalaciones como la mirada rápida tomaba nota de su presencia antes de asentir cortésmente con un aleteo de sus tupidas pestañas. No parecía ser un hombre pretencioso, de hecho parecía ser ignorante de la magnificencia de los trazos de su cara y el largo cabello sedoso que la enmarcaba otorgándole un aspecto de antaño que antojaría a cualquiera por demás.


La visión de esa noche relajada había terminado de confirmar lo supuesto.


Dio un sorbo a su bebida, mucho más pausado que el anterior, llevando el contenido de su copa a la mitad y sintiendo ese dulzor efervescente cosquillearle la garganta gratamente.


—No pareces muy cómodo—comentó moderadamente con la única intención de crear un punto de conversación ajeno a ambos. Sabía que en algún momento la respuesta dirigiría el tema hacia los terceros que montaban el espectáculo en vivo del viernes.


Albafica enfocó sus ojos cerúleos un momento antes de volver a batir las gruesas pestañas con aire indiferente, fijando ahora su atención visual en sus compañeros quienes seguían montando un cover improvisado de Elvis—No creo que algún día pueda acostumbrarme al volumen de sus voces cuando están así de emocionados—explicó con calma aunque un pequeño incisivo asomándose en un extremo entreabierto de sus labios advirtió al francés de que su homólogo disfrutaba la función a su manera—, pero no me molesta venir a cuidar de los niños de vez en cuando.


Dégel entrecerró los ojos con inevitable diversión y volviendo a mirar hacia la zona de conflicto, la idea se hizo muy clara ante sus ojos.


—Sí, supongo que alguien debe hacerse responsable.


Al cabo de otra hora, Dégel y Albafica encontraron varios temas de conversación que generó en ellos un acercamiento que no se hubiera esperado. O tal vez no era tan inesperado como se planteaba el francés. Compartían gustos literarios y su compañero era una persona bastante culta en distintos temas de conversación. Anécdotas de la empresa -generalmente protagonizadas por Kardia, Manigoldo y Dohko- fueron y vinieron el resto de la noche y aunque él no quería opinar más de la cuenta, Albafica tampoco parecía afecto a decir más de lo necesario. Eso sólo logró que el ambiente fuera aún más relajado.


El de cabellos celestes apenas siguió bebiendo mientras que él ya había vaciado varias copas más. "Lo de cuidar a los niños" le seguía pareciendo una mera excusa, pero eso no lo comentaría.


—No imaginaba que tenías tanta resistencia a la bebida—comentó Albafica sin ocultar el tinte de admiración.


Después de todo, sólo era vino. Él no lo llamaría precisamente resistencia—Supongo que me he acostumbrado a acompañar todo con un buen vino.


—Franceses…—resopló con diversión alguien a su espalda.


Dégel sintió como ocupaban la silla a su lado y se vio en la necesidad de enderezar su postura para dirigir la mirada a un alegre Kardia que ya ordenaba otra ronda. Algo le decía que no estaba en condiciones de continuar, pero empujó las palabras con otro sorbo de su vino.


— ¿Martini de manzana? —preguntó Dégel escéptico viendo a Kardia vaciar la copa de un solo empujón. El cristal tintineó contra la madera de la barra cuando su contenido había desaparecido por completo.


—Nuestro querido alacrán es adicto a las manzanas—intervino Manigoldo con resuelta pertinencia, colocándose tras de Albafica en un abordaje que evidentemente al segundo le incomodaba—. Cuando lo ves que comienza a pedir esa porquería es porque está cerca de su límite.


—Tú no estás en mejores condiciones—refunfuñó el de cabello celeste con marcada irritación a lo que Manigoldo respondió con una risilla más un piqueteo en las mejillas de éste alegando que siempre lo cuidaba.


Dégel rio suavemente ante la visión que le mostraba el otro par, trayendo memorias y concordando en lo agradable que parecía el ambiente con esas simples muestras.


—Vaya, no sabía que también podías reír—comentó Kardia a su espalda con inusitado interés y asombro, pero eso bastó para que instalara de nuevo su expresión insondable. El otro sonrió tontamente a modo de defensa—. Vamos, sólo es un comentario.


—No sé cómo tomar ese comentario—espetó con sequedad y bebió el resto de su vino. Era suficiente por ese día—. Ahora con su permiso, me retiraré.


La queja que Manigoldo quería expresar murió con una mirada amenazante de Albafica. Dégel se apresuró a extraer la tarjeta de su cartera para cancelar los gastos, pero antes de que pudiera tan siquiera ubicarla entre los diversos papeles y documentos de identidad, fue Kardia quien deslizó la propia indicando que se cobrara lo suyo también.


—No puedo aceptar eso—interrumpió con moderado recelo.


Kardia rio alto manoteando su réplica con un movimiento indiferente—El motivo de la celebración era darte la bienvenida, así que deja que por esta vez vaya por mi cuenta—con un leve encogimiento de ojos, aceptó. Podía entender eso e incluso aceptarlo sin pensar demasiado en el asunto, pero el ver que Kardia recogía también sus pertenencias le dejó ligeramente descolocado, aunque las dudas fueron despejadas tan pronto como se establecieron—. Mani, me llevo tu auto.


—De acuerdo, Albafica me llevará.


—Ni siquiera me lo habías preguntado.


— ¿O prefieres que me quede contigo en tu casa?


—Haz lo que quieras…—no le pareció muy convincente esa voz.


Kardia recibió las llaves que le aventaron y tras rápidas despedidas, se dirigieron a paso lento hacia la salida. Dégel sólo giró la mirada una vez al escuchar un estruendo seco para encontrarse con un Manigoldo tendido en el suelo que se acariciaba la cara y un muy enojado Albafica exclamando algo que se escuchaba como un «¡Te he dicho que no soy hermoso!»


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