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Promise por Malvary

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Notas del fanfic:

Este es el primer fanfic que escribo. Se me ocurrió después de una sesión de películas de miedo xD. Llevaba tiempo queriendo escribir uno pero no se me ocurría nada, solo estaba segura de que iba a ser ChanBaek, porque el ChanBaek es vida.

Notas del capitulo:

En este capítulo no aparece nadie de EXO. El personaje principal de este capítulo será importante para lo que viene.

1980

Corría apresurada por la estación de tren, sin importarle empujar a la gente mientras se abría camino. Alcanzó a ver el anden que le correspondía y como pudo aceleró su carrera. Para su suerte, el tren aún no había salido. Entró en un vagón, miró su billete y buscó su asiento.

 

El vagón iba lleno y le fue un poco difícil acomodar la gran cantidad de bolsas que cargaba.Con torpeza colocó las más ligeras en los compartimentos superiores mientras que las más pesadas las puso a sus pies.

 

Se sentó y soltó un suspiro. Abrió su bolso y sacó un pequeño espejo. Se sorprendió al ver los pelos que tenía, todos desordenados y alborotados. Soltó una risa y se peinó. Guardó el espejo y se acomodó en el asiento.

 

Aquel día fue muy ajetreado y agobiante. Casi no tuvo tiempo de comprar los regalos para sus hijos. Ese día era el cumpleaños de ambos. Sí, había sido bendecida con un par de preciosos niños. Lamentablemente su marido había muerto cuando ellos todavía eran muy pequeños, por lo que se tuvo que ocupar de todo ella sola. Además no estaban pasando por el mejor momento económicamente y se vio obligada a trabajar más horas para mantener a la familia.

 

Los pequeños cuando a ella le tocaban horas extras se quedaban con la vecina que también tenía hijos de su edad. Eso la tranquilizaba, sabía que estaban protegidos mientras estaba fuera.

 

Giró la cabeza para ver como el tren avanzaba a gran velocidad. Miró el reloj. "Muy tarde" se dijo. Les prometió a sus hijos que ese día llegaría a casa temprano para poder hacer una fiesta de cumpleaños, pero su jefe le dio un trabajo en el último momento y no pudo hacerlo. Tuvo suerte de salir y comprar todo lo necesario. Los regalos ya los tenía pensados, por lo que fue absolutamente veloz al comprarlos.

 

Una hora, le quedaba una hora de viaje. Cerró los ojos y maldijo el que tuviera que desplazarse todos los días tantos kilómetros, pero tenía que hacerlo, por ella y por sus angelitos. Durmió el resto del trayecto y despertó justo cuando una voz avisaba que estaban llegando a su parada. Se levantó, recogió las bolsas y se encaminó hacia la puerta, esperando a que el tren se detuviera.

 

Una vez abajo se tomo un momento para coger aire y comenzar a caminar apresuradamente hasta la salida. Como se le hacía tarde decidió hacer un pequeño sacrificio y coger un taxi para llegar cuanto antes a casa. Corrió al primero que vio, el taxista salió del coche y le ayudó a guardar las bolsas en el maletero. Hizo una reverencia agradecida y se metió en el automóvil. Dio la dirección y le pidió al conductor si se podía dar un poco de prisa.

 

Sacó el móvil del bolsillo de su chaqueta y marcó el número de teléfono de su vecina. Se lo llevó a la oreja y esperó a que conectara con el servidor. Tras unos cuantos pitidos, una voz le informó que el número al que llamaba estaba apagado o fuera de cobertura. Hizo una mueca y se encogió de hombros.

 

Sacó un fajo de fotos, que llevaba siempre encima, de sus niños. Le gustaba llevarlo con ella para poderlas ver siempre que quisiera. Sonrió mientras pasaba de una foto a otra y se paró en una concretamente. Esa era su foto favorita sin duda. Aparecían sus dos hijos mirando a la cámara con las sonrisas más brillantes que hubo visto alguna vez. El día que había sacado esa foto, habían salido de excursión, fueron a un lago cercano a la ciudad donde vivían. El día fue perfecto, el sol estuvo iluminando siempre desde el cielo, ninguna nube le quitó protagonismo. Se bañaron en el lago, jugaron mucho y se sacaron un montón de fotos.

 

No podía creer lo rápido que pasaba el tiempo y que sus pequeños ya cumplieran 9 años. Mirando atrás en el tiempo y en el presente se dijo que pasaron por momentos muy malos, pero en ese momento estaban felices, o así se sentía ella.

 

Apartó la mirada de la pantalla y se dio cuenta de que estaba parados.

 

-Disculpe, ¿qué sucede? -preguntó mirando al conductor a través del espejo retrovisor.

 

-Un atasco, señora -le respondió-. Parece que hubo un accidente.

 

Miró hacia fuera otra vez, percatándose de las luces de coches policía y de bomberos que había más adelante. Recorrió los alrededores con la mirada una vez más fijándose que no estaban muy lejos de su casa, es más estaban solo a una calle.

 

-Ya me puede dejar aquí -dijo-. Ya estamos cerca, puedo ir caminando.

 

-¿Está segura? -el taxista se dio la vuelta para mirarla.

 

-Sí. Muchas gracias.

 

Le dio el dinero correspondiente al conductor y salió del coche. Cogió las bolsas del maletero y empezó a caminar rumbo a su casa. A medida que se acercaba una opresión se le iba instalando en el pecho, pues los sonidos de las sirenas de la policía y bomberos parecían venir de su calle.


Con un presentimiento aceleró el pasó llegando a correr. Cuando llegó a su calle vio a un enorme grupo de gente entre coches patrulla y varios camiones de bomberos. Levantó la vista y vio que el edifico donde vivía estaba en llamas. Abrió muchos los ojos y se acercó tumulto de personas, intentando reconocer a alguien conocido. Avanzó un poco entre la muchedumbre hasta que divisó a su vecina.

 

-¡Hee Jung! -llamó en un grito.

 

La mujer se volteó al escuchar su nombre y al verla se acercó corriendo con lágrimas en los ojos.

 

-Min Young, lo siento mucho, lo siento -se le colgó del brazo mientras se disculpaba una y otra vez.

 

-¿Qué pasó? -mostró una sonrisa preocupada, señalando hacia el piso.

 

-Tus hijos... -habló-. Yo no pude... No pude -susurró entre sollozos.

 

Min Young se la quedó viendo procesando sus palabras, cuando las entendió sintió un dolor agudo atravesándole el pecho. Sin que se diera cuenta un torrente de lágrimas empezó a descender de sus ojos y salió corriendo hacia el edificio, dejando caer las bolsas, pero fue detenida por un policía.

 

-Señora, no puede pasar -la retuvo impidiendo que avanzara.

 

-¡Mis hijos! -gritó- ¡Mis hijos están ahí dentro! -intentó zafarse del agarre, pero el hombre era fuerte.

 

-Tranquilícese, señora. Los bomberos ahora mismo están buscando a las posibles personas que puedan estar atrapadas.

 

-Mis niños -murmuró.

 

Entonces hubo una pequeña explosión en uno de los pisos superiores que asustó a todas las personas que estaban allí. El cuerpo de policía hizo retroceder a todo el mundo. Hee Jung, llegó hasta su vecina y le ofreció un abrazo, que Min Young no rechazó. Lloró sobre su hombro hasta que los bomberos empezaron a salir del edificio. Se separó bruscamente y comenzó a caminar hacia ellos, pero antes de llegar escuchó como estos decían que no habían encontrado a nadie. Dejando escapar un grito desgarrador intentó volver a entrar en su casa, pero nuevamente fue detenida.

 

Peleó contra los hombres que la sostenían en vano. Los policías la estuvieron tranquilizando pero ella no podía, simplemente no podía. Después de varios minutos, consiguió normalizar la respiración y calmar el latido de su corazón, pero el dolor no se fue en ningún momento.

 

Los bomberos acabaron de apagar las llamas, dejando la calle más oscura y con un edificio completamente calcinado. Su vecina la llevó consigo hasta un hotel cercano donde se quedarían mientras se arreglaba todo el asunto. Una vez en la habitación Min Young le exigió explicaciones. Hee Jung, contó que los niños estuvieron toda la tarde con ella y sus hijos, pero cuando notaron que se estaba haciendo tarde y su madre no aparecía empezaron a enfadarse.

 

-Estaban gritando que habías roto la promesa, que habías prometido volver temprano para estar con ellos -explicó.

 

Min Young agachó la cabeza, mientras nuevas lágrimas volvían a recorrer el camino que habían hecho otras.

 

-Los intenté tranquilizar, pero en un momento que me despisté salieron corriendo de casa y no los pude encontrar -se retiró una lágrima-. Entonces empezó el incendio y tienes que entender Min, que yo tenía que poner a mis hijos a salvo primero.

 

Min Young asintió en silencio y no volvió a decir palabra. Un sentimiento empezaba a crecer dentro de ella, uno muy negro y espeso que se fue extendiendo por todo su cuerpo. Se tumbo en el sofá que había en la habitación, las camas estaban ocupadas por su vecina y sus dos niños.

 

La familia se durmió, pero ella no podía conciliar el sueño. Se suponía que la cosas no saldrían de aquella manera, no. Se suponía que ella llegaría a casa, se disculparía con los niños por llegar tarde y todos volverían a su piso, donde montarían una pequeña fiesta y les diera los regalos, cámara en mano preparada para captar todas sus hermosas sonrisas. Pero todo lo que vio al volver fue oscuridad, una oscuridad profunda y sin fin.

 

Mientras más pensaba, más se consumía en aquel sentimiento, se sentía culpable por no haber llegado antes y haber roto la promesa, pero ella no era la responsable de sus muertes, claro que no. Ella no podría haber hecho nada, no estaba allí, pero su vecina sí. Hee Jung que estaba a cargo de ellos. Aquellos bomberos también pudieron hacer algo, pero no. Sus hijos no estaba allí con ella. Se hundía cada vez más en aquel pozo negro, más y más, hasta que tocó fondo y escuchó un crack. Un crack que estaba segura que solamente ella lo había escuchado, pues fue el sonido de su mente rompiéndose.

 

Esbozó una sonrisa macabra, ya no era ella. Se levantó del sofá y observó a la familia dormir plácidamente. Ella no tenía derecho a ser la única en sufrir ¿verdad? No era justo que solo ella cargara con aquel dolor.

 

Con cuidado y silenciosamente salió de la habitación, llevando con ella su bolso. Dejó la puerta entreabierta y sacó el espejo, lo tiró al suelo y lo pisó, provocando que se rompiera en varios trozos afilados. Volvió a entrar en la habitación y se acercó a la primera cama, donde estaban los niños. Los miró por un segundo antes de pasar un trozo de cristal por el cuello de uno, creándole una horrible sonrisa de sangre. Hizo lo mismo con el otro. Cuando acabó observó a los dos niños empapados de sangre y luego miró sus manos en el mismo estado.

 

Se volvió hacía la mujer, la que quedaba, la responsable de su sufrimiento. Merecía ese castigo, lo merecía. Sus niños eran demasiado buenos como para merecer ese tipo de final. Cogió el pedazo de espejo con más fuerza provocando que este se le clavara en la palma y empezara a sangrar mezclándose su sangre con la de los pequeños. Deslizó con rapidez el filo contra el cuello de su vecina, viendo como al instante ese líquido rojo la bañaba por completo.

 

Se dio la vuelta y se sentó en el sofá. Miró el cristal y levantó la muñeca izquierda y se abrió un corte en ella, hizo lo mismo con la otra y se tumbó. Antes de cerrar los ojos y que la muerte se la llevara, murmuró su última promesa.

 

-Prometo que todos sufrirán. Lo prometo.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

O.O se volvió loca.


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