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Ano toki no you ni... por metallikita666

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III

 

“Para acercarme traté de borrar

aquel día que no pude olvidar completamente

Tú solo sostuviste estas manos sin preguntar nada, ¿no es así?” Cassis

 

El tiempo pasaba y ya la noche había caído, y aunque me encontraba sentado a unos cuantos pasos de mi hermano, pude escuchar el rugido de su estómago. Él se dio cuenta también, y se sonrojó levemente.

-Tienes hambre…¿verdad?- Le pregunté, apagando la colilla de mi cigarro en el pavimento.

-Ehhh... Sí. La verdad es que sí, un poco.- Contestó el mayor, apenado. –Pero aquí tengo unos cuantos Pocky[1] todavía…-

-No, deja eso. Iré por algo de comer.- Contesté yo, poniéndome en pie y sacudiéndome el pantalón. –Veré qué encuentro. Tú no te muevas de aquí a menos que tu vida dependa de ello.- Y como se pudo ver anteriormente, una indicación de ese tipo no estaba nada fuera de lugar en una situación como la nuestra.

-Takayuki, espera… ¿Tienes dinero?-

Yo me detuve y lo miré durante un momento. Después, extendí los brazos y me señalé con las manos, indicándole que centrara su atención en la manera en que yo iba vestido.

-¿Te parece que haga falta?-

-Yuki, no…- Replicó él, negando con la cabeza mientras me miraba directamente a los ojos con una expresión reprobadora. –No seas inconsciente. Mira que lo que menos necesitamos ahora es que te ganes un problema por andar asaltando kioscos. Además, si te atrapan, según tú, ¿qué vas a decir? Te recuerdo que el Takayuki Tomioka de esta época es todavía un pequeñito de primaria, y no conoce a un solo matón…-

Desgraciadamente, Ruki me había desarmado otra vez. No tuve más opción que quedarme callado.

-Toma.- Dijo él, extendiendo la mano con un billete, por lo que en ese momento reaccioné y me tenté los bolsillos, hallando en ellos algo de dinero.

-No, quédatelo tú. Mira, aquí encontré un vuelto.- Le contesté, enseñándole parte de las monedas. –Y como en este tiempo todo cuesta menos, me alcanzará para comprar más cosas. Ya vuelvo.-

Y guardándome de nuevo el dinero me alejé de ahí, caminando hacia el negocio que había visto un par de cuadras antes, en una esquina que albergaba un gran edificio de oficinas ya durante nuestra época. Ni me acordaba de que ahí había habido alguna vez una pequeña tienda.

La compra transcurrió sin ningún sobresalto (a pesar de las miradas tensas de los dependientes, de los cuales no se supo si estaban más atónitos porque un joven chinpira entrara en su local sin hacer alboroto, o a causa de que éste se dispusiera a pagar por sus provisiones con dinero de verdad), y en poco tiempo estuve de vuelta con mi hermano, llevando un par de bebidas, un paquete de papas tostadas y algunos chocolates.

-¿Cómo te fue?- Preguntó el pelirrojo, tomando la bolsa de los aperitivos y hurgando en ella con emoción. -¿No había moros en la costa?-

-No.- Contesté, recibiendo de sus manos mi lata de cerveza. -¿Y qué tal las cosas por aquí? ¿Nadie salió?-

Su semblante cambió a uno desilusionado, y junto con el pesado suspiro que emitió, no necesité más réplica para comprender. Entonces, acomodándome a su lado, sentado sobre la acera y contra la pared, le di un sorbo grande a mi bebida. Me tomé unos segundos para sentir cómo el líquido frío atravesaba mi garganta y me ayudaba a despejar la mente.

-Vamos a intentarlo un poco más… ¿sí?- Dije por fin, mirando al mayor. –Sé que contamos con la posibilidad de volver cuando lo consideremos necesario, pero es muy pronto para rendirse.-

Acto seguido, me aparté un poco el puño de la manga de la camisa y descubrí aquel control remoto con forma de reloj, de cuya carátula retiré la pequeña tapita negra que la cubría. En el interior se podía ver las fechas y horas tanto del plano temporal en el que nos encontrábamos, como del nuestro, además de otros tantos botones y perillitas.

Ruki, que había estado mirando aquellos pequeños números también, finalmente habló.

-Está bien. Tienes razón: es muy pronto. Aguardemos un poco más.- Me dijo, con una sonrisa.

Yo asentí y estiré mis piernas, palmeándome levemente el muslo de la que estaba más cerca de él.

-Recuéstate, y pon tu cabeza aquí. Descansa. Yo montaré guardia por si sucede algo, y cuidaré de ti. No temas.-

Obedeciendo, el pelirrojo se tumbó de espaldas sobre la acera y se acomodó la riñonera hacia adelante. La bolsa de papas tostadas seguía en su poder, pero de cuando en cuando, tras tomar unas cuantas, la colocaba sobre su pecho y entonces yo podía agarrar algunas. Pronto, dio la sensación de que los minutos transcurrían demasiado rápido, o tal vez eso se debía a que ambos estábamos cansados por los sobresaltos de aquellas horas. Un rato después, tras dirigir la mirada a la frente de Nori (sobre la cual había colocado mi mano para acariciarle el cabello), noté que él se estaba quedando dormido, y a mí me sucedía algo similar, pues me sentía bastante amodorrado.

En eso, oí una voz que de repente no supe si estaba en mis sueños o en la realidad.

-Psss, oniichan… ¡Yuki-kun!-

Abrí los ojos de golpe, pero me sentía todavía muy adormilado. Instintivamente, volteé hacia los lados.

-¡Aquí, detrás de la pared! ¡En el jardín!- Insistió la voz.

Entonces, apartando a Ruki con cuidado, me puse en pie y me asomé al interior de la casa. En efecto, ahí estaba mi yo niño junto a Meru: la pobre muñeca iba inmovilizada con lo que parecía ser una tira de liguero, probablemente propiedad de Tada-nii, Tatsu-ojisan o mamá, e increíblemente, no luchaba por soltarse.

-¡Mocos-- ehh, digo, pequeño! ¿Qué haces? ¿Por qué traes a la pobre Meru-chan atada de esa manera?- Inquirí, preocupado y tenuemente ruborizado por la soga que se improvisó el enano maldito ese. -¡Ella es tu amiga! Esteee… es decir, ¡lo será! ¡No debes maltratarla!-

-¡Lo mismo le dije, pero este chiquillo no entiende!- Replicó ella, removiéndose con incomodidad entre las manos del infante. –Así que no me quedó más remedio que hablarle de ti e insistirle con que tú y la dona seguían aquí.-

-¡Oh, con que fue por eso!- Exclamé, más contrariado todavía. -¡Y yo que creía que éramos amigos, caray! ¡No sé ni por qué te salvé de todas esas veces en que Neko-chan quiso arrancarte la cabeza!-

Ajeno a la discusión entre la muñeca y yo, el niño me miraba atentamente, fijándose en mi ropa; la cual, dada nuestra cercanía en ese momento, pudo determinar mejor.

-¡Ohhh!… ¿Oye, tú eres bosozoku?- Preguntó por fin el crío, maravillado.

-Ahhh, pues, sí… No… Bueno, digamos que algo por el estilo.- Era muy joven todavía para afirmar una cosa como esa, además de que bien que mal seguía yendo a la escuela, pero necesitaba aprovechar el recurso. -¿Por qué lo preguntas? Tú también quieres ser uno cuando crezcas, ¿no?-

El pequeño asintió, emocionado.

-Y otra cosa que me dijo Meru-chan es que también tienes un hermano llamado Takanori, que está ahí, junto a ti. Hace un rato pude escucharlos hablar.-

Cuando el niño dijo eso, me sorprendí mucho. Entonces, ¿cuánto tiempo llevaba del otro lado del bajo muro? Más importante todavía: ¿¡por qué demonios esperó tanto para comunicarse!?

-Sí, está aquí conmigo.- Le contesté, con un dejo brusco en la voz. –Y espero que tú, Meru, no hayas abierto la boca más de lo necesario.- Con una mirada fulminante me dirigí a la muñeca, la cual negó vehementemente. No es que no tuviera pensado decirles a los pequeños quiénes éramos, pero definitivamente habría que buscar el momento y la manera. Salirles con la verdad de buenas a primeras habría sido una pésima idea. –En fin, niño, ¿vas a permitirme hablar con tu mamá o con tu tío Taiji, si es que ha venido hoy a casa? Preferiría si llamas primero a Ken-chan…-

Noté perfectamente la incredulidad en sus ojitos marrones, reconociendo en su actitud el celo tan grande que yo profesaba por aquellas dos personas.

-Está bien. Dejaré que entren, y le diré primero a mamá. Pero por hoy, se harán pasar por…- Takayuki se interrumpió un momento, mientras pensaba en algo. -Primos de mi amigo Tetsu. ¿De acuerdo?-

Yo dudé por unos instantes, pasándole revisión mental al plan del chiquillo.

-¿Y qué diremos si te preguntan por qué no nos quedamos en casa de Tecchan?- En ese momento, advertí que Nori se removía e incorporaba a mi lado.

Primero se sentó, y mientras se rascaba un poco los ojos y daba un bostezo, volteó hacia mí.

-¿Con quién hablas, Yuki?- Preguntó, pero luego pareció acordarse de dónde estábamos, e inmediatamente se puso alerta y se levantó.

-Oh, pero si eres tú… ¡Qué bueno!- Comentó, mirando al pequeño que seguía del otro lado, si bien sus palabras podrían haber ido dirigidas a cualquiera de los dos. -¡Ya era hora de que volvieras! ¡El suelo es terriblemente duro y frío!- Exclamó luego, casi a modo de reclamo, dirigiendo su mirada hacia mí (es decir, seguía empecinado en culparme por todo lo que el crío hiciera).

-¡Shhh, no hagas alboroto!- Interrumpí. Después, miré de nuevo al otro Takayuki. -¿Y bien? ¿Qué se te ocurre?-

-Si tanto me conoces, deberías saberlo. Tecchan no tiene más familia en esta parte de Osaka, así que diremos que ustedes llegaron de improviso y que no se pudieron quedar en casa de él.- Contestó el chiquillo, encogiéndose de hombros como si la solución que dio hubiera sido la cosa más lógica del mundo. -¿Tú qué opinas, Meru-chan?... ¿Eh, Meru-chan? Oye, oniisan… ¿Qué le pasa?-

El niño trató de obtener una respuesta de parte de la muñeca, pero aunque la zarandeaba y la movía, no lo lograba.

-Déjala, ella es así. Cuando no le interesa algo, se duerme.- El pequeño levantó una ceja. –Digamos que deja de funcionar. No te preocupes, es normal. Es su forma de ignorarte.-

-Ya veo. Bueno, aguarden aquí mientras llamo a mamá.-

En lo que el pequeño ingresó a la casa, yo aproveché para poner a Ruki al tanto de lo sucedido.

-¿Y cómo les diremos que nos llamamos?- Preguntó él en un susurro, preocupado.

-Lo mejor sería no mentirles tanto, así que creo que deberíamos decirles nuestros verdaderos nombres…- Lo cierto era que yo mismo ya me hallaba bastante nervioso también, pues vería a mamá, a Taiji-ojisan y a los demás sin poder acercármeles demasiado… Al menos, de momento. Sería una cosa muy extraña para mí. Además, claro, de que los conocería más jóvenes: del tiempo en que para mí, sus caras ya constituían un recuerdo algo lejano.

De pronto, mientras Ruki y yo nos ocupábamos en aquellas cavilaciones, apareció Takayuki, seguido de mamá y también de Takanori niño. Este último se acercó tímidamente, abrazando su osito de peluche y vistiendo su piyama rosa de nubecitas de colores.

-¡Ah… P-pero si son chicos malos!...- Murmuró el pequeño Nori, acercándose temeroso a la pierna de nuestra madre. De reojo pude notar cómo la versión mayor de mi hermano se enternecía al mirar su yo infante.

-¡Son chicos rudos!- Repuso el niño menor con vivacidad, para después dirigirse por completo a la rubia. –¡Y son los primos de Tecchan que viven en Tokio! ¿A que tienen pintas geniales, eh, mamá?-

-Hola, mucho gusto.- Dije yo de inmediato, y tanto Ruki como yo ejecutamos una respetuosa reverencia. –Takayuki y Takanori. Es un placer conocerlo, Kenji-san.-

Sinceramente, esperaba que nuestro cortés saludo se entendiera como la reacción normal de un par de chicos interesados en la música que sabían perfectamente a quién estaban conociendo, porque fingir ser un tosco forajido adolescente con mi propia familia no era algo que creyera poder lograr. Especialmente, al mirar el aspecto delicado y hermoso que tenía mamá, aunque estuviera en ropa de entre casa y sin nada de maquillaje. Ella vestía un short color rojo y una blusa negra de tirantes, y de inmediato se aprestó a inclinarse también. Tras ello, nos miró emocionada.

-¡Oh, es verdad, Yuki-chan! ¡Me encanta su estilo!- Declaró, mirando nuestros peinados, atuendos y maquillaje. –¡Pero lo más llamativo de todo es que se llaman igual que mis dos pequeños!- Nori y yo nos miramos, y sonreímos con conmiseración y complicidad. -¡Ah, pero pasen, por favor! ¡Y así se pueden poner cómodos y me cuentan si tocan en alguna banda! ¿Saben? Tanto mi marido como yo tenemos conocidos muy importantes en Tokio, además de subsidiarias, ¡y podríamos buscarles un contrato fácilmente!-

Sintiéndonos un poco más tranquilos por la benevolente acogida de nuestra madre, ingresamos a la vivienda, siendo seguidos por ella y los nenes. No obstante, no podíamos estar completamente confiados, pues siempre supimos que nosotros tres constituíamos en realidad los menores de edad de la casa, y que nuestro cuidado había recaído en los tíos y en papá. Empero, lo bueno era que este último solía irse a su cuarto después de la cena, a una hora relativamente temprana, y quedarse ahí viendo la televisión hasta dormirse, por lo que era poco posible que nos lo encontráramos en el piso de abajo en esos momentos.

Tan pensativos estábamos, que al menos yo no me había dado cuenta de que mamá continuaba hablando.

-¡…y parecen ser chicos muy talentosos! Cuéntenme, ¿tocan algún instrumento?-

Afortunadamente, Takanori me tomó la delantera.

-Eh, pues… Yuki-kun es muy bueno con la guitarra, y a mí me gusta cantar…- Respondió, mientras todos nos sentábamos en los sillones de la sala.

Yo, que no sabía a ciencia cierta qué le había dicho Meru a mi yo niño, miraba con disimulo la cara del pequeño, para ver si podía adivinar alguno de sus pensamientos conforme se daba cuenta del parecido entre ambas parejas de hermanos. En ese momento, además, tanto Ruki como yo esperábamos una réplica por parte de la mayor, pero sucedió algo inesperado.

-Tú… nunca me contaste sobre los primos de Tecchan… Ni que se llamaban igual que nosotros…- Dijo un desconfiado y receloso Takanori infante, dirigiéndose a su hermanito, si bien luego agachó la mirada, frunció el ceño y estrechó más al peluche entre sus brazos.

Yo no sabía qué hacer, ni qué decir (si bien es posible que la situación pudiera arreglarse con cualquier comentario casual; pero se entenderá que me encontraba particularmente nervioso por el posible fracaso de nuestro plan), y lo único que se me ocurrió fue esperar a que mi yo niño tuviera una acertada reacción.

-¿Sabes, Nori-chan? Me gusta mucho tu piyama… ¡Es muy bonita!- Le dijo Ruki al pequeño, logrando captar con ello su atención.

-¿De veras… lo piensas, oniisan?- Contestó el niño, y su semblante se iluminó de repente.

-¡Claro! De hecho, yo tuve una muy parecida cuando tenía tu edad.- Repuso el mayor, sonriéndole a su infantil homónimo. –Y como veo que te gustan los colores, estoy seguro de que te encantará mirar de cerca esto que traigo conmigo…- Añadió, sacando de su riñonera el labial malva que portaba, ante lo cual el crío, emocionado, se bajó del sillón donde se había sentado y corrió al lado de Ruki. –Ah, y también tengo unas sombras preciosas. Espera y verás.-

-¡Ay, pero si son lindísimas! ¿Me las puedes poner?- El chiquillo, feliz, se colocó frente al pelirrojo y posó las manitas en sus rodillas, dejando caer su osito al suelo. –Mamá, ¿me dejas que me maquille?-

-¡Claro que sí!- Repuso la rubia, sin el menor problema. –¡Si se ve que lo sabe hacer muy bien! Perdona a mi hijo, Nori-kun. Es que le encanta todo lo que tiene que ver con moda.- Agregó, mientras Ruki le hacía espacio al niño en su sillón y lo sentaba a su lado, dispuesto a pintarle los párpados y los labios. –¡Oh, pero qué gracioso! ¡De ahora en adelante tendré que llamarlos "Nori-kun" y "Nori-chan", y "Yuki-kun" y "Yuki-chan" para poder diferenciarlos! ¡Ji,ji,ji!-

El ambiente tan ameno que se comenzó a sentir desde que mi hermano logró ganarse a su pequeño yo prácticamente me había relajado del todo, preparándome para hacer frente a las preguntas o comentarios siguientes con mucha más tranquilidad y soltura. Pero en eso, una voz logró descolocarme en tan solo segundos.

-Ken-chan, al fin te encuentro. En un rato nos iremos Nao y yo. Oh, pero… ¿quiénes son estos jovencitos?-

Para mí era inconfundible: desde el color de su tono y su forma de hablar, hasta el sonido de los tacones de sus botas sobre el piso. Era Taiji. No podía precisar si me sentía más cohibido por su presencia, o por el hecho de que sabía que, a solo pasos, nuestro tío Naoki lo seguía. Pude comprobar lo último instantes después, cuando mamá se volteó para encarar a sus amigos.

Oniichan[2], Tai-chan, miren! ¡Ellos son Takayuki y Takanori, y son primos de Tetsu, el amiguito de Yuki! ¡Ah, y vienen de Tokio, igual que tú, Tai-chan!-

Cuando la rubia hizo aquella aclaración, tragué grueso, pues en realidad yo no sabía demasiado sobre la capital. La mayor parte de mi vida había transcurrido en Osaka, al igual que sucedía con mi hermano. No obstante, contábamos con la información que, a través de sus anécdotas, nos habían transmitido tanto Taiji-nii como Tatsu-ojisan, y otras personas cercanas a la casa, como Hide-san[3].

-Ahh… ¿sí?- El vaquero de la familia se detuvo, mirándonos detenidamente a Ruki y a mí. Ya para entonces, nos habíamos vuelto hacia él y su novio, nos habíamos puesto en pie y nos inclinábamos con el mismo respeto con que saludamos a mamá.

-Es un honor conocerlo, Sawada-sama.- Escapó de mis labios, aunque con voz firme. Él me miró asombrado y me agradeció con un movimiento de cabeza. Empero, pareció tensarse por la solemnidad del apelativo.

-Encantado, chicos. Pero no es necesario… Con mi nombre y “-san”, basta…-

-Qué curioso que se llamen como los Takas, ¿no te parece, amor? ¡Qué coincidencia!- Intervino Nao-ojisan, y en ese momento nos dirigimos también a él con una nueva reverencia. –Un gusto. Ah, pero si son primos de tu amigo Tetsu, ¿por qué están aquí, Yuki-kun?-

Claramente, esa pregunta era de esperarse. Así que miré a Takayuki de soslayo.

-Es que llegaron de improviso, porque cuando intentaron telefonear, nadie contestó en casa de Tecchan. Entonces, ahora resulta que no hay sitio con su familia porque ellos estaban con invitados, y no tienen más parientes aquí.-

-Uhm, ya veo. Pero qué raro que los padres de Tetsu no hayan avisado nada…- Ante el comentario, no pude evitar apretar los labios con un hastío que espero haber disimulado al máximo, pues había que ver lo exagerado que era el tío Naoki para todo lo que tuviera que ver con asuntos familiares y el cuido de menores. –O bueno, tal vez es que asumo que todos los tutores son como yo.- Comentó el castaño con una sonrisa. –Por cierto, ¿qué edad tienen, muchachos?-

-Ruki tiene dieciocho; y yo, dieciséis.- Contesté con normalidad, sin fijarme en que con semejante respuesta había provocado el estupor generalizado de todos, incluido mi hermano mismo.

-¿T-también te dicen… “Ruki”?- El Takanori niño volteó hacia el mayor, asustado. Pero afortunadamente, el pelirrojo supo manejar la situación con maestría.

Colocando una mano en la cabeza del menor, acarició su cabello y le sonrió, mostrando una cándida sorpresa.

-¿A ti también? ¡Vaya! Resultó que nos parecemos muchísimo, ¿no, pequeño? Te gustan los colores y el maquillaje igual que a mí, tenemos el mismo nombre y el mismo apodo. Quién sabe; a lo mejor, tú también te has sentido solo a causa de tus gustos e intereses alguna vez… ¡Pero ya viste! No te tiene que pasar, porque no eres el único. Yo también disfruto de todas esas cosas.-

Pude ver cómo Nao-ojisan sonreía ante las palabras que le dirigió mi hermano al nene, y Taiji también se mostró impresionado. Por su parte, nuestra madre no podía esconder su alegría.

-¡Eres muy tierno, Nori-kun!- Dijo, irguiéndose del respaldar mientras se tomaba las mejillas con las palmas en un gesto femenino y aniñado, tal cual se correspondía con su forma de ser. -¡A lo mejor y es un apodo que estuvo en boga para los Takanoris desde hace algunos años, oniichan!- Le dijo mamá a su mejor amigo, con cuya última pregunta se había desatado la pequeña polémica. -Porque hasta donde yo recuerdo, nunca le preguntamos a mi Nori por qué le decían así cuando llegó a casa…-

-Yo… en realidad, tampoco lo sé…- Respondió el aludido, con voz queda y desviando la mirada.

Y aunque habría sido arriesgado juzgar si el pequeño se mostró reprimido porque aquel comentario ingenuo de mamá nos daba a entender a mi hermano y a mí –los “extraños” del momento- que el menor no había nacido en casa, ni de ninguna mujer conocida o cercana a alguno de aquellos hombres que componían nuestra familia, quien sí se mostró incómodo fue Taiji-nii. Yo, por mi parte, sabía muy bien que el pelirrojo también tendría que haber sentido algo tras lo dicho, pero lo cierto es que ya se encontraba más adiestrado en los convencionalismos sociales que su infantil homónimo, y por ende, era posible que lo hubiese sabido encubrir de mejor manera.

-Sí, puede ser, Ken-chan.- Declaró el bajista, no demasiado convencido. Posteriormente, se volteó hacia su novio, quien lo abrazó por la cintura. El rubio colocó las manos en los hombros del cantante, y le habló con voz decidida. –Nao, mi vida: me quedaré esta noche a dormir aquí. Olvidé decirte que Tadashi me había pedido ayuda para implementar unas tablaturas, por lo cual es mejor que yo me quede y tú te regreses a casa.- Para cualquiera, aquella excusa habría sonado verídica (incluso para el castaño mismo, que le tenía absoluta confianza a Taiji en aspectos como esos), pero yo lo conocía demasiado bien. El rubio de cabellera rizada estaba receloso de nuestra presencia. –Mañana temprano, si todo se resuelve con él, regresaré. No te preocupes. No te pido que te quedes, porque sé que mañana tienes tu clase de música en el orfanato, y debes prepararla.-

Y dicho aquello, el chico besó a su pareja en los labios con un contacto breve. Me sería imposible determinar si la sensación fulminante que experimenté al lado izquierdo del pecho tenía que ver con aquella escena que se presentaba ante mis ojos, o con la mención al orfanato donde trabajaba el castaño… y lo que esta implicaba. Sí, habíamos vuelto al tiempo en el cual Naoki y Taiji vivían juntos en el departamento del primero, y para entonces, el vocalista de Decameron ya tenía su famoso trabajo de profesor de música de los niños de un hospicio, en donde lo habían contratado bajo el falso nombre de Hiroshi Matsumoto…[4]

“No puede ser que te pongas así por ese beso, Takayuki. Los has visto besarse cientos de veces antes” se revolvió en mi mente. Sí, era cierto. Pero ninguna de esas veces me había dejado de doler.

Tras decirle hasta pronto a su novio, quien a su vez se despidió de nosotros, Taiji regresó a donde estábamos los demás.

-¡Ayy, qué bien! ¡Tai-chan se queda con nosotros hoy!- Celebró mamá, emocionada por el repentino cambio de planes, pues solía sufrir mucho las despedidas del bajista y el cantante. No obstante, las de su gran amigo las llevaba mejor, pues en realidad nunca había vivido permanentemente con él. Pero desde que Taiji se había mudado a la casa luego de la boda de mis padres, se habían hecho tremendamente cercanos, como también pasó con Tatsu-ojisan.

-Así es, Ken-chan. Por hoy me quedaré.- Le sonrió el rubio. –Por lo que no debes entristecerte. Y ya que estoy aquí les voy a ayudar, para que Tatsu no tenga que levantarse, pues se recostó porque tenía mucho dolor de cabeza a causa de la discusión con tu marido…- Sin duda, se refería a la que habría protagonizado el pelivioleta con mi papá, tras la desatinada e injustificada balacera de la tarde. -Si los chicos van a quedarse a dormir, me parece que la mejor opción es tu cuarto de juegos.- Le dijo a mamá, quien de inmediato asintió. –Subiré a prepararles los futones. Pero antes, me imagino que han de tener hambre, así que si lo desean, puedo servirles la cena.-

Podía tener las sospechas que fueran, o no sentirse demasiado cómodo con nuestra presencia a causa de algún motivo en particular –principal y posiblemente, no estar convencido de nuestra verdadera identidad-, pero él jamás dejaría los mandamientos de la hospitalidad de lado. Taiji había sido directamente beneficiado por ellos, y aunque es verdad que trabajó para nuestra familia hasta el día en que se mudó con Naoki (y que por ende jamás estuvo de arrimado), era algo que él apreciaba a un nivel muy profundo. Puedo decirlo con total seguridad, pues es exactamente el mismo sentimiento que surgió en mí el día en que mi padre decidió que me adoptaría, y que me di cuenta de que el único requisito indispensable para que exista familia en medio de un grupo de personas, es el amor.

-Taiji-san, por favor permítame ayudarle con las camas.- Dijo Takanori, una vez que terminó con el maquillaje del niño de mismo nombre, y hubo guardado sus cosas en la riñonera. –Y si se puede, también con la comida.-

Inmediatamente, tanto él como yo nos pusimos de pie.

-Y en todo caso, yo lavaré los platos.- Declaré, seguro, con lo cual volví a captar la atención del bajista. Lo supe porque él me miraba con cierta admiración dibujada en la cara.

-Vaya, vaya… Me sorprendes, Yuki-kun.- Me dijo, al tiempo que colocaba una mano en la cabecita de su sobrino menor, quien se le había acercado luego de que el rubio dispusiera las próximas acciones tras despedir a su pareja. Ruki niño, por su parte, se fue a mostrarle a mamá el bonito maquillaje que mi hermano le había hecho, y después corrió hacia el espejo del recibidor. -¿Sabías que en mi tiempo, los chicos rebeldes de Tokio no eran como tú? Y cómo me alegro de que las cosas hayan cambiado…- Pude detectar una sonrisa irónica: una especie de concesión que no pretendía ser tan directa, pues no estaba dirigida a alguien de su confianza, y por ello iba revestida de una pequeña chanza. Sin embargo, luego de eso el músico le habló a su sobrino. –Ya lo ves, mi amor. Si alguna vez quieres convertirte en bosozoku, te lo permitiré, pero siempre y cuando seas como este muchacho.-

Después de eso, la cena -que fue servida solamente para el pelirrojo y para mí, pues el resto de la familia ya había comido- transcurrió normalmente, y con la compañía de mamá y los pequeños. Los intercambios, por su parte, estuvieron enfocados en hablar de música, sortear algunas preguntas de la rubia sobre el movimiento artístico y callejero de la capital, así como en comentar cosas más cotidianas, relacionadas sobre todo con los niños: sus gustos, sus lecciones, sus habilidades e ilusiones. Como es lógico imaginar, durante todo ese rato me sentí sumamente complacido al constatar desde afuera lo mucho que de su mundo lo componíamos nosotros dos, pues escucharla hablar de sus pequeños era mucho mejor que tener en frente a cualquier hembra humana con crías: la diferencia era que ella jamás se quejaba por las cosas que le había tocado soportar por culpa de sus descendientes. De la misma manera, tampoco nos consideraba tan obsesivamente suyos, como para limitarnos a causa de sus propias expectativas y frustraciones.

En todo ese rato, salvo por la preocupación que le sobrevino a mamá a causa de los lloriqueos del perro (a los cuales Taiji restó importancia, aduciendo que serían ganas de llamar la atención), no hubo ninguna otra intervención por parte de nadie, más allá de nosotros dos y ellos cuatro, hasta que ya fue hora de ir a acostarse. Al parecer, el resto de habitantes de la casa no se dispondría a salir de sus habitaciones hasta el día siguiente.

Una vez que Ruki y el vaquero acabaron de alistar las camas, y luego de que puse el último plato en el escurridor, los niños y mamá me acompañaron al segundo piso, y junto a Taiji nos mostraron a mi hermano y a mí el que sería nuestro cuarto por esa noche. Un cuarto que conocíamos a la perfección, y en el que cualquiera de los dos podría haber comenzado a sacar juguetes y peluches del armario, y a decir sus nombres y procedencia con total exactitud…

No obstante lo previsto, no descansaríamos ininterrumpidamente hasta la mañana del día siguiente.

 


[1] Pocky es una golosina del País del Sol Naciente que consiste en un palito de pan cubierto con chocolate (y hay también de otros sabores), la cual es producida por Ezaki Glico Company. (Nota tomada de mi fic I want your love.)

[2] En el rol, Naoki es el mejor amigo de Kenzi, y con quien se crio en su natal Kioto junto a los hermanos del primero. Por eso lo considera como su hermano mayor.

[3] Hideto “hide” Matsumoto, guitarrista de X-Japan.

[4] En el orfanato en que trabajaba es donde Naoki conoció a Gara (a quien Yuki solo se refiere como "Makoto", su nombre de pila), al que posteriormente adoptó junto a Taiji. Y tanto Naoki como Makoto constituyen, como se ha visto y se verá mejor más adelante, los principales antagonistas en la vida de Takayuki. Por otra parte, el seudónimo que se puso Naoki no tiene nada que ver con el hermano de Hide, sino que surgió de una broma interna acerca de cuál sería el nombre de varón más común en Japón. El cantante escogió tal alias para poder preservar su relativo anonimato.


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