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Todo tiene un precio por Chibi-Chan

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Notas del capitulo:

Buenas, chic@s, ¿cómo están? Espero que bien n_n

Quería aprovechar este espacio para decirles que, probablemente, el próximo capítulo se vaya a retrasar un poco por temas personales, una semana a lo mucho, pero definitivamente estará aquí.

Y antes de que se me olvide comentarlo, los datos geográficos así como algunos sucesos históricos no son precisos pero tampoco son completa mentira, traté de hacerlo lo más adecuado posible para no inventarme ninguna ciudad ni nada, así aprenden geografía ;u; <3

Muchas gracias por leer >u< <3

 

El siempre alegre pueblo de Birmingham se encontraba sumido en el desastre total. Las brujas habían asolado toda el área. El pueblo estaba en llamas, todo mundo gritaba y corría hacia un lugar seguro. Había animales muertos llenos de moscas y hormigas por doquier. El aroma a putrefacción, la gente corriendo sobre charcos de sangre y el ardor de casas quemándose era lo que más penetraban los sentidos.

Un hombre caminaba lentamente, arrastrando los pies en el suelo fangoso. Quería correr, gritar, huir, pero una profunda herida de flecha le había perforado un pulmón desde la espalda. No pudo resistir más el aliento y se dejó caer. El suelo estaba resbaladizo, así que, como pudo, el hombre comenzó a arrastrarse con la esperanza de llegar a un lugar seguro.

-¿A dónde crees que vas, viejo?-Dijo una voz burlona detrás del hombre.

La cara del anciano se transformó en terror puro al escuchar esa voz, y luego sintió un trinche de metal negro clavársele en la cadera, anclándolo al piso.

Quien había ejecutado la acción era el dueño de la misma voz que había asustado al viejo, movía el trinche girándolo dentro su cuerpo, haciendo que la tortura del pobre hombre fuera mayor.

-¿Por qué?-Gimió el anciano, haciendo que el muchacho parara.-Les… les dimos comida… les dimos techo… les dimos hospitalidad. ¿Entonces por q…?-

-Porque son unos humanos estúpidos.- Dijo una chica bastante guapa acercándose a la escena. Se puso de cuclillas, tomando entre sus manos el ensangrentado rostro del hombre.- ¿Cómo se lo explico, hombre ingenuo? Mmm… ¡Ah! Ya sé. Para nosotros, los humanos son un estorbo.-Respondió cuando el viejo inhalaba su último aliento de vida. El muchacho había retirado el trinche, causándole una muerte por desangrado.

-Reunámonos con los demás para terminar con este sucio pueblo de inmediato.-Dijo el muchacho a la chica.

Cuando ya estuvieron a las afueras del pueblo, los cuatro jóvenes pronunciaron una frase en un idioma inentendible, pero al instante, un tornado de fuego se levantó más allá de 10 metros sobre el suelo, iluminando la oscuridad de la noche, arrasando con casas, chozas, establos, mujeres, ancianos, niños pequeños, acabaron con todo.

El tornado llameante se fue metiendo de poco a poco dentro de la tierra hasta que se extinguió por completo. La lluvia de cenizas y el olor a carne y pelo quemado no se hicieron esperar.

-¡Esto es tan divertido!-Gritó un chico rubio mientras extendía sus brazos entre burlas.

-Sé que lo estamos haciendo para pagar nuestra cuota, pero aunque la saldáramos no dejaría de hacer esto por nada del mundo.-Exclamó una chica alta, de grandes pechos y cabello tan negro como el carbón.

-Yo ya estoy cansado de esto, mejor vayamos a otro pueblo a descansar.-Dijo un chico con el cabello marrón amarrado en una coleta.-Quisiera visitar a mi hermana de vez en cuando. Buena comida, buen hospedaje, no tendríamos que preocuparnos por el dinero por un tiempo.-

-Entonces vamos.-Dijo una joven de cabello rubio y ojos verdes.- ¿Pero hasta dónde?-

-Oh ¡Oh! Yo conozco a dónde te refieres.-Exclamó divertido el rubio.- ¡De patitas a New Forest-ttebayo!-

-Eres tan molesto.-Confesó el de pelo castaño.

Sin esperar un minuto más, los cuatro jóvenes comenzaron a caminar en dirección a New Forest, aunque el viaje sería largo no sería muy fácil detenerlos.

 

 

Estaba fastidiado, sudado, con dolor de espalda. Itachi lo había puesto desde temprano a hacer masa para arcilla. Era horrible, ni siquiera sabía para qué la arcilla. Bueno, sabía que era para modelar, pero desde que era un niño no hacía algo así. Igualmente era una orden bastante extraña.

Ya iba a dejar el trabajo cuando sintió que la arcilla se atoró en una de las ranuras en su palma izquierda.

Gritó al ver lo que pasaba. Su mano tenía dientes, lengua, y estaba masticando la arcilla. ¡Era una boca entera en la palma de su mano! Miró su mano derecha y estaba igual, masticando sin parar la arcilla que en ella había entrado.

-¡Itachi-san! ¡Itachi-san!-Deidara gritaba a más no poder. Estaba seria y completamente asustado.

Como si fuera de vapor, Itachi atravesó la pared con total elegancia. Lucía un traje blanco y una corbata azul. Sobre su rostro se mostraba una mueca de impaciencia.

-Ya, ya, cálmate, ¿cuál es el problema?-Preguntó cuando vio que el rubio estaba sentado el suelo, lleno de arcilla y con una expresión en el rostro de miedo intenso.

-¿El problema? ¡¿Qué no lo ves?!-Se paró de su lugar en la tierra y agitaba sus manos como si fuera relevante hacerlo.- ¡T-tengo bocas! ¡En mis manos! ¡¿Por qué tendría que calmarme?!-

Sin esperárselo, recibió una bofetada, esta vez sólo le rompió el labio.

-No te alarmes. Yo te los di.-

-¿Y cómo para qué?-

-Abre tu boca.-

El rubio hizo lo que se le ordenó, abrió grande y mostraba su lengua rosada.

-La de tu mano.-Decía conteniéndose de golpearlo otra vez.

-¿La que sea?-

-La que tú quieras… pero sólo ábrela.-Dijo entre dientes. No tenía mucha paciencia con los peones.

Deidara abrió sus manos lentamente, asustado de ver esas cosas otra vez, pero cuando abrió sus manos, se encontró con dos estatuillas. En su mano derecha había un parajillo de forma extraña, pero en la izquierda estaba una pequeña casita, en concreto, la suya, pero en miniatura.

-Son hermosas.-Exclamó sorprendido el rubio.

-No tienen por qué ser hermosas, son lo que tú creas. La arcilla se moldea a como tus manos, o específicamente, tus bocas, vayan recibiendo órdenes de ti. También tu talento con las esculturas ayuda.-Declaró el mayor.

-¿Y para qué me las diste?-Preguntó aún asombrado.

-Te conseguiré dinamita y pólvora cuando tengas más práctica.-

Ya una vez el susto pasó, Itachi estaba, como siempre, dispuesto a desaparecer, pero un susurro lo detuvo. Nunca nadie le había dicho esa palabra.

Sonrió de lado. Ese chico era completamente distinto a los demás. Ni una pizca de egoísmo en sus palabras, tampoco humillación de él mismo ni siquiera sarcasmo. Estaba siendo sincero.

-Sigue moldeando arcilla, pedazo de deshecho.-Espetó antes de perderse.

Deidara sonrió agradecido. Era bastante raro, pero en todo el día no lo había tocado, era un gran alivio ya que su entrada no hubiera podido aguantar tanta violencia tantos días seguidos. Le venía bien el descanso. No tuvo más opción que seguir con las órdenes de su maestro, pero fue practicando con su nueva adquisición. Hacía figuras pequeñas al principio, y gracias a su talento previo, podía llegar a hacerlas muy detalladas, brillosas y cada vez más rápido. Vio las cicatrices en su brazo izquierdo, estás pasaban de un color marrón a uno rojizo cada vez que terminaba una escultura. No se asustó por lo que provocaba, pues recordaba que el demonio le había dicho que esa sería su nueva fuente de poder.

“Gracias”-Susurró por segunda vez en una sonrisa.

 

 

En lo alto de una colina la vista era hermosa. New Forest podía apreciarse en esplendor máximo. Desde esa altura se podían ver las diferentes partes del pueblo, una gran parte estaba destinada al bosque, una casi igual de grande estaba ocupada por las familias pobres del pueblo, la clase trabajadora, y los sin techo, y la última y más escasa parte de New Forest era donde vivían las familias adineradas del pueblo.

En el centro de esta última parte había un parque, propiamente cuidado. Era el lujo total de la crema y nata del siglo XII. Justo a un lado del parque, había una mansión bastante rústica. De tonos azules bastante fríos, la fachada consistía en lacados de madera en colores oscuros tales como el café y el gris. Una joven dama subía y bajaba por la mansión apresurada, buscando a su esposo.

-Querido… querido.-Clamaba la joven con un bultito entre sus brazos.

Rondó un poco más hasta que entró a un cuarto en el primer piso.

-Por fin te encuentro, esposo mío.-Dijo al llegar al lugar con una radiante sonrisa.

-Sea lo que sea puede esperar, Sakura.-Respondió el joven de cabellos rojos. Se le notaba cansado y algo enfadado.-Como verás estoy algo ocupado.-

Ni siquiera levantó la mirada de sus papeles. La pobre dama se entristeció ante esto, pero aun así no perdió su carismática sonrisa.

-Pronto… será el cumpleaños de nuestro hijo.-Descubrió un poco al niño que tenía en brazos. Éste estaba dormido en los brazos de su madre.-Su primer año… querido.-

Un suspiro salió de los labios de la pelirosa. Por un momento recordó lo duro que había sido mantener un embarazo estable. Sonrió al ver a su pequeño.

-¡Tenemos qué celebrarlo!-Exclamó en medio de una sonrisa.

El pelirrojo no levantaba la vista, seguía escribiendo y firmando papeles con su fiel pluma de tinta negra en su mano.

-Haremos algo.-Dijo cuando sintió la impaciencia de la mujer.-Planéalo tú, yo estoy algo ocupado.-

-¡Gracias!-Se acercó corriendo al escritorio, clavando un beso en los labios de Sasori. Éste ni se inmutó ante la acción de la joven.

Ella salió de la habitación cerrando la puerta lentamente y dispuesta a celebrar el primer año de vida de su pelirrojo bebé.

Sasori, una vez su esposa se había ido, mirando a la ventana, anhelando seriamente sentir por última vez otros labios ajenos a los suyos. Unos únicos, los que tanto recordaba del que alguna vez fue su amante.

 

 

-¡Apresúrate!-Dijo la voz gutural mientras corría entre las ramas de los árboles de espeso follaje.

-¡No vayas tan rápido!-Respondió una segunda voz.-Me están entrando ramas a la boca.

-¡Tan fácil como cerrar las manos, idiota!-

Ambos siguieron corriendo. El demonio llevaba más distancia de ventaja pero aun así no se detuvo a esperar a su subordinado.

Llegaron hasta una parte del bosque donde nadie se atrevía a entrar por lo espeluznante que era.

El rubio hiperventilaba frenéticamente cuando se detuvo frente al mayor. Era una larga distancia la que había recorrido. De a poco fue recuperando el aliento.

-¿Terminaste?-Preguntó el moreno burlón, pues él no había sudado ni una sola gota, y tampoco se veía cansado.

-Sí.-Respondió mientras usaba sus manos para sostenerse de sus pantorrillas.

Miró al demonio, que a su vez estaba delante de esa maraña de árboles podridos y oscuridad sin punto de retorno.

-¡¿Q-qué hacemos aquí?!-Preguntó alarmado el rubio, pues había escuchado las historias que se dicen de esa parte del bosque.- ¡Nadie viene aquí por como es! ¡¿Qué haríamos nosotros aquí?!-

-Exactamente por eso te conduje a este lugar.-Empezó a decir el moreno con paciencia y serenidad.- Puedes volar el bosque en mil pedazos si así gustas, de todas formas nadie vendrá.-

-Sí, pero este… Este lugar está encantado.-Dijo decidido a regresar.

Itachi lo miró con pesadez, era un hechicero ahora y le tenía miedo a entrar a un bosque supuestamente encantado.

-Sólo entremos y ya.-Dijo el moreno adelantándose.

“No quiero”.-Pensó Deidara apretando sus ojos con fuerza.

-Conque no quieres, ¿eh?-

Los ojos de Itachi volvieron a su característico color ojo, inundando a Deidara de un miedo intenso. No debió siquiera pensar en darle una negativa.

El moreno había cambiado su aspecto físico, revelando un shire de 2 metros. Éste levantó sus patas delanteras en un relincho feroz y escandaloso. Rápidamente se posicionó detrás de Deidara, pateándolo con sus potentes patas traseras, haciendo que Deidara fuera adentrado en el bosque de forma rápida y dolorosa.

El rubio gritó al detenerse contra un árbol muerto.

-¡¡¡Me has roto la cadera!!!-Gritó con desesperación. Era el mayor dolor físico que había experimentado hasta el momento.

-No seas idiota y párate ya.-Ordenó con seriedad el moreno.-Cada vez te recuperas más rápido, así que puedes ser una mujercilla dramática o puedes comenzar a aprender más de lo que yo te he dado.-

El ojiazul puso sus manos en el suelo para usarlas como apoyo al levantarse. Sonrió sorprendido al estar de pie sin ningún tipo de dolor o rasguño.

Se apresuró para alcanzar al demonio que ya estaba muy adentrado en el bosque.

Llegaron a un pedazo de bosque donde no había árboles ni pasto, sólo una roca anclada al suelo estéril.

-¿Y ahora qué?-Preguntó el rubio.

-Aquí…-Comenzó a decir el demonio.- Es donde practicarás todos los días. Nadie te molestará y no serás descubierto.

-¿Y qué es lo que debo hacer?-

El moreno lo meditó un poco, necesitaba algo con lo qué practicar, así que miró a su alrededor. Sólo había árboles, tierra, cielo, más árboles y… qué afortunado, había encontrado una desventurada rata.

La tomó de la cola y la puso sobre la gran roca, ató su larga cola al pico que tenía la roca.

-Practicarás con esta rata.-Sentenció el mayor.

-¿Y qué se supone que le haré?-

-Lo que tú quieras. Encerrarla, torturarla, matarla, hacer que cambie de color. Tú elige.-

La rata no se movía del miedo por la presencia de Itachi, y sólo se limitaba a chillar lo más fuerte posible.

-¿Qué te parece si comienzas por hacer que se calle?-Itachi pasó de estar cerca de la rata a un lado de Deidara.-Eso sería bueno.-

“¿Hacer que se calle?”-Se preguntó a sí mismo el rubio.-“¿Pero cómo?”-

Estuvo un rato pensándolo y por fin se le ocurrió una idea. Suprimir sus cuerdas vocales.

Se concentró. Estiró sus manos y comenzó a pensar en lo que quería. Cerró sus ojos y lo deseó con todas sus fuerzas. Los abrió rápidamente cuando escuchó un estruendoso sonido.

El moreno no paraba de reír a carcajadas escandalosas.

-¿De qué te ríes?-Preguntó el ojiazul.

-¡Hiciste que explotara!-Decía entre risas y aplausos.- ¡Vaya que me has hecho el día!-

Deidara estaba estupefacto. No quería que explotara, sólo quería que dejara de chillar. Se sentía el ser más malvado de la tierra. Cayó de rodillas sobre el suelo y poco a poco comenzó a liberar lágrimas de sus ojos azules.

-No deberías de llorar por una rata.-Dijo el moreno.-Hay miles de millones alrededor del mundo siendo asesinadas con veneno, con trampas, con gatos, y tú le has dado una muerte rápida, puede que digna también.-Soltó de nuevo una malvada carcajada.

Sin esperarlo, Itachi lo había empujado al suelo con demasiada fuerza y lo encaró.

-Si no puedes matar a una simple rata de campo nunca podrás cumplir tus objetivos en cuanto a Sasori. Y no me quiero quedar contigo para siempre, ¡¿Entendiste?!-Preguntó con furia.

Deidara sólo asentía con la cabeza repetidas veces y con nerviosismo. Se le olvidaba que a veces Itachi podía ser tan aterrador.

Éste, quitó lo que quedaba de la rata de la roca y comenzó a desvestir al rubio.

-¡¿Qué haces?!-Chilló.

El mayor no dijo nada y se limitó a quitar los pantalones de Deidara. Lo tomó por la cintura, estiró sus muslos, dejando a la vista su entrada y a continuación lo sentó en la puntiaguda roca.

Un grito de dolor insufrible no pudo ser reprimido. De su ano brotaba sangre a montones. Ardía, y cada vez se iba clavando más.

Itachi evitó que sus manos se movieran con la cuerda de un árbol que, al parecer, alguien había utilizado para terminar con su vida hace muchos años.

-¡Entiéndelo!-Vociferó el demonio.- ¡Ya no eres el que alguna vez fuiste! ¡Deja la bondad, el perdón y la serenidad de un maldito lado! ¡Entrégate a la avaricia, el deshonor, la furia, la venganza y sobre todo a mí!-

Aunque estaba herido, Deidara no pudo evitar el sonrojo cuando Itachi le ordenó entregarse a él. No podía ser posible que ese demonio causara ese tipo de reacciones en él si lo trataba como basura.

Itachi tomó por los hombros a Deidara, su cara se convirtió en horror cuando el moreno lo empujó hacia abajo. Creía que se partiría en dos. Gritaba, pataleaba, lloraba de dolor. El ojicarmín lo tomó de las caderas y lo puso a cuatro sobre el suelo. Se veía su ano escocido, partido, desgarrado y varios agujeros a causa de la puntiaguda roca.

Sin dudarlo, sacó su miembro de sus pantalones y sin ninguna piedad lo metió dentro de Deidara.

Éste gimió, gritó de dolor. No se podía contener, era el infierno. Itachi seguía embistiéndolo, poco a poco subía la velocidad. Con sus manos, tomaba las caderas del rubio y las sacudía de tal manera que aumentaba el suplicio de Deidara.

Ya pasado un tiempo, Itachi seguía sin disminuir el ritmo. Tomó los brazos del rubio y los entrelazó en su espalda, haciendo que su cara fuera su punto de apoyo contra el piso. Embestía con tanta facilidad, con tanta fuerza. Deidara no paraba de gritar ni gemir, hasta que de pronto, después de un par de estocadas veloces, Deidara derramó un líquido blanquecino sobre la tierra infértil e Itachi terminó por meter lo más posible su miembro en el interior de Deidara, donde dejó su esencia.

-¡Has… enloquecido!-Dijo el rubio entre gimoteos y tratando de recuperar la respiración.

-No puedes enloquecer más cuando eres el rey de los locos, imbécil.-Dijo altivo guardando su miembro para otra ocasión.-Además de que tú me quisiste aquí.-

Deidara estaba tirado boca abajo. Sus caderas estaban levantadas de modo que su entrada se lucía y mostraba muy bien, mostrando como a poco cerraban las horribles heridas y pedacitos de piedra eran expulsados de su organismo, así como la esencia ardiente de Itachi.

-Intentémoslo de nuevo.-Dijo el mayor apuntando a la puntiaguda roca, donde ahora se encontraba un sapo viejo.-Piensa claramente que es lo que quieres que le pase, y nada de ponerse a llorar.-Sentenció.

Deidara tomó sus pantalones y se los puso como pudo. Se incorporó y se dirigió al sapo. Una vez enfrente de éste, se deslizó las mangas hasta los codos y señaló con sus palmas al sapo.

Lo pensó un rato, pensó que claramente lo que quería, eliminaba la posibilidad de hacer explotar al sapo, y de repente, se escuchó un aleteo.

Al sapo le habían crecido unas alas pequeñas, tal y como quería.

-¿Este es el resultado que querías?-Preguntó el mayor, recibiendo un enérgico y temeroso “Sí” por parte del rubio, además de una cálida sonrisa.

-Entonces, felicidades. Tómalo si quieres. Tendrías ancas de sapo y alitas para cenar, rió mientras se disponía a salir de ahí, pues la lección del día había terminado cuando el sol se empezó a ocultar.

El ojiazul miró al sapo. Consideró la propuesta de Itachi pero se veía viejo, y no creía que fuera comestible, así que dio un par de palmadas de prueba y las alas desaparecieron en un “¡Puff!”, y el sapo se alejó brincando de ahí. Deidara le siguió el paso al demonio hasta llegar a casa.

Una vez en su pequeño pero confortable hogar, Deidara tenía una sola cosa en mente. Dormir. Pero no quería ser castigado ni violado dos veces el mismo día, así que sólo se sentó a la mesa. Estaba muy tranquilo con su codo apoyado en la mesa y su cabeza sobre su mano. No esperaba que de pronto Itachi comenzara a hablar.

-Ya va a ser el cumpleaños del mocoso.-Dijo Itachi descansando en el filo de la ventana mientras veía a las personas encender las farolas afuera de la calle y las velas dentro de sus hogares para iluminar la noche.-Sería bueno hacerle una broma ese día al niño rico, ¿no crees, aprendiz?-

-¿Qué tratas de insinuar?-Preguntó Deidara.

No sabía que el hijo de Sasori ya iba a cumplir un año. Parecía como si hubiera sido hace unos días que lo suyo había terminado de la peor manera posible. Apretó sus puños con fuerza, logrando lastimarse los labios de su mano izquierda, y la lengua y encías de la derecha.

-Que hay que hacer que el niño dé un espectáculo el mismo día de su cumpleaños.-Su expresión seria se convirtió en una sonrisa malévolamente alargada, sus ojos despedían un brillo rojo intenso y sus dientes se volvían más puntiagudos al tiempo que pasaba su lengua por ellos.

-Oh, no. Ya sé lo que estás pensando, y ese niño no tiene nada de culpa.-Dijo Deidara.

-Tal vez no.-Dijo acercándose al rubio hasta que estuvo a 5 cm de su rostro.-Pero es el engendro que parió la zorra que te quitó a tu amado. Merece el fuego eterno al igual que esa ofrecida.-

El ojiazul tuvo que girar su mirada a otro lugar, no podía contener la mirada del pelinegro, ya que era muy pesada, casi asfixiante.

-Te dije que te ayudaría.-Tomó la barbilla del menor entre sus manos, logrando que lo mirara a los ojos.- Pero si tú no pones de tu parte, hacer algo será imposible.-

Deidara sabía que Itachi tenía razón. Sería un estúpido si no aprovechara la oportunidad que el moreno le había dado. Era cierto que quería venganza, pero seguía siendo muy frágil por dentro. Tenía que transformar su corazón a piedra sólida y tener el estómago para estar preparado para lo que venía.

De pronto y sin darse cuenta, miró afuera de la ventana. Mucha gente corría de un lado a otro con tijeras y con sal. Deidara se preguntó para qué serían. Se acercó a la ventana, tocó el cristal con delicadeza. Se preguntaba si también necesitaría unas tijeras también, y de pronto, Itachi usó su hombro para tumbarlo a un lado.

-¿Por qué hiciste eso?-Preguntó recuperando el aliento, pues su estómago había recibido totalmente el golpe.

-Silencio.-Susurró el mayor mientras tapaba la boca del menor con una de sus manos.

Un grupo de mujeres había pasado por la calle roseando agua bendita por las fachadas de todas las casas, sin excluir ninguna, ni siquiera la de Deidara, aunque éste tuviera muchísimo tiempo sin ir a la Iglesia.

-Será mejor que no salgas hasta mañana.-Dijo el mayor.-Algo está pasando y no me gusta para nada.-

-¿Por qué rosearon agua?-Preguntó el rubio en voz alta.- Eso no es muy común a menos de que sea...-

-No es sólo agua común, es agua bendita.-Comentó arrugando el entrecejo.

-¿Pero por qué?- Balbuceó.

-Tenemos dos posibilidades.- Dijo Itachi levantándose de Deidara.- O están buscando una bruja o se están previniendo.-

Tocó una de las pequeñas gotitas que habían caído dentro de la casa. Apenas la había tocado, pero le escoció el dedo, y cuando se evaporó, dejo una pequeña llaga.

-Ahora imagina, si esto me sucede a mí, a ti te podría pasar algo millones de veces peor, mocoso.-

Deidara había olvidado por completo los peligros de ser sirviente de un demonio.

-Vete a dormir. Yo estaré rondando por aquí cerca.-Dijo mientras miraba decidido hacia afuera.

Ya había tenido experiencias parecidas con subordinados anteriores. No dejaría que otro muriera bajo su cuidado.

-Conseguiré toda la información que pueda, pero hagas lo que hagas, si alguien viene, escóndete, sea quien sea, no abras la puerta. Estás amenazado por todo esto. Si sales a la calle y te encuentras a alguien que lleve agua o sal en sus bolsillos te podrían descubrir. Y es un riesgo que no estoy dispuesto a correr.- Aseveró.

Deidara asintió mientras lo veía atónito, no pensaba que algún día cercano fuera a tratar de protegerlo de esa manera.

-Puedes comer e irte a dormir. Yo te avisaré cuando sea seguro volver a practicar.-Como si fuera un fantasma, Itachi atravesó la pared contraria a la calle y desapareció entre las sombras.

Deidara apagó la vela que mantenía la luz en su hogar, se acostó preocupado. Cerró sus ojos y se cubrió el rostro con la cobija.

Su vida estaría en un gran riesgo de ahora en adelante.


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