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Todo tiene un precio por Chibi-Chan

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Notas del capitulo:

El personaje secreto a sido...

¡REVELADO!

Lamento la tardanza, empecé la universidad *u*

Disfruten de la lectura n_n

Después de haber recorrido varios pueblos sin llamar la atención, nuestros viajeros estaban bastante cansados, y más por las constantes peleas entre Sasuke y cualquiera de los otros demonios. Traía en sí esa vena molesta que le provocaba insultar a cualquiera a la más mínima provocación.

-¿Qué es eso?-Preguntó Temari.- ¿Pueden distinguirlo?-

-Carajo, tienes un contrato con un demonio y no te reparas la vista.- Dijo con sorna el moreno.

Kankuro se le abalanzó encima, tratando de defender el honor de su sirvienta, dándole de todo, incluso, golpes bajos.

De poquito en poquito, Chouji se acercó discretamente a Naruto.

-¿Cómo puedes tener una relación con él?-Preguntó señalando al moreno.

El rubio sólo mostró una sonrisa zorruna.

-No nos incumbe, Chouji.-Dijo Shikamaru un poco más al frente.-Pero hablando de otra cosa, lo que señalaste, Temari.-Señaló a un letrero.

“5 kilómetros para New Forest”, decía el letrero casi a medio caerse, nadie le había hecho su propia reparación desde hace tiempo.

-Este viejo letrero sigue igual que antes.-Dijo Shikamaru mientras soplaba y hacía que saliera algo de polvo.

-¡Oh, sí!-Gritó el rubio dando saltitos.- ¡Ya casi llegamos-ttebayo!-

De pronto (y de manera muy brusca) Hinata se abrió paso entre sus compañeros a la voz de “Vamos por cervezas”.

Sin contradecirla, siguieron caminando un poco más hasta que llegaron a un bar, estaban a punto de entrar cuando Shikamaru paró en seco, perdió su mirada en la distancia.

-Entren ustedes, ahora los alcanzo.-Dijo el Nara mientras corría por la calle abarrotada.

-¿A dónde irá este?-Preguntó la morena frunciendo el ceño.

-Dejémoslo, de seguro vuelve rápido, es Shikamaru de todas formas.-Comentó Neji, a lo que todos asintieron y entraron haciendo escándalo.

Shikamaru corrió por la calle, antes de perder lo que había atraído su vista.

Cuando llegó, se abalanzó sobre ella.

-¡¿Pero qué…?!-Gritó la rubia.

Se volteó a la dirección donde el chico se le había tirado.

-¡¿Shikamaru?!-Preguntó embelesada.- ¡Eres tú! ¡No puedo creerlo!-Y lo abrazó con efusividad, dejando lo que tenía en las manos sobre el suelo.

El mayor correspondió el abrazo, emocionado por encontrar a su hermana después de tanto tiempo.

-¿Dónde has estado?-Preguntó inflando las mejillas en plan enojo pero más lindo que nada.

El castaño le apretó los morritos, esperando desinflarlos, y con una sonrisa tierna respondió.

-Por aquí y por allá, negocios.-Dijo moviendo sus manos de arriba abajo poniendo una cara bastante chula, obviamente de broma.

-Te vas a quedar, ¿cierto?-Preguntó la rubia con los ojos brillosos.-Tienes que quedarte, te has ido mucho tiempo.

-Si supieras.-Suspiró apenas para sí, pensando en todos esos años en los que se fue y se unió a las brujas vagabundas.

-¿Qué dijiste?-Preguntó la rubia, pues no le había alcanzado a escuchar muy bien.

-Ah, nada, nada.-Sacudió su cabeza de un lado al otro.-Está bien, me quedaré, sólo que hay un pequeño inconveniente.-

Ella, con cara de duda, lo miró mientras recogía sus cosas del suelo.- ¿Qué inconveniente?-Preguntó.

-Vengo acompañado.-Comentó sonriente.

La rubia se sonrojó y expresó una sonrisa grande.- ¡¿Te has casado?! ¡¿De verdad?!-No cabía en sí de la emoción.

-No, no, no, claro que no.-Hizo la aclaración moviendo su cabeza enérgicamente.-Vengo con amigos.-

La rubia miró hacia un lado, detrás de Shikamaru, y vio que venían cantando y bailando 5 personas que se habían robado los tarros de cerveza de un bar mientras eran perseguidos por el dueño y algunos meseros.

-¡Shikamaru, estos pandrosos nos quieren quitar las birras!-Se escuchó al rubio mientras el grupito pasaba de largo frente a sus ojos.

La rubia suspiró, cerró sus ojos, frunció el ceño y de la forma más calmada posible miró al Nara.

-¿Qué te puedo decir? Son buenas personas.-Dijo al ver las expresiones de su hermana menor al ver pasar a los susodichos.

-Mientras no me hagan desastres estaré de acuerdo.-Tomó sus cosas y empezó a caminar, haciendo que el castaño le siguiera rumbo al lugar donde se quedarían.

-Eres un ángel, Ino.-Sonrió al tiempo que le quitaba las cosas de las manos para aligerar la carga de la chica y ésta sonrió y le dio un leve empujón con los hombros.

 

 

Un hombre caminaba cerca de las entradas de la ciudad, al pedir indicaciones, vaya sorpresa la que se llevó al descubrir que la ciudad tenía una división bastante marcada entre ricos y pobres. Claramente sabía que había esa clase de divisiones sociales, pero no tan marcadas como las había en New Forest.

Apenas entraba al pueblo cuando escuchó lo más parecido a una estampida de toros por una de las calles.

Desde una calle hacia abajo venían corriendo cinco chicos, perseguidos por tres personas bastante enojadas. Los cinco chicos gritaban vulgaridades dignas de patanes, otros 2 sólo reían.

Uno de estos chicos tropezó, era un chico de traje blanco, castaño y ojos perla, ebrio a más no poder.

-¡Señorita Hinata!-Berreó en el piso, siendo alcanzado por los hombres que los perseguían.

Se llevaron al chico ebrio y, ahora,  golpeado a una esquina mientras le lanzaban agua a la cara a cubetazos para bajarle el alcohol.

-¡Suéltenme! ¡Tengo muchísima influencia!-Berreaba mientras trataba de zafarse.-Se los va a cargar… la carreta.-Atinó a decir mientras hipaba producto del alcohol, pero los hombres le respondieron con una cachetada.

Qué bonita primera impresión se había llevado de tan pintoresco pueblo.

Pero bueno, ya habiendo visto aquél espectáculo de bienvenida se introdujo más en la ciudad, necesitaba una posada para quedarse, hasta que pudiera recopilar la información que necesitaba.

Le preguntó a las costureras, a las floristas, a los herreros, y todos concluyeron que el mejor lugar para quedarse era un mesón, donde se servía comida excelente, al igual que el servicio, y en la segunda planta podías encontrar varias habitaciones con las que alguien de bajo presupuesto, podía dormir cómodamente.

Se dirigió hacia allá, casi en el centro, cerca de la ciudadela, donde le indicaron. Ahí estaba, parecía un lugar muy acogedor, llegó con el encargado, que amablemente le saludó y sonrió.

-Buenas, señor, ¿en qué puedo servirle?-

-Verá, no soy de aquí, vengo de paso, y me gustaría una habitación.-

-Muy bien, caballero, sólo dígame su nombre, es para el registro.-

-Por supuesto, me llamo William Kirkland.-Y sonrió con prepotencia.

 

 

Estadillos, relámpagos, granizo, todo eso había caído sobre el pequeño poblado de Sherborne. Habían pasado varios días, pero Deidara ya había dominado el clima casi en su totalidad.

La pequeña cabaña que habían estado habitando el demonio y él estaba repleta de cosas pequeñas que él había aprendido a robar con avidez.

No había habido ningún respingo, y la mayoría de las órdenes que le daba Itachi eran cumplidas al pue de la letra.

Desde el techo de un edificio, podían ver todo el esplendor del pueblo, estaban sentados al filo del techo, con los pies en el aire. Itachi le mencionaba cosas y Deidara las tenía que modelar en arcilla.

-¿Ves?-Dijo el rubio.-Ya estoy mejorando bastante, puedo hacer casi cualquier cosa.-

-Ya me doy cuenta, novato, pero lamentablemente, aún son a pequeña escala. Estos te pueden servir de transporte también.-Dijo plantando la duda en la cara del rubio.-Te explico, toma un pájaro.-

El rubio hizo lo propio con un pajarito de arcilla.

-Ahora dale un empujón.-

-¿un empujón?-A pesar de la extraña orden, el ojiazul empujó un poco al pajarillo con el dedo, el cual comenzó a aletear y como a poco, levantó el vuelo.-Increíble.-Exclamó con sus ojos llenos de brillo por el nuevo descubrimiento.

-Exactamente eso es, es increíble. Nadie más lo puede hacer, esto es brujería de alto nivel.-Se levantó de su lugar, transformó su expresión a una bastante seria.-Pronto tendremos competencia, así que será mejor que te prepares.-

El rubio  sólo miró sus manos, a esas bocas que se movían constantemente. Sabía que no era el único hechicero en el mundo, pero tampoco esperaba tener que defenderse de algo así.

-Creo que llegó el momento de irnos.-Comentó el moreno. El rubio iba a dar una respuesta positiva cuando Itachi espetó.-Pero antes, te enseñaré algo muy importante.-

El rubio escuchaba atentamente.

-Tienes que hacerme un sacrificio.-

-¿Un sacrificio?-

El moreno, sin tener mucha tolerancia, le dio una bofetada, de esas que dejan marca, casi tirándolo del techo.

-¡¿No te he dicho que no me interrumpas?!-Sus ojos se tornaron rojo sangre, era fácil de cabrear.

-Lo siento.-Susurró el rubio.

-Tiene que ser un sacrificio, pero no de esas tonterías de pasar hambre o cosas así, no.-Se empezó a pasear por el lugar con una sonrisa grande sobre su rostro, casi sádica.-Uno animal… o humano.-

El rubio se sorprendió, había estado aguantando los tratos de Itachi, tales como obedecer en todo, las bofetadas y ser violado, había pensado que eso significaba un sacrificio, ¿pero uno humano? Era una idea que simplemente no podía concebir.

-¿Qué? ¿Te da miedo?-Preguntó el moreno acercándose a él.

-Claro que no.-Respondió el rubio balbuceante.

-Porque parece que estás asustado, déjame ayudarte.-

Se acercó más él, y cuando lo tuvo a su alcance, posó su zapato sobre la espalda del rubio, empujándolo un poco, provocando que casi se cayera del filo del edificio, si este no se hubiera sujetado bien.

-¡¿Qué te pasa?!-Preguntó más que escandalizado.- ¡¿estás loco?!-

-Esto…-Dijo jalándolo del cuello de la camisa, provocando que cayera de espaldas al suelo.-Es para que veas que siempre pueden haber cosas peores.-

Sin dar lugar a vacilaciones, le arrancó los pantalones y la camisa al rubio, ya tenía varios días sin castigarlo de esa forma, hacía que estaba deseoso de ver la expresión temblorosa y temerosa que se dibujaba en los ojos del rubio.

-¿No te basta con hacerme esto? ¿Para qué quieres un sacrificio?-Las mejillas se le tornaron rojas, pero no por la vergüenza de estar desnudo, sino por el par de puñetazos que Itachi le había dado amablemente.

-Hace tiempo que no respingabas, esclavo.-Sin pensarlo dos veces, levantó las caderas del menor, separó sus glúteos y lo penetró con fuerza, tanto que empezó a desangrarse al momento.

Deidara gemía, lloraba, gritaba, todo mezclado en el mismo alarido, sabía que era una forma de castigar para Itachi, pero no se esperó lo que venía.

Ya casi a punto de venirse, Itachi posó uno de sus dedos sobre la punta del miembro del ojiazul.

-¿Qué haces?-Preguntó mientras jadeaba.

-Algo diferente.-

Deidara sintió venirse, después un inmenso dolor.

-¡Suéltame! ¡Quita tu dedo!-Suplicaba.

En lugar de soltarlo, Itachi se aferró a él con más fuerza, mientras seguía con las estocadas, cada vez más, fuertes. El rubio trataba con todas sus fuerzas de zafarse del agarre del mayor, pero simplemente, el moreno era más fuerte que él.

El dolor incrementó cuando sintió la esencia ardiente del demonio adentrándose a sus entrañas. Quemada, dolía, ardía.

-¡Ah! ¡Qué bien se siente venirse!-Dijo burlonamente.

Aún tenía el dedo sobre la punta del rubio, así que se le ocurrió ser un poco más creativo. Tomó una de las manos de Deidara, y con algo de esfuerzo, logró abrirle la boca, quitando su dedo, introdujo el miembro de Deidara a una de las bocas del mismo, provocando que se viniera de una manera muy dolorosa y con su mano mordiendo su miembro para después escupir el semen del menor. Esto provocó un dolor bastante agudo, pues, gracias a la mordida, le había quedado un halo morado alrededor de su miembro, y la boca no respondía bien, sólo escupía.

Deidara sólo se retorcía de dolor, sobre el suelo frío, escondiendo sus genitales entre sus manos.

-¡¿Pe-pero que has hecho?!-Preguntó molesto.

-Darte a entender que hay cosas peores que un simple sacrificio.-Dijo campante.-Además, si tanto te asusta hacerme un sacrificio humano, mata un pollo.-Se rió frenéticamente mirando cómo el rubio se ponía de pie.

Aún con una expresión de ira inyectada en sus ojos, Deidara se veía como el hombre más apuesto del mundo. Tomó sus pantalones y su camisa entre sus manos para vestirse.

-No me mires así, pensé que ya no lloriqueabas.-Se acercó a él y le dio una palmada en la espalda que hizo que casi se callera de boca.-Vámonos a casa, novato.-Sonrió al decir esto, parecía que Deidara ya estaba en posición de poder defenderse de un par de brujas.

A regañadientes y murmurando cosas, Deidara decidió seguirle el paso, no quería volver a ser castigado, ni siquiera le importaba dejar la arcilla y sus estatuillas.

-No te preocupes por eso, puedes hacer más luego.-Comentó el demonio.

Deidara lo miró con pesadez, no era nada fácil hacer una mezcla de arcilla de calidad.

-Sólo elimina esa cosa.-Señaló al pajarito que seguía revoloteando por ahí.-No quieres que nadie lo vea, ¿o sí?-

El rubio, con un solo chasquido de sus dedos logró que el pequeño pajarillo de arcilla se prendiera en fuego, se endureciera y cayera al suelo, terminando con su vida. Ya se había hecho más dócil, así evitaba que el moreno se enojara con él.

No lo había notado, pero hasta el momento aún no podía ejecutar nada contra el pelirrojo, podía pensar en aniquilar a la pelirrosa, liquidar a la servidumbre, incluso la idea de asesinar a uno de sus herederos le parecía satisfactoria, pero no hacerle daño a él.

Al momento recibió un codazo de Itachi, el cual le rompió la nariz, bufando preguntó

-¿Por qué hiciste eso?-

-Porque eres un idiota.-Contestó agresivo.

Deidara siguió bufando y se acomodó la nariz, sosteniéndola para dejarla en su sitio y que sanara correctamente en los siguientes minutos.

-Te daré su corazón.- Susurró refiriéndose al pelirrojo.

“Yo sólo quiero el tuyo”- Un pensamiento que borró rápidamente de su mente.

 

 

“Tris-tras, tris-tras”, era el chillido rítmico que provocaba el movimiento enérgico de una cama matrimonial de madera pesada. En la cama se podía ver a una pareja dando el alma en esa expresión física de amor.

Los gemidos, gritos y suspiros eran recurrentes entre los dos amantes. Suerte la suya que las paredes eran de grueso material, si no, alguien ya los hubiera pillado hace tiempo en pleno acto.

Un alarido de placer se escuchó salir de la boca de la chica, pues había llegado al orgasmo a pesar de su edad, y lo disfrutó todo el tiempo que duró, pues hace años que no tenía uno.

Cayó agotada sobre el pecho de su compañero, retorciéndose por el fantasma del deseo y el placer que acababa de experimentar.

-Eso fue fantástico.-Exclamó agotada mientras trataba de recuperar la respiración.

-Y que lo digas.-Dijo el hombre encendiendo un cigarro.-No he tenido una amante tan voraz como tú, Sakura.-Le apretó una mejilla, dejándola más sonrojada.

Ese hombre, claramente no era su esposo, se había cansado de los constantes rechazos amorosos de Sasori, y lo mejor que tenía a la mano, era un sirviente que sabía guardar los secretos tan bien que se llevaría su relación a la tumba si ella se lo pidiese.

-¿Dónde has estado toda mi vida?-Preguntó en tono cariñoso.

-A tu lado, bella dama, pero tu familia hizo que tus ojos miraran otros horizontes.-Bajó la mirada pesaroso.

Ella sólo golpeó la cama con un puño cerrado.

-Ni me lo recuerdes, de haber sabido que eras tan buen amante hubiera escapado contigo, y dejado que mi familia quedara en bancarrota por la avaricia y mantener su maldito estatus social.-

-Ya, ya.- Llenó de besos los labios de la Haruno.-Aún podemos escapar, sólo que tu esposo no se entere.-

-Aliento tu espíritu porque eres más joven, pero yo estoy rosando los 40, no puedo moverme tanto como una quinceañera.-Sus ojos se aguaron recordando su juventud.

-Yo llevaré tu ritmo, sólo ten paciencia.-Besó su frente, le pareció un acto tan dulce que no paró de sonrojarse, lo cual le pareció adorable. Rápidamente la vistió y se vistió el mismo para salir y seguir con sus labores: Ella como la señora de la casa, y él como un simple mayordomo a su servicio.

-Antes de salir de esta habitación, quiero que sepas algo.-Dijo ella sonrosada y abrazándolo gentilmente.

-Dígame, señora, ¿qué desea de este simple mayordomo?-Aún antes de salir de la habitación, él ya había adoptad su posición como sirviente.

Ella susurró a su oído, marcando una sonrisa amplia en sus labios y se fue corriendo burlona. Él se dirigió a la cocina, embelesado, sonriente y dando saltos pequeños a forma de baila de celebración, susurrando “espera un hijo mío”.

 

 

 

-Querido.-Se escuchó desde el otro lado de la puerta.

-Pasa.-Exclamó el pelirrojo.- ¿Qué necesitas?-

-Sólo quería que arregláramos nuestras diferencias.- Se sentó justo frente a su escritorio, donde él estaba sentado bebiendo.- Sé que la última vez que hablamos no estábamos muy calmados, ni siquiera estábamos conscientes de lo que decíamos, pero ya pasó un tiempo desde la muerte de nuestro hijo, y quisiera volver a intentar te…-

-Quiero el divorcio.-Espetó interrumpiéndola.

Esto dejó boquiabierta a su esposa. No podía concebir la idea de separarse de su esposo, pensó que ya estaría más estable mentalmente, pero no era así.

-¿Pe… pero por qué?-Preguntó petrificada.

Saltó sobre el escritorio, casi cayéndose por los tragos que se había bebido.- Quiero seguir mis sueños.-

“Se ha vuelto loco”-Atinó a pensar la pelirrosa al verlo en esa pose de caballero de la corona más galante y valiente.

-¿Cuáles sueños?-No pensaba preguntar eso, era como seguirle la corriente a un niño con alguna travesura.

-Quiero ser el nuevo bufón de la reina.-

-¿Te divorciarás de mí sólo para intentar ser bufón? ¡Bah! No hay una pizca de buen humor ni graciosidad en ti.-

-¡Búrlate de mí, ingenua! Así comienzan su oficio los bufones.-Y sonrió tratando de hacer malabarismos con una manzana y dos naranjas que tenía en un  frutero.

-En la cena discutiremos esto, ¿está bien? Se lo diremos a mi madre.-

-Claro, “querida”, ahí te esperaré, prepararé mi acto para mostrárselo a mi “queridísima suegra”.-Se burló haciendo que la pelirrosa saliera del cuarto, y acto seguido, Sasori lanzara sus frutas hacia la puerta, haciendo que chorrearan jugo por toda la madera.

Se acostó sobre el diván al filo de la ventana, burlándose de sí mismo por lo que acababa de hacer.

-Su puta madre se hará bufón. Yo quiero casarme con mi plebeyo favorito.- Sonrió, pero esta vez con lágrimas en los ojos, no sabía ni qué haría en un futuro, ni a quién heredaría su fortuna, pero él sólo quería ser feliz con la persona que originalmente amó.

Notas finales:

Nota importante: En el S. XII aún no existían los divorcios, pues la iglesia católica creía fervientemente en que el matrimonio era para siempre, esto para desgracia del Rey Enrique VIII de Inglaterra, que quería tener un hijo de otra mujer, así inició la ruptura de relaciones con la Iglesia católica romana y se estableció como jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra (Iglesia anglicana) para poder divorciarse de Catalina de Aragón en el 1533. Tuvo múltiples esposas e hijos.

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