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Todo tiene un precio por Chibi-Chan

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Notas del capitulo:

Muy buenas las tengan y mejor las pasen, criaturitas de la creación ouo

Aquí les dejo el segundo capítulo de este fic en crecimiento, trataré de actualizar cada semana nwn

Gracias por leer <3

Eran ya altas horas de la noche, Deidara terminaba de cenar una sopa de papas y tomate, no podía permitirse dormir después de los hechos acontecidos la noche anterior y ese mismo día en la mañana.  Su mejilla había sanado con éxito, pues la regeneración fue muy rápida, estaba enteramente reconstruida, pero eso sí, había derramado tanta sangre que pasó todo el día y parte de la noche limpiando el piso y sus cobijas. A su mente vino una parte en especial de ese mismo día.

"Considéralo si es que quieres jugar sin reglas, yo me sé todos los trucos, peón."

Esas palabras rondaban por la mente de Deidara como moscas sobre miel. Al parecer, matar para Itachi era muchísimo más sencillo de lo que significaría para él. Sabía que se estaba metiendo en asuntos realmente peligrosos. Se preguntaba si de verdad su venganza valía tan la pena.

¡¡¡Pero claro que lo vale!!!

Sasori tenía que pagar todas y cada una de las humillaciones que había traído consigo el rechazo. Pagaría por haber preferido a esa niña rica y mimada. Lo haría retorcerse en espinas por haber tenido un hijo con alguien cuyo único interés era aumentar su fortuna y popularidad con los pueblos vecinos.

No se había dado cuenta de que, con cada pensamiento, apretaba más y más la tela de su camisa. La soltó y distrajo su mente llevando su plato sucio a un cubo pequeño que le serviría para remojarlo, y tapando la cacerola con papas y tomate, pues sería su cena para 2 ó 3 noches más.

Para su alivio, ya no sentía dolor en sus caderas, y mucho menos en su entrada, al parecer los remedios caseros de su madre le habían sentado de maravilla.

De un recipiente hondo de tamaño pequeño, hizo una mezcla de flores secas, un poco de miel y pasas, la cual se convirtió en una mezcla moldeable al poco tiempo, y la envolvió con diminutas hojas de yerbabuena, para luego meterlo a su boca y masticarlo durante un rato, hasta que sintiera su boca lo más limpia posible.

Sin querer hacer mucho esfuerzo, no se desvistió y se fue a cama así, apagando la única vela que le daba luz a la habitación. Desplegó la manta y se la echó encima, para luego posar la cabeza sobre su brazo. Había estado observando las  palmas de sus manos todo el día, y había visto la evolución de las "heridas" que habían aparecido al recibir sus poderes. En las comisuras de esas heridas habían comenzado a sobresalir pequeños pedazos, finos  y delgados, de lo que parecían ser sus propios huesos. Se asustó en un principio, pero no le tomó mucha  importancia debido a que no dolían para nada, pero parecían querer convertirse en un par de bocas, con sus respectivos labios. Lo que sí le dieron fue curiosidad, pues, inconscientemente, pasaba sus dedos por el área durante el día.

Ya no importaba, era hora de descansar un poco, pero sus sentidos no lo dejaban dormir. Sabía que había alguien observándolo, sabía exactamente de quién se trataba, pero no quería voltear. Ya lo había asustado demasiado en la tarde como para meterse en una pelea de miradas, la cual sabía de antemano, que perdería. Cubrió su rostro con  la cobija, dio un pequeño respingo, se había dado cuenta de un detalle importantísimo. No había hecho plan alguno para ejecutar su venganza. ¡Ninguno!

Se le figuró rara la idea de no haber concebido ningún plan para hacer infeliz al pelirrojo. Tenía que pensar en algo, y pronto.

-No te preocupes.- Escuchó susurrar en su oído.- Te ayudaré a planearlo.- Era la voz del moreno.

Deidara apenas pudo reprimir un respingo de miedo al oír esa voz tan prepotente tan cerca de él. Cerró sus ojos fuertemente y terminó por tapar completamente su cabeza con la manta.

En la oscuridad sólo se distinguía la sonrisa burlona del demonio.

-¿Desde cuándo lees la mente?- Preguntó entre sus cobijas.

- Desde siempre, saber lo que piensan mis adeptos es… muy importante.- Respondió en tono sarcástico.

- Deberías de dejar de hacer eso, es incómodo.-

-¿Por qué? ¿Porque sé que estabas pensando en lo que te hice justamente ayer? Oh, sí, deber ser bastante molesto.

El rubio, molesto, le pasó por la cabeza querer lanzarle la almohada a ese perro para que se callara de una buena vez, pero tenía la desventaja de que Itachi podría saber el movimiento, además de no poder localizar dónde estaba.

-Qué bueno que no eres un completo idiota.- Se escuchó en la sala.

-¡Desaparece!-Gritó el ojiazul.

Lo único que se escuchó fue el eco del grito de Deidara.

Éste, sorprendido, se quitó de encima la almohada que cubría su cara, se incorporó y vio el espacio de su casa oscuro y sin rastro del moreno.

No podría creer que Itachi de verdad se había ido, por un lado se alegraba mucho, y por el otro, le preocupaba bastante el hecho de no tener a la vista al moreno. Dio un suspiro y se recostó no nuevo.

-¿Qué te dije ayer?- Se escuchó venir desde el techo.

El rubio elevó la mirada, Itachi estaba acostado en el techo, mirando hacia abajo, mirándolo a él. Esto lo asustó más de lo que pudiera haber previsto, pues el demonio tenía una mirada sádica, sus ojos se tornaron de color rojo intenso y parecía que en cualquier momento saltaría sobre él.

-No comerás nada si yo no quiero que comas.- Un plato, en un rincón lejano de la casa, explotó de repente. Deidara, sorprendido, volteó al verlo, y al regresar la mirada al moreno, estaba más cerca. -Dormirás sólo cuando se me dé la gana.- Un cuadro que estaba colgado en la pared se cayó, destrozando por completo y marco, vidrio y fotografía, una vez más, el moreno estaba más cerca. -Te entregarás a mí cuando yo lo desee.- Otro objeto volvió a explotar. Deidara no aguantó el miedo y cerró firmemente los ojos.-Y nunca….-Todas las ventanas de la casa explotaron de un momento a otro.- Vas a contradecirme.

Sin esperarlo, Deidara sintió un fuerte empujón sobre su abdomen, para luego sentir cómo el mayor levantaba sus piernas con brusquedad.

-¡¿Qué demonios estás haciendo?!- Preguntó el rubio con una sorpresa y terror tales que sus ojos no podían abrirse más de lo que ya estaban.

El moreno no respondió y arrancó los pantalones del chico. Con un movimiento de mano, unos lazos de espinas sobresalieron de la pared, logrando ajustar las piernas de Deidara así como sus manos. Tomó firmemente su miembro entre sus manos y lo introdujo de una forma tan violenta que Deidara pensó que se partiría en dos.

Sus movimientos pasaron de ser rápidos a frenéticos, ni una gota de sudor se pasaba por su cuerpo, en cambio en Deidara las lágrimas recorrían sus mejillas, el sudor pasaba por su frente, mejillas, pecho, todo su cuerpo se bañaba en sudor. Sus gemidos eran una mezcla entre dolor agonizante y placer inmenso, que a los oídos de Itachi eran una razón más para seguir.

Sus manos y piernas estaban adoloridas por las espinas, pero su atención se centraba en su entrada siendo penetrada por su nuevo amo, pues dolía más que sus manos.

Sentía que ya no podía más, estaba muy cansado, adolorido y, de alguna forma, satisfecho con lo que Itachi le hacía, pero él moreno no tenía intenciones de parar pronto.

Y de pronto, pasó lo inevitable, Deidara se vino dejando sus fluidos llenar su pecho, parte de la cama y unas pequeñas gotas cayeron sobre la boca de Itachi. Éste las lamió sin vacilar, provocando que el ojiazul volteara su cara a un costado, sonrojado. Aun así, Itachi no se detenía, él no iba a parar, pero debía de admitir que la contracción en el ano de Deidara al correrse le había provocado más placer aún, por lo que continuó dándole estocadas, cada vez más y más fuertes, rápidas y sin piedad alguna, hasta que se vino dentro, antes de terminar, sacó su miembro del interior de Deidara, provocando que el semen cayera en su rostro y un poco dentro de su boca. La cara de placer del menor era maravillosa. Sus ojos brillaban con odio, miedo y satisfacción, su cuerpo sudado incitaba a hacerle caricias varias, y su miembro estaba hinchado aún, descansando después de haberse venido para volver a su estado normal.

Sin poder evitarlo, su lengua con la esencia de Itachi dentro de su boca para después tragarlo.

-Si me vuelves a desobedecer, te irá peor, novato.- Dijo con desprecio al tiempo que se ponía de pie.

-¡Q-quema!-dijo de pronto, tratando de regular su respiración.

El líquido blanquecino venido del moreno le escocía el ano, sus labios y rostro.

-¡Acostúmbrate de una vez!-Dijo el mayor para después desaparecer entre las sombras.

Las ataduras de sus manos y piernas se desvanecieron. Las marcas de espinas enterradas dentro su carne poco a poco fueron cerrando de inmediato y el dolor por las quemaduras del semen de Itachi ya era mínimo.

“Tal vez no tendría por qué recuperarme de algo tan pronto si sólo dejara de ser tan brusco.”-Pensó.

Esa noche, por más que rodaba sobre su cama, cambiando de posición a cada momento, no pudo dormir por más que hubiera querido. Su interrogante seguía siendo la misma, ¿valía la pena soportar ese trato?”

Sin poder soportar mucho más, soltó pequeñas lágrimas, una mezcla líquida de dolor físico, y el dolor que sentía su corazón. Se había prometido no volver a soltar ninguna lágrima por aquél que lo trató peor que a un gusano. No le iba a volver a dar sus lágrimas al tipejo ese de cabellos rojizos. Estaba cansado de llorar, estaba harto de pensar en él y en la gran vida que se debería de estar dando en ese momento con su esposa, la muchachilla rica de la ciudad vecina.

Quería venganza lo más pronto posible, no podía esperar para hacer sufrir al que alguna vez fue la persona que más amó.

-Puedes dormir.- Escuchó de alguna parte de la habitación. Era la primera orden de Itachi que le gustaba recibir.

Sin más, y por más cansado que estaba, por fin se quedó dormido.

 

Era ya de mañana, no había sol, todo estaba nublado y lluvioso. Fuera de la ventana del rubio sólo se podían ver cuervos navegando por el aire, sus graznidos eran lo único que parecía acompañar el melodioso sonido de la lluvia cayendo en el terroso suelo.

El cuerpo de Deidara temblaba a causa del frío mientras era observado por Itachi. Lo miraba como si fuera la cosa más divertida del mundo. A propósito bajaba la temperatura de la pequeña casa para mirar sus reacciones.

De repente miró a su aprendiz de manera lenta y discreta. Su figura era delgada, sus hombros eran pequeños, de piernas finas y delgadas. Cabello largo y grueso, al igual que radiante. A veces se sentía ligeramente incómodo, no por estar cerca de él sino porque ese chico había elegido un destino peor que la muerte cuando la vida, por sí sola, le pudo haber dado más de lo que esperaba.

Sin pensarlo mucho, y sin poder detener ese impulso, Itachi pasó de estar en el marco de la ventana a un lado del rubio, proporcionándole calor en su forma canina, para ver si podía ayudar a que dejara de tiritar.

El moreno, por resoplar tan fuerte, movía algunos cabellos de la frente de Deidara, dándole un aspecto tierno y casi angelical.

Se sentía molesto, nunca había tenido una actitud así con nadie, nunca ha habido excepciones, ni siquiera con sus más extraordinarios alumnos, entonces, ¿por qué con un chiquillo de una pueblo cualquiera?

Subió la temperatura de la pequeña casa hasta que Deidara dejó de temblar a causa del frío, y de pronto, se desvaneció entre las sombras al tiempo que los cuervos graznaban al alejarse, volando en la lluvia como si nada más importara.

El entorno estaba helado, su estómago rugía, sus manos estaban frías, pero no podía abrir sus ojos por más que lo quisiera.

Un fuerte golpe sonó en una ventana de la casa. Gracias a él, Deidara pudo abrir sus hermosos ojos azules, su cuerpo estaba entumecido, pero pudo notar que había pelo negro en la cama, no dijo nada por temor a que Itachi leyera su mente como lo había hecho con anterioridad.

Se quedó un poco más de tiempo acostado mientras movía los dedos de sus pies, después hizo presión en los músculos de sus pantorrillas, descubriendo que ya no le dolían las caderas. Empezó a moverse de poco en poco hasta que pudo voltearse por completo. Bajó sus piernas al suelo, descalzo descubrió que el suelo también estaba frío, dio un respingo al tocarlo. Se levantó llegando al filo de la ventana. Afuera hacía un espléndido día lluvioso. No pudo evitar recordar cuando bailaba con su compañero pelirrojo bajo la lluvia, dando saltos y piruetas en el lodo, sin importar que se mancharan ropas tan finas como las que Sasori siempre vestía. Recordaba sus abrazos, sus caricias, sus besos bajo la lluvia. Al igual que esas gotas de agua caían sobre el suelo terroso de New Forest, las lágrimas tibias salidas de sus ojos se convertían en pequeños copos de nieve al tocar el marco de la ventana.

No se había dado cuenta de cuándo ni cómo, pero del cielo también comenzaron a caer copos de nieve, llegando al suelo y combinándose con la tierra, logrando que pareciera lodo blanco. Volvió en sí cuando pudo sentir el frío más allá de la ventana y dentro de su pequeño hogar.

-Está…- Sorprendido, extendió una de sus delgadas manos al exterior, logrando que algunos copos cayeran sobre ella, y convirtiéndose en agua por el calor que el propio chico emanaba.

-Nevando.-Respondió el moreno detrás de él. Lucía un traje negro y una elegante corbata en color blanco. Estaba sentado en una silla junto a la mesa.- Y es gracias a ti.-

Esto le extrañó bastante al rubio, ¿qué quería decir con que estaba nevando gracias a él?

-Es imposible.-Dijo el ojiazul mirando al moreno.- Estamos en pleno verano, no puede nevar, y menos por mi culpa.-

-Sécate las lágrimas.-Ordenó el mayor.

Deidara vaciló un poco antes de hacer lo que Itachi le ordenó pero así lo hizo, se quitó las lágrimas y sobre sus manos yacían unos cuantos copos de nieve que se derretían rápidamente.-

-¿Co-cómo es esto posible?-Cuestionaba mientras secaba sus ojos con las mangas de su gastada camisa.

-Te di los poderes que tanto deseabas.-Respondió el ojicarmín.-Depende de ti qué uso les des.-

El moreno se paró de su asiento y comenzó a caminar hacia el rubio, éste seguía impresionado por lo que acababa de pasar.

-Ahora…-Cuando se dio cuenta, Itachi estaba a escasos centímetros de su rostro, provocando un claro sonrojo en su rostro y volteando a ver a otro lugar.-Te daré tu primera tarea.-

Deidara se impresionó ante esto, si bien no había hecho nada en los últimos días, también le impresionaba que dijera algo así tan de repente, a pesar de que se había preparado para estar listo al cien por ciento.

-Te encargarás de cambiar el clima, hazlo uno completamente distinto, ya sea soleado, con mucho viento, tal vez una inundación no caería mal.-Decía mientras  se apoyaba en su pierna mientras miraba a Deidara con una cara de asombro.

El ojiazul no se esperaba tener una petición de ese tipo, ni siquiera se esperaba que las brujas pudieran cambiar el clima de repente.

-¿Y… y cómo…?-

-Es tu trabajo averiguarlo.- Sentenció el demonio.- Yo te estaré observando.-

El demonio mordió delicadamente su oreja, haciendo que el sonrojo de Deidara creciera más de lo que pudiera soportar. Se giró rápidamente, ya no sentía el frío bajo sus pies, sólo veía el paisaje que le brindaba su ventana.

“¿Qué haré ahora?” Se pregunta a sí mismo. No creía tener la fortaleza de poder hacerlo por su cuenta, pero recordó los acontecimientos pasados. Recordaba haber movido algunos objetos cuando recién obtuvo sus poderes, la misma noche donde conoció a ese demonio en traje de gala, también cuando Itachi le desprendió la carne del rostro, estaba casi a desmayar, pero recordaba haber atraído hacia sí esos trapos que contuvieron su hemorragia.

¡Sí! Lo había hecho, ¿pero cómo? Buscó y buscó en sus pensamientos, y no encontraba la razón por la cual esos objetos se habían movido.

-Tómate tu tiempo, pero no mucho si no quieres que la muerte se lleve primero a Sasori que tú.- Rió burlescamente.

“Concéntrate”-Se repetía a sí mismo.- “¿Qué tienen esos acontecimientos en común?”

No podía pensar en nada más hasta que, al tocarse el rostro lo supo. Esos acontecimientos pasaban por tener un objetivo. Necesitaba tener clara la meta de poder cambiar el clima del exterior.

Separó sus piernas, puso una delante de la otra, colocó sus manos sobre el borde de la ventana, no sin antes tocar las heridas abiertas y cicatrizadas que tenía en cada una de sus palmas, dio un respiro y ordenó “¡Que haya truenos!”

Dicho y hecho, el cielo comenzó a tronar y a relampaguear. Las luces amarillas centelleaban en el grisáceo cielo de New Forest. El rubio estaba encantado con el resultado que había obtenido, pero en la cara del moreno se leía rabia.

Con una mano tomó la boca de Deidara y con la otra su cintura, llevándolo al centro de la pequeña casa, donde lo tiró al suelo con reproche.

-¡¿Acaso estás demente?!-Vociferó el demonio con ira.

El ojiazul sólo tenía una temerosa interrogante, no sabía por qué Itachi reaccionaba de esa manera si había hecho justo lo que se le había pedido.

-¿Qué… qué hice?-

-¡¿Qué hiciste?! ¿Qué hiciste?-El moreno no cabía en sí de la rabia.- ¡Mira!-

Deidara miró hacia donde Itachi apuntaba, era la ventana, ¿pero por qué la reacción?

-No puedes andar gritando a los cuatro vientos que cambie el clima, eso es lo más estúpido que puedes hacer por ti mismo.-Dijo el demonio.- ¿Acaso quieres que te descubran como un hechicero tan pronto? ¿Quieres ser colgado? ¿Atado, amordazado y quemado en la hoguera? ¡¿Acaso quieres que te corten la cabeza unos simples humanos?!-

El demonio no podía aguantar su furia. Zarandeaba al rubio por los hombros como si se le fuera a ir la vida en eso.

-Lo lamento.-Fue un más un susurro que nada, pero hizo que el mayor se detuviera.- ¡Lo lamento!-Repetía con tristeza.

Itachi lo soltó y dio media vuelta, caminando por el pequeño salón, sin decir meramente nada.

-Brujas y hechiceros más experimentados no han muerto por torpezas como la tuya, si no por luchar en batalla, en guerras en contra del ser humano y sus reglas religiosas que rigen este mundo, usando ese librucho como un régimen estricto de vida.-

Itachi estaba serio, bastante enojado pero al mismo tiempo no levantaba la voz.

-Yo ayudo a aquellas personas que han decidido algo diferente, a los que no quieren que su vida se base en lo que un libro por siglos más viejo que ellos les diga qué hacer. Así que no permitiré que otro subordinado mío muera mientras esté en mis manos evitarlo.-Miró a Deidara.

Éste último tenía rastros de nieve derritiéndose en sus mejillas pálidas, como la camisa que llevaba era muy delgada, se podían ver las marcas y moretes que habían dejado los jaloneos de Itachi sobre sus hombros. Sus hermosos ojos azules brillaban con una admiración tal que sólo podían compararse con el brillo de la luna llena en la noche más oscura.

-Mañana proseguiremos, sólo asegúrate de practicar un poco, y no quiero más obviedades sobre lo que eres ahora.-Sentenció antes de volver a darle la espalda. Chasqueó los dedos e inmediatamente el cielo dejó de relampaguear.-Tienes que ser discreto, no puedo darte un mejor consejo que ese.-Y, como ya era su costumbre, se retiró, pero esta vez, dando un gran salto hacia la ventana.

El pobre chico, ya sólo en su pequeño hogar, no pudo resistir mucho y cayó de rodillas al piso. Los moretones le dolían, pero no se inmutaba. No lo había sentido antes, pero supo que había cometido un muy serio error al haber hecho un pacto con el demonio, un error que no tenía vuelta atrás, y ni siquiera pidiendo perdón un millón de veces se le permitiría la entrada al cielo.

Pero, siguiendo las órdenes de su maestro, tomó una silla cerca del él y se sentó a la mesa.

Concentró todo su potencial, miraba al centro de la mesa como si fuera lo más interesante del mundo. De un momento a otro pensó “astíllate”. Y, por increíble que parezca, la mesa comenzó a ejecutar la orden que Deidara le había dado, comenzando como la ondulación que provoca un objeto al caer en el agua, de adentro hacia afuera, provocando pequeñas olas que, mientras más se acercaban al filo de la mesa, iban haciéndose más grandes hasta que la mesa estaba por completo llena de astillas de madera.

“Entonces te daré los poderes más grandes que cualquier brujo o bruja con experiencia desearía tener.”

Esa frase rondaba por su mente en esos instantes. No podía esperar para explotar todo su potencial al máximo. Hacer sufrir lo más posible a Sasori era su única meta, después, aunque se fuera al infierno, se iría complacido.

Estuvo hasta la noche practicando con sus nuevos poderes. En el proceso había descubierto que podía volver las cosas a su estado original, como la mesa o las ventanas que se habían roto la noche anterior. Movía objetos excesivamente pesados, algunos ni siquiera podrían ser jalados con caballos y él los había suspendido en el aire por varios minutos.

Su rostro desplegaba una bella sonrisa, una como las de hace más 2 años atrás. Era encantadora, era sincera, pero no sabía si estaba sonriendo por los motivos correctos.

-Itachi-san, por fin lo logré.-Susurró para sí mismo, alargando mucho más su sonrisa.

“¿Por qué un mortal?” Se preguntaba el demonio en su forma canina vigilando a su nuevo subordinado desde el exterior de la casa. “¿Es que lo he dotado de mucho poder?” “¿Por qué un simple mortal?”-

Llegó a molestarse consigo mismo al darse cuenta del contenido de sus pensamientos. Se mordió la lengua, dejando caer un pedazo de ésta sobre la tierra húmeda, no se preocupó, ya sanaría después. Miraba con un serio coraje al rubio, pero a la vez con una chispa de ilusión que trataría de ocultar en su presencia, nadie lo sabría nunca.

Sonrió de lado. Había caído muy hondo.

Mientras tanto, a las afueras de New Forest, se empezaba a correr el rumor de que, en los pueblos vecinos, habían habido varios ataques, producto de malvadas acciones de brujas y hechiceros,  matando animales y quemando las cosechas. Brujas vagabundas, eran como las llamaban por aquellos lados, y se tenía que tener precaución en todo aquel pueblo al que llegara la alarmante noticia.

La gente iba a la Iglesia a rezar, ir por agua bendita, sal, cuerdas y todo lo que se pudiera esperar para protegerse de las brujas. La gente se empezó a alborotar a las afueras del pueblo. Pronto la noticia llegaría a donde Deidara se encontraba, y tendría que ser más cauteloso para no morir sin haber cumplido su venganza.


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