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Y por loveOver

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Notas del fanfic:

Esta historia es toda la vida de Killua antes del manga. Me baso en el manga, no en el anime, y es una historia muy larga.

Notas del capitulo:

Había una gran mesa frente a él, estaba hecha como para doce personas sentadas, pero sólo estaban ellos dos ocupando un par de sillas. Sentados uno frente al otro en una esquina de la larga madera. El ambiente tenebroso y oscuro le hacía tener desconfianza de lo que pasaba y con quien hablaba.


El extraño sacó un montón de cartas envueltas en un paño rojo bien atado, lo primero que vio cuando las sacó fue el símbolo de la estrella de cinco puntas en el centro de un círculo, dibujada a mano sobre un cartón del mismo tamaño que el resto de las cartas. El hombre sacó las cartas murmurando algo que no pudo comprender.


—Los arcanos mayores me ayudarán con esto —le dirigió una sonrisa para ganarse la confianza del peliblanco.


—Yo no creo en esas cosas.


—No hace falta que creas tú, con que yo lo haga es suficiente para ellos.


El hombre barajó las cartas después de un momento observando directamente a los ojos del muchacho.


—Ten —le entregó el mazo en las manos y Killua lo aceptó— corta el mazo y, cuando lo hagas, piensa la pregunta que harás a los arcanos.


Killua suspiró; por más ridículo que le resultara todo eso, de todas formas, lo haría. Quería respuestas y el hombre había prometido que se las daría, así que si hacía falta seguir un tonto juego de cartas, lo haría. Cortó el mazo y pensó "¿Qué debo hacer?" con toda su frustración. Luego se lo regresó a su dueño.


El hombre colocó las cartas boca-abajo, formando una cruz, terminando con la carta del centro.


—La respuesta te la diré después de que escuches lo que tengo que decir. Este es el fruto de muchos años de investigación y te puedo asegurar que nada de lo que diga te va a gustar, ni siquiera querrás aceptarlo como verdadero, pero sólo me creerás cuando los arcanos te respondan.


—Por esa misma cosa es por la que vengo. Ya estaba preparado para oír lo que sea que dices saber.


—Aún eres un niño —se rio— tú crees estar preparado. De acuerdo, comencemos...



Cuando nació no hubo una gran fiesta. Sólo había nacido en una habitación rodeada de médicos especialistas y su padre esperando a la orilla de la cama. Nadie hizo comentario alguno cuando el pequeño bebé llenó con su llanto el ambiente. De no ser por las órdenes que de vez en cuando daba el ginecólogo hubiera sido una silenciosa noche.


Una vez que estuvo en brazos de la mujer el primer comentario al respecto se dio— Illumi —dijo y sonrió, mientras observaba casi diabólicamente a su marido— mi pequeño Illumi.


Y el líder de los Zoldyck dio una vuelta y salió del cuarto. Su primogénito acababa de nacer y él no sabía qué reacción tener al respecto. Lo único que sabía era que el turno de ser un buen maestro asesino para ese pequeño, había empezado. De un niño que podría ser el heredero de la familia.


Zeno y Silva habían preparado todo un entrenamiento. Un entrenamiento arduo, complicado y completo, lo suficiente como para volverlo un experto a muy temprana edad, en el dado caso de que pudiera desarrollarlo al ritmo que ellos deseaban. De ser así, entonces, estaba casi asegurado que sería el orgulloso futuro representante de los Zoldyck. Casi asegurado.


Illumi creció entre muchas pruebas, incluso desde antes del momento en que pudo sostenerse en sus dos pies. Podría decirse que era demasiado, tratándose de un bebé, pero Zeno aseguraba que era justo lo mejor.


Lo que en realidad pasó, es que nadie sabía nada sobre cuidar bebés; se le asignó a los mayordomos el cuidado típico de los bebés ya que su madre no estaba del todo dispuesta realizarlo. El papel que ella adoptó fue el de asegurarse que su pequeño retoño tuviera todo lo que necesitaba sin mimarlo demasiado.


Desde que nació, estuvo rodeado de adultos; no supo lo que era jugar con otros niños, ni siquiera supo lo que era divertirse como un niño normal porque siempre tenía algo importante que practicar, y sus horas de descanso sólo las pasaba junto a su mamá, como un niño obediente; sentado en algún sitio, casi nunca se le escuchaba hablar porque constantemente se le decía que él no comprendía todos los temas que trataban los adultos.


Illumi pasó su segundo año de vida en soledad, su madre no era precisamente una persona conversadora y tampoco era que ella entendiera lo que necesitaba hacer. Lo hacía acompañarla a sus compras, a caminar por el bosque, le dedicaba tiempo para su entrenamiento personal, aunque sabía de sobra que el abuelo ya tenía todo un plan desarrollado para él.


Como la mayor parte del tiempo lo estaban controlando y deteniendo sus acciones, negando sus deseos pese a sus impulsos naturales de bebé, y bajo todo el estrés que pudiera sentir, la primera palabra del pequeño fue “no”. Lo gritó durante una horrible sesión donde tenían que romperle un par de huesos para fortalecerlos (porque como hemos de saber, la recuperación de los niños hace que sus defensas se vuelvan más poderosas) y suplicó amargamente que se detuvieran.


Se volvió un niño retraído, pero observador. No se podía decir que fuera tonto porque cada vez que hablaba era para decir cosas que no eran normales en un niño de su edad, observaciones sobre su entorno, comprendía muy bien su cuerpo y podía indicar con precisión lo que le dolía si es que le dolía algo, entendía cuándo debía hablar y cuándo no. Todos se maravillaban por ello.


Nadie entendía lo extraño que él se sentía. Nunca se lo preguntaron ni se preocuparon por ello. Para ellos, él estaba bien.


A los cuatro años Illumi ya dominaba muchas técnicas, tenía un equilibrio excelente y era sobre todo obediente y dedicado. No había otra vida que él pudiera conocer ni describir, más que la vida de entrenamientos, tenía tanta habilidad que su padre y su abuelo comenzaron a llevarlo a sus misiones y le dejaban tomar parte de algunos detalles.


Realizó su primer asesinato a los cuatro años, una misión bien ejecutada a una edad que, para ellos, representaba un buen augurio. El número cuatro, como una analogía de la muerte. En el mundo de los asesinos significaba buena suerte.


Era la primera vez que Illumi veía como la vida de un hombre acababa por su propia mano. Lo había visto moverse y hablar momentos antes, luego ya sólo había un cuerpo. Como no era muy experimentado y no tenía la fuerza de sus padres, había visto un gran charco de sangre a su alrededor, aquél día descubrió su fascinación por la muerte. Para él, que tantas veces escuchó a sus padres hablar sobre sus experiencias y explicarle cómo sería su futuro como asesino, que había soñado muchas veces con ello, simplemente había resultado en la experiencia más impresionante de su corta vida.


Zeno Zoldyck, que esperaba a Illumi fuera del cuarto, por otro lado mala suerte en los oscuros ojos del niño. Pero no le dio importancia, no creyó que fuera una mala reacción a la muerte. Esperaba verle llorar, ver el temor y la pena de haber acabado con una vida, pero en lugar de eso vio fascinación.


—Illumi —le llamó— nosotros no matamos por placer, no lo olvides.


Y la sonrisa del niño desapareció. No era el momento de sonreír, el problema era que  Illumi no podía simplemente negar que todo aquello le había gustado, sin embargo, sabía ocultar bien sus intenciones. Desde que a nadie le parecía importar lo que él sintiera, supo que debía aprender a ocultar y callar sus emociones. A nadie le hacía gracia un niño llorón, y eso lo sabía perfectamente.


—Sí, abuelo —aceptó y siguió su camino.


Zeno no comunicó esto a sus padres o a alguien más dentro de la casa. Se dio por satisfecho ante la respuesta del pequeño, después de todo, Illumi parecía captar las cosas a la perfección y era muy obediente a sus órdenes. No debería resultar un gran problema.


Su madre quedó embarazada poco tiempo después, y no hubo quien se tomara el tiempo de explicarle que era lo que pasaría. Sólo sabía que pronto tendría un hermano menor. Su madre para aquel entonces trató de ser más cariñosa con su niño, pero viendo que él no podía responder a esas expresiones, optó por el fácil camino de apartarse. De cualquier modo él no estuvo ahí cuando Milluki nació. Fue enviado a la Torre Celestial antes de que ese suceso se diera. Allá cumplió sus cinco años, y allá permaneció por casi un año, luego de eso estuvo fuera de casa haciendo otra clase de entrenamientos con sus abuelos y trabajos como asesino por dos años más.


A pesar del cambio, se vio nuevamente rodeado de adultos, había pocos niños en la Torre, pero él no sabía como entenderse con ellos así que se alejaba. No tenía interés en tratar con asuntos que no podía comprender y que no tenían nada que ver con su vida y su futuro. Sabía que su padre y su abuelo le vigilaban de vez en cuando, se aseguraban de que estuviera cumpliendo su papel, aunque sabían de sobra que no era precisamente la clase de niño que se distraería de su objetivo tan fácilmente.


Tras un tiempo fuera, un par de niños llamaron su atención. No les dirigía la palabra, sólo los observaba a lo lejos y disimuladamente. Tenía una curiosidad natural sobre hablarles, la curiosidad de cualquier niño que quería convivir. Era tan difícil para él que prefería disfrutarla únicamente observando esa amistad. La disfrutaba con tanta pasión que la sentía como si fuera propia.


Se le asignó una maestra que, en sus horas de descanso en la Torre Celestial, iba a darle clases particulares, Illumi no podía perder el tiempo. Su vida era demasiado estricta y eso comenzaba a notarse en casa después de que su primera maestra decidiera renunciar al ver que Illumi no lograba expresarse apropiadamente y temía que esto a la larga fuera señalado como su responsabilidad.


—Naturalmente Illumi es diferente al resto de los niños, ha sido educado como un asesino —fue la excusa de la madre.


Luego tuvo otro maestro después de eso, uno que no se quejó de ese problema. Lo tomó como parte de la naturaleza de su educación, mientras que el niño no tuviera dificultades de aprendizaje, no lo tomaría como relevante. Para su suerte, no fue así.


Tener que cambiar de maestro por una causa absurda les hizo dudar sobre el desarrollo de su hijo y, sobretodo, recapacitar sobre lo que en verdad tenían en sus manos. Él era sólo un niño y su actitud era más compleja de lo normal; su mente siempre abstraída en algo que -aún si se lo hubiesen pedido- no habría podido expresar con palabras; sin importar su destreza y creatividad para completar sus tareas, había cierto aire de torpeza en su personalidad que normalmente era pasada por alto y justificada por su edad.


En casa la culpa recorrió a todos. "Illumi no está bien", se decían, y se reclamaban por los días en que él pedía estar en brazos y se le negó, por la falta de cariño, de abrazos, de besos y palabras dulces. Se señalaron entre todos buscando culpables hasta que finalmente comprendieron que era culpa de todos y no se habló más del tema.


Al cabo de un tiempo, uno de los dos niños que gustaba observar murió durante una ruda pelea contra un tipo que ya había desarrollado el Nen. Ese evento fue decisivo en su vida porque lo vio todo, vio la pelea hasta el final; el momento en que el amigo del fallecido corrió hacia él y lo abrazó; el drama silencioso del evento. Su mente procesó las cosas de forma que se adaptó a sus experiencias previas.


Dentro de él algo dolía, pero no había nada que justificara ese dolor. Había visto tantas muertes antes, tanto llanto y ruego antes, sólo que nunca había estado relacionado con él mismo.


Se preguntó ¿qué habría pasado si él se hubiera involucrado con ellos? ¿Algo habría cambiado el destino? Lo más seguro era que no, no habría detenido nada, no había posibilidad de que él supiera que moriría finalmente. Tampoco habría dedicado su tiempo al entrenamiento de ellos, no se sentía aún apto para ser maestro de nadie y no era su responsabilidad.


Días después descubrió que el otro niño que había presenciado todo, estaba más débil que antes. Se le veía triste, apagado y distraído.


"Si quisiera cualquiera podría matarlo en estos momentos y no representaría ni el más mínimo obstáculo". Fue lo que se le ocurrió y concluyó que su padre tenía motivos para no permitirle relacionarse con otras personas. Tener amigos débiles te volvía débil, te hacía ciego a las diversas posibilidades que podían ocurrir y lo peor, te volvía inestable.


Milluki creció en esa etapa molesta y llena de culpas; el asunto empeoró un poco más después de que descubrieron que su segundo varón no estaba muy bien de su cuerpo, tenía el pie plano y un defecto en las rodillas, lo que lo volvía poco hábil y lento. Zeno y Silva optaron por no presionar al nuevo integrante de la familia. El entrenamiento se volvió más noble y pausado.


Para cuando Illumi regresó, de no ser por su maestro que eventualmente iba a mostrarle nuevo material escolar, ni siquiera habría tenido algo de conversación que no estuviera relacionada con su trabajo como asesino, no obstante, sólo era una breve interacción y no requería de mucho esfuerzo de su parte. Por ende, era evidente que sólo sabía tratar de asuntos referentes a su entrenamiento y otros aprendizajes, pero sus conversaciones cada día era más difíciles de entender.


Por eso, el momento en que entró a su casa y vio a un niño correr por la entrada para luego resbalar, fue una cosa escalofriantemente nueva. Un comportamiento como ese no era admisible en su mente. Había visto eso en personas ajenas a su hogar y sabía, por parte de sus padres, que eso era algo que vería ahí fuera y no tenía por qué sorprenderse. Entendía que ellos eran diferentes, eran asesinos, los demás no. Eran solo posibles víctimas que tenían otras ocupaciones diferentes.


Lo siguiente que cruzó por su mente fue rechazar a ese niño. Un niño que lloraba en medio de la entrada y se quejaba por su dolor— Milluki, cariño, ¿estás bien? —Y escuchar aquello sólo lo alarmó más. Su madre estaba actuando de un modo extraño al correr, abrazar y consolar a ese pequeño indefenso— ¿te lastimaste? —Milluki no respondía, seguía llorando y se abrazaba a su madre como si hubiese tenido un terrible accidente.


En el pasado había tenido muchos accidentes, había sufrido mucho dolor en sus entrenamientos. Había quedado en cama algunas veces por causa de sus heridas o el desarrollo a su resistencia al veneno, pero nunca había visto una actitud tan protectora como la que había visto en su madre, incluso a él lo dejaban solo para que se atendiera por sí mismo, bajo la excusa de que así se volvería más "independiente".


Ella fue por él y lo cargó, le limpió las lágrimas y luego notó la presencia de su primogénito— Illumi, que felicidad tenerte de vuelta en casa —caminó hasta quedar cerca de él y le extendió una mano.


La primera reacción que tuvo fue precisamente la de rechazo, no estaba dispuesto a acercarse tanto a su madre porque estaba inconforme. Había estado trabajando momentos antes, se había topado con muestras de afecto que por mucho tiempo deseó para él, hasta que al fin se había rendido y convencido a sí mismo que eso era símbolo de debilidad. Incluso había hecho un análisis de las grandes desventajas que eso representaría en su vida y ahora todos sus esquemas habían sido destruidos frente a sus ojos.


Contra su instinto, detuvo cualquier reacción que denotara sus emociones. Illumi tenía mucho control de su cuerpo, había alcanzado un punto en que ni siquiera sus expresiones faciales podían salvarse de su dominio corporal— mamá, hola —sonrió, lo hizo como si de verdad estuviera contento de ver a su madre, pero aún así no tomó su mano, dio un paso atrás y con un leve movimiento de cabeza se despidió de su presencia. Todavía con el mal sabor de boca, fue a ver a su padre.


Kikyo ni siquiera se movió después de que lo vio partir. Un estremecimiento la recorrió, Illumi había sobrepasado sus expectativas. Nadie mejor que ella misma para notarlo.


Milluki apenas tenía dos años y no parecía tener sus instintos de supervivencia bien desarrollados, a los ojos de su hermano, era como un niño normal sólo que más llorón que los que había visto antes. Su padre le había explicado que su hermano tenía un problema que le impedía realizar sus entrenamientos, correctamente, así que contaban con él para ayudarle a desarrollar otras técnicas que pudiera emplear sin que afectara su desarrollo.


La vida de Illumi sólo era eso, entrenamientos, observación, análisis, estudios. Había visto a muchos peleadores durante su estancia en la Torre y en el exterior, él mismo tenía una idea de que hacer, de todos modos, continuaba con su incapacidad para expresar sus ideas. Así que pese a la sugerencia de su padre y su abuelo, no dijo nada. En cambio pasó días observando a su hermano a lo lejos.


Pensaba que era débil, obsoleto para el oficio familiar.


Su madre entonces decidió construir un espacio en la montaña donde ellos pudieran jugar. Colocaron una caja de arena, unos columpios y varios juegos para que pudieran practicar juntos como hermanos algunos entrenamientos. Pero como era de esperarse, Illumi no se mostró interesado al respecto y Kikyo tuvo que tomarse la molestia de enseñarles a sus hijos cómo jugar.


El único juego que Illumi parecía disfrutar eran los columpios, podía estar ahí sentado balanceándose sin decir ni una palabra por mucho tiempo. No se podía discutir sobre si eso era bueno o malo y terminaron adaptándose, a excepción de Milluki que no lograba acercarse lo suficiente a su hermano, sin embargo, era evidente que él lo admiraba.


El más pequeño se pasaba siguiendo a su hermano mayor, tratando de imitarlo, adoraba ver las increíbles habilidades de Illumi.


—Necesitan un juego, algo que los ayude a mejorar su relación —dijo Kikyo a Silva, concluyendo después de un tiempo de no ver avances en la conducta de su hijo mayor— no pueden estar simplemente juntos sin hablarse, Milluki no parece poder avanzar tan rápido como su hermano. Illumi ni siquiera se molesta en dirigirle la palabra...


—Ya construimos un espacio para eso ¿no?


—No está funcionando.


A la semana siguiente había una consola de videojuegos en casa. El papá la puso en la mesa y les explicó que era, Illumi permaneció inexpresivo como siempre pero asintió a usarla, la conectó y la probó. En un principio no comprendía lo que tenía que hacer, pero después de un rato pudo explicarle a su hermano menor cómo usarla. Esa fue la primera vez que los vieron interactuar juntos.


Parecía que el problema estaba solucionado. Ellos convivían así al inicio. Luego el hermano mayor simplemente se alejó. Entonces, hartos en casa de no poder encontrar una solución diferente, decidieron que era algo a lo que debían acostumbrarse. Illumi no se adaptaría a las personas y esperaban que ese fuera el único problema.


Él no estaba hecho para estar frente a una pantalla y olvidar sus deberes. Tenía un fuerte apego a cumplir sus obligaciones que era lo único que había hecho prácticamente desde que nació.


En parte era cierto; sólo vivía para su destino como asesino, su único sueño en la vida era llegar a tomar el puesto como cabeza de la familia y por ello mismo sentía una gran carga en sus hombros cada vez que tomaba el control de videojuegos, sentía que no era lo que debería estar haciendo, que no estaba bien que estuvieran jugando y perdiendo su tiempo cuando podía estar entrenando y perfeccionando sus técnicas.


Dentro de él había un caos, una parte de él quería entrenar, y la otra parte ansiaba divertirse y perder el tiempo como su hermano menor. Por ello comenzó a desarrollar un nuevo comportamiento: entrenaba mucho, hasta el agotamiento, y entonces cuando se aseguraba imaginariamente que todos estaban de acuerdo a que descansara, iba y se quedaba jugando hasta que consideraba que era momento de volver a entrenar. De ese modo no sentía que perdía el tiempo, sino que descansaba. El principio de sus excusas.


Una vez, durante sus horas de juego, escuchó a su hermano Milluki hablar con su padre. Él estaba pidiendo juguetes nuevos.


Illumi nunca había tenido juguetes, ni siquiera se había atrevido a pedir algo a sus padres. Él estaba acostumbrado a que sus padres decidieran lo que él necesitaba, ni siquiera había pensando en que podía actuar como los niños que había visto antes.


Lo más sorprendente para él fue que su padre aceptó. Tragó saliva. Si tan sólo él pudiera abrirse, si solamente alguien se hubiera tomando la molestia de conversar con él sobre algo que no fuera entrenamiento o estudios, tal vez no habría resistido las ganas de preguntar y pedir algo para él.


No, él era diferente. Él aguantaba las horas de tortura con su padre y su abuelo, él aguantaba más el veneno que su hermano, había estado a punto de morir cientos de veces hasta que había perdido el miedo al dolor y al sufrimiento. Había visto muchas muertes, había ya matado muchas veces. Él no podía ser como su hermano. Así que cerró la boca, contuvo sus emociones y lo dejó pasar.


Milluki festejó frente a él cuando su padre le envió sus juguetes que eran figuras de acción.


El mayor de los Zoldyck ni siquiera se atrevió a tocarlas. En lugar de eso se dedicó a  hacer lo de siempre, observar y analizar la situación, analizar a su hermano menor.


Tenía ya nueve años cuando decidió que era momento de a acercarse a su hermano a conversar. A los ojos de los demás, parecían llevarse bien y creían que era un progreso positivo en el muchacho, sólo unos cuantos sirvientes conocían lo que ocurría.


—Millu, ¿quieres que te enseñe una técnica nueva?


—Sí, Illumi-niisan —contestó con una gran sonrisa.


—¿De verdad lo quieres?


—Sí, claro que sí.


—¡Oh! Pero no tenemos más videojuegos para cuando vayamos a descansar, será luego entonces... —hizo un gesto de inconformidad fingido.


—Espera hermano, no. Ahora le diré a papá que quiero uno nuevo, espera aquí ¿sí?


—¿Estás seguro? No quiero molestar a papá porque luego yo no podré entrenar bien.


—Sabes que no le diré sobre ti, confía en mi.


Como no se atrevía a pedir nada, aprendió a usar a su hermano para conseguir sus deseos. Y no sólo usaba a su hermano menor, también solía convencer a sus sirvientes de hacer cosas que él quería, podrían ser cosas disparatadas como llevarles comida chatarra a escondidas o actuar como vigilantes para él sólo por saber dónde estaban los demás en casa.


No podía decir con su boca lo que sentía y finalmente eso le dejó de interesar. En lugar de eso, aprendió a hacer que los demás sintieran todo lo que él no podía expresar, como su frustración, su ira, sus deseos. Hacía sentirse culpables a los demás para conseguir su objetivo.


Había comenzado a trascender sobre sí mismo.


Se aprovechaba de que Milluki lo admiraba. Y habría logrado continuar con ese juego de ser el hijo perfecto, de no ser porque un día ya no pudo ocultarlo.


Su hermano sólo tenía cuatro años cuando entró a su cuarto a escondidas y estuvo jugando con su colección de armas hasta que sin querer una de las armas pesadas se le resbaló y destruyó parte del mueble en el que estaban almacenadas, había sido un escándalo así que se dieron cuenta rápidamente de la situación.


Dado que él siempre había respetado los juguetes de su hermano menor, porque sabía que eran su tesoro más preciado, (además no había tenido interés en tocar nada de eso), esperaba que su hermano tuviera ese mismo respeto hacia él. 


No se hubiera molestado con Milluki por el mueble y tampoco por las armas, de no ser porque sintió que alguien había invadido su privacidad cuando nunca antes nadie lo había hecho, sin importar si había algo que ocultar o no. Habían sido nueve años de perfecta privacidad hasta que alguien había invadido su espacio.


Algo estalló dentro de él, y casi mata a su hermano. Ese día aprendió cuanto tenía que respetar la vida de su familia. Nunca antes había visto a su padre y a su madre tan enojados. Fue la peor de las torturas que hubiera vivido antes, estuvo en agonizante dolor durante una semana entera hasta que aprendió a pedir perdón.


Había llorado verdaderas lágrimas de arrepentimiento, suplicó a su padre por misericordia y juró que nunca heriría a alguien de su familia desde ese momento. Para cuando salió del cuarto de torturas, no podía moverse, diez días después logró sentarse y mover los brazos. Aún así, no podía caminar, y no lo hizo sino hasta dos meses después. Tras el tratamiento que le fue administrado de mala gana y sólo con la intención de realizar ejercicios para retomar su entrenamiento, además que durante ese tiempo no recibió ninguna visita fuera de sus mayordomos quienes no le dirigían la palabra.


—Presiento que se excedieron con el castigo —confesó el abuelo después de la última revisión del muchacho.


—Estaba muy molesto con él. Nunca me había decepcionado tanto, si no hubiéramos llegado a tiempo Milluki habría muerto —le contestó Silva, y hubo silencio.


—Illumi es obediente, no volverá a pasar. Con ese escarmiento será suficiente —fue la conclusión de la madre.


Por otro lado el pequeño se sentía más solo y despreciado que antes. Milluki podía ser un niño llorón, entrenar muy poco, pedir montones de cosas y no escatimaban en su alimentación, cosa que comenzaba a notarse como un ligero sobrepeso. En cambio, él no podía ni siquiera exigir privacidad, estaba atrapado dentro de sí mismo. Al menos, así se sentía.


Se tragó todo su resentimiento, hundiéndose en sus propios discursos para auto-consolarse. Haciéndose creer que todo eso era justo lo que necesitaba para pulir sus habilidades como asesino. Sus tibias lágrimas nocturnas nunca fueron verdaderamente aliviadas por nadie y, aunque continuaba siendo un niño, tuvo que esforzarse por olvidarse de sí mismo para tener un poco de aprobación.


Tiempo después retomó su entrenamiento y continuó como si nada. Milluki voluntariamente prometió no volver a entrar a su cuarto y le perdonó por lo que había hecho. Su relación no volvió a la normalidad durante un par de meses.


A los diez años logró volverse un verdadero manipulador tanto de él como de los demás, dado que no podía desquitarse con su hermano por las horribles torturas a las que había sido sometido y creía firmemente que debía ocultar su verdadera personalidad, se convenció de que no necesitaba un trato diferente al que había tenido hasta ahora, y se ganó el temor de sus sirvientes, que siempre estaban ahí dispuestos a cumplir sus caprichos sin levantar sospechas en la familia; ni siquiera el menor de los Zoldyck, que era levemente más cercano a él, sabía que atormentaba a sus sirvientes. De ese modo él desahogaba su frustración y sus venganzas internas contra todas las cosas desagradables que había vivido.


Milluki decidió por primera vez en mucho tiempo hacer algo por recuperar (si es que se le podía llamar así) la compleja relación con su hermano y pidió a su padre algo nuevo. Una computadora.


—Tal vez así Illumi-niisan, vuelva a hablar conmigo...


Y al día siguiente había una nueva computadora portátil en casa. El pequeño Illumi fue el encargado oficial de enseñarle a usar a su hermano menor el mentado aparato. Claro que él conocía muy poco de eso, casi nada, así que tuvo que hacer un esfuerzo por comprenderlo hasta que estuvo listo para explicarle a su hermano menor.


En efecto, la idea funcionó. El primogénito de los Zoldyck volvió a acercarse a él, se tomó el tiempo de explicar todo lo que sabía. Sonaba tan feliz por lo que había encontrado en el dichoso aparato que el más chico terminó por obsesionarse con su uso.


Milluki prefería pasar sus horas aprendiendo cosas en su portátil, que entrenar. Y como era costumbre, nadie lo cuestionaba en su decisión de entrenar poco tiempo. Al menos ahora, con su deseo natural de ser amigo de su hermano, ya estaba retomando sus entrenamientos con un poco más de seriedad.


Recientemente Silva había estado invitando a su hijo mayor a formar parte de las conversaciones entre los adultos, y tanto Zeno como Kikyo habían estado de acuerdo con escucharle. Sólo que el muchacho se sentía forzado a tomar parte de las decisiones de la familia dando su opinión sobre las situaciones que se iban dando cuando toda su vida había sido duramente ignorado.   


 Y al tiempo notaron como su felicidad aumentaba. Él realmente quería ser el heredero de la familia, sus ojos se iluminaban cuando su padre consultaba su opinión. El trasfondo de la decisión de tenerlo ahí en sus reuniones y forzarlo a hablar, tenía más que ver con su siguiente fase de entrenamiento; el desarrollo de su habilidad con Nen.


Consideraban importante la psique del niño para poder avanzar hacia ese entrenamiento. Era una gran responsabilidad la que tendría que cargar en el momento que comenzara a usar el Nen para pelear. Una persona con poca estabilidad emocional sólo sería una carga para todos, no podría emplear el Nen con naturalidad porque dependería de sus sentimientos y además, en el oficio como asesino, no podría rebajarse a tornarse un vil criminal más y el uso del Nen podría darle el poder para convertirse en uno, un simple asesino serial sin beneficio alguno. Eso no era digno de un Zoldyck que sabía respetar su trabajo.


Illumi era balanceado al momento de hablar, era muy cuidadoso para expresar cada palabra. No decía nada que gustara ni desagradara a quienes le escuchaban. Eso era extraño y en cierta medida sospechoso. Con el tiempo no cambió su actuación y prefirieron creer que en realidad esa neutralidad absoluta era parte de su opinión personal.


Aunque la verdad era que él temía decir una respuesta equivocada, algo que infundiera desconfianza hacia su persona. No quería que fuera así, quería ganarse el puesto como cabeza de la familia.


Y por fortuna sus padres creyeron en su estabilidad aparente y comenzó a desarrollar todo lo relacionado con el Nen.


Estaba orgulloso, jamás creyó que encontraría el sentido a tantas cosas que había visto y vivido en otras batallas. Ahora quedaba claro lo que en su momento habían sido batallas confusas.


Habría continuado con su entrenamiento sin interrupción, de no ser porque ocurrió un pequeño incidente que provocó que lo suspendiera durante un breve período de dos semanas que le parecieron una eternidad.


Fue durante el verano, no hacía demasiado calor, más si era un clima bochornoso. Las nubes comenzaban a amontonarse y anunciaban lluvia. Decidió salir a caminar por los alrededores de la montaña, aprovechando que el ambiente le resultaba atractivo.


Estaba a punto de llegar a la casa de los mayordomos cuando un ruido llamó su atención. Eran dos voces masculinas. Sonaban como quejidos y jadeos, y él pensó que se trataba de algún entrenamiento, así que decidió asomarse sin ninguna sospecha de lo que vería a continuación.


Desde que sus entrenamientos con Zetsu habían iniciado, tenía esa costumbre de ocultar su presencia a donde quiera que iba así que no le notaron cuando se acercó a vigilarlos. Se quedó viendo el panorama.


Siempre le habían llamado la atención los entrenamientos de sus mayordomos, le gustaba ver cómo se esforzaban por estar a su nivel y le demostraban cuán poderoso era él en realidad al comparar sus habilidades de nacimiento con las de ellos. Lo que aquella tarde terminó por ver no era nada como un entrenamiento.


Los dos estaban tendidos sobre una manta rojiza que habían puesto en el suelo entre los árboles, habían sido muy cuidadosos para esconderse porque estaban rodeados de naturaleza.


Estaban desnudos, tocando sus cuerpos y proporcionándose placer. El ruido del viento no permitía escuchar del todo lo que se decían entre ellos, pero sus gemidos pausados de vez en cuando podían ser captados por el pequeño observador. Veía como se acariciaban el uno al otro, cada cosa que hacían con sus bocas, sus manos y sexos. No debió asustar a un muchacho como él, ya que no se fue de ahí, sino que pensó que era algo extraño, incomprensible para su joven mente.


Lo vio todo, hasta el final. Cuando ambos hombres estaban cansados en el suelo, él se levantó en silencio y se alejó de ahí con esas imágenes rondando en su cabeza. Ni siquiera una vez en su vida le había atravesado la idea de que algo así pudiera ocurrir, necesitaba resolver sus dudas cuanto antes. Lo primero que hizo fue ir con su padre a hablar de ello. Pese a que Illumi no fuera precisamente muy conversador, él no era la clase de niño que se quedaba con alguna duda. No lo había sido antes, y no lo sería ahora.


—Entonces... papá ¿qué era aquello? —Le preguntó intrigado, mientras veía a un Silva Zoldyck cerrar los ojos y contener su ira.


—No es algo que necesites saber aún. Antes de hacerte entender, te diré que actos de este tipo están totalmente prohibidos para nuestra servidumbre.


—Ah ¿entonces irás a hacerte cargo primero?


—Sí, luego de eso hablaremos de lo que viste.


—Sí, gracias papá.


—Ven conmigo.


Ambos se dirigieron a la zona donde estaban viviendo los mayordomos; no todos se encontraban ahí en ese momento. Al menos estaban los desafortunados responsables y con eso era más que suficiente.


Una reverencia los recibió a ambos. Y luego de eso quedaron en silencio mientras que Silva buscaba con la mirada a sus victimas.


—¿En qué puedo servirle amo Silva? —Inquirió Gotoh.


—Todos saben las reglas de esta casa ¿verdad?


—Sí, así es amo.


—Entrégame a los dos amantes de allí —los señaló y el resto hizo un gesto de sorpresa.


Los dos hombres en un principio trataron de engañar a su señor, diciendo que era un error, que ellos dos no tenían algo así, y después de escuchar que habían sido descubiertos por Illumi, no les quedó de otra más que admitir su delito y ni suplicar por sus vidas. Aceptaron su castigo.


Silva les cortó las cabezas frente a todos. Estaba indignado porque no sólo en casa estaban batallando con la estabilidad mental de su hijo, si no que añadían algo que no sabían si podría afectar más a su salud mental. Deseó que nunca hubiera ocurrido eso.


Illumi tuvo que suspender sus entrenamientos del Nen hasta que sus responsables se aseguraran de que el evento no fuera un problema para el muchacho.


Tuvieron que pedir a su maestro que le diera clases de educación sexual. Y hablaron con él sobre lo que había visto, fue la conversación más bochornosa que habían tenido en casa. Incluso pensaron que había sido peor haber hablado con él sobre ello porque comenzaron explicando sobre las relaciones amorosas, fue algo tan absurdo para el niño que se la pasó cuestionando todo ello hasta que cayó en cuenta de que sus padres eran una pareja de ese tipo, entonces, sus dudas y argumentos terminaron. Había quedado con la boca abierta en sorpresa.


Él no había visto antes a sus padres de ése modo.


Lo segundo complicado fue explicar la parte sexual.


—¿Mamá y papá hacen eso?


—...


Sí, fue bochornoso para ellos, sobre todo, tratándose de un niño pequeño que apenas comprendía lo que había visto. Y lo más complejo de explicar fue la diferencia entre homosexual y heterosexual, que aunque en realidad no habría sido necesario explicarlo, Kikyo había insistido en hacerlo.


No se habían planteado antes que algo así fuera difícil de esclarecer. En un principio creyeron que sería rápido de entender, pero para Illumi no lo fue. Había sido una charla que sería digna de guardarse para la posteridad.


—Papá, no entiendo... si lo dices así los homo-sexu-ales y los hete-mmm-sexuales son lo mismo, ¿no? —apenas y podía pronunciar las palabras.


Mamá estaba completamente roja de vergüenza. Según ella, su pequeño niño había sido pervertido.


—No, no son lo mismo.


—Pero sólo son hombres o mujeres. No veo el punto ahí. Dices que ellos eran novios así como tu y mamá, no veo la diferencia.


—Ellos no tendrían hijos —argumentó la madre, desesperada— cuando son heterosexuales ellos pueden tener hijos, así fue como tú y tu hermano nacieron.


—Ah... —Illumi asimiló las palabras un momento y sus padres suspiraron creyendo haber llegado a un punto— o sea que si yo no quiero tener hijos, debo ser homo-mm-algo, ¿cierto?


—homosexual —corrigió la madre para luego exclamar alarmada— ¡Illumi! ¿qué estás diciendo?


—¿Qué cosa madre?


Su padre se golpeó la frente con la palma de la mano. No encontraban la forma adecuada de decir las cosas sin confundir más al muchacho.


—Illumi, mírame a los ojos. La diferencia más importante aquí es si son del mismo género o no, lo demás son sólo detalles...


—¿Pero siguen siendo como mamá y papá?


—Sí.


—No.


Contestaron al unísono sus padres y se voltearon a ver indignados. Entonces el pequeño asesino bajó la mirada, con una expresión ligeramente triste. Sus padres parecían estar de alguna forma molestos con él. Se había comportado correctamente según las reglas de la casa, lo único que había hecho malo quizá, era haber estado en el momento menos adecuado y haber visto cosas que, al parecer, no eran buenas para él.


—... —Su madre quedó en silencio conteniendo sus ganas de explotar de ira contra su marido que le había contradicho momentos antes.


—Hijo, no pasa nada, tal vez ahora no lo comprendas del todo, pero llegará la edad en que puedas asimilarlo mejor.


—Papá... —levantó su rostro con más calma— si la diferencia es que son del mismo sexo, entonces ¿cómo lo hacen ustedes?


Lo mandaron a su habitación sin responder esa pregunta prometiéndole que su maestro le explicaría mejor las cosas. Ya había sido demasiada confusión para su joven mente.


En efecto, su maestro se tomó varios días explicando todo el proceso del crecimiento de las personas, y resolvió de forma más profesional que sus padres todas sus dudas. Surgían una sobre otra, y los adultos se dieron cuenta que nunca antes se le había visto tan hablador y expresivo. Tal vez habían dado con lo que necesitaban para sensibilizar un poco su mente y asimilar la vida de una forma más natural, cosa que no había hecho desde que era un bebé.


Dos semanas después estaba volviendo a sus prácticas del Nen, y nadie en casa volvió a tocar el tema nuevamente, ni para asegurarse de que el niño estuviera bien al fin.


Cuando cumplió once años volvió a cometer otro gran error. El error más grande de su vida y sin darse por enterado.


Fue durante sus misiones. Sus padres ahora tenían la completa confianza de dejarlo ir solo, y hacer trabajos por su propia cuenta dado que era muy talentoso. No fallaba jamás en sus trabajos, eran trabajos limpios.


Entonces su abuelo consideró una buena idea llevar a su nieto a formar parte de un trabajo que él iba a hacer. Cabe destacar que Illumi se emocionó al haber sido tomado en cuenta por su abuelo para hacer un trabajo junto a él, era su primer trabajo juntos no como alumno y maestro, si no como asesinos profesionales.


El trabajo se desarrolló en un hotel a las afueras de una ciudad, el abuelo se haría cargo de la seguridad que rodeaba a la victima mientras que Illumi se ocuparía de entrar en la habitación y terminar el trabajo, evitando así que el sujeto no tuviera tiempo ni siquiera de pensar en escapar.


Era un tipo adinerado, lo suficiente como para contratar hunters fuertes como guardaespaldas así que se suponía que podría ser un trabajo complicado, al menos para otros asesinos a sueldo, para profesionales como los Zoldyck era cualquier cosa.


El abuelo derrotó a los seis guardaespaldas que protegían la habitación y mientras ellos se enfrentaban, no sospecharon si quiera que una pequeña sombra se desplazó hasta la habitación. Zeno suponía que su nieto saldría rápido de ahí en cuanto escuchara a su abuelo acabar con los hunters, pero no fue así. El abuelo se acercó a la puerta intrigado y escuchó murmullos en su interior, se quedó de pie casi conteniendo la respiración para enfocar toda su atención en lo que pasaba ahí dentro.


—Si te cortas una mano te dejaré vivir.


No había duda de que se trataba de Illumi quién había dicho eso. Luego se escucharon sollozos y ruegos, el hombre no quería hacerlo, ni siquiera tenía la voluntad de herirse.


—Puedo ser benevolente a veces, tan sólo quiero ver un poco de sangre...


No logró entender lo siguiente que dijo, pero el hombre seguía llorando y suplicando por su vida.


—Está bien, podría considerar el dejarte vivir.


—Gracias, gracias...


Zeno apretó los dientes, no podía creer lo que estaba escuchando. El hombre parecía realmente aliviado y podía jurar que estaba de rodillas ante el muchacho, diciendo cuán bueno y noble era por dejarle vivir, cuánto haría por él y que estaría en deuda por siempre. Pero no pudo terminar su acto de gratitud puesto que su voz se apago y la sombra de la muerte cubrió su rostro.


Illumi abrió la puerta después de eso y lo primero que vio fue a su abuelo con una expresión severa en el rostro.


—¿Ocurre algo abuelo?


—Illumi... —las palabras se quedaron atrapadas en su boca, no podía describir el horror que le había resultado ver a su pequeño nieto actuar de forma enferma— vamos a otro lado.


Se marcharon en silencio. El mar de pensamientos se agolpaba en la mente del abuelo Zoldyck, y sus temores se hacían realidad. Recordó el momento en que vio esa expresión de felicidad en su nieto cuando tenía tan sólo cuatro años. Aquel día le había advertido claramente que no se dejara llevar por esas cosas, además, había creído que en realidad ese suceso no había sido nada. Ahora se arrepentía de no haber tomado eso como una señal.


—¿Qué estabas haciendo Illumi? —le preguntó una vez que llegaron a la montaña, y caminaban hacia la mansión.


—Lo que me pediste abuelo, que me hiciera cargo de ese hombre.


—Illumi, no intentes verme la cara de tonto... sabes de lo que hablo.


—Abuelo... —bajó la voz, comprendiendo que se trataba de lo otro, lo que solía ocultar a todos— papá siempre me dice que cuando conozco a alguien sólo debo preguntarme si soy capaz o no de matarlo. Nunca he considerado el tratar con alguien de otro modo, sólo... sólo me entretenía. Lo siento.


—"Sólo te entretenías" —remarcó— Illumi eso no es entretenerse, es tortura, es... es innecesariamente cruel -confesó sintiéndose molesto por usar esas palabras, después de todo, eran asesinos.


—Pero abuelo, no veo lo cruel, él iba a morir de todos modos ¿cuál es la diferencia?


—Jugaste con sus sentimientos, con su mente —levantó la voz— nosotros somos asesinos serios, el oficio de la familia es matar, no somos depredadores, ni esa clase de asesinos en serie que matan bajo su propios patrones sin ningún beneficio y todo para ser ridículamente atrapados. No empieces a actuar como uno.


—No lo hago, sólo cumplo con mi trabajo.


—¿Eso crees?


—Sí.


—Pues parece que sólo usas el trabajo para tu diversión...


La mirada del muchacho se amplió, para luego mostrar un completo vació que entristeció a su abuelo.


—Abuelo... ¿qué está mal en mi? —el muchacho veía sus manos, esperando una respuesta que no le fue dada.


Zeno puso su mano en el hombro del pequeño, y dejó escapar un suspiro— vamos a casa, nos están esperando.


El anciano convocó a Tsubone y sus aprendices a realizar una misión para él. Era un encargo extremadamente importante y de carácter secreto, esto podía poner en riesgo a la familia, así que tuvo especial cuidado al hablar con ella.


—Vigila a Illumi esta semana, quiero un reporte completo sobre lo que hace cada día, no me ocultes nada, necesito que tú y tus aprendices estén al pendiente de sus actividades y me lo digan, no importa qué tan absurdo sea o si creen que es contraproducente decirlo, hagan ese reporte.


La expresión de horror que notó en el rostro de uno de sus aprendices, era suficiente señal de que algo no estaba bien.


—Como ordene, Zeno-sama.


Ni siquiera había pasado una semana de reportes cuando Zeno convocó a una reunión a Silva y Kikyo. Tenía malas noticias para la familia, dijo eso pidiendo extrema privacidad para hablar del tema, las únicas personas fuera de la familia que pudieron estar ahí, fueron Tsubone y Gotoh.


—¿Qué es esto papá? —Silva no podía creer lo que veía, los reportes de su hijo eran totalmente increíbles. Incluso Kikyo soltó una carcajada al no poder creer lo que acababa de leer.


—No es otra cosa más que la verdadera cara de Illumi... yo tampoco podía creerlo.


—Patrañas —dijo Kikyo indignada— mi hijo no puede ser un loco como el que se describe aquí.


—Yo lo vi, hace unos días, vi su comportamiento manipulador Silva, Kikyo. Illumi ni siquiera es capaz de percibir que hace algo como esto.


—Es cierto que han estado desapareciendo aprendices de nuestros mayordomos, pero nunca consideramos que tuviera algo que ver con Illumi, los entrenamientos pueden ser mortales, ya han habido otros muertos a causa de esto antes, ¿cómo es posible que no nos percatáramos de ello? —Silva arrojó los reportes al suelo.


—Es porque no los mata él con sus propias manos, suele forzar a los demás ha realizar sus actos de locura. Illumi no tiene escrúpulos cuando se trata de matar.


—Es un asesino, naturalmente va a matar ¿qué quieres que haga? —añadió Kikyo.


—Pero no somos esa clase de asesinos, nosotros lo hacemos porque es nuestra forma de vida, no nuestra diversión —contestó Silva.


—Gotoh, tú también has caído en sus redes ¿por qué no nos dijiste nada de ello? —Preguntó Kikyo molesta.


—No te enojes con él Kikyo —interrumpió Silva— si te lo hubiera dicho, francamente, ¿le habrías creído?


—... —y no respondió porque sabía que no iba a creer una acusación como aquella— tal vez le afectó mucho lo que ocurrió con los amantes que vio. A lo mejor no lo hace meramente por diversión, sino que esta traumado mi pobre bebé, ¡Ay no, mi pobre niño está sufriendo en silencio! —No muy lejos de la realidad, pero mal enfocado. Terminó por soltar el llanto en desesperación.


—Si me permiten decir algo... —habló Tsubone— Silva-sama...


—Habla, Tsubone.


—Illumi-sama no tiene poco de comportarse de este modo. Desde que tiene nueve años...


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