Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Just Love Me. por PandaZorro

[Reviews - 231]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Oh si, el ultimo extra eve)

bueno, que puedo decir este extra estaba escrito desde hace un buen tiempo, como a mitad del fanfic, pero que puedo decir UvU simplemente me inspire.

Reviews:

-Miharu Alice:

Dale, azotalo a él le gusta eve.

puta y uno aqui queriendo comer pastel [por eso escribi tanto "Pastelito"] :'v

oh creeme, budo no solo estara celoso eve)

-Hypellacorys:

Este fic dejo unas buenas lecciones...UvU) por cosas como estas es que no me dejan niños al cuidado.
pero no importa~ los gatos son buena compañia...auqnue prefiero no tener nada, consuerte y recuerdo que yo como :'v ...de eso se morian mis hamsters -llora-

igual me cague de risa cuando busque lo de los incubos, quede como ¿encerio?¿pene frio? y escribi eso mientras me cagaba de la risa.

En fin, vamos a leer mis zorritos, el ultimo extra.

Adevertencia: Mundo inverso :)

-Amor~ ¿Dónde estás? –Escucho la voz cantarina de su captor, tembló apretando sus labios ya abrazando sus rodillas –Amor, no te escondas –la voz se escuchaba horriblemente cerca.

 

No recordaba cuantos días llevaba encerrado, no reconocía el lugar, el cuarto en donde le tenía encerrado contaba apenas con una cama con una que otra sabana. Las ventanas estaban tapadas con tablones de madera y por los pequeños espacios que tenían podía ver una gran maleza a su alrededor. No escuchaba voces externas, ni autos, ni ningún rastro de humanidad.

 

-Bebé, vamos sal –le llamaba, había logrado forzar la cerradura a costa de lastimar su mano diestra la cual le dolía horriblemente pero era mil veces mejor de lo que llevaba viviendo con ese maldito, aun sentía el dolor en sus piernas, brazos y cadera –Amor, me estoy enfadando –ya no sonaba tan cantarino, ya no sonaba alegre, estaba enojándose y sin poderlo evitarlo se estremeció temeroso.

 

Las lágrimas se acumularon en sus ojos llevo su mano a su boca cubriéndose para no soltar quejido alguno. Temblaba, al escapar escucho como lo que parecía la puerta principal ser abierta y cerrarse además de la voz de ese lunático, corrió al primer cuarto que encontró sin hacer ruido encontrando un antiguo armario con algunos agujeros en el papel de la puerta, sin pensarlo dos veces se escondió en este arrinconándose y sin importarle lo que hubiera, lo primero que tenía en mente era esconderse.

 

-Amor, será mejor que salgas ahora –sintió como la respiración se le cortaba, estaba en la misma habitación –Vamos, no te hare nada –era mentira, una vil mentira. Tembló, busco con su mano libre algo, cualquier cosa, con  tal de defenderse, encontró un trozo de madera suelto, lo tomo entre sus dedos apretándolo.

 

Dejo de escuchar la voz de su captor, quedo viendo fijamente la puerta apretando el pedazo de madera. Soltó un ligero sollozo, apretó más fuertemente su mano sobre su boca. La risa del contrario le espanto.

 

-Así que… –escucho los pasos acercarse a la puerta –¡Aquí estas bebé! –rio abriendo la puerta del closet encontrándole arrinconado contra el armario.

-¡N-No, a-aléjate! –grito desesperado apegándose más a la pared.

-¡Oh, vamos mi amor! –La risa del otro resonó por todo el cuarto –¡Ven, acércate mi vida! –reía mientras le tomaba por uno de sus tobillos jalando asía afuera,  con desespero se movió soltando el pedazo de madera.

-¡N-No, no, no, no!¡¡Suéltame, ya déjame por favor!! –lloraba desesperado afirmándose del marco de la puerta corrediza.

-¡Mi amor!¡Ya sal de una vez! –decía mientras se carcajeaba apretando fuertemente el tobillo del otro dejando marcas rojizas.

-D-Déjame ¡Déjame malditas sea! –grito desesperado mientras estiraba su mano tomando el pedazo de madera estrellándolo contra la cabeza del otro quien le soltó finalmente.

-Tks, ya verás –gruño tocando su cabeza, sonaba molesto.

 

Con miedo se levantó como pudo ignorando el dolor general en su cuerpo, su tobillo dolía ante el agarre del otro. Paso entre los pasillos apresurado escuchando como el otro iba tranquilo tras su persona, logro encontrar lo que parecía ser una sala de estar encontrando la salida. Echando un vistazo por sobre su hombro se apresuró a dirigirse a aquella puerta, abrió encontrándola sin pestillo sintiendo la emoción y adrenalina acumularse.

 

-P-Por fin –soltó un jadeo al momento de abrir la puerta saliendo sintiendo el frio del exterior  en su cuerpo, abrió los ojos sorprendido –A-Arboles… –jadeo  al ver prácticamente el lugar donde estaba completamente rodeado por naturaleza alejado de alguna ciudad o pueblo, ni siquiera veía una carretera.

-Ayano, corazón ¿Qué crees que haces? –escucho la voz divertida del mayor, vio asustado como el otro estaba en el marco de la puerta con una sonrisa ladina, con los brazos cruzados, tenía una herida en la cabeza donde había golpeado y ahora la sangre escurría por su rostro.

-A-Aléjate Yamada –retrocedió sintiendo las piedras, lodo y césped bajo sus pies –N-No quiero más –sollozo asustado, las únicas prendas que tenía no servían para cubrirse del frío del exterior.

-Amor, por favor, ven –le llamo abriendo sus brazos.

-N-No, no –sin pensarlo dos veces corrió para internarse con la esperanza de encontrar aunque sea una carretera.

 

El azabache menor corría, corriendo ramas y hojas, las piedras le lastimaban la planta de sus pies, algunas ramas le rasguñaban la piel descubierta de sus piernas, la camisa que tenia se rompía más pero poco le importaba. Sintió algo atravesar su pie izquierdo cayendo al suelo de golpe del dolor, soltó un quejido lastimero mientras se arrastraba sin poder rendirse.

 

-Dios, amor –se escuchó la voz con un falso tono de pena conteniendo una carcajada –Mírate, ahora abra que cambiarte de ropa, no importa traje ropa nueva para ti, además de comida para ambos –Los pasos se acercaban lentamente.

-N-No –trato de acelerar arrastrándose con sus manos y codos.

-Amor ¿no crees que ya eres un poco mayor para jugar en el suelo? –se paralizo al momento de verse aprisionado por el pie del otro –Mira cómo has quedado pequeño –se estremeció al escuchar la risa de Yamada –Vamos, deja los juegos, te has dañado tu mano y ahora tu pie, eso es peligroso bebé –trataba de moverse pero la presión sobre su espalda era demasiada.

 

Con algunos forcejeos de parte del más bajo, el azabache mayor lo apreso por la cintura levantándole y llevándole en un asfixiante abrazo, el menor pataleaba y lloraba, removiéndose para escapar. Al ver nuevamente aquel lugar que ahora reconocía como una cabaña abandonada con tablones de madera de en las ventanas. Chillo al verse nuevamente dentro de aquel lugar, movió sus piernas buscando el suelo, poco le importaba sus heridas, quería escapar, correr, pero los brazos del mayor le apretaban mucho más en si cadera y apegándole a su cuerpo.

 

-Ayano, Ayano eres en verdad un mal chico –hablaba mientras cerraba la puerta tras suyo sujetando al más bajo con un brazo –As ensuciado la ropa, tendré que vendar tu mano y desinfectar tu pie, eres un chico muy inquieto ¿sabes?

-Ya…déjame ir, por favor ¿Por qué haces esto? –lloraba resignado apretando las tela de aquella chaqueta del mayor.

-¿Por qué hago esto?¿qué clase de pregunta es esa Ayano? –Sonaba sorprendido, las lágrimas en los ojos oscuros del menor no paraban de salir –Bebé, hago esto porque te amo muchísimo –bajo al chico sentándole en una silla bastante vieja.

 

La mirada del menor viajo por toda la estancia, parecía ser una cocina en malas condiciones, la única ventana que daba al exterior estaba tapizada como las otras, el suelo de madera roída tenia algunos agujeros. La madera de los muebles, en su mayoría, estaba podrida. La silla en la que estaba crujía ante su peso, en el cuarto había una pequeña mesa que pareciera haber sido hecha a mano como la silla que estaba junto a ella. Había una cocina a leña oxidada pero que parecía funcionar y un congelador igual de oxidado que era completamente inútil.

 

-Estas inspeccionando nuestro hogar –rio el mayor atrayendo nuevamente la atención del más bajo –Si querías verlo debiste decirme, no escaparte –le regaño tocando su nariz, todo su cuerpo tembló ante el tacto –Mira como quedo tu mano –deslizo sus dedos levantado su diestra, no movió ningún musculo del pavor –y tu pie –Deslizando la yema de sus dedos por sobre la tela de aquella sucia camisa recorriendo el torso y deslizándose por las piernas repletas de manchas rojas y moradas hasta llegar al pie izquierdo del chico levantándolo levemente y viendo la piedra incrustada en la planta de este –Abra que desinfectar –comento mientras dejaba en paz su pie –Iré por el botiquín bebé –beso la frente del chico poniendo su mano en el hombro de este –Ni se te ocurra moverte de aquí –amenazo con voz grave al oído del más bajo quien asintió temeroso.

 

Mientras esperaba Ayano se quedó ahí sentado, lloro dejando que las lágrimas limpiaran la tierra en su rostro. Paso sus ojos viendo las bolsas que descansaban en la mesa. Taro volvió con aquel botiquín dejándolo a un lado y atrayendo su pierna izquierda, pudo haberlo golpeado, pero temía las represalias. El otro había limpiado la sangre en su rostro y ahora retiraba la piedra y desinfectaba la herida, vendo tanto su mano como su pierna dejando al menor sentado.

 

-Bien –dejo la mano del menor quien le veía temeroso –ahora mi amor, me dirás porque saliste de casa –la sonrisa “amable” del azabache hiso temblar a Ayano quien desviaba la vista temeroso –Amor –le tomo de las mejillas apretando fuertemente –No desvíes la mirada –Obedeció apretando los parpados antes, abrió los ojos viendo a pocos centímetros de su rostro el del mayor –¿y bien? –volvió a preguntarle.

-Y-Yo…yo…

-¿Qué ocurre? –sintió el sudor frio recorrer su espalda.

-Y-Yo…yo solo…solo…

-¿me extrañaste? –la voz melosa del mayor le hiso asentir temeroso -¿enserio?

-S-Sí…

-Vaya –lentamente deslizo la mano que apretaba sus mejillas bajando hasta llegar a su garganta cerrándose alrededor de esta de forma violenta –Amor, eres un mal mentiroso –La mirada del mayor se volvió fría mientras veía al chico quien llevo ambas manos a su muñeca rasguñando la tela de aquella chaqueta que estaba usando.

 

Ayano tosía desesperado moviéndose con la esperanza de ser soltado, sentía el aire escaparse y la mano alrededor de su garganta aumentar su agarre. La saliva escurría de su boca al igual que sus lágrimas mientras sentía como de apoco caía en la inconciencia hasta que todo se volvió negro.

 

Antes de todo esto, antes de ser encerrado por ese lunático, su vida podría catalogarse como normal. Sus padres le adoraban, era el hijo único de aquel matrimonio y estos estaban más que felices con él. Si bien no tenía un amplio círculo de amigos, pero los que tenía le bastaban. Recuerda que al entrar a preparatoria les conoció, ese par de hermanas que les encantaba jugar bromas y usarlo a veces como una muñeca para peinarle y maquillarle, Hayato era otro de sus amigos,  un chico extrovertido que pareciera no tener un interruptor para callarse actitud contradictoria que tenía su novio que era una persona increíblemente tranquila y callada. Por ultimo estaba Kojin…no sabía cómo definirlo exactamente, era alguien misterioso pero atrayente, al inicio de segundo de secundaria, se le había confesado, aquello le pilló de sorpresa. Acepto besándole bajo el cerezo tras la escuela.

Tras aquella confesión comenzó un noviazgo con él, sus padres le apoyaron aunque su padre pareció incomodo ante aquello, pero su madre le brindo el completo apoyo y finalmente el mayor acepto. Una semana en la que fue feliz junto al pelirrojo, eran prácticamente una pareja increíblemente melosa sin importarles el lugar. Pero un día desapareció sin dejar huella, nadie le había visto y su padre no tenía pista alguna de él, paso dos días hasta que la policía dio aviso, su cuerpo había sido encontrado descuartizado dentro de una maleta tirada en un parque, sin huellas del autor lo único que pudieron hacer fue entregar el cuerpo y enterrarlo, esa vez lloro prácticamente toda la maldita semana hasta que sintió como el dolor en el pecho disminuía aunque sea un poco. El apoyo de sus amigos y padres le ayudo para avanzar y salir un poco de aquel dolor que le consumía.

Comenzó a ir con el consejero de la escuela a hablar, iba dos días a hablar, sin darse cuenta comenzó a sentirse más tranquilo, finalmente tras dos meses de ir prácticamente todos los días de la semana tras las clases termino enamorándose del mayor, fue incomodo el decirlo, pero increíblemente el otro había aceptado sus sentimientos. Lo mantuvieron en secreto, con diecisiete y veintinueve años era algo complicado, esperarían hasta que tuviera dieciocho años para hacerlo público. Pero como si la mala suerte le siguiera, tras un par de meses de esa relación que no tenia de que quejarse, sin poderlo evitar se había entregado al mayor por completo amor, su primera vez había sido repleta de amor, pero un día a la escuela en una asamblea llego la noticia, un accidente automovilístico fue lo que se lo arrebato de su lado.

Estaba sumiéndose en una depresión grave, se quedaba en su salón sentado en su banca sin saber cómo seguir ¿Por qué le estaba ocurriendo eso?¿por qué a todos los que amaba morían? La escuela estaba cayendo en el pánico, no solo había sido Kojin ni Shusai, habida otros alumnos y alumnas y entre ellos estaba el presidente del consejo estudiantil, la principal razón del pánico entre el alumnado, no entendía que estaba pasando, rezaba porque Hayato y Sora estuvieran bien, que Sakyu eh Inkyu no les ocurriera nada, inclusive les rogo que se alejaran de su persona por miedo a que algo les pasara, ellos se negaron a dejarle solo, no cuando estaba tan mal, pero muchas veces el mismo se alejaba apresurado y se escondía para que no le encontraran. Entre esas tardes que se quedaba pensativo en el salón fue encontrado por su profesor guía. Masao era nuevo, tras la renuncia de su maestro por complicaciones médicas Furuiki fue contratado y puesto al cargo de aquella clase, el cobrizo siempre se acercó para ver si estaba bien, si necesitaba a alguien para escucharle, pero temía volver a sentir, temía que algo le pasara ahora a su profesor. Hablaban poco y normalmente se iba rápido al verle, un día el hombre solo revolvió sus cabellos con cariños mientras se despedía de su persona. Al día siguiente había aparecido con el cuello roto en un parque cercano.

Ya no sabía qué hacer, simplemente era algo desesperante ¿Por qué pasaba todo eso? Lloraba desesperado, dejo de comer, de hablar, no quería salir de casa. Fue un día nublado, en pleno invierno en donde por petición de su madre accedió a ir a la escuela, en medio camino con la cabeza gacha y el viento revolviendo su cabello sintió como su boca era cubierta un brazo le retenía atrayéndole a un callejón y cayendo inconsciente.

Despertó amarrado y recostado en una vieja cama de barras de metal oxidada, en un cuarto oscuro, con una ventana tapizada, un suelo de madera roída, muebles cubiertos con unas mantas llenas de polvo y telarañas. Cuando abrieron la puerta vio como por esta aparecía un chico mayor que él, de cabellos y ojos negros, no era la primera vez que lo veía. Una que otra vez lo había encontrado rondando cerca suyo pero jamás del dio importancia, ahora se arrepentía de aquello.

 

-Oh, veo que ya despertaste amor –temió al verle con esa sonrisa dulce, temió al escucharle hablar, temió al ver aquella mirada desquiciada con la que le veía.

 

.

.

.

 

Abrió los ojos, su garganta dolía. Tiro de sus muñecas notándolas amarradas con cinta aislante a la cabecera de fierro de aquella vieja cama, bajo la vista viendo que llevaba ahora una playera negra holgada, el cuarto en donde estaba era iluminada por una lámpara de aceite de lata oxidada. Vio el techo sintiéndose vacío, ahora probablemente no tendría otra oportunidad, eran pocas las veces que Taro salía, normalmente escuchaba a alguien tocar la puerta y marcharse, las primeras veces grito desesperado pero no ocurrió nada, sabía que la otra persona escuchaba pero no hacía nada. Sabía que esa persona traía comida para ambos, dos veces al mes.

 

-Ayano –escucho que le llamaba mientras entraba –que bien que despertaste amor –canturreo acercándose, ahora aquellos muebles que habían estaban limpios de polvo pero seguían dañados por el tiempo.

 

Acerco con el pie una pequeña mesa dejando la bandeja que llevaba en ese momento, un plato comida y una botella de agua. El mayor que se había cambiado de ropa ahora llevaba unos pantalones de mezclilla gastados y una playera de manga corta de color negro. Sentía el frio de la noche tras pasar por los espacios que dejaban los tablones de maderas de aquella ventana.

 

-te traje la cena, sabes hable con Maina –empezó a decir mientras deshacía mi amarre en las muñecas dejando la cinta tirada a un lado, le levanto sentándole en la cama –No tiene ningún problema en venir más seguido, ya sabes, las cosas con su novio van bastante bien.

-…¿Cómo pueden…ayudarte en esto? –dijo en un suspiro mientras el otro le hacía apoyarse en su pecho, estaba demasiado cansado y adormilado.

-vamos, es normal que la familia apoye una relación –paseo su mano por su cabello, se quedó viendo a la nada perdido.

 

Sintió algo tibio dar contra sus labios abriéndose paso, sin pensarlo mucho abrió la boca dejando que aquella cuchara entrara su boca. Sintió la comida en su boca pero no tenía ganas de comer, la mano del mayor le ayudaba a masticar y tragar. No entendía como el otro le veía con tanto amor y a la vez le trataba con tanta violencia.

Así estuvo hasta que aquel plato quedo completamente vacío, el otro parecía feliz ante su obediencia. No tenía fuerzas para reclamar, no tenía fuerza para nada. Se dejó hacer por el otro quien paseaba sus labios por su mejilla repartiendo besos hasta llegar a sus labios besándole más profundamente, mordiendo sus labios y abriendo su boca para adentrar su lengua.

Sabía que lo mejor en ese momento era dejarse hacer, no reclamar, no hacer nada y que el otro hiciera lo que se le diera la gana. Simplemente lloraba a cada caricia apretando los labios para no soltar quejidos.

 

 

Odiaba recordar la primera vez que le forzó, llevaba una semana arrinconándose a la pared, en ese tiempo usaba su uniforme normal. Ese día estaba particularmente feliz, era como otras veces, le trataba con afecto y el simplemente le rechazaba, comenzó una discusión en donde el otro le golpe dejándole más marcas de las que tenía, mientras lloraba esperando que el otro se fuera del cuarto como siempre pero ese día simplemente no se fue. Su ropa termino destrozada y el llorando tratando de soportar el dolor en su parte baja, cada envestida había sido un infierno desgarrándole por dentro, continuo hasta que cayo inconsciente del dolor despertándose entre los brazos de ese chico, completamente desnudo y lleno de marcas. Movió ligeramente sus piernas sintiendo como algo escurría, lloro cubriendo sus sollozos con sus manos temblando mientras sentía como el otro apretaba más el abrazo en su cintura.

 

 

Tenía sus muñecas apresadas por las manos del mayor, sus piernas se encontraban a los costados de las del mayor mientras este  le besaba de forma hambrienta. Su respiración era agitada, trataba de regular aunque sea un poco el dolor que le provocaba aquello, esto nunca llegaría a parecerse a su primera vez, esto era doloroso, cruel, su mano derecha dolía horriblemente. Ahogo un quejido al sentir como el otro terminaba dentro suyo, dándole suaves besos sobre sus labios mientras salía de su interior sin cuidado alguno y recostándose a su lado atrayéndole a su persona apresado por los brazos de este.

-Buenas noches, amor –beso su nuca mientras daba pequeñas caricias en su vientre.

-…buenas…noches –murmuro en un hilo de voz cerrando sus ojos.

 

.

.

.

 

.:7 años después:.

 

-¿Qué tal? –veía aquella casa de dos pisos, entro a paso lento viendo su alrededor.

-es bonita –murmuro caminando por la estancia, deslizo su mano por la pared pintada de color crema, ese momento se sentía irreal.

-me alegra que te guste –se dejó abrazar por la espalda de su ahora esposo –ven, te mostrare el resto de la casa –Taro tomo su mano paseándole por aquella casa, contaba con tres niveles, un sótano algo pequeño, la primera planta con un baño, la cocina junta con el comedor, una sala de estar y una puerta de cristal que daba al patio trasero, el segundo piso contaba con dos habitaciones, una matrimonial y otra más pequeña, además de otro baño.

-¿dos cuartos? –murmuro el menor azabache viendo la habitación que estaba frente la suya.

-así es –iba a preguntarle algo, pero la puerta fue tocada bajando ambos a ver de quien trataba, afuera estaba Maina de la mano de un pequeño de cuatro años de la mano de la chica de cabello negro.

-Hola, les venimos a visitar –dijo mientras por atrás aparecía un chico de cabellos rojos más claros de los que tenía su hijo –Wow, Ayano que bien te vez –le alago la chica adentrándose junto a su esposo eh hijo.

-gracias –murmuro bajo el menor siendo apretujado por el otro quien contenía una sonrisa molesta, desvió la vista temeroso bajando la cabeza –lo siento…

 

La casa no estaba amueblada por completo. La cocina, con un estilo americano, ya estaba instalada junto a una mesa que daba a la puerta trasera, en la sala de estar habían algunos muebles de gran tamaño montados y dos sillones de cuero beige, el resto del cuarto estaba lleno de cajas apiladas.

Los cinco se sentaron en los sillones a charlar, nadie tocaba cierto tema. Durante la conversación se notaba la mirada lastimera que le dedicaba Haruto, el de Taro alrededor suyo le apresaba fuertemente reteniéndole. El pequeño niño de cuatro años en el regazo de su madre veía curioso a los cuatro adultos en aquella sala.

Tras un par de horas la hermana de Taro se despidió de ambos marchándose junto a su hijo y esposo. El mayor le sonrió calmado llevándolo al interior tras despedir a la familia de su hermana, al cerrar la puerta la sonrisa desapareció viéndole de forma fría.

 

-¿Por qué demonios le mirabas tanto? –gruño mientras lo apresaba contra la pared más cercana.

-N-No, y-yo no lo veía –aclaro apresurado levantando sus manos colocándolas en el pecho del mayor.

-No te atrevas a mentirme Ayano –gruño apretando la quijada del más bajo quien tembló negando.

-N-No, amor te juro, te lo juro por lo que más quieras que no te miento –trataba de romperse a llorar en ese momento.

-Tks, está bien amor, te creeré –sonrió calmadamente mientras le daba un casto beso en los labios –Vamos, terminemos de ordenar nuestro hogar ¿está bien? –Temeroso a otra reacción violenta.

 

El par de azabache habían comenzado a armar la habitación principal, la cama ya estaba armada y lista, el armario tenía las prendas de cada uno, las mesas de noche y uno que otro adorno. El menor se había sentado cansado ante la divertida mirada de Taro.

 

-Iré a preparar la cena –le aviso mientras le dejaba en la habitación cerrando la puerta tras de sí. Paso un rato antes de que Ayano se levantara a paso lento hasta la puerta girando la perilla encontrándola cerrada.

-de nuevo –murmuro por lo bajo volviendo a la cama recostándose.

 

No era la primera vez que le encerraba y sabía que no sería la última. Recordaba que mucho antes, tras haber dejado aquella cabaña, en donde vivían en un pequeño departamento en donde salir de aquellas cuatro paredes era impensable, simplemente se quedaba en casa encerrado con llave hasta que el otro llegara.

Ahora estaban en una casa más grande, en un barrio tranquilo. No tenía idea de sus padres, de sus amigos y las únicas dos personas que llegaba a reconocer eran Maina y Haruto quienes sabían su situación y nunca dijeron nada.

Al escuchar el cerrojo siendo retirado Ayano se levantó acercándose a la puerta, Yamada abrió tranquilo la puerta asiéndose a un lado dejando que el menor pasara. Ambos bajaron hasta la cocina tomando asiento en la mesa nueva.

 

-Ayano –en medio de la cena hablo el mayor llamando la atención del nombrado quien levanto la vista prestándole atención –Mañana saldremos temprano –aviso con calma, el otro asintió en silencio.

-el cuarto extra –comento en un hilo de voz –dejaste varias cajas ahí…

-Ah, si –Taro sonrió divertido –Mañana veras –paso su mano por los cabellos oscuros del menor.

 

Aquella cena en silencio era como muchas otras, no hablaban demasiado, principalmente por temor a que el otro se alterara y le atacara. Se levantó recogiendo los platos con ayuda del mayor, tras limpiar los trastes y la mesa ambos subieron hasta la habitación que compartían. Ayano estaba cansado, estaba solo en el cuarto en ese momento, momento que aprovechó para cambiarse y revisar las marcas en su cuerpo.

Deslizo sus dedos por su pecho y vientre encontrando las múltiples marcas que ocultaba bajo la ropa, ahogo un quejido al presionar un golpe algo reciente en, termino de cambiarse quedando con una camisa holgada de un celeste claro, rebusco entre sus ropas hasta dar con unos short de tela que usaba para dormir, preferiría un pantalón pero simplemente el mayor no le dejaba. Se acercó a aquella cama abriendo el cobertor junto a las sabanas metiéndose en esta y arropándose apresurado. Cerro los ojos tratando de descansar de ese día, de olvidar en lo que se había vuelto su vida.

 

-Mmh –se removió sintiendo como la tela de su camisa de removía por sobre su piel –que… –con pereza comenzó a abrir sus ojos viendo la habitación a oscuras, una suave risa en su oído le estremeció junto a aquella mano que se coló bajo la camisa.

-perdón ¿te desperté? –apretó los labios molesto, por su voz sabía que estaba burlándose de su persona.

-¿Qué quieres…? –murmuro tratando de quitar aquella mano que paseaba por su vientre.

-¿no es obvio? –escucho los muelles del colchón rechinar mientras el otro se colocaba encima suyo.

-estoy cansado –murmuro sintiendo los labios de Taro pasear por su cuello, moviendo su cabeza dándole espacio para que besara y mordiera cuanto se le diera la gana.

 

El otro no dijo nada, no tenía por qué, su palabra no valía realmente. Los besos del mayor sobre su piel resonaban en el cuarto mientras la mano de este desabrochaba los botones de la prenda celeste dejando su pecho completamente descubierto. De una forma algo brusca fue jalado de la cadera quedando completamente bajo el cuerpo del otro, soltó un quejido al sentir los dedos del mayor clavarse en su piel.

 

-No sabes cuánto te adoro –beso de manera hambrienta los labios del menor, mordiendo y lamiendo a su gusto.

 

Apretó sus manos sintiendo como se quedaba sin aliento, al separarse de los labios del otro vio el fino hilo de saliva que les conectaba desaparecer ante la lejanía. Se dejó hacer levantando sus piernas y permitiendo que el otro retirara tanto el short como su ropa interior, mordió su labio  para no quejarse al sentir los dientes del otro atacar uno de sus pezones, siete años soportando aquello y no era capaz de acostumbrarse.

 

-Ayano –le jadeo a un lado de su odio, los ojos nublado por lagrimas deseosas de escapar vieron al mayor quien besaba su lóbulo, mejilla y cuello –Abre las piernas –pidió acariciando su muslo derecho.

 

Pasando saliva por su garganta acato la orden abriendo sus piernas tembloroso, sabía lo que se venía. Tomo una bocanada de aire aguantándolo mientras sentía la cabeza del miembro del otro empujar contra su entrada, jadeo al sentir como sus paredes se abrían dándole paso al glande del mayor. Llevo sus manos hasta la almohada donde apoyaba su cabeza enterrando sus dedos en la suave textura, soltaba quejidos a cada movimiento que el otro asía para adentrarse en su para nada preparado interior, las lágrimas escurrían de su mejilla mientras un fino hilo de saliva se escapaba por si comisura y daba contra la tela blanca de la almohada.

El colchón bajo suyo rechinaba ante las envestidas, sus piernas se apegaban a las caderas del mayor mientras su espalda se arqueaba ante las estocadas. La mano de Taro masturbaba su miembro mientras le besaba, odiaba que su miembro reaccionara ante el tacto del mayor quien entre los besos sonreía satisfecho al verle jadeante y aferrándose como podía a aquella almohada. Mordió su labio apretando fuertemente sus parpados sintiendo como tanto su persona como el mayor llegaban al orgasmo, su pecho y vientre quedaron manchados de su semen mientras le otro se vaciaba dentro suyo enterrándose lo más hondo que podía para que el blanquecino liquido quedara muy dentro suyo. Suspiro aliviado al sentir como el otro sacaba su pene de su interior. Se quedó viendo el techo blanco de aquel lugar volviendo a juntar sus piernas de forma lenta ahogando un quejido de dolor, los brazos del mayor lo atrajeron al cuerpo de este, como muchas otras, quedando recostado en el pecho de este.

 

Escucho el timbre del móvil del mayor resonar en el cuarto, sintió como este se removía para tomar el aparato sin soltarle contestando. Estaba demasiado dormido como para entender la conversación entre su esposo y aquella persona que había llamado, tras un par de palabras más el otro colgó dejando su celular de lado.

 

-Amor –le llamo removiéndole.

-Mmh…

-Amor despierta –sintió los dedos del mayor pasear pus sus cabellos mientras la mano que rodeaba su cintura daba pequeñas caricias por sobre la tela de su camisa abierta.

-que ocurre –murmuro entre abriendo los ojos viendo el rostro del mayor a centímetros del suyo.

-Vamos, tenemos que levantarnos –le soltó tomando asiento en aquella cama.

-¿Qué hora es? –pregunto pasando sus manos por su rostro, se sentía pegajoso.

-siete quince –le respondió mientras quitaba las sabanas de su cuerpo.

-es temprano –contesto dándose vuelta tratando de volver a dormir.

-Amor, será mejor que no me provoques –le susurro en su oído mientras paseaba su mano por sus caderas.

-Está bien –se quejó con un ligero temblor en su voz.

 

Le fue difícil levantarse, sentía las punzadas en su cadera. El mayor fue el primero en entrar al  baño a ducharse mientras él trataba de acostumbrarse al dolor, maldijo en voz baja al momento de pararse y sentir escurrir entre sus piernas el semen del otro. Volvió a tomar asiento quejándose ante el brusco movimiento que había hecho, abotono la camisa celeste de forma lenta, su mirada estaba fija en el suelo, tras suyo cerca del armario había un espejo de cuerpo completo, giro un poco su rostro viéndose en este, a pesar de estar de espalda podía ver las maracas que sobresalían del cuello de la camisa.

 

-Es tu turno –le llamo de forma afectuosa adentrando a la habitación, llevaba un pantalón oscuro en ese momento –¿necesitas ayuda? –solo negó levantándose y agradeciendo que aquella camisa le quedara lo suficientemente grande para cubrir su hombría y trasero.

-no, gracias –murmuro por lo bajo tomando un pantalón y ropa interior nueva evitando ver al mayor quien se había sentado en la cama viéndole de manera fija con una sonrisa llena de felicidad, sintió su estómago revolverse.

 

Se apresuró a sacar las prendas y salir del cuarto encerrándose en el cuarto de baño, retiro la camisa dejándola en el cesto de ropa, se adentró en la regadera dejando que el agua cálida cayera sobre su cuerpo. Mordió su labio avergonzado mientras se apoyaba en la pared de azulejos mientras deslizaba su mano libre hasta su parte trasera, ahogando un quejido abrió su entrada con dos dedos dejando que el blanco liquido escurriera entre sus piernas, un par de lágrimas escaparon de sus ojos, saco lo que pudo de su interior antes de terminar de ducharse.

Rápidamente se vestía con la ropa interior y el pantalón de mezclilla. Salió hasta el cuarto secando su cabello, quería cortar su cabello pero su esposo prefería que lo dejara por debajo de sus hombros suelto, no quería recordar lo molesto que se puso cuando lo recorto un poco más arriba de sus hombros. Entro a la habitación encontrándola vacía, agradeció que Taro no estuviera en el cuarto. Revolvió sus prendas buscando algo que ocultara las marcas en su cuello, se vistió con una camiseta negra y sobre esta un suéter de cuello de tortuga de color azul marino. Salió con su cabello tomado en una coleta floja bajando por las escaleras y entrando a la cocina donde estaba su esposo preparando el desayuno.

Tras un desayuno silencioso ambos salieron subiendo al vehículo del mayor, sus manos permanecían en su regazo viendo por la ventanilla, iban al centro de la ciudad, la gente iba y venía con grandes abrigos. Vio un grupo de estudiantes pasar animados, desvió su mirada al hombre que tenía a su lado, llevaba una chamarra de verde musgo, junto a una camiseta de manga larga beige y los pantalones negros.

 

El auto se estaciono en un aparcadero cercano a un gran edificio, el mayor apago el motor quitando los seguros de las puertas, quito su cinturón bajando del vehículo y acercándose a la puerta del copiloto donde se encontraba Ayano, este espero a que el mayor abriera para quitarse su propio cinturón y bajar tomando la mano que le extendía Taro. Tras cerrar las puertas y colocar la alarma los dos azabaches se dirigieron hasta aquel edificio de color crema con un patio de juegos en la parte trasera.

 

-¿Qué hacemos aquí? –pregunto bajito mientras veía al mayor quien sonreía amable.

-ya verás –canturreo mientras pasaba su brazo por sus hombros  atrayéndole.

 

Ambos se adentraron siendo recibidos por una mujer de edad de aspecto serio, se presentó como la directora quien les guio a una sala para hablar con ellos, en todo momento el menor no sabía lo que ocurría, ambos se sentaron frente a un escritorio  mientras la mujer tomaba asiento atrás de este. Tras varias preguntas para ambos, en donde varias veces se vio tentado a decir la verdad, la mujer les pidió que esperaran un poco en aquella oficina.

Durante el tiempo que ambos estuvieron en aquella habitación ninguno dijo nada, la mano del mayor tomaba la suya entrelazando sus dedos. Los ojos de Ayano viajaron por toda la estancia, había un estante con varios archivadores enumerados por años, otras fotos colgadas en la pared donde salía ella y algunos niños. Vio en el escritorio junto al ordenador, una taza vacía, unos lentes, lapiceras y un periódico con la fecha actual con el titular do otro cadáver encontrado descuartizado.

 

-Por favor, síganme –les pidió la mujer entrando nuevamente.

 

Los tres adultos caminaron por los pasillos hasta el patio trasero en donde varios niños correteaban por ahí, el menor vio al mayor con sorpresa ¿eso era una broma? Planeaba adoptar a un niño. La mujer les veía tranquila, la mirada de ambos paseo por los niños que inocentes jugaban y uno que otros les veían curiosos.

 

-¿Qué tal ella? –le pregunto amable señalando una chica sentada bajo un árbol, estaba sola, no había ningún niño a su alrededor.

 

La mujer hiso una seña a la niña, quien había levantado la vista, para que se acercara. La niña se levantó llevando consigo un libro en su mano, la pequeña vio a los dos hombres al lado de la directora.

 

-¿ocurre algo Sasaki-san? –pregunto demasiado seria la chica de ojos y cabello negros idénticos a los dos hombres.

-Hola pequeña –sin poderlo evitar Ayano se puso en cuclillas frente a la niña quien le vio tranquila.

-hola –la pequeña apretó el libro que ahora abrazaba.

-¿cómo te llamas? –pregunto sintiéndose bien al ver a la niña frente suyo.

-Ayame –contesto esta –¿ustedes me quieren adoptar? –pregunto ladeando un poco su cabeza.

 

Sin evitarlo el menor levanto la vista viendo a Taro quien con una sonrisa asintió alegre. No podía evitarlo, al ver a la niña de seis años parada ahí frente suyo le hiso sentir calma.

 

-Si Ayame-chan, venimos a adoptarte –contesto posando su mano en la cabeza de la niña quien levanto la mirada, por un momento sintió un escalofrió al verla vacía pero al momento la pequeña sonrió con un ligero brillo en estos.

-Bien, Ayame ¿Por qué no guardas tus cosas? –la directora sonreía tranquila, la chica asintió marchándose al interior –¿estas seguros de esto?

-claro, porque no –respondió Taro abrazando a su esposo que se había levantado volviendo a sentirse vacío.

-bueno, Ayame no es como el resto de niños –la directora avanzo hasta la oficina por los papeles de la chica siendo seguida por la pareja –Es algo…cerrada, es una sorpresa que haya podido siquiera expresarse con usted –la mujer vio al menor quien se estremeció siendo apretado por su pareja.

-ya veo, eso es algo ¿bueno? –Ayano no sabía realmente mucho de niños, pero le parecía que tener a esa niña en su vida sería algo beneficioso para su vida, para su cordura.

-Sí, aunque sugeriría enviarla a un psicólogo ante cualquier cosa extraña que haga la niña –la mujer parecía ligeramente nerviosa.

-no creo que sea necesario –hablo Taro antes de que el menor respondiera –estoy seguro que podrá adaptarse bien a nosotros –la sonrisa del otro era demasiado calmada y eso estaba preocupando al más bajo.

-Eso es bueno saberlo  -la mujer se acercó al estante con las carpetas rebuscando entre ellas.

 

Tras algo más de papeleo y firmar los papeles la pareja bajo hasta la entrada en donde, acompañada de una de las trabajadoras del lugar, la pequeña estaba sentada en uno de los sillones esperándoles. La pequeña al verlos se levantó esperándoles de pie con un pequeño bolso con lo que parecían ser sus cosas.

 

-Bien Ayame ¿estas listas para conocer tu nuevo hogar? –hablo Taro poniéndose a la altura de la pequeña quien en silencio asintió.

 

La pequeña se acero al menor tomándole de la mano para seguirle tranquila. El ahora trio de azabaches salió caminando al aparcadero en donde estaba estacionado el vehículo del mayor. El viaje fue tranquilo, la niña veía por la ventana con calma mientras apretujaba su bolso, los ojos de Ayano iban de vez en cuando a la pequeña quien mantenía un rostro sereno desde que salió.

Al llegar a aquella casa los tres salieron, Taro cargo el bolso de la niña hasta el cuarto en donde antes habían cajas ahora había una cómoda, junto a un escritorio y una cama. la pequeña se adentró paseando por el cuarto curiosa.

 

-perdón si no hay tantos muebles –dijo el mayor alegre viendo a la pequeña.

-está bien, me agrada –comento tranquila.

-preparare el almuerzo, amor ¿Por qué no ayudas a Ayame a ordenar el cuarto?

-hum, está bien –contesto bajo acostumbrado a no hablar tan fuerte.

-Me alegra tener una familia –comento repentinamente la chica al momento en que el otro había abandonado el cuarto –ustedes no me van a dejar ¿verdad?

-¿eh? Claro que no Ayame ¿Por qué dices eso? –Ayano tomo asiento frente a la niña quien se acercó.

-Por qué el resto de papás decían que yo no era normal –comento bajando la vista –mamá ¿soy normal? –pregunto levantando la vista, nuevamente sus ojos no tenían brillo, carentes de emoción.

-S-Sí, claro Ayame –contesto en un hilo de voz por la sorpresa, la niña sonrió abrazándole.

-gracias mamá~

 

.

.

.

 

-Papá, me gusta un chico…

Notas finales:

:)
:)
:)
:)

saben, a veces pienso hacerle caso a mi madre eh ir a un psicologo...pero recuerdo que me da paja y se me pasa :)

muy bien, el ultimo extra de este fic, el final...no se...que sentir realmente :')

ya que estamos aqui, les vengo a spamear con el nuevo fic de triangulo amoroso "LoveSick" si un nombre muy...creativo... perdon, fue el unico que pense que quedaria con lo que tengo planeado. en fin, quiero dejarles otra cosita antes de finalizar por completo este fanfic auqnue este sea, si o si el final.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).