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Sentimientos cautivos por PrincessIce

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Notas del capitulo:

Aquí les traigo un nuevo capítulo , espero que sea de su agrado, aprovecho para agradecer a las personitas que me han dejado comentarios , me hacen muy feliz, al menos se que no me lee la pared XD

Con mucho cuidado toma entre sus brazos su cuerpo tibio después de que el portón terminara por deslizarse hasta el piso, pesaba un poco más de lo que recordaba hace algunos meses, por lo tanto le costó un poco de trabajo abrir la cerradura de la puerta de la casa que comunica la cochera con el interior, pero finalmente con un poco de malabares logra su cometido.

 

El destino de su querido amante termina en su habitación, sobre la cama deja el delicado cuerpo de Mime, aun no reaccionaba por el cloroformo así que el tiempo sería aprovechado para fumar un poco, observando hasta que éste despertase y poder encararlo por su traición.

 

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Terminaba con el último paciente, lo encaminaba a la salida esperando encontrar la hermosa sonrisa de su ángel , quizá platicando con su locuaz asistente, pero al abrir la puerta se encontró con Afrodita mirando insistente en la ventana.

 

–  Dita, ¿Podrías agendar en quince días al señor Simmons? –  Sigmund sacó de su vigía al peli celeste que inmediatamente se sentó en su lugar para teclear en la agenda del computador, posteriormente anota en una tarjeta el horario y día al paciente que se retira después de liquidar el costo de la consulta con el psiquiatra.

 

–  Ya es hora de irnos… –  saca del bolsillo la cajita con el anillo y le muestra a Afrodita –  ¿creés que le guste? –  la sonrisa de oreja a oreja del sueco brillo en esos momentos añorando que alguien le pidiera matrimonio con una sortija igual de hermosa.

 

– ¡Claro que sí Doctor!... dios mío –  no resiste en dar un pequeño gritito y saltar emocionado, aunque a los segundos recuerda que hace dos horas vio cruzar a la cafetería a su amiguito pelirrojo y no había regresado. –  Pero angelito no ha regresado, vaya ni siquiera subió después de la consulta con el doctor Rize –  los ojos de Sigmund se abren con sorpresa, su corazón se sobresalta al saber que no ha vuelto.

 

– ¿¡qué!?, ¿ cuál cafetería?, ¿estás seguro que fue para allá? –  sacaba del bolsillo el teléfono celular para llamarle a Andreas, pues guardaba la esperanza de que estuviera con él todavía y se tratara de algún error  de Afrodita –  Aló , Andreas… ¿ está Ángel contigo? –  El Psicólogo escucha su teléfono sonar ya en casa, a propósito tarda un poco más.

 

–  Hola Sigmund… yo estoy en mi casa, ¿pasa algo? –  finge un poco de preocupación –  Cuando salió de mi consultorio me dijo que iba subir a verte, ahi debe andar en el sanitario o quizá se cansó y fue a casa –  suspira tratando de tranquilizar a su adorado Sigmund, pero este solo corta la llamada y corre a buscar en el sanitario sin resultados.

 

Al salir del sanitario se encuentra con Afrodita que guardaba sus pertenencias y entregaba el regalito que con esmero había tejido para el bebé de Mime.

 

– Aguarda Afrodita, ¿ dime exactamente hacia dónde dices que viste a ángel? – necesitaba volver a procesar aquella información para iniciar su búsqueda a los alrededores.

 

–Estaba guardando el tejido, lo vi cruzado hacia la cafetería de enfrente y se detuvo a hablar con un hombre, cuando se me cayó la cinta lo perdí de vista, osea… ya no estaba ahí y pensé que había entrado al local – levantó los hombros sin entender qué había pasado con el novio del doctor.

 

Sus ojos se alarmaron cuando escuchó de una segunda persona cerca de su ángel –¿un hombre? ¿ le hizo algo?¿viste si le hizo algo? – lo toma de los brazos queriendo sacar respuestas que ni el mismo Afrodita podía responderlas.

 

– Doctor Sigmund, ¡Cálmense! – asustado ruega por que este guarde compostura – No vi que ese tipo le hiciera algún daño, quizá solo le pregunto alguna dirección, todo se veía normal – Sigmund ante la respuesta de su asistente aflojó el agarre de sus brazos.

 

– Disculpa Dita… iré a la cafetería a preguntar , quizá Andreas tiene razón y se cansó y volvió a casa, ya sabes como es él, si se siente mal no avisa – su s palabras eran más para autoconvencerse que todo estaba bien. – Ve a casa, yo le doy tu regalo – el chico asiente y con una mirada preocupante se retira a descansar de sus labores.

 

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Terminaba la última bocanada de su cigarrillo de hierba y Mime comenzaba a removerse en la cama, probablemente por la molestia del humo impregnado en la habitación, ese olor tan característico que ya conocía. Con lentitud abre los ojos descubriéndose en ese lugar, en esa cama donde muchas veces Siegfried lo tomó. – Hasta que despiertas preciosura – la ronca voz de su antigua pareja le eriza la piel– cada vez se acercaba un poco más, así que se permite girar el rostro y verlo con mucha inquietud por lo que iba pasar de ahora en adelante. – ¿ me extrañaste?... obvio ¡NO! – arroja las fotografías que Alberich le entregó, cayendo estas en el cuerpo de Mime, las cuales con miedo toma entre sus manos para observarlas.

 

– Sieg, tranquilo yo puedo explicar esto – traga grueso el menor, se levanta para tomarlo del brazo pero recibe un empujón que lo regresa a la cama, el habla se le escapa cuando acaricia el frío del metal en su sien.

 

Siegfried desliza el arma por el rostro de Mime – ¿qué vas a explicarme maldita zorra? – nota el temblor en el cuerpo de Mime – Ahora mismo vas a decirme ¿ quien es ese hijo de puta? – el silencio de Mime lo alteraba más. – ¡Mime!¡Contesta! – tironea el cabello pelirrojo sin aflojar el agarre a pesar de las lágrimas que escapaban de sus bellos ojos rubí.

 

– Por favor… – ruega porque este no lo maltrate – Sólo es un médico que me ayudó – no deja que continúe pues se monta encima para apretar el blanco cuello.

 

– ¿Me crees estúpido?, mira la maldita foto… solo te ayuda y tu por eso te  cuelgas como piruja – prácticamente no mira la foto porque es restregada en el rostro del menor aterrado. – Así que ya mismo me dices quien es porque pienso arrancarle los testículos y hacer que los mastique antes de meterle un plomazo en la cabeza – amenaza apretando los dientes, afloja el agarre del cuello pues Mime comenzaba a toser a falta de la respiración – ¡Habla maldita sea! – una bofetada fue marcada en la blanca piel.

 

Terror a la amenaza de Siegfried, niega rotundamente todo, su bello príncipe no tenía porque pagar las consecuencias de haberse cruzado en su camino – Solo me tendió la mano Sieg… creeme – más el otro continuaba ardiendo en ira sin querer aceptar más que las intrigas que resonaban en su cabeza.

 

–Una mano y una follada a cambio, dime que no es cierto – se lleva la mano a los cabellos rizados que estaban sobre su cara, aflojando un poco el cuerpo de Mime, este se recorre hasta quedar sentado y recargado de la cabecera.

 

– Unos hombres entraron con armas, yo huí… el … el me dio techo, comida, atención médica, es un hombre bueno… no le hagas daño – tratando de controlar el pánico acerca su mano diestra al rostro de Siegfried – Por favor… haré lo que me pidas, me quedaré contigo y haré lo que me ordenes, nunca volveré a hablar con él ni verlo, lo prometo – ese contacto perdió por unos segundos a Siegfried, la suave caricia le hacía sentir diferente. – Estaba en malas condiciones… dejaste de llamarme, no tenía ni que comer , solo me cuido, pero ya volviste y estoy contigo – le intenta sonreír un poco, pensando en que Andreas tenía razón, su lugar estaba ahí por más enamorado que se sintiera de Sigmund, él estaba embarazado de otro y ese otro había vuelto, por otro lado estaba su querido Sigmund, su ángel salvador que merecía ser feliz  y no causarle problemas ya.

 

Toda esa cólera estaba bajando, su teléfono vibra y al ver la pantalla se da cuenta que es Alberich, en su mensaje de texto preguntaba si estaba ya liquidado Mime. Se separa y camina dando la espalda a su chico, texteando rápidamente que ya casi lo tenía localizado que no se preocupara. Apaga el teléfono y deja el arma sobre el buró y se vuelve con el pelirrojo. – ¿Vas a obedecer en todo lo que te diga?– el otro asiente con el rostro en repetidas ocasiones, sintiendo un alivio de ayudar de esta forma a mantener con vida a Sigmund.

 

– Quitate la ropa – se recarga de una esquina de la cama para observar como este con movimientos torpes desabotona la camisa y la deja caer al piso, desliza el resorte del pantalón hasta los tobillos quedando en calzoncillos, la mirada de Siegfried recorría el esbelto cuerpo con formas más definidas, su vientre hinchado que no le restaba sensualidad – Toda la ropa – Mime agacha la mirada, sabía a lo que iría Siegfried, no quería intimar ya con él, estaba drogado y tenía pavor que lastimara a su criatura, respiró profundamente y quito el boxer rogando a los dioses que se contuviera. – Ahora recuéstate – Siegfried camina hacia él, su mirada seguía sin perder detalle de ese cuerpo – Estas hermoso – parecía hipnotizado, no quería perder más tiempo en sentir su piel, velozmente retira toda prenda de su cuerpo, dejando a la vista su miembro ya despierto y deseoso por poseerlo otra vez.

 

Sube a la cama colocando sus piernas de cada lado del cuerpo de Mime, dejando un espacio pequeño para no aplastarlo, su nariz se interna en el níveo cuello que ataca a lamidas – se notan más sensibles que antes – tienda con sus dedos los pezones levemente más hinchados debido a la cuestión hormonal, tentado a probar deja en paz el cuello, baja a jugar con su lengua esos botoncillos rosados – ¿Porque no gimes?... ¿ese imbécil te tocaba mejor? – Mime no dice nada, aprieta los ojos para no pensar en ello, se sentía que traicionaba a Sigmund, lo raro era que jamás sintió eso por Siegfried cuando su amado Sigmund le hacía el amor.

 

La mano inquieta de Siegfried se dirigió directo a la hombría del menor, molesto al sentirla dormida comienza a masajear. – ponte en cuatro – una vez dada la orden Mime obedecía sin chistar, Sieg solo veía su delicioso manjar expuesto para él. – Tu medicucho no te hacía cosas ricas como yo – muerde suavemente un glúteo y después el otro, preparándolo para separar y saborear esa apretada entrada rosácea.

 

Cuando siente la húmeda lengua deslizarse por su entrada, tan solo aprieta los puños contra las sábanas, Siegfried no deja de juguetear, succionando y lamiendo hasta cansarse buscando arrancar gemidos en su amante pero su silencio estaba por colmarlo.

 

–Voltéate, Mime… tienes que entender – gatea sobre él, separando sus piernas acomodandolas alrededor de sus caderas, pasea su mano por el muslo subiendo hasta protuberancia en el vientre, detiene su andar cuando percibe cierto movimiento en el interior, su expresión maliciosa se suaviza transformado en una de sorpresa – Se… se movió – Mime abre los ojos y asiente.

 

– Es tu hijo… Sieg – temeroso menciona esperando que no vuelva a ponerse loco como antes de que lo dejara, cuando pretendía deshacerse de su bebé.

 

Una sonrisa se dibuja en los labios de Siegfried – Es… la primera vez que siento un bebé – vuelve a colocar la palma en la barriga de ya siete meses de gestación. Con la otra mano sube al pecho y roza con el pulgar el pezón, continuando al rostro y acariciarlo – Eres únicamente mío… grábatelo bien en esa tonta cabecita – lo recuesta correctamente y comienza a rozar su grueso falo endurecido en la ranura de sus glúteos – Si ese te tocó, me encargaré que olvides sus manos, su piel… que solo seas capaz de pedir que te folle – un empujón y logra meter el glande pese al quejido de Mime por la brusquedad, en su rostro se refleja cierto alivio cuando lo abandona pero por poco tiempo pues solo fue para tomar de nuevo impulso y llegar un poco más al interior, dos y tres veces más reinició ese juego hasta estar por completo en su interior – Mime… mi Mime – ronroneaba en su hombro que mordisquea y lame hasta llegar a la oreja dejando uno que otro gemido de placer – ya te extrañaba – Mime frunce el ceño sin creer en nada de lo que le dice, desconcertado por algunos besos menos toscos en su cuello, recorriendo hasta llegar a su mentón.

 

La mirada rubí queda pasmada cuando los labios de Siegfried se aferra a su boca, su corazón comienza a latir con velocidad, esta actitud lo estaba confundiendo, el nunca lo besaba. Ahora su lengua buscaba la suya que no le seguía el ritmo. Se sentía un infiel y se lo repetía una y otra vez en su mente.

 

– Mime… ¿ no dijiste que harías lo que yo quisiera? – escucha el chantaje de boca de Siegfried – entregate como debe hacerlo un chico con su hombre o pensaré que lo hiciste con ese hijo de puta e iré a volarle los sesos – palabras suficientes para cumplir su palabra, sus manos automáticamente se enredaron en su cuello para sostenerse y destensar las piernas, nuevamente su boca ataca la de Mime, Sieg se encarga de tocar de nuevo la entrepierna hasta ponerlo duro – mmh así… ya estas bien mojado – lo haría vibrar o dejaría de auto llamarse el gran Alpha, mueve sutilmente su cadera para encajarse en la próstata del menor, conocía a la perfección ese cuerpo y por más que reprimiera estaba arrancando los primeros jadeos.

 

Esa boquita tan dulce estaba resultado adictiva, se recriminaba el haber privado de sus besos todo este tiempo, el escalofrío recorría ya su espalda hasta aglomerarse en su vientre, sujeta con fuerza sus nalgas antes de explotar en el interior de Mime.

 

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– ¿Está seguro que no vino?  –  mostraba una y otra vez una foto en su celular a los empleados de la cafetería pero estos negaban, alguno que otro le respondía que a esa hora no estaban de turno, así que poca fue la ayuda para Sigmund que no pierde la esperanza.


–  Demonios… Ángel  ¿ dónde estás mi amor?  –  ya la batería de su teléfono estaba agotándose, había hecho más de cincuenta llamadas a su casa pero allá tampoco respondía. Decide buscar por el camino a su casa con baja velocidad, no era muy retirado, quizá y lo encontraba en la ruta, misma que siguió en vano hasta llegar al departamento que de igual forma relucía la ausencia de su pelirrojo.


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