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Sentimientos cautivos por PrincessIce

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La camioneta negra blindada ingresaba al hotel, detrás terminaba por estacionarse otra idéntica, de donde descendían algunos oficiales, seguido por Yuan. Del primer vehículo, bajaba con custodia el pelirrojo, todavía algo confundido por todo ese asunto, del que nadie se había tomado la molestia de explicarle debidamente. Sin embargo, se mantenía en silencio, en ningún instante es tratado de mala forma, por el contrario, eran amables, parecían cuidarlo hasta de un soplido del aire, generando cierta seguridad al menor.

 

Al abrir la puerta de la habitación de hotel, Dohko apresura el paso a las puertas del ascensor que en ese momento se abrían.  – Mime  – le da alcance entrando a la par, los oficiales no ingresan, solo se quedan vigilando la puerta.

 

Con extrañeza mira al oriental  – Se que no me conoces, ¡que grosero de mi parte!  – extiende la mano acompañado de una amable sonrisa  – Dohko Yuan, estuve a cargo de la negociación de tu liberación en Finlandia, Folker me contrató para eso, aunque desafortunadamente no pudimos concretar nada con los maleantes  – observa como los ojos del menor se abren con sorpresa.

 

–¿usted conoce a Papá? – acepta esa mano, apretandola desesperado por saber sobre su amado padre.

 

–Si, el esta enfermo… se puso muy mal cuando te paso todo esto, verás… no puede moverse mucho  – cerraron la puerta y caminaron hasta una pequeña sala dentro de la habitación.

 

–¡Quiero ver a mi papá!  – su corazón se estrujó al enterarse de la situación de Folker.

 

–Hijo, necesito que tengas paciencia, te han traído aquí para mantenerte a salvo… eres un testigo protegido, irás a ver a tu padre en cuanto la extradición quede lista  – ambos toman asiento.  – Hubo un cadáver que se entregó a la familia, los peritos realizaron ADN a las piezas dentales y arrojaron que era efectivamente Mime Benetnasch, el cuerpo estaba carbonizado, es por eso que las autoridades pararon tu búsqueda y estarás aquí hasta que exhumen los restos para comprobar que no eres tu.  – explica calmo para que este pudiese entender que el proceso sería lento.

 

–No quiero estar aquí  – habla en tono bajo y angustioso el Finés.

 

–Lo sé, pero prometo que no te pasará nada, aquí afuera siempre habrá oficiales que estén cuidandote, yo me hospedaré en el piso de abajo, cualquier cosa que necesites llámame  – le da su número telefónico, así como también una tarjeta con el número de habitación  – Mime, es importante que digas todo lo que sepas de los secuestradores, vendrán en un rato a tomarte la declaración otra vez… ¿son ese par que está detenido?  – trata de preguntar con el mejor tacto que puede.

 

Mime se levanta del sillón, mostrándose muy inquieto, estira algunas hebras de sus cabellos  – No quiero hablar de eso… no quiero hablar de eso… no… no  – comenzaba a hiperventilar, preocupando a Dohko por la manera que estaba reaccionando.

 

– ¡Hey!¡Mime!  – se acerca a él, coge sus brazos y lo lleva de vuelta al sillón  – respira profundo hijo, no va pasar nada, mira… descansa y más tarde hablamos del asunto, no tengas miedo… ellos no te volverán hacer daño  – se suelta del agarre de Dohko, rechazando contacto con él.  – Muchacho ¿te sientes mejor?  – toma su distancia por la reacción de este, cuando lo nota un poco más tranquilo, decide marcharse y darle privacidad.

 

 

 

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Shun empujaba la silla de ruedas rápidamente al interior del hall de la residencia Benetnasch, miraba a todos lados para cerciorarse que Hilda no se encontrara en la mansión, y rogaba que no se diera cuenta que había sacado a su marido de la casa.  Desde que Dohko les solicitó muestras de ADN de Folkell, no escatimaron en tiempo y costos, Shun con sus contactos de confianza en la clínica donde laboraba, consiguió que le tomaran las muestras de sangre a su jefe. Dichas pruebas ya estaban por salir de Finlandia, directo a Noruega para corroborar la identidad del chico pelirrojo que encajaba con el supuesto finado Mime Benetnasch.

 

– ¿De dónde vienes con mi marido?  – la mujer peliplateada se cruza en la loca carrera de Shun.

 

–Señora Hilda, solo saqué al señor a un paseo – sus nervios los intentaba ocultar al tomar cierto aire de seguridad – le hacía falta un poco de sol y aire puro–.

 

– Sabes que no me gusta que lo saquen de la casa, en su condición no es correcto – toma fuertemente el brazo del chico, dejando marcados sus dedos en la blanca piel, ganándose una fuerte mirada rencorosa por parte de Folkell. – Retirate, yo me encargo de mi marido – ordena Polaris, sin embargo, Shun no se movía de su lugar –¿que esperas idiota? – da un leve empujón con ayuda de la silla de ruedas – Querido… ese chico se toma demasiadas atribuciones ¿no lo crees? – una falsa preocupación en su voz ahora su era percibida por su esposo.

 

La mujer lo lleva al jardín donde había pedido le llevaran los alimentos, se dispone a sentarse en las piernas de su marido – ¿Sabes amor?, me alegro que estes en esa maldita silla, lo más seguro es que te quedes para siempre así es – estira el brazo para coger su cóctel y saborear de su bebida.  – Me daba mucho asco tener que acostarme con un viejo como tu, yo soy joven y muchos hombres me desean, ricos como tu, ya estas empezando a estorbarme y ya tengo en la mira a otro millonario  – se levanta de las piernas de su marido y toma asiento en la mesa resguardada por una gran sombrilla, mientras a su marido lo deja en completo sol.  – Dice Shun que necesitabas sol, ahí lo tienes  – se carcajea a más no poder, al humillar al desvalido hombre, que solo aguantaba las ganas de regresarle el revés, pero sería descubrirse ante Hilda, aunado a que no tenía todavía la fuerza necesaria en sus músculos.

 

Shun observaba molesto desde el ventanal de la mansión, no iba permitir que lo maltratara de esa forma, por lo que sale directo hasta donde estaban sus patrones  – Señora, si me lo permite me llevaré al señor, le toca el medicamento  – era ahora o nunca, no esperó respuesta de la mujer y se llevó al interior a Folkell.

 

– Si, si haz lo que quieras  – su teléfono sonaba insistente, restándole importancia al enfermero y su marido, prefiere atender la llamada.  –¿ diga?  – su rostro se transformó al reconocer la voz.

 

– Tía, tengo un problema y necesito que envies el mejor abogado que tengas a Noruega, me procesaran a Halden Fengsel  –trataba Alberich de ser conciso sin irse de la lengua con el asunto que Mime estaba vivo.

 

– ¿cometiste una estupidez por tu adicción?–  Polaris se encontraba totalmente irritada por las tonterías que hacía su sobrino, pero por el amor enfermizo que le tenía siempre cedía.

 

– Si, es un problema con un empleaducho, que me acusa de haberlo privado de su libertad –  estaba más que seguro que su tía sobornaría a varios funcionarios para que saliera libre y así terminar con la existencia de Mime para que todo volviera a la normalidad, se sentía tan seguro de su plan del cadáver calcinado de Surt, que nadie creería en la versión de un desquiciado como Mime.

 

– Esta bien, pero es la última vez que te saco de un lío así, a primera hora llegará la ayuda – rueda los ojos aceptando doblar las manos ante su debilidad, ya vería más adelante como cobrarle el favor con algo de placer.

 

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Los médicos especializados salían de la habitación de Mime con las muestras de ADN  para realizar los estudios de compatibilidad contra los de Folkell que ya se encontraban volando en un avión privado hacia Noruega. Mime retira el parche del brazo donde fue extraída la sangre, la oprime sin sentir dolor alguno, comenzando a escurrir un hilillo de sangre. Sus yemas fueron humedecidas por el líquido rojo, el cual observaba ido.

 

Las paredes fueron marcadas con palabras de odio, su sangre era usada para sellar el pacto de venganza contra esa gente que le había arrancado todo en la vida. En esos momentos la puerta es golpeada suavemente, afuera con una autorización de visita gestionada por Dohko, se encontraba un desesperado Sigmund que ansiaba velar por el bienestar del chico que ama.

 

La puerta es abierta, sin mostrarse Mime se mantiene detrás de la puerta, cerrándola de golpe cuando Sigmund entró silencioso, buscando con la mirada por los alrededores a su lindo Ángel.

 

– ¿Ángel? – mira desconcertado las manchas de sangre, “te odio Sieg”, “ te mataré amatista” , “estupidos de mierda”.

 

–¿qué es lo que quieres? – su voz no mostraba emoción alguna – No me llames así, ese no es mi nombre – habló Mime por la espalda de Sigmund, pretendiendo pasar de largo, pero el psiquiatra le detiene del brazo para revisar de donde la mancha de sangre surcaba su piel.

 

–Te has hecho daño – lo lleva al sillón y busca rápido el botiquín en el sanitario, con una torunda mojada en agua oxigenada limpia su brazo ensangrentado.

 

Un pequeño parche fue colocado en el poro que se había abierto en el brazo – No me dolía, es extraño Sigmund, no siento ya nada – exactamente es lo que reflejaba ese rostro ojeroso e inexpresivo, opacando esa frescura y dulzura en Mime, parecía un ente sin alma.

 

– Necesitas descansar, ¿no has dormido? – acaricia la mejilla de menor, esperando una reacción de su parte, pero este clavaba su mirada en la alfombra.

 

–No logro conciliar el sueño, si me duermo… van a venir y me volverán a encerrar – el entrecejo se contrajo por unos segundos, los necesarios para que Sigmund percibiera un cierto temor y frustración en el menor.

 

– ¿Quieres que vele tu sueño un rato?– necesitaba ayudarlo de alguna manera, tenía la esperanza en que su ángel confiara aún en él. – Te prepararé la tina para que el agua tibia te ayude a relajar tu cuerpo, estas muy tenso – Mime solo se mantuvo callado, no se negó a la sugerencia del mayor, puesto que de algún modo su presencia le aliviaba el peso que parecía aplastarle.

 

Cuando la tina estuvo en su punto, acompañó al menor dejándolo en privacidad para desnudarse e introducirse al agua, por su parte con una toalla facial y un poco de agua oxigenada se dispuso a limpiar las paredes, no quería que se hiciera más daño, mirar sus marcas solo le estaría perturbando más, de ser necesario solicitaría su acompañamiento en todo el proceso. Este tipo de comportamiento en Mime le preocupaba demasiado, conocía casos en que las víctimas finalizaban su dolor con el suicidio, no quería que su ángel se sumara en esas estadísticas o el mismo no lo soportaría.

 

Al poco rato la puerta del baño se abrió, dando paso a Mime cubierto con un albornoz, tomó asiento en el lugar disponible junto a Sigmund – ¿Te irás? – pregunta sin mirarlo al rostro.

 

– Prometí que velaría tu sueño – Mime con cierto alivio aceptó con confianza su respuesta, apenas cerrando sus ojos y recargando su frente en el hombro ajeno. Sigmund lo estuvo observando tan frágil y vulnerable, de pronto ante él, veía una vez más al atemorizado Mime que conoció en el cruce del semáforo, al mismo que encontró en el parque, ese chico tierno que vivía atemorizado, falto de protección.

 

Cuando en cuestión notó la respiración más pausada y profunda, supo que se encontraba en los brazos de morfeo, con mucho cuidado lo carga para acomodarlo sobre la cama, sentándose frente a él, cumpliendo lo prometido, vigilando su sueño, cuando abriera los ojos, quería que lo primero que viera fuera a él y que se supiera protegido, con ello recuperar su confianza, quizá su amor ya no lo podría tener, pero se conformaría con salvarle de sus demonios interiores para que viviera en paz.


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