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Sentimientos cautivos por PrincessIce

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A pasos lentos desciende del avión al llegar a su destino, detrás suyo da un suave apretón en su hombro Sorrento para darle ánimos en esta nueva aventura que emprenderían juntos en esas tierras. –¿Ya gamosh? – pregunta la voz infantil a medias lenguas proveniente de un pequeñín que frotaba sus ojitos azules, la rubia cantante le sonríe enternecida –Claro amor, ya llegamos a Noruega – Thetys afianza el agarre al niño para bajar con seguridad e ir al interior del aeropuerto donde les entregarán el equipaje.

–Vamos… ya gire instrucciones para que el resto de las cosas las lleven al edificio que renté cerca del instituto– Mime en ese momento cerró su abrigo y acomoda su cabello – deja te ayudo Thetys, debes estar entumecida – sostiene al pequeñuelo dejando que su amiga estire los brazos antes de abordar el automóvil a las afueras del aeropuerto.

Por otro lado, en la clínica de salud se encontraba perdido en un mundo de expedientes Sigmund, quien revisaba unas hojas que se habían traspapelado de los casos de estudio que reportó en su libro elaborado durante el tiempo que se ausentó del país. La razón era un seguimiento de dichos casos por parte de unos colegas interesados en tema. Entre las carpetas de pronto cayó la de “Ángel”.  Una pequeña sonrisa en su rostro brilló, para él era inevitable el recordar a su hermoso Mime y de lo cuanto lo extrañaba ahora.  Pero el mismo se culpaba por no haberle dicho aquella noche que saldría de Noruega por un tiempo, para su mala suerte le robaron llegando a Los Ángeles su teléfono celular, por lo tanto, al tener un número nuevo ya no pudo recibir las llamadas nocturnas del amor que le robaba la respiración cada segundo.

A su regreso a Noruega no perdió la esperanza de volver a recibir sus supuesta anónimas llamadas, pero no fue así, se llenó de desilusión al saber al paso de los meses que Mime lo había olvidado por completo.

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Los rizos caían como cascada al ser peinados suavemente en dos colas de caballo, ella reía al ver la dedicación de su tío por dejarla como toda una princesa, apenas adivinando lo que le decía, más bien leyendo sus labios debido a su discapacidad.

– TÍO BUH… TÍO SHY VA TAER HELLAO  – el tono de su voz era casi a los gritos al no poder modular lo que no escuchaba, a sus casi cuatro años apenas lograba tener un lenguaje casi como el de un niño normal, gracias a la terapia de lenguaje a la que se encargó Syd de llevarla.

–Dioses… olvidé ponerte los aparatos – Si su gemelo estuviese en casa ya le habría dado unos buenos coscorrones por ese detalle, así que daba gracias que el pediatra ese día estuviese tan ocupado. En un principio estuvo en contra de que Syd tuviera que lidiar con una niña que no era ni su hija, más por ser hija de Siegfried, su cambio de opinión fue cuando la conoció, su bella sonrisa cuando sostuvo su dedo aun siendo una bebé.

–Ania… mi princesa, ahora si me escuchas – coloca Bud con mucho cuidado las diademas en cada oído, de igual forma ajusta el volumen para que la niña pueda escucharlo.

– Si te ecucho –  respondió la pequeña bajando del sillón con algo de prisa por ir a su terapia musical. A pesar del daño con el que había nacido por el mal cuidado prenatal en el que lamentablemente siendo un feto absorbió las sustancias nocivas por culpa de Siegfried, ahora que gozaba de una audición casi del 90%, ella disfrutaba de los sonidos de su alrededor, en especial de la música, don que seguramente heredó de su padre gestante. Las recomendaciones de su terapista de lenguaje fueron claras, la musicoterapia sería un instrumento que ayudaría a Ania a desarrollarse completamente. Tal terapia era recibida en la recién creada institución de música Eta.

El instituto consta de varias aulas, algunas especializadas en iniciación musical a menores, otros enfocados a músicos intermedios con clases de instrumentos especializados para la inserción de dichos estudiantes a la orquesta oficial. Dentro de iniciación música, se contaba con el aula de terapia para niños especiales, en los que la pequeña Ania tomaba clases, mientras su tío Bud se entretenía en la sala de espera mirando revistas de artes, chismes, politica.

La nueva plantilla de profesores comenzaba a adaptarse a la carga de trabajo, por su parte Mime se encargaba de observar las clases de los profesores antiguos como los de nuevo ingreso, es decir, sus amigos, notando el amalgamiento tan rápido que estaba sucediendo. Como director de la escuela de música, debía garantizar un servicio de buena calidad, clases excelentes, al igual que el trato a los más pequeños, incluyendo el área de niños especiales.

Cualquier persona que no conociese de música, pensaría que el entrar en el aula de niños con musicoterapia era un desastre por los sonidos producidos por los niños, sin embargo, para Mime era como si los serafines tocaran las trompetas del cielo. En ese sitio captó su atención una pequeña de dorados cabellos, disfrutando del tacto que producía un melodioso ritmo en los bongoes, siendo acompañada por el tintineo del carillón que tocaba el rubiecito que andaba entrometiendose en todas las clases, el mismo que había bajado del avión de los brazos de Thetys y que al parecer ya hacían grandes migas ese par de nenes.

Al notar la presencia del joven director del instituto, la rubia deja a su asistente a cargo de los pequeños, alcanzando al pelirrojo que se encuentra recargado del marco de la puerta –¿Ya le llamaste?– Pregunta curiosa o más bien ansiosa por las noticias.

–No, además recuerda que no tengo su número telefónico… no se, mejor no le llamo – comenzaba a arrepentirse de la decisión de contactar a su psiquiatra de nuevo.

–No nos hagamos tontos, sabes perfectamente porque perdieron contacto Mime – le pica el hombro con el dedo para que reaccione – Estuvo fuera de Noruega, me vas a decir que ese mensaje en su red social de “Me robaron el celular, por favor si necesita comunicarse conmigo, envie mensaje para proporcionar el nuevo teléfono “ , era obvio que lo puso por ti, pero ohh el señor Orgullo jamás quiso mandarle mensaje, así que perdieron contacto porque tu quisiste – la rubia lo regaña en voz baja haciendo que este le retuerza los ojos.

–Si, ¿y luego? – se cruza de brazos.

Thetys saca del bolsillo del pantalón de Mime su teléfono celular y lo agita frente sus ojos – ¿Y luego?, pues que ya no puedes darle más excusas, las historias que le has dicho ya no dan para más, se lo prometiste, así que ahora mismo le vas a mandar un mensaje privado en su red social y hablarás con Sigmund – con el atrevimiento que le permite su estrecha amistad, la chica abre la aplicación y busca el contacto privado para que Mime le escriba.

Suspira pesado mientras fija su mirada en los pequeños del fondo – Tu ganas… – comienza a teclear, borra el mensaje y de nuevo inicia con un saludo – No se ni que ponerle … Hola, me gustaría charlar contigo, estoy en Noruega – le muestra a su amiga para que le diga si suena bien antes de darle enviar.

–Bien, mandalo – Thetys lucía más apurada a que diera el paso el pelirrojo, su indecisión ocasione que ella misma le pulse en la pantalla enviar. –¡Ja!, ya te jodiste, se envió – ríe triunfal ante la cara de espanto de Mime.

–Eres una malvada… – aprieta los labios con ganas de ahorcarla.

El psiquiatra terminaba de teclear una receta para un paciente, cuando salvajemente le aparece una ventana de mensaje en la pantalla – Mime… – susurra sin poder creerlo. – Permítame… – a las prisas envía la receta a impresión y se la entrega al paciente – cada 12 horas lo va tomar por quince días, bueno lo veo en un mes señor Hans – le estrecha la mano, al mismo tiempo invitando a que abandone el consultorio, y con la rapidez que puede corre a la computadora.

– Mime, me da mucho gusto recibir tu mensaje, por su puesto que cuenta conmigo para vernos, no se dime donde te paso a buscar y a que hora – teclea como loco acelerado dando finalmente enter para enviar.

Mime estaba por guardar el teléfono de nuevo en el bolsillo, cuando este suena – Es él, revisa carajo – prácticamente lo zarandea Thetys casi encimada para ver qué le responde.

–Si que eres molesta ehh – lee en voz baja y se queda pensativo – Te parece en dos horas en el restaurant Fjord – nervioso envía el lugar de la cita.

Sigmund al leer la respuesta se apresura a apretar el boton del telefono para contactar a su asistente Afrodita – Dita cancela las citas restantes del día, tengo algo muy importante que hacer… Mime regresó – un gritillo de emoción tuvo por respuesta, centrándose después en confirmar vía mensaje a su adorado Mime, proporcionando su nuevo número telefónico para mejor contacto.

–¿qué dijo? – arrebata el teléfono Thetys para ver ella misma el chisme.

–Bueno ya leiste… podrían irse al departamento, yo te aviso si sale todo bien y lo llevo para allá  – vuelve a suspirar nervioso, su amiga lo alentó para que de una vez terminara sus pendientes para irse a la cita, en eso una pequeña comenzó a tirar del pantalón.

–Señoo yo quelo uno así – Ania traía de la mano al rubiecito con el carrillón, cuando Mime baja la mirada queda perdido en su mirada sintiendo su corazón llenarse de un calor extraño.

–¿Mime estas bien? – lo saca de su nube la rubia que ya tenía rato hablando y él seguía pasmado mirando a la pequeña.

–Eh si… estoy bien – le responde a su amiga, su instinto le hace agacharse y acariciar sus ricitos – Qué linda ¿como te llamas? – llama su atención ambos aparatos de sordera en sus oídos.

–Ania – responde sonriente – el y yo nos hicimos amigos – Mime les sonrió enternecido, pues notaba por como se sostenían de la mano– Thetys dale un carrillón a la pequeña Ania… te encargo eso, te estás al pendiente del teléfono. Acaricia de nuevo la cabellera de la niña a modo de despido – y tu portate bien con tu nueva amiga – le guiña el ojo al rubio que solo agita su mano despidiéndose de Mime.

6:30 pm - Restaurant Fjord

Miraba su reloj cada 30 segundos mientras tomaba impaciente la copa de vino en la mesa del rincón, tenía que tranquilizarse, era obvio que los nervios lo carcomía de volver a verlo después de todo este tiempo.

Sigmund de igual manera se encontraba, así que en cuanto llegó preguntó al hostes por el señor Benetnasch, siendo guiado a la mesa donde el pelirrojo estaba sentado de espaldas.

–Mime… – lo llama, tensandose el Finés en su asiento al escuchar su voz.

En cuanto hicieron contacto visual, sus corazones se aceleraron de la emoción, apenas si atina a sentarse Sigmund.

– Tanto tiempo… te ves radiante – estira su mano esperando estrechar al tan cambiado pelirrojo, ya no era ese chico de apariencia tan débil y adolescente, era todo un hombre hecho y derecho, hasta le daba la impresión que más desarrollado.

–Sigmund… qué bueno que pudiste venir – traga grueso y estrecha su mano, perdiéndose en el calor que emanaba su cuerpo, momento mágico que al parecer también hace perderse a Sigmund.

–Disculpe , el señor ¿va pedir algo?– interrumpe el mesero haciendo que separen sus manos rápido.

– Lo mismo que el señor por favor – responde sin quitar la vista de encima a su Mime.

– Me enteré que te fuiste hacer un libro – intenta hacer un poco de plática antes de decirle eso que tanto había pensado hacer.

–Si, de hecho estuve a punto de devolverme a Noruega cuando me robaron el teléfono… alguien me acostumbró a llamarme y sin mi número dejé de recibir su llamada, bueno nunca hablaba pero me gustaba hablarle aunque sea yo – los colores se le vinieron encima a Mime en ese momento, tratando de disimular tosiendo un poco.

–Ya veo… no quería molestar intentando conseguir tu número – bebe un poco del vino para darse un poco más de valor.

–Jamás has sido una molestia – responde Sigmund pensando en tocar de nuevo su mano, pero al final se reprime un poco.

–Lo pensé un poco en enviarte el mensaje, no se, ha pasado tanto tiempo que quizás hasta tengas un compromiso con alguien y te cause algun problema – insinúa lo de una pareja para no verse tan obvio de querer saber si anda con alguien.

–Para nada, sigo soltero, viejo y solterón – ríe un poco para aplacar la tensión –¿y tu? ¿que hiciste todo este tiempo? –con la mirada buscaba alguna sortija en su mano y eso aliviaba al ver libre sus dedos.

–Continue mis estudios, me gradué… inicié una cadena de instituciones de música, por eso ando por acá, no se si la has oído nombrar, “Eta” – juega un poco con la yema de sus dedos sobre la copa. – En parte también fue porque necesitaba hablar contigo – iba continuar pero Sigmund lo interrumpe tomándolo de la mano.

–Nunca te he sacado de mis pensamientos – besa su mano provocando un temblor en las manos del pelirrojo – Estás nervioso – no hubo una respuesta verbal, lo observa como muerde su labio inferior.

– Sigmund… yo… necesito que me acompañes al departamento donde estoy viviendo, hay alguien que quiere conocerte, entiendo si no estás de acuerdo, es alguien de mi familia – se suelta del agarre del médico.

La sonrisa boca seguía acompañando a Sigmund – No dije que no, dime qué día quieres que vaya… espero no me quiera matar a palazos tu papá por enamorarte – continúa bebiendo su copa hasta agotarla.

Da un salto y comienza a reir – Para nada… o no se si mi papá se atreviera hacerte algo así  – saca su teléfono y mensajea a Thetys para avisarle que ahora mismo ira. – La cuenta por favor – llama al mesero – Ahora mismo iremos – levanta las cejas Sigmund sorprendido por la premura de las cosas, pero para Mime el asunto debía hacerse en caliente o se arrepentiría.

–¿Traes tu auto?... yo vivo a cinco calles y vine caminando – ambos recorrían el pasillo rumbo a la salida del restaurante. Sigmund se sorprendía cada vez más sin perder detalle de lo hermoso que se veía Mime, con ese pantalón gris oscuro ceñido de las piernas, la camisa de manga larga blanca que delataba que sus brazos estaban fortalecidos por ejercicio y vaya lo que más lo tenía boquiabierto es que parecía uno o dos centímetros más alto que él. – Si vamos, está acá afuera –

El camino estaba bastante libre, no les tomó ni cinco minutos llegar al edificio de departamentos indicado por Mime. Suben al ascensor marcando el nivel 4. La boca de Mime se resecaba de los nervios, toma aire justo cuando las puertas del aparato se abren – Aquí es – del bolsillo saca un juego de llaves para abrir el departamento.

–Thetys… ya estoy en casa – le llama a la rubia que salía de la cocina con un plato de galletas y un vaso de leche.

–¡Oh por los dioses! – la chica lo escanea de pies a cabeza, ya entendía porque seguía teniendo embobado a su amigo Mime.

–Dile que venga… quita tu estúpida cara… ella es mi amiga Thetys, trabaja en el instituto – los nervios lo estaban traicionando al grado de casi pasarsele presentarlos.

–Mucho gusto, Sigmund – estrecha la mano de la chica que hacía malabares con las cosas de sus manos.

–Si… ya voy, un gusto guapo – le guiñe el ojo, dejando de paso en la mesita de centro la leche y las galletas, desapareciendo al instante a una de las habitaciones.

– Siéntate – indica Mime a su visita.

Los pasitos desesperados comienzan a resonar hasta detenerse justo detrás de la pierna de Mime.

– Hola – saluda Sigmund curioso a quien se esconde detrás de Mime.

– ¿Es él? – la voz infantil preguntaba al pelirrojo, buscando la respuesta que tanto deseaba.

–Sí… – y con la respuesta de Mime llegó con una suave caricia en la melena rubia – Sigmund… el es Ángel… la persona que te dije te quería conocer –

La sonrisa de Sigmund se fue esfumó cuando escuchó el nombre, la teoría de que la persona que lo esperaba era Folkell estaba cayendo. Las palabras huyeron de su garganta, solo retumbaba en su cabeza ese nombre… “Ángel”. Su mente divagó en los recuerdos de cuando vivieron juntos, de cuántas veces lo llamó por ese nombre.

De pronto la vocecita lo trajo de nuevo al presente – Papi… ¿segudo que ete señor es papá?, eta pasmado – agitó su manita por el frente de la cara de Sigmund que no terminaba de entender lo que sucedía.

–Si es el mi amor… – se acercó preocupado porque Sigmund no reaccionaba, temía que se fuera rompiendo las ilusiones de su pequeño hijo. – Sigmund… perdona que hasta ahora te lo haya dicho – estaba apunto de apartar al niño para que no sufriera un desaire, más de repente los brazos de Sigmund envolvieron a la criatura que no tardó en afianzar el agarre del mayor.

–Papi me dijo que estabas lejos volando en un gobo gigante, que no tabas poque tenías que ir a sanar pesonas – y ahí sacó a relucir una de las pequeñas mentirillas que Mime le decía a su hijo para excusar la ausencia de su padre.

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– ¿Cómo sigue mi princesa? – su espalda se apoya sobre la pared, mientras sostiene el auricular del teléfono de tarjeta con el que se estaba comunicando con Syd.

–Excelente, ha estado respondiendo muy bien a la musicoterapia, y está muy adaptada ya a los aparatos que se le pusieron – estaba contento de hablar con su amor, aun no perdía la esperanza de formar una familia con él, aunque hasta el momento se trataba de una amistad con derecho a una que otra sesión de sexo.

–Me alegra saberlo, por cierto Syd, hace unos días pasó algo… Alberich – la situación aún lo tenía tenso y en la prisión no les querían dar detalles – Se hecho desde una de las torres para escapar nadando, dicen que se quedó atrapado entre las boyas, pero ya no lo devolvieron, algunos reos dicen que tanto silencio es cuando se les muere – aunque Amatista había sido muy mala persona, también le tuvo cierto cariño en su tiempo y le pesaba el destino que se había labrado.

Syd escuchaba atento a la noticia, en el exterior tampoco se había ventilado de la fuga del tipo – Mira ya no pienses en eso, una lacra menos… a las autoridades no les conviene sacar a la luz el caso, porque los activistas comenzaran a lanzarse de nuevo en contra del sistema, ya sabes que no muchos están de acuerdo con el sitio.

–Tienes razón, igual si sabes de algo me avisas… – Se rasca la nuca tratando de tranquilizarse con la explicación de su amigo-amante – Oye en unos días concluyo las clases y seré todo un licenciado de negocios – orgulloso le daba la noticia de su superación personal dentro del reclusorio, por fin se sentía más limpio para ser un ejemplo para su pequeña Ania.


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