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Bajo la Luna por MikaShier

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El tren se detuvo en el andén de la estación del centro de Tokio. Era Miércoles por la mañana y por ello era explicable que ella fuese la única alma que bajase en la parada. Sus tacones resonaron en las losetas del piso, su largo cabello rojizo, atado en una coleta alta, se meneaba conforme cada paso que daba. Unos lentes de sol, que descansaban en el puente de su nariz, daban el toque final a su estilo, ya que la mujer vestía de forma elegante un vestido rojo y una chaqueta color vino que contrastaba a la perfección con su atuendo.

 

Viéndola así, nadie podría imaginarse la preocupación que guardaba en su interior.

 

La culpa por los errores cometidos y por la desconfianza causada, tenían a la señora Matsuoka caminando a prisa, aunque su paso era lento. Deseó no haber traído puestos los tacones cuando recibió la llamada de su hijo mayor.

 

Gou había llamado a su trabajo, a media noche.

 

La señora Matsuoka, había que aclarar, no se ganaba la vida de mala manera o empleos dudosos. Era una magnífica empresaria que trabajaba día a día en una oficina, dueña de una cadena de restaurantes gratos. El pan nunca le había faltado en las bocas de ella y sus hijos. Desde la muerte de Toraichi, la habían llevado difícil, sí. Pero no pasó mucho tiempo antes de que ella escalara a la cima por su propia cuenta.

 

Ni habían tenido ningún problema. Pero Rin creció.

 

Entre mayor era su primer hijo, más terco se hacía. Como su padre había muerto, Rin quería hacerse cargo, pero ella lo negó. El pelirrojo se enojó en su momento, aunque ese momento no duró mucho. Pronto aceptó que su madre podía hacerse cargo por sí misma, pero eso no evitó que Rin intentara ayudar por su cuenta.

 

Su estúpido y terco hijo -al cual amaba, a pesar de todo- insistía en negar el dinero que ella ofrecía. Sus gastos disminuyeron y Rin comenzó a conseguir dinero por otros lados -ganar las competencias de natación en primero, segundo o tercer lugar traían consigo un estímulo económico-. Cuando él se marchó a Australia, solo aceptó un poco de su dinero. Consiguió una beca por su propio mérito y se mantuvo solo. Era terco y jamás pidió ayuda.

 

El taxi que había detenido minutos atrás, llegó por fin a su destino.

 

No era una mala madre, simplemente había respetado a Rin cuando él se independizó, y por mucho que quisiera, no había podido ir a con él cuando éste abandonó la universidad. Y Gou jamás le confió donde estaba.

 

El rostro de Haru fue lo primero que vio cuando la puerta se abrió, después apareció su hija. Los delgados brazos de la menor le rodearon el cuello y ella atinó a sostenerla por la cintura.

 

─ ¡Mamá! Pensamos que llegarías mañana, quizá ─comentó la chica, acariciándole la espalda a su madre. Era por eso que nadie se había marchado aún.

 

En cuanto Gou había cortado la llamada, Rin había caído en la desesperación. Su madre seguro lo odiaría, se burlaría de él. Quizá todos se reían en su mente sobre la situación. Solo su hermana, cuya mano -que ya cosquilleaba desde hacía meses- se estrelló en su mejilla pudo regresarlo a la realidad. Cierto, su madre no lo odiaría por eso. Pero a la menor le preocupaba más el momento del encuentro que la vergüenza que Rin sintió en aquél instante. Su madre y su hermano eran temperamentales, se aseguraba una explosión.

 

─No importa, cariño... ¿Dónde está Rin? ─Gou miró a Haru. La mujer sonrió cálidamente y le besó la mejilla al chico─ ¿Qué tal, Haru?

 

─Está en la sala... Eh... Bienvenida.

 

─Vale... ─la señora Matsuoka se sacó los zapatos antes de abandonar el recibidor, entrando a la sala. Un par de chicos discutían cerca de la ventana, otro estaba mirando discretamente a su hijo. Y su hijo estaba con la vista perdida en la pared─ Rin ─llamó.

 

Entonces él se levantó.

 

La madre del pelirrojo ahogó un jadeo de sorpresa, recorriendo el cuerpo de su hijo con la mirada. Miles de explicaciones pasaron velozmente por su cabeza, más solo una perduró lo suficiente como para hacerle apretar los labios, pues ella conocía el tipo de panza que Rin tenía. Por supuesto, ella misma la había tenido, dos veces.

 

Tras asegurarse de la salud de su hijo con la mirada, alzó la mano y cruzó su rostro. Rin apretó los labios, mientras colocaba su propia mano en la zona del golpe.

 

─ ¡Mamá! ─se quejó Gou, colgándose del brazo de su madre. Makoto desvió la mirada sin saber muy bien qué hacer. Irse no era una opción, algo dentro de él mantenía sus pies pegados al piso. No podía irse, no podía dejar que hirieran a Rin.

 

Su Rin.

 

Rei y Nagisa eran una historia diferente. El peliazul había estado discutiendo sobre su teléfono y el por qué Nagisa lo había hecho caer a la fuente cuando el sonido del golpe se había escuchado. Ellos no podían irse, aunque quisieran. La madre de Rin era hermosa e imponente, a Nagisa le asustaba un poco. Ella estaba recargada en el marco de la puerta, mirando a su hijo con molestia. El rubio sopesó la idea de salir por la ventana. Rei observó la cocina y vio ahí la vía de escape, sin embargo, pasar frente a la furia de la mujer... mejor esperaría pacientemente a que se moviera. Tomó la mano de Nagisa, desviándola así de la manija de la ventana, y observó atentamente, esperando la oportunidad. Amigos idiotas, ¿qué no se daban cuenta de que ellos, por más que quisiesen a Rin, no querían ver la pelea?

 

─Pudiste esperar a que se fueran ─murmuró Rin, la furia presente en cada palabra. La mujer volteó el rostro. Bien, Rin no era tan idiota. La mirada carmín de su amigo cayó en ellos mientras se sobaba la mejilla. Su madre negó.

 

─Son cómplices en el delito. Reñiré a todos.

 

─ ¿Cual jodido delito? ─masculló el pelirrojo─ ¡No cometí ningún delito!

 

─ ¡Claro que lo hiciste! Tener sexo a tu edad... ¿En qué demonios estabas pensando? ─siseó. Rin desvió la mirada─ ¿Qué ejemplo le das a tu hermana?

 

─ ¡No era mi intención que se enteraran! ¿Bien? Pero entonces está... esto ─señaló su estómago─. Y es tu culpa.

 

─No, culpa de Nanase.

 

─Señora, yo en verdad... ─la mujer lo calló con la mirada.

 

─ ¿Por qué no se lo dijiste, mamá? ─cuestionó Gou.

 

─ ¿Con qué motivo? ─suspiró y observó a su hijo─ Cuando te fuiste a Australia hace seis o siete años, me dijeron que se había desarrollado, pero no había manera de que funcionara. No pensé que fuese a ser necesario que te lo dijera.

 

─Es mi cuerpo.

 

─Y nadie te quita eso, Rin... Bien. Ahora dime, ¿Cómo se llamará? ¿Ya sabes que harán para mantenerle? ¿Cuántos meses tienes? ─el pelirrojo desvió la vista de inmediato. Haru apretó los labios y observó a sus amigos, incitándolos a marcharse.

 

─Cuatro, creo ─balbuceó, soltó el aire y volvió a sentarse. Gou se acercó a Nagisa y Rei, disculpándose entre dientes.

 

 

─Ah. Y bien, ¿ya saben que es lo que harán? Has tenido cuatro meses para pensártelo ─Rin apretó los puños─. Así que, ¿cómo le pondrán? ¿Dónde van a vivir? ¿Sabes al menos como vas a mantenerle? ─Tras segundos de un pesado silencio, Rin habló.

 

─No es necesario ─admitió. El corazón de Haruka dio un vuelco, ¿cómo no iba a ser necesario?

 

─ ¿Cuándo tomaste esa decisión? Quizá a tus amigos no les incumba, pero a éste chico sí ─señaló a Haru─. Y a mí también. Dime, ¿qué es lo que harás? ─Rin apretó los labios.

 

─Lo daré en adopción.

 

─ ¿Qué? ─jadeó Haruka. El pelirrojo no se atrevió a enfrentarlo. El mayor cruzó la sala y tomó a Rin por los hombros, se sentía traicionado, de cierta manera─ ¿Por qué no me dijiste?

 

─Ibas a enojarte.

 

─ ¡Por supuesto que iba a hacerlo! ¿Cómo te atreves a...? Rin, quiero apoyarte, pero no puedo hacerlo si tú…

 

─Cálmate, Haru ─pidió la mujer, caminando hacia su hijo. Rei arrastró a Nagisa fuera del departamento en cuanto se dio la oportunidad─. Rin, sé que los niños te gustan, te conozco. Sé que te agradan los hermanitos de Makoto, que les quieres mucho e incluso has dicho que quieres un hijo así.

 

─Sí, pero no planeaba tenerlo yo ─masculló─. Voy a dárselo a alguien que…

 

─No puedes darlo a alguien más sin autorización del padre. Y Haru no quiere que lo hagas. Así que mejor piensa en qué harás para... ─El gesto del pelirrojo se deformó y pronto las lágrimas se asomaron por sus ojos.

 

─Mamá, no puedo ─sollozó. La mayor sintió su corazón estrujarse. Makoto apretó los puños, ¿por qué había tanto sufrimiento?

 

─Claro que puedes. Escucha, Rin. En la vida tendrás muchas altas y bajas, pero eres tú quien decide como va a afectarte. Tú decides la manera en la que esto influye en tu vida. Es tu decisión verle el lado bueno… o el malo. No tienes que abandonar nada, ¿entiendes? Eres un Matsuoka, cariño ─le acarició la mejilla y besó su frente mientras Rin miraba al piso─. No nos rendimos tan fácil, ¿o sí?

 

─Mamá... No lo estás comprendiendo. Voy a tener un bebé. Se supone que soy un hombre, yo no…

 

─Y precisamente porque eres un hombre es que tienes que afrentar la situación. Deja de lado lo que los demás pueden o no hacer. Tú lo has dicho, es tu cuerpo. No lo compares con el de los demás, ¿entiendes? Ahora, si crees que en verdad darlo en adopción te va a hacer sentir mejor, entonces hazlo ─Haru tragó en seco. Nunca había considerado esa opción. Observó a Rin, esperando su respuesta.

 

─Entonces lo pondré…

 

─Lo que tienes que saber, es que si das a ese niño en adopción, no tendrás permitido verlo nunca más. Si lo entregas a otra familia es porque estás dispuesto a renunciar a él por completo. No puedes buscarlo ni visitarle cada tanto. Dejará de ser tuyo y cualquier derecho que tengas sobre él te será arrebatado, como si nunca hubieses sido tú el que le dio la vida. Así que ahora respóndeme, ¿vas a renunciar a la responsabilidad tan fácilmente? ¿No te arrepentirás después?

 

Makoto observó la expresión distante que Rin había adoptado, con el corazón latiéndole con fuerza. Él no debía estar ahí. Esa discusión no debía incumbirle, él no era más que un amigo y los que eran amigos de Rin se habían marchado por la privacidad del mismo. Gou era su hermana, así que ella sí podía estar ahí, pero él… Con la mente en blanco, había escuchado cada palabra salir de las bocas ajenas, ignorando el hecho de que Haru estuviese corriéndolo en silencio. Porque sí, sabía que Haru quería que se marchase, le conocía bastante bien. Y sí, también sabía que estaba jugándosela de nuevo. ¿Qué era más importante?

 

¿Amor o amistad?

 

Claramente, podría encontrar las dos en el pelirrojo que apretaba los ojos con fuerza, esperando a que la respuesta llegara así a él. Pero sabía que ese chico no iba a corresponderle. Makoto quizá podría gustarle. Pero el dueño del corazón del menor sería siempre para Haruka. El bebé que cargaba en el vientre era una muestra obvia de lo que un día se consumó.

 

Gou no podía seguir soportándolo. La respuesta de su hermano se estaba tomando su tiempo y ella quería irse a llorar a alguna parte, pues le afectaba de sobremanera. Siempre había sido así. Él y su hermano, juntos en todo -al menos en la mayor parte de las cosas-. Su dolor, era el dolor de ella. Siempre le había dolido que Rin se encontrara mal. Y siempre había sido vencida por la impotencia.

 

Rin abrió los ojos y observó el piso de madera del departamento de Haru. Alias, amor de su vida ¿Cómo había llegado ahí? Ovaciones, el agua contra su piel, las ganas de ganar, la sombra rápida que se acercaba por su izquierda, alguien que se le adelantaba. Una mano tocando las baldosas antes que la suya, jadeos en un intento de recuperar la compostura, su nombre en segundo lugar. Un pelinegro indiferente, alzándose sobre él como si no acabara de ganarle a quien se creía el mejor nadador de Sano.

 

Miradas indiscretas, lanzadas al chico frente a él cuando se cambió de escuela. Ojos azules desviándose. Sonrojo en sus mejillas. Pétalos de las flores de cerezo cayendo a su alrededor. Una nueva vista. Una promesa silenciosa de volver, junto a un beso del que nadie supo nunca. Peleas, Australia, miedo, rencor. Y de nuevo, unos ojos azules, diciéndole que le amaba. Flores de cerezo en la piscina, alegría, llanto. Unos labios contra los suyos. Risas, citas, llamadas, mensajes.

 

¿No es romántico?

 

Una hermosa velada. Una mesa adornada con vino blanco, platillos de carne, flores y cubiertos brillantes. Una linda sonrisa que no solía aparecer con regularidad. Un brindis. Un regalo navideño. Besos, caricias, jadeos. Gemidos tragados por la fría noche invernal. Susurros, sudor. Más besos, más caricias. Amor. Dolor.

 

─Sakura… Quiero que se llame Sakura.

 

No renunciaría nunca a sus recuerdos, por más oscuro que estuviese su camino.

Notas finales:

83 seguidores en Wattpad. Me hace feliz aunque sean poquitos, ¿saben? xD En fin, cuando llegue a los cien, les daré una sopresa (que obviamente es un fanfic nuevo). No sé que más decir, gracias por todo su apoyo y me alegra que les guste la historia.

 

¡Nos leemos!


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