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Bajo la Luna por MikaShier

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El olor a medicamentos y algún desinfectante le inundaba las fosas nasales. Encima, su nuevo doctor parecía fanático del aroma floral, porque un deshodorante ambiental de lavanda estaba colocado sobre la esquina del librero a un lado del ventanal.

 

Escuchaba la voz de aquél hombre llamándolo, al igual que distinguía el tono irritado de Sara diciéndole que atendiera a la conversación. Pero Rin no podía dejar de observar la pila de libros mal acomodada sobre la mesa de café que se enco traba en la amplia oficina de aquél hombre con bata blanca. Estaba desesperándose. Estiró los brazos rápidamente y acomodó los libros a la misma velocidad, dejándolos en dos pilas bien derechas y paralelas. Sara suspiró a su izquierda.

 

─Matsuoka-kun, no me molesta que limpies ─admitió el médico con sinceridad─. Te doy la libertad de hacerlo. Pero ya has organizado el librero y acomodado cada pluma de mi escritorio. Estás nervioso, lo entiendo. Aún así, debo pedirte que te detengas.

 

─Sí, Rin. Estamos perdiendo el tiempo y el doctor debe tener más pacientes...

 

─Tiene que atender a otras embarazadas, ¿no? ─masculló el chico. Sara cerró los ojos con fuerza e intentó relajarse. Bien, le seguiría el juego si eso lo hacía cooperar.

 

─Exacto. Hay más embarazadas aquí, así que contesta todo lo que el doctor Davis pregunte y vámonos ─Rin asintió suavemente.

 

─Bueno, según la información te encuentras en la sexta o séptima semana del embarazo, ¿no? Casi tres meses desde que fue concebido.

 

─Sí ─la voz le salió en desnivel, haciéndolo avergonzarse y mirar a otro lado. Sara tomó su mano y la apretó.

 

─Bien, ¿has tenido nausea y vómito? ─el menor asintió, el hombre imitó el gesto, revisando los papeles─ Muy bien... ¿Hay algo anormal que hayas notado últimamente?

 

─ ¿Además de que sea un hombre con una persona en la barriga? No.

 

─Rin, no seas grosero ─regañó la rubia antes de suspirar─. Tiene cambios repentinos de actitud y depresión.

 

─Ajá... Comentaste también que le habían impartido una dieta debido a que se negaba a comer correctamente ─Rin rodó los ojos, encogiéndose sobre sí mismo.

 

─Sí. Y aún así no la sigue. Está quedándose con uno de sus amigos, hablaré con él respecto a ello.

 

─Aún estoy buscando un psiquiatra de confianza para el chico.

 

─Oh, se lo agradezco. Creo que Rin enserio lo necesita.

 

─No hay de qué ─el hombre sonrió amablemente antes de dirigir la vista a Rin, quien observaba el piso─. Por otro lado... Matsuoka-kun... ¿Has sentido la zona de tus pezones más sensible en las últimas semanas? ─sus ojos carmesí brillaron con sorpresa.

 

No. Aquello derramaría el vaso. Rin no podía ser capaz de amamantar un niño. Era un jodido hombre y ellos carecían de la habilidad de procrear y, por ende, eran incapaces de darle pecho a alguien. Lo único que todo el asunto de estar embarazado estaba haciendo era poner en duda su género y con él su identidad.

 

¿Qué era?

 

Las lágrimas cayeron silenciosamente por su rostro y una mueca triste se alojó ahí. Los sollozos fueron acallados por sus labios apretados y se abrazó a sí mismo, inclinándose hacia adelante hasta que su frente tocó sus rodillas, siendo regañado por Sara en el acto y obligado a dejar aquella posición. El doctor repitió la pregunta de tres formas distintas, quizá intentando sonar más suave cada vez. Pero a Rin le parecía cada vez peor.

 

Porque la verdad era que sí, aquella zona se había mostrado más sensible que antes, más Rin lo había atribuido al hecho de que el cuerpo era, a su forma de ver, más vulnerable en el invierno.

 

Sara lo abrazó con fuerza, dejándolo acurrucarse en su pecho mientras el doctor terminaba de arreglar algunos papeles en su escritorio tras recibir la afirmativa de Rin, aunque esta no había ido más allá de un asentimiento de cabeza antes de que el llanto siguiera. Le daba lástima la situación del pobre pelirrojo, cosa que no había pasado en su vida como ginecólogo. Había visto embarazos en mujeres de muchas edades y con distintas situaciones, pero nunca había sido testigo de uno que pusiese en duda la sexualidad propia. Porque Rin, a pesar de su nombre, era un hombre. Y entendía su miedo, sus lágrimas. Con un suspiro, se despidió del chico lloroso y la mujer que le intentaba calmar. No creía en los dioses, pero quizá echaría una vuelta a los templos al salir y pediría ayuda para el menor.

 

Porque ese pobre chico no parecía querer afrontar la situación.

 

____________ 

 

La luz citadina alumbraba las calles oscuras de Tokio y la noche había traído consigo temperaturas bajas. Sin embargo, el frío no lo sentían y la calle en donde se encontraban carecía de luz que la iluminase correctamente. Sara estacionó el coche frente a la vereda del edificio de departamentos donde Makoto vivía, apagando la calefacción en el proceso y quedándose completamente a oscuras. Rin no se movió, veía venir un sermón. Quizá lo necesitaba. Sus ojos hinchados denotaban lo mucho que había llorado, junto a sus mejillas completamente sonrojadas y su nariz roja. El pelirrojo pensó que quizá se deshidrataría, pues las lágrimas seguían fluyendo, escurriéndosele por las mejillas y perdiéndose al terminar su mentón o al tocar sus labios. El hospital estaba muy cerca, la rubia conducía muy rápido, o simplemente él era una fuente de agua humana. La cantidad de lágrimas derramadas no eran normales.

 

Sara no quitó los seguros. Una de sus manos sujetaba el freno de mano mientras su otro brazo, con el codo recargado en la puerta, guiaba su mano a su boca. Rin podía ver que mordía sus uñas. Los ojos azules de la mayor miraban hacia adelante y, por un instante, el pelirrojo se preguntó qué estaría viendo. Más la oscuridad era absoluta, a excepción de la tenue luz que emanaban los departamentos, y frente a ellos había una pared. Las manos nerviosas del chico se torturaron unas a otras, a la espera de una sentencia, pero Sara quitó el seguro y salió del auto sin decir nada. Rin la imitó, soltando un suspiro.

 

La frialdad nocturna lo rodeó de inmediato, más obligó al castañeo de sus dientes a menguar. Él ya causaba muchos problemas, no podía pedir más.

 

Sara nunca había cruzado una palabra decente con Makoto, apenas y se habían visto, sin embargo, la rubia había sido testigo de Rin entrando a uno de los departamentos esa misma mañana. Y no lo olvidó.

 

Sus nudillos golpearon firmemente la puerta, Rin desvió la mirada ante la acción. Makoto se molestaría, pues bien le había dado una llave, pero el pelirrojo no encontraba el valor para siquiera buscarla.

 

El castaño abrió la puerta rápidamente, la preocupación vívida en sus ojos. Soltó un suspiro de alivio al ver a los dos chicos frente a él, echándose a un lado y dejándolos pasar tras intercambiar una pequeña presentación. Apretó los labios cuando observó a Rin. Sara se sacó la chaqueta.

 

─ ¿Dejarás que se quede aquí? ─preguntó la chica, haciendo referencia al chico sentado a su lado. Makoto asintió, sin dudarlo.

 

─Es mi amigo.

 

─Y... ¿te contó...? ─el castaño vio al pelirrojo abrazarse.

 

Qué patético.

 

─Lo hizo.

 

─Y le creíste, sin más ─Makoto suspiró, cerrando los ojos.

 

─Rin no mentiría con algo así. Además... Es cuestión de mirarlo para saber que no miente ─admitió. Sara asintió levemente al tiempo en que su mano viajaba a la pierna del menor y la acariciaba con ternura. Rin soltó el aire. Quería hablar, quería gritar, quería que dejasen de verle con lástima, quería decirles que estaba bien a pesar de no poder evitar llorar, a pesar de que todo lo que pasaba por su mente estaba mal. Pero sus labios no se movieron y sus ojos no mostraron decisión alguna.

 

─Bueno... Gracias ─los ojos de Rin viajaron a la chica.

 

─No hables como si yo no estuviera aquí ─masculló, aunque la voz le salió rota. Sara lo ignoró y con la vista aún en Makoto─. Oye... Sara... Hey, hazme caso.

 

─ ¿Te entregó la dieta? ─exclamó. Makoto dirigió la vista al pelirrojo, quien había vuelto la cara a la pared.

 

─Sí. Me dejó verla. Pero sería mejor si escuchase sugerencias de su parte.

 

─Sara... No me ignores. No seas infantil ─la aludida suspiró, encarando al ojicarmín con ira en la mirada.

 

─ ¿Cómo te atreves a llamarme infantil? Todo lo que tú has hecho ha sido lloriquear. Sé un poco más maduro y afrenta la situación. No eres el que peor la está pasando por un embarazo ─Makoto desvió la vista. No le había gustado la manera que Sara había empleado para reñir a Rin, sin embargo… Estaba ligeramente de acuerdo. Por su parte, el pelirrojo la observó con auténtica furia y bramó.

 

─ ¿¡Y a ti qué demonios te interesa lo que pase conmigo!? ¡No eres más que una especie de doctora! ¡No tienes derecho a opinar respecto a lo que yo decida o haga! ─sus mejillas habían enrojecido por el enojo y sus ojos tenían un brillo delirante─ Si quiero llorar, lo haré.

 

─ ¿Y si quieres abortar? ─Preguntó la chica con fingida indiferencia al ataque de Rin. El ojicarmín apretó los labios.

 

─Entonces también lo haré.

 

─Ri… Rin… No puedes decir esas cosas como si no fuese nada ─musitó Makoto con voz temblorosa, no era que tuviese miedo, era más bien que no creía que su intromisión pudiese ser aceptada por los chicos frente a él y sinceramente no tenía ganas de levantarle la voz a Rin. No quería alterarlo─. Estamos hablando de una vida…

 

─Makoto… ─No dijo más que su nombre, sin embargo el castaño escuchó la disculpa en su voz. Asintió levemente y sonrió de lado, intentando trasmitirle apoyo. Sara suspiró.

 

─Rin… ¿Puedo hablar con Tachibana-kun a solas por un momento?

 

El pelirrojo se vio obligado a marcharse, tampoco tuvo ganas de espiarlos. No quería saber nada por el momento. Se sentía terriblemente cansado y las piernas le comenzaban a doler. Suspiró echándose a la cama de Makoto, que era a donde había sido enviado. Rin sabía que tenía que dormir en el sofá, pero solo quería cerrar los ojos por un rato. Puso la alarma para que sonase hasta que pasasen treinta minutos. Se acarició el estómago.

 

Abortar.

 

Se escuchaba tan mal… Además, no era como si no hubiese preguntado al respecto.  Ser interferido era riesgoso, puesto a que no conocían bien su cuerpo y sus reacciones. Rin no quería abortar, por el peligro y por la persona que crecía en su interior. Soltó el aire lentamente mientras sus ojos se cerraban.

 

Él no tenía la culpa.

 

El culpable era él mismo. Rin y Haru. Minutos de placer y una eternidad de castigo. Con lágrimas en los ojos, el pelirrojo deseó no salir vivo de esa. Tendría a ese bebé y moriría en el proceso. Esa sería su voluntad. Porque ya nada valía la pena.

 

____________

 

Cuando despertó, Sara seguía charlando con Makoto. Escuchaba la risa femenina desde la habitación del castaño. No quería salir y verlos, pero tenía mucha hambre. Recordó haber comprado suvenires esa misma tarde. Caminó hacia la sala y pidió prestada la cocina. Makoto parecía divertirse con Sara, por la sutil sonrisa en su rostro. El castaño aceptó sin preocupaciones y Rin se introdujo dentro de la dichosa -realmente pequeña- cocina.

 

El problema se presentó cuando abrió el refrigerador. La boca se le hizo agua al ver cantidades de alimento que él mismo había comprado y que adoraba. Era la cena, debía ser una buena cena. Sacó carne, verduras y especias. Cocinó a su gusto, esperando satisfacerse a sí mismo –principalmente- y a los demás.

 

Su estómago rugía con fuerza cuando por fin terminó de cocinar. Seguía escuchando las voces en la sala, pero en verdad no les prestaba atención. Estaba orgulloso de aquello que había cocinado, olía muy bien. Sonrió y sirvió tres platos para después caminar a la habitación continua y colocarlo frente a sus amigos.

 

─Hice la cena ─musitó ocultando su tono alegre.

 

¿La vida en familia se sentiría así? ¿Ocuparse de alguien era eso? ¿Hacer cosas y enorgullecerse de poder hacerlas? Si era tan fácil… Bueno, él podía con eso. Si podía estar orgulloso de sí mismo, un hijo no le vendría mal.

 

─ ¿Sabes cocinar? ─exclamó Sara con admiración─ Esto es… Huele tan bien…

 

─Gracias ─sonrió Rin, recibiendo una mirada preocupada de la rubia. La ignoró perfectamente.

 

─Vaya, Rin. No sabía que tenías talento en esto ─admitió Makoto observando el plato. El aludido asintió con orgullo─. Pero… ¿De dónde has sacado las cosas? Yo planeaba ir de compras mañana porque en el frigorífico estaba vacío.

 

─Bueno, yo vi pura caballa y decidí comprar algo con lo que quedaba de mi beca. Era muy poco ─murmuró antes de sentarse a un lado de Sara y comenzar a comer. Makoto lo imitó, buscando la manera de tocar un tema que lo inquietaba.

 

─ ¿Cómo es que retiraste la beca? ¿No se supone que es específicamente para estudiantes? ─Rin asintió sin dejar de comer.

 

─Sí… Pero la beca pagaba la universidad por completo y además me daba para gastos personales, aunque era poco. Me alcanzó para bastantes estudios cuando comencé a tener los síntomas e incluso pude pagar el boleto de regreso. Es decir… se fueron todos mis ahorros en ello.

 

─No lo mencionaste cuando te quedaste en mi departamento ─comentó Sara. El pelirrojo se llevó otro bocado a la boca y se encogió de hombros.

 

─No estoy orgulloso de haberlo dejado todo de lado. Tampoco es fácil decir que me he quedado sin un futuro, pero a la larga tengo que aceptarlo. No hay nada para mí ─tragó en seco y relamió los labios, saboreando la comida que, unas horas más tarde, devolvería en el váter del departamento─. Y está bien.

 

¿Podemos acabar con esto de una vez?

 

Makoto le echó una mirada a la rubia, quién distinguió en ella la preocupación. El menor comía con una intachable felicidad, como si horas antes no hubiese gritado y llorado por lo patética que su vida era. Sara suspiró. Partía en dos días y Rin, aunque estaba en buenas manos, parecía ir en picada.

 

Solo esperaba que encontrara ayuda. Rápido.

Notas finales:

 

 

¡Gracias a todos por su apoyo en esta historia! Espero les haya agradado el cap y enserio, gracias por sus comentarios! Nos vemos el Lunes! Sigan dejando su opinión y también pueden sugerir cosas para la historia, yo tomo en cuenta TODO. ¡Muchas gracias!


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