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Inteligencia Artificial por Sickactress

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Era un día como cualquier otro para los habitantes de ciudad Z; claro que aquello equivaldría a decir "día prometedor para una posible amenaza". En la parte menos poblada de la ciudad, un par de héroes caminaba tranquilamente sus deshabitadas calles, dirigiéndose al centro para realizar algunas compras a precios muy económicos. Saitama sostenía la mirada sobre el folleto que dictaban los mejores descuentos, mientras que Genos estaba a la expectativa de que su maestro no tropezara con algún poste de luz o buzón de correo en el camino.


– Pensé que se trataba de algún avance basado en la robótica – se explicó, Genos, al ver que la burlesca sonrisa de su maestro seguía tan fresca como antes de salir de casa.


– Claro y el hecho de que vistiera como bailarina exótica pasó desapercibido ¿verdad? – Lo miró incrédulo – No tienes que avergonzarte de ello, Genos. – dijo al borde de la risa aunque, por otro lado, se sentía ligeramente preocupado por su discípulo.


Lo que era algo tan cotidiano como despertar, romper el despertador, sacudir el futón y cepillarse los dientes, había tomado un extraño giro esa mañana al sorprender a Genos con un video un tanto... diferente en su computadora portátil. Visualizar lo que parecía ser un robot femenino realizando un baile sensual, causó que se atragantara con sus gárgaras en ese momento. Bueno, Genos era un muchacho joven, pensó, pero llegar a necesitar distinguida compañía... simplemente no podía estar tranquilo con eso. ¿En serio se sentía tan solo?


– Tal vez sólo necesitas una novia – sugirió dándole una palmada en el hombro –. Además, convivir con un hombre no es algo que los muchachos de diecinueve años hagan. –


– Se equivoca, Sensei... yo no... –


– Oye, no estoy insinuando que debas justificarte, Genos. Esa es la verdad misma – Regresando a la lectura del folleto –. Todos pasamos por esa etapa de nuestras vidas, supongo. Pero... lo digo en serio, amigo – casi volviendo a reír – ese video fue algo escalofriante.


El ciborg silenció al no disponer de palabras que pudieran excusar el insignificante video de dos minutos que Saitama alcanzó a ver cuando apenas sólo llevaban segundos de reproducción. Lo cierto era que, desde aquella tortura propinada por el monstruo de los rayos, Genos se veía muy interesado en investigar más sobre, como él los consideraba desde aquel entonces, "su especie"; autómatas humanoides.


Sin embargo, y para su mala suerte, se había sentido perturbado en medio de la reproducción de un video donde una muñeca de tamaño natural, con todas sus articulaciones establecidas, realizaba un baile programado por su desarrollador. No fue el traje provocador que vestía o los sensuales movimientos que desenvolvía, sino mas bien fue la extraña mascara en su rostro lo que le había llamado su atención... pero su maestro simplemente no parecía comprender aunque lo intentara.


– mmh... creo que ya compramos lo suficiente para ésta semana – dijo pesando las bolsas de las compras en sus manos para luego devolvérselas a Genos – ¿Se nos olvida algo...? –


– No – recibe las compras –. Ya compramos todo lo que dice la lista; podemos volver a casa. –


– En ese caso, aprovecharé a cumplir una misión de alto calibre – insinuó.


– ¡Déjeme acompañarlo...! – suplicó muy interesado, sujetando con mayor fuerza las compras.


– Genos, Genos... no tienes que formar parte de esto – dijo con una mirada muy seria, al igual que su estructura – Como tu maestro, también es mi deber protegerte y mantenerte apartado de asuntos que podrían ser perjudiciales para tu impecable perfil y...


– Entrará por la ventana y cogerá otra consola de King ¿verdad? – interrumpió de forma monótona, midiendo la disposición estratégica de Saitama.


–...... no – contestó luego de un corto silencio.


– En ese caso – carga todas las bolsas de las compras – prepararé el almuerzo para tres personas; King vendrá por él más tarde – se va dándole la espalda.


– ¡Dije que no lo haría! – se apresuró a decir para luego tomar caminos diferentes.


En el trayecto a casa de King, héroe clase S y gamer por naturaleza, Saitama caminaba distraído entre los transeúntes con la consola ajena en sus manos cuando, de pronto, el cuerpo de un muchacho quebraba la ventana de un gimnasio y tienda deportiva al otro lado de la calle. El héroe desvió la mirada del videojuego, encontrándose con alguien a quien creía conocer pero simplemente no podía recordar cuál era su nombre ni de dónde provenía.


– Oye... – dijo con total despreocupación mientras le tendía una mano y era empujado por las personas que salían despavoridas del local – ¿Estás bien? –.


– tsk* lo intenté... – respondió muy adolorido – será mejor que corras, esto podría ponerse... muy feo... – el joven muchacho levantó la mirada; cambiando de una preocupada a una disgustada expresión en su rostro – ¡¡Eres tú...!! – señaló.


– uh, sí. Soy yo. – dijo Saitama algo confundido.


– ¡¿Es que ya olvidaste quién soy?! – vociferó, rechazando la ayuda de Saitama.


– uhm... no eres el del periódico ¿o sí? ¡Ah no, espera! Ni siquiera recibo el periódico en casa –


– Soy Charanko, idiota ¿Qué pasa contigo...? –


Las palabras del muchacho bocazas fueron perseguidas por una explosión proveniente del interior del local, expulsando una serie de mancuernas sobre sus cabezas las cuales, Saitama, pasó de evitar involuntariamente al no poder desprenderse de la consola a tiempo. Sin embargo, las limitaciones físicas de Charanko no corrieron con tanta suerte, cayendo desmayado ante sus ojos.


– ¡Oye, oye! – agitó inútilmente al "desconocido" para que reaccionara de los golpes.


Estruendosas carcajadas se oyeron en el interior tras el inconfundible silbido de un objeto volador en dirección a ellos. Saitama se enderezó inmediatamente, empuñando la máquina de ejercicios multifuncional en pleno vuelo, devolviéndola al doble de poder con la que había sido lanzada anteriormente. Las risas cesaron cuando éste impactó al otro lado del edificio.


– ¡¿Quién demonios hizo eso?! – rugió indagando una engrosada voz entre los escombros.


– Yo – respondió con total naturalidad mientras confiaba la consola de King entre las ropas de Charanko. – No deberías aventar cosas a las personas, sólo mira lo que le hiciste a... eh... uhm...– se detuvo pensativo – creo que olvidé su nombre... – dijo para sí mismo.


Desde el interior, dispersando una espesa cortina de polvo, un ser de enorme tamaño, piel verdosa, colmillos inferiores sobresalientes y orejas horadadas se habría paso de entre los escombros devorando una de las mancuernas que llevaba en ambas manos.


– Veamos... ¿Qué tenemos aquí? – dijo el monstruo mostrando una falsa sonrisa sólo para exponer sus filosos colmillos y ensangrentadas encías. – El niñato de antes... y un tipo calvo.


– Heh... ¿acaso buscas una pelea...? – amenazó por la burla hacia su calvicie.


– Mi nombre es Titán. Caí en la desgracia de tropezar dentro de un horno fundidor, adaptando mi AND con un metal característico. Ahora, mi cuerpo está compuesto totalmente de titanio y al alimentarme de distintas aleaciones metálicas mi poder se incrementa.


– ¿Estás diciéndome... que en serio te los estás comiendo? – Dijo apuntando a las mancuernas con ligero desagrado – ¿Al menos tienes idea de cuantos pajeros pudieron levantar eso?


El endurecido monstruo quedó pensativo mientras veía la mancuerna que sostenía en la mano derecha y degustaba los residuos que le faltaban por tragar. Saitama entrecerró los ojos tras un estremecimiento, al imaginarse todo lo que éste sujeto se había tragado del gimnasio. Un alarmante pero potente rugido retumbó el centro de la ciudad, a causa de la nauseabunda sensación que el monstruo acababa de experimentar, causando destrozos a su alrededor y preocupando a todos sus habitantes.


Saitama, por otro lado, parecía interesado en probar la fuerza del monstruo mientras esperaba su siguiente movimiento. El aviso se escuchó por toda la ciudad, dándoles la alarmante noticia de un monstruo nivel Demonio en el centro de la ciudad. Saitama actuó rápido y llevó a Charanko en brazos dando un potente salto, antes de que el agua perjudicara la consola de King cuando Titán perforó el pavimento levantando una gruesa tubería de agua sobre su lengua.


– ¡¿A dónde crees que vas?! – rugió el monstruo mientras lo perseguía sin problemas en vertical.


El desmayado cuerpo del muchacho reposaba en la azotea cuando el monstruo los alcanzó a velocidad, amenazándolos con aterrizar sobre Charanko o, ante los ojos de Saitama, sobre la consola de King. Con una expresión horrorizada, el héroe se apresuró a tomar el cuerpo inerte por el tobillo y levantarlo como si de un pescado fresco se tratara; evitando que aplastara.


– ¡Oye, ten más cuidado con donde caes! – advirtió con el pulso acelerado, mientras veía que el monstruo se fundía a sí mismo en dos mitades. – ¿Pero qué...?


– Como dije antes, mi cuerpo cayó en un horno fundidor – presumió orgulloso – ¡Puedo dividirme cuantas veces lo prefiera! – vociferó pulverizando el suelo de la azotea de un puño.


La estructura del edificio se debilitó considerablemente ante la colisión, cediendo desde el núcleo, succionando irremediablemente a Saitama durante el derrumbe. – Esto ha sido una mala idea – pensó mientras sostenía los pesados escombros de tres pisos sobre su espalda.


El monstruo se había fundido en dos mitades y, sin embargo, su poder colosal seguía siendo el mismo a pesar de que su tamaño se hubiera reducido notables centímetros. Escurriéndose entre los escombros y endureciéndose en filosos picos para partirlos, ambos monstruos se habrían paso hacia el primer nivel, ignorando que Saitama atravesaba las calles a velocidad.


Saitama agitaba escandalosamente el cuerpo de Charanko en plena carrera cuando, de pronto, dos cuerpos, aún más pequeños que los dos anteriores, cayeron del cielo luego de que otros dos, del mismo tamaño, los aventaran muy lejos desde el otro lado a sus espaldas.


– Nos llevaremos al muchacho como rehén – amenazó uno de los cuatro Titanes.


– ¿Rehén...? Ni siquiera lo conozco. – se explicó despreocupadamente pero ellos no parecían entender. – Es lo que lleva bajo la ropa lo que me importa. – dijo comprendiendo incómodamente lo que acaba de decir. – Quiero decir... lo que lleva escondido entre sus... – pero ya era demasiado tarde para corregir sus palabras.


Una serie de carcajadas y halagos sobre la feliz pareja comenzaron a impacientarlo en una sonrisa amarga y el latir de una vena en su sien, se hizo presente. Los cuatrillizos no se detuvieron hasta el momento en que fueron partidos por la mitad de un solo puñetazo, luego de que éstos le echaran burlas a su calvicie; grave error. Aliviado porque terminara, aunque fastidiado por no haberse ahorrado las burlas y las molestias desde el principio, recuperó la consola entre las ropas de Charanko y, junto con él, regresó a casa ya que al menos uno de ellos reconocía al otro.


– Genos – elevó la voz mientras atravesaba el umbral de la puerta – ya llegué. No imaginas lo que tuve que pasar... oh, también olvidé ir a casa de King –


Extrañado por no recibir respuesta alguna de Genos, cosa que no era para nada natural desde que convivía con alguien, se dispuso a caminar hacia la sala para descansar el cuerpo de Charanko sobre algún cojín. Un escalofrío lo recorrió al ver a una peliverde emanando energía y extendiendo el brazo en dirección al cuarto de baño. En reacción ante la indeseable visita, Saitama dejó caer el cuerpo al suelo, apuntándola acusadoramente con el dedo.


– No, no, no, no, ¡no! Fuera de mi casa. ¡¿Quién te dejó entrar?! –


– Créeme, no me causa ninguna gracia estar dentro de tu casa, cabeza de bombillo. – Encaró Tatsumaki, héroe clase S de actitud descarada.


– ¿Tú también buscas una pelea, mocosa? – Ambos pegaron sus frentes en desafío.


– Ya es hora de que aprendas a tratar como se debe a tus superiores –


La peli verde retrocedió emanando una intensa energía sobre ambos. El muchacho de cabello desordenado, Charanko, comenzaba a reaccionar junto a un penetrante dolor de cabeza, cuando en eso sintió ser aventado contra la pared por una fuerza invencible e inexplicable golpeándolo con lo que fuera que lo rodeara. A propósito, Tatsumaki había levantado todo un desorden en la habitación alrededor de Saitama.


– ¡Wah! – Enojado por los destrozos de su casa – ¿Qué es lo que quieres y dónde está Genos?


– Hace sólo un instante lo vi contra la pared – dijo orgullosa, cruzada de brazos.


– ¡Págame lo de la pared! –


– Vine hasta aquí para averiguar el porqué del interés de mi hermana menor hacia tu grupo de héroes inadaptados... – exclamó mientras salía por la ventana – pero ya veo que sólo se trataba de una de sus tantas reuniones sin sentido. –


– Eso tendrías que conversarlo con ella ¡No vuelvas a tocar mis cosas! – incluyendo a Genos entre sus pertenencias.


Tras un suspiro para aliviar el estrés y el orgullo, Saitama se inclinó a recoger el televisor y reposar la cabeza de Charanko sobre un suave cojín. Al ingresar al cuarto de baño, se encontró con el cyborg empotrado en la pared, tal y como lo había imaginado, aunque éste aún seguía rodeado de una energía verdusca que lentamente iba desvaneciéndose. Si lo sacaba de ahí ahora, no serviría de nada pues volvería a empotrarse en la pared.


– Genos... ¿estás bien? – se limito a decir mientras deslizaba su bragueta para orinar.


– Sensei... – murmuró sobre el concreto. – detecto otra forma de vida en su departamento. –


– La mocosa ya se fue... – dijo agotado mientras bajaba la palanca – ¡Sigo sin creer que sea mayor que nosotros, es irritante! – Frustrado, mientras lavaba sus manos –


El rastro de energía de Tatsumaki se desvaneció antes de que Saitama terminara de lavarse las manos y pudiera ayudarlo. Sin ningún esfuerzo, Genos se desprendió de la pared frente a él y, sin ninguna vacilación, Saitama comenzó a sacudir la polvareda en sus extremidades mecánicas superiores. Conocía bien las frustraciones de Genos, perder no era una opción, mucho menos quedar empotrado en la pared.


Genos, por otro lado, se limitaba a observar al no poder sentir ninguna de sus caricias, ni siquiera un fuerte dolor de cabeza como lo recordaba durante el ataque de los rayos. ¿Es que simplemente no podía quitarse ese mal recuerdo de la cabeza?, pensó. Entonces, instintivamente su mirada se desvió hacia el torso de Saitama donde la ropa de su maestro también tenía escombros en ella.


– Estoy bien, Sensei... – sacudiendo la sudadera OPPAI de su maestro.


– Bien... – dijo no muy confiado. Definitivamente algo le pasaba a su discípulo, pero prefirió dejarlo así por ahora. – Tengo mucha hambre... – su estómago ruge. 


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