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Los títeres rebeldes por PokeGirl Uchiha

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos! Un nuevo capítulo está listo. Lamento la demora de la actualización este ha sido de los más difíciles de escribir, espero que sea de su agrado :) 

XXXVIII.

Patrick bajó del vehículo de Neil cuidando no meter un pie en los numerosos charcos que se formaban en la calle por los baches que había en ella. Abrió la parte de atrás de la camioneta y sacó su maletín de entreno y el de su computadora. Aún después del tiempo bien invertido en darse placer tuvo suficiente tiempo para ir a dejar las cosas al apartamento para evitar andar con ellas en el bus. Patrick le había insistido a Neil que no era necesario, pero este no dio su brazo a torcer.

—Voy y vengo —dijo Patrick.

—De acuerdo, yo te espero aquí. Salúdame a Gabriel.

Iba a subir las gradas cuando notó que unos hombres bajaban con un escritorio, Patrick esperó a que terminasen de pasar  y notó el camión estacionado delante de Neil. No era común que las personas se mudasen del edificio y generalmente cuando lo hacían era para una zona peor.

—Va el golpe…

Patrick retrocedió aún más al notar que los tipos apenas podían con el escritorio. Giró para ver a Neil quien bajaba su vidrio y entonces notó a Niebla en la capota del carro. Cuando el gato se percató que Neil abría la ventana se las ingenió a pasar entre el retrovisor y el borde la puerta para meterse al auto con él. Patrick sonrió al notar la expresión de alegría de Neil. Generalmente era él quien iba a Niebla y si bien nunca lo aruñaba o se mostraba hostil con él era la primera vez que este buscaba el contacto.  Patrick se extrañó de ver a Niebla afuera de la casa porque desde que lo habían esterilizado salía cada vez menos.

Finalmente los hombres lograron bajar el escritorio y empezó a subir las gradas. Algunos vecinos habían salido o se asomaban por las ventanas movidos por la curiosidad de quien se mudaba. Casi llegaba a su piso cuando notó a otro par de trabajadores que tenían problemas para bajar un sillón. Iba a acercarse a darles una mano cuando notó que era su sillón. Patrick se quedó mirándolo confundido unos segundos antes de pasar encima de él ganándose las maldiciones de parte de los empleados, pero subió corriendo el trayecto que faltaba. Su corazón latía con fuerza. No era una mudanza. Era un maldito embargo. Su mente empezó a hacer memoria si había olvidado pagar algo, lo que fuera, pero solo estaba atrasado un mes con unas cuantas facturas y no te embargan por eso ¿O sí? No se le ocurría nada más. Llegó al final de las escaleras falto de aliento. Entonces vio a su abuelo hablando con un hombre de traje.

—Abuelo…—le llamó confundido. Patrick sintió como su estómago se le revolvía al notar la expresión de Gabriel.

—Patrick, ¿qué haces aquí? ¿Por qué no estás en la universidad?

Pocas veces había visto esa expresión en su abuelo y nunca había significado nada bueno. Patrick solo atinó a colocarse mejor el maletín de la computadora antes de avanzar, pero temió que pudieran llevársela también. ¿Podían hacerlo? Su corazón latía con fuerza mientras se acercaba a ellos.

—¿Qué está pasando? —preguntó Patrick mientras veía el interior del apartamento, pero deseó no hacerlo.

Entró abrumado al notar como los sillones no estaban. Se llevaban el comedor en esos momentos. Confundido corrió hasta su habitación, solo habían dejado la cama y las cosas que antes estaban en su ropero o sobre su escritorio estaban en la cama o en el suelo. Patrick dejó lo que cargaba en el suelo y fue a la habitación de su abuelo que estaba igual que la suya. Se sentía falto de aire. ¿Qué demonios pasaba? Al salir de nuevo de las habitaciones Gabriel estaba de pie donde antes hubo una sala.

—Abuelo… ¿Qué hiciste?

—Patrick, hijo, yo…

—¡¿Qué hiciste?! —gritó molesto.

—Tranquilo, muchacho —dijo el hombre de traje mientras le pasaba la orden de embargo.

Patrick no entendía nada de eso, solo notó la cifra—¿Un préstamo por tres mil dólares? —preguntó abrumado— ¿Para qué demonios necesitas un…? —no terminó la frase cuando notó que Gabriel ni siquiera lo estaba mirando. Entonces lo comprendió todo. Casi estrelló la orden de embargo sobre el pecho del tipo y salió corriendo hacia la azotea del edificio. Apenas estuvo allí gritó furioso. Pateó con fuerza la malla que cercaba toda la azotea. Sacó su celular y marcó un número. Uno que solo tenía guardado para asegurarse no contestarlo nunca. No respondieron a la primera, ni a la segunda, a la tercera finalmente contestaron—. ¡Teníamos un trato! —exclamó furioso—. Teníamos un maldito trato, Catherine.

—¿Patrick?

—Me prometiste, me juraste que si te conseguía mil dólares no ibas a acudir al abuelo cuando te quedaras sin nada.

—Patrick, hijo…

—¡No me llames así! —gritó furioso— Tú no eres nada mío. Tú solo eres una molestia en nuestra vida. Deja de jodernos, maldita sea.

—¿Qué está pasando? ¿Por qué estás tan molesto?

—Pasa que por tu culpa nos están embargando. ¿No es suficiente arruinar tu vida? ¿Quieres arrastrarnos contigo? —sentía su cuerpo temblar a causa de la rabia. Su mano apenas podía sostener el celular. Sentía la bilis subirle por la garganta—. ¿Podrías pretender que no existimos cada vez que necesites dinero? Porque no pareces tener problemas en olvidarte de nosotros el resto del tiempo.

—Patrick, el dinero…

—¡¿Por qué no le haces un favor al mundo y desapareces?! —gritó mientras colgaba.

Aferró sus manos contra la malla y la empezó a moverla con fuerza gritando lleno de frustración. No tenía ni un miserable centavo que le sobrase en esos momentos. Ni siquiera sabía si tenía lo suficiente para llegar a fin de mes ¿Qué hacía? No tenía idea qué hacer. No podía hacer nada. Sentía sus ojos llenos de lágrimas por la rabia, por la impotencia. Sintió algo rozar por su pierna, se separó con violencia y se quedó confundido al ver a Niebla allí quien le miraba fijamente. Giró el rostro y deseó que la tierra lo tragase de una maldita vez al notar el semblante preocupado de Neil. ¿Cuánto tiempo llevaba allí?

—¿Qué está pasando?

—Nada…

—Patrick, por favor.

—¡Nada, Evans! —gritó furioso— ¡Nada que te importe!

Neil retrocedió al notar la reacción de Patrick—Patrick, no digas eso. ¿Puedo ayudarte en algo?

—Sí, puedes largarte.

—Pero…

—Vete, Evans, maldita sea. Solo lárgate. No quiero verte en estos momentos —dijo Patrick mientras pasaba de largo de Neil y bajaba las escaleras para ir de nuevo hasta el apartamento.

Escuchaba los pasos de Neil detrás de él y solo quería darle un puñetazo en la cara para que tal vez así dejase de seguirlo. Al llegar a apartamento estaban terminándose de llevar las últimas sillas del comedor—¿Van a llevarse todo? —preguntó Patrick derrotado. Sintió que la ira se evaporó apenas notó como quedó su apartamento.

—No todo. La ley nos prohíbe llevarnos ciertas cosas, por lo que la cama, la cocina, la refrigeradora y las cosas para la cocina y lo que ha visto en su habitación se queda con ustedes —explicó el hombre de traje.

—¿Cuánto debe mi abuelo?

—Mil quinientos. Supongo que con un poco de suerte las cosas que nos llevamos sirvan para compensar lo restante, pero no es como si tuvieran muchas cosas de valor.

Patrick apretó sus labios con fuerza ante el último comentario. ¿Así sería siempre? ¿Por qué no podía tener aunque sea un mes de paz? ¿Por qué cada vez que creía que finalmente la vida le empezaba a sonreír la realidad se encargaba de indicarle lo contrario? ¿Por qué a la vida le gustaba verlo humillado?

—¿Si se consigue el dinero le devuelven las cosas?

Patrick se tensó al escuchar la voz de Neil a sus espaldas.

—Sí.

—Si solo me deja ir al banco puedo conseguir el dinero y…

—No —lo interrumpió Patrick girándose al escucharlo.

—Patrick…

—No, Neil. No voy a dejar que te metas en esto.

—¿Vas a dejar que se lleven todo por tu orgullo? —preguntó Neil incrédulo.

—Esto no tiene nada ver que contigo. No te metas y deja que yo lo resuelva.

—¿Podrías dejar tu orgullo de lado por una tan sola vez y aceptar mi dinero?

—¡No quiero tu dinero, Evans! —gritó molesto Patrick.

Neil le miró dolido—No puedes esperar que acepte eso tan fácilmente. Deja que te ayude.

—No tienes ninguna obligación conmigo. Así que vete. Deja que me encargue de esto.

—¡Ni siquiera tienes un plan!

—Neil —le llamó Gabriel quien por primera vez hablaba desde que Patrick había vuelto a entrar—. Patrick tiene razón. No tienes por qué verte envuelto en esto. Deja que nosotros nos encarguemos.

—Pero…

—Por favor, Neil. Deja que resolvamos nuestros problemas —pidió Gabriel—. Deberías irte por hoy. Patrick no quiere que veas esto.

Patrick sintió la mirada de Neil encima de él, pero no se atrevió a mirarlo. Solo escuchó como salía del apartamento. Avanzó en silencio hasta su habitación. A lo lejos escuchaba a su abuelo seguir discutiendo con el hombre. Miró lo que quedaba de su habitación y descubrió que moviendo las cosas habían roto algunos de sus afiches de fútbol. Estaban tan descoloridos que por primera vez se preguntó por qué los conservó por tanto tiempo. Miró la pila de ropa y de libros que estaban sobre su cama. Se habían llevado hasta la silla de su escritorio. Miró donde antes había estado el ropero y el escritorio y como la pintura era más clara marcando la forma de los muebles. Sentía como si las paredes se burlasen de él al recordarle que se llevaron lo poco que tenía y solo le dejaron la cama por caridad. Cerró sus ojos con fuerza pidiendo que solo fuera una pesadilla, pero cuando escuchó la puerta del apartamento cerrarse supo que esta seguía siendo su realidad.

La ira que no había sentido en años volvió de golpe, con tanta fuerza que sentía que su cuerpo no sería capaz de soportarla. Era mucho peor de la que lo embargó esa noche con Caleb, era peor de la que jamás hubiera sentido. Tiró las cosas que estaban en su cama. Escuchó algo hacerse añicos, gritó furioso hasta que su garganta pidió misericordia.

Si la vida quería quitarle lo poco que tenía no le iba a dar el gusto, prefería destruir él mismo lo poco que le quedaba. Rompió los afiches que tenía a la mano, quería destruir todo, quemar el lugar para que ya nadie pudiera quitárselo, para que al fin cuando alguien le dijera que no tenía nada pudiera mirarle a la cara con seriedad y decirle que era verdad. Golpeó con fuerza la pared una y otra vez hasta que sintió sus nudillos a carne viva, hasta que vio las pequeñas manchas de sangre en la pared.

Se dejó caer de rodillas, sudoroso, agitado, su cuerpo no dejaba de temblar. El cansancio llegó de golpe, pero no era un cansancio físico. Era un cansancio de vivir, de levantarse una y otra vez cada vez que la vida lo tumbaba. Por primera vez en verdad deseó rendirse porque no veía como las cosas mejorarían por más que se esforzase, por más que trabajase. Apoyó su espalda contra la pared y se llevó las manos al rostro. Apenas fue capaz de distinguir los pasos de su abuelo deteniéndose en su puerta.

—Patrick…

—¿Estás feliz ahora? —Preguntó Patrick con frialdad— Te dije que esa mujer nos iba a dejar en la calle y no quisiste escucharme.

—Hijo…

—No, abuelo. No quiero escucharlo —suplicó mientras tapaba sus orejas—. Ya no quiero escuchar las excusas que pongas para justificarla.

Gabriel  caminó con cuidado de no pisar las cosas que había en el suelo y se sentó en la orilla de la cama frente a Patrick quien tenía los ojos cargados de lágrimas, pero ninguna salía. Ni siquiera lo miraba y temió que lo hubiese perdido para siempre.

—No te dije nada del préstamo porque sabía que te negarías.

—¡Claro que me negaría! Maldita sea, abuelo, apenas podemos salir a flote cada mes y lo sabes —exclamó frustrado Patrick.

—Pensé que podía pagarlo sin que lo notases, pero con el retraso de las pensiones y luego los costos de la medicina que no cubría el seguro…

Patrick se apartó con rabia una lágrima que se deslizaba por su mejilla—Si tan solo hubieras usado el dinero en ti esto no estaría pasando. Si hubieras comprado comida para una dieta más apropiada para tu salud ni siquiera hubieras terminado en el hospital, abuelo —se quejó Patrick—. Todo esto no estaría pasando si tan solo hubieras pensado en ti antes que en ella.

—Veré como arreglo esto, hijo…

—¿Para qué? —preguntó con rabia —¿Para que luego vuelvas a sacarle otro préstamo porque sabes que ningún banco se atreve a prestarle un centavo a esa mujer? ¿Para que tengamos embargos cada semestre? No abuelo, déjalo así. Total no es como si hubiéramos tenido mucho para empezar.

—Nunca quise que presenciaras esto.

—El televisor nunca se arruinó ¿verdad?

—No. Lo fui a empeñar para intentar conseguir un poco de dinero y abonar la deuda.

—¿Por eso insististe tanto que me fuera ayer? —preguntó Patrick con la mirada fija en la pared donde colgaba un afiche de Podolski del mundial del 2006 el único afiche aún intacto—. ¿Por eso me preguntaste si me llevaba mi laptop?

—Sabía que era cuestión de tiempo…

Su mandíbula temblaba por la rabia, por las ganas de llorar. Ni siquiera podía mirar a su abuelo. Estaba tan furioso con él, consigo mismo por no poder evitarlo, con Catherine principalmente—Maldición, abuelo. ¿Por qué no me lo dijiste?

—Porque no quería verte en ese estado. Pensé que aún podía ser un hombre y arreglar los problemas que yo me buscaba, pero es obvio que ahora solo soy un vejestorio inútil.

Patrick alzó la mirada hacia el techo. Respiró hondo intentando calmarse. No quería volver a decir algo de lo que se arrepintiera, pero cuando estaba tan furioso era difícil pensar con claridad—No digas esas cosas…

—Es verdad, mira que casi hacemos que Neil pagara mi error. Lo siento tanto, Patrick.

—Nunca iba a dejar que Neil lo hiciera —dijo con seguridad. Si hubiera dejado que Neil pagara esa deuda inconscientemente le estaría sirviendo a Catherine una nueva persona de la cual aprovecharse cada vez que quisiera dinero.

—Deja que hable con él. Que le explique las cosas…

—No. Él no sabe nada de esa mujer. No arruines más las cosas.

Gabriel se quedó mirándole incrédulo—¿Aún no le has contado nada de Catherine? ¿De Robert?

—Están muertos para mí, abuelo. No tiene por qué saberlo.

—Patrick, se va enterar tarde o temprano. Deberías decírselo.

—¿Y cómo quieres que se lo diga? ¡Oh, Neil, por cierto mis padres están vivos, pero los dos me detestan! Ya ni sé si es porque he sido una carga para ellos toda su vida o por ser gay o por el simple hecho de respirar ¡Disculpa que no te lo dijera antes! —exclamó lleno de sarcasmo sintiendo como las lágrimas empezaban a caer. Vio a Gabriel intentar inclinarse hacia él—No…

Gabriel se detuvo al notar como Patrick levantaba sus manos intentando mantenerlo a distancia. Lo vio limpiarse las lágrimas lleno de coraje por estarlas vertiendo. Y la culpa se hizo insoportable— Al menos deja que me disculpe con él.

—Quizás debería romper con él —dijo Patrick furioso—. Si sigue conmigo solo va a terminar hundido en esta mierda.

—No digas eso, Patrick.

—Es la verdad, abuelo. Cada vez que intentamos salir a flote esa mujer aparece solo para hundirnos más —masculló furioso mirándole finalmente a los ojos—. Yo estoy dispuesto a dejar que se hunda, pero tú no. Tú insistes en quererla sacar de la mierda que ella sola se busca, pero yo no puedo solo sentarme a ver cómo te arrastra aún a sabiendas que terminaré por hundirme con ustedes —dijo con sus ojos llenos de lágrimas—. Sé que Neil tampoco va a querer sentarse a ver cómo nos hundimos, por eso debería dejarlo porque no voy a soportar verlo involucrarse en esta vida de mierda.

—No, hijo. No hagas una tontería. Él te quiere. Tú lo quieres…

—A tu edad deberías saber que solo el amor no es suficiente para mantener a dos personas juntas.

—Lo sé, pero no deberías rendirte ante el primer obstáculo que se les presenta.

—Sabes bien que podríamos liberarnos de ese obstáculo —dijo Patrick molesto—. ¿Por qué no la dejas ir?

—Es mi hija…

—¡Ella no te quiere abuelo! —exclamó Patrick furioso— ¡Solo te está utilizando!

—Patrick, no…no digas eso…—suplicó Gabriel.

—Ella no te quiere —repitió poniéndose de pie—. No te quiere a ti, no me quiere a mí. No quiere a nadie. Solo se quiere ella misma. Ya no puede sacarle ni un centavo a Robert por medio de mi persona, así que vuelve a utilizarte a ti. ¡Abre los ojos!

—No, Patrick…

Patrick apartó la mirada de su abuelo y solo se acercó a la cama para tomar la camisa polo de la cafetería—No iré a la universidad. Me voy de una vez a trabajar. Tal vez esta paga no va a parar a manos de esa mujer…

Gabriel escuchó como la puerta de la entrada era azotada, pero no terminó de cerrarse bien. Lo supo apenas escuchó el ruido. Intentó ponerse de pie para irla a cerrar, pero su cuerpo temblaba incapaz de sostenerle. Respiraba entrecortado hasta que un lastimero quejido se escapó de sus labios, la presión en su pecho se hizo mayor y de pronto estaba llorando.  Se quitó las gafas temblando e intentó limpiar sus lágrimas. Se escuchaba jadear a causa de la dificultad que tenía para respirar. Su llanto retumbaba en las paredes de la habitación de su nieto.

Miró las paredes vacías, no recordaba la última vez que pintaron ese cuarto. Nunca había dinero suficiente para darle una nueva mano de pintura. Las pocas veces que sobraba dinero Patrick insistía en comprarle comida que le gustase o llevarlo a algún lado de paseo. Escuchó la puerta del apartamento abrirse de nuevo y cerrarse. Gabriel intentó callarse por temor a que Patrick lo viera en ese estado. Debió habérsele olvidado algo. Se llevó su mano a la boca en un vano intento en callar su llanto.

—¿Gabriel?

Gabriel apenas logró ponerse los lentes para ver a Neil avanzar hasta él, lo vio arrodillarse frente a él y le miró preocupado—Neil…

—Lo siento, sé que me pidió que me fuera, pero vi a Patrick salir molesto del edificio y yo quería asegurarme que estuviera bien.

Gabriel asintió aun cuando las lágrimas caían por su rostro.

—Disculpe a Patrick —pidió Neil—. No analiza sus palabras cuando está molesto.

—No, él tiene razón —dijo entrecortado mientras su llanto se hacía más sonoro. Sintió los brazos de Neil rodearle—. Él tiene razón. Él la tiene…—y era lo que más le dolía.

***

La parada de bus estaba desolada a esa hora de la tarde. Se sentó en la pequeña banca a esperar el transporte. Se miró sus manos. Aún había sangre en la izquierda mientras que la mano derecha empezaba a inflamarse un poco, y adquirir tonos violáceos. Movió los dedos un poco, por fortuna no se había fracturado nada.  Era un idiota, si se llegaba a fracturar algún dedo implicaría que no podría trabajar bien o no podría hacerlo en absoluto.

—¿Te metiste en otra pelea, hermano?

Patrick se sobresaltó al escuchar la voz tan cerca, al alzar la mirada se encontró con el rostro de Boris quien lo miraba con expresión neutra.

—Hola, Boris.

—Eso no se ve bien.

Patrick sonrió con amargura mientras movía su muñeca—Sabes que se ha visto peor. ¿Recuerdas cuando me fracturé dos dedos de cada mano en aquella riña con unos tipos que llegaron a molestarnos porque nos sentamos en su banca del parque?

Boris sonrió con un poco de nostalgia—Peleabas bien, Patrick. Tus dedos sanaron, pero esos tipos tuvieron que invertir en unos cuantos dientes postizos —dijo mientras sacaba una cajetilla de cigarros—. ¿Quieres uno?

Patrick miró la cajetilla unos segundos—Depende de cuales me ofreces…

—Sigues con esa idea de reformarte ¿eh? —dijo divertido mientras encendía un cigarrillo—. Hermano, con la cara que tienes creo que de verdad necesitas uno. Además sabes que ayuda a disminuir el dolor.

Patrick mordió el interior de su mejilla. Quizás podría fumarse uno. Total no era que tuviera que entrar ya al trabajo, pero una parte de él le decía que si lo hacía se arriesgaba a volver a esa vida que tanto le había costado dejar atrás, pero en esos momentos solo quería un poco de tranquilidad. De un momento a otro tomó la cajetilla de Boris y encendió el cigarro. Dio una larga calada y luego dejó salir el humo. Cerró sus ojos buscando un poco de paz.

—Sigues sin mezclarla con tabaco…

—¿No has leído que el tabaco es malo para la salud?

Patrick abrió sus ojos y sonrió con ironía por el comentario. La lluvia empezó a caer de nuevo. Su bus llegó, pero no lo abordó. De pronto ya no sintió deseos de ir a trabajar. Ni siquiera tenía deseos de seguir adelante.

—Me dijeron que a tu viejo lo embargaron…

Patrick sonrió con amargura—Que rápido corren los chismes en este lugar.

—Siempre ha sido así. Nos moriremos y las cosas no van a cambiar en este lugar, Smith —dijo Boris aún de pie mirando la calle—. Quizás solo empeoren las cosas.

Patrick subió las piernas a la banca y siguió fumando en silencio. Viendo el paisaje que estaba frente a él: Una calle llena de baches y una montaña de basura formándose frente a él. Un perro intentaba abrir una de las bolsas en esos momentos en un intento desesperado por conseguir algo de comer.

Esa era su realidad. No comprendía cómo en las últimas semanas, los últimos meses, la mayor parte de tiempo había podido olvidarlo. Cuando estaba con Neil todo parecía tan utópico, tan hermoso que le hacía olvidarse de sus problemas. Las últimas semanas incluso aun cuando las cosas no mejoraban en materia económica de alguna manera se las había ingeniado para ser feliz, jodidamente feliz. No le había molestado la idea de tener que regresar a ese lugar, los vecinos incluso le habían dejado de parecer tan irritantes, la felicidad que Neil le trasmitía duraba lo suficiente para poder afrontar esas cosas hasta que podía verlo de nuevo. Quizás el embargo solo había sido un recordatorio del destino para que no anduviera flotando tan alto.

—En este lugar las cosas solo pueden empeorar…

—¿Has pensado como recuperar las cosas?

—No, solo quiero terminarme mi cigarrillo sin tener que pensar en eso…

—Si necesitas dinero…

—No, si no le acepté el dinero a Neil menos podría aceptártelo a ti.

Boris tiró la colilla de su cigarro y encendió otro mientras se sentaba a su lado—Tu chico intentó ayudarte ¿eh?

—Él siempre intenta ayudar a todos…

Boris asintió—Entiendo. Tienes tu orgullo. Eres todo un hombre así que quieres solucionar las cosas por tu cuenta. En especial porque eres la cabeza de tu familia.

—Ya ni sé si no acepté su ayuda por orgullo o por pendejo…—Admitió. Esos cigarros siempre le soltaban la lengua en más de un sentido.

—Mira, si quieres ganar dinero rápido con la pandilla teníamos un trabajo para el viernes por si te interesa…

Patrick se quedó mirando el humo del cigarrillo mientras escuchaba a Boris hablar. Un atraco rápido y con suerte podría conseguir unos trescientos en una noche. Aún era excelente forzando cerraduras. Sabía que no sería un problema hacerlos entrar. Incluso le darían la parte fácil del trabajo y solo tenía que meterlos y luego quedarse a vigilar que nadie viniera. Quizás debería hacerlo. A lo mejor debería de dejar de intentar ser moralista y ayudarles hasta que consiguiera graduarse de la universidad. Tal vez así podría dejar uno de sus dos empleos e intentar ponerse al día con los proyectos de la universidad, con un poco de suerte podría pasar más tiempo con Neil. Se llevó el cigarrillo a los labios y el recuerdo que hacía unas horas sus labios habían gozado los de Neil le hizo sentir culpable por estar fumando, considerando que su novio detestaba los fumadores.

—¿A qué horas planean hacerlo?

—Saldríamos de aquí a las once.

Patrick asintió. El viernes era la última obra de Los Títeres, conociendo a sus amigos probablemente querrían ir a cenar después de eso. ¿Tendría suficiente tiempo? Lo dudaba, pero si iba solo a la obra Neil haría demasiadas preguntas. ¿Se decepcionaría de él si hacía ese trabajo con Boris y el resto? ¿Sería suficiente razón para que terminara con él?

—¿Te importaría si lo pienso un poco?

—No hay problema. Solo avísanos a más tardar mañana en la noche. ¿No quieres darte una vuelta por la guarida?

Patrick miró a Boris y le aterró lo mucho que deseaba irse con él—Tengo que ir a trabajar…

—Vale, ¿un último cigarro? —dijo mientras se lo ofrecía.

Patrick lo tomó y lo encendió, mientras sintió como Boris le daba unas palmaditas en el hombro y se alejaba por la calle. Patrick se quedó allí en silencio viéndolo desaparecer bajo la lluvia. Sabía que Boris intentaba ayudarlo a su  manera, al parecer en ese lugar esa era la única forma en la que podían ayudarse. Apreciaba el gesto considerando en cómo los había dejado de lado. Escuchó el sonido de su celular en el bolsillo. No quiso atender. Ni a la primera, ni a la segunda. Se quedó allí viendo la lluvia al menos una hora hasta que escuchó de nuevo su celular. Era Allen.

—Hey, Patrick.

—Hola…

—Mira quería pedirte un enorme favor. ¿Te importaría si hago tus turnos de hoy y mañana? Estoy a nada que me saquen de mi apartamento y estos días te he notado mejor a ti que a Kara y no quería molestarla a ella y…

—Está bien, Allen.

—¿Eh? ¿En serio? ¿No te desajusto con tus gastos?

—No te preocupes. Hazlos. Como paga ya sabes que te toca limpiar los baños cuando tengamos turnos juntos —dijo Patrick con voz monótona.

—Joder, eres el mejor. Gracias, gracias. ¡Los dejaré relucientes! ¡Adiós!

Patrick colgó y se quedó con el celular entre sus manos. No tenía sentido que Allen terminase igual o peor que él. La propuesta de Boris se le hizo más y más atrayente. La lluvia se hizo más fuerte, el viento se encargaba de empaparlo aun estando en lo cubierto.

—Estúpido cambio climático —murmuró. Casi era verano, pero llovía como si fuera un diluvio y el frío se hacía más y más intenso.

No quería regresar con su abuelo. No quería enfrentarse de nuevo a esa realidad. Ese vacío donde antes había lo básico para vivir. Salió a la lluvia y empezó a caminar por las calles sin ningún rumbo. Solo quería un poco de paz. No supo en qué momento entró en la primera tienda de conveniencia que encontró, pero ahora estaba en medio de un parque en el centro de Gastrell con la botella de ron más grande que pudo encontrar. Se había gastado casi todo el dinero con el que suponía que terminaría el mes, pero de pronto no tenía deseos de terminar el mes, ni siquiera sabía si tendría fuerzas para terminar el día.

¿Por qué no podía solucionar sus problemas solo? ¿Por qué siempre parecía depender de los demás?  Por más que luchase parecía ser siempre un maldito parásito que necesitaba de alguien más para sobrevivir. Su celular volvió a sonar. Ni siquiera vio el número solo contestó.

—¿Aló?

—¿Hijo?

Patrick dejó escapar una risa amarga antes de dar un sorbo a la botella—Te equivocaste de número, Catherine. Aquí no existe ningún hijo.

—¿Lograron solucionar el problema?

—Sí, Catherine. La solución fue se llevaran todo. ¿Feliz?

—Hijo…

—Te dije que aquí no hay ningún hijo —dijo molesto, pero empezaba a estar lo suficientemente ebrio y drogado para arrastrar las palabras.

—¿Has tomado?

—¿Acaso te importa? ¿Vas a venir a decirme que no debo tomar? ¿Qué no debo drogarme? Vete a la mierda, Catherine —dijo antes de colgar y recostarse sobre la banca. La lluvia aún caía sobre Gastrell.

No entendía por qué las llamadas de esa mujer aún lo afectaban. A lo lejos le vino el pensamiento que no debería estar allí tomando. Que no debió haberse gastado el poco dinero que tenía. Ni siquiera debió haberle dado sus turnos a Allen por más que los necesitara.

—Eres un pendejo, Smith…—murmuró. Sintiendo la lluvia golpearle el rostro. Pensó que a lo mejor debería quedarse allí con la esperanza que la lluvia lo ahogara, pero su celular volvió a sonar. Maldijo por lo bajo. ¿Por qué no lo dejaban ahogarse en paz? — Ya te mandé a la mierda, Cathe…

—¿Patrick?

Era Fabio. Patrick quiso colgar de inmediato.

—¿Patrick? ¿Estás bien?

—Define bien…

—¿Dónde demonios estás?

—No lo sé, Fabio. No importa. Voy a colgar…

—No, no hagas una tontería. Anda, dime dónde estás. ¿Qué sucede?

—Nada…

—Está bien, no es nada. ¿Quieres que le diga a Neil que te llame?

—No —se quejó molesto—. No metas a Neil en esto.

—Entonces más te vale que me digas donde estás si no quieres que le llame o peor que le llame a tu abuelo.

—Eres una mierda de amigo —se quejó Patrick alzando la cabeza sobre la banca—. No tengo ni puta idea donde estoy Fabio. En serio…

—Al menos podrías intentar mandarme tu localización por el celular ¿O estás demasiado ebrio para recordar cómo usarla?

—Creo que puedo hacerlo…colgaré.

—Si no me mandas tu ubicación en cinco minutos te llamaré de nuevo.

Patrick colgó logró mandarle la ubicación. Era un idiota, pensó, pero intentaba consolarse diciéndose que estaba bien. Ni siquiera tendría que tener tantas responsabilidades a su edad, así que se le tendría que permitir hacer estupideces. ¿Qué había de malo embriagarse en un parque público seguramente rompiendo alguna regla municipal? ¿Qué había de malo si quería que la lluvia lo ahogara? No entendía cómo todo pasó de estar tan bien a estar tan mal en cuestión de minutos. No quería llamar a Neil, pero quería escuchar su voz, que le dijera que todo estaría bien pronto. No sabía si era estupidez o amor, pero le creería cualquier cosa que le dijera.

Cerró sus ojos, se puso sus audífonos y se hizo ovillo intentando calentarse un poco. Hacía tanto frío, pero no quería moverse. Había esa voz racional diciéndole que se moviera, que se resfriaría, pero no quiso hacerlo. Su cuerpo pesaba demasiado. Su mente se desconectó de la realidad finalmente. No supo cuánto tiempo transcurrió pero lo despertaron unas voces llamando su nombre y unos pasos apresurados.

—¡Fabio, por aquí! —Al abrir los ojos lo primero que notó fue unos mechones rojizos y luego una expresión preocupada—¿Patrick? ¿Puedes sentarte?

—Estoy bien, Leah…Quita esa cara…

La lluvia finalmente había parado. No se dio cuenta en qué momento. Fabio llegó corriendo hasta ellos. Entre ambos lo llevaron hasta el auto de Leah. Patrick no hizo preguntas, solo murmuraba una y otra vez que no quería que lo llevasen a su apartamento ni donde Neil. Antes de perder el conocimiento de nuevo.

Volvió a reaccionar cuando sintió el agua tibia de la ducha. Patrick protestó mientras entre Fabio y Leah intentaban mantenerlo de pie en la ducha, aún con su ropa puesta. Rezongaba pero Leah fue tajante en decirle que necesitaba una ducha si no quería resfriarse.

—¿Tienes alguna muda de ropa seca? —preguntó Leah.

—¿En verdad crees que tengo algo que pueda quedarle? Ya es más fácil que le quede alguna camisa tuya si a lo sumo se llevan unos cinco centímetros con Patrick.

—Bien, sostenlo en lo que voy al carro, tal vez encuentro algo.

Patrick escuchó los pasos de Leah alejándose. Alzó la mirada hacia Fabio, le costaba mantener la cabeza erguida—Lo siento…—murmuró lastimeramente.

—Solo no vomites en mi baño que jamás he limpiado uno…

Patrick intentó sonreír por el comentario. Él había limpiado más de los que le gustaría en el café. Entre mujeres embarazadas y niños enfermos que no alcanzaban a llegar al retrete era de los trabajos menos glamorosos del universo.

—Lo siento…

—Lo hecho está hecho, Patrick. No te preocupes.

—No, no quise decirte que eras una mierda de amigo.

—Eso ya lo sé.

—No, no lo entiendes —dijo arrastrando sus palabras. Apenas podía hilar bien sus ideas—. Eres demasiado buen amigo para mí. ¿Por qué decidiste serlo aun cuando era una mierda?

—¿En serio quieres tener esta conversación en medio de la ducha cuando estoy a punto de quitarte la ropa?

—Nunca lo he entendido…

Fabio sonrió un poco mientras dejaba que el agua tibia le cayera un poco más—No lo sé. Era obvio que cargabas con mierdas demasiado complicadas, pero aún con tu aura esquiva me caíste bien. Costó que te abrieras un poco conmigo, pero me siento bien hablando contigo. Me haces valorar muchas cosas que daba por sentado si tengo que ponértelo de alguna forma y desde que me junto contigo quiero creer que soy más responsable.

—Tú también me caíste bien desde el principio. Lo siento que te la puse difícil.

—Aún lo haces, mira que emborracharte en medio de un parque. ¿No encontraste una botella de ron más pequeña?

—No pensaba…

—Eso es obvio, pero lo importante es que estás aquí. Apenas salgamos de aquí te vas a la cama. Mira qué es la primera vez que vienes a mi apartamento y lo haces ebrio…

Leah entró en ese momento con un bolso—Pues mira o le ponemos un vestido o solo le dejamos esta camiseta que esperemos que le cubra lo suficiente.

—Deberíamos ponerle el vestido para desquitarnos el susto que nos hizo pasar —dijo cerrando la llave de la ducha.

Leah le miró con incredulidad, pero se acercó con una toalla para secar la cabeza de Patrick mientras Fabio al fin pudo quitarle la camiseta y Leah batalló en secarlo y por ponerle una camiseta suya. Por fortuna esa camiseta era una talla más grande, aunque le pegó bastante pegada al cuerpo, pero era mejor que nada. Leah le envolvió una toalla seca a la cintura y lo llevaron a la habitación de Fabio donde lo obligaron a acostarse a pesar de las protestas de Patrick y terminaron por quitarle el pantalón y la ropa interior dejándolo solo con la toalla para luego cubrirlo con las sabanas y lo obligaron a quedarse en la cama aun cuando el otro decía que se sentía mejor.

—Iré a meter esto a la lavadora —dijo Fabio tomando la ropa mojada de Patrick y pasándole a Leah el celular de Patrick que había estado en el pantalón todo ese tiempo y apenas lo notaban.

Leah se quedó al lado de Patrick asegurándose que no hiciera aún más difíciles las cosas. Patrick se quedó mirando el techo de la habitación largo rato.

—¿Ahora ya no vas a hablarme? —preguntó Leah cuando vio Patrick desviar la mirada a la pared— Patrick…

—No quise preocuparlos —dijo sintiéndose un poco más lúcido después de esa ducha, pero aún se sentía mareado.

—Somos tus amigos Patrick ¿cómo no vamos a preocuparnos?

—No quiero hablar de eso…

Leah apretó sus labios con fuerza y miró el teléfono aún en sus manos—Podemos hablar de tu teléfono. No sé si la lluvia lo ha estropeado —dijo mientras intentaba secarlos. Aún tenía los audífonos conectados y al quitarlos notó como “Crawling” de Linkin Park sonaba—. Mira que tienes suerte. Aún sirve. ¿Te importa si dejo la música?

—No importa…—dijo Patrick aún sin atreverse a mirarla.

La canción era lo único que se escuchaba en la habitación, pero Leah notó como Patrick lucía un poco más relajado enfocándose en solo la música— Me encanta la versión acústica de esta canción. La escuché en vivo en un concierto. Se me eriza la piel solo de recordarlo.

—Qué envidia…

—La canción te ayuda a sentir que no eres el único que pasa por una situación mierda ¿verdad?

Patrick sonrió un poco mirando al techo—Sí. En especial cuando dice que ya se había sentido de esa manera antes, tan inseguro.

—Imagino que te has sentido así muchas más veces que todos nosotros.

—Eso creo —dijo Patrick por primera vez mirando a la chica quien solo le sonría con tranquilidad. La canción terminó y en su celular empezaba a reproducirse “Boulevar of Broken Dreams”

—¡Uf! Tenía ratos de no escuchar esta canción.

Patrick intentó sonreír y se quedaron escuchando música unos minutos en silencio.

—Nada como la música con unas letras un tanto depresivas para animarte ¿verdad? —dijo Leah después de un rato—. Tienen algo de terapéutico.

—Sí…

—¿Las escuchabas mucho antes?

—Más de lo que se consideraría normal. Incluso para los estándares del adolescente incomprendido —se sinceró Patrick mirándola por fin a los ojos—. La verdad, las escuchaba día y noche desde pequeño. Recuerdo que hice que mi abuelo me acompañara a comprar el disco Meteora de Linkin Park cuando tenía seis años. Al año siguiente salió el “American idiot” de Green Day y le supliqué a mi padre que me lo comprara. Era la primera vez en toda mi vida que le pedía algo.

—¿Y te lo compró?

—Se podría decir que sí. Me dio treinta y cinco dólares. Jamás había tenido tanto dinero en mis manos, Leah, estaba tan feliz —dijo con una sonrisa melancólica—. Creía que iríamos juntos a comprarlo, al fin estábamos solos sin Daniel, pero me dijo que no tenía tiempo para acompañarme. Tenía una reunión o tenía que ir a ver a su esposa, no recuerdo ya la excusa, pero con Robert siempre había una. Me dejó en el centro comercial y me dijo que le había llamado a mi madre para que fuera por mí, que la esperase en el restaurante de hamburguesas después de comprar los CD. Al final terminé comprando también el de “Toxicity” de System of Down porque estaba en oferta. Eso sí, tuve que pedirle a una anciana que andaba buscando música cristiana que  los comprara en mi lugar, no sé qué excusa le puse para que me hiciera el favor porque sabía que ni loco me iban a dejar comprarlos a mí solo por el estúpido “Parental Advisory”. Después con el dinero restante fui y me compré una hamburguesa doble con papas. Fue uno de los días más felices de mi vida y no tenía a nadie con quien compartirlo…

Patrick se quedó en silencio unos segundos después de decir esas palabras. No entendía porque sus ojos se llenaban de lágrimas ante ese recuerdo, si era un recuerdo feliz no entendía porque de pronto tenía tantos deseos de llorar. Si a pesar del regaño de su madre por haberla incomodado al haber tenido que ir a buscarlo hasta al centro comercial ese día fue increíble. Había llegado a la casa y había puesto a todo volumen sus Cds nuevos hasta que su abuela dijo que esa gritadera le estaba causando una migraña y su madre terminó dándole su viejo Cd player, después de todo ella ya tenía un MP3.

Recordaba pasar tardes enteras escuchando esos tres discos que tenía, en ese momento no se había dado cuenta que tenía demasiado enojo, ira, para un niño de su edad, ni se preguntaba por qué las letras de esas canciones le hacían sentirse menos solitario.

—Lamento que nadie te acompañara ese día.

Patrick negó con la cabeza—Yo no. Después de todo mis padres nunca me han querido ¿sabes? Si hubieran estado allí solo se hubieran encargado de arruinar todo. Si mi padre hubiera terminado yendo conmigo se hubiera quejado todo el camino de todo el tiempo y dinero que perdió por estar conmigo, si mi madre hubiera ido capaz no me compraba nada y se quedaba todo el dinero que mi padre me dio para ella sola. Mucho menos hubiera tenido esa hamburguesa.

—¿No te sentías querido por ellos?

—Aún me siento así  —dijo Patrick aún demasiado ebrio y un poco drogado como para ponerse un freno en sus palabras, como para siquiera reparar en lo que estaba confesando o quizás solo quería poder sacarse todo lo que se había guardado por tanto tiempo—. Robert sigue por allí ignorando que existo. Catherine sigue siendo una patada en el culo incluso cuando no se ha asomado por el apartamento en años…Al menos las cosas con Daniel han mejorado un poco, al menos quiero creer eso. Aunque no me ha llamado ¿crees que debería llamarle, Leah?

—¿Quién es Daniel?

—Mi hermano…bueno, mi medio hermano. Durante años me odió ¿sabes? Tú eres hija única, no sabes lo mierda que es que tu hermano te odie, pero ya me perdonó por haber nacido…

—Patrick…

—No, está bien. Las cosas están bien. Mi abuelo me quiere, Daniel me quiere, Neil me quiere, y yo…joder, Leah, soy tan feliz a su lado. Nunca había sido tan feliz ¿sabes? Me da miedo ser tan feliz que hasta me dan ganas de arruinar todo porque no sé cómo vivir con tanta felicidad, porque estoy acostumbrado a que las cosas buenas nunca me pasen a mí.

—Si las cosas están bien ¿por qué terminaste en el parque tú solo? ¿Te peleaste con Neil?

—No, bueno no sé, pero no fue culpa de ninguno ¿sabes?  Fue culpa de Catherine, ella tiene la culpa. Las últimas horas habían sido tan irreales es decir…joder jamás había hecho el amor con nadie. Estaba tan feliz con Neil y de pronto la  sombra de Catherine volvió a aparecer en mi vida e hizo que todo fuera mil veces peor…

—¿Catherine es tu madre?

—¿Por qué todos se empeñan en llamarla mi madre? No quiero que sea mi madre. Ya ni siquiera sé si alguna vez me quiso o solo lo hacía porque le daba dinero fácil. Nadie que abandone a su hijo merece llamarse madre, Leah —le dijo molesto sentándose en la cama—. Nadie que ignora a su familia por meses y solo aparece cuando no tiene a donde ir merece siquiera llamarse parte de una familia. Joder, Leah, si tan solo hubiera llamado una vez a la semana por compromiso para preguntar cómo nos encontrábamos te juro que hubiera sido tan estúpido de creerle que me quería. Si tan solo…si tan solo me hubiera dado migajas de su amor estoy seguro que me hubiera conformado porque así de desesperado me sentí por mucho tiempo.

—Patrick…—dijo la chica preocupada al ver como su amigo se llevaba las manos al rostro. Leah le abrazó con fuerza.

—Por favor, no me digas que me quiere porque sé que no es cierto…

—No, no voy a intentar ponerte una venda en los ojos que quizás nunca existió en primer lugar —le dijo Leah—. Lo que si voy a decirte es que tienes todo el derecho de estar molesto, herido o lo que sea que estés sintiendo.

—Me he dicho tantas veces que está muerta, que a veces me lo creo ¿sabes? Me gustaría que lo estuviera así tal vez me dejara poder seguir adelante —murmuró contra su hombro. No lloraba, pero desearía estarlo haciendo porque quizás de esa manera la tristeza que sentía no sería tan insoportable—. Hoy nos embargaron por su culpa, Leah. Neil estaba allí, quería que la tierra me tragara. Ese Evans es un imbécil por ofrecerme su dinero…

—El amor hace un poco imbéciles a las personas, Patrick.

—Lo sé, pero no quiero meterlo en este embrollo…

—¿Por qué no? ¿Tienes miedo que no te comprenda?

—No…

—¿Entonces qué es lo que te preocupa?

—No sé…

—Sí, sabes. Si no quieres decírmelo, al menos se honesto contigo mismo.

Patrick se decía así mismo que no sabía una y otra vez. Buscaba escusas hasta que su mente llegó la respuesta que había evitado las últimas semanas. La verdad era que le avergonzaba confesárselo a Neil, le avergonzaba que sus padres no lo quisieran porque no era algo que pudiera remediar. ¿Qué clase de niño no tenía al menos un padre que lo quisiera o al menos no lo detestara?

—Todo esto es una mierda…

—En verdad lo es, pero sabes qué, saldrás de esta—dijo obligándolo a que la mirase a los ojos—. El embargo ya está hecho. No aceptaste el dinero de Neil, pero eso no significa que no hay maneras en que puedas intentar solucionar las cosas ¿sabes? Pensaremos en algo. ¿Recuerdas que mi madre va a ofrecerte trabajo?

—Eso no es…

—¿No es qué? ¿Seguro? Va a hacerlo, Patrick. Si no estuviera tan segura no te daría falsas esperanzas, te propondría otra solución.

—Solo quiero rendirme, Leah…

Leah le miró con un poco de tristeza—Está bien. Te dejaré rendirte solo por hoy. ¿De acuerdo? Mañana tienes que levantarte y volver a luchar.

—No lo sé…

—Descansa por ahora ¿sí? Si vas a tomar una decisión al menos hazlo cuando no estés ebrio ni drogado.

Patrick le miró confundido—¿Cómo…?

—Ay, Patrick. No todos somos tan santurrones como Neil ¿sabes? Demasiadas fiestas de supermodelos, de hijos de diplomáticos y de paso conciertos. Si no querías que notara que estabas drogado al menos hubieras hecho un mejor esfuerzo conmigo.

—Lo siento…

—Pues espero que en verdad lo sientas porque nos preocupaste —dijo Leah mientras le daba un manotazo en la cabeza.

—Joder, Leah. No me pegues.

—Pues apóyate en nosotros cuando tengas problemas y así no te pegaré. Además te lo merecías por preocuparnos. Ahora descansa.

Patrick asintió mientras se acostaba de nuevo en la cama y se acomodaba en ella antes de cerrar los ojos.

Leah salió de la habitación cuando se aseguró que Patrick estaba completamente dormido. Al salir miró a Fabio quien estaba apoyado contra la pared al lado de su puerta. El joven le indicó que fueran a la sala.

—Escuchaste todo…

Fabio suspiró y se llevó una mano al rostro—Le llamaré a Gabriel e inventaré alguna excusa. Por cómo están las cosas creo que no tendré problema en hacer que me crea.

Leah asintió y miró de nuevo a la habitación. Sabía que Patrick aún se guardaba algunas cosas, pero no creía que serían tantas y tan complicadas. Ahora lo entendía un poco mejor—Gracias por haberme llamado.

—Sé que te has vuelto muy cercana con Patrick últimamente y no sé qué hubiera hecho sin ti. Además Isabella se llevó mi auto para ir a ver a su novio y no tenía cómo llegar hasta donde se encontraba.

—¿Cómo vas a explicarle la presencia de Patrick cuando regrese?

—Ya me adelanté. Le dije que se quedase con Fernando ahora. Al parecer ya se reconciliaron así que un problema menos con lidiar. No estoy de humor para enfrentarme con más de un problema a la vez. Prefiero aguantarme las bromas de que al fin conseguí pareja a decirle todo lo que ha pasado.

—Cuando Patrick despierte y repare en todo lo que me dijo es que el verdadero problema va a empezar…

Notas finales:

Gracias por leer, sus comentarios y a los que tienen el detallazo de mandarme sus dibujos de Patrick y Neil en verdad me ponen una sonrisa en el rostro que no puedo borrar en varios días. 


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