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La mirada del asesino por Jesica Black

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Antes le quiero decir que este fic no se basa en una época victoriana ni nada por el estilo, sino que es contemporaneo, salvo que no tienen celulares ni computadoras, pero si tienen autos y demás cosas. Gracias por su comprensión.

 

Capitulo II

 

Paris, Mansión Gemini.

 

                La noche se tornaba afable, las estrellas brillaban en el firmamento y el fresco de la noche no fue tan engorroso. Los ojos del más joven que paseaba por el vehículo acabaron en la excelente entrada de la casa Gemini. El hombre, dueño de esas tierras, era hijo del mejor amigo de su padre, por lo cual solía quedarse allí noches enteras y poder mirar desde el balcón lo hermoso del cielo. Al bajar y entrar por la puerta principal, fue recibido con una copa de un excelente champagne y algunos bocadillos que compartió con su compañero. Todas las principales familias Parisinas estaban allí.
A un costado y siendo acosado por un noble, estaba Albafica Rose, un joven atractivo y con excelente figura, no parecía tener interés en aquel muchacho, aun así escuchaba atentamente lo que el otro decía con una sonrisa fingida. A unos metros, el consorte de Deuteros, Asmita Virge, un joven ciego pero muy adinerado que había cosechado una fortuna más grande que la de su padre a muy corta edad gracias a su ingenio. No muy lejos de allí se encontraba un joven italiano al que llamaban Manigoldo por su forma grotesca de ser pero quien, a vista de buen cubero como era Dégel, podía notar que se llevaba la mirada del joven Rose y no dudaba que esta noche y a ende de las copas de más que podía llegar a tener el bello joven, terminaran en la cama. Pero bueno, ambos eran adultos.

 

−¿Quiere pasar y dar sus respetos y gracias al dueño de casa? –comentó Camus a su lado mientras caminaban hacia donde estaba el joven hombre junto a su familia.

−Hm, creo que es lo indicado, no por nada nos invitó a pasar la noche aquí.

−¿Cree que guste de usted?

−Deja de llamarme tan formal y no lo creo, los Gemini son realmente muy raro a la hora de elegir pareja, sin ir más lejos, Asmita era un muchacho budista y muy religioso, que amasó una fortuna inexplicable con un invento muy moderno y comparte un amplio porcentaje de sus riquezas con su gente en la India….

−¿Y qué es lo raro?

−¿No te parece extraño que un noble se case con un Hindú religioso? –sonrió ante esto y Camus también rio por lo bajo−. Bien, compórtate.

 

                Ambos se acercaron a la familia y brindaron sus respetos a la casa y al dueño de la misma, Aspros agradeció amablemente besando la mano de Dégel e invitándolo a continuar disfrutando de la fiesta, estaba seguro que ese día se iría con un enamorado a sus pies.
El dúo se distanció de la mayoría de las personas y a un costado observó la dinámica de la fiesta. Ninguno salió a bailar ni fue por bebidas en mucho tiempo, pero pasada las nueve de la noche a Dégel comenzó a darle sed y por lo cual le pidió a su acompañante que le trajera algo de jugo natural que servían los mayordomos. Camus hizo un gesto de amabilidad y fue directamente a la mesa que se encontraba a unos cuantos pasos de allí.

                Por otro lado, entraban por la puerta principal Kardia y Milo Skorpius, aunque no poseían apellidos, el mayor se las había ingeniado para tomar el de un noble Ingles que había conocido y con ello llegar a la casa mayor de Aspros Gemini. Se había vestido elegantemente, atado su largo cabello azulado y limpiado sus botas con extremo cuidado, debía aparentar la figura de un noble como fingía ser.

−Tienes que darle tus respetos al dueño de la casa y presentarte –comentó Milo mientras le impartía ligeros codazos a su hermano.

−Eso ya lo sé, tú solo cállate y sígueme –caminó apartando a la gente sólo con su presencia, no hacía falta decir nada más, Kardia era un experto en el arte del engaño y todos cayeron en su vil trampa.

 

                Milo continuó detrás de él y observó a los comensales, ninguno parecía lo suficientemente importante. Mientras Kardia fue a saludar al dueño de casa, Milo se perdió entre la gente, se sentía realmente fuera de lugar aunque su vestimenta se aparejaba al de un noble. Se acercó a la enorme mesa de bocadillos y miró uno a uno hasta encontrar el que más le apetecía, lo tomó entre sus manos y giró para volver con Kardia cuando chocó contra alguien que derramó jugo en su ropa.

−¡Por dios! ¿Eres acaso un imbécil? –preguntó con ira y observó al muchacho en el suelo, solamente una mirada fue suficiente para quedar completamente prendido a él. Era joven, demasiado joven para él, y su cabello rojo le llegaba hasta las caderas o al menos eso creía porque el muchacho yacía sentado en el suelo−. Hmmm….

−Lo lamento señor, no lo vi –intentó disculparse, pero Milo no reaccionaba por lo que el muchacho tuvo que levantarse del suelo sin ayuda−. ¿Desea que se lo limpie?

−¿Qué cosa? –cuestionó el rubio, luego miró su chaqueta nuevamente enchastrada−. Déjalo así.

−Bien…..−susurró y volvió a servir un poco de bebida en otro vaso.

−Sabes, deberías disculparte de rodillas –sonrió de costado el más alto y cruzó los brazos, sintiéndose notablemente superior, pero Camus había sido educado por la nobleza, y a pesar de no ser parte, tenía mucho orgullo.

−Ya me disculpé, para mi es suficiente, muchacho creido.

−Eres sólo un criado –bufó molesto y empezó a caminar hacia donde estaba Kardia esperando, Camus gruñó y por lo bajo le insultó.

 

Dentro de la cabeza de Milo, no podía creer como alguien tan bello podía ser sólo un sirviente. Se reunió con su hermano y le entregó el bocadillo que había tomado de la mesa.

−¿Y? –preguntó Kardia con una mirada interrogante−. ¿Conociste a alguien?

−Un sirviente solamente, uno extremadamente cautivador ¿y tú? –cruzó los brazos y vio a un mozo acercarse con varias copas de champagne, tomó dos, una se la extendió a Kardia y otra se la quedó él.

−Nada, aunque me han comentado de un muchacho que ha venido aquí principalmente buscando un candidato para casarse con él, ehm creo que se llama: Dégel du Verseau.

−¿Du Verseau? ¿Y cómo es? –comenzó a buscarlo con la vista

−¿Qué voy a saber? Nunca lo he visto, le preguntaré a alguien –le entregó su copa a Milo y este quedó con dos de ellas, una en cada mano.

 

                Kardia se mezcló entre la multitud hasta toparse a un hombre fornido y con una apariencia poco afable. Skorpius entonces encontró a un igual, que aunque no tuvieran una profesión y claramente no fuera un usurpador de nombres, tenía una forma de ser grotesca y ante todo amigable. Se acercó al hombre con ropa italiana y buen perfume, le brindó la mano para estrecharla y se presentó como todo un conde.

−Skorpius Kardia, de los Skorpius de Londres, un placer…. ¿usted es? –preguntó mirándolo a los ojos, el hombre sacó de su boca el cigarro y se presentó.

−Benini Constantino, o puedes llamarme Manigoldo, todos lo hacen –vuelve a colocar el cigarro en su boca.

−Perdone si lo molesto pero ¿usted sabe dónde está Dégel du Verseau? –preguntó arqueando la ceja, Manigoldo sonríe de costado y le golpea suavemente la espalda con la palma de la mano.

−Ah, vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? Un candidato a llevarse ese caramelito –susurró y con su mano derecha extendió su dedo índice señalando a un muchacho al costado junto a otro pelirrojo−. Está allí, sino estuviera casado seguramente iría tras él.

−¿Usted está casado? –Esta vez fue Kardia el sorprendido, no se imaginaba que alguien así estuviera comprometido o casado.

−Claro, con mi dulce esposa, aunque estar casado no significa que uno no se pueda divertir. Debo irme, me espera alguien en una de las habitaciones, suerte.

 

Sin decir más el joven Benini se retiró, dejándolo con las palabras en la boca. Su mirada volvió hacia el punto donde aún se encontraba el joven du Verseau y haciéndole una señal a su hermano que se encontraba en la otra punta del salón, ambos fueron a su víctima, lo que no esperaba para nada Kardia es que el muchacho estuviera apegado a otro joven, lo cual haría las cosas más difíciles  para lograr un acercamiento más íntimo.

−Joven du Verseau –se acercó Kardia directamente a Dégel, este le miró a los ojos−. Kardia Skorpius, y este es mi hermano menor Milo….−tomó la mano del joven y la besó.

−¡Tú! –dijeron al mismo momento Camus y Milo, señalándose mutuamente.

−¿Los conoces? –cuestionó Dégel sorprendido.

−No, no mi señor, es sólo que….−cruzó los brazos a la altura de su pecho, lo miró de solayo, pero no se atrevía a decir lo que había pasado entre ellos−. Nada, nos chocamos mientras tomábamos unas bebidas.

−Ah…..−susurró el de largos cabellos verdes−. Soy Dégel du Verseau, no sabía que me conocían.

−Bueno, Aspros me ha hablado tanto de usted…..−Milo le miró un momento, ¿Aspros? Pero siquiera se conocían, realmente su hermano parecía convincente al hablar−. Me permite bailar con usted una pieza.

−Hmm, yo….−miró a su acompañante, y este parecía confundido ante la propuesta del hombre−. Yo no sé…..es que, verá, yo no sé bailar.

−Puede aprender, yo lo guiaré en sus pasos…..−le estira la mano, Kardia sentía que su presa estaba a punto de entrar a la guarida y a partir de allí sería muy colérico salir.

 

                Nuevamente el joven miró a su acompañante buscando apoyo moral, pero sucumbió ante el encanto de Kardia y se dejó llevar al centro de la pista donde varias parejas ya estaban danzando. Milo quedó todo ese tiempo callado junto a Camus, ninguno de los dos se dirigía la palabra y eso era agobiante. Muy de vez en cuando, el mayor observaba al menos ligeramente, así como el temblor de sus dedos o como mordía su labio mientras sus ojos no se despegaba de la presa de su hermano, era más que obvio que estaba allí para cuidarlo a pesar de notarse bastante menor al muchachito.
El mayor de los Skorpius se movía suavemente. Dégel comenzaba a sentirse un poco avergonzado, y era claro que se debía al muchacho que le tomaba fuertemente de la cintura y no lo dejaba escapar con la mirada. No podía simplemente observar detrás del hombro o mirar el techo, no. Los ojos celestes de Kardia lo estaban envolviendo de tal forma que comenzó a perderse en ellos, ya no sentía las manos acariciándole descaradamente las nalgas, o la respiración permanente en su boca, ahora solo estaban los ojos de uno y del otro hasta que la música acabó. Se separaron, lo que le permitió al peliverde respirar un poco y volver a su lugar, acompañado del mayor.

−¿Te gustaría acompañarme a mi mesa? Sería excelente tener a alguien tan hermoso allí…

−No lo sé, yo tengo una mesa.

−No se preocupe, yo también la tengo pero me agradaría contar con su presencia…..−le toma nuevamente la mano y la besa con fascinación. Milo le mira de reojo y luego voltea a ver al pelirrojo.

−¿Puede venir Camus con nosotros? –cuestionó, Kardia observa a su hermano y con una mirada le dice todo: “encárgate del pelirrojo”, a lo que Milo devolvió la mirada con cierto sadismo.

−Por supuesto.

 

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                Aspros miraba a todas las personas que se encontraban en su fiesta, algunas ni siquiera eran conocidas de él, apenas había cruzado dos o tres palabras en su vida, pero particularmente había una de las tantas que le resultó interesante. Allí, hablando con su buen amigo Dégel, se encontraba un muchacho con acento inglés o al menos eso aparentaba aunque su fisonomía más parecía a la Greco-Romana. No le sonó nunca que los Skorpius tuvieran un hijo de treinta años y mucho menos uno de veintiséis o veintisiete años. Pero a decir verdad hacía añares que no hablaba con ellos y sus parientes no tenían mucha relación. Dejo entonces de pensar en ello y miró a su hermano, tomado de la mano de Asmita. Frunció el ceño y decidió levantarse de su silla para charlar con otros muchachos que se encontraban allí.

−¿Te gusta la fiesta, Sisyfo? –le comentó a un joven castaño mientras golpeaba con la palma suavemente el hombro, el muchacho dio la vuelta y sonrió.

−Mi sobrino Regulus y yo la estamos pasando muy bien, felicidades por un nuevo banquete –levantó su copa acompañado por su sobrino, quien también al igual que Sisyfo, sonreía hasta tener calambres en la cara.

−Una excelente fiesta, Gemini –Aspros se inquietó y giró su cabeza para ver a otro joven detrás de él, con una copa de champagne en su mano−. Espero que la familia se agrande muy pronto.

−Claro, claro Capri….soy el mayor y mi hermano pequeño encontró el amor –bufó algo perdido el gemelo y se reclinó sobre la pared−. ¿Han visto al hijo de Lugonis?

−Sí, sí…..−comentó Sisyfo−. Recién estaba hablando con Minos Griffo, estaba por a…−dispuesto a señalar dio un leve giro pero no encontró al de cabellos celestes−. Parece que se hartó de escucharlo.

−Me han dicho por ahí que anda soltero nuevamente, parece que anuló el matrimonio con su prometido –cuchichea Regulus con una sonrisa pícara−. Por eso Minos estaba insistente, quería lograr cortejarlo.

−Ya, pero todos sabemos qué hace tiempo está enamorado del inversionista número uno de Lugonis, ese muchacho italiano ¿cómo se llama? –esta vez fue Sisyfo quien entró al chismorreo, y se unió otro compañero más que estaba muy cercano a ellos.

−Constantino Benini, alias “Manigoldo” –habló Shion de Altar, acercándose al grupo.

−Wo, realmente ustedes son unos metidos –El cid Capri, quien se veía realmente muchísimo más serio, interrumpió los chimentos para dar su punto de vista.

−Pero Manigoldo está casado –comentó Shion acercándose a sus compañeros.

−Claro que lo está, pero no le importa mucho engañar a su mujer con cualquiera que tenga buen trasero…..−cruzó los brazos el más joven de los tres.

−Tu sabes demasiado de eso –inquirió con sorpresa, Sisyfo Saggitta, pero Regulus solamente sonrió y contestó.

−No es difícil saber eso, basta con estar parado junto a él dos minutos y lo ves retirarse a los aposentos. Por cierto, ya debe estar con uno en una de tus habitaciones, yo voy diciéndole a la servidumbre para que no se espante.

−Genial, mi casa es el epicentro de las infidelidades de Constantino –esta vez fue Aspros quien habló y tomó lo que quedaba en la copa−. ¿Y Dégel?

−¿Dégel du Verseau? –Sisyfo miró a Regulus hablar−. Oh, me parece encantador, aunque dicen por ahí que busca prometido.

−Ya está en edad de procrear…..casarse joven es la mejor opción, luego no encuentras consorte.

−No digas eso Aspros, aun eres joven –comentó riendo Sisyfo, y Aspros le miró de mala manera y comenzó a reírse.

−Pero parece que ya hay alguien detrás de él, ese muchacho, ehm ¿cómo se llama? –preguntó Shion a los otros invitados.

−¿Skorpius? –esta vez fue Aspros quien interrumpió, obviamente era el único que sabía cómo se llamaba ese muchacho.

−Skorpius, ¿es de la familia Skorpius de Londres? –De Altar no podía creer lo que escuchaba, ¿Cómo un Skorpius vendría a Paris a conseguir consorte? Era algo inexplicable.

−Sí, Londres –comentó Regulus.

−Dónde está mi tío Hakurei de Altar, aún sigue perdido luego del asesinato de su hija –la tristeza se vio reflejada en su rostro−. La familia Skorpius lo ayudó bastante a reponerse ¿debería darle las gracias en nombre de mi familia?

−Lo mejor es no interrumpirlo en su cortejo –habló Sisyfo y bebió lo último que le quedaba de champagne.

 

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                Kardia se daba cuenta que Dégel era la persona que estaba esperando durante tanto tiempo. Adinerado, bello y bueno, parecía salido de la caja de pandora, donde le aguardaba más sorpresas sobre el misterioso joven. No obstante, los berrinches de Milo con respecto a la actitud que tenía Camus con él le estaba haciendo más difícil la conquista. De vez en cuando tenía que lanzar una mirada cuasi criminar a su hermano, quien se quejaba como niño pequeño ante las maldades que le hacía el pelirrojo, tal así como darle el cuchillo que no estaba afilado para que corte la carne, o empujarlo suavemente, darle un puntapié en la pierna.
En la plática, ambos comentaron sus edades, resulta que Kardia iba a cumplir 33 años en noviembre, mientras que Dégel cumplía los 23 dentro de dos días, en febrero 8. La diferencia de edad era grande, pero cuando platicaban se perdía completamente. Milo comentó que tenía 26 años, cosa que era inverosímil a su actuar, que parecía casi de la misma edad que Camus, quien tenía 17. También platicaron sobre Londres, lugar donde “nacieron” los hermanos, y sobre visitar algún día la mansión del otro cosa que tendría que usar mucho ingenio para lograr, dado que ambos adultos vivían en un pequeño apartamento a las afueras de la capital Inglesa.

−Me encantaría algún día ir a su mansión, señor Skorpius…..−comentó Dégel con una sonrisa−. Realmente tenía razón Aspros, no me iré sólo de esta reunión, ya tengo nuevos amigos.

−Amigos –susurró con una sonrisa y le besó la mano−. En realidad, joven Dégel, si me permite llamarlo por su nombre, he recorrido todos estos kilómetros para proponerle que sea mi esposo.

−….¿Es….esposo….? –nuevamente los ojos del peliverde viajaron a Camus, quien estaba tan impactado como el mismo joven.

−Exactamente, me he enterado que busca un consorte y espero que sea todo lo necesario para desposarlo, realmente usted…..es…..una criatura de lo más hermosa –usó su encanto para tener el poder sobre Dégel y también sobre Camus, ambos parecían atontados ante la frase de Kardia, y Milo, quien estaba junto a él, no podía creer semejante actuación.

−Yo…..disculpe que suene idiota pero, realmente no esperaba que alguien a quien conozco hace apenas unas horas me proponga matrimonio.

−¿Desea que salgamos un tiempo antes de dar ese paso? Por mí no hay problema.

−Bueno, en realidad me gustaría conocerlo a usted y a su familia….

−Ya conoces a mi familia, Milo Skorpius es mi único familiar vivo –hace un ademán señalando a su hermano, quien sonríe galante−. Así que….

−Escuche, es un honor para mí que me pida matrimonio entre tantas hermosas doncellas y jóvenes que hay aquí pero…..no sé nada de usted, me gustaría primero, no sé…..conocerlo y luego podré ver si realmente podremos casarnos o si no tenemos conexión alguna.

−¿A qué se refiere?

−Mi padre y el padre de mi padre se han casado con personas a las que no han amado, solamente porque se lo han propuesto o propusieron…..no quiero terminar siendo como ellos, que sus esposas o esposos se marchen y ellos queden con el corazón destrozado por un amor que no fue, por lo cual, preferiría que me esperara un tiempo antes de darle mi respuesta –a Kardia no le agradó, pero tenía que sostener el personaje y simplemente afirmó con la cabeza.

−Por supuesto.

−Disculpe…..−esta vez fue Camus quien interrumpió el clima−. ¿Usted ya conocía a Dégel de antes?

−En realidad sólo supe de él por Aspros.

−Pero Aspros jamás me ha contado de usted –habló Dégel, esta vez Milo comenzaba a sentir una cierta presión, pero Kardia se mantenía inmaculado.

−Bueno, verás, no hay mucho que decir de mi –se levantó de la silla−. Perdí a mi familia siendo muy joven y a mis treinta y tres años no me he casado, dado que tuve que cuidar y mantener mi fortuna…..es terriblemente agobiante.

−Realmente lo lamento….−se colocó una mano en el pecho−. Pero cuando guste podremos salir juntos, me parece una idea fabulosa, digo, no quisiera rechazarlo.

−Está bien, mon amour…..−se agacha un poco y le toma la mano, luego se vuelve a levantar−. Iré a pedir un poco más de bebida para la mesa, Milo ¿me acompañas por favor? Ahora vuelvo.

−Con permiso –murmuró el rubio antes de levantarse y retirarse también.

−¿Y? ¿Qué opinas?

−No sé Dégel, no confió mucho en ese rubio, fue muy agresivo conmigo solo porque manché su traje –suspiró, Dégel lo miró como regañándolo con la vista.

−No hablaba de Milo ¡sino de Kardia! Igual, tú no lo has tratado bien, lo he visto.

−Ok, ok, sé que no he sido del todo amable.

−No lo has sido.

−Pero hay algo de él que no me gusta.

−¿Y su hermano? ¿Qué piensas de su hermano? –volvió a preguntar, esta vez un poco más serio que de costumbre.

−Tú sabes, Dégel, eres un chico listo….no necesitas que te de mi bendición. Es apuesto, pero también lo siento sospechoso, que te pida matrimonio en la primera noche, aunque eso es normal pero venirse de Londres sólo por ello.

−Es normal que con mi fortuna, otros hombres de vasta herencia quieran desposarme, pero no voy a decir “si” tan fácilmente, aunque me parezca apuesto –bebió un poco del agua que traía en su copa.

−Eres muy intuitivo.

−Tú también lo eres, Camus, no me digas que no. Tú puedes ver cosas que nadie más la ve, gestos que otros no pueden captar.

−Sí, con respecto a eso –Camus lo interrumpió−. Milo, ese muchacho, parecía algo nervioso en toda la plática, sobre todo cuando se hablaba de la vida de Kardia.

−¿Tú que crees?

−¿Crees que tiene hijos? Un hombre de treinta y tres años y soltero no es común en estos tiempos, debes vigilarlo bastante bien.

−Tienes razón.

 

                Por otro lado, Milo y Kardia comenzaban a llenar su vaso con una bebida, ambos se sentían nerviosos por la vista de los demás hacia ellos pero Kardia lo disimulaba, ya había hecho esas cosas antes, no por nada consiguió entrar a la habitación de la joven De Altar hace diez años atrás. En ese tiempo, Milo tenía dieciséis años y todo era diferente, se dejó llevar más por sus impulsos homicidas que por su plan maestro, pero particularmente Dégel era un chico que no molestaba, perfectamente domable o al menos eso creía él.

−Creo que tenemos que irnos, no soy bueno para esto –le susurró el rubio, Kardia le miró con ira, frunciendo el ceño.

−No nos iremos hasta conseguir una cita.

−Ya tienes tu cita, él dijo que estaría encantado o alguna patraña de esa.

−Si quieres irte, hazlo, pero yo no me iré de aquí…..mi objetivo es ese muchacho –le miró de reojo al joven en la mesa, cuchicheando con el pelirrojo−. Y si quieres que no te de una paliza, tú tienes que poner tus ojos en el pelirrojo.

−¿Y qué quieres que haga? Me trata como un trapo de piso y supuestamente soy más importante que él.

−Pues no sé, busca algo en común, trata de coquetearle, caerá en tus brazos como esas chicas del bar Crush –tomó un trago de la bebida que se serbia.

−No es lo mismo, esas eran prostitutas.

−Y ese pelirrojo podrá ser tu puta si sabes domarlo, ahora ve y quítamelo de encima, quiero al otro porque tiene dinero….−masculló y empujó a su hermano hacia la multitud.

 

                Milo era obediente, pero últimamente se estaba rebelando bastante a sus mandatos, ¿será que al fin reaccionaría? Eso el tiempo lo diría, mientras tanto, el rubio y el pelirrojo tendrían que mantenerse lejos de la vista de él, a menos hasta que dijera el “Si, acepto”, lo que conllevaría a tener la mitad de la fortuna o todo si lo asesinaba y quedaba como un viudo. Pero al pensar eso su corazón se estrujó y no supo el por qué, algo en ese joven de ojos violeta le hacía pensar mejor las cosas antes de dictaminarle a su cerebro lo que iba a pasar. Cada vez que imaginaba una forma de matarlo sin ser señalado como culpable, su mente se paraba y su pecho dolía.

“Los sentimientos humanos son un estorbo a la hora de llevar a cabo un plan”.

Cuánta razón había en esa frase.

 

Continuará.

Notas finales:

Gracias por leer


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