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Talon por Juuri Kiryu

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Notas del capitulo:

Amores, ya sé que me quieren asesinar. No había actualizado esto desde hace semanas y además pff, tengo todo parado. 

 

PERO, y lo resalto porque es importante, no voy a abandonar ninguna de mis historias. Todas serán actualizadas. 

 

En segunda, aunque aún no me han plagiado (creo yo, porque la verdad me da pereza buscar(?)) me sumo la campaña de Polaris/Constelación de Salamandra, que llama "Robas mis sueños".

Como siempre lo digo, amo a esta mujer, y sus historias. Me indigna mucho que tomen el crédito por sus historias, y que además no den la cara. 

Sin más, le dedico este capítulo a ella y a Elena Grayson, porque las dos son increíbles escritoras a las que aprecio muchísimo.

El aire frío azotó contra su cuerpo de repente. Probablemente había sido así desde el principio, pero sólo lo notaba ahora porque ya estaba consciente. El sonido de un constante goteo hacía eco, mientras que su vista se acostumbraba la falta de luz en el lugar. Parecía ser un lugar abandonado, de muros sólidos. Supuso, por la disposición de las cosas que era un sótano. Le dolía bastante el cuerpo, y además podía sentir un ardor lacerante en su costado derecho. Seguro que se había abierto alguna herida, o algo parecido. No tenía puesta su camiseta, ni su chaqueta o su casco.

Se sentó y se llevó ambas manos a la cara, tratando de eliminar la pesadez de sus parpados con aquella acción. Suspiró hondamente y cuando logró ver que estaba sobre una cama raída, entonces sus sentidos de alerta se dispararon como locos. No tenía ningún tipo de cadena en pies y manos, y tampoco parecía que los estuvieran vigilando. Había una pequeña puerta de madera podrida frente a él. Estaba entreabierta, y afuera no parecía haber nadie. Se dispuso a salir, una vez que encontró sus armas, pero no hallaba su comunicador.

Cuando se vestía, palpó aquel lugar que le ardía y encontró que tenía una sutura. No dejaría una bonita cicatriz, pero no se infectaría ni tampoco le daría problemas en el futuro.

Jason gruñó mientras avanzaba, su cuerpo parecía reclamarle a cada paso que daba, estaba entumecido por el frío, y también sentía los golpes que se había llevado al pelear contra el Talon. Se detuvo al recordar aquello: a su mente acudió el recuerdo del Joker, y los estallidos. El joven asesino lo había salvado. Se regañó mentalmente, el solo ver a su antiguo torturador lo había paralizado como si fuese un novato, al grado de que su otro enemigo había salvado su trasero.

Estúpido, se dijo con frustración, ¿En dónde estoy? ¿Cuánto tiempo he estado aquí?
La puerta daba a un pasillo mohoso, en donde el olor a muerte era más obvio. Pero no era solo eso, el aura misma de ese lugar era suficiente como para deprimir a cualquiera. Dio un paso con sigilo, tratando de no hacer ruido, pero sintió que había pisado algo viscoso. No tardó en darse cuenta de que era algo de sangre mezclada con vómito. El rastro seguía más adelante, subiendo unas escaleras a medio caer. Subió sin poder evitar que la vieja madera crujiera bajo su peso, después de todo, era una suerte que no cediera y su pierna quedase atrapada por el piso tan podrido.

A medida que avanzaba, trataba de dilucidar que lugar era aquél. No parecía ser alguna base secreta, estaba seguro de que el ego de los miembros de la Corte de los búhos les prohibiría pisar un lugar tan destartalado. El aire seguía siendo frío, tanto que sentía su nariz helada, al igual que las puntas de los dedos de manos y pies. Un suave rumor del viento se oía más adelante, y la casa crujía lastimeramente por ello. Para cuando el largo pasillo acabó, entonces pudo ver que era noche. Claro, no estaba tan oscuro como en el sótano en donde había despertado, pero por lo que veía, eran pasadas de las doce. Llegó a lo que parecía ser una cocina. Una que había visto tiempos mejores, claramente. Observó que en una de las paredes tenía algo escrito con aerosol. No se detuvo a ver que era, pero tenía suficiente con ver que “abandonado” estaba mal escrito por quien sea que lo hubiese puesto ahí.


Pasó a lo que debía ser un comedor. El salón era amplio, pero sus paredes estaban igual de sucias que lo demás. En el piso, el rastro de sangre era más pequeño, pero seguía estando allí. El pasillo que estaba al otro lado de la puerta daba a varios lugares, pero le interesaba el rastro de sangre. Arrugó la nariz cuando otra mezcla de vomito con sangre terminó en la suela de su zapato. Había más escaleras, y varias habitaciones. Cuando revisó en ellas encontró que tenían literas dobles, algunas cómodas y un enorme armario común.

— El orfanato cerró hace años. — la voz del Talón lo sobresaltó. Estaba a sus espaldas, y se veía pálido y ojeroso, evidentemente había perdido varios litros de sangre. No llevaba puesta su camisa, y podía ver que recién se estaba suturando un par de heridas. — Pero dejaron a los niños quedarse solos aquí: que se mataran entre ellos para lograr sobrevivir.

— ¿En dónde estamos? — preguntó Jason, tratando de hacer memoria para lograr ubicarse.

— Sigues en Gotham. — aseguró apoyándose en la pared.

— ¿Por qué me salvaste? — dijo luego de pensarlo unos segundos.— Te veías aterrado cuando comenzaron las explosiones, y no he visto a ningún miembro de La Corte.

— No soy estúpido, Jason Todd. — el mencionado se percató de que tenía varias heridas abiertas. Claramente, se había preocupado por atenderlo primero. — No los pondría en peligro como un novato llevándote a ellos. Podrás engañar a Batman, pero... A nosotros no. Sabemos lo que eres.

La respiración de ambos se hizo pesada. Jason sentía que el chico frente a él se desmayaría en cualquier momento, había perdido demasiada sangre, después de todo, el rastro lo demostraba. Y era como cinco centímetros mucho más pequeño que él, si lo había llevado solo hasta el sótano, había experimentado un enorme desgaste.

— Me iré. — anunció el más alto, sin poder despegar la mirada del asesino frente a él, tratando de ignorar la mirada apagada, vacía de emociones.

— Puedes hacerlo. En ningún momento fuiste un prisionero — aclaró Richard sin dejar de apoyarse en la pared, pero igual trataba de mostrarse impasible.


— Y como a todo hombre libre, me pusiste en un sótano que parece calabozo — replicó llenando de ironía su voz.

El mayor calló, pero no porque no tuviera una respuesta. En su cuerpo aún estaba presente la toxina de Crane, y aunque Jason no quería admitirlo, el joven Talon había sido más listo que ninguno.
La toxina invadía su torrente sanguíneo, por lo que el haber perdido tanta sangre cada cierto periodo de tiempo le ayudaría a librarse de la misma, además, estaría débil como para cometer estupideces. Claro que, la falta de sangre no era una satisfacción para ninguno.

— Necesitas un médico. — Jason despegó una de sus manos de su arma, y aprovechando que el Talon estaba demasiado débil.

— Y tú un mejor sentido de supervivencia. — balbuceo el chico, negándose a ceder. Se llevó una mano al cabello, para apartarlo mientras vomitaba. De nueva cuenta. Señaló la puerta y cuando el ácido dejo de fluir por su boca escupió las palabras. — Tu transmisor está en la entrada. Funciona, pero está apagado.

El hijo mayor de Bruce no lograba entender, ¿Por qué? ¿Por qué me salvaste?, se dijo mientras lo observaba mantenerse en pie. Se suponía que los Talón eran asesinos despiadados que no dudarían en ir tras un pequeño recién nacido. Pero el chico frente a él lo había salvado a pesar de que evidentemente casi se mataba al hacerlo.

— Te llevaré conmigo. — sentenció al final, luego de pensarlo.

— Tengo mejores cosas que hacer que hacerte compañía. — Richard alzó la mirada. Y se dio la vuelta, ganándole el paso al muchacho.

— ¿Si? ¿Cómo quedarte a morir como un imbécil? — Jason quiso seguirle el paso.
Sin embargo cuando salió a la puerta, se encontró con que el chico ya estaba trepado en una viga que aun resistía. El joven lo miraba receloso, y de nuevo señaló una dirección.

— Allí está tu transmisor, ve y vuelve con tu familia mientras puedes. — la voz del Talon sonaba sorprendentemente clara para ser alguien que se estaba desangrando. El chico estaba acuclillado y ya se había puesto la parte superior de su traje, algo raída y sucia. Miró en la dirección a donde le indicaba, y pudo divisar su transmisor. Claro, Jason aún tenía sus reservas, porque demasiadas preguntas había quedado sin respuesta, y no estaba seguro sobre si estaban solos.

Caminó hacia la entrada, ¿Qué sentido tenía salvarlo? A menos que quisieran a Batman. De todas formas, debía advertirlo.
Llegó a la puerta y a sus pies encontró el aparatito. Lo encendió y se lo llevó al oído, esperando escuchar a alguien del otro lado. Siempre estaba Oracle para ellos, especialmente en esas horas.

— ¡Santo Dios! ¡¿Hood, eres tú?! — exclamó la voz de la pelirroja en cuanto captó su señal. — ¿Estás bien?

— Estoy vivo, Oracle. — dijo intentando tranquilizar a la muchacha. Miró hacia arriba y la sombra que parecía ser un búho le confirmó que seguía siendo observado por el chico. — Estoy en un...


— Orfanato, era mantenido por las donaciones de Bruce antes de que comenzaran a recortar fondos. — el tono de autosuficiencia no le pasó inadvertido, pero se ahorró el comentario — Él está en camino, Red y Robin están a diez minutos. Aguanta un poco.

— Estaré bien, pronto me verás trabajando. — aseguró. Una voz más se sumó a la conversación y la voz de su padre lo hizo sentir más tranquilo. Aunque podía notar que estaba pasando por un mal trago: supuso que se debía a lo que años atrás había pasado con él y el Joker.

— Hood, estoy a unos minutos, ¿estás bien?

— Estoy a salvo. Había un Talon en el edificio, el mismo de la noche pasada. Está herido, pero no deberías confiarte. — recomendó mirando a la viga solo para buscar aquella sombra, y no encontrarla. La madera apenas había crujido y Jason no estaba seguro acerca de si había sido por el Talon o por él mismo al girarse a verlo.

No podía ver a dónde había ido, porque había dejado de sangrar. Se mordió el labio inferior, tratando de no hacer más ruido. Pero es que no era fácil con su peso y su traje. Sintió la presencia de Bruce a sus espaldas. Le encantaban las entradas dramáticas, y por supuesto, el muy maldito no había usado la puerta. Le puso una mano en el hombro a su hijo, y dio un suave apretón. El más joven miro por encima de su hombro y asintió. Era un silencioso modo de decirse que todo estaba bien entre ellos. Jason nunca hablaba de aquella vez en que él Joker lo había mantenido prisionero. No tenía que, se repitió mentalmente. Él ya tenía a su propia psicóloga para hablar de ello.

El asesino no podía irse muy lejos, no con tanta sangre fuera de su cuerpo. Él lo encontraría antes de que ese imbécil se matara.

Una fuerte patada en su costado herido lo trajo de vuelta, y vio el rostro sin expresión del Talon. Parecía estar más muerto que vivo unos minutos atrás pero ahora la velocidad con la que lo había golpeado logró hacerlo gemir de dolor. Se quedó en recostado en el piso, observando a la pálida figura.

— Más te vale esperarlo afuera.

Advirtió el muchacho. Tenía los ojos vacíos, sí. Pero le era imposible creer que alguien obedeciese tan ciegamente a alguien. Había escuchado que los Talon eran capaces de mutilarse a sí mismos si los búhos se los ordenaban.

— Morirás sin atención médica. — soltó de repente. El más bajito lo miró como si le hubiese salido otra cabeza del cuello. Aún así, le dio una patada en el estómago y se acuclilló para tomarlo del cabello.

— Entonces te veré más pronto de lo que crees y no tendrás mucha suerte. — Y con ello, un puño cerrado se impactó contra su rostro.

Después, lo que Jason recordaba era estar en casa. Sus hermanos entraban cada tanto a su habitación para ver si seguía respirando -palabras de Damian-, y le preguntaban cada uno a su manera si se encontraba bien.

Él sonreía y asentía, hacia un par de bromas para mantenerlos tranquilos. Solamente cuando Alfred llegaba a entrar sin compañía de los menores, hablaban acerca de cómo se había congelado frente al príncipe payaso. De cómo había sido arrastrado por el joven Talon que obviamente había puesto su vida en juego al salvarlo.

Alfred escuchaba atentamente, y aconsejaba al hermano mayor de sus nietos. Siempre trataba de apoyarlo y distraerlo, porque no quería responder aquella pregunta que sabía que el chico no formularía en voz alta.

¿En dónde está él?

 


Apenas tuvo las fuerzas para moverse sin complicaciones, Dick se escurrió entre las calles, buscando a su amo. Ya había dejado dos cuerpos de quienes alguna vez fuesen sus hermanos de armas, aquellos con los que se había criado. Y no encontraba nada. Era como esos cachorros abandonados que buscan una manera de regresar a casa, pero sin la lastima o los lamentos. Solo caminaba por allí, usando la ropa que William le había recomendado ocultar en un lugar seguro.

Sus heridas sanaban bien, a pesar del rudimentario tratamiento. Ya había pasado una semana desde que perdiese la comunicación con su amo y con William, o con la señorita Vanaver. No era la primera vez que pasaba tanto tiempo solo, pero las explosiones lo molestaban. Además, sabía que tenía al murciélago tras él. No lo había visto aún, pero desde que salvase al mocoso Wayne, sabía que estaba sentenciándose.

Decidió que por esa noche había tenido suficiente. Había salido a asegurar el pequeño territorio, pero necesitaba comer, y en el orfanato había cientos de alimañas. Ratas, aves, algunos perros y gatos eran mejor nada. Si robaba algo, se haría notar. Eso era lo último que necesitaba. Tenía mejores cosas que hacer: cómo encontrar a William, que le daría la paliza de su vida cuando supiese que se había descubierto tan sencillamente por salvar a su enemigo.

Pero no había podido evitarlo: reconoció la mirada de terror del chico cuando la vio. Esa misma mirada que él había puesto tantas veces cuando debía ser disciplinado por el amo Thomas en persona.

El guapo hombre siempre que podía le comentaba cuán difícil había sido domarlo por completo, pero que era su mejor trabajo.
Thomas.

Había sido su infierno personal cuando aún era un inexperto llorón. El lo había convertido en un Talon de provecho, y le debía todo lo que era.

No amaba a Thomas, pero se entregaría en cuerpo y alma por él, como William le había mostrado. Ya le había dado su alma, pero antes de darle su cuerpo, debía asegurarse de servirlo bien.

Recordó las fuertes manos del elegante hombre propinarle una golpiza, cuando trató de huir por tercera vez. Suspiró cuando la fresca brisa lo hizo volver. Encontraría a su amo, y lo protegería como debió haber hecho en primer lugar.

Se encogió sobre sí mismo cuando encontró un lugar agradable en todo el lugar y cerró los ojos. Tenía tanto que hacer, y tan poco tiempo. Esperaba que al menos, cuando regresara con William, este no se enfadase demasiado por haber salvado al niño Wayne.
Esperaba que siguiese vivo. Había hecho la mejor curación que podía con lo que tenía.

 


Jason cerró los ojos una vez más. Cada vez que lo hacía, a su mente venían esos ojos azules. Azules como el desierto helado del fin del mundo. Gélidos, acerados, inexpresivos. Por un segundo, cuando el muchacho lo salvó, cuando movió su cuerpo con rapidez para arrebatarlo de la muerte, pudo ver una chispa de adrenalina, de ganas de vivir en ellos, pero eso bastó para que en su mente quedase grabada esa chispa y energía.

Ahora que podía, recordaba con claridad su rostro. Se lo describió a Bruce. Su piel parecía suave a pesar de las cicatrices que surcaban su rostro, desde las mandíbulas hasta los ojos. Los labios de un color rosa pálido eran perfectos. Ni tan delgados, ni en exceso carnosos. Y una nariz recta ayudaba a que el joven Talon pasase como una gran belleza.

Todo su rostro era bello, pero Jason no olvidaba sus ojos. Imaginaba que en otros tiempos, habría sido un niño muy enérgico, y esos dos zafiros habrían sido la felicidad convertida en una mirada.

Ahora estaban medio muertos.

Jason era una persona complicadamente sencilla: la vida era sentir. Sentir odio, sentir felicidad, amor, tristeza, indignación. Sentir era un claro síntoma de estar vivo. Y ahora que había visto a alguien como Richard, no podía evitar pensar en que ese hombre estaba muerto en vida.

Richard Grayson. Era un prodigioso acróbata. Su familia era una de las mejores, y él era la maravilla del circo en algún momento, recordó cuando Bruce le comentó la historia del joven gitano, Sus padres fueron asesinados por Tony Zucco durante su acto. Yo estuve ahí. De hecho, ya antes había planeado hablar con él, pero... No llegué a él a tiempo. Lo pusieron bajo la tutela de Servicios sociales y lo último que supe de él fue que terminó en un orfanato.

El orfanato abandonado. Ese hombre, podría haber sido su hermano en algún momento de la vida. Y ahora lo había salvado, como si por alguna extraña razón, el mundo los quisiera ver trabajando juntos.

Jason no quería admitirlo, pero había algo en ese chico que lo atraía. Quería, necesitaba verlo otra vez. Deseaba tenerlo a su lado.

— Mierda... — se dijo cuando lo descubrió.

Pero no se negó a la idea. Llegaría a conocer a Dick Grayson, fuese por las buenas, o por las malas.


Dick se escurrió por las calles con la habilidad nata de un carterista. No pretendía robar, solo escuchar rumores. La calle era el mejor lugar para recolectar rumores y si alguno hablaba acerca de su amo Thomas, pondría toda su atención en él.

Thomas Wayne Jr era el hombre al que le debía su todo. Aún recordaba muy bien como lo había consolado la vez que William le había roto un par de costillas. Las manos cálidas y cuidadosas de su amo acariciaron con gentileza su abdomen desnudo y amoratado. Había perdido una pelea, y por eso William lo había castigado. O por lo menos, lo había preparado para el verdadero castigo.

Lincoln March era un monstruo que pocos conocían, y más aún, pocos Talon lograban mantener contento. Él era uno de esos pocos. William, era otro.

A ese hombre, el más mínimo comentario que hablara acerca del insano tiempo que dedicaba a espiar los movimientos de la familia Wayne, lo sacaba de sus cabales. Él había visto, como un insolente novato había abierto de más la boca respecto a la obsesión de su amo, y por desgracia, había tenido que disciplinarlo como otras veces William hiciese con él.

Dick había atado al chico de manos y pies, lo desnudó, y esperó a que su amo le ordenara continuar.

La pesada bota que Thomas usaba para imponer algo de respeto entre sus Talon, cayó sobre la cabeza del infeliz y este chilló inmediatamente. Thomas le dio una señal, y Dick obligó al hijo de perra a alzar la cadera. Con total cuidado, depiló la entrepierna de ese chiquillo que no tendría más de quince años. Luego, vino lo peor.

Azotes, púas, y buenos golpes dejaron al chico en cama por un par de días porque Thomas no estaba dispuesto a darle más tiempo para recuperarse. Tomo al joven Grayson del mentón y le recordó que tan necio había sido él mismo, y como lo había logrado domar finalmente. Como había hecho, que el lindo pajarito, aprendiese nuevos trucos.

Una sombra familiar lo trajo de regreso. Dick miró con total desinterés al hombre alto que se asomaba por una de las calles, pero le hizo una señal, apuntando el índice hacia arriba.

Si bien, aún no encontraba pistas de su amo o de su mentor, podía hacerse cargo de aquel cabo suelto en el que se había convertido Jason Todd.

 

— La corte esta muerta. — fue lo que dijo Jason cuando al fin el Talon apareció.

— Al menos eso te han hecho creer, supongo. — respondió el mayor, sentándose en un contenedor de basura sellado, frente al chico con el casco.

— Están en la morgue. — continuo Jason, poniéndose frente a él. — Tus amos ya no te castigaran Dick... Ya eres libre, ellos no pueden lastimarte.

Un silencio se formó durante unos segundos y el mencionado enarcó una ceja con excepticismo.

Jason se encogió de hombros y esperó una respuesta.

— No les temo. — aseguró él acróbata. No entendía que tenía el chiquillo que no podía dejar de mirarlo. Tal vez eran las cicatrices. Había oído que impresionaban a algunos trabajadores externos de la Corte.

— ¿Entonces los amas tanto que les sirves? — el chico del casco uso un tono particularmente sarcástico. Al menos debía intentar provocarlo.

— Los sirvo porque así deben ser las cosas. — simplificó Dick, cruzando sus piernas. Una vocecilla en su cabeza le decía que ignorara su sentido común, y se quedase a charlar con el chico.

— ¿Así deben ser? No creo que tu vida debiese ser esta — Jason se sacó el casco y encendió un cigarrillo.— ¿Sabes? Dudo que esto fuera lo que tú madre quisiera esto para ti.

— Pero ella está muerta, chico. Pudriéndose en una tumba junto a mi padre.— tercio el búho ladeando su rostro un momento. A Jason le pareció un gesto terriblemente característico de las crías de lechuzas curiosas.

— ¿Y no te importa lo que ellos pensarían de ti?

— Para ser sincero, solo me importa una cosa, y no es lo que piensen de mí. — tomó una de sus cuchillas y comenzó a afilarla, solo para entretenerse.

— ¿No tienes acaso un sueño, o algo propio? — sentía la indignación subiendo por su pecho. Luego vino la furia, ¿porque estaba perdiendo su tiempo con ese tonto?

— Eso te hace débil. Ese miedo tuyo, esa ira, esos deseos te paralizaron frente a Joker. — explicó poniéndose de pie sin soltar la cuchilla.

Red Hood se mordió la lengua. Parecía que por lo menos, el Talon estaba interesado en no matarlo.

— No sabes de qué estás hablando.

— Oh, sí lo sé. Sé lo que es congelarte, y no moverte a pesar de que sabes lo que pasará si no haces. — se puso frente al más alto y con la cuchilla en mano le golpeó el pecho con fuerza. — Esas cosas te matan. Ah... Espera, ¿no eras tú el pajarito que casi se muere?

— Hablas demasiado, pequeña Garra. — dijo entre dientes.

— Pero me sigues escuchando. — puntualizó el ex acróbata y se trepó a la cornisa. — Y puedes seguir haciéndolo si me alcanzas.

Y con eso, Dick se lanzó contra el pavimento, haciendo el su acompañante se asomara con desesperación para encontrarse con que el Talon ya le había sacado unos veinte metros de ventaja.

Jason sonrió al entender.

 

Y se lanzó tras él, porque no podía olvidar esos dos ojos acerados. 

Notas finales:

Bueno, bueno. Creo que ya sé con quien va a terminar el Taloncito bebé. 

¿Reviews? Por favor, no olviden decirme que les parece. 


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