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El precio de la venganza por Kheslya

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Notas del capitulo:

Al final la semana pasada no pude actualizar más, mis disculpas u.u

El Precio de la Venganza. Capítulo 10: Mirando al Pasado - El Chico Que Amó los Hospitales (I).  

 

 

Un accidente. Juraba que todo había sido un accidente, un cúmulo de malas decisiones y peores acciones erróneas que lo habían llevado de cara, literalmente, a ese bochornoso momento, aunque claro, visto desde fuera, puede que aquella escena se interpretase mal, muy, muy mal.

  Lo único que Joel había querido era acallar los berridos que Marcus había comenzado a emitir, porque para él eso no eran gritos, no, él había oído gritos muchas veces, sobre todo de cierto neurocirujano hacia su persona, y eso sobrepasaba por mucho a su concepto de grito. Pero una cosa debía de admitir: el chico tenía buenos pulmones. ¡Qué se atreviese ahora a tratar de hacerle creer de nuevo que no podía hablar!  

Minutos atras, Joel había llegado a un punto en el cual lo conseguía hacer reaccionar con nada al chico, de nuevo. Era como tratar de atravesar una pared de hormigón a cabezazos; terminaría por hacerse una brecha a sí mismo, pero la pared no recibiría un solo rasguño que le permitiese adentrarse y pasar al otro lado. Ya no sabía a qué recurrir, estaba seguro de que si en ese momento se hubiese desnudado y puesto a bailar de manera extravagante, el niño hubiese seguido imperturbable.  

Pero, entonces, el rubio dejó de mirar hacia la pared, donde tenía siempre fija su vista, como si allí estuviesen proyectando una película y no quisiese perderse ni un solo detalle del film, y la clavó en Joel, quien abrió los ojos con asombro al percatarse de tal hecho.  

¿Había decidido, por fin el menor, dejar de ignorar descaradamente su existencia?  

— Soy Joel. Joel Graham —empezó el mayor, hablando con suma lentitud para que el menor asimilase todas sus palabras.  

Pero Marcus siguió sin hablar, mirándolo fijamente.   Joel suspiró, iba a necesitar hacer acopio de toda su paciencia, que por otra parte, había descubierto que era casi infinita, al menos en lo que al pequeño rubio se refería. No todo el mundo hubiese podido atraer tanto su atención como para obsesionarlo tanto. Quizá fue por todo el misterio que parecía haber rodeado a Marcus desde el primer momento; o puede que por el reto que para él suponía; o incluso podía ser que simplemente fuese por la novedad, el juguete nuevo que apareció de repente y llamaba la atención de todos, pero que terminaba por ser olvidado cuando se volvía repetitivo y demasiado usado. ¿Iba a cansarse él también de Marcus, cuando el niño dejase de ser la tan cotizada y ansiada novedad?, ¿el bonito y brillante juguete nuevo?  

— J-o-e-l —deletreó el castaño, haciendo acopio de su anteriormente nombrada paciencia—. Joel.  

El rubio separó sus labios con lentitud sintiéndolos resecos y agrietados, y abrió la boca.   Una especie de estremecimiento similar a euforia fruto de la emoción embargó a Joel, porque, por vez primera desde que había despertado, el niño mostraba intenciones de querer e intentar comunicarse con él. Y por simple que eso pudiese parecer a ojos de cualquier otra persona ajena, para él eran pasos agigantados hacia una futura recuperación que hasta hacía tan solo unos minutos, veía tan lejana.   El niño seguía abriendo y cerrando la boca repetidas veces, intentando hablar. El castaño, bastante ansioso a esas alturas por escuchar por fin algún sonido procedente del chico, que no fuesen gritos, pasó de estar sentado en el sillón que se encontraba pegado a la cama del rubio, a trepar a ésta, quedando casi sobre el niño, que lo miraba ahora entre asustado y confundido, pero todavía seguía haciendo intentos vamos por emitir alguna palabra.  

— Vamos, intenta repetir: Joel. —Lo animó.  

— Jo... —Su voz le sonaba rara, y desconocida en sus propia oídos. La garganta le picaba, dolía y raspaba por igual, y Joel casi podría haber jurado que aquel hilillo de voz medio rota terminaría por extinguirse si el chico lo forzaba mucho más.— Jo... el... —musitó por fin la voz de Marcus.  

Parecía que el rubio estuviese dándole vueltas a algo en su cabeza, seguramente algo que quería decirle, pero que su mente aún no terminaba de visualizar todavía. A fin de cuentas, había permanecido algo más de un año y medio en coma, y había recibido daños considerables en su cerebro fruto del disparo, era totalmente comprensible y de esperar que sus capacidades de entendimiento y razonamiento se hubiesen visto afectadas, y Joel lo sabía.  

Como si la luz se hubiese hecho de nuevo en el lastimado cerebro del rubio, volvió a abrir la boca, y Joel acercó su rostro hasta el del niño, casi pegándolo al suyo, atento y emocionado por la posibilidad de seguir escuchándolo hablar, aunque fuesen tan solo un par de palabras sueltas sin motivo aparente. Había oído su nombre salir de labios del menor, y eso ya era muchísimo más de lo que había esperado conseguir esa tarde cuando fue al hospital como tantas otras, y quién sabe, puede que dentro de un años, dos, diez..., Marcus y él pudiesen mantener una conversación propiamente dicha, riendo, bromeando..., charlando animadamente como dos buenos amigos.  

— Lar... —empezó de nuevo el pequeño. Pero las palabra que dijo no fue ninguna de las que Joel podría haber imaginado.— Lárgate —logró mascullar Marcus después de un par de intentos fallidos.  

"Joel, lárgate."

  ¿En serio? ¿En serio iban a ser esas las primeras palabras que pensaba dedicarle? Si antes había sentido felicidad y emoción, ahora sentía rabia, y ante todo, decepción. Era como si le hubiesen tirado a la cara un balde de agua fría.  

Vale, podía pasar por alto el que el chico de ojos verdes lo ignorase por completo y viviese encerrado en su propio mundo de sombras y silencio, hasta podía dejar pasar también que se apartase de su tacto como si quemase. Pero si había una cosa que no estaba dispuesto a pasar por alto bajo ningún concepto, era que ese niño le hablase así. No se merecía ese trato, no después de haber pasado tanto tiempo en esa habitación esperando a que se despertase, no de su parte.  

Marcus, al ver al castaño que, aun estando prácticamente sobre él se mantenía a cierta distancia, sin decir absolutamente nada ni respetar su deseo de permanecer solo, volvió a concentrar toda su atención en la pared que había justo tras el adolescente, cosa que no pasó desapercibida para Joel, quien enfureció aún más por ello. Sujetó el mentón del rubio con firmeza y algo de rudeza, obligándolo así a que volviese a mirarlo a los ojos.   

Marcus abrió sus ojos todo lo que estos se lo permitieron, y Joel creyó vislumbrar en ellos verdadero terror, como ya antes había ocurrido la primera vez de que lo tocó por accidente, pero para cuando quiso reaccionar y alejarse rápidamente del rubio, este ya había comenzado a desgarrar sus pulmones gritando, y menuda manera de gritar.  

El mayor de ambos tuvo que detener y esquivar por igual un par de puñetazos y patadas que el menor quiso propinarle, aunque a Joel no le fue nada complicado hacerlo, pues Marcus no parecía poder mover su cuerpo tan libremente como habría deseado, y su fuerza física debía de estar también considerablemente mermada.  

Pero el inconfundible ruido de la perilla de la puerta siendo girada y anunciando que la puerta estaba a punto de ser abierta, lo hizo distraerse durante unos instantes, justo en el momento en el que el menor luchaba por intentar quitárselo de encima, empujándolo hacia arriba.   Por culpa del forcejeo de Marcus, Joel perdió el equilibrio que había estado intentado mantener sobre la camilla, cayendo hacia delante, sobre el rubio.  

El dolor no tardó en hacerse presente, recorriéndolos. Ambos probaron el regusto metálico de la sangre del otro junto con la suya propia.   Al caer Joel sobre Marcus, los rostros de ambos habían terminado por colisionar en un rudo beso que ninguno había pedido ni querido, con tanta fuerza, que los dientes de ambos rasgaron la piel de los labios, haciéndolos sangrar.  

Joel, en demasiadas ocasiones se había preguntado si esa energía cósmica llamada karma, se dedicaba en exclusiva a reírse de él en sus propias narices, porque, por mucho que pensase, no se le ocurría una mejor explicación a por qué, de todos los malditos momentos en los que su padre podía haber entrado en la habitación, tenía que haberlo hecho justo en uno de los más incómodos y vergonzosos de toda su existencia. Y aún peor, su padre no iba solo, sino que, tras él, estaba el padre de Marcus, con el que había coincidido en un par de ocasiones, aunque jamás habían hablado más que un "Hola" y un "Adiós". En ese momento, tan solo deseaba que la tierra se abriese y lo tragase.  

— ¿¡Papá!? ¡Juro que puedo explicarlo! —Pero incluso antes de que las palabras saliesen de sus labios, ya sabía que aquello no tenía explicación racional alguna. Además, ¿qué se suponía que iba a decirle exactamente? «¿Me caí y, accidentalmente acabé rompiéndome la boca contra la de otro tío...?». No, eso no sobaba mal, sobaba peor que mal, y daba igual cómo lo intentara decir o si decoraba y alteraba sus palabras, sustituyéndolas por otras, seguramente lo único que conseguiría con eso sería que todo se malinterpretase aún más. ¡Y lo peor era que eso era lo que realmente había pasado! ¿Por qué tenía que tener tan mala suerte?  

Joel llevó su mirada de su padre y su acompañante, hasta el chico que seguía bajo su cuerpo y suspiró, al menos había salido algo bueno de todo aquello, y es que Marcus había dejado de gritar después del... ¿beso?  

— Tú y yo ya hablaremos, Joel Abraham Graham. —El nombrado tragó en grueso. Que su padre lo llamara por su nombre completo, el cual él odiaba sobremanera, solo le hacía pensar que no volvería a ver la luz del sol en mucho, mucho tiempo.— Y ahora, si no es mucha molestia, ¿podrías quitarte de encima del hijo de Alphonse, Abraham? —quítate de ahí en cinco segundos, o te arrepentirás, fue lo que en realidad Joel pudo leer en los ojos de Gael, que sonreía de manera algo tensa por la situación.   Temiendo seriamente por su integridad física, el adolescente bajó de la camilla, llevando esta vez especial cuidado de no volver a tocar al menor, y caminó como un rayo hasta salida de la habitación, seguido de su padre, dejando atrás al niño y a Alphonse, su padre.                                

 

••••••••♣••••••••  

 

— De verdad que a veces no sé qué piensas, Joel. ¿O no piensas? ¿Es que creías en serio que no me acabaría por enterar de que seguías visitándolo? ¡Se pilla antes a un mentiroso que a un cojo! —Gael se llevó la mano la altura del rostro, apretándose con cansancio el puente de la nariz, levantando un poco sus gafas en el proceso.— ¿Se puede saber por qué me haces esto? ¿Por qué estás tan empeñado en seguir viendo a ese paciente? —De alguna manera, su hijo y su pequeño milagro médico se habían convertido en la razón de sus dolores de cabeza, y la cosa ni siquiera había hecho más que empezar.  

Joel, a sus 15 años, consideraba que estaba más que totalmente acostumbrado a las regañinas de Gael, no en vano, a su parecer, era ya casi un adulto.   Un casi adulto que ese momento sentía ganas de ponerse a llorar como si tuviese cinco años.  

Gael lo había arrastrado hasta una de las habitaciones destinadas a los enfermeros o médicos que hacían doble turno o les tocaba guardia nocturna. A penas había una pequeña cómoda, un armario de dos cuerpo adultos de ancho, y dos literas de dos camas cada una, con la ropa de cama blanca perfectamente colocada. Deprimente, esa hubiese sido una buena definición del lugar para él.  

¿Qué por qué estaba empeñado en seguir visitando a Marcus?   Orgullo, intriga, curiosidad... No tenía una idea muy precisa del porqué de su interés, pero sabía que quería seguir yendo. ¿Lo dejaría su padre? Aunque... después de lo que había pasado, podía ser que quien no quisiese verlo ni en pintura fuese Marcus. La última mirada que le había dedicado el rubio había sido una de total estupefacción, con los labios entreabiertos y manchados de sangre, y los ojos tan abiertos que no le habría extrañado si se le salían de las cuencas. «¿No querías que reaccionase?» pensó, «pues toma reacciones». En cualquier otro momento, seguramente se habría puesto a bailar y a restregarle por la cara a su padre un "te lo dije".  

— Yo solo... —tenía tantísimas cosas que decir acerca de por qué no quería dejar de visitar al menor, y ninguna a la vez.— No me digas que no puedo seguir viniendo, por favor.  

Gael suspiró, derrotado, apoyando su espalda contra la fría puerta cerrada de la habitacion. Sabía que dejar que su hijo siguiese encariñándose con el chico era una idea nefasta, horrible, realmente estúpida. ¿Qué otra cosa, sino desgracias, podía traer el acercarse demasiado a alguien como ese niño?   Y aun sabiendo muy bien todo eso, no tenía corazón para negarle algo a su hijo después de como se lo había suplicado. Solo le quedaba esperar a que Joel se aburriese pronto de ese niño, como lo hacía con todo.  

— Si tus notas bajan, aunque sean tan solo décimas, me encargaré personalmente de que los guardias de seguridad del hospital reciban foto tuyas con la orden de no dejarte volver a poner un pie aquí. ¿Queda claro? —iba a arrepentirse, lo sabía.  

Joel abrazó a su padre, sonriendo de oreja a oreja. Ahora solo necesitaba saber si Marcus lo odiaba... aún más, claro.  

— Y lávate la boca de una vez, todavía tienes sangre.  

El adolescente se separó del cuerpo de Gael dando pequeños saltitos como si fuese un niño pequeño jugando, feliz por haber conseguido ganar una batalla contra su padre que creía haber perdido antes incluso de haberla iniciado. Con las  yemas de sus dedos, palpó sus labios, buscando los restos de sangre casi seca, haciendo un par de muecas por el dolor. Frunció el ceño al delinear con la lengua la forma de sus dientes y descubrir uno particularmente afilado que casi lo hirió.  

— ¿Qué coño? —murmuró.  

— Joel, esa boca. —Lo reprendió su padre.  

— Me he roto un diente —lloriqueó Joel, repasando con uno de sus dedos el diente afectado.  

— Si no fueses por ahí haciendo el imbécil, no te romperías nada.  

— ¡Oye, un padre no debería de llamar imbécil a su hijo! —protestó.  

— Y un hijo no debería de ir por ahí estampando su cara en la de uno de los pacientes de su padre. —contraatacó Gael con uno tono mucho más moderado y tranquilo que el que había usado su hijo.  

— ¡Me caí!  

— Ya, ya.                              

 

••••••••♦••••••••  

 

Intentó ser lo más sigiloso que pudo cuando en mitad de la noche entró en la habitación que solo el rubio ocupaba. Alphonse y su padre le habían dicho que Marcus se había quedado dormido y que era mejor que por ese día volviera a su casa, ya habían habido suficientes gritos y sobresaltos por un día. Pero aun así, Joel insistió en quedarse esa noche, prometiendo a su padre que no crearía ningún tipo de problema. Algo que le llamó especialmente la atención, fue que Alphonse, el padre de Marcus, no mostrase ninguna señal de disgusto o aprobación tras su petición de permanece esa noche en la habitación junto al rubio. Vale que el... incidente, había sido eso, un incidente, y no se le podía clasificar de beso bajo ningún concepto, sin embargo, de haber sido él el padre de Marcus, no habría aprobado que su hijo pasase la noche indefenso y junto al mismo adolescente que había tenido la mala suerte de caer sobre sus labios. ¿Qué clase de padre era ese hombre? A simple vista no parecía un mal hombre, pero la manera en la que miraba a Marcus carecía por completo del brillo de amor y protección con que un padre suele mirar a su hijo.  

La habitación estaba sumida en un completo silencio que tan solo era interrumpido por la suave respiración del menor y la suya propia.  

Levantó en peso el sillón reclinable que había en el otro extremo de la habitación para no hacer ruido al arrastrarlo, y lo cargó hasta depositarlo junto a la camilla en la que reposaba Marcus, que le daba la espalda. Una ráfaga de aire frío se coló por la ventana entreabierta y el cuerpo del menor tiritó. Se apresuró a acercarse a la ventana para cerrarla del todo, rodeando la camilla y tras haberla cerrado, se quedó un par de minutos observando a Marcus. Sonrió y con delicadeza subió las sábanas que en algún momento debían de haberse deslizado hacia abajo, tapando bien el menudo cuerpo del rubio.   Volvió a rodear la camilla y se sentó en el incómodo sillón reclinable que más parecía una herramienta de tortura para sus lumbares que un mueble de descanso. Hizo el respaldo hacia atrás y cerró sus ojos.  

— Buenas noches, Marc.  

 

El ruido de un golpe seco fue lo que lo despertó pocas horas después, haciéndolo abrir los ojos de golpe y mirase hacia todos lados, buscando el origen de aquel ruido. Todavía desorientado por su reciente despertar, vio que seguía siendo de noche, y aun en mitad de la oscuridad, gracias a la escasa luz de la luna que iluminaba la habitación, pudo ver que ni Marcus ni las sábanas que lo habían resguardado del frío mientras dormía estaban en la cama. Todas las alarmas de su cerebro resonaron con fuerza al pensar que quizá el chico se había ido sin más en mitad de la noche, aprovechando que él dormía, y que jamás podría volver a verlo. Y justo ahora que tenía el permiso de su padre...  

Pero, tanto el paradero del rubio, así como el origen del ruido que lo había despertado, acabó descubriéndolo al dirigir su vista hasta suelo y encontrar allí el cuerpo de Marcus, enrollado en las mantas e intentando levantarse mientras soltaba pequeños gemidos lastimeros cada vez que no lo conseguía.   ¿Se había caído de la cama?  

— ¡Marcus! —Joel se levantó todo lo rápido que pudo para socorrer al chico, cogiéndolo en brazos, sorprendiéndose por lo liviano que el cuerpo del menor le resultaba. Pudo notar cómo el cuerpo del menor se tensó, pero esa vez no gritó, y por esa razón, se permitió sostenerlo entre sus brazos unos segundos más de los necesarios antes de depositarlo con sumo cuidado de nuevo sobre la camilla.— ¿No puedes caminar? —se animó a preguntar.  

Tuvo que aguardar un par de minutos, pero Marcus negó con la cabeza y después asintió. Joel arqueó una ceja algo contrariado por la respuesta poco entendible del menor.  

— Me... me cues...ta —consiguió decir. Su voz seguía sonando algo extraña, como si no la hubiese usado en mucho tiempo, que era lo que realmente había pasado, pero parecía que con un poco de práctica, volvería a hablar con normalidad.  

¿Era eso? ¡Claro! Era normal que después de pasar un tiempo prolongado en estado de coma, su cuerpo no respondiese como debía. Por lo menos ahora no solo sabía que Marcus sí podía hablar, sino también que podía, más o menos y con dificultad, caminar.  

— No te fuerces demasiado, iremos poco a poco, yo te ayudaré, si me dejas... ¿vale? —El chico asintió—. Bien. ¿Recuerdas cómo me llamo?  

— Jo...el...  

— ¿Recuerdas cómo te llamas tú?  

— An... —Joel frunció el ceño cuando no empezó a pronunciar su nombre, "Marcus", y el chico pareció pensarlo bastante antes de continuar—. Mar...cus...  

Sonrió, el rubio no parecía odiarlo después de todo, a pesar del incidente de horas atrás, e incluso había accedido a que le ayudase a mejorar. ¿A qué se había debido ese repentino cambio de actitud de su parte?, ¿qué lo había provocado? Quizá las horas que el menor había pasado encerrado con Alphonse fuesen la causa de dicho cambio, aunque en realidad le daba igual, lo único que de verdad le importaba, era ver un día a Marcus fuera de esas cuatro paredes que eran aquella habitación de hospital.  

¿En qué momento el chico de cabellos rubios había empezado a importarle tanto?                                

 

••••••••♠••••••••

 

  Algo más de año y medio había pasado, tiempo durante el cual Joel cumplió a rajatabla su promesa de ayudar a Marcus a mejorar. Fue un proceso lento, y bastante cansado en algunas ocasiones para el castaño, ya que el rubio todavía no era capaz de tolerar demasiado el contacto humano, y era él el único que podía permitirse el lujo de tocarlo más de un par de segundos sin miedo a que Marcus entrase en crisis e intentase apartarse de él o propinarle algún golpe, pero si la recompensa era la recuperación del que ahora consideraba su mejor amigo, cualquier cosa valdría la pena, además, si se ponía en el lugar de Marcus, él, desde luego, debía de estar pasándolo mucho peor.  

Marcus ya no tenía ninguna clase de dificultad para hablar, aunque todavía continuaba siendo demasiado callado para el gusto de Joel, quien siempre intentaba que hablase y se expresase más, alegando que era vital para su total recuperación, aunque realmente lo único que quería era seguir escuchándolo, daba igual cuál fuera el tema, eso estaba de más.  

También había sido mucho lo que Marcus había mejorado en otros aspectos; ya era capaz de andar por sí mismo, aunque todavía le costaba y cojeaba de manera bastante evidente, así que, a pesar de que los médicos habían dicho que esa secuela podía terminar por derivar en algo crónico como consecuencia de la herida en su cabeza, el rubio seguía haciendo una estricta rehabilitación en el hospital todos los días, y siempre acompañado, por supuesto, de Joel. Gracias a la rehabilitación y la insistencia continua del mayor en que comiese, había recuperado alguno de los kilos que perdió mientas estuvo en coma, aunque seguía siendo bastante flacucho.  

Seguía viviendo en el hospital y su padre incluso había contratado a un tutor privado para que fuese allí a darle clases. Pero lo que sorprendió a todos cuando el tutor le dio su primera clase a Marcus, fue su nivel académico. Teniendo en cuenta la edad a la que el chico había caído en estado de coma, las secuelas de sus heridas, y el tiempo que había estado sin recibir una sola lección, su nivel debería de haber estado entre quinto y sexto grado de primaria,  o incluso más bajo, pero el tutor pudo comprobar que su nivel y conocimientos eran de entre cuarto de la ESO y primero y segundo de bachillerato, aunque también habían lagunas en la memoria del rubio de temas realmente sencillos a comparación con lo que había demostrado saber.  

Aunque todo el tema académico de su amigo sorprendió a Joel, ya que se dio cuanta que incluso, de vez en cuando, podían hasta estudiar juntos, lo que seguía sorprendiéndolo aún más y extrañándolo de igual manera era que Marcus continuase viviendo en el hospital. ¿Acaso sus padres no lo echaban de menos? ¿No querían tenerlo en casa? Su padre pasaba a visitarlo de vez en cuando y hablaban a solas durante horas, pero su madre era otra historia, ella no había ido ni una sola vez. ¡Ni una! Y Joel podía estar seguro de ello al cien por cien, ya que eran pocas las veces que dejaban solo a Marcus. Solo pensar en ello le hacía sentir ira. ¿Qué clase de madre no visita a su hijo durante  tres años? Ni siquiera una llamada el día que Marcus cumplió sus 15 años días atrás. Y lo que más lo cabreaba, por encima de todas las cosas, era que a Marcus parecía no importarle, solo se encogía de hombros y le decía que no le diese tanta importancia, que él no lo hacía, y Joel en esos momentos solo quería abrazarlo con fuerza y susurrarle que solo lo necesitaba a él, así que daba igual si su madre lo quería o no, porque él lo querría por ambos.  

— ¿En qué piensas? —Marcus lo sorprendió, sacándolo de sus pensamientos. Debía de haber pasado mucho tiempo en silencio y eso habría extrañado al rubio.  

«En qué clase de zorra no visita a su hijo hospitalizado ni una vez en tres años...»  

— En la primera vez que te oí hablar. —mintió con una sonrisa. El recuerdo de esa vez seguía siendo para él algo muy importante.  

— ¿Cuándo el beso? —preguntó Marcus mirando fijamente a Joel. Eso a veces conseguía intimidar al mayor, aunque jamás lo reconocería en voz alta. ¿Se daría cuenta Marcus de ello, o lo hacía sin percatarse?  

— Eso no fue un beso, Marc —empezó a reír, todavía podía recordar el dolor que había sentido.  

— ¿No? —El chico ladeó la cabeza en un gesto confundido.  

— No. Marc, tienes un concepto de beso un poco sádico —bromeó revolviendo los cabellos del rubio.  

— ¿Por qué la otra vez no fue un beso? Si los labios se juntan, es un beso. —insistió.  

— Dejémoslo en que si alguien se rompe un diente en el intento, no cuenta como beso. ¿Vale?  

Marcus frunció el ceño, a su parecer aquello sí había sido un beso, y no entendía por qué Joel no lo consideraba como tal. ¿Qué tenía que ver que hubiese sido rudo, doloroso y horrible? Su primera vez también lo fue, y no por eso dejaba de haber sido lo que era. Además, ¿por qué darle tanta importancia a algo como eso?  

Joel abrió algo más de lo normal sus ojos, mirando sorprendido a Marcus. ¿Era posible lo que estaba pensando? Sí, sí, era cierto que cuando Marcus llegó a ese hospital tenía doce años, y que después de eso, la única persona con la cual había mantenido contacto diario, a parte de los médicos y enfermeros, era él, pero...  

— Marcus..., ¿fue ese tu primer beso? —se atrevió a indagar entonces, deseando estar errado y que aquel no hubiese sido el primer beso del menor.  

— Sí —respondió en cambio el menor.  

Joel se agachó para quedar a la misma altura que Marcus, quien estaba sentado en el borde de la camilla con las piernas colgando suspendidas en el aire. El mayor de ambos, ante la atenta mirada del rubio que seguía todos y cada uno de sus movimientos como si de un pequeño animalillo se tratase, se fue moviendo con lentitud hacia delante, deteniéndose a escasos milímetros del rostro del menor. ¿Estaba mal lo que quería hacer?  

Le dio igual si era así, si estaba bien o mal, después de todo, ambos estaban en edad de cometer errores, ¿no? Salvó la escasa distancia que separaba sus labios de los de Marcus y lo besó. Lo besó lenta y delicadamente, sin hacer un contacto mayor, solo sus labios contra los del rubio. Lo besó de la manera que, en su opinión, debían ser los primeros besos; castos y dulces.  

Para deleite del mayor, Marcus no solo no se había resistido, sino que movía sus labios al compás de los suyos, de una manera tan torpe e inexperta que lo hacía querer reír por lo tierno que resultaba. ¿Se sentiría así de bien besar a otros chicos, o era solo porque era a Marcus a quien estaba besando?

 

Notas finales:

Gott! Aquí tenéis el capítulo 10. Siento decir que el fin de semana que viene y el siguiente no habrá actualización, pues en nada tengo los trimestrales y debo estudiar, así que no tocaré internet para nada, menos para escribir ni corregir nada. Siento muchísimo las molestias.

 

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