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Los Sagrados Veintiocho por Chiru Less

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Notas del capitulo:

No tengo excusa alguna, lo siento! 

Prometo actualizar mas seguido ahora, tengo unos cuantos escritos! xD

 

No sabía si era porque su rostro era un libro abierto, o ellos lo conocían demasiado bien, desde demasiado tiempo. Pero lo cierto era que había intentado ocultar el nerviosismo que sentía desde la noche pasada, que apenas lo había dejado dormir.

Parecía mentira que acababa de cumplir 36 años, y se comportaba como el adolescente impetuoso que había sido en sus buenas épocas. Se acomodó por décima vez en el sofá de la sala de estar, cansado realmente de estar nervioso; su esposa le hablaba, pero él solo tenía ojos para el televisor – aunque no sabía realmente qué era lo que estaba mirando – y mente para sus preocupaciones.

No sabía por qué esos últimos días había tenido un mal presentimiento, de esos que tenía cuando iba a Hogwarts.

-          Harry, Ginny te está hablando.- Harry Potter no tuvo alternativa, y salió del estado de ensoñación mental en el que había caído. Sus ojos, antes nublados por la mente perdida, ahora enfocaron a su esposa, Ginny, quien lo observaba con reproche. Y un poco de lástima. Suspiró, intentando relajarse.

-          Amigo.- desvió la mirada y vio a Ron, su aún mejor amigo, observarlo desde el sofá contiguo. Tenía en sus brazos a su hijo menor, Hugo, y a su lado a Hermione, quien le había llamado la atención momentos antes.- Tus hijos se fueron a Hogwarts, sabes? No a salvar el mundo ni a enfrentarse a algún mago tenebroso…cualquiera que viese tu cara diría que temes por sus vidas.

-          No seas exagerado, Ron…sólo está ansioso, como todo padre.- Pese a no entender realmente qué era lo que preocupaba tanto a Harry, podía entenderlo: primero había sido James quien había abandonado el hogar para comenzar su enseñanza mágica, y ahora lo hacía Albus. Quizás estaba sufriendo algun síndrome de nido vacío.

-          Yo también estoy ansioso! Estoy desesperado por saber en qué casa quedó mi Rosie.- el niño entre sus brazos se removió, incomodo por los corcoveos y gritos de su padre.

-          Vas a despertarlo.- masculló la castaña, con cara de pocos amigos. Suavizando su expresión, sus ojos se iluminaron.- No sé que dudas tienes…es obvio que irá a Gryffindor, la conoces.

-          Tengo miedo de que vaya a Ravenclaw.- Ron lo dijo casi en un susurro, temiendo ofender a su esposa. Harry se removió, incómodo, notando que Hermione sí lo había oído.

-          Mira, Harry.- una dulce voz apaciguadora, y una delicada mano llamaron su atención, a su lado. Ginny lo observaba, evaluando su rostro. Acaso temía que se desmayara ahí mismo?

Intentando aparentar una tranquilidad que no convencía a nadie, Harry bajó la mirada hasta sus piernas, donde Ginny había posado un álbum de fotos. Resopló, sonriendo. Ella había hecho lo mismo cuando James había pasado su primera noche en el antiguo castillo, solamente que había llorado desde que se habían despedido hasta que habían recibido su carta, justo después de la ceremonia de selección de casa, donde su llanto había recrudecido. Estaba claro que ahora no lloraba, pero estallaría en un mar de lágrimas cuando cayera en la cuenta de que otro de sus hijos le escribiría aquella noche, por segunda vez en sus vidas, comunicándoles la casa a la cual pertenecería por 7 años.

No pudo sino sonreír observando la fotografía. En ella estaban los 5, ellos dos, y sus tres hijos; James estaba abrazado a su espalda, colgado de su cuello, mientras Lily, la menor, abrazaba las piernas de su madre. Albus, por otra parte, se encontraba en el medio de ambos, pero no tomaba la mano de ninguno, ni intentaba prenderse de las piernas de nadie.

Él siempre había sido así. Harry a veces sospechaba que su segundo hijo varon había nacido con 30 años de edad, y a partir de ahí debían de empezar a contar sus años. Siempre había sido reservado y solitario, sin nunca rayar en una situación de la cual ellos debían preocuparse; simplemente parecía que nunca le habían gustado las actividades que practicaban su hermano mayor, James, ni sus primos, que básicamente consistían en hacerse la vida imposible entre si, salvajear por su casa, la casa de sus tíos y de sus abuelos, y jugar todo el tiempo. Con el único que parecía llevarse bien era con su primo Teddy, quien le llevaba 9 años de diferencia. Él, y los demás adultos.

Pasando las fotografías, una y otra vez observaba el mismo patrón: Albus siempre estaba apartado de los demás, pero sólo lo justo, como si lo cronometrara, y nadie que no lo conociera diría que se llevaba mal con sus hermanos, o era un niño raro, sin más; su hijo quería mucho a sus hermanos, pero simplemente era…diferente.

Por eso, quizás, se había sentido inclinado hacia él desde que había mostrado esas diferencias; se veía a sí mismo reflejado en su segundo hijo, como si fuera él un niño otra vez. En alguna que otra ocasión, había notado la preocupación en sus ojos verdes, tan similares a los suyos propios, y había entendido que Albus se guardaba para sí mismo muchas tribulaciones que a él le hubiese gustado que compartiera con él. A veces, cuando se encontraba demasiado paranoico, se le ocurría que quizás su pequeño pensaba que no encajaba allí, que era demasiado diferente, que no se sentía a gusto. Esas preocupaciones tontas se iban cuando lo veía reír y divertirse con sus hermanos, cuando de vez en cuando coincidían en las travesuras.

Su hijo simplemente era demasiado maduro para su edad, y tenía preocupaciones que no debería de siquiera vislumbrar hasta dentro de muchos años. 

-          Harry, estas bien?

La voz de Ginny lo trajo otra vez a la realidad. Tanto ella, como Ron y Hermione lo observaban con preocupación. Frunció el ceño, molesto. Esas miradas cómplices entre ellos ya habían surgido en más de una ocasión en el pasado, y casi todas ellas habían sucedido cuando él dudaba de su estabilidad mental. O ellos, en todo caso.

-          Claro que si, que sucede?

-          Estás…

Miró hacia abajo. Maldición, estaba sosteniendo con tanta fuerza el álbum de fotos que le temblaban las manos.

Se obligó a soltarlo, entregándoselo suavemente a su esposa, levantándose de su sitio.

-          Iré a recostar a Lily, ya vuelvo. Debe estar jugando todavía.

Sin más, se dirigió escaleras arriba. Los tres adultos esperaron a que los pasos de Harry se dejaran de oír en los escalones de madera lustrada.

-          Le acabo de decir que ya la acosté yo.- Ginny comenzó a tironear de su rojo cabello, ahora sí más que preocupada.

-          No le des importancia, Ginny.- terció Hermione, sacudiendo una mano en la dirección por la que Harry se había ido.- Sabes que cuando algo le preocupa se pierde en su mente, no hay caso.

-          Me gustaría que me dijera qué es lo que le preocupa tanto.

-          Albus, Ginny.- Ron se desparramó en el sofá de la casa de su hermana, casi sin importarle que su hijo aun estuviese sobre él.- Harry siempre estuvo detrás de Albus, como un perrito…es obvio que está consternado, el chico se fue a hacer de las suyas.

-          Ron!.- farfulló Hermione, enojada por partida doble, al ver el ceño fruncido de su hijo.- No estás ayudando.

-          Pero si es la verdad…- Hermione le hizo cara de pocos amigos, y su marido no tuvo otra que observar a su hermana pequeña, quien ahora expresaba también una preocupación similar a la de su marido. Ron rodó los ojos, hastiado.

-          No se van a morir, saben? Nosotros, que podríamos haber muerto mil veces, no lo hicimos…y nos enfrentamos a cosas realmente peligrosas!

-          Tú tampoco te vas a morir si Rose no nos escribe, que es lo que estamos esperando hace como 2 horas.- comentó al pasar Hermione. Ron se tensó a su lado.

-          Eso es muy diferente.- se aclaró la garganta, y acomodó a Hugo entre sus brazos. El niño había heredado el sueño pesado de su padre.- Ella es nuestra niña.- dijo, como si eso zanjara la cuestión.

-          Y Albus es su niño!.- señaló la castaña, intentando no elevar demasiado la voz.

-          Pero es hombre!

-          Ay, Ronald Weasley…

-          Iré a preparar café.

Vieron a Ginny salir como un zombie por la puerta, dirigiéndose al corredor, mientras sus pasos se perdían iguales que a los de su marido. Ron y Hermione se observaban entre ellos, ahora levemente preocupados por la pelirroja.

-          Qué es lo que les pasa? Si podía hacerlo con la varita...- se cuestionó Ron, sin terminar de entenderlo del todo. Hermione rodó los ojos, intentando entender ella como su marido podía ser tan tozudo y ciego en algunas cuestiones.

 

Harry se sentó con cuidado en la cama de su niña, intentando no despertarla. Ni siquiera había prendido la luz, al percatarse de que Lily dormía plácidamente, ajena a sus tribulaciones. Asi debía ser. Sonrió al recordar que ella también había querido aguantar despierta para saber en dónde había quedado Albus, pero el sueño la había vencido, al parecer.

Le encantaría tener su tranquilad e inocencia otra vez.

Mientras observaba como la luz de un farol de la calle iluminaba el cabello rojo de la niña, dándole un aspecto vivaz y cálido, comenzó, otra vez, a pensar en Albus.

No tenía un dios, o alguien real a quien rezarle porque su mal presentimiento no tuviera que ver con él. Pero es que se había incrementado una vez que el muchacho había subido al tren, otra vez, con esa preocupación pintada en sus jóvenes facciones.

Albus tenía miedo.

Y no de estar sólo en un lugar que no conocía, rodeado de gente que no conocía. Él sabía desenvolverse bien entre desconocidos, y nunca se perdía. Es más, Harry estaba seguro de que allí se encontraría allí mismo entre los libros y las clases, porque siempre había sido ávido de conocimientos.

En el fondo de su corazón, aunque le costara admitirlo, creía que se sentiría más a gusto allí que en su casa, sin sus hermanos molestando su quietud, ni las miradas de reproche de su madre, quien nunca había entendido por qué tenía un hijo tan serio.

No, él no tenía miedo de todas esas cosas.

Albus le tenía miedo al sombrero seleccionador.

Frunció el ceño, molesto. Lily suspiró en sueños, tranquila.

Le había dicho a James una y otra vez que dejara de molestar a Albus, que dejara de atormentarlo, mejor dicho. El mayor no había desperdiciado oportunidad para torturarlo, diciéndole una y otra vez que por lo taciturno y tonto que era, seguramente terminaría en Hufflepuff, o peor, en Slytherin.

Al principio, Albus sólo había fruncido el ceño, sin atribuirle mayor relevancia. Pero conforme las bromas y los entredichos aumentaron, y pasaron a ser públicos entre sus familiares, ese ceño fruncido en el de ojos verdes le había indicado a Harry que la broma ya había dejado de serlo.

Se lo había dicho bien en un par de ocasiones, con paciencia. Después, hastiado, le había gritado a James que la cortara, que no era gracioso. Aliviado, notó que su autoridad como padre aún estaba allí, y su hijo mayor lo obedeció, y dejó de molestar a su hermano.

Pero como todo lo bueno termina, esa tranquilidad no podía ser la excepción. Y James había explotado nuevamente el día que Albus recibió su carta. Harry y Ginny habían suspirado ante las crecientes peleas, en donde su segundo hijo había llegado a decir que no le importaba adonde lo metieran, siempre y cuando no fuese con él.

Y eso había dado inicio a la catástrofe.

James había empezado a profesar que, con ese carácter y esa replica anti-Gryffindor que exhibía – y que él había inventado, porque Albus nunca había criticado realmente a la casa de los leones – seguro iba a caer en Slytherin. Y lo repetía una, y otra, y otra vez, y ni sus gritos, y las amenazas de Ginny lo habían frenado.

Aunque Albus había intentado ignorarlo, Harry sabía bien que, en el momento de partir en el tren y ver su ceño fruncido, era eso lo que a su hijo le preocupaba. Él mismo le había dicho que su segundo nombre, Severus, desvelaba que a él realmente no le importaba en dónde terminara seleccionado, siempre y cuando su niño fuese feliz allí. Le parecía que Albus no se había ido muy convencido con aquello…

Eso lo tenía mal, y junto con el extraño presentimiento que tenía, no lo dejaban en paz.

Por qué no llegaba ninguna dichosa carta?

Se levantó despacio, intentando no hacer ruido ni chocarse nada en la oscuridad. Quería caminar por toda la casa una y otra vez de la ansiedad que tenía, que crecía conforme pasaban los minutos sin noticias.

Bajó despacio por la escalera, y descubrió a Ron y Hermione peleando. Sonrió. Aquellos dos ni casados cambiaban.

Sin distraerlos, se dirigió a la cocina al oír sonidos y un fuerte aroma a café provenir desde allí. Descubrió a Ginny preparando varias tazas y platos, que levitaban sobre su cabeza ante las ordenes de su varita. Harry observó con cierto temor que el café caliente también estaba volando sobre ella, y estaba a punto de derramársele encima.

Con un hábil movimiento, tomó la cafetera en el aire, espabilando a su mujer; ésta lo miró primero a él, y luego a la cafetera.

-          Lo siento, estoy distraída.

-          Te contagié?.- rió quedamente en el silencio agradable de la cocina.

-          Creo que sí…por qué demoran tanto? Ni Rose ha escrito…

-          Ginny.- Harry dejó la cafetera en el mostrador, y tomó a la pelirroja por los hombros suavemente.- Cuando Ron le escribió a tus padres, la carta llegó a la mañana siguiente…no te alarmes tanto.

-          Eso fue porque Errol ya no daba más, Harry…se perdió en el camino y demoro toda la noche en orientarse.- suspiró, intentando tranquilizarse.- Nada malo puede haberles pasado, verdad?

-          Claro que no.- era gracioso, pero ahora ambos intentaban consolarse mutuamente, sin disimular la ansiedad.-La profesora McGonagall es suficiente para ahuyentar hasta al peor troll por si misma…

-          Tienes razón.- rió sonoramente, recordando la severidad y temple de la ex profesora de Transformaciones, actual directora del colegio.- Vamos, llevemos esto a…

-          Pero por fin!

El grito vino del comedor, alertando a ambos. Se oyó el sonido de cosas chocando entre sí, y se dirigieron a paso rápido hacia allí, ignorando el café y el silencio que querían no perder, por los niños.

Ron estaba sobre la mesa, parado y agitando los brazos, intentando agarrar la carta que traía en el pico una lechuza marrón oscura. A Harry se le cayó el estomago de los nervios, nuevamente, al notar que era la lechuza de James.

Hermione lo observaba furiosa, parada al lado de la mesa, junto a Hugo, quien se restregaba los ojos y observaba a su padre, sin entender realmente qué era lo que quería hacer.

La lechuza vislumbró a Harry, quien seguro era el verdadero destinatario de la misiva, y se dirigió hacia él, casi rasguñándole la cara; estaba agitada e histérica por la lucha.

Harry tomó la carta, temeroso, mientras la lechuza se posaba en el respaldo de una silla. Sus manos temblaban levemente, y contemplaba la carta que tanto había esperado, ahora con horror. No quería abrirla, era un maldito cobarde.

-          Ábrela, Harry!.- suplicó Ginny a su lado, sin disimular sus nervios. Parecía que su marido tenía una bomba en las manos.- Dame.

Le arrancó la carta bruscamente, rasgándola. Todos contuvieron el aliento mientras Ginny movía los ojos sobre las líneas de tinta; Harry tenía el repentino deseo de salir corriendo, al ver que el semblante de su esposa iba cambiando conforme terminaba la carta.

Nadie se atrevía a preguntarle qué decía.

-          Le…léela tú, Harry.- le extendió la carta, como si quemara, y su voz había salido casi en un susurro. Harry la tomó despacio, sin mirar a nadie en particular.

Bueno, tenía que saberlo.

Al igual que con Ginny, Ron y Hermione fueron testigos del cambio en el rostro de Harry, que se había puesto pálido y su quijada, rígida. Recuperando la compostura, Harry suspiró, observando a su esposa con cierto reproche.

-          Es de James.- dijo aclarando lo innecesario.- Albus fue sorteado en Slytherin.

 

 

 


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