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La manzana de la discordia. por Matsumoto Yuki

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Notas del capitulo:

Este otro capítulo, también salido el horno.

 

Ahora sólo falta el de My other life's memories ~

 


Espero les guste este capítulo.

Jadeaba como si hubiese hecho una carrera con el mismísimo diablo.

 

Más había valido la pena. Cuando estacionó su bicicleta detrás del local, quedaban aún dos minutos antes de que la jefa comenzara a gritar como histérica preguntando dónde estaba, y por qué aún no llegaba uno de los jóvenes de turno de noche.

 

Rogaba porque Sahsa, su compañera de turno, hubiese llegado con antelación y ya estuviese lista y atendiendo.

 

Grata fue su sorpresa apenas entró por atrás, pasando al camerino de los empleados. Se veía claramente cómo Sahsa ya estaba en la caja, esperando a cualquier cliente al que se le ocurriera comer en la noche en un local de comida rápida. Era viernes, así que lo más probable era que uno que otro grupo de adolescentes viniese a juntarse en el establecimiento.

 

Soltó un suspiro, y pasó a arreglarse al camerino de los varones. Lo que no se esperaba, era encontrarse de lleno con Serendine, la jefa destinada a ese local.

 

De repente, comenzó a sudar frío.

 

 — ¿Estas son horas de llegar? —Preguntó la peli rosa, con un dejo de molestia en su voz.

 

—Eh, ah… Bueno… Realmente… Recién comienza mi turno… Y bueno, como todos… Tengo que cambiarme y… —Balbuceaba Aladdin, mirando a todos lados sin saber qué hacer. Su trabajo no podía flaquear ahora, en especial cuando batallaba por un aumento.

 

Pero entonces una sutil risa llamó su atención, mientras sentía cómo le daban un leve golpe en su espalda.

 

—No hay problema campeón, sólo cámbiate rápido y ve a acompañar a Sahsa, recuerda que suelen intimidarla. —Dijo Serendine, y sin más se fue, dejando solo a Aladdin en el camerino.

 

Soltó un suspiro de alivio, rascándose la cabeza y dejando su mochila en una de las bancas. Se le había olvidado que así era su jefa. Pero con todo y ese humor de mierda se querían.

 

Sonrió, y comenzó a desvestirse, para luego ponerse su uniforme rojo y amarillo. No era que le gustase mucho. De hecho, le molestaba porque llevaba encima los tres colores primarios, pero qué iba a hacerle, tenía que seguir aún con ello.

 

En especial porque era prácticamente una atracción allí, todo gracias a Leila. 

 

—Esa niña… —Susurró para sí, frunciendo el entrecejo y yendo a verse al espejo por si algún detalle faltaba. Impecable. Se puso la gorra, y salió del camerino.

 

Leila realmente no era una niña, pero tampoco era una mujer. Sólo tenía la apariencia, porque en personalidad… No. En definitiva él era el más calmo y maduro ahí. Claro, junto a Sahsa.

 

Saludó a su compañera con un beso en la mejilla apenas pasó por su lado.

 

—Oh, buenas noches Aladdin. —Saludó Sahsa, con una sonrisa queda en su rostro.

 

—Buenas. —Respondió simple el peliazul, mostrando una sonrisa más infantil. — ¿Ya hay pedidos? —Preguntó, poniéndose los guantes.

 

A lo que Sahsa negó, con calma. —Aún es algo temprano para que los grupos de jóvenes vengan.

 

—Ya veo… —Era un alivio, de cierto modo. Tenían tiempo para prepararse para la batalla que vendría después.

 

— ¿Y cómo te fue? —Intentó sacar tema la joven.

 

— ¿Eh? ¿En dónde? —Devolvió la pregunta Aladdin, estaba un tanto ido.

 

Entonces Sahsa posó sus manos en su cintura, y enarcó una ceja. — ¿Dónde más? La visita a tu amigo, creí que por eso llegarías algo más tarde de lo común hoy. —Aclaró, con un leve puchero. No le gustaba que anduviese por los cielos.

 

Aladdin tuvo que aguantarse una risa. Siempre le divertía cuando la morena hacía esa expresión. —Pues me fue a medias bien.

 

— ¿Cómo es eso? —Cuestionó, relajándose.

 

—Pues…

 

En ese momento, un grupo conformado por tres hombres y una mujer entraron al local. Todos parecían mayores de veinte años.

 

—Bienvenidos. —Dijeron por inercia, al mismo tiempo, Aladdin y Sahsa.

 

El grupo mixto reía, parecían estar debatiéndose entre quien iba a pedir y quién se iba a sentar. Los empleados tuvieron que aguantarse la risa cuando vieron que trataban de decidirse a raíz del conocido juego llamado Piedra, papel, o tijeras.

 

— ¡Bien, gané! —Celebró la fémina del grupo, dando un pequeño salto, y posteriormente, en un acto muy infantil, sacando la lengua para burlarse de uno de sus amigos.

 

—Si serás… —El albino se molestó. Tanto la chica de destacables curvas como el joven pelirrojo ya se habían librado de ir a comprar, así que habían ido a ganarse puesto.

 

Estaba la final entre los dos albinos, ¿Quién ganaría?

 

No pareció sorprenderles a los jóvenes cuando vieron que el llamativo joven de morena tez se fue acercando a regaña dientes a la caja.

 

—No te demores, Sharrkan ~ —Soltó con un tono burlón la joven de cabello turquesa.

 

— ¡Cállate bruja! —Bramó, instantes antes de llegar a la caja, y en un cambio drástico, sonrió a Sahsa. —Buenas noches.

 

Aquella sonrisa cohibió un poco a la morena, quien dio un pequeño saltó, y vio de reojo a Aladdin. —Eh… Buenas noches, joven, ¿Qué desea llevar? —Dijo, como si fuese un libreto que se aprendió de memoria.

 

—Veamos… Una hamburguesa doble con queso, una ensalada césar, una hamburguesa triple y… —Titubeó un momento, viendo todas las opciones de los carteles. — ¡Jaf! ¿Qué era lo tuyo? —Se volteó de la nada, a preguntar eso.

 

—Tarado… —Susurró el pecoso. —Una hamburguesa mediana con doble queso.

 

— ¡Eso mismo! —Sharrkan volvió a voltearse hacia la cajera, quien había presionado todas las opciones.

 

— ¿Y bebestibles señor?

 

—Dos bebidas, un agua natural sin gas y un jugo natural de piña.

 

— ¿Qué sabor las bebidas?

 

—Mirinda y… Cola.

 

—Va el pedido. —Sahsa le hizo una señal a Aladdin, y este comenzó a moverse, buscando las hamburguesas y ensalada.

 

—Sería en total 17.95 —Sonrió Sahsa, el moreno pagó, le dio el vuelto, y ya estaba libre.

 

Aladdin calzó todo perfectamente en dos bandejas, y se las pasó a Sharrkan, con una sonrisa en su rostro.

 

Serendine les había dicho, y se les había quedado grabado, siempre sonreírle al cliente para tener una atmosfera amena. Tan sólo cuando aquel se retire a su mesa, pueden relajarse.

 

Y así lo hicieron.

 

—Vaya, creo que realmente llevo mejor esto de la caja pero… —Susurró Sahsa. — ¿Podemos cambiar, Aladdin? —Rió con una pizca de nerviosismo.

 

—Oh, Sahsa. —Negó un tanto Aladdin, pasando su mano por su cabello. —Sabes que Serendine quiere a toda costa que aprendas a tratar con gente. Imagínate cuando te toque turno con Morgiana. —Pareció pasarle un escalofrío por la columna. —No, en definitiva tienes que hacerlo tú.

 

Sahsa hizo un mohín a la vez que inflaba ambas mejillas.

 

—Tan injusto… —La verdad, entendía el por qué de eso. Morgiana era quien menos hablaba con los clientes, y realmente, no se veía como alguien que pudiese tratar con gente… Su punto fuerte era entregar de una manera inhumanamente veloz absolutamente todos los pedidos.

 

— ¿Cómo que injusto? —Preguntó el peli azul, enarcando una ceja.

 

—Es broma, es broma. —Se resignó la joven. Entonces elevó su mirada, viendo a sus, de momento, únicos clientes.

 

Aladdin escuchó un suspiro, y se giró levemente. Había que buscar tema.

 

— ¿Vas a querer saber o no cómo me había ido? —Cuestionó.

 

—Ah, sí. —Volvió en sí Sahsa. — ¿Por qué te fue a medias bien?

 

—Porque le conté a Alibaba-kun en efecto mi problema. —Hizo una pausa, observando la expresión de su compañera. Estaba intrigada, esperando. —Pero su respuesta… Fue que consiguiera un patrocinador.

 

— ¿Patrocinador? —Preguntó Sahsa, enarcando una ceja.

 

—Sí, son personas que te acogen, por lo que entendí, y te pagan la carrera con tal de mantener su estatus. —Soltó un suspiro, cruzándose de brazos. —Obviamente de alguna forma te les unes… Pero no sé… No conozco a nadie…

 

—Pero, ¿Eso no suena a lo que está haciendo la familia Ren?

 

— ¿Familia Ren? —Aladdin se desconcertó un tanto, no los conocía.

 

—Sí. La Familia Ren, bastante conocida por su creciente riqueza, está buscando a una clase de mente maestra para patrocinarla en la mejor de las universidades. —Explicaba Sahsa, entonces escuchó un golpe. A Aladdin se le había caído la bandeja.

 

— ¿Qué? ¿Es en serio? —Se notaba alterado, impactado.

 

—Sí… —Susurró. —Lo único malo es que tienes que formar parte de su familia. Ya sabes, te atarán a ella, ya sea casándote con una de las hijas de la familia. —Aladdin frunció el entrecejo. —O haciendo el papeleo con tal de que te adopten.

 

—Oh… Entiendo… —Musitó, recogiendo la bandeja caída.

 

— ¿Por qué? ¿Ahora te interesa? —Rió un poco, para sí la joven.

 

—La verdad es que sí. Me encantaría probar suerte.

 

—Pues inténtalo. Hace un par de años si no mal recuerdo un joven se unió a la familia, y actualmente vive en las comodidades de allá, siendo atendido, y estudiando. Eso sí, es el mejor en su carrera.

 

— ¿Tan así hay que ser…? —Ahora comenzaba a preocuparse.

 

—Oh, vamos Aladdin, eres súper inteligente. —De repente, habían clientes nuevos, tendrían que dejar la conversa, pues venían en patota. —No pierdes nada con intentarlo. —Sahsa lo animó, sonriéndole.

 

Una vez el menor asintió, ambos vieron hacia el frente.

 

— ¡Bienvenidos!

 

 

Aún en una pesada jornada de día viernes, Aladdin no había logrado sacarse el tema de la cabeza.

 

Incluso ahora, que estaba en su cama tratando de conciliar el sueño, no podía dejar de pensar en ello.

 

«Aunque estás de suerte. Tu querida amiga Sahsa sabe todo al respecto. Mañana harán entrevistas a partir de las 8 am en su mansión, por mensaje te mandaré la dirección. »

 

Aún no sabía cómo agradecerle, eso le había dicho al terminar el turno.

 

Veía a ratos el mensaje con la dirección en él. Era cruzando la ciudad, pero lo haría.

 

Debía hacerlo.

 

Llegada la hora de partir, estaba bañado y arreglado, con su mejor tenida. Gracias a Dios tenía todo lo necesario. Resultados, notas, informes de personalidad… Todo para la postulación a la Universidad. Aunque ahora también le serviría para otro propósito, presentarse ante los Ren.

 

¿Qué clase de personas serían? Eso se preguntaba camino allá. Iba en locomoción pública.

 

Aunque en cierto punto tuvo que tomar taxi para ir directo a la mansión citada, sino, se perdería.

 

Gracias a Dios no había inscripción previa. Bastó un “Vengo por lo del patrocinador…” en la entrada principal, para que lo escoltaran unos guardias hasta la sala de espera.

 

Se asombró un poco en el camino, tenían dinero suficiente como para gastarlo en extravagantes cortinas, jarros, muebles y decoración. Juraba que sólo la sala o salón, no sabía con exactitud, era más grande que su apartamento.

 

Más una vez llegado a la sala de espera, se sorprendió aún más. Muy pocas personas habían. De hecho, sólo había uno antes de él.

 

Apenas se sentó, el que estaba adentro salió.

 

Se aterró un poco, el chico tiritaba, y mantenía la mirada agacha. No sabía qué había detrás de la puerta pero… Seguro era terrorífico.

 

El tipo antes de él entró con bastante miedo al ver eso.

 

Lo malo, al menos para Aladdin, era que no se escuchaba absolutamente nada del otro lado. No podía hacerse a la idea.

 

Tuvo que fijarse en cada detalle de la sala para no quedarse dormido. Aunque los nervios reflejados en el estómago hacían bastante bien su trabajo.

 

Media hora después. Treinta minutos que le había parecido una eternidad, salió el joven, tembloroso.

 

Ya iban dos que salían así… ¿Por qué?

 

Observó al guardia.

 

—Entre. —Fueron las simples palabras que le dedicó.

 

Tendría que descubrir la respuesta por sí mismo.

 

Se levantó del asiento, y cruzó aquella puerta, dispuesto a enfrentar su destino.

Notas finales:

¿Les gustó? ¿Si, no, no saben?

 

¿Quieren otro capítulo?

 

Pues se esperan hasta la próxima, hahaha, ciao ciao ~


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