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Pantomima por Pandora09

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“¿Por qué llueve en la utopía?

¿Por qué tenemos que matar la idea de quiénes somos?"

Utopia ~ Within Temptation

 

JunHong, con ocho años, escuchaba los gritos de sus padres en el primer piso. JunHae le acariciaba la cabeza y la espalda mientras le contaba cuentos sobre reyes malignos y dragones despiadados, sobre héroes protectores y rescates arriesgados. Nunca se imaginó como un héroe, tampoco como un tirano, un monstruo destructivo o una víctima esperando ser rescatada, en su cabeza simplemente era un testigo ausente, cobarde, que se escondía tras los arbustos mientras el caballero vestido con su reluciente armadura se enfrentaba al destino y la muerte.

- ¿Crees que todos tengamos un héroe dispuesto a salvarnos?

JunHae cerró los ojos con fuerza y lo abrazó sobre los hombros, meciéndolo tanto como el apretado closet se los permitía. Abajo, los platos caían sobre el piso y las copas colisionaban contra las paredes cuando los gritos de su madre rasgaban el aire como cuchillas afiladas cortando mantequilla.

- Todos deberíamos tener a un héroe queriendo rescatarnos –susurró su hermano y en su voz las lágrimas eran evidentes-, el problema es que las personas rotas como nosotros y nuestros padres no, así que debemos ser quienes vistan las armaduras y porten las espadas para poder rescatarnos.

 

--o--

 

Zelo nunca pensó que podría amar a alguien tanto como amaba a YongGuk. Nunca creyó que pasaría las noches anhelando la salida del sol para poder correr a sus brazos. Nunca creyó que sería tan feliz solo con tomarse las manos mientras caminaban por la calle, o sonriéndose a la distancia cuando sus miradas se cruzaran. Zelo nunca creyó que amar y ser amado sería suficiente para ser feliz.

- Quiero que este fin de semana vayamos a mi casa –susurró el mayor cuando Zelo terminó de leer los apuntes que tenía sobre la mesa.

- Hyung, ya conozco tu departamento –de hecho, ahí estaban estudiando. Zelo pasaba la mayor parte de las tardes en ese lugar, a veces solo veían películas o se divertían improvisando en la cocina, pero siempre con risas y caricias fervientes que los obligaban a mirarse avergonzados cuando la comida se quemaba o las películas acababan sin que ninguno las comprendiera.

- Me refiero a que quiero que conozcas a mi familia.

Zelo dejó caer el lápiz que tenía entre los dedos y fijó la mirada sobre la mesa de madera. Él quería conocer a la familia de YongGuk, agradecerle a sus padres por su vida y por lo feliz que estaba siendo gracias al maravilloso hijo que criaron, pero conocer a sus padres y hermanos significaba que él también debería presentarle a su familia. Quería que YongGuk conociera a Nana, sabía que se amarían mutuamente, pero le aterraba la idea de obligarlo a soportar uno de los desplantes de sus padres, porque no había duda de que su padre lo insultaría por maricón o algo peor y su madre se le lanzaría a la garganta.

- ¿No crees que es muy pronto?

Llevaban más de cuatro meses siendo pareja oficialmente. Aunque ninguno lo pidió, ambos llegaron al consenso de que ya eran una pareja consolidada sin tener que hacer la pregunta (que a sus ojos sería realmente gay) de si querían o no ser novios. Así que, así como así, eran novios, amigos, compañeros, todos esos sinónimos que en la mente de Zelo unían sus almas por toda la eternidad.

- Sé lo que estás pensando y comprendo que no quieras que yo conozca a tu familia, pero eso no quita que yo quiera que tú conozcas a la mía –YongGuk se sentó a su lado y lo encerró en un reconfortante abrazo para besarle la cabeza y enterrar el rostro en su cuello-. Mis padres te amarán y mis hermanos también. Todos están ansiosos por conocer a mi primer novio.

- ¿Tu-tu primer… novio?

YongGuk asintió con entusiasmo y lo besó tiernamente.

- Solo tuve una novia hace unos… cuatro años.

Mierda, Zelo debía llenar los zapatos de una antigua novia de la que no tenía la más remota idea, como si luchara contra la sombra de un recuerdo inexistente o intentara dejar nuevas marcas de olas en la arena donde los nombres del pasado estaba tatuados por las manos del tiempo.

- ¿Cuatro años?

- Sí, yo estaba demasiado enfocado en mis estudios y me olvidé un poco de nuestra relación, cosa que ella no perdonó.

- ¿E-ella fue im-importante? –maldito seas, Zelo, no debes tartamudear como un retrasado en momentos como este, debes verte seguro, no es como si pudieras tomar a la zorra y arrancarle el pelo solo porque forma parte del pasado de YongGuk… Por supuesto que fue importante.

- Lo fue, fue mi primera novia oficial, la primera en conocer a mis padres y un montón de otras primeras veces, pero eso se acabó hace tiempo, tú eres mi presente y eres importante para mí, así que no debes preocuparte por agradarles más que JiEun, mi familia te amará solo por ser tú.

Y eso era lo que a Zelo aterraba, que ellos conocieran al verdadero Zelo, el Choi JunHong que sus propios padres despreciaban. Pero fue la frase “un montón de otras primeras veces” lo que consumió su atención la siguiente hora, mientras ordenaban la sala y preparaban algo para cenar. Esa JiEun debió ser la primera vez de YongGuk, concluyó luego de darle cientos de vueltas al asunto, y, joder, era una mujer. Su jodida primera vez había sido con una jodida mujer, ¿con cuántas otras habrá estado? Peor aún, ¿con cuántos hombres? Pero Zelo no tenía moral para reprocharle la cantidad de personas que pasaron por su cama, después de todo él mismo estaba lejos de ser una blanca paloma casta y pura, sin embargo tenía claro que, de haber sabido que algún día estaría con Bang YongGuk, habría hecho las cosas de otra manera.

- Me encantaría conocerlos…

 

Así que ahí estaba frente a la casa más hermosa que había visto alguna vez. El jardín estaba repleto de diferentes flores y era obvio que alguien las podaba y regaba diligentemente. La pintura de la fachada no estaba descascarada en ninguna parte y Zelo era plenamente consciente del trabajo artístico de los marcos de ventanas y puertas, todo cubierto de detalles perfectos y preciosos.

- ¿Qué ocurre?

Zelo pensaba que esa era la perfecta representación de un sueño, como en las películas antiguas donde las parejas abren la puerta y al otro lado del umbral el mundo es completamente nuevo, lleno de magia y belleza. Él quería hacer eso, tomas los sueños de las personas y darles un lugar para habitar en paz, un techo y paredes que los protegieran de las tormentas.

- Es preciosa –apenas pudo responder con la garganta apretada.

- Te sorprenderá saber cómo la construyeron.

Por las terminaciones, Zelo juraría que ya tenía sus años y que la mayor parte de los detalles estaban hechos a mano y habían tomado una gran cantidad de tiempo terminarlos.

- Es una jodida obra de arte.

YongGuk sonrió ante su entusiasmo y lo empujó frente a la puerta de roble pintada de un limpio blanco invierno y tocó el timbre.

Una copia exacta de YongGuk apareció al otro lado y Zelo solo reaccionó dando un paso hacia atrás y chocando con su novio.

- ¡Mierda!

Y detrás de la copia de YongGuk apareció una mujer preciosa de piel tostada que saltó a los brazos de YongGuk empujando a Zelo y encerrándolos a ambos en un apretado e incómodo abrazo.

Respira, respira, respira, respira… Zelo se obligó a mantener la calma incluso cuando el otro YongGuk se unió al abrazo y los hermanos comenzaron a saltar con él en el medio, gritando saludos y reclamos en sus orejas. Los hermanos de YongGuk lo abrazaban, le tocaban la espalda y los brazos, sus piernas los golpeaban y, aunque él era visiblemente más alto que los tres hermanos Bang, se sentía tan diminuto que en cualquier momento lo asfixiarían.

- ¡Hey, hey, hey, niños! –un juego de manos morenas como las de YongGuk, pero más gruesas y toscas, comenzaron a la jalar brazos y hombros hasta que Zelo por fin se sintió libre de sus cuerpos y pudo respirar-. Lo están asustando.

Zelo observó al hombre que, por su voz ronca y la forma en que los tres hermanos se alejaron en seguida, debía ser el patriarca de la familia. Tenía el mismo tono de piel de YongGuk y sus facciones eran ligeramente similares, aunque las del hijo fueran más delicadas. También tenía canas y una sonrisa que parecía la copia de la del menor.

- ¿Estás bien muchacho?

Zelo estaba acostumbrado a las aglomeraciones, la gente tocándolo y gritando como si el mundo se estuviera acabando, los golpes y las sacudidas, pero ese abrazo grupal se había sentido tan familiar, tan jodidamente cálido que no podía soportarlo.

Asintió quitando la mano que cubría su boca y tuvo una vista rápida del interior de la casa cuando una mujer apareció ordenándoles a todos que entraran porque estaba a punto de servir la comida.

- ¿Pu-puedo entrar? –preguntó con un hilo de voz mirando fijamente a la mujer, quien asintió con una sonrisa cálida y maternal que Zelo envidió, para entrar y correr a la sala, buscando entre cada mueble y revisando cada pared y cuadro hasta encontrar lo que buscaba en una de las caras internas de la chimenea, donde el hollín cubría parcialmente la marca de las iniciales CJH.

Lo supo en el momento en que vio la fachada, esa casa era magia pura convertida en una morada y cuando tuvo ese vistazo del interior supo que solo había conocido a una persona capaz de hacer ese tipo de magia.

- Mi abuelo trabajó con el tuyo en la construcción de esta casa –dijo YongGuk acuclillándose a su lado y acariciando la mano que seguía tocando las iniciales talladas en los ladrillos-. Fue una pena que él muriera y que sus proyectos quedaran a medias, pero cuando tu hermano se puso a la cabeza de tu familia, retomó el trabajo de tu abuelo y la terminaron.

- Es una sorpresa que no lo arruinara –no era que JunHae no tuviera talento, pero su abuelo siempre había dicho que debía amar lo que hacía para que las cosas resultaran y JunHae definitivamente no amaba el negocio familiar, era una simple obligación que Zelo veía reflejada en su trabajo.

- ¿Así que eres el nieto de Choi JaeHyun?

La familia de YongGuk estaba reunida bajo el umbral de la sala y Zelo sintió que su rostro se sonrojaba furiosamente cuando comprendió lo que acababa de hacer, pero se tuvo que reconocer a sí mismo que la emoción de saber que su propio abuelo había sido el artífice de la construcción de la casa en que YongGuk creció y habitó gran parte de su vida era algo que él no podía solo conservar en su interior.

Asintió con la cabeza en dirección al gemelo de YongGuk, que fue quien habló.

- ¿El menor, la oveja negra?

Zelo enarcó una ceja, eso no se lo esperaba.

- Yo… realmente soy la joya de mi familia –al menos la de Nana.

Luego de ese incómodo intercambio, YongGuk lo presentó a su familia y ellos lo recibieron como a un hijo y hermano más. Natasha parecía verlo como a la nueva mascota y no dejó de presumirlo frente a Charu, su novio, cuando este llegó. YongNam, el gemelo mayor de YongGuk, tenía de su hermano solo la apariencia, porque sus personalidades eran completamente opuestas, ahí donde el menor era todo paz y tranquilidad, el mayor era explosiones sarcásticas y risas estridentes. Mientras que el matrimonio Bang era lo que un matrimonio debía significar realmente y Zelo solo había visto en sus abuelos. Ellos eran una familia perfecta, como de película romántica o postal de Navidad, repletos de amor, comprensión, calor hogareño y todas esas mierdas que Zelo no conocía en carne propia.

Casi podría haber llorado por la calidez con que fue recibido.

Pero no lo hizo, se tragó las lágrimas y los nudos que cada cierto tiempo se formaban en su garganta para poder reír y bromear con su nueva familia, porque así lo hacían sentir todos, como un miembro más del clan Bang.

Habló poco de sí mismo, al parecer YongGuk les había contado lo suficiente de él como para necesitar hacer algún tipo de presentación, así que habló un poco de su carrera, de DaeHyun y de Nana, dejó a sus padres, su hermano y sus sueños fuera de tema porque no había mucho que decir de ellos solo que habitaban en una bruma espesa en lo más recóndito de su mente. Y las horas que pasaron haciendo sobremesa las utilizó para conocer los aspectos vergonzosos de la vida de YongGuk que él nunca había comentado, como que era tan tímido cuando pequeño que todos pensaron que era mudo o que tenía problemas de desarrollo. Descubrió su gusto obsesivo y casi vergonzoso por Tigger y escuchó incómodamente como los hermanos mayores recordaban a JiEun, llegando a la conclusión de que la perra nunca les agradó y que todos fueron jodidamente felices cuando YongGuk la pateó lejos de su vida.

Pero fue entrada la tarde cuando un tópico poco tratado en su relación salió a la luz.

YongGuk lo había llevado a su antigua habitación para mostrarle los recuerdos que conservaba de su infancia y rebuscaba en el fondo de su closet cuando Zelo se percató de la gran cabeza de un oso pardo junto a una de las patas de la cama individual al centro de la habitación.

- Así que… ¿tú eras el oso que me dio las gomitas? –preguntó ocultando su sonrojo con la misma cabeza, recordando haber pensado que era una chica la idiota asándose al interior de aquel traje.

- ¿Cómo no te diste cuenta? Hice de todo esa semana.

Zelo no respondió esa pregunta, nunca le había contado a YongGuk que había pasado esa semana acosándolo sin vergüenza alguna, maquinando la forma de acercarse sin parecer desesperado por apoderarse de su sonrisa (como realmente estaba).

- ¿Por qué te acercaste a darme esas gomas? –preguntó jugando con los pelos suaves del disfraz, reconociendo que sí se sentían tan suaves como se veían.

- Te vi ese día y un par de veces antes –YongGuk tomó el lugar del oso frente a Zelo y le tomó la barbilla para que sus miradas se encontraran, lanzando llamas calientes hacia el cuerpo del menor-, siempre te veías tan triste. Yo quería ver tu sonrisa, es la sonrisa más hermosa que he visto.

Se sumieron un silencio profundo cuando las palabras de YongGuk se desvanecieron en el aire y Zelo solo pudo temblar en su lugar, porque YongGuk nunca lo había mirado de esa manera, como si viera a través de su cuerpo hasta llegar a su alma, consumiéndole el aliento sin tener que tocarlo. Y lo único que Zelo quería era besarlo.

- ¿Por qué estabas tan triste?

- Eso no importa, Gukkie, porque ahora soy inmensamente feliz.

Entonces lo hizo, dejó todas sus tristezas atrás y se concentró en apresar los labios abultados del mayor con su boca, sumergirse en su calidez y emborracharse con su aliento.

Besar a YongGuk era llegar al cielo y tocar las brasas ardientes del infierno cuando el oxígeno desaparecía y les desesperaba tener que alejarse para respirar, pero el mayor tenía trucos que le permitía permanecer unido al menor y nunca dejar de besarlo, porque le recorría la barbilla y el cuello dejando un rastro ardiente de besos húmedos y sonoros. Sin darse cuenta, Zelo estaba siendo inmovilizado por el cuerpo del mayor sobre el colchón. YongGuk se acomodó entre sus piernas y Zelo comenzó a buscar más piel que abarcar con la boca y cuando ya había probado lo suficiente, sus manos inquietas se metieron bajo las capas de ropa que cubrían el abdomen del mayor, encontrándose sorpresivamente con el torso más perfectamente formado que vio alguna vez. Y YongGuk no se quedó atrás, lo estaba tocando, buscando piel y más piel que acariciar y todo en el cuerpo de Zelo rogaba por presionarse contra el cuerpo moreno del mayor, lo amaba y deseaba unirse a él hasta eliminar todos los espacios entre sus cuerpos y volverse uno.

- Guk… -un gemido ronco escapó de su garganta cuando sintió los dientes del mayor recorrer el costado de su cintura hasta el hueso de su cadera y el placer de disparó como llamas ardientes corriendo por sus venas. Pero tuvo un efecto absolutamente contrario en el mayor, que se detuvo abruptamente y lo miró con ojos cargados de lujuria.

- Lo siento, Zelo.

¡No, no, no! Zelo no quería detenerse, no quería que YongGuk detuviera sus caricias, quería consumirse en el fuego de pasión y renacer como un fénix en sus propias cenizas luego de hacer el amor con el mayor.

- Yo realmente quiero hacer el amor contigo –susurró el mayor dejando caer su agitada y cálida respiración sobre el torso desnudo del menor.

- ¿Pero? –siempre hay un jodido pero y a Zelo le aterraba escucharlos, porque antes de ellos nunca se decía una verdad.

- Pero no sé si estoy listo.

¿No estás listo? ¿Cómo mierda puedes no estar listo? Llevamos más de cuatro meses juntos y tienes veintiséis años, ¿cuál es el puñetero problema de acostarte conmigo?

Tomó toda la fuerza de voluntad de Zelo el mantener su rostro ajeno a sus pensamientos, no quería que YongGuk pensara que solo quería acostarse con él como había hecho con otros en el pasado, pero no podía evitar sentirse frustrado cuando podía sentir perfectamente sus corazones frenéticos latiendo juntos.

- Sé que para ti esto es diferente.

Zelo frunció el ceño, ¿cómo podía ser diferente? Era amor, hacer el amor que ellos compartían, no es como si uno amara más que el otro…

- ¿Qué tan diferente, hyung?

- Yo solo he estado con dos personas, Zelo, y las dos fueron mujeres –bueno, tal vez YongGuk tenía un punto, pero para él no había gran diferencia, no debía haberla, no es como si quisiera ser el sopla nucas, de todas formas.

- Eso no debe ser un problema, hyung –y para darle énfasis a su punto, rodeó las delgadas caderas del mayor y lo empujó contra su cuerpo, ganándose roncos gemidos como recompensa.

- Gracias, pero ese no es el problema –para mayor frustración del menor, YongGuk deshizo su abrazo y se sentó al borde de la cama, con la respiración aun agitada y el torso desnudo. Por primera vez, Zelo pudo ver directamente los tatuajes que marcaban su piel, pero cuando quiso acariciar el de su espalda, YongGuk se alejó de su tacto como si portara la peste negra.

- No es que esté desesperado, pero ¿entonces cuál es el problema?

- No quiero… no quiero que te sientas insultado, pero esto realmente es distinto para nosotros, tú…

- ¿Yo me he comportado como una zorra por años y tú solo eres una virginal paloma? –él realmente no quería que las palabras sonaran así de duras, pero si YongGuk no se atrevía a vocalizar sus pensamientos era porque estos no eran sobre ponis y arco irises.

- No lo digas de esa forma.

Como si Zelo pudiera leerle la mente.

- Hyung, yo te amo –era la primera vez que lo decía con todas sus letras, claro que él conocía sus sentimientos desde el principio, pero nunca los había vuelto palabras y hacerlo en ese momento no era una decisión del todo sabia, pero le parecía necesario si quería que YongGuk comprendiera que para él no era lo mismo un polvo anónimo bajo el efecto de las drogas que entregarse completamente consciente a sus brazos-. Es una pena que pienses que significas para mí lo mismo que el resto del mundo. Tal vez aun no me conoces del todo bien.

- Zelo, yo no…

- ¡No te preocupes, hyung! –con una sonrisa deslumbrante en su adorablemente inocente rostro, Zelo tomó su camiseta y acomodó su ropa antes de tomar la cabeza del oso, que había rodado hasta chocar con la puerta, y la abrazó con fuerza contra sus costillas-. Te demostraré que realmente cambié.

 

--o--

 

Y lo hizo, le llevó meses de trabajo arduo el demostrarle a YongGuk que ya no era el ser humano salvaje que vagaba por las noches buscando liberaciones superficiales a sus frustraciones. Noches sin dormir bajo techos pálidos y estériles, fiestas sobrias de bebidas infantiles y bromas inentendibles, pero una convicción ciega de que debía ser alguien que valiera la pena en la vida de Bang YongGuk.

Comenzó por unirse a uno de los voluntariados que YongGuk tanto amaba, donde cada cierto tiempo visitaban hospitales infantiles y le llevaban algo de esperanza a los niños, ataviados con disfraces de payasos y más osos de gomas y globos de helio. Incluso comenzó a apreciar la inocencia que irradiaban esos pequeños seres, entendió que YongGuk veía en ellos todas las cosas hermosas que la vida le arrebataba a las personas cuando crecen. Y esto hizo que cientos de dudas sobre las razones por las que YongGuk lo eligió a él como compañero aparecieran, pero no perdía mucho tiempo pensando en eso porque le resultaba doloroso saber que él no tenía nada extraordinario como para que el mayor lo amara de la misma forma en que él hacía y mantenerlo a su lado.

También se alejó de JongUp (aunque eso no fue realmente difícil) y se liberó del mundo promiscuo que siempre había rodeado al mayor. Zelo ya no estaba perpetuamente enojado, así que no necesitaba alguien que quisiera destruir el mundo, por el puro placer de verlo arder hasta los cimientos, a su lado. Incluso se volvió cercano a HimChan, aunque nunca comprendió la relación de este con JongUp ni las razones por las que lo despreciaba tanto.

A pesar de todos sus esfuerzos por verse como alguien merecedor de su cariño, YongGuk nunca lo presionó a ser algo que no era, como si comprendiera perfectamente las batallas que Zelo libraba cada vez que tenía que hacer frente a su pasado, como cuando iba por la calle y se encontraba con algún antiguo amante descarado que le refregaba en la cara que ya se había acostado con todo lo que caminara excepto su propio novio. YongGuk era paciente y controlado, permitiéndole explicarle cosas que probablemente se le habían pasado en sus antiguos relatos, sintiéndose escandalizado por algunos detalles obscenos y divertido por otras historias hilarantes.

Poco a poco, las cosas en la intimidad fluyeron como el agua de un río, naturalmente. Comenzaron con caricias avergonzadas en la oscuridad de la noche que se convirtieron en toques lujuriosos cuando sus pieles aprendieron a reconocerse y desearse con ansias en las ausencias.

Hasta que en la celebración de su séptimo mes juntos, YongGuk comprendió que ya no podía esperar más, porque solo estaba torturándose a sí mismo. Y Zelo no pudo ser más feliz, porque nunca nadie había sido tan tierno y cuidadoso con él, nunca nadie lo había tocado con la misma delicadeza con que YongGuk acarició su cuerpo mientras le susurraba palabras de amor que llevaban lágrimas a sus ojos porque le hacían entender que nunca nadie lo había tratado con amor porque nunca nadie lo amó.

- Me hubiera gustado que fueras el primero, hyung –susurró con la voz ronca mientras se acomodaba contra el torso desnudo de YongGuk y sentía la fuerza de su corazón latiendo contra su escápula izquierda.

YongGuk lo obligó a darse vuelta sobre el colchón para mirarlo a los ojos y Zelo tuvo la imagen más maravillosa del mayor sonrojado, con los labios húmedos e hinchados por los besos y el cabello desordenado por sus propias manos. YongGuk después del sexo era aun más ardiente de lo que Zelo habría imaginado y rogaba en silencio por poder contemplarlo de esa manera a diario.

- No importa que no sea el primero, solo quiero ser el último.

- Eso suena un poco cliché, ¿sabes?

- Ves demasiadas películas –gruñó el mayor acomodándose nuevamente entre sus piernas, preparándolo para otra ronda de amor.

- ¡No es mi culpa! –y no lo era, porque Nana lo obligaba a ver películas de señoras en las que ella terminaba llorando y Zelo consolándola, pero ninguna de esas películas había representado alguna vez la forma en que se sentía entre los brazos de YongGuk o como este lo acariciaba, tan delicada e intensamente que podía sentir sus dedos purificándole el alma.

- Te amo, Choi JunHong –y no hubo más réplicas, porque sus cuerpos se comunicaban con un lenguaje que las palabras no podían abarcar, porque decía con acciones todo lo que sus corazones y almas necesitaban oír para jurarse amor eterno.

 

--o--

 

Zelo amaba pasar las noches enredado entre el cuerpo de YongGuk y las sábanas de su cama, incluso si solo pasaban la noche abrazándose y susurrándose cursilerías al oído. Había tomado la costumbre de saltarse clases y arrancar al departamento del mayor cuando este estaba libre de internado en una de las áreas de cuidado infantil del SNUH, aunque YongGuk insistiera en que no debía faltar a la universidad, a Zelo no le importaba si con eso lograba pasar unas cuantas horas más a su lado.

YongGuk estaba lleno de responsabilidades y, aunque había dejado la mayor parte de los voluntariados para enfocarse en su internado y graduarse definitivamente lo más pronto posible, tenía poco tiempo para compartir con el menor, por lo que Zelo hacía todo lo que estaba en sus manos para aprovechar ese tiempo al máximo. Así que escapaba de su casa en las noches y pasaba las horas de oscuridad amando al mayor bajo la luna, interrumpiendo los relatos de sus días alejados con besos apasionados y gemidos roncos cuando la pasión se desbordaba y ambos proyectaban estrellas y colisiones cósmicas bajo el techo silencioso del departamento de YongGuk.

Pero toda felicidad que volvía perfecta la vida de Zelo, a veces era ligeramente empañada por discusiones que, a su parecer, no tenían pies ni cabeza.

Hacía frío, el otoño anunciaba con fuerza la llegada inevitable del invierno. YongGuk no estaba en su departamento y se sentía consumir por la soledad. Nana estaba delicada de salud y tenía prohibida las visitas que no fueran su médico de cabecera y por alguna razón que no comprendía, sus padres estaban más insoportables que nunca, como si leyeran su estado de ánimo y adivinaran que cualquier golpe en ese momento sería como la colisión de un meteorito contra su cabeza.

Sacó un abrigo grueso del closet de YongGuk y se envolvió con él, embriagándose por el aroma masculino del mayor y se sentó en el balcón con un cigarro liado en una mano y un encendedor en la otra. Llevaba meses sin probar alguna droga y no las extrañaba, pero en ese momento se sentía cansado y desorientado, así que no encontró mejor solución a su existencia que desconectarse de ella. Dio dos profundas caladas y soltó el cigarro sobre la cerámica, sintiendo como sus extremidades comenzaban a flotar y el aire se volvía pesado en sus pulmones. Los roces del viento frió se sentían como aguijones arañando su piel, todas las sensaciones se multiplicaron al mil por ciento y sabía que todo se debía a los meses de abstinencia, en el pasado fumar tres o cuatro cigarros no le habría hecho cosquillas.

Debía sentirse feliz, pero así como sus sensaciones físicas se volvieron más intensas, el vacío en su interior también creció.

- ¿JunHong? –su nombre sonaba gracioso en los labios gruesos que lo pronunciaban, casi podría ser una plegaria o un grito de agonía, ¿qué significaba eso?

- ¿Hyung? –preguntó con una sonrisa, buscando con manos ansiosas tocarlo, sentirlo de la misma forma en que sentía el aire recorriendo su laringe hasta llegar a los alveolos y sus pulmones. YongGuk siempre era cálido como el sol del verano, refrescante como una briza a orilla de la playa, quería sentirlo, anhelaba tener su atención en ese momento y anclarse a algo porque parecía que estaba yendo a la deriva.

- ¿Qué es ese olor?

¿Qué olor? Zelo se estaba ahogando en la fragancia del mayor, casi podía saborear su piel contra su lengua… casi.

- ¿Qué estabas haciendo?

Zelo apenas sonrió y negó con la cabeza, buscando tener más contacto con el mayor, su cuerpo parecía rogar por tener más piel que tocar, pero YongGuk iba y venía como un boomerang, hasta que estuvo completamente alejado, con el ceño fruncido y sin una sonrisa en el rostro.

- ¿Marihuana?

- Está bien, hyung… tranquilo.

- ¿Cómo quieres que esté tranquilo? Acabo de llegar y te encuentro así, ¿acaso no puedo dejarte solo?

- Claro que puedes, ya lo haces… Solo fue una, dos caladas, las conté… no hay nada de lo que debas preocuparte –Zelo sonreía sin darse cuenta, había estirado una mano y acariciaba de arriba abajo el brazos cubierto por una chaqueta de cuero del mayor, deleitando sus sensaciones maximizadas con la suavidad de la piel sintética.

- Se supone que debo confiar en ti, pero tú no me estás ayudando.

Repentinamente, Zelo se encontraba recostado sobre la cama matrimonial del mayor, envuelto entre sus brazos y escuchando su voz estridente como clavos contra su piel, ¿dónde estaba el calor, los besos y el amor?

- No quiero que vuelvas a hacer esto, en especial si yo no estoy…

- Hyung –el efecto de la hierba comenzaba a desaparecer, sus miembros pesaban y los ojos le dolían al abrirlos, quería dormir, acurrucarse contra el mayor y no volver a despertar-, tengo hambre.

 

YongGuk solía no olvidar esas cosas, así que cada vez que Zelo se encontraba solo, se encargaba de mantener contacto con él de forma constante, como para que no volviera a sentirse solo al punto de necesitar recurrir a los psicotrópicos para sentirse bien.

Pero incluso aunque hacía todo lo posible por no fallarle a YongGuk, había días en los que parecía ser capaz de arruinar todo lo que tanto se esforzaba por construir. Como esa madrugada en que YongGuk se vestía para volver a su turno nocturno en el hospital y Zelo se acurrucaba bajo el calor de las mantas de la cama, embriagado por el aroma impregnado en las mantas, el aroma de sus cuerpos amándose sin reparo.

- ¿Qué significa esto?

YongGuk apareció frente a Zelo vistiendo un pantalón negro simple y una camisa blanca desabotonada, lo que hizo al menor pensar que era una crueldad verlo pasearse así por el departamento si lo que quería era marcharse. Zelo solo podía fantasear consigo mismo acorralando al mayor contra el colchón y reteniéndolo hasta que ambos estuvieran desnudos y exhaustos sobre la cama desordenada, pero el semblante serio de YongGuk le decía que no le gustaba la idea de encontrarse cigarros liados entre sus prendas.

- Solo un cigarro –respondió con normalidad, enrollándose como una oruga con las mantas, estaban en las puertas del invierno y la cama se sentía fría cuando solo él se encontraba en ella.

- ¿De qué?

- Hierba –YongGuk se veía seriamente cabreado y Zelo no comprendía la razón de su enojo, para él solo era un cigarro de marihuana, la droga más suave que había probado en su vida.

- Pensé que lo habías dejado.

- Y lo hice –YongGuk bufó y enarcó una ceja sin soltar el tubo grisáceo, exigiendo explicaciones que Zelo no tenía-, iba a preguntar si lo compartíamos, ya sabes, experimentar un poco… juntos –lo que era una idea completamente estúpida, porque el correcto Bang YongGuk nunca aceptaría algo como eso.

- Podemos experimentar con muchas cosas, Zelo, pero solo mientras estas no nos hagan daño.

- ¡Vamos, hyung! Una calada no te matará, si supieras las cosas que he probado y aun estoy vivo y no te imaginas los efectos que… -y si ofrecerle fumar marihuana solo para experimentar había sido una idea desastrosa, sacar el tema de sus antiguas andanzas era una catástrofe. YongGuk aun no parecía superar el hecho de que Zelo hubiese experimentado con todo el bajo mundo de Seúl antes de siquiera conocerlo.

- ¿Qué cosas has probado, JunHong, hongos alucinógenos, opio, hachís, barbitúricos, LCD, desomorfina, valium, heroína, peyote, hayahuasca…? –y la lista siguió hasta que los gruñidos enfurecidos de YongGuk se silenciaron a falta de aire.

Zelo nunca pensó que ese tema sería tan delicado para YongGuk, nunca creyó verlo así de enojado solo por la mención del consumo de alguna droga, él llevaba meses sin hacer viajes ácidos y no los extrañaba tampoco, solo quería compartir con el mayor algo de lo que había sido su mundo, la parte menos peligrosa y degradante, pero el mayor se negaba completamente a observarlo de cerca.

- Todo eso y unas cuantas cosas más que probablemente no conozcas porque no las encuentras en la farmacia de un hospital.

No se suponía que las cosas fueran así, no se suponía que YongGuk le reprochara nada porque no había jodida forma de cambiar las cosas, Zelo lo tenía más que claro porque ver la ira en los ojos del mayor solo lo hacía sentirse más despreciable de lo que ya se sentía sin tener que esforzarse.

Y ojalá ese fuera el único enfrentamiento, ojalá Zelo se hubiera roto solo esa noche, pero hubieron tantos encuentros dolorosos que poco a poco fue abriendo los ojos y comprendiendo que YongGuk siempre lo había juzgado. Porque el mayor podía soportar las burlas de sus conocidos, los comentarios sarcásticos y crueles sobre la promiscuidad de Zelo cuando estaban en público, pero no podía evitar exigir explicaciones que no merecía en privado.

- Así que también te acostaste con JiHo –preguntó YongGuk una noche luego de la fiesta de Navidad en la casa de HimChan, fiesta a la que acudieron cientos de personas y más de algún ex compañero de juerga del menor.

- No, hyung… al menos que recuerde.

- ¿Y con cuántas personas crees haberte acostado sin que lo recuerdes? –tal vez YongGuk quería que todo sonara como un chiste, tal vez no quería demostrarle a Zelo que aquello le dolía, pero Zelo no era tonto ni ciego y lo veía, en sus ojos almendrados ocultos tras una capa de pretensión, un pequeño juicio que con el tiempo iba creciendo, que lo golpeaba cada vez que el mayor lo sacaba a la luz, que lo obligaba a correr a la ducha y refregarse el cuerpo hasta arrancarse la piel, como si de esa forma quitara todos los rastros de sus acciones pasadas.

Tal solo estoy exagerando y viendo obstáculos donde solo hay curiosidad…

- Con media ciudad, probablemente, con la otra me revolqué conscientemente.

 

--o--

 

- ¿Cuándo me presentarás a tu príncipe encantador?

Era un viernes a principio de enero y bebía chocolate caliente en la habitación de su abuela mientras ella le tejía una bufanda roja que le regalaría a YongGuk sin ningún motivo en especial.

- Ya sabes que no puedo, Nana.

Aunque pasaran los años, sus padres nunca cederían al punto de permitirle llevar a algún amigo a su casa, incluso DaeHyun era apenas recibido y solo por orden de Nana, que seguía siendo la matriarca y voz de la razón en aquella casa. Y la salud de la mujer se estaba volviendo más delicada con el pasar del tiempo, por lo que estaba estrictamente prohibido que saliera de la casa incluso cuando el sol radiante estaba sobre sus cabezas y el aire se entibiaba.

- Tal vez podría llamarlo –un par de veces Nana había hablado por teléfono con Bang YongGuk y le parecía una persona encantadora, por lo que entendía completamente que Zelo estuviera tan perdidamente enamorado, pero de todas formas había algo que parecía no ir bien, como las sonrisas tristes y quebradas que JunHong a veces le dedicaba o como a veces solo llegaba a acurrucarse a su lado sin hablar, compartiendo silenciosamente su tristeza.

YongGuk hacía feliz a JunHong al mismo grado en que lo volvía miserable, pero eso su nieto no lo podía ver, porque creció soportando culpas ajenas y aceptaba cada golpe que alguien le daba sin defenderse porque creía merecerlo.

Ella había pensado que ese famoso Bang YongGuk podría ayudar a su nieto a verse tal como era, pero al parecer estaba haciendo todo lo contrario y JunHong estaba cada vez más hundido en la miseria.

JunHong siempre persiguió quimeras y Nana sabía que nunca las alcanzaría, porque en el mundo real las utopías no existen y todo lo que podía experimentar no era más que la farsa que se estaba construyendo, como un mimo esforzándose por interpretar una pantomima ante un público ciego.

Y estaba tan enamorado, tan ciega e ingenuamente enamorado, que ella, a sus años y con su propia experiencia, no podía creer que aun existiera gente capaz de amar de esa forma, tan sediento de afecto que sacrificaría todo de sí mismo por su objeto de adoración.

Nana amaba a JunHong con cada trozo de su alma y deseaba protegerlo de todos los males del mundo, pero no importaba cuánto se esforzara, porque no podía mantenerlo aislado en una burbuja y siempre fallaba. Tristemente, debía reconocer que la seguridad se JunHong siempre había estado más allá de su control.

 

--o--

 

Ponerle punto final a algo que te hace feliz a pesar del dolor que te cause, es casi una agonía física y Zelo tuvo que aprenderlo por las malas.

La lluvia caía en torrentes estruendosos sobre la ciudad. Era sábado por la noche y YongGuk por fin podía proclamar a los cuatro vientos su título de Oncólogo Infantil. Zelo no cabía en sí mismo por felicidad de ver a su pareja cumplir sus sueños (aunque siempre prefería ignorar sus propios fracasos y se avergonzaba de reconocer que había reprobado todas sus materias por pasar demasiado tiempo envuelto en las sábanas de YongGuk). Milagrosamente, el mayor había decidido que aquello ameritaba una celebración en grande.

Por lo que ahí estaban, en el club más exclusivo de Seúl bebiendo vodka y riendo como desquiciados juntos a los pocos amigos del mayor que no conocían el cuerpo desnudo de Zelo. HimChan, como pocas veces, se veía contento y Zelo estaba tentado a preguntar por el motivo de su felicidad, pero temía escuchar una respuesta que no le agradara. Y sus sospechas crecieron cuando JongUp, JiHo y JiHoon llegaron y se unieron a su grupo, con un JongUp demasiado cercano a HimChan.

Si bien, Zelo y JongUp habían perdido contacto, tenían un lazo irrompible que los unía a pesar del tiempo y la distancia, así que cuando Zelo preguntó por la naturaleza de su relación con HimChan, JongUp fue sincero.

- Solo somos amigos, por ahora.

Una amistad muy intima y que, más pronto que tarde, se convertiría en algo más grande.

- Me alegro por ustedes.

A Zelo le gustaba compartir con JongUp, en el fondo debía reconocer que había extrañado a su amigo, no el que lo llevaba al lado oscuro ni desquitaba su furia en él y viceversa, sino que ese que era divertido y compartía su gusto excesivo por el baile, ese que lo acompañaba en las noches oscuras, lloraba sus penas y reía de sus malas bromas.

- Extrañaba esto –comentó JongUp cuando ambos volvían a sentarse luego de pasar una eternidad en la pista de baile.

- Yo también.

YongGuk e HimChan reían mientras compartían bebidas en la mesa que habían reservado para el grupo, por lo que Zelo no dudó en sentarse junto a su pareja y enroscarse en su torso como una enredadera.

- ¿Quieres bailar, hyung? –preguntó con voz coqueta sobre la oreja del mayor y lo escuchó reírse de forma grave cuando sus miradas se encontraron.

- Preferiría hacerlo más tarde, en privado –y esa era una idea que a Zelo le encantaba.

Pero ver pasar el tiempo y escuchar las bromas de cerebritos que YongGuk e HimChan compartían como si fuera lo más hilarante del universo a él lo aburría, así que, antes de quedarse dormido sobre el moreno, decidió ir al baño y refrescarse un poco para volver a la pista.

Se estaba secando el rostro con una toalla de papel cuando una sombra cayó sobre su espalda y un sobre transparente apareció frente a sus ojos.

-  ¿Qué es eso? –preguntó mirando con el ceño fruncido a JiHoon, quien solo sonrió con malicia y se encogió de hombros mientras metía un dedo a la bolsita y luego esparcía el polvo por sus encías.

- Un regalo, ¿acaso no extrañas tu antigua vida?

Zelo negó con la cabeza.

- ¿Qué se siente vivir tanto tiempo en una mentira? –la voz de JiHoon era baja y burlesca, no solo el polvo blanco en su sistema estaba haciendo efecto-. ¿Qué te parece si nos detenemos un momento a recordar viejos tiempos?

Zelo frunció el ceño y se obligó a recordar si se había acostado alguna vez con JiHoon, más bien, cuántas veces lo hizo, como para que este siguiera recordándolo.

- No hay nada que quiera recordar.

- ¿Cómo que no hay nada que quieras recordar? Si la pasamos tan bien –como queriendo probar la veracidad de su palabras, el pelirrojo lo empujó contra la loza del lavamanos y lo inmovilizó con su propio cuerpo-. Juntos, por si no lo recuerdas, solías tener mala memoria en esa época.

Como si aquello fuera un chiste.

Zelo lo empujó, pero siempre había sido más flacucho y débil que JiHoon, así que no había mucho que pudiera hacer al menos hasta que las drogas comenzaran a desorientarlo completamente y le dieran un respiro a sus brazos tensos.

- Lo recuerdo perfectamente, por eso no quiero repetirlo.

- ¿Qué te pasó, Zelito, te consumió el monje? –el rostro de JiHoon estaba cada vez más cerca y Zelo no comprendía porque nunca se había percatado de lo repulsivo que era-. ¿Qué se siente vivir una mentira, esforzarte tanto por creerla que ya no reconoces la realidad?

- La única mentira acá es que yo quisiera pasar algo de tiempo contigo…

- La mentira es que eres un niño bueno, Zelo –JiHoon enterró el rostro en el arco de su cuello y Zelo sintió arcadas ante la cercanía, por lo que lo empujó con todas sus fuerzas, pero ese fue un movimiento completamente inútil ante la fuerza bestial con que JiHoon lo empujó contra el lavamanos, golpeándolo en la espalda con la loza y robándole un pequeño grito de dolor-. Estás podrido, como JongUp, como JiHo… como yo y no importa cuántas mentiras le digas al correcto Bang YongGuk, él también lo sabe.

Y esa afirmación fue más de lo que Zelo podía soportar. YongGuk confiaba en él, le había demostrado ser digno de su confianza así que no había razones para que temiera las palabras de un drogado JiHoon, de todas formas se alejó de él tan rápido como el pánico le permitió correr.

- ¡Vámonos! –le rogó a YongGuk con los ojos cubiertos de lágrimas cuando lo encontró en el mismo lugar en que lo había dejado.

YongGuk debió ver el pánico en sus ojos, porque no hizo preguntas mientras caminaban al exterior lluvioso ni mientras conducía su vehículo hasta el departamento que prácticamente estaban compartiendo por la cantidad de tiempo que Zelo pasaba ahí.

- ¿Qué pasó? –el moreno lo miraba preocupado mientras Zelo se quitaba la chaqueta de cuero que cubría su torso y suspiraba pesadamente.

- ¿Puedo ducharme y luego contarte? –estaba cansado y en ese momento se sentía como si llevara años sin dormir, se sentía viejo y exhausto.

- Tranquilo, ve, prepararé algo para comer.

Dentro del baño y mientras la tina se llenaba de agua caliente ahogando el sonido de la lluvia repiqueteando contra la ventana, observó su reflejo y se preguntó si esa figura temblorosa y aterrada que le devolvía la mirada era él mismo o alguna imagen creada por su mente. La figura pálida frente a él imitaba sus movimientos con una sincronía perfecta, como dos bailarines que llevaban años practicando la misma coreografía, pero no se sentía de esa manera. Veía cicatrices plasmadas en la piel blanca que recubría sus órganos y huesos. Veía moretones que el tiempo se había dedicado a borrar. Veía músculos en lugares que él no solía ejercitar… Veía tristeza en esos ojos que solo debían transmitir alegría.

Estiró los labios y formó una mueca incómoda que debía ser una sonrisa, incluso achicó los ojos pero la inexistente alegría no se asomó a ellos. Y la miseria lo golpeó repentina y violentamente, como si tan solo en ese momento se estuviera rompiendo la máscara que llevaba puesta, como si una especie de verdad absoluta estuviera emergiendo de lo más profundo de su ser para apoderarse de todas sus creencias. Algo dentro de sí mismo estaba derribando todos los cimientos de su existencia y con el cuerpo sumergido en el agua tibia cuando YongGuk entró al baño con el ceño fruncido, lo comprendió.

- ¿Qué es esto, JunHong? –con los dedos índice y corazón de la mano izquierda sostenía una bolsa con un sticker de Pororó en ella, no era la bolsa con polvo blanco que JiHoon tenían en el baño, pero de todas formas asumió que le pertenecía a él.

- JiHoon me la dio en el baño –susurró soplando las burbujas que se juntaba en la superficie del agua y liberaban una dulce fragancia a lavanda.

- Pensé que lo habías dejado.

- Pensé que sabías que lo hice.

- ¿Entonces qué hacía esto en tu ropa? –la voz de YongGuk sonaba baja y ronca con una vibración dolorosa de fondo, como si esa noche todo quisiera golpear a Zelo más fuerte de lo que él podía soportar.

- Debió meterla ahí cuando nos encontramos en el baño.

- ¿Y estuvieron lo suficientemente cerca como para que lo metiera entre tu ropa sin que tú te dieras cuenta?

- ¿Estás insinuando algo, hyung? –Zelo ya podía sentir los ríos de lágrimas recorriendo sus mejillas y uniéndose al océano de agua en la tina, pero no tenía las fuerzas ni las ganas de detenerlas, de alguna forma sabía que esa noche era la última y debía llorar tanto como su alma lo necesitara si quería sobrevivir.

- Dime qué es lo que debería insinuar.

- Que tal vez me demoré en el baño por quedarme chupándosela a JiHoon o que estaba tan distraído con él arrodillado entre mis piernas que no me di cuenta de dónde estaban sus manos.

- ¿Estás hablando jodidamente en serio?

Zelo no respondió, simplemente tomó la primera toalla que alcanzó y se envolvió el cuerpo con ella, como un niño pequeño siendo arropado por sus padres, tristemente para él, no había manos cálidas ayudándolo a entrar en calor.

- ¿Confías en mí, hyung? –preguntó acurrucándose sobre sí mismo en el frío piso de cerámica, frente a YongGuk que estaba sentado sobre el retrete.

- Tanto como puedo, JunHong –se estremeció ante el sonido de su nombre saliendo de sus labios, YongGuk solo lo llamaba así cuando estaba enfadado, al igual que sus padres y su hermano, todos utilizaban ese JunHong como una blasfemia susurrada los pies del mismo demonio.

- ¿Tanto como puedes? ¿Cuánto es eso?

- Tanto como tú me permites confiar.

Así que todos sus cambios, todos sus esfuerzos no habían servido de nada porque YongGuk no confiaba en él.

- He hecho todo lo que he podido, hyung, pero no es mi culpa si no es suficiente.

- ¿De qué estás hablando ahora? No intentes cambiar el tema.

- El problema no es si yo le pedí o no a JiHoon que me diera eso o si hicimos o no algo en el baño, el problema es que no importa lo que yo diga porque tú no me creerás.

- Zelo –YongGuk estiró una mano y le acarició la mejilla derecha, la que solía besar en las noches antes de dormir, la misma que vestido de oso le había acariciado antes de darle las gomitas, la que su padre solía golpear cuando era más pequeño y la que Nana adoraba piñizcar. Tres personas completamente diferentes pero que provocaban con sus caricias la misma devastación-, yo confío en ti, es solo que…

- ¿Qué, hyung?

- A veces no sé si creer lo que veo, lo me cuentas o lo que me dicen…

- Puedes creer lo que quieras, porque yo no te daré más explicaciones –con los últimos restos de su dignidad pisoteada, se puso de pie y juntó su ropa antes de lanzarle una última mirada al mayor-. Si mis acciones no son suficientes, no hay nada que mis palabras te puedan decir para hacerte cambiar de opinión. Nada de lo que yo diga puede explicar lo que eres incapaz de ver.

 

--o--

 

Su cuerpo se agitó suavemente junto a la multitud, sabía que no se movía al ritmo de la música y eso era lo último de lo que podría preocuparse, porque todo lo que podía sentir eran las pulsaciones de las venas bajo su piel, los latidos frenéticos y adoloridos de su corazón, los gemidos que buscaba ahogar en algún lugar de aquel mundo oscuro que quería consumirlo… Y él se quería consumir, quería desprenderse de su piel y desaparecer como cortinas de humo en el espacio infinito, quería unirse a la nada oscura. Quería tantas cosas que solo podía contemplar a la distancia y todo lo que tenía eran lágrimas calientes ardiendo sobre su piel, escapando desesperadas de su cuerpo que estaba muriendo.

Siempre le gustaron las multitudes, la forma en que uno se desprendía de sí mismo cuando los cuerpos ajenos se movían al mismo ritmo, como si todos escucharan esa melodía de destrucción que cantaban sus corazones malditos, pero en ese momento quería que alguien lo escuchara, que alguien comprendiera que le dolía el alma y le diera algún remedio porque sentía que no podía seguir viviendo de esa manera, porque conocía el paraíso y no tenía la más puñetera idea de qué hacer ahora que fue arrancado de él como mala hierba.

Soltó el vaso de vodka que tenía en una mano y la bolsa de polvo blanco que tenía en la otra, como si de esa forma pudiera olvidar la clase de persona que era, que seguía siendo por más que negara su naturaleza. Y corrió, corrió tan rápido como sus piernas se movieron y la multitud se lo permitió, corrió tan lejos como pudo. Y seguía ahí mismo, seguía en medio de la nada, completamente apartado de todo lo que amaba y perdido, desorientado.

Porque ahí, al otro lado del umbral rodeado de luces de neón, estaba su mayor tormento. El mimo que lo enamoró con gestos que no supo interpretar. Y Zelo se preguntó si no fue él quien mintió todo ese tiempo, porque él hizo cosas que creyó fueron las correctas, tomó las decisiones que debían ser las adecuadas (y lo eran, en su mente trastornada) y se preguntó si no fue YongGuk quien no comprendió su pantomima.

- Es un alivio saber que terminaste conmigo para volver a esto.

Recordó el vaso y la bolsa en algún lugar del piso sucio de aquel local y pensó que habría sido más fácil soportar la presencia de YongGuk flotando el subespacio.

- Me alegra que te sientas de esa manera –detrás de YongGuk, justo a unos dos pasos de su cuerpo, se encontraba Kim HimChan y tenía plasmado en el rostro el mismo recelo con que YongGuk lo estaba mirando.

- Pensé que podríamos arreglar las cosas, pero creo que me equivoqué.

- Cuánta confianza debes tener si este fue el primer sitio en el que me buscaste.

Porque Zelo vagabundeó en todos los lugares que parecían significativos en su relación con YongGuk, pero nunca encontró rastros del mayor ni de su falso amor.

- De todas formas, no me equivoqué.

Como si Zelo no se reprochara a sí mismo suficientes errores, YongGuk iba y se daba el trabajo moral de echarle en cara su pasado, cuando él solo quería pasar la página y olvidar, porque aprendió bastante con todos los golpes que se dio… Aunque al parecer no fue lo suficiente si todavía tenía las esperanzas de recuperar a YongGuk.

Solo para ignorar la mirada del mayor, sacó de su bolsillo el móvil que llevaba demasiado tiempo vibrando y se encontró con una llamada de su madre, la mujer no solía molestarse en marcarle, así que algo realmente importante debió ocurrir para que lo hiciera.

- ¿Bueno?

- ¿JunHong? -¿quién más iba a ser si estaba llamando a su número? Tal vez la idiota se equivocó…

- Si, con él.

- ¿Dónde estás? –la voz de su progenitora sonaba ronca y lejana, como si le estuviera hablando a Zelo a través del tiempo y no de un aparato tecnológico.

- ¿Por qué?

- Ven a la casa en seguida.

- ¿Por qué?

- ¡Solo ven, maldita sea! ¿Es que nunca puedes hacer lo que te pido, JunHong? Por una vez en tu vida, por todo lo que más quieras… soy tu madre –alejó el celular de su oreja y miró el aparato como si estuviera vivo y estirara sus garras para arañarlo, mientras escuchaba los berridos lejanos de su madre en lo que parecía ser el ataque de histeria más extremo de los últimos años. La mujer definitivamente estaba loca, ya no había razones para dudarlo.

Y YongGuk lo miraba con una ceja alzada y Zelo podía escuchar perfectamente sus pensamientos reprochándole el ser un soberano hijo de perra por ignorar el sufrimiento de su madre, como si la loca esa tuviera corazón para preocuparse por su hijo menor, que estaba más perdido de lo que ninguno de ellos podría imaginar.

Entonces alguien chocó con su espalda y lo empujó contra YongGuk, quien fue lo suficientemente rápido como para evitar la colisión.

- ¿Qué mierda… DaeHyun?

Repentinamente tenía a su primo colgado de su cuello como si fuera un puto salvavidas, mientras YoungJae lo miraba desde atrás con los ojos llorosos y el labio inferior temblando. Un silencioso lo siento fue articulado por él antes de sentir los sollozos de DaeHyun golpear con fuerza contra su pecho.

- Deja de llorar como una jodida niña…

- Nana…

De repente, Zelo estaba ahí con DaeHyun abrazando su torso como si no hubiera mañana y sin que él le devolviera el abrazo (porque Zelo nunca devolvía los abrazos), y al mismo tiempo no estaba. Sentía el movimiento de su pecho al respirar aun contra el peso de su primo, sentía el calor del otro cuerpo y la briza agitarle el cabello; veía los ojos curiosos de YongGuk a un par de metros y escuchaba el ruido estridente del mundo mientras seguía avanzando en su curso normal, pero el resto de sí mismo estaba apagado. No había pensamientos en su cabeza más que la idea de alejarse de DaeHyun. No había alguna emoción galopando en su pecho ni lágrimas picando sus ojos, no había nada más que un cuerpo inerte cuyas funciones vitales fueron totalmente drenadas cuando el último golpe dio en el blanco.

Porque su madre había estado llorando histéricamente en su llamada y DaeHyun parecía a punto de morir de dolor y ellos solo compartían una cosa en común, solo podrían llorar por una persona y él nunca creyó que viviría el tiempo suficiente para contemplar la muerte de su abuela.

Empujó a DaeHyun hacia el cuerpo de YoungJae y se alejó a pasos lentos, como si todo el peso de la vida y la muerte estuviera sobre sus hombros y le permitiera avanzar hacia adelante cuando todo lo que quería era perderse en ese momento, desaparecer en el último vistazo que tuvo de los ojos almendrados de Bang YongGuk, en el pasado cuando aun parecía que se amaban, porque ahora todo lo que tenían era un intenso dolor en el centro de su pecho que no parecía tener fin, que no podía ser expresado ni con lágrimas ni con gritos de agonía.

Como un robot en piloto automático, repentinamente se encontró sosteniéndose con fuerza a los bordes de un basurero, con los nudillos blancos por la fuerza ejercida contra el metal, respirando agitadamente entre arcadas dolorosas que parecían querer arrancarle los intestinos, el estómago y los pulmones, como si él fuera capaz de vomitar su alma y el dolor que lo estaba azotando en lugares del cuerpo que ni siquiera conocía.

Todo lo que pasaba por su cabeza eran imágenes de su abuela, su precioso cabello cano brillando bajo el sol ardiente, la reluciente sonrisa que nunca dudó en regalarle, sus consejos y anécdotas, sus miedos, su cable a tierra. Y todo lo que podía sentir era un nudo en su estómago y el sabor de la bilis entre los labios, porque llevaba días sin comer apropiadamente pero su cuerpo se esforzaba por expulsar el dolor que no tenía forma física y se aferraba a sus tejidos como un parásito sediento de sangre.

- ¿JunHong?

Nana tenía razón. Nana tenía razón. Nana tenía razón. Sí, ella tuvo razón cuando temió morir, cuando contempló su fin y vio que abandonaría a la única persona que realmente la necesitaba.

Zelo sabía que podía sobrevivir a su ruptura con YongGuk si cada noche corría a los brazos de su abuela y derramaba lágrimas amargas sobre su elegante ropa, pero no tenía la más puta idea de lo que haría cuando no hubiera brazos amorosos a los que correr ni palabras tranquilizadoras que escuchar. Su Nana era todo lo que tenía y estaba muerta, se fue como todas las personas que él pudo amar alguna vez.

¿Tan despreciable era que todos preferían marcharse a quedarse a su lado? ¿Tan asqueroso era que todos los que decían amarlo desaparecían?

- ¿Zelo?

Nana era la única persona que alguna vez cumplió sus promesas, pero esa noche estaba rompiendo la regla fundamental: “Yo siempre estaré a tu lado, bebé Junnie.

- ¡JunHong!

Con manos y pies temblando, se alejó del basurero que contenía los últimos rastros de su humanidad e hizo parar un taxi tan pronto como uno apareció en la calle, ignorando los gritos y la música a su espalda.

El camino a su casa fue lento y monótono, con un Zelo que no comprendía del todo lo que estaba pasando, porque algo en su interior estaba apagado, algo había muerto en esos pocos minutos entre los que dejó caer la bolsa de cocaína y los que pasaban cuando se subió al auto. Algo estaba destrozado y él no tenía la más remota idea de lo que era.

Subió la escaleras de dos en dos, sin darle importancia al sepulcral silencio que cubría las paredes, porque su casa nunca era pacífica y ese momento no debía ser la excepción. Pasó de largo la puerta de su habitación y se dirigió a la que estaba al fondo del pasillo, encontrándose con la habitación de su abuela llena de gente llorando y susurrando plegarias por lo bajo. Sobre el lecho de mantas blancas, Choi SeoJun yacía inmóvil y sin vida.

- Nana –susurró ignorando las palabras de sus padres y sentándose al borde del colchón para tocar el rostro gélido de la anciana-, Nana despierta. Nana, debo decirte algo, pero debes abrir los ojos y escucharme. Nana, por favor, mírame. Nana, soy yo… ¡Nana!

- ¡Cállate! –fue su madre quien detuvo sus gritos desesperados, fue su progenitora la que lo cacheteó para que detuviera sus ruegos patéticos ante el cadáver de su abuela-. ¡Está muerta! Así que deja de llamarla porque nunca te va a responder, estúpido imbécil. Está muerta, entiéndelo. ¡Está muerta! ¡Está muerta!

Y con cada está muerta que la mujer grito, un golpe cayó sobre la mejilla del muchacho, como queriendo volver físico el dolor que le aguijoneaba el alma cuando pensaba en que nunca más vería los ojos brillantes de su abuela o su sonrisa deslumbrante. Como si no comprendiera la naturaleza de la muerte o su madre solo quisiera tener algo con lo que desquitar su dolor. Pero, ¿qué dolor debía sentir ella? Si desde la muerte de su abuelo todos menos él se olvidaron de la existencia de Nana, si ellos la abandonaron en su dolor cuando se convirtió en viuda. Su madre era una perra hipócrita que lo golpeaba porque era incapaz de tolerar la culpa de haber abandonado a su propia madre cuando más la necesitó, de la misma forma en que estaba haciendo con su hijo.

- ¡Está muerta! Nada de lo que hagas o digas la traerá de vuelta.

- Ella… ella… -Zelo quería tener la fuerza para decir algo, para defenderse contra las acusaciones flameando en los ojos de su madre, porque ella lo culpaba a él. Lo culpaba porque su matrimonio era una farsa, lo culpaba por no poder alardear sobre sus nietos frente a sus amigas igual de cínicas, lo culpaba por ser maricón, lo culpaba por la muerte de Nana y por todas las desgracias que su nacimiento significó para la familia Choi… Y Zelo no pudo hacer otra cosa más que aceptar las culpas y dejarse llevar por la inconsciencia cuando esta lo golpeó hasta desmayarse.

 

Los párpados le ardían por la luz del sol dando de lleno contra ellos, pero de todas formas se obligó a abrirlos para recordar en qué lugar se encontraba y cómo había llegado ahí. No era la primera vez y malditamente seguro de que no sería la última, solo le preocupaba que aun tuviera puesta la ropa de la noche anterior, entonces vio una silueta delineada por la luz del sol frente a la ventana y los recuerdos de la noche anterior golpearon su mente como una tormenta de nieve en pleno invierno. La cocaína que desperdició, YongGuk y sus palabras acusadoras, la llamada desesperada de su madre, el llanto de DaeHyun y el cadáver frío de Nana.

- Ella… ¿Nana realmente está muerta?

- Sí –respondió la silueta con voz cautelosa y Zelo se preguntó porqué era incapaz de llorar en momentos como ese, porque sus lágrimas estaban reservadas solo para Bang YongGuk. Quería llorar a Nana, quería demostrarle a la mujer que ella habitaba su corazón tanto como el moreno, pero ni siquiera porque él estuviera ahí, contemplando su dolor, podía dejarlo salir.

Tal vez solo debo soportarlo, guardarlo en mi interior y dejar que me consuma.

A pesar de las protestas de sus músculos y el crujir de sus huesos, se levantó de la cama y caminó hasta la ventana, encontrándose con la vista alegre del jardín floreado donde él solía beber té con Nana y comentar lo maravilloso que era el hombre que amaba. ¿Habrá tenido poderes sobrenaturales al decirle que debía tener cuidado, que YongGuk no podría soportar las consecuencias de su pasado, que el amor a veces no es fuerza suficiente? Tal vez debió escucharla, quizá se hubiera evitado un poco del sufrimiento que todo esos sentimientos le estaban causando.

- ¿Por qué crees que algunos se marchan antes? –preguntó en voz alta, pero su cerebro no pudo procesar la respuesta que sus oídos escucharon, solo podía pensar en si Nana se habría sentido así de devastada cuando quedó viuda-. ¿Por qué crees que algunos aman más que otros?

Bang YongGuk no encontró respuesta a su interrogante y Zelo comprendió que habría dudas que permanecerían sin resolver eternamente si no era él mismo quien encontrara las respuestas correctas, así que simplemente cerró las cortinas sumiendo su habitación en la oscuridad más absoluta y volvió a su cama, envolviéndose en las mantas y dejándose llevar por Morfeo hacia su reino lleno de pesadillas y anhelos frustrados.

 

Cuando Zelo despertó en la tarde del día siguiente, el silencio reinaba en su casa y podía jurar que todo el ajetreo del funeral ya había acabado, con él estando completamente inconsciente.

- Debes comer algo –YongGuk apareció a su lado con una bandeja de comida y lo ayudó a acomodar los cojines a su espalda para que comiera antes de levantarse.

Zelo no se sentía capaz de pasar algo sólido por su garganta, así que tomó el plato con sopa de verduras y la tragó a la fuerza, sintiendo que esta dejaba un rastro ardiente de fuego al bajar por su garganta.

- ¿Se llevaron el cadáver de Nana?

- Sí, en este momento la están velando.

El menor asintió lentamente y tomó la mano derecha del mayor para arrastrarlo hasta la habitación al final del pasillo. La puerta blanca estaba cerrada pero Zelo tenía su propia llave, así que no les llevó mucho tiempo estar al otro lado, en la tétrica habitación que hasta el día anterior había sido la única fuente de luz en aquella críptica casa.

Al parecer no solo él sentía la pérdida de su abuela en lo más profundo del alma, porque al otro lado de la ventana el sol no relucía ni el viento mecía los árboles, como si toda la vida se hubiera apagado con el último suspiro de Nana.

Revisó en silencio las cómodas y el closet con todas las reliquias de su abuela hasta encontrar en la mesita de centro frente al diván, dos sobres blancos, uno con su nombre y el otro con el nombre de su hermano. Observó ambas cartas pero no se atrevió a abrir ninguna, no quería leer la última carta que Nana le había dedicado cuando estuvo en las puertas de la muerte. La conocía lo suficientemente bien como para saber cuáles eran sus palabras, casi podía escuchar en su cabeza la voz de la mujer dándole consejos y sabía perfectamente cuáles eran estos.

YongGuk, que permanecía bajo el umbral de la puerta, lo observaba en silencio y agradecía esa consideración, no sabía que palabras podría decir en momentos como ese, menos si el mayor se atrevía a darle su pésame. Se acercó a él y cerró la puerta a su espalda, asegurándose de ponerle seguro y lo condujo hasta la cama, obligándolo a sentarse en el borde de la misma y acomodarse arrodillado entre sus piernas.

- Hyung –Zelo sabía que no quería escuchar palabras de apoyo en ese momento, no habría sabido qué hacer con ellas menos si venían de la boca de YongGuk, pero habían tantas otras palabras que el otro podía decir y sí quería escuchar, como una declaración de amor o que el mayor le dijera que todo estaría bien, que ellos lo estarían, porque Zelo le habría creído ciegamente incluso si él le decía que la Tierra era plana y no redonda, pero YongGuk no habló y eso destruyó las últimas esperanzas que Zelo se esforzaba por mantener vivas en su interior.

Di que me amas, di que todo estará bien, que eres mi hogar y que nuca estaré solo. Dime a dónde debo ir, hyung, porque estoy perdido y no encuentro el camino de vuelta a casa.

- Te amo, Bang YongGuk –como respuesta, el mayor tomó su barbilla y sostuvo su rostro hasta que sus labios estuvieron unidos en una suave danza.

No importaba que llevaran más de un mes sin verse ni cuáles hayan sido las últimas palabras que intercambiaron, sus cuerpos tenían voluntad propia y se reconocían a pesar del tiempo y la distancia, reaccionaban al otro sin la necesidad de forzarse a algo, porque antes de que Zelo fuera consciente, estaba a gatas apresando el cuerpo del mayor sobre el colchón, embebiéndose de la esencia de la boca que tanto había extrañado.

- ¿Quieres hacerlo en la cama de tu abuela? –preguntó YongGuk con la voz entrecortada por los besos que compartían mientras le quitaba la camiseta, estando ya él mismo con el torso desnudo.

Zelo simplemente asintió, porque en ese momento lo mismo le daba estar en el jardín o ahí, él solo quería volver a enredar su cuerpo con el del mayor, sentir nuevamente que eran uno, que se amaban. Porque si las últimas esperanzas de Choi JunHong debían morir definitivamente ese día, él quería que fuera con una explosión, él quería consumirse y desaparecer en el cuerpo de Bang YongGuk.

 

- Te he extrañado, JunHongie –susurró YongGuk sobre su oreja, abrazando su cuerpo desnudo bajo las mantas que ya no olían a la femenina esencia de Nana, sino que a sus cuerpos unidos en un insaciable ritual de amor.

Zelo no respondió, simplemente cerró los ojos y se concentró en las caricias de las yemas de los dedos del mayor recorriendo la piel desnuda de su pecho, bajando de forma apenas perceptible hasta sus caderas y volviendo a subir. Le encantaba sentir esos toques delicados, como si YongGuk lo considerara algo tan frágil y precioso que apenas se sentía capaz de tocar, pero en ese momento Zelo sentía esas caricias como algo tan lejano, como si hubiera un universo entero separando sus pieles, como si no mereciera el cariño del mayor y le hería el alma saber que así era, que nunca sería digno de él porque desde antes de conocerse ya era una causa perdida.

- Te amo, hyung –volvió a decir enterrando el rostro en el pecho desnudo del mayor, delineando las formas del tatuaje plasmado sobre sus pectorales con palabras españolas, tal vez era el momento de comenzar su propia revolución-. Y duele tanto, porque no importa cuánto lo intente, siento que nunca te podré olvidar.

- ¿Qué dices?

- Que no quiero, pero tengo que dejarte ir, tengo que irme –se aferró con más fuerza al pecho del mayor, sintiendo los frenéticos latidos de su corazón, él lo estaba rompiendo, lo sabía pero no podía detener lo que ya había desatado hace tiempo-. No quiero… no quiero alejarme de ti porque eres lo mejor que me ha pasado, pero ya no puedo más. No puedo fingir ser algo que no soy solo para que tú me ames, tampoco puedo esperar que ames una mentira.

- ¿Quieres hablar de forma más clara?

YongGuk lo obligó a sentarse frente a él y Zelo tuvo una perfecta visión de la sábana deslizándose por el torso del mayor, recorriendo el tatuaje y el juego de compactos abdominales, ¿por qué tenía que ser tan perfecto por donde lo mirara, incluso en ese puto momento?

- Quiero que te vayas y nunca vuelvas –soltó con la voz fría y se levantó de la cama, enrollando una sábana en sus caderas, sintiéndose repentinamente incómodo por su desnudez, por primera vez.

- ¿Estás hablando en serio? Pensé que…

- Fuimos un sueño, hyung, una fantasía que nunca alcancé, que nunca pude volver real.

- No entiendo por qué estás haciendo esto ahora, por qué nos estás haciendo esto–y su rostro lo decía, tenía esa mueca de incredulidad que ponía cada vez que Zelo hacía algo que él consideraba incorrecto, cada vez que Zelo se sentía juzgado por él-, ¿quieres acabar con todo, definitivamente?

- Y ese es el problema, no podemos comprendernos, es como si ambos estuviéramos gritando y hubiera una pared de cristal separando nuestros cuerpos para que ninguno escuche las palabras del otro… Al final solo somos un par de mimos representando una obra frente a una audiencia ciega. Tú nunca me entendiste y yo me cansé de ceder.

Ojalá sus últimas palabras hubieran sido otras, ojalá la despedida hubiera sido menos dolorosa, pero a veces parecía que la existencia de Bang YongGuk, esa que siempre le pareció tan perfecta y etérea, no era otra cosa que una dolorosa y efímera fantasía.

Sin agregar más palabras, buscó su ropa y se vistió a la velocidad de la luz para luego abandonar la habitación y salir de su casa sin destino fijo, simplemente caminó, buscando una senda que lo guiara a su fortuna... si existía tal cosa para él.


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