Ya habían pasado 3 años desde que André se había mudado a la ciudad de Paris. Su madre había conseguido un trabajo de profesora de matemáticas en la misma secundaria a la que el acudiría luego. André, de 17 años era un joven alegre y divertido, el cual solo tenía como meta ser feliz y ayudar a sus seres queridos. Él se sentía muy alegre por la mudanza a un país nuevo, y más si se habla de una ciudad tan hermosa como Paris. André había empacado su maleta el día de noche buena, y después de ayudarle a su hermana Alana con la suya, se recostó en la cama de arriba del camarote a imaginar lo que sería pronto su nuevo hogar. Él se sentía muy emocionado, pero no podía evitar esa sensación de melancolía por no poder despedirse de sus camaradas de la escuela.
André había tomado el avión a Paris la mañana siguiente con su hermana Alana. Se había despedido con una gran sonrisa y luego caminó hacia la sala de inmigración. Mientras se alejaba, él se dio vuelta y alzo la mano para que sus familiares le vieran por última vez antes de abordar. Todo el proceso fue rápido y cómodo. André se había sentado en el asiento junto a la ventana y Alana al lado suyo. Cabe decir que su hermana tenía 12 años y se mareaba con mucha facilidad, cosa que lo preocupaba un poco. Durante el vuelo, André se dedicó a observar las nubes y el océano de abajo. Fue una experiencia maravillosa… a no ser que Alana se hubiera vomitado bebiendo un zumo de manzana.
Después de una larga siesta, André abrió los ojos, se asomó por la ventana y vio como de lejos se veía una cantidad de luces y en el centro un edificio muy alto rodeado de vastos jardines.
“¡Alana! ¡Alana! ¡Esa debe de ser la Torre Eiffel! ¡Vamos, despierta!” – Dijo André a su hermana.
Alana había dormido todo el recorrido después de haberse vomitado al despegar. Ella miraba perpleja a su hermano y a los demás pasajeros alistándose para salir del avión.
“¿Ya llegamos? Eso fue bastante rápido.” – Murmuraba Alana aun con sus ojos entrecerrados.
Los dos abandonaron el avión y se dirigieron por sus maletas. André respiraba aires nuevos, escuchaba, y observaba una cultura muy distinta a la suya. Él podía sentir un poco de alivio pero a la vez un presentimiento oscuro creciendo dentro de sí. André y su hermana caminaron afuera del aeropuerto y allí esperaron por el automóvil de su madre que venía por ellos. Ellos observaban como Jaquein se acercaba lentamente con un coche de color purpura, lo estacionaba a un lado y se acercaba a besarlos. Ella era su madre, una mujer luchadora e intelectual de tan solo unos 35 años.
“¿Cómo estuvo el vuelo mis amores?”- Exclamaba Jaquein abrazando a sus dos hijos.
“Estuvo bien mamá” – Respondieron ambos casi al mismo tiempo.
“Bueno jóvenes ¿Quién está listo para ver su nuevo hogar? ¡Vámonos!” – Dijo Jaquein a ambos.
André y su madre colocaban las maletas en el baúl mientras Alana se iba directamente dentro del automóvil a tomar otra siesta. Jaquein encendió el auto y comenzó a conducir hacia la plaza de la ciudad, en donde se quedarían vacacionando unos cuantos días. El hotel se llamaba “La Tour du Soleil”. El edificio era de unos 30 pisos, el cual en lo más alto tenía el mirador hacia el norte de la ciudad. André y su familia fueron hacia la sala del hotel y reclamaron las llaves a sus respectivas habitaciones. Jaquein y Alana estarían durmiendo juntas en la habitación 2302. André por su lado se quedaría solo en la habitación 2301. En cuanto llego a su habitación, André soltó sus maletas en la alfombra y se desprendió de toda su ropa. La cama era muy cómoda y las sabanas eran suaves y ligeras. André se dispuso a acostarse y a encender la televisión. Por varios canales retransmitían partidos de fútbol de la liga francesa y de competencias internacionales. A ser este su deporte favorito, él se preparó un café y se entretuvo viendo por varias horas.
El reloj marcaba las 2 de la mañana y en los canales de películas pasaban cortometrajes un tanto explícitos. André quería pasar el canal, pero su curiosidad lo hizo seguir viendo. En la pantalla aparecían dos hombres en un granero, uno de ellos era alto y atlético a diferencia del otro que era de complexión delgada y baja estatura. El joven atlético, con una mirada un tanto dominante, obligo a su amigo a colocarse un vestido y ropa interior de mujer. André aun no lograba entender de qué se trataba todo lo que veía. El joven enclenque se dispuso a obedecer al otro joven y se vistió con la ropa que le habían dado. Él también fue obligado a aplicarse labial y a utilizar voz femenina. La escena en si ya era muy rara, hasta que el joven acuerpado puso de rodillas a su amigo y lo obligaba a lamber su pene. El joven alto era muy agresivo e insertaba su pene completo en la garganta del otro muchacho. El joven más bajo entonces llorando intento escapar pero su colega lo empujo contra una pared, subió la falda de su vestido y empezó a arremeter su pene contra su trasero. André nunca había visto algo parecido, así que apago el televisor y se arropo bajo las sabanas.
Había pasado unos 20 minutos y André no podía quedar dormido. La escena que había acabado de ver aun rondaba por su cabeza y lo excitaba un poco. El cerró los ojos e imagino la misma escena dentro de su mente, en la cual él y otro hombre emulaban lo sucedido en la película. André abrió sus ojos y vio como una protuberancia se asomaba entre las sabanas. Él se desprendió de su ropa interior y agarro su pene erecto de unos 17 cm con su mano derecha. André masajeaba su sexo repetidamente de arriba hacia abajo. Su corazón palpitaba fuerte, su cara empezaba a enrojecer y su piel a sudar. El apretaba su pene y continuaba en su mente haciendo realidad sus fantasías. Pasados unos 5 minutos, algo quería salir disparado de su cuerpo. André se despojó de las cobijas y soltó un gran chorro de semen sobre su abdomen y su pecho, incluso unas cuantas gotas cayeron sobre su cara.
Su expresión era de éxtasis, pero después de limpiar su piel y verse al espejo, sus gestos cambiaron. Una parte de si pensaba que había hecho algo malo, pues en su familia se enseñaba que lo correcto era excitarse con una mujer. André saco su MP3 de una de las maletas y volvió a la cama. Después de unas 3 canciones, el quedo profundo en sueño aun sin ninguna ropa puesta.