Las vacaciones de invierno se habían ido volando. André, Alana, y Jaquein se apresuraban a reorganizar las habitaciones del hotel a como las habían encontrado, todo en consideración de las empleadas encargadas de la limpieza. Ellos tomaron el ascensor hacia el primer piso, en donde dejaron las llaves de las habitaciones, y con ayuda de algunos empleados acomodaron el equipaje en el automóvil blanco de Jaquein.
“Como bien sabrán los dos… nosotros no viviremos en Paris. Solo estábamos vacacionando por unas cuantas semanas antes de ir a nuestro verdadero destino. Lugar que por cierto queda cercano a las montañas.” – Dijo Jaquein ajustándose el cinturón de seguridad.
“¿Que… que las montañas?” - Exclamo Alana un tanto asustada.
“Exacto Alana, sé que no te gusta estar en lugares tan asolados, sobre todo después de haber vivido por tanto tiempo en una ciudad tan grande… pero estoy segura que les va a gustar el lugar. La casa es maravillosa, y el paisaje es capaz de dejarte sin respiración. ¡Animo, que les va a encantar!” – Respondió Jaquein optimista.
“Y… ¿Exactamente dónde vamos?” – Pregunto André.
“A las afueras de Chambéry. A un pequeño poblado cerca del Mont Cenis. Deberían aprovechar para descansar; el viaje durara aproximadamente 6 horas. Además, recuerden que la próxima semana comenzaran las clases.” – Dijo Jaquein.
“Sí, pero Alana no tiene que estudiar en la misma escuela en la que trabaja su madre.” – Reprocho André con cara de disgusto.
“Así es como es por ahora. Ahora vámonos.” – Respondió Jaquein.
El trayecto estuvo lleno de lugares hermosos. La naturaleza también ocupaba una gran parte del país, así como también muchas otras comunidades pequeñas. Cuando estaban a pocos minutos de Chambéry, Jaquein tomo una carretera angosta a la derecha de la principal. La carretera era muy oscura y muchos árboles obstruían la luz del sol. Una vez terminado el trayecto del “Route Des Salins” se encontraron con varias viviendas de dos plantas, las cuales compartían en su parte trasera un pequeño estanque. La casa de Jaquein era la vivienda en el medio, con varios arbustos y decoraciones de animales en el pasto. André se apresuró al interior de la casa y eligió la habitación con la vista al estanque. Después del atardecer, Jaquein y Alana se fueron a dormir juntas en la habitación principal del primer piso.
André organizaba su habitación con sus afiches de fútbol y sus figuras de sus animes favoritos. El pego un calendario con la bandera de su país al lado de la ventana y se quedó observándolo con un poco de melancolía. André se acercó a la ventana y de lejos vio un joven de su edad arrojando rocas al estanque. No le presto tanta atención y se dedicó a cambiar los ajustes de su celular a los de Chambéry, Francia. Esa noche era el día 15 del primer mes… año 2012. André se sentó de golpe en un asiento de su habitación. Se desabrocho un poco el pantalón y empezó a acariciar su pene por encima del bóxer. André intentaba crear en su mente alguna escena que lo hiciera excitar de algún modo. Le parecía que con unos orgasmos lograría conciliar el sueño. Nada daba fruto. André se bajó un poco su ropa interior y sintió un olor fuerte probablemente causado por el sudor del viaje. Se desprendió de toda la ropa, y tomando una toalla caminó al baño.
Mirándose al espejo vio su figura esbelta y atlética. André era un joven de 1,70 de estatura, pelo castaño, ojos café claro, labios gruesos, y de piel trigueña. Él siempre era distinguido por tener una cara muy inocente, como la de un niño. André abrió la regadera y alzó un pie para probar la temperatura del agua. Una vez el agua caía tibia, él puso su cuerpo bajo la ducha y restregó una esponjilla con jabón por todo su cuerpo. Después de lavar su cabello, André abrió sus ojos y vio sus testículos con mucho vello alrededor, lo cual le parecía incómodo. Tomando una de sus cuchillas de afeitar, el rasuró todo el pelo, y dejo a su pene descubierto y de una manera más atractiva.
El sueño estaba cayendo encima de André. Se secó rápidamente y se echó en la cama de su habitación sin ropa alguna. A la mañana siguiente su madre toco a la puerta, él se despertó y se cubrió rápidamente con sus cobijas.
“¡André es hora de levantarse! Quiero llevarte a conocer tu nueva escuela. Desayuna y… vístete. Te espero abajo en media hora.” – Dijo Jaquein entrando a la habitación.
“Está bien mamá, bajare en cuanto pueda. Ahora sal del cuarto… por favor.” – Dijo André mirando un tanto avergonzado.
André se alisto rápidamente y comió sus emparedados de jamón y queso. Jaquein y él montaron al carro y en veinte minutos derecho por la autopista “Saint-Jean d’Arvey” llegaron a la escuela que se hacía llamar “École Normale Supérieure de Chambéry”. La edificación se parecía más a la de un castillo pequeño que a la de una escuela normal. La entrada era amplia y llevaba a un parqueadero a la derecha de la escuela. Los dos se adentraron al edificio y tomaron un corredor hacia una sala de juntas. Al parecer su madre también venía con la intención de asistir a una reunión con los demás maestros. Antes de marcharse, Jaquein dio su número de teléfono a André y lo dejo en un pasillo para que explorara a su antojo. André estaba muy asombrado; las escuelas de su país no eran nada parecidas a las de Francia.
Después de varios minutos caminando por los pasillos, André entro a uno de los baños y orinar. Él había sacado su pene rápidamente incluso antes de haber llegado a uno de los urinales. André resbalo al suelo sorprendido al ver que al parecer había otra persona en uno de los lavamanos. Era otro joven, y su cara se hacía un poco familiar.
“Ven, levántate. ¿O te vas a quedar ahí tirado en el suelo?” – Dijo el joven extendiendo su mano.
“Eh… gracias. No pensaba que hubiera alguien más aquí.” – Respondió André sonrojado.
“Mi nombre es Yeisac Garuiz. Tengo 19 años y mi padre es el profesor de economía aquí; lo cual no es tan genial. Mucho gusto. ¿Y tú quién eres?” – Exclamo el Yeisac.
“André Purbe, 17 años... mucho gusto.” – Dijo André.
“¿Y es una costumbre de tu país aparecer con el pene afuera cuando conoces alguien nuevo?” – Dijo Yeisac entre risas.
“Emm… perdón. No sabía que alguien más usaba el baño.” – Respondió André avergonzado.
“No hay ningún problema André. A mí me gustan los chicos, y para ser sincero, esta escena me ha emocionado más de lo normal.” – Dijo Yeisac en voz baja.
El aire se había puesto un poco tenso. André aun no encontraba el valor para esconder su pene. Yeisac lo miraba de arriba abajo como examinando la persona que acababa de conocer. Él se acercó a paso lento y tomo con una mano el pene tibio de André. No había reacción alguna, parecía que él estaba aún en shock, pero no se negaba a lo que le estaba pasando. Yeisac se arrodillo frente a André y lo miro fijamente a sus ojos. Su pene empezaba a ponerse duro en cuanto Yeisac acercaba su boca al glande. André seguía muy avergonzado pero otra parte de si deseaba que Yeisac se la metiera en su boca.
“¿Has recibido alguna vez sexo oral? ¿Parece que a ti te gustan los chicos también, o me equivoco?” – Preguntó Yeisac.
“Pues… he tenido varias novias, pero nunca he tenido sexo con ninguna. Eso también incluye sexo oral. No sé si hacerlo aquí sería correcto.” – Respondió André.
“Yo no tendría problema en hacerlo si tú me dejases. Esto puede ser una experiencia muy interesante para ambos, no te preocupes.” – Dijo Yeisac.
“Está bien… pero deberíamos ir a otro lu…” – Acepto André.
No alcanzo ni a terminar la oración cuando Yeisac metió todo su pene a su boca. André sentía como su sexo se hacía grande dentro de la boca del joven. Según sus valores familiares, el estaría haciendo algo muy malo; pero a él no le importaba. Su pene había alcanzado la longitud de 17 cm y ya no había suficiente espacio dentro de la boca de Yeisac. André recostó su espalda contra la pared, tomo del cabello a Yeisac y lo guiaba con velocidad hacia la base de su pene. Se escuchaban pasos en los pasillos. La reunión parecía haber acabado. André estaba demasiado concentrado en el sexo oral, parecía en otro planeta. El parecía muy cerca de eyacular, pero los pasos y las voces se escuchaban cada vez más cercanas. Yeisac se levantó rápidamente, encendió en lavabo y enjuago su boca.
“No te quedes ahí parado. Guárdate esa cosa y actúa normal.” – Susurró Yeisac secándose la boca.
“Está bien… perdón.” – Respondió André.
“Escucho la voz de mi padre. Sigue la corriente.” – Volvió a susurrar Yeisac.
“Hey Yeisac, te he estado buscando por todos lados cabrón. Deja de quitarte el maquillaje como marica y vámonos de una vez.” – Grito su padre frunciendo el ceño.
“Está bien padre.” – Dijo Yeisac mirando a André por última vez y bajando la cabeza.
André uso el baño rápidamente y descargo sobre la cisterna una de las eyaculaciones más grandes que había tenido. Se apresuró a lavar sus manos y a buscar a su madre, la cual se encontraba en el pasillo conversando por celular con Alana. Se dirigían al parqueadero cuando escucharon unos cuantos gritos provenientes de uno de los automóviles. André no hacía sino pensar que probablemente era Yeisac y su padre. Un poco preocupado, el volteo su mirada hacia la carretera y deseo que el desconocido del baño se encontrara bien.