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El primero en perder es el que se enamora, ¿No? por Matsumoto Yuki

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Notas del capitulo:

Bien chicos, las votaciones quedaron así.

 

Kouha: Se irá con Aladdin.

 

Y como dice el título, acá se verá parte del caso de SinSin. ¡Disfrútenlo!

 

Ah, y otra cosa. La ayudantía que hace Kouha es de Anatomía II, sin quere me confundí, hehe. 

La noche caía. Ya comenzaban a verse aquellas escazas estrellas que podía contra la luminaria de la ciudad, pero nadie las observaba. Todos estaban sumidos en legar a sus respectivos hogares luego de una larga jornada, tanto de estudios, como de trabajo. Igual que él.

 

Sinbad se hallaba subiendo las escaleras en dirección a su departamento. En su maletín, que no pesaba realmente mucho, le pasaba factura un agitado día en el que no descansó. Había tenido que concentrarse en el caso de un desgraciado, que no deseaba pagar pensión alimenticia a su ex esposa por tener de carga a sus hijos.

 

Eran gajes del oficio, tener que trabajar medio año de manera gratuita para el gobierno.

 

Y pensar que tenía que defender a granujas como esas teniendo ya un magíster…

 

Lo peor, era que defendía de buena manera. Y que probablemente ganaría el caso porque, para eso había estudiado.

 

--La justicia no siempre sale triunfadora en los tribunales… --Suspiraba con pesar. Por su reputación no podía fallar, y por el juramente que había hecho, menos. Aún en el peor de los casos, se veía obligado a defender con uñas y dientes a su cliente.

 

Si tan sólo esas sabandijas no tuvieran derecho a defenderse…

 

Para cuando llegó a la puerta del que llamaba su hogar, tuvo que dejar de pensar en el trabajo. Su política era, cero preocupaciones en la casa.

 

Y nunca se fallaba a sí mismo.

 

Dejó su maletín lleno de papeleo en el recibidor, tirado, y camino a la sala, se fue quitando aquello que odiaba. Que le recordaba que no era libre.

 

Corbata. Chaqueta. Botones fuera. Llegó a su sofá como un vagabundo y allí se echó, queriendo tener un descanso antes de comenzar con su rutina al llegar a casa.

 

Una puntada en la espalda le advirtió de algo no tan favorable para sí.

 

--Ese niño… --Pensó con una sonrisa, al recordar al motivo de su delicadeza de espalda en esos mismos momentos. --Sí que araña. --Rio un tanto para sí, pasando por su cabeza la imagen del rostro de Alibaba.

 

Se enderezó en el sofá, sabiendo que no podría recostarse de la manera más placentera, irónicamente, por el placer culposo del que había gozado en el fin de semana.

 

--Qué más da. --Soltó en la soledad de su departamento, encogiéndose de hombros, y tomando la cajetilla de cigarros que reposaba en la mesa de centro, junto al encendedor, para abrir las ventanas hacia el balcón, y que el fresco de la noche le hiciera aliviar parte de su tensión.

 

Reposó sus brazos en el barandal, y mientras observaba a la iluminada ciudad de noche, encendió su cigarrillo, dándole desde un inicio una bocanada profunda.

 

Cuando dejó libre el humo, observó cómo aquel se disipaba no muy lejos. Dejó caer a medias sus párpados. Recordaba perfectamente cuándo había comenzado con aquel hábito, del que antes no era partícipe.

 

--Es normal… --Se convencía. Al entrar a estudiar carreras pesadas, la mayoría de los estudiantes optaban por consumir algún tipo de droga para aliviar la calma de tanto en tanto. Y él no había sido la excepción. Qué no había probado. Pero, se había quedado con el cigarro.

 

Sonrió para sí, llevándose nuevamente aquel tuvo blanco a los labios para darle otra probada a esos tan elegantes mentolados.

 

Ja’far había sido por quien había dejado a medias su calmante. Si antes podía fumarse más o menos media cajetilla por día, con el albino a su lado eso disminuía a dos, uno, o incluso cero.

 

Por fin podía volver al vicio.

 

--De algo hay que morir. --Brindó a la nada, exhalando de lado el humo.

 

Entonces se quedó ahí un par de minutos más. Recordando, pensando, y cayendo nuevamente en el espacio melancólico que había entre rutina y fin de semana.

 

Sólo una llamada inesperada le salvó de la depresiva y monótona soledad.

 

Sacó el aparato aun vibrando de su bolsillo, y no se vio sorpresa en su rostro cuando supo quién era. Deslizó su dedo por aquel círculo verde en su pantalla, y se lo llevó a la oreja, tomando otra bocanada de su cigarro.

 

-- ¿A qué se debe el honor? --Preguntó de buenas a primeras, soltando el humo.

 

«Estoy en problemas.» Dijo la voz detrás del celular.

 

--Siempre estás en problemas. --Se jactó de eso el de cabello púrpura. Volvió a probar de su cigarro para dejar hablar al otro, mas, al no obtener respuestas, liberó, de nuevo, el humo -- ¿Y? ¿Qué es esta vez?

 

«Titus.»

 

Bastó que dijera eso, para que Sinbad apagara su cigarrillo y pusiera la mitad de su atención en la llamada que se efectuaba.

 

-- ¿Por fin te diste cuenta de que lo amas? --Preguntó, apoyándose contra el barandal del balcón. Un largo silencio fue la respuesta que obtuvo. --Mu, eres un idiota si a estas alturas no te has dado cuenta de que te gusta.

 

«¡Lo sé, lo sé, pero…!» Intentaba defenderse el pelirrojo. «No es eso. No ahora

 

--¿Entonces? ¿Qué pasó? --Seguía preguntando. A veces no entendía cómo su amigo podía ser tan idiota a ratos. Observó sus uñas con algo de capricho, y entonces hizo conexión, abriendo un tanto más los ojos. --Ah. ¿Se encamaron? --Sugirió, recordando de la nada que se había ido juntos aquella loca noche.

 

«¡Sinbad!» En ese mismo momento no podía ver al menor, pero podía apostar, estaba rojo hasta las orejas. «No… No es tan así.»

 

-- ¿Oh? --Aquello sí llamó su atención, logrando que elevara una ceja. -- ¿Entonces? ¿Qué sucedió?

 

«Ese es el problema, Sin…» La vergüenza en la voz ajena paulatinamente era sustituida por preocupación. «No sé qué sucedió»

 

--… ¿Eh? --Quedó por completo en blanco. -- ¿No sabes? --Se escuchó un asentimiento por el teléfono. -- ¿No sabes? --Volvió a preguntar.

 

«Sí…»

 

Sinbad no aguantó más. Comenzó a reír estrepitosamente, agarrándose incluso el estómago por el dolor que la risa le ocasionaba.

 

-- ¡El pendejo no recuerda si se echó un polvo o no! --Se rio prácticamente en la cara de su amigo. Aquel lloriqueó, de mentira.

 

«¡Sinbad, cabrón, no sé qué hacer!» Le recordaba. A veces se preguntaba por qué recurría al estúpido abogado.

 

--A ver, señor profesor. --Le paró Sinbad, tratando de sonar serio. -- ¿Qué es ese vocabulario? ¿Cómo se supone que es el ejemplo de nuestros niños si habla de esa manera? --Le recriminó, entretenido.

 

«Bien jugado, pero estoy fuera de horas de servicio. Así como tú, oh, honrado abogado, defensor de los injustos.» Se burló por su parte Mu.

 

--Tch. --Carraspeó, un tanto molesto. --Y qué quieres que le haga, ¿eh? --Trató de volver al tema inicial.

 

«No lo sé… ¿Ayudarme?»

 

--Escucha, no puedo ayudar a un idiota que no sabe si la metió o no.

 

«¡Ya deja eso!» Pidió.

 

--Bueno, al menos yo sí puedo decir que me eché un buen polvo. --Se relamió los labios, recordándolo.

 

«¿Es así?» Cuestionó Mu.

 

--Alibaba me pilló desprevenido. --Reconoció, sonriendo un tanto. --No sabía que se podía mover tan bien en la cama. Deberías probarlo. --Le recomendó.

 

«No sé si quiero meterme con él…» Sonó dudoso.

 

--Oh vamos, sé que sí. --Reveló Sinbad, riendo un tanto. --Noté cómo le mirabas, estando un tanto ebrio.

 

«Es que…»

 

--Allá tú si quieres ser fiel a alguien que realmente no te ve. --Terminó por cortarle, encogiéndose de hombros. --Ni siquiera sé por qué aceptaste unirte de buenas a primeras… --Pensó.

 

Luego de otro silencio incómodo, Sinbad volvió a relajarse, y soltar un pesado suspiro. --Hombre, necesito sacarme el estrés, y eso que estamos a inicio de semana. --Se quejó.

 

«La vida adulta te pegó fuerte, ¿Eh?» Volvió a bajar la guardia Mu.

 

--Sí… --Respondió Sinbad. Entonces su genio volvió, sonriendo. -- ¿Y si me vienes a hacer el favor? --Propuso, entretenido. Sabía desde un principio la respuesta.

 

«Sabes que no te voy a prestar el trasero para eso»

 

--Uh ~ ¿Y para qué me lo prestarías? --Bromeó, logrando que por primera vez en esa llamada rieran ambos juntos, yéndose las tensiones. Después de todo, un profesor y un abogado no las tenían fácil.

 

Hablaron un poco más de la rutina. De los trabajos. De aquel papeleo que le esperaba a Sinbad en el maletín, y aquellas planificaciones de clases que aterrorizaban a Mu. Pero eran los caminos que había escogido, y por ello, los recorrerían con la frente en alto.

 

Era realmente grato poder contar uno con el otro en esa clase de situaciones, estando tan cercanos en las situaciones.

 

Se desahogaban juntos. Sospechaban, que era por eso mismo que se llevaban tan bien, y eran como un dúo, en ese grupo de amigos tan grandes que tenían en común.

 

«¿Y bien?» Mu volvió a un tema de antes.

 

--Y bien, ¿Qué? --Preguntó desconcertado Sinbad. Estaba entretenido con las anécdotas que Mu contaba sobre sus alumnos.

 

«¿Cómo te sacarás el estrés?» Preguntó el pelirrojo, para pronto corregirse «Mas bien, ¿Con quién?»

 

--Hm… No lo sé… --Sinbad quedó pensativo, buscando entre sus posibilidades. --Ya probé a Alibaba así que tal vez… ¿Judar? --Soltó con duda.

 

«Siento que Kouha no te dejará la primera jugada» Rio Mu por teléfono.

 

-- ¡Cierto! --Recordó de la nada Sinbad. Entonces volvió a caer en la nada.

 

«¿Sharrkan?» Quiso ayudar.

 

--Va a entrar a finales.

 

«¿Kassim?»

 

--No nos llevamos tan bien.

 

«¿Hakuryuu?»

 

--Él…

 

«¿Sí?»

 

--Podría ser… --Titubeó Sinbad, imaginándoselo. --Oye, que podría ser…

 

«De nada, de nada» Se comportaba como si hubiese resuelto la gran problemática del siglo.

 

--Y… ¿Si voy por Titus? --Soltó entonces Sinbad, tratando de encontrar esa reacción. Esa que sabía, tendría.

 

«No te puedes acercar a él» Su voz se volvió seria, y hasta le causó escalofríos al de cabello morado.

 

--Vaya que has perdido feo. --Sonrió Sinbad, volteándose para ver la ciudad.

 

«Mientras no lo sepa él, no» Susurró.

 

--Hombre, suerte con eso. --Por fin, las palabras de aliento que Mu quería por fin las obtenía.

 

«Gracias, Sin.»

 

--Cuando quieras. --Simpatizó el mayor. Se llevasen como se llevasen, siempre se aconsejaban mutuamente.

 

Era simplemente, genial.

 

«See ya.»

 

La llamada entonces se cortó, por parte del pelirrojo.  

 

Sinbad observó la pantalla, y dejó caer los ojos, sonriendo. --Desde cuándo… --Se preguntó. Había perdido la noción del tiempo y terminaron hablando hora y media.

 

Tomó vuelo, y volvió a entrar a su departamento, dirigiéndose al refrigerador. Era hora de cenar, y descansar para la larga jornada que le tocaría al día siguiente.

 

Y su exquisita cena era nada más y nada menos que una instantánea. Algo de ensalada, un cutre postre y arroz con carne de cerdo que más bien parecía deshidratado.

 

Metió el plato fuerte al microondas, y se apoyó contra la cocina amueblada, esperando.

 

--Realmente me serviría tener a Hakuryuu aquí ahora, eh… --Pensó para sí, imaginándose el banquete que aquel joven podría hacer en un santiamén. Sus encantos con la cocina eran innegables.

 

Comenzó a babear mientras imaginaba, toda esa deliciosa comida, decente, que sí alimentaba…

 

El sonido característico del microondas le hizo volver a Tierra, y a su penosa cena que sería realmente, lo que comería.

 

Sacó del mueble superior su vaso especial para cerveza, y mientras se disponía a sacar un six pack comprado sólo el día anterior, su celular volvió a vibrar.

 

Creyendo que se trataría de su amigo, paró su qué hacer. Pero al ver realmente de quién era la llamada, se amargó un tanto, frunciendo el entrecejo. No sabía muy bien si contestar o no, pero acabó haciéndolo.

 

--Buenas noches, con la fábrica de orgasmos, ¿En qué podemos ayudarle? --Atendió Sinbad, sin disimular lo cabreado en su voz.

 

«Qué curioso, iba más de un mes sin que me hicieras sentir uno.» Soltó con sorna el joven al otro lado del teléfono.

 

--No se notaba eso en la cama. --Soltó arrogante.

 

«Así como tu erección.»

 

-- ¿Qué quieres? --Quiso ir directo al grano el joven, masajeándose la sien.

 

«Hablar.»

 

--No tenemos nada que hablar.

 

«No me parece así.» Se defendió el chico.

 

--Te voy a colgar. --Amenazó Sinbad.

 

«Atrévete.» Le retó.

 

Y entonces lo hizo. Acabó con aquella mala experiencia y terminó por sacar del refrigerador el pack de cervezas.

 

Mientras echaba el líquido dorado a su vaso especial, la puerta de su departamento se abrió de par en par, y recién Sinbad se dio cuenta del peligro que corría.

 

--Tan descuidado. --Soltó, el mismo joven con el que hace segundos hablaba por teléfono. --Como siempre.

 

Ja’far cerró con pestillo la puerta, detrás de sí. 

Notas finales:

Y bien, jóvenes, ¿Qué les pareció? Espero les haya gustado.

 

¡Y ahora, votaciones!

 

Primero:

a-Que Sinbad se tire a Haku.

b- Que Sinbad no se tire a Haku.

Lo de Ja'far lo veré yo. [??]

 

Y ahora, lo segundo, el siguiente caso. Pueden elegir entre:

*El caso de Alibaba.

*El caso de Sharrkan.

*El caso de Hakuryuu.

 

Yup, ahora colocaré menos opciones para que no sea tan bélica la guerra. [??]

 

Eso, hasta la próxima, y lamento la demora ~


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