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Sombras del pasado. por Seiken

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Este universo está basado en dos historias que escribí de los Thundercats que es Afecto y Encuentros Fortuitos, no deben leerla para comprenderla, aunque si se los agradecería mucho, también es una especie de universo espejo en donde algunas personalidades han sido modificadas, es también un universo alterno.

Los Thundercats no me pertenecen, solo escribo esto como entretenimiento mío y espero que de alguno que otro lector.

Esta historia, como todo lo que escribo, es Slash o yaoi, contiene las parejas Leo/Tygus, Lion-o/Tygra y algunas otras, pero estas son las principales, así como relaciones sexuales entre personas adultas, extraños giros del destino y algunos otros detalles.

Espero que les guste y que me dejen uno que otro comentario o sugerencia.

Sin más, les dejo con la cuarta historia que escribo de esta serie que marco mi niñez y que no debieron cancelar tan pronto.

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Resumen.

Lion-O y Tygra comparten mucho más de lo que desean admitirlo, mucho más que simple hermanos adoptivos, o descendientes de dos clanes cuya enemistad no inicio en ese planeta. Durante varias vidas han logrado encontrarse, pero fueron los primeros aquellos que iniciaron ese círculo y serán ellos, quienes descubran que no todo es lo que parece. Después de todo, la historia la escriben los vencedores.

Sombras del pasado.

Capitulo 2.

Engaño.

Hermanos.

— Mi nombre es Jaga y él es Claudius.

Claudius se agacho también para observar al pequeño tigre, quien retrocedió un paso, pero se mantuvo firme, admirando el valor del hijo de Javan, el que desde ese momento pasaba a ser su hijo.

— Bienvenido a Thundera Tygra, yo seré tu padre y Lion-O, tu hermano.

Tygra asintió, porque Javan le había dicho que debería ser amable, un hijo obediente, escuchar en todo a Claudius, pero no porque confiara en sus palabras, mucho menos en sus intenciones, estaba asustado, quería ir a su casa.

— Y este tu nuevo hogar.

Tygra deseaba suplicarle que lo regresaran a su casa, decirle que no deseaba ser su hijo porque ya tenía un padre, un hogar, tampoco deseaba un hermano, pero no dijo nada mordiéndose el labio para no llorar, para que su padre estuviera orgulloso.

De pronto, la sombra que lo acompañaba se acuclillo a su lado, susurrando algunas cuantas palabras, aconsejándolo como lo hizo en otras ocasiones, guiándolo para escapar de los regaños y en otras tantas, para que obtuviera lo que deseaba de su padre.

— Y yo estaré orgulloso de permanecer en este lugar, rey Claudius.

Esa respuesta sorprendió por mucho al rey Claudius, el que esperaba que Tygra llorara, que pidiera regresar a su casa, con su familia, pero en vez de eso, soportando el dolor de la separación, el miedo que seguramente debía sentir, fue todo lo que su padre jamás había sido.

— Bienvenido seas Tygra, déjame acompañarte a donde conocerás a tu hermano, él ya espera ansioso por ti.

Tygra asintió, caminando detrás de Claudius, sintiendo la mirada inquisitiva de Jaga, como si pudiera ver a la sombra que se movía a su lado en el plano astral, donde caminaban sus ancestros, según había escuchado.

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Tygus no supo cómo reaccionar ante las noticias que recibió ese mismo día de los labios de Torr, quien más allá de confirmar sus dudas creo muchas nuevas, haciendo que se preguntara si en realidad podría controlar a Leo como supuso en un principio.

Estaba nervioso eso era cierto, no podía controlar la repentina necesidad de observar las cámaras de vigilancia de vez en cuando sintiendo un escalofríos, diciéndose que no debía permitir que su comandante se diera cuenta de sus descubrimientos.

Al mismo tiempo trataba de pensar en una forma en que pudiera usar esa información a su favor, brindarle pistas falsas al comandante, Torr le observaba de reojo, sin saber que decirle y sin comprender como era posible que alguien tuviera tanto control de los sistemas de la nave, admirando a Leo como lo haría un profesional con otro.

Ni siquiera él que se trataba de un experto en inteligencia podía lograr lo que Leo hizo cuando conoció a su capitán, mucho menos a la edad que suponía Tygus comenzó esa vigilancia, era solamente un cachorro, uno especialmente inteligente, un genio en un embase compacto.

Casi tanto como su raza pensó Torr, quien era un Ocelote, un guerrero poderoso pero pequeño al ser de una raza menor de felinos, aunque él sobrepasaba las características físicas de los suyos, que eran conocidos por su astucia, no así Leo, que era mucho más pequeño que el promedio de sus hermanos o clan, teniendo la estatura de una hembra.

No así los machos que sobrepasaban a los tigres en masa muscular y talla, como los que de pronto estaban rodeando a Bengalí, el que era un medico cuya reputación era más la de un científico, uno especialmente extraño sin ninguna clase de entrenamiento militar, su clan no creyó que fuera necesario.

Ocelote le señalo al tigre blanco, Tygus ignoro lo que aquellos leones estaban diciéndole, parecía que Bengalí los había empujado sin siquiera fijarse, ese tigre era una vergüenza, siempre tenía la cabeza en las nubes.

El capitán se levanto sosteniendo la bandeja con ambas manos, caminando en dirección de los depósitos de basura, pasando el grupo de tres leones y un tigre de largo, sin siquiera mirarlos de reojo.

Preguntándose hasta donde era capaz de llegar Leo para protegerlo, si estaba dispuesto a pelear con su propio clan y de pronto, usando toda la fuerza que tenía golpeo con la charola la cabeza del primero de los leones, uno con una melena muy corta, después, siguió una patada en el torso de una leona, finalizando con una cacerola caliente, la que uso en contra del instigador, azotándola contra su cabeza, quemándolo con el contenido hirviendo en ella.

Bengalí no pudo moverse cuando los soldados del orden, todos ellos felinos, tuvieron que intervenir para separar al grupo que comía a esa hora en la cafetería, siendo ellos los únicos que no estaban encerrados en los corrales de impenetrables campos de energía, pero sí eran los que en ese momento peleaban en varios bandos diferentes.

Una pelea o varias de ellas que comenzaba a salirse de control, cuando de pronto, las puertas se abrieron dándole paso a un nuevo grupo, este eran las fuerzas especiales, un escuadrón de choque entrenado para matar, el que disparo dardos de somnífero a una docena de felinos al azar.

E inmediatamente al ver que los felinos no amotinados, pero sí ocasionando un alboroto innecesario se habían calmado un poco volvieron a disparar, pero esta vez cilindros con gas lacrimógeno que los asfixio de momento.

Tygus sostuvo a Bengalí, Ocelote cubrió su boca y nariz con su brazo, los dos tigres con parte de la bata que el felino de pelaje azul portaba, a todos ellos le tocaría un castigo ejemplar, horas en aislamiento, pero al menos el tigre blanco no estaba muerto.

Sin embargo, de pronto, Tygus sintió terror porque no era Leo quien llegaba a su rescate como lo supuso, sino un gigante de ojos rojos que brillaban en medio del humo, resplandeciendo en la oscuridad, cuya expresión no alcanzaba a ver, pero sabía que pronto los temidos rayos morados los calcinarían.

— Capitán Tygus…

Tygus trago saliva, petrificándose un solo instante, escuchando como los soldados de choque, el grupo especial de Lord Mum-Ra para casos como esos, comenzaba a llevarse a los felinos uno por uno, separándolo de Bengalí, así como de Torr, dejándolo sólo ante la presencia de la criatura.

— Parece que últimamente no haces más que participar en desafortunados malentendidos.

¿Malentendidos?

Se pregunto al principio sin saber de que hablaba la criatura, que se detuvo a unos metros de distancia, observándolo fijamente, Tygus no supo que decir, suponiendo que hablaba del interrogatorio de Leo y ahora, de su pelea en la cafetería, la que no se podía considerar un motín.

— Mi señor, le aseguro que mi lealtad nunca ha estado en juego y que si fui interrogado fue culpa de ese león, tal vez quería que usted pensara que yo no lo valoro lo suficiente.

Pronuncio de pronto, colocando una rodilla en el suelo, usando la postura con la cual debían saludar a la criatura, cubriendo apenas su boca del letal humo de aquellas granadas, sintiendo ardor en sus ojos, como su garganta se cerraba ligeramente, evitándole respirar con facilidad.

— Lo sé, Leo parece estar celoso de tu futuro en esta nave y tiene razón Tygus, cuando él deje de servirme para mis propósitos, tú tomaras su lugar.

Tygus se forzó a sonreír, como si creyera que ese futuro fuera mucho mejor que su presente, sintiendo como la mano de la criatura se posaba en su cabeza, acariciándola igual como lo hacían con sus monturas, unos animales azules que utilizaban en ciertas ocasiones durante sus misiones en planetas poco hostiles.

El capitán cerrando los ojos comenzó a restregar su cabeza contra su mano, escuchando como la criatura se reía entre dientes, haciéndose a un lado para mostrarle la salida, ya estaba dispuesto a dejarlo salir de aquella toxica nube de humo.

— He seguido tu progreso muy de cerca cachorro y estoy complacido.

Tygus asintió, agachándose de nuevo, pero la criatura lo detuvo con un solo dedo, el índice, con el cual guio su rostro hacia el suyo, para admirarlo por algunos instantes, para después alejarse caminando con un sonido pesado que retumbo en su pecho.

— Asegúrate de que curen tus heridas, después ven a verme, Tygus.

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Algunos años habían pasado y Tygra se sentía cómodo en el castillo, Thundera era hermosa, el clima templado, el sol calentando sus pelajes, flores de múltiples colores adornando los jardines, cada uno más hermoso que él anterior.

Ni siquiera Lion-O con su infantil manera de seguirlo, porque él ya era casi un adulto de unos diez años para sus jóvenes ojos con aro de color dorado, no tenía porque perder el tiempo cuidando a su hermano adoptivo, al pequeño león que no alcanzaba a verlo cuando usaba el don de sus ancestros.

Por eso, cuando se alejo de su hermano menor, caminando de puntitas primero para después saltar en dirección de los jardines de rosas amarillas, los que estaban rodeados por una barda de color azul turquesa, con finos grabados dorados con algunas piedras preciosas incrustadas en las paredes simulando collares o alguna pieza de filigrana que bien podría portar un felino de ser un collar y no un adorno, los que según decían fueron hechos como regalo de bodas del primer gobernante de Thundera a su amor.

Tygra no creía en esa historia, aun así no quería jugar con Lion-O en ese momento y utilizando su agilidad comenzó a escalar la barda con demasiada facilidad, encontrando del otro lado un jardín inmenso con maleza creciendo por todas partes, conquistando lo que podría ser una de las más hermosas instalaciones de todo el castillo.

— ¡Vaya!

Exclamo corriendo en dirección de la fuente que aun muerta, con las plantas cubriéndola siguiendo patrones al azar, le pareció hermosa, con cuatro estatuas de animales de diferente raza elevando las manos hacia el cielo como si estuvieran orando.

La fuente era el final de una calzada de mármol de color azul con incrustaciones doradas en ella, la que iba al interior de lo que parecía ser un templo, tal vez una mansión escondida entre los jardines del palacio.

Tygra camino varios pasos más y se detuvo antes de ingresar en aquella morada, en donde pudo ver una tumba, un sarcófago con algunas incrustaciones de colores vivos, letras escritas en el viejo lenguaje de los suyos, el que su amigo imaginario leyó para él.

“Aquí yacen los amantes”

Dijo la voz que cada día parecía más débil, la sombra mucho más oscura, pero seguía con él, a su lado, guiándolo en el castillo, junto a Jaga y Claudius, aun su hermano, tal vez porque ya no estaba asustado, seguro que el afecto, o la admiración que mostraba el rey de Thundera era autentica.

Tygra siguió caminando, deteniéndose cuando vio la monumental estatua de un león con melena completa, estaba vestido con una armadura casi idéntica a la de su padre, parecía que ese era el primer rey de Thundera, el que apenas podía ver a causa de las ventanas tapiadas, como si trataran de esconder esa estatua junto a ese jardín.

A su lado había otra estatua, al principio creyó que se trataba de una leona con cabello corto, pero no, al acercarse un poco más vio que se trataba de un varón, un tigre, el que vestía algo parecido a una túnica, no una armadura como el rey de Thundera, sus ojos de color dorado, con una expresión serena.

— Tygus.

Leyó en voz alta caminando en dirección de la otra estatua cuyos ojos azules eran piedras preciosas, por lo cual el dorado de la estatua del tigre debía ser oro, ese altar era extraño, pensó.

— Leo.

Era el primer rey de Thundera, pero quien era el otro, se pregunto mesando su cabello, seguro que debía ser su mano derecha, no su amor, como decían las historias que a veces las nodrizas contaban con una expresión casi perdida, casi como si se tratara de un cuento de hadas hecho realidad, deseosas de tener aquella suerte.

Que de pronto, el futuro rey de un imperio poderoso se enamorara de ellas para llevarlas al paraíso, construirles un jardín de ensueño, un castillo donde pudieran criar a sus descendientes, estar juntos hasta el día de su muerte.

— ¡Tygra!

Aquella voz, ese era Lion-O, el pequeño león le había seguido hasta ese jardín, por lo que inmediatamente salió a su encuentro, no quería que viera aquellas estatuas, no era correcto que entraran en ese jardín, su padre se los había prohibido.

— ¿Por qué no dejas de seguirme?

Lion-O al verlo rodeo su cintura con ambos brazos, como si quisiera fundirse en su cuerpo, mirándolo con esos expresivos ojos azules, esa sonrisa que le hacía sentirse culpable cuando se alejaba.

— Estaba preocupado.

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Habían pasado algunos meses, Tygus había visitado a la criatura para recibir la orden de ser adiestrado en viejas costumbres de la criatura, algunas de ellas le figuraban bailes y otras tantas eran para que las aves que de pronto se volvieron sus tutores, buscaran algunos ropajes que combinaran con su piel.

Telas preciosas, maquillaje, joyas, instrumentos que le hacían sentir enfermo, suponiendo con temor que Lord Mum-Ra ya no estaba dispuesto a esperar por más tiempo, o tal vez, se preparaba para el día en que por fin encontraran la última piedra de guerra, de esa forma ya no tendrían que perder más tiempo.

A esa hora Tygus siempre visitaba el comedor para recoger sus alimentos, le gustaba comer junto a sus soldados, creyendo que así se creaban lazos irrompibles, como la lealtad o la confianza y trataba de esquivar a su comandante, quien seguramente trataría de saber que le había dicho la criatura, porque lo mando llamar.

Bengalí siempre se sentaba solo en las mesas, comía su comida tan rápido como podía y se marchaba, ese día no era diferente, pudo notar Tygus, quien veía como de vez en cuando, el oficial medico le observaba de reojo, como si no quisiera que se diera cuenta.

— Bengalí, ven y siéntate a mi lado.

El tigre blanco por un momento parecía sorprendido, sin embargo, obedeció sin decir nada, sentándose enfrente suyo, su mirada fija en su plato, sus ojos eran azules, su pelaje blanco con algunas tonalidades del color de sus ojos, con rayas negras como las suyas.

— ¿Por qué nunca comes con tus camaradas?

La respuesta era sencilla, todos los tigres pensaban que se trataba de un soldado inferior, el albinismo era sumamente indeseable en su clan, quien siempre buscaba la perfección racial, encontrando obscenas las uniones entre dos felinos de diferentes razas.

— Los dos sabemos la razón, capitán, soy un albino.

Tygus asintió respirando hondo, alimentándose con sus raciones proteínicas, necesitaba toda la fuerza que tenía para su siguiente misión, una especialmente larga en uno de los planetas exteriores de la galaxia en la que habían incursionado.

— ¿Por qué me ayudo?

Esta vez era el turno de Bengalí para realizar una pregunta, Tygus observo en todas direcciones antes de abrir su uniforme, mostrándole la mordida, un vistazo rápido que logro sorprender al felino de pelaje blanco.

— ¿Una mordida?

Tygus asintió, percibiendo el momento en que la mente de Bengalí comenzó a moverse, suponía que debía estar avergonzado al mostrar una marca que definitivamente solo una hembra tendría, así como que no deseaba mencionar el nombre de su atacante, alguien con un poder superior al suyo, puesto que de esa forma no pudo hacer nada en represalia, sólo guardar su humillación en silencio.

— Pero no fue solo por mi ayuda, ambos somos tigres, debemos protegernos entre nosotros…

Tygus no dijo nada, ni mostro su sorpresa cuando Bengalí tomo sus manos entre las suyas, llevando su frente a estas, como si hubiera esperado toda su vida para hacer eso, un gesto de camaradería que solo se usaba con un familiar, alguien que compartiera tu código genético, los tigres no se tocaban entre ellos, a menos que fueran hermanos o compañeros.

— Yo se que tu eres una buena persona, Tygus, siempre lo he sabido.

Bengalí de pronto lo soltó, sonrojándose inmediatamente, él era uno de los últimos eslabones de la cadena de mando de su clan, era incorrecto que tuviera tantas familiaridades con él.

— Y puedo borrarla sin decirle a nadie, mis labios estarán sellados.

Tygus negó aquello con un movimiento de su cabeza, no podía dejar que borraran la marca de su humillación, al comandante le gustaba verla, sin embargo, Bengalí rascándose la barbilla, ideo otra forma de hacerlo, ronroneando como si le hubieran ofrecido un pescado fresco.

— Ya sé que hacer.

Bengalí modificaría la huella que los dientes de aquel felino salvaje habían dejado en su cuello, haciéndole verse como una marca de una herida de guerra, el resultado de una pelea más que de un encuentro de pasión, así Tygus podría dejar de vendar su cuello y de ser necesario, mostrar su herida al perpetrador.

— ¿Cómo podre pagártelo?

Pregunto, levantándose de su asiento, colocando su mano derecha en el hombro del tigre blanco, quien le sonrió simplemente, parecía como si hubiera esperado aquella reunión desde hacía mucho tiempo.

— No tienes nada que pagarme, en cualquier caso, ya estamos iguales.

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Después de algunos años, Tygra no había visitado el jardín de la pareja real nunca más, ahora tenía quince años y su amigo imaginario no era más que un recuerdo, producto de un mal sueño, o eso le dijo Jaga, cuando decidieron curarlo de sus terrores nocturnos.

Que en realidad no eran terrores nocturnos sino recuerdos de una vida pasada, de si mismo viviendo en un lugar extraño, paredes metálicas, grilletes invisibles en sus muñecas y un león siguiéndolo a cualquier lado, buscándolo con la misma intensidad con la que lo hacía un monstruo en un cuento para niños.

Imágenes que no eran importantes, pero aun así, de todas formas él sabía cómo disparar, como ocultar su don, que hacer para escapar de sus maestros, de Grune y de Panthro, en especial de su hermano menor, quien ahora con doce años de edad, seguía todos sus pasos pero ya no con admiración, sino tratando de ser como él, imitándolo cada instante.

Tygra aun gustaba de la soledad y de caminar en los jardines, sin embargo, con su nuevo puesto en la guardia de Thundera no quería defraudar a su padre, Claudius, quien lo admiraba, el que decía a su primogénito, a su único hijo que debería ser un poco más como él.

A sus quince años era un muchacho hermoso, su pelaje tenía una tonalidad dorada, como el aro de sus ojos, el que crecía con cada día que pasaba, pero nunca llegaría a cubrir toda su pupila.

Era alto, delgado y grácil, la clase de belleza que poseían todos los de su raza, sus rayas contrastando graciosamente con su pelaje, encendiendo el deseo en el corazón de más de uno, el primero un general de cabello negro que no debería desear a un muchacho tan joven, un tigre dientes de sable que amaba al príncipe, su maestro, quien pronto saldría en una larga misión y esperaba que Claudius cumpliera su único deseo, no en ese momento, pero si, si acaso llegaban con aquello que le habían solicitado, las piedras que amplificaban el poder de la espada del augurio.

El otro era demasiado joven para comprender la clase de afecto que iba creciendo en su pecho y en su alma, el respeto incondicional que su hermano mayor había forjado para su joven mente, sus ojos dorados cuando le sonreía solo a él hacían que su corazón se acelerada, su sonrisa que perdiera cualquier clase de compostura.

Lion-O aun era demasiado joven para darse cuenta de que amaba demasiado a su hermano mayor, quien acababa de terminar su turno y se había detenido a conversar con una chica bastante hermosa, una cheetah de cabello rubio, quien lo despidió emocionada, ingresando a los cuartos de entrenamiento de los clérigos, en donde Jaga la esperaba para continuar con su enseñanza.

Tygra al verlo comenzó a correr, pero fue interceptado por Grune, quien llamo el nombre de su hermano en voz alta, sosteniendo una pulsera en sus enormes manos, la que le enseño al joven príncipe, era un regalo de despedida, para que no se olvidara de él durante su ausencia.

Lion-O se detuvo en seco, sin saber qué hacer, mordiéndose él labio para poco después, cuando el general se despidió, correr hacia su hermano, quien lo recibió con los brazos abiertos, rodeándolo con ellos, sonriéndole como todas las tardes lo hacía, el sol iluminando su pelaje, pintándolo de un suave rojizo.

— Hola, leoncito.

Pronuncio alborotando su cabello con la mano derecha, para después seguir caminando en dirección del castillo, su brazo rodeando el hombro del menor, mirándolo de reojo cuando el pequeño león siguió aferrado a su cintura.

— Te extrañe mucho, lo sabes verdad.

Tygra asintió, su hermano siempre pronunciaba las mismas palabras, durante los últimos meses en los cuales realizaba su tarea con demasiada seriedad, sonriendo cuando el menor comenzó a ronronear, soltándose de pronto para mostrarle lo que le había enseñado su padre.

— Eso es… realmente impresionante.

Susurro, llenando al menor de orgullo, quien corrió de regreso para tomarlo del brazo, también quería mostrarle un jardín nuevo, el que apenas había encontrado, siendo el mismo que Tygra ya conocía, en el cual ingresaron en silencio, su hermano mostrándole las estatuas, maravillado con ellas.

— Las ves, así seremos alguna vez tu y yo, él rey de Thundera y su Tyaty.

Tygra asintió, en más de una ocasión le habían dicho que sería el Tyaty, pero no creía que todos los reyes de Thundera tuvieran uno, Claudius no lo tuvo, ni su padre, ni el padre de su padre.

Parecía que el don de caminar por ambos mundos estaba perdiéndose, siendo el suyo un milagro aun para los suyos, un regalo especial del universo, como decían sus nodrizas, porque su madre no sobrevivió al parto.

—Tú y yo, para siempre…

Lion-O asintió como si escuchara el sonido de otra voz hablándole al oído, o hubiera tomado una decisión que cambiaria sus vidas para siempre, de la clase que se tomaba al calor del momento.

— Como debe ser.

Tygra le miro de reojo, algo serio, haciendo que Lion-O se sintiera nervioso de momento.

— ¿Estás hablando en serio?

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— ¿De qué estás hablando?

Pregunto el capitán Tygus, observando de pies a cabeza al tigre albino, casi como si se hubiera vuelto loco, tratando de llevar sus dedos a la cicatriz recién modificada, recibiendo un quinto manotazo del menor, que comenzaba a exasperarse al mismo tiempo que sus anteojos, con aquella luz, parecían opacos, de un blanco reluciente.

— ¡No estoy mintiendo Capitán, se lo juro!

Tygus negó aquello con un movimiento de su cabeza, sin creer lo que escuchaba, era simplemente imposible que ambos compartieran el mismo código genético, al menos el de uno de sus padres.

— ¿Desde hace cuanto tiempo lo sabes?

Pregunto, revisando de nuevo el archivo generado por una de las computadoras, un análisis completo, un informe detallando cuáles eran sus características, en donde se diferenciaban, porque debían ser hermanos.

— Unos años, no es que lo aceche o algo parecido.

Respondió Bengalí quitándose los lentes que usaba, su vista no le imposibilitaba salir al frente, pero por alguna razón que no alcanzaba a comprender, Tigris, su padre, arreglo su futuro para que nunca estuviera en peligro, tal vez, no era tan cruel como pensaban.

— ¿Cómo lo descubriste?

Tygus abandono el dispositivo electrónico en una mesa, aun estaba sentado en una de las camillas, su cuello lucia una horrible cicatriz, pero ya no podía distinguirse la mordida de Leo, probablemente su comandante enfurecería por ello.

— ¿Revisaste mi historial genético?

Si Bengalí podía realizar ese análisis, probablemente Leo también lo haría, dejándolo al descubierto delante de ese león, no había nada que pudiera ocultarle, sin embargo, Bengalí se sentó a su lado, respirando hondo.

— No, el mío, quería saber quién era mi padre, a quien culpar por el color de mi piel y vi el nombre de Tigris.

El pelaje blanco en un tigre era hermoso pero indeseable, se creía que podían nacer ciegos o sordos, tener desventajas físicas que no podrían reparar, o que su señor haría que destruyeran al cachorro defectuoso, por esa razón, eran tan raros los especímenes como Bengalí, que solamente tenían pelaje blanco.

— Hice un rápido análisis en los bancos genéticos y vi que tuvo otro hijo.

No decían que era su hijo, sino el de Tykus, un soldado de una generación anterior a la de su padre, uno de los ancianos, quien a su vez, entreno en persona al capitán, alejándolo de las miradas curiosas.

— El DNA concordaba, lo busque y vi que era usted.

Había sido demasiado fácil en realidad pensó Bengalí, algo nervioso, no creía que Tygus llegara a molestarse con él por husmear su historial, pero no sabía como tomaría el hecho de que su padre no era Tykus, sino Tigris, un miembro valioso de su clan que fue asesinado a sangre fría por una sombra sin rostro, dejándolos solos sin nadie que los respaldara en el clan, uno de sus cachorros un albino, el otro un psíquico, ambos estaban malditos a su manera.

— ¿Cuándo me lo dirías?

Tygus quería saber toda la información antes de dar un veredicto, aunque de todas formas ya estaba tomado, los suyos nunca se daban la espalda, mucho menos si compartían la sangre y este era el caso.

— Nunca, pero paso lo de la cafetería y creo que no le molestara saber que compartimos el mismo padre.

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— Claro que si, tu y yo somos hermanos, leoncito.

Pronuncio Tygra, alborotando la melena del menor con una gran sonrisa, alejándose de aquella sala, buscando a su padre, ambos tenían grandes noticias que darle.

— Siempre estaremos juntos.


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