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Sombras del pasado. por Seiken

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Capítulo 7.

Amigo o enemigo.

– Muy bien, iremos por él, lo sacaremos del castillo y tú me ayudaras con un pequeño favor que te pediré después.

Tygra asintió, sin importarle que tuviera que hacer protegería a su hermano, logrando que aquel guerrero con una extraña mascara sonriera, asintiendo, esa era la clase de actitud que le gustaba en un Tyaty, que su lealtad estuviera enfocada en su señor, no que se le enfrentara a cada momento, pero de esa forma no sería tan divertido.

– ¿Donde esta Lion-O?

El enmascarado lo sabía muy bien, lo más seguro era que estaba a punto de ser ejecutado, pero no lo harían en esa sala del trono, sino en alguna plaza pública en donde podrían demostrar su cobardía, como se escondió antes de salvar a su pueblo, ese tigre dientes de sable era demasiado astuto, pero un traidor, y el problema con ellos siempre radicaba en que nunca sabías en que momento te venderían al mejor postor.

— Tienen a tu hermano y a la espada.

Respondió la sombra de ojos rojos, sin ver al hombre vestido de negro que estaba a lado del cachorro, quien le miro con terror, imaginándose lo peor, aunque ya era un hombre adulto, para ambos guerreros su actitud les recordaba mucho más a la de un niño.

— ¿Qué haremos?

Le pregunto, sin preocuparse que le pensara un demente o quisiera seguir sus corazonadas, el soldado vestido de negro al ver que observaba algo a su derecha sonrió, estirando su mano para buscar aquello que estaba oculto ante su mirada, pero no la del joven tigre.

— Te ayudare a salvar a tu hermano y al clérigo con manchas, si eso es lo que deseas.

Su respuesta llamo la atención de la sombra, quien observo a su amigo con una interrogación en su rostro, preguntándose quien era y porque usaba ese extraño uniforme para la clase de vestimenta que usaban en ese momento los de su raza, pero mucho más importante aún, porque estaba dispuesto a brindarle ayuda al joven Tyaty.

— Pero tendrás que seguirme en silencio.

Tygra asintió, ignorándolo por unos instantes, ya que no le quedaba otra alternativa, sin embargo, la sombra siguió a su conexión con el plano de los vivos, todo ese tiempo la energía que desprendía ese extraño individuo le hacía recordar el pasado, tal vez, su voz le sería familiar también, de poder escucharla sin la distorsión del casco que cubría su rostro.

—No te fíes de nadie, cachorro, la gente miente con demasiada facilidad y no creo que este caso sea diferente.

Tygra asintió, llamando la atención del enmascarado, que siguió su camino como si no supiera que algo estaba susurrando en su oído, un ente con mucho poder de convencimiento, un espectro o un fantasma, algo que caminaba entre la vida y la muerte, vivo, pero sin cuerpo en el cual moverse.

— Esto se está poniendo emocionante, no lo crees príncipe.

Tygra no encontraba nada de aquella situación interesante, mucho menos emocionante, pero no lo dijo, escuchando como el desconocido palmeaba sus manos, como si estuviera emocionado, una actitud hasta cierto punto infantil, que le hizo sentir un escalofríos.

— Es tan divertido como en los viejos tiempos.

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Como se lo hubiera prometido el comandante, Leo se limitó a dormir a su lado, rodeando su cuerpo con delicadeza, pegándose a su espalda para admirar su perfume natural, pero no hizo nada más, ni lo beso, ni lo toco de ninguna manera, lo único que deseaba era estar a su lado.

Y esa ternura incomprensible le atemorizo mucho más que cualquier otro acto, porque eso significaba que Leo esperaba que se rindiera, poseerlo como su premio al finalizar una ambiciosa campaña por el control de todo lo que alguna vez fue de su amo.

Sus soldados, sus flotas, sus planetas, su diversión, su Tyaty, lo deseaba todo para él y pensaba de alguna forma descabellada que Leo se alzaría triunfante, porque todos le subestimaron desde un principio.

Era débil, era pequeño y estaba solo, pero aun así, ahora se trataba del león supremo, cuya bondad mantuvo vivos a sus hermanos, los leones que le observaban como si quisieran destruirlo, tal vez como un mensaje para el que se decía su compañero.

Quien de verdad sería su compañero si no hacía nada para evitarlo se dijo, pensando que ellos también lo subestimaron, creyendo que podrían convencerlo presentándole algo que deseaba pero era él, Leo, quien espero que la mosca fuera a la telaraña.

Usando su paciencia, su astucia, para convencerlos de que le estaban obligando a realizar cualquier clase de acto en contra de su voluntad, pero no, ellos únicamente fueron engañados, Leo sabía lo que estaba haciendo, por lo que se preguntaba si acaso no se imaginaba que trataría de escapar y esperaba el momento en que buscara su protección, conociendo muy bien que la criatura no soportaría la tentación de corromperlo.

Alimentarse de su dolor o de su miedo, quebrando su espíritu, porque no había nada especial en el que no fuera su don, él no era su padre y la criatura por el momento no confiaba en él, pero si en Leo.

Quien le observaba en las sombras recorriendo su torso con delicadeza, ronroneando, disfrutando de su frustración, imaginando sus pensamientos y como estos le hacían pensar que tarde o temprano tendría que cumplir su promesa.

Razón suficiente por la cual no le atacaba, podía esperar, porque se entregaría a él de alguna u otra forma.

— Duerme Tygus.

Pero Tygus sabía que no podría dormir en sus brazos ahora que comenzaba a comprender la verdad, que no había forma de escapar de Leo, quien cerró los ojos, durmiendo casi enseguida, recargando su rostro en su hombro demasiado complacido con su presencia en su cama.

Soñando con su victoria, con su castillo y su compañero, su amado tigre de precioso pelaje, cuerpo perfecto, mirada dorada, así como una gentileza que le hacía pensar que aún existían felinos amables en aquella tumba.

El único que deseaba proteger, por el cual había modificado todo su ser, para convertirse en un compañero perfecto a pesar de su precarias condiciones de nacimiento, su visible inferioridad, que había sido reparada, aunque de todas formas era un león pequeño, delgado y enfermizo para los suyos, o al menos fue muy enfermizo cuando su padre estaba vivo, después de sus mejoras dejo de serlo.

Aunque su debilidad genética estaba visible en su apariencia, como la superioridad de su tigre podía verse en su cuerpo, en su estatura, en su belleza y en sus habilidades, era el mejor de los tigres, por lo tanto, merecía a un compañero que fuera digno de su linaje.

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Grune regreso a sus salas matrimoniales, en donde esperaba encontrar a Tygra en su habitación, para darle la gran noticia, su hermano sería ejecutado en la plaza pública como el traidor que siempre había sido.

— Mi príncipe.

Pero su príncipe ya no estaba presente y en vez de eso, había una habitación vacía con un pasadizo que nunca había visto en los planos que sustrajo de las propias narices del crédulo Claudius.

— ¿Quién demonios te soltó?

Grune de pronto vio una marca en la pared que pensaba ya había visto antes, eso era un sello rojo, parecido al de su señor, pero con cabezas felinas en vez de serpientes, una aberrante mezcla de la luna roja con los extraños leones furiosos.

— No puede ser…

Ese símbolo le había visto antes, era el del intruso de la sala del trono, el que mato a varios de los guardias de elite y clérigos, quien estaba sentado en el trono como si se tratase del señor de Thundera, observando a Claudius con visible desdén, o al menos, eso era lo que denotaba su rostro cubierto por un casco negro como el que nunca había visto antes.

— No te llevaras a mi príncipe.

Susurro, siguiendo el pasadizo creyendo que solamente de esa forma lograría hallar a quien se llevó a su dulce príncipe, al mismo tiempo que ese felino vestido de negro le señalaba al joven príncipe que se detuviera, dándole unos binoculares que estaban colgados de su cinto.

Eran lentes de visión nocturna, por los cuales podía ver como amarraban a Cheetara y a Lion-O a dos postes en medio de la plaza pública, la que estaba rodeada por varios de los felinos que sobrevivieron a la masacre, quienes les veían con miedo, como si ellos fueran los causantes de su caída.

La sombra de ojos rojos apretó los dientes, gruñendo por lo bajo, estaba seguro que Tygra no sobreviviría, por lo cual, trataba de pensar porque razón un soldado como ese, el que parecia sabía exactamente lo que estaba haciendo ponía en peligro al tigre, quien a pesar de su entrenamiento no estaba listo para realizar un movimiento como ese.

— No sobrevivirás.

Le advirtió, haciendo que Tygra le hiciera caso, mirándolo en las sombras, sus ojos brillando en el plano astral, estaba a punto de decirle que él no podía evitar que salvara a su hermano, pero la sombra supuso que había una forma, sólo que le cansaría demasiado, ya no podría estar despierto por más tiempo.

— Pero yo sí, cachorro, por favor, déjame ocupar tu cuerpo de momento, yo te salvare y protegeré a esos dos.

Tygra no tenía por qué desconfiar de sus palabras por lo que solo asintió, permitiéndole usar su cuerpo para poder salvar a su testarudo leoncito, sintiendo la energía de la sombra del pasado traspasarlo, usarlo como una herramienta.

— ¿Estas bien príncipe Tygra?

El soldado sin nombre reconocería aquella expresión en cualquier lado y sonriendo, pensó para sí mismo, que era como en los buenos viejos tiempos, esa misión sería realmente divertida.

— Esto es tan divertido…

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Leo desayunaba en sus habitaciones, recordaba la noche que compartió con su tigre algunos meses atrás y algunas otras más, la forma en que su cuerpo se amoldaba al suyo, la sutileza de su respiración, su calor, la forma en que se aferró a su pecho cuando parecia que sufría de un mal sueño, haciéndolo sentir como todo un felino, poderoso, alguien digno de seguir.

— Alguien ha estado husmeando en tus archivos y como lo pensaste, se trata de ese tigre tuyo.

Tygus cortaba un trozo de carne cuando escucho aquellas palabras, deteniéndose de pronto, observando a la mujer con visible sorpresa y algo de aprensión, Leo asintió, no esperaba menos de su compañero, en realidad, de no haber buscado información valiosa como esa de un rival, adversario, aliado y compañero, se habría sentido defraudado.

— ¿No ves que estamos desayunando Sesha?

Ella apretó los dientes, esperaba que aquella noticia hiciera que se molestara, no que le sirviera un poco más de aquella dulce fruta de azúcar, la que Tygus acepto, preguntándose qué pasaba por la mente de Leo.

Porque estaba tan calmado, demasiado tranquilo si tomaban en cuenta que reviso su historial genético, que Bengalí le ayudo a leerlo, haciéndole una lista de las modificaciones que Leo realizo en sus genes y que significaban para el futuro de su linaje.

Las que no implicaban ningún cambio hereditario, de alguna forma estaba limpio y cualquier clase de “desventaja genética” había sido cubierta por lo que se hizo, era el trabajo de un demente o un genio, Tygus pensaba que Leo era ambas cosas.

— Y si mal no recuerdo, te dije que no te quería merodeando cuando mi tigre estuviera en mis habitaciones, quien sabe, podríamos estar realizando actos de lujuria indescriptibles.

Leo alejo el plato de pronto, mirándolo fijamente, para ese momento Tygus comprendía que su aliado no estaba dispuesto a tomarle, no hasta que tuvieran la victoria entre sus manos, mostrándole la clase de poder que tenía en su destino.

— ¿Estas conforme con la información que recibiste?

Tygus abandono su plato, respirando hondo, para después cruzar sus brazos delante de su pecho, preguntándose qué podía decirle y si la información que tenía en sus manos era útil, o en todo caso, cuanto de eso fue un regalo de su compañero.

— Es interesante.

Leo comenzó a reírse al escuchar esa respuesta, era más que suficiente para él la forma en que Tygus parecia nervioso, sin saber que decirle y se sirvió un poco más de leche, al mismo tiempo que Tygus se acercaba a su compañero para ofrecerle de la fruta de azúcar, la que acepto con un ligero ronroneo.

— El no es ningún tonto Sesha, sabe de qué lado le conviene estar, a él y a los suyos, espero que tú también lo comprendas, porque me partiría el corazón si tuviera que matarte.

Sesha asintió, alejándose con un paso controlado, dejándolos a solas, Tygus se tensó de pronto, preguntándose si a solas Leo se comportaría de la misma forma calmada, o estallaría.

— Ella te odia Tygus y creo que desea matarte.

Pronuncio de pronto sentándolo en sus piernas, posando sus manos en sus muslos, los que comenzó a recorrer con delicadeza, como si estuviera pensando en qué hacer con la última pareja de su padre.

Haciendo que Tygus sintiera piedad por ella, no creía que su vida después de aquel momento fuera a ser larga o plena, porque si algo había visto de este joven león era que se deshacía de la competencia y para él, su segunda al mando, deseaba ser quien dominara a los leones, ella era un obstáculo.

— Tampoco le gusta nuestra alianza e intentara matarte para mandar un mensaje, quiere demostrar que es mucho más fuerte que yo, pero eso no es así, mi tigre, nada pasa en esta nave sin que yo lo sepa, de eso puedes estar seguro.

Tygus trago un poco de saliva, separándose de su compañero, quien beso su mano antes de dejarlo partir, suponía que ya era hora de que visitara a la criatura, otro más de los que sufrirían su venganza cuando tuviera la última piedra en sus manos, aquel que llamaban el ojo del augurio, el máximo poder, aquella que dominaba a las demás.

— Debes tener cuidado.

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Los felinos se movieron con destreza, sin pronunciar ninguna clase de sonido, avanzando con calma entre los gatos que dormían aterrados, rodeados de lagartos perezosos, la criatura oculta en alguna parte de ese palacio.

Tygra se movía con una belleza heredada de los suyos, movimientos sinuosos, sus ojos fijos en cada recóndito espacio, deteniéndose para romperle el cuello a cada lagarto con el que se encontraba.

El soldado sin rostro avanzando detrás de él, una sonrisa dibujándose en sus labios, seguro de que ese ya no era el príncipe de antaño, algo o alguien le señalaba el camino, tal vez usándolo como herramienta y no sería la primera vez en su larga vida en la cual presenciaba ese acto.

Algunos le llamaban posesión, los elefantes decían que se trataba de los caminos del plano astral, él solo creía que se trataba de una hermosa coincidencia, una vuelta del destino.

Tygra se detuvo junto a Lion-O para cortar sus ataduras, al mismo tiempo que el encapuchado se encargaba de cortar las del clérigo, sintiendo de pronto los brazos del joven príncipe rodear su cuello, sobresaltando a la figura que le utilizaba de momento, la que se alejó de pronto.

El encapuchado enfureció al ver esa reacción, mucho más cuando Tygra lo rodeo con los brazos, reaccionando como pensaba que el príncipe lo haría, relamiéndose los labios al ver que Lion-O sonreía, aliviado al ver que estaba presente, sano, seguro, la clase de mirada inocente que jamás pudo ver en el otro león.

Sin embargo, como si la traición siempre fuera parte de su destino el encapuchado disparo al cielo llamando la atención de todos los presentes, aun la criatura decadente que abrió los ojos, escuchando ese reto.

— ¡Sal de tu escondite maldita bestia!

De pronto, el soldado vestido de negro volvió a dispararle a la estatua del antiguo monarca, la que comenzó a desmoronarse, cayendo a pedazos, gigantescas piezas de piedra que iban quebrándose con estruendosos estallidos dejando que unos rayos de luz que eran expedidos desde su interior iluminaran esa plaza.

— Así que una criatura tan patética como tú sigue con vida, Leo.

Leo comenzó a reírse, quitándose el casco, para después sostener a Tygra del cabello para besar su mejilla, cortando su mano derecha sin cuidado alguno, escuchando un grito de dolor.

— Regrésame a mi Tygus y yo te daré tu espada.

La criatura guardo silencio por algunos minutos, para después asentir, Leo siempre había sido muy astuto, un felino tan inteligente que había logrado derrocarlo, pero estaba obsesionado de su Tyaty, el heredero de su joya.

— Trato hecho cachorro.

Eso era lo que esperaba escuchar se dijo Leo, sintiendo el puñetazo de su sucesor impactándose contra su mejilla, derribándolo al mismo tiempo que le observaba fijamente, sus ojos azules brillando en la oscuridad, furioso.

— Tygra.

Pronuncio Cheetara, al ver que Tygra de pronto sujetaba su cabeza, cayendo al suelo cuando la sombra se desvaneció al no poder mantenerse despierta por más tiempo en el plano de los vivos.

— ¿Qué paso?

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Tygus corría deprisa, seguido de varios leones, tres de ellos eran los felinos que siempre estaban presentes cuando visitaba a Leo, el cuarto era la misma Sesha, quien les ordenaba que no le dejaran ir, que debían fracturar la alianza de los leones y los tigres, de la mayor parte de los felinos que actuaban debajo de la bandera de la raza favorita de su señor.

Ellos eran hermanos de su autonombrado compañero, todos ellos nacidos de la leona llamada Sesha, una mujer poderosa, que utilizaba su lazo con el antiguo león supremo para gobernar a los suyos, a los que no estaban de acuerdo con la relación que se había forjado entre dos machos de dos especies diferentes, ya que de ser ambos leones, no habría conflicto alguno.

Tygus había usado su don con la mayor parte de los leones que le atacaron, pero esos cuatro eran mucho más fuertes, tal vez como Leo se hicieron alguna clase de modificación genética o en todo caso, de alguna forma habían aprendido a resistir los golpes psíquicos de otras especies.

O simplemente podría estar cansado, ellos sabían en donde y cuando atacarlo, después de sus lecciones, de su entrenamiento militar y una tormentosa visita a la sala de la criatura, la que le dejo demasiado debilitado.

E intento buscar un lugar seguro lejos de Leo, demasiado cercano a los hangares y a los reactores, en donde buscaba la forma de regresar con los suyos, esquivando los no tan certeros disparos de los otros felinos.

— Deja de correr, al final, tu muerte será piadosa.

No estaba preparado para morir, se dijo contando las balas que tenía en su arma, eran tres, suficientes para los jóvenes leones que le perseguían, por lo cual, ideando una forma de llamar su atención, hizo que le siguieran hasta los reactores, justo donde encontró a Leo esa primera vez, preguntándose donde estaba el obsesivo león que dejaba que su supuesto compañero corriera peligro, no era que lo necesitara para defenderse, pero si se preguntaba qué tan ciertas eran sus palabras, cuando decía que él sabía todo cuanto ocurría en la nave tumba.

El primero de los jóvenes leones cayó con una bala atravesando su frente, al mismo tiempo que disparaba en su contra una ráfaga de balas que destruyo una de las tuberías, la que separo a los dos leones machos restantes.

— Gas venenoso.

Susurro, alejándose de aquel cuarto justo a tiempo para evitar quedar encerrado en la toxica tubería, caminando en la única dirección disponibles, esquivando apenas otro disparo, respondiendo con uno en el cuello de un león y después otro en la mano de su atacante, quedándose sin balas.

Dejándolo a él contra dos leones, uno macho y la mujer llamada Sesha, quien sería relativamente más fácil, o eso suponía, ya que de pronto un león, el último le propino un codazo en la espalda, así como una patada en las rodillas, derribándolo al suelo, pero no por suficiente tiempo.

Tygus respondió con un rápido movimiento en el tobillo del joven león, usando su tacón, para después levantarse de un salto y comenzar a atacar al último de los hermanos de Leo, quien respondió con su fuerza leonina, peleando con él, utilizando movimientos certeros pero algo torpes, resistiendo cada uno de sus golpes.

En una pelea cuerpo a cuerpo, estaban iguales, pero eso fue hasta que Sesha le disparo por la espalda, dándole en el hombro, escuchando su maldición con una sonrisa satisfecha, al mismo tiempo que el último de sus hijos le derribaba, relamiéndose los labios cuando pensó que ya habían terminado con la tarea.

— Estas acabado Tygus, dejaremos tu cuerpo como un recordatorio para todos los leones de porque los tigres y nosotros no debemos mezclarnos.

Sin embargo, de pronto escucharon un disparo, un tercer bando o un cuarto integrante de aquella pelea había ingresado a ella, hiriendo al último hijo de Sesha y único contendiente por el dominio del clan en la cabeza, matándolo sin piedad alguna.

— ¿Por qué no entienden?

Sesha abandono a Tygus para correr a lado de su hijo, abrazándolo con ternura, furiosa por la nueva perdida, preguntándose qué pasaría en ese momento que habían fallado, Leo estaba armado, con esa sonrisa infantil que helaba la sangre de cualquiera.

— ¿Por qué no comprenden que yo, el insignificante Leo, soy el amo del clan y que sus vidas están en mis manos?

Leo se acercó a Sesha, pero no disparo, en vez de eso le ofreció una mano a Tygus, quien no la acepto, preguntándose qué estaba haciendo, porque no le ayudo antes y que tan lejos estaba dispuesto a llegar para obtener otra de sus pequeñas victorias.

— Lo siento Tygus, pero debía matar a estos cuatro con una excusa lo suficiente buena, por ejemplo, tratar de asesinar a mi socio, estas malherido, Sesha fue la instigadora, si los asesino será en defensa propia.

Tygus gruño por lo bajo, observando a Leo de pies a cabeza, preguntándose qué clase de persona era que permitía que su propia sangre cayera en las manos de un enemigo, pero no solamente eso, que lo ponía a él en peligro para poder actuar como le complacía.

— Eres un bastardo.

Pronuncio Tygus, apretando los dientes, logrando que Sesha se riera de Leo, ya había rechazado su mano, le había insultado, era obvio que no le amaba y ahora, después de conocer sus verdaderos colores, estaba segura que ya nunca le amaría.

— Y por este tigre nos has traicionado, por este amante de caninos.

Leo no dijo nada, pero Sesha se levantó, abandonando el cuerpo del último cachorro de Claudius en el suelo, esperando destruir la confianza de su verdugo en ese tigre, quien se preguntaba de que hablaba ahora esa leona.

— Estoy segura que solo te está manipulando, solo eres un pigmeo, un enano y ese chacal es sin duda todo un espécimen.

¿Chacal?

Estaba hablando de Shen, su buen amigo, quien le ayudaba a entrenar durante horas, para después ayudarle a curar de sus heridas, todo eso bajo la mirada vigilante de su padre.

— Estoy segura que la pureza que te ha prometido ya se la entrego y escapara con él cuándo tenga la oportunidad, porque a ti…

De pronto Tygus tomó el arma de fuego del último hermano de Leo, para dispararle a Sesha antes de que siguiera hablando, por un momento pensó en dispararle a su cómplice, pero dejó caer el arma, pensando que tal vez su compañero escucharía las mentiras de aquella leona.

— Lo has hecho bien Tygus, ella no era más que un estorbo para mis planes.

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Al ver el rostro del nuevo traidor, Lion-O apenas pudo creerlo, eran idénticos, justo como dos gotas de agua, como verse en un espejo, sin embargo, este era mayor, un poco más alto y con un cuerpo mucho más desarrollado.

La criatura se acercó a Leo para constatar que el felino traicionero seguía con vida por alguna clase de fuerza desconocida, seguía siendo patético, su cabello largo, parecido más al de una mujer, sus ojos azules fríos como su corazón.

Su expresión era sin duda la de un demente o la de un hombre que piensa que sabe con quién está compitiendo y se cree superior, su armadura negra era una del pasado, o eso podría pensar si alguna vez le hubiera visto, pero esta era tecnología nueva, creada por los animales que no eran más que esclavos.

Un acto en contra de todo lo sagrado, una blasfemia que no sería perdonada, cuando la criatura observo al príncipe se dio cuenta que eran idénticos, a excepción de un detalle, este era su carencia de malicia o astucia.

— Cuando esto termine te hare pagar muy caro todos tus insultos, Leo.

Leo se encogió de hombros, complacido con aquella molestia en la criatura, nunca pudo restregarle su victoria en el pasado y ahora en el futuro, disfrutaría de su humillación cada día por el resto de su vida, el de la criatura por supuesto, en esta ocasión le destruiría.

— Cuando esto termine tu tendrás tu espada y yo a mi compañero, pero antes de eso tendremos que soportarnos, porque no te permito que lastimes a esos tres, los dos príncipes mimados y la chica bonita.

Nadie le ordenaba a Mumm-Ra el inmortal que hacer, mucho menos ese infeliz sin cualquier clase de don, que solo estaba vivo porque él en persona le tuvo piedad, ya que su padre, el poderoso Claudius, quiso matarlo antes de que supiera que su hijo seleccionado con la mejor hembra de los leones, era un pequeño pigmeo.

— Te has vuelto muy débil, Leo, la inmortalidad no le queda a los de tu especie.

Leo supuso que así era, pero tampoco a la especie de Mumm-Ra, su decadencia era una prueba más que suficiente de eso, de su debilidad y de su estupidez, porque aun en ese momento no se imaginaba que había esperado por su regreso durante todo ese tiempo, para poder destruirlo de una buena vez por todas.

— No hablemos de debilidades Lord Mumm-Ra, porque usted debe recordar que tan fácil me fue traicionarlo y yo diría, que llegado el momento, podría derrotarlo de nuevo.

La seguridad de Leo era sin duda molesta, tanto que por un momento se preguntó porque no destruía a esta infeliz criatura.

— El ojo de Thundera solo me sirve a mí, a mi linaje, a mi legado, como el hermoso Tyaty que usted educo, entreno y pulió, me sirvió a mí.

La criatura apretó los dientes, para después darle la espalda, alejándose lentamente para ingresar a una de las máquinas de guerra, al mismo tiempo que Leo llamaba a través de un dispositivo en su muñeca su vehículo.

— Síganme, esto cada vez se pone más interesante.

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Los cuatro estaban muertos, Sesha y sus tres cachorros, al fin el poder del clan de los leones era todo suyo, no más dudas, no más rebeliones, no más insubordinaciones, ya nadie volvería a dudar de su poder, tal vez de su puesto o de su fortaleza, pero no de su gobierno, porque eso significaba que perderían la vida como su madre y sus tres hermanos lo hicieron.

Tampoco podían levantar una sola mano en contra de su hermoso tigre, porque si lo hacían, simplemente los mataría, pero ese chacal, ese tal Shen le ponía nervioso, era el amigo de su amante, su compañero de entrenamiento, pero nada más.

Al menos no en la mente de su tigre, para quien hasta hacía pocos meses, tal vez un año a lo mucho, le era imposible imaginarse una relación entre dos hombres como ellos, porque le enseñaron que solamente debían tener sexo para preservar su linaje, un acto frio, sin amor ni fuego, sin apreciar la clase de deseo que el sentía por su adorado tigre.

El que deseaba hablar con él, una vez que su hermano atendió sus heridas, cada una de ellas, borrando las cicatrices para que la criatura no comprendiera nada de lo ocurrido, si llegaba a ver un poco de su piel desnuda.

Sin embargo, necesitaba conversar con ese chacal por el bienestar de su salud mental, los celos, después de todo, eran un arma muy poderosa y Sesha había logrado su objetivo al hacerle dudar de la fidelidad de su compañero.

— ¿Sabes lo que significa Tygus para mí?

Shen no respondió en un principio, sin embargo, sonriéndole con esa expresión de superioridad se cruzó de brazos, Tygus le había dicho algunas cosas, Tykus también lo hizo, pero este león era mucho más dominante de lo que pudo imaginarlo.

— Un trofeo.

Esa respuesta logro que Leo frunciera el ceño, molesto, eso era una mentira, para el Tygus era su mundo, su compañero, su amado tigre que le acompañaría cuando lograra cumplir cada uno de sus sueños.

— Es mi amado, Tygus es mi pilar y no perdonare que cualquiera lo aparte de mí, por lo que te lo advierto Shen, aléjate de mi compañero.

Su compañero, Shen estaba seguro que aquella palabra no significaba lo que pensaba ese león, no era su propiedad y de tener los medios, cuando fueran libres, evitaría que lo lastimara, le ofrecería a su amigo un lugar donde guarecerse, los sacrificios que estaba realizando eran demasiado grandes para dejarle solo en su destino.

— Tygus me ha dicho mucho de ti, piensa que eres un guerrero poderoso y un felino astuto, aunque yo no considero eso como un alago.

Leo asintió, ese canino era valiente, pero no creía que se atreviera a interponerse en su camino, por lo que le dejo salir, haciéndole una señal a Panthera, cruzando sus brazos, pensando que ya era momento de ver a su tigre de nuevo, debían conversar de algunos asuntos importantes.

— Dile a mi compañero que ya puedo verlo Panthera.

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Leo camino hasta la mitad de la plaza en donde yacían los pedazos destrozados de su efigie, una bastante bonita, pero demasiado melodramática si se lo preguntaban, en su interior había unas instalaciones que mantenían la única razón por la cual visitaba Thundera cada dos cientos años, abandonando su cámara de animación suspendida, para verificar si había algún representante del don de la raza de los tigres con fuerza suficiente para reparar el daño que le hizo en el pasado.

En medio de la luz había un féretro, en el un cuerpo, este era su mayor tesoro, al que se acercó con lentitud, limpiando el cristal empañado con la palma de su mano, descubriendo un rostro hermoso.

Una belleza dormida en un estado de animación suspendida que según decían las máquinas, se trataba de la forma de viajar de una civilización mucho más antigua que Mumm-Ra, que había mantenido a su amado compañero en perfecto estado cuando ingreso en ese coma.

Guardando su espíritu en el plano astral, ocultándose de él por alguna razón que no acababa de comprender, pero al fin, después de toda esa espera, estaba seguro que su Tygus regresaría a sus brazos.

La criatura se acercó con un paso muy lento, observando lo mismo que Leo, con una diferencia, él podía ver los hilos de aquella fuerza psíquica aferrarse a su cuerpo mortal, los que iban directamente al joven príncipe, algo de su sangre era de su Tyaty, de su Tigris, como ese mocoso casi muerto era la sangre de su amado gatito, por lo tanto su remplazo.

— Necesitamos la sangre de ese cachorro, no demasiada, apenas unas gotas.

Lion-O trato de defender a su hermano, al mismo tiempo que Grune rugía, al ver que ese intruso deseaba lastimar a su joven príncipe, sin embargo, Leo al ver que deseaban interponerse en su camino, sostuvo a Tygra de la muñeca, jalándolo en su dirección, apuntándole de pronto con un arma de fuego.

— No quiero más estupideces cachorros, yo sé qué es lo que estoy haciendo.

Inmediatamente la criatura sostuvo la mano de Tygra, al mismo tiempo que la capsula se iba abriendo con un silbido mecánico que jamás habían escuchado, pero a Leo le pareció dulce.

— ¡Si lastimas a mi hermano te lo hare pagar!

Pero antes de que pudiera pronunciar aquellas palabras, cortaron la mano de Tygra con un movimiento certero, un corte pequeño, demasiado delgado, del cual brotaron algunas cuantas gotas de sangre que bañaron el rostro del otro tigre, su amigo imaginario de ojos rojos.

— ¿Con eso es suficiente?

Pregunto Leo, observando que la criatura elevaba sus brazos convocando el poder de los cuatro espíritus del mal, pronunciando un extraño cantico incomprensible, como su poder en el cielo se manifestaba juntando nubes negras como la noche, abriendo una puerta en el plano astral, obligando al espíritu a regresar a su viejo cuerpo.

— Lo es, el cachorro es poderoso.

De pronto los hilos dorados de energía vital que lo ataban al plano astral, comenzaron a llamar a la persona dormida en el féretro, el alma que había buscado refugio en el otro lado, haciéndole regresar, desprenderse del cuerpo del tigre joven, que iba perdiendo la consciencia, desvaneciéndose en los brazos de su hermano.

— Los dos son poderosos.

Pronuncio la criatura, observando como los ojos dorados se abrían, como si solo hubiera dormido por unas cuantas horas, confundido y cansado, sosteniéndose de los costados de la capsula ovalada cuando de pronto se sentó, casi como si apenas hubiera despertado de un extraño sueño.

— Tygus.

Un susurro anhelante, emocionado y jubiloso lo despertó de su ensoñación para toparse con unos ojos azules, tan hermosos como el cielo e igual de imponentes.

— Leo…

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Este capítulo está dedicado a todas las hermosas personas que me han dejado algún comentario, ustedes me animan a seguir escribiendo estas locuras.

Pero en especial a Yuriko Hime por ser su cumpleaños este mes, muchas felicidades.


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