Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Pero siempre tendremos París por Marbius

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

12.- Confesiones II.

 

—¿Estoy ebrio? Uhm, claro que estoy ebrio —afirmó Gustav, muchas horas después de que por decisión unánime él y Georg se hubieran lanzado a un segundo round con la juega más impresionante jamás vista por la humanidad hasta ese punto—. Sí… ebrio… muy… ebrio… tan… ebrio…

Tendidos de espaldas en las tumbonas de la terraza, seguían tan desnudos como en un inicio, pero hacía ya horas atrás que ese no tan pequeño detalle desapareció de su lista de hechos relevantes, porque desnudos se habían puesto a cantar en karaoke, desnudos bailaron desde salsa, break dance, ballet y hasta una mala imitación de danza irlandesa, y desnudos continuaron bebiendo cada gota de alcohol dentro del chalet hasta que todas las botellas quedaron vacías rodando por el suelo y ellos al borde del coma etílico.

Definitivamente, no la mejor de sus ideas, aunque si corrían con suerte (según la perspectiva sobre la que observaran su panorama a corto plazo) la resaca les sería leve y Denis no los encontraría ahí tostándose al sol cuando volviera por ellos al mediodía, lo que ocurriría en más o menos seis o siete horas, si es que la la franja rosácea con tintes naranjas que se vislumbraba en el horizonte y que estaban presenciando era un indicio del cual se podían fiar.

—Vamos a lamentarnos tanto esta borrachera —masculló Georg, las manos entrelazadas sobre su vientre y relajado. Ebrio sin lugar a dudas, pero tan tranquilo como si en lugar de varias botellasde vino sólo se hubiera bebido un par de cervezas.

Gustav en cambio hacía rato que había superado su propia marca personal, y después de vomitar un par de veces en el baño de abajo, se había atiborrado de agua con la esperanza de enmendarse un poco con su cuerpo. Esa era su más sincera carta de disculpa, aunque se presentía que no le iba a ayudar de mucho cuando le tocara ponerse sobre sus dos pies y andar erguido.

—Nunca había bebido tanto como ahora —dijo el baterista, cubriéndose los ojos con un brazo y sintiendo que la tumbona estaba atornillada a uno de esos juegos de feria que daban vueltas… y vueltas… y más vueltas. Si no se cuidaba, iba a volver a vomitar y no sería una vista agradable.

—¿Seguro? Porque recuerdo una ocasión durante el Humanoid Tour en que te atiborraste de tequila barato y despertaste en el baño del autobús. Con los pantalones en los tobillos. Y para más inri, con la secadora de Bill en la mano.

—Oh, bueno… He tenido mis malas borracheras como todo mundo. Ni siquiera yo soy infalible, y si a esas vamos, te voy a sacar a colación esa vez en que nos fumamos el churro de maría de Tom y acabamos en la cama.

—No, Gus. No acabamos en la cama —corrigió Georg con acritud—, tú acabaste en mi cabello, y eso fue en los sillones de la sala de medios, así que de cama nada.

—Ya, pero esos son tecnicismos —bromeó éste, recuperándose lo suficiente de su mareo como para descubrirse los ojos. Bajando ambos pies de la tumbona al piso, su sentido del equilibrio mejoró drásticamente, y eso le sirvió para continuar—. Es raro, ¿no?

—¿El qué? —Inquirió Georg, precavido.

—Lo que pasó entre nosotros dos y que no afectara en lo absoluto nuestra amistad. Hay amigos que en una noche de copas cometen alguna locura. Se besan y yo no sé qué tanto más, y no vuelven a dirigirse la palabra jamás, y eso que en nuestro caso no fue un simple beso lo que pasó…

—Deja te recuerdo que nunca nos besamos —dijo Georg—. Y si no llegó a mayores es porque estamos juntos en una banda, y no valía la pena hacer escándalo por algo que nos costaría toda nuestro carrera.

—Oh, vamos, que no fue eso —chinchó Gustav—. Podría haberte metido la lengua hasta las amígdalas e igual no habría cambiado nada entre los dos. Si lo que ocurrió aquel día no nos afectó fue porque lo racionalizamos como una de esas estupideces que hacen los borrachos y ya. No había sentimientos para ofender de por medio.

Georg bufó. —Gus, cállate. En serio.

—¿Qué? —Bufoneó éste con desfachatez—. Después de todo este tiempo me vas a desmentir, ¿es eso?

—¡Y qué si lo hiciera, uh! —Gruñó Georg, a duras penas levantándose de su tumbona y sentandose—. Porque… porque… —El pecho de Georg se expandió con cada respiración, y al final lo que salió de sus labios resultó ser la epítome de sus más grandes miedos, una confesión a lo que por tantos años había mantenido a escondidas en lo más profundo de su alma—. Que de tu parte no hubiera habido sentimientos no tiene por qué significar que en mi caso fuera igual.

Gustav frunció el ceño, esforzándose por procesar todo el mensaje que le cayó de golpe como un monolito de una tonelada, pero a la vez sufriendo de una severo caso de estática mental. En el sitio donde los pensamientos se formaban, había un ruido atroz y ondas de interferencia que le impedían coordinar su mente con la boca, y el resultado se hizo notar.

—Uhm… —Fue lo único que logró articular luego de un largo minuto en que Georg no parpadeó mientras lo miraba fijamente, y eso bastó para romper el hechizo que se había cernido sobre ambos.

—Vaya… —Musitó Georg, la mandíbula inferior echada al frente y el mentón contraido en un rictus.

—Georg…

El bajista giró el rostro y se cubrió los ojos con el dorso de su mano.

—Georg… —Volvió a insistir Gustav, que pesar de encontrarse obnibulado por el alcohol y torpe de reacciones, también era consciente de que acababa de lastimarlo de manera irremediable.

Impulsándose con los brazos, Gustav logró sentarse, y ello implicó que su cabeza pesara diez veces su tamaño y la pérdida de balance se acentuara. A pesar de ello, se esforzó por aclararse lo más rápido que estuviera en su poder, porque si estaban por tener una conversación que sacudiría hasta los cimientos de su amistad con Georg, tenía que dar lo mejor de sí para rescatar lo más posible.

—¿Sabes qué? —Lo sorprendió Georg de pronto con una voz fría y grandes acopios de resignación—. No me importa. Con mi suerte es probable que mañana no recuerdes nada y yo tampoco, así que da igual si te digo que para mí esa vez lo significó todo.

Gustav se quedó mudo, con la lengua pegada al paladar y un océano tormentoso rugiendo en sus oídos.

—Y ya está… Mi gran secreto, la razón de por qué tantas cosas son como son entre tú y yo. E interprétalo como quieras, a mí me da lo mismo.

—Georg… —Repitió Gustav una tercera vez, los ojos picándole con un llanto que no sabía asociar a ninguna emoción que hubiera experimentado antes.

—Es muy tarde y estamos muy ebrios para esta conversación, Gus —dijo Georg—, y es probable que una vez que estés en tus cinco sentidos quieras retrasarla todo lo que puedas, así que no te lo voy a reprochar si mañana finges que no recuerdas nada. Todo estará bien, y seguiremos con nuestras vidas como nada hubiera pasado, ¿ok?

—Y… ¿eso es todo? —Farfulló Gustav cuando Georg se puso en pie, y con piernas temblorosas, enfiló en dirección a la planta inferior—. ¿Sueltas la bomba y te vas sin más? ¡No me jodas, Georg, no me jodas!

Pero Georg era de opinión contraría, y siguió adelante hasta desaparecer escaleras abajo.

Atrás quedó Gustav, azorado y con la boca entreabierta por lo rápido que habían rodado ambos cuesta abajo y terminado en tragedia. Una a una las palabras de Georg resonaron en su interior, y las que más perdudaron acabaron por ser las que no se llegaron a pronunciar en voz alta. En ese silencio pendió una declaración de amor que Gustav jamás habría imaginado recibir, y por lo tanto, una de la que jamás imaginó tener que dar respuesta.

Doblado en dos y con la cabeza apoyada sobre sus manos, Gustav presenció el amanecer de un domingo fúnebre que no le hacía justicia a sus sentimientos con su esplendoroso cielo despejado y un sol que le hirió los ojos hasta hacerlo lagrimear. O eso se repitió él mientras luchaba por no perder la compostura.

Al final, la necesidad ganó al orgullo, y con una congoja que superaba a la de días atrás con Bianca, Gustav rompió a llorar.

 

/*/*/*/*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).