Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los Lobos de Baskerville por R13

[Reviews - 27]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

El doctor lentamente gana la confianza del omega y Sherlock toma un muy necesario baño.

El cuarto lentamente se volvió más oscuro mientras la noche caía.

 

John Watson podía escuchar su estómago rugir de hambre, pero lo ignoró. Se sentó apoyado contra el calentador. Sus ojos seguían cada movimiento del omega al otro lado del cuarto.

 

No estaba seguro de cuánto tiempo exactamente llevaba sentado ahí. Todo lo que sabía era que el omega estaba lentamente, lentamente comenzando a confiar en él.

 

El hombre delgado continuaba mirando hacia él con ojos grandes y preocupados, pero ya no se detenía cada vez que él se movía por la habitación. John lo había estado observando desde horas, hasta este momento. A pesar de que estaba casi totalmente oscuro en la habitación, podía ver que el omega tenía severas heridas y varias contusiones. Estaba terriblemente desnutrido. Sin embargo, John sabía que la comida de la señora Hudson estaba ayudando al omega a ponerse saludable. La casera parecía el tipo de persona enfermera.

 

Su pierna izquierda estaba comenzando a sentir calambres e hizo una mueca “Joder.” Murmuró por lo bajo.

 

El omega escuchó el sonido, levantó la cabeza en un movimiento rápido, John se preocupó de que se hubiera lastimado el cuello.

 

“No, no pasa nada, solo mi pierna. Perdón por haberte espantado.” Dijo John en voz baja.

 

El omega le dio una mirada sospechosa. Los ojos claros casi parecían estudiar todo el cuerpo de John. Lo hacía sentir un poco incómodo. Sentía que el omega casi podía ver dentro de su mente.

 

Hubo un golpe en la puerta, seguido por la voz de la señora Hudson. El omega hizo un pequeño sonido de pánico y se retiró a una de las esquinas más oscuras de la habitación. John se levantó lentamente y cojeó hasta la puerta. Deseaba haber llevado su bastón con él.

 

Cuando abrió la puerta, la señora Hudson lo recibió con una cálida sonrisa y una gran bandeja de comida humeante y caliente. El olor le hacía agua la boca.

 

Le entregó la bandeja a John. “Solo para aclarar, no soy su criada.” Le dijo a él “Pero pensé en traerte a usted y a él un poco de comida. Pensé: el doctor ha estado ahí toda la tarde, no ha tenido tiempo de hacer comida para él. Eso sí, la próxima vez tendrá que hacer su propia comida.”

 

“Lo tendré en mente.” Contestó John, sentía que podía abrazar a la mujer. “Gracias por la comida.”

 

Ella le sonrió y bajo las escaleras de nuevo.

 

John volvió a entrar a la habitación con la bandeja de comida. Con cuidado cojeó hasta su lugar a un lado del calentador. Ahí, puso su bandeja en el suelo y comenzó a poner comida en uno de los platos.

 

El omega, que todavía seguía en su rincón oscuro, también olió la comida. Lento salió de su escondite. John señaló el plato vacío y la comida y sonrió. El omega no parecía que confiara en él por completo, pero incluso John podía escuchar su estómago gruñir.

 

“Ven.” Dijo John en su tono más amable, “Come. No te lastimaré, lo juro.” Siguió repitiendo sus palabras y convencido, el omega comenzó a acercarse más y más. Eventualmente, el hombre delgado se sentó del lado opuesto de la bandeja. Con sus largos dedos, empezó a poner la comida en su plato sin mirar a John a los ojos.

 

La señora Hudson había puesto un par de velas en la bandeja y John silenciosamente daba gracias a eso. Las velas traían la luz necesaria a la habitación. Finalmente era capaz de ver a su paciente con algún tipo de luz. Estaba sorprendido por lo joven que era el omega una vez lo miró de cerca. …l probablemente estaba en sus veinte años, supuso John.  Había algunas erupciones extrañas en los brazos del hombre y entonces John creyó poder ver las cicatrices de inyecciones. Maldijo en silencio. Cicatrices de inyecciones lo que usualmente significaba drogas. Drogas significaba adicción. Y adicción significaba pasar por la abstinencia una vez que el suministro de drogas se agota. Si ese era el caso, John y el omega estarían en eso por un par de semanas.

 

El joven no parecía tener fiebre o estar enfermo del estómago, eso le daba a John un poco de esperanza. Tal vez las drogas habían estado fuera de su sistema durante bastante tiempo hasta ahora.

 

Los dos hombres comieron en silencio. John trató de descubrir cada herida y hematoma en el cuerpo del omega. ¿Quién sabía cuento tiempo estaría sentado el omega tan cerca de él? Ahora era su oportunidad para en realidad hacer alguna examinación.

 

El omega mantuvo sus ojos en el plato y en el suelo. Toda su postura parecía gritar sumisión. John aun podía oler el miedo venir de su pálida piel.

 

En realidad quería ver esos ojos azules de nuevo.

 

“¿Tienes un nombre?” preguntó suavemente.

 

El joven lo miró, rápidamente desvió la mirada hacia el suelo.

 

Ninguna respuesta vino de sus labios.

 

“Mi nombre es John Watson. Soy doctor.” Dijo John tratando de mirar al otro hombre a los ojos.

 

El omega trató de mirar a todos lados menos al doctor.

 

Aun sin respuesta.

 

John sonrió. En realidad no esperaba que el omega hablara.

 

“Está bien, no tienes que hablar si no quieres.”

 

Puso su plato vacío en la bandeja y suspiró.

 

“Espero que me entiendas.” Le dijo al omega. “Porque quiero ayudarte. Me trajeron aquí para atender tus heridas. Para ayudarte a sanar.”

 

Los ojos azules debajo de las cejas oscuras tenían una mirada concentrada en él. Parecía que el hombre estaba tratando de escuchar. Eso le dio a John algo de esperanza.

 

“Voy a ir a mi cuarto ahora, entonces tu y yo podremos dormir. Mañana regresaré.”

 

Con esas palabras, el doctor se levantó cuidadosamente. Dejó la bandeja en el suelo, así el omega podría comer más si tenía más hambre.

 

Dos ojos preocupados lo siguieron todo su camino hasta la puerta.

 

 

Cuando el doctor llegó hasta su propio dormitorio y cerró la puerta, soltó una sarta de maldiciones.

 

Se quitó su chaqueta y se cambió por sus pijamas. Con un cansado suspiro se acostó en la cama que era sorprendentemente suave y cómoda.

 

De pronto todo estuvo claro para él, este misterioso señor Holmes le había ofrecido este trabajo a él. Alfas y omegas tenían cierta reacción entre sí. Ya podía sentirlo pasar. Había estado tratando que el omega confiara en él toda la tarde, para hacerlo sentir seguro y querido. Y sabía lo herido y traumatizado que estaba el omega, estaba dejándolo ver. John sabía que solo había un grupo de alfas médicos en la Gran Bretaña. Muchos de ellos sirviendo al ejército. Los alfas necesitaban acción, presión y situaciones peligrosas. Las clínicas civiles no podían ofrecer eso. La vida de civil usualmente no podía ofrecer eso.

 

Ahora que lo pensaba, él podía ser el único médico alfa disponible. Estaba comenzando a sentirse utilizado. Holmes lo había manipulado. Le había hecho literalmente una oferta que sabía que no podría rechazar, incluso si quería.

 

El llamado de un omega era demasiado fuerte como para rechazarlo.

 

Bueno, se había metido en cierta situación. No tenía ni idea de cómo iniciar el tratamiento del omega. Holmes no le había dicho que tan terrible era el estado en el que se encontraba el omega, o qué era lo que le había sucedido. Por su puesto que no lo hizo. Y John no había preguntado por ello.

 

Le llevó un tiempo a John poder conciliar el sueño. Constantemente su mente se encontraba vagando de vuelta al omega. Pensaba en el delgado, casi desnudo hombre estando completamente solo y vulnerable. Su lobo interior aullaba ante la idea y quería levantarse a abrazar al omega. Racionalmente sabía que abrazarse no era una de las opciones para esta situación.

 

Con un gruñido consiguió hacer que su lobo se callara. Gimió de frustración y trató de encontrar una posición cómoda para dormir. Su pierna estaba molestándole y se juró que mañana tomaría su bastón con él. Al final John cayó dormido un par de horas antes del amanecer.

 

Los siguientes días el doctor y el omega establecieron una rutina. John se levantaba, tomaba una ducha y llevaba una bandeja con el desayuno al cuarto del omega. Comían juntos. Después de eso, John se sentaba ahí por horas.

 

Eventualmente la señora Hudson llegaba con el té o el almuerzo. A pesar de que constantemente, decía no ser la criada, se comportaba como tal. Cada vez que le juraba a John que sería la última vez nunca lo era. A John le agradaba.

 

En la mañana del cuarto día, John alcanzó un gran avance.

 

El omega había dejado que John lo tocara.

 

Acababan de terminar el almuerzo. Normalmente el omega se retiraba a uno de los rincones y veía a John desde la distancia. Esta vez, se quedó en donde estaba. Era como si de repente hubiese tomado la decisión de que podía confiar en el doctor.

 

John lo había notado el día anterior. El omega ya no tenía miedo de él. Se había acostumbrado a John y su ir y venir. El doctor estaba muy contento por esto.

 

El omega se quedó muy quieto. Estudió a John con sus ojos claros. A pesar de que no se atrevía a mirar a John directamente a los ojos, John a veces atrapaba al omega observando su rostro.

 

El hombre mayor quería poner a prueba sus límites. Se acercó al omega. El omega no se movió ni una pulgada. Se quedó en donde estaba y ni siquiera se tensó.

 

Esto animó a John a dar un paso más allá. Lentamente levantó su brazo. Hizo una seña para mostrarle al omega lo que estaba a punto de hacer, por lo que tenía la oportunidad de irse si así lo quería.

 

Entonces, todo de repente, se encontró tocando la fría piel del brazo destapado. Aunque el omega estaba preparado, le dio John una mirada de sorpresa. No de miedo. Solo de shock.

 

“¿Me permitirías examinar tus heridas?” preguntó el doctor.

 

Se quedó mirando al omega por algún tipo de respuesta.

 

Entonces, muy lentamente, el omega asintió.

 

John le dio una cálida sonrisa.

 

“Prometo que seré cuidadoso, creó que puede doler aquí y ahí.” El omega asintió de nuevo. Parecía entender lo que se necesitaba hacerse.

 

John dejó al omega y cuidadosamente abrió las cortinas. Le explicó al omega que para examinar, necesitaba la luz. El omega no se veía feliz con eso, pero dejó que el alfa abriera las cortinas de dos ventanas.

 

El doctor llamó al omega para que fuera hacia él. El más joven lento se movió hacia la luz. Claramente había pasado un largo tiempo desde que había visto la luz solar. Puso una de sus manos en frente de sus ojos para protegerlos.

 

John se acercó al omega, de nuevo siendo lo más cuidadoso posible.

 

Tocó los hombros del hombre para hacerle saber que empezaría la examinación.

 

Su alfa se dio cuenta de que el omega se movía ante el toque y luego hizo un sonido de felicidad.

 

Le tomó un tiempo John examinar al hombre correctamente.

 

Estaba feliz de ver que no había daños graves. La mayoría de las heridas ya habían comenzado a sanar. Algunos de los moretones estaban lentamente tornándose verdes y amarillos.

 

Con un gesto enojado, el doctor se dio cuenta de que el joven tenía moretones alrededor del cuello, como si alguien hubiera tratado de estrangularlo. También tenía una mejor vista de las cicatrices de inyecciones. Parecían viejas, más viejas que cualquiera de los demás moretones. Más tarde, no se sorprendió cuando encontró el mismo tipo de cicatrices entre algunos dedos de los pies y manos. Los signos reveladores de uso de drogas. El omega lucía avergonzado de sus heridas. Trataba de ocultar su rostro cada vez que se encontraba con el de John.

 

Al final de la examinación, lo más grave que John había encontrado eran algunas costillas con moretones. Todavía sentía dolor en las costillas. El omega jadeaba de dolor cada vez que John tocaba una de ellas.

 

“Bueno.” Dijo John. “Considerando las circunstancias, te vez bastante saludable. Solo un par de costillas lastimadas. Nada que no se pueda curar por sí solo.”

 

Le sonrió al hombre más joven.

 

“Ahora, cambiando de tema. Necesitas un baño.”

 

Una expresión de pánico apareció en el rostro del hombre. John frunció el ceño.

 

“¿Puedes olerte? Creo que estarías mucho más contento cuando estés limpio.”

 

El omega no respondió. Tenía una mirada avergonzada. Cuando creyó que John no estaba viendo, se olió así mismo. Su nariz se arrugó.

 

“¿Quieres que te llene la bañera?” preguntó John con una sonrisa. El omega asintió con una postura de derrota.

 

Juntos caminaron hasta el baño. Ahí John llenó la bañera con agua y una buena cantidad de jabón. Se aseguró de que hubiera toallas disponibles y le señaló al omega el cepillo y la pasta de dientes.

 

“Todo tuyo.” Dijo mientras se dirigía a la puerta. Quería darle al menos un poco de privacidad al hombre más joven.

 

El omega se quitó la poca ropa y se metió en la bañera. Un sonido de emoción salió de su garganta cuando se hundió en el agua caliente y las burbujas.

 

“Solo remójate. Estaré en el otro cuarto.”

 

Se aseguró de que el omega no saliera de su baño, entonces cerró la puerta detrás de él.

 

Lo primero que hizo, fue ir a la habitación y buscar ropa. Después de un par de minutos, encontró un armario, lleno de lo que parecía ser ropa muy cara. Toda parecía ser más o menos del tamaño del omega. John tomó ropa interior limpia y un par de suaves pijamas.

 

Tocó la puerta del baño y escuchó un montón de agua salpicar en pánico. Cuando entró al baño desvió la mirada al suelo y señaló la ropa.

 

“Solo vine a traerte esto.”

 

El doctor tuvo la vista de un omega muy nervioso cuando cerró la puerta del baño otra vez.

 

Una hora más tarde, un omega limpio salió del baño.

 

Sin las capas de suciedad y el sudor, el joven hizo tenía una expresión casi humana.

 

John no podía evitar sonreír.

 

Por un breve momento, el omega estuvo parado a su altura completa, antes de volver de nuevo a su postura sumisa. John se dio cuenta de que el omega era al menos una cabeza más alto que él. Esto hizo a su lobo su lobo interior querer al omega aún más. En verdad esperaba que el omega no se hubiera dado cuenta de eso.

 

“¡El gran cambio que un baño puede hacer!” dijo el doctor con una voz amistosa.

 

El omega hizo una expresión facial que casi podía interpretarse como una sonrisa.

 

Fue hasta que la señora Hudson llamó a la puerta para traer su cena.

 

John esperaba a que el omega corriera a uno de sus rincones. No lo hizo. Parecía tener un poco de miedo, pero no se movió de su lugar. El doctor pensó que el omega estaba tratando de probar sus propios límites.

 

Tomó la bandeja con la comida de la señora Hudson y le dio las gracias. La casera le dio al omega una mirada curiosa y bajó las escaleras de nuevo.

 

Esta vez John no colocó la bandeja en el suelo. En su lugar, se acercó a una de las mesas cerca de las ventanas.

 

Pudo escuchar al omega seguirlo. Descalzo, con los pies un poco húmedos en el suelo de madera.

 

El médico se sentó en una de las sillas y le señaló al omega que sentara frente a él. Le dio una sonrisa tranquilizadora. El omega se demoró un poco. Sus ojos miraron a John, luego la silla y entonces de nuevo a John. Finalmente tomó una decisión y cuidadosamente se colocó en la silla. No parecía totalmente relajado pero tampoco parecía como si fuera a salir corriendo. John estaba bastante contento por eso.

 

Le entregó al omega un plato lleno con comida y una cálida sonrisa.

 

Hoy había sido un día de progreso y estaba orgulloso de su paciente.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).