Natural por Ojou_Sama_F

Los siguientes días, Skoll debía someterse a un aprendizaje extenuante, sobre las familias guardianas de los bosques. La fiesta se aproximaba y, mínimamente, debía conocer a los dirigentes y futuros líderes de las mismas; por ello, no podría quedarse con Nyrn en las noches, ya que algunas de ellas, tendría que desvelarse al lado de su padre, estudiando.
 
El ojirrojo pensó que el rubio se molestaría, pero al contrario, éste le dijo que lo entendía y que además, él también estaría ocupado buscando respuestas sobre algunas cosas importantes y quizá, no podrían verse hasta la siguiente luna llena. Skoll sintió que el piso se abría a sus pies, pues faltaban casi dos semanas para esa noche y, además, sería un día de ceremonia, por lo que tendría que ser después de realizar el ritual.
 
El ojiverde dijo que estaba plenamente consciente de ello, pero necesitaba que fuera de esa manera, ya que ocupaba poner en claro su mente y entender ciertas cosas que no tenían sentido para él, pero le dio indicaciones para que, cada día, le dejara algunos libros en la mesita de su habitación y, en las noches, él iría por ellos.
 
Durante tres días, el menor pasó tanto tiempo en la biblioteca, que iba a dormir, exactamente cuando el sol despuntaba y solo dormía un par de horas; tenía que aprender tantas cosas que no podía darse el lujo de desperdiciar tiempo. A pesar de que el niño hizo su mejor esfuerzo para conocer lo más que podía de los clanes, para su padre no parecía ser suficiente.
 
El ojirrojo se sentía cansado cuando los invitados empezaron a llegar al palacete, pero él no iba a moverse mucho, al menos no, hasta que todos los invitados estuvieran ahí. El albino estaba en el trono que ocupaba en el salón de fiestas más grande, pues no había solo visitantes extranjeros, sino de las villas cercanas; le presentaron al niño a cada uno, haciéndolos desfilar frente a él y, Skoll debía mantenerse sereno, tranquilo, con un porte impecable y la perfección de un verdadero sumo sacerdote, según su padre, haciendo solo un ademán con el rostro. Para dicha presentación, tuvo que purificarse y portar una de las túnicas más elaboradas que tenía; roja como las flores de sangre y bordada con hilos de oro.
 
Cuando todos fueron presentados, él, a pesar de ser el Sumo Sacerdote, siendo menor de edad y sin conocer mucho de política para centrarse en asuntos más complicados, debía departir con todos los invitados. Platicar con gente que no conocía se le hizo un trabajo demasiado complicado, pero agradeció que entre las mismas familias se interrumpieran y no tenía que pasar más de cinco minutos con cada persona.
 
Muchas jovencitas, no parientes directos de los clanes dirigentes, sino sobrinas o familiares políticas, se acercaban al ojirrojo, con claro interés de buscar un acercamiento, que las convirtiera en las posibles esposas del niño. Lamentablemente, no fueron las únicas en interesarse, aunque era bien sabido que las relaciones entre personas del mismo sexo eran aceptadas socialmente, sí estaban prohibidas para los sumos sacerdotes, pues eran quienes debían dejar descendencia; aún así muchos jóvenes se sintieron atraídos por la belleza de Skoll, incluso, algunos llegaron a mencionar que el peliblanco era mucho más hermoso que su desaparecida hermana, Seren.
 
Para el ritual, como siempre, el menor pasó horas en las rocas después de la ceremonia con los invitados presentes; pero la soledad lo acompañó hasta el ocaso. Si por él hubiese sido, se hubiera quedado ahí durante la noche y hubiera aprovechado para ir a buscar a Nyrn, pero, la deidad le había dicho que él lo buscaría y debía obedecer.
 
Al volver al palacio, aún tuvo que quedarse en la cena con los invitados, pero su mente no estaba ahí; extrañaba al rubio y no podía evitar demostrarlo en su actitud, tanto así que muchos presentes dijeron que su rostro tenía un aire melancólico, como si sufriera por amor. Bartod lo negó, diciendo que su hijo aun no tenía pareja, ni prometida, pero fue la primera vez que el peliazul empezó a ponerle atención a su hijo.
 
Al amanecer, el albino debía despedir a las familias que los habían acompañado, por tanto, apenas si pudo dormir, pero al despertar, encontró una delicada flor de sangre en su cama y un mensaje de parte de su deidad.
 
“Gracias por la ceremonia de ayer, disfruté mucho tus oraciones…”
 
Con esa simple nota, el ojirrojo sintió que el ánimo volvía; su vida le pertenecía a su Dios y, sabiendo que el otro, a pesar de que no estuviera a su lado lo escuchaba, era más que suficiente.
 
Cuando salió a despedir a los invitados, se miraba más animado y eso tampoco pasó desapercibido por su padre, quien escudriñó a todas las jovencitas y jóvenes que se despedían del peliblanco, esperando encontrar al causante de su buen humor, pero no hubo una reacción que lo delatara.
 
Los días para Skoll fueron igual que antes de conocer a Nyrn. Su tiempo se dividía entre los aprendizajes con su padre, tareas en el templo y los rituales en las rocas, pero había algo que lograba hacerlo feliz cada nuevo día; siempre, al despertar, descubría una flor de sangre en su cama, aunque muchas veces sin mensaje.
 
El día de la luna llena, Skoll estaba ansioso; en la mañana había recibido el mensaje del rubio, diciéndole que lo iría a buscar al ocaso, pues sabía que ese día, debía pasar toda la noche en las rocas sagradas. El ojirrojo portaba una de las túnicas más blancas que tenía, porque había solicitado esa en el templo, ya que en las indicaciones de Nyrn, le había dicho que lo quería vestido en ese color.
 
Una vez más, los sacerdotes lo dejaron solo, después de un rezo de varios minutos; su padre se había retirado mucho antes, pues ya no era el sumo sacerdote y nada tenía que hacer ahí.
 
El menor terminó su oración y se puso de pie, buscando con insistencia la luz delatora del arribo de su deidad; minutos después, las luciérnagas anunciaron la llegada del ojiverde. Skoll corrió hasta él, casi con desespero; todo ese tiempo sin ver a su Dios, le había supuesto un castigo mucho peor que los que recibía de su padre. Al menor le gustaba estar con el rubio así que, ya ansiaba volver a sentirlo cerca, especialmente sus besos y sin pensar, se lanzó contra él.
 
El ojiverde sonrió al ver llegar al menor hasta él y lo recibió con emoción; ambos habían sufrido ese distanciamiento, pero había sido necesario.
 
-Te extrañé – sonrió el mayor con anhelo, después de besar los labios del niño.
 
-Yo también, mi señor…
 
-Hoy quiero llevarte a un lugar especial – anunció.
 
-Estoy listo – sonrió el peliblanco.
 
-No puedes ir, si llevas esto – señaló el medallón que portaba el menor en su pecho.
 
-¿Por qué?
 
-Porque es mineral trabajado – las manos del rubio se movieron hasta quitar el pendiente – y, no puede llegar a dónde iremos…
 
-Entonces, debo dejarlo en un lugar seguro – el ojirrojo observó el collar, si algo le pasaba, su padre podría regañarlo.
 
-No te preocupes – el ojiverde sonrió y, dejó el medallón en la rama de un árbol – nada le va a pasar, vamos – dijo sin perder más tiempo.
 
Nyrn sujetó a Skoll y lo guió por el bosque como siempre, pero en esa ocasión, lo llevó hacia otro lugar. El camino cada vez era más difícil, las ramas de los árboles parecían no permitir el paso y solo se movían por indicaciones del mayor. Casi hora y media después de empezar el trayecto, llegaron a un árbol, el cual, estaba enraizado sobre una formación rocosa; lo curioso para el peliblanco, era la grieta en la roca.
 
-Vamos a entrar – anunció el rubio al estar frente a la misma.
 
-¿Es una cueva?
 
-Es más que una simple cueva – sonrió – aun falta recorrer un poco más de camino, pero de aquí en adelante, voy a cargarte…
 
-¿Por qué? – el ojirrojo estaba confundido.
 
-Porque no quiero que te pase nada…
 
 
* * *