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Natural por Ojou_Sama_F

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Notas del capitulo:

Es hora de conocer un poco más del pasado...

 

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El bosque era inmenso y nadie pasaba más allá de los límites. Las leyendas decían que dentro vivían seres misteriosos, quienes odiaban que los humanos hicieran daño a la naturaleza; pero en cambio, si la cuidaban, ellos los bendecían proveyendo cosechas abundantes, evitando sequías con lluvias contantes e incluso, bendiciendo los hogares. Por eso, los humanos, empezaron a venerarlos como dioses, creando templos y lugares de adoración, para entregarles ofrendas y recibir sus favores; algunos se quedaban a velar dichos lugares y evitar que las personas que no creyeran en esos seres, hicieran daños a los bosques. Fue cuando los primeros sacerdotes nacieron, siempre eran trece, uno por cada bosque en el mundo y recorrían los límites de los mismos que les tocaba custodiar, diariamente.
 
-Yo me quedaré esta luna llena – Joric, era el sacerdote más joven de los trece que cuidaban las piedras sagradas en el bosque, apenas tenía veintitrés años.
 
-De acuerdo – Benor, el mayor de todos ellos asintió – pero ten cuidado y recuerda, no entres al bosque en la noche, a pesar de la luz de la luna, puedes perderte – indicó para el rubio con seriedad.
 
-Lo sé, lo sé – asintió el ojiverde.
 
-Estoy hablando en serio, Joric – el pelinaranja suspiró – sabes que se escuchan cosas en la noche, cosas que pueden engañarte y, es mejor que lo ignores…
 
-Sí, ya lo sé – repitió con cansancio – no es la primera vez que me quedo, ¿recuerdas?
 
Sin ninguna otra objeción, los doce sacerdotes dejaron al menor y se retiraron a esa casa, alejada, donde pasaban las noches, el cual era un templo.
 
Al oscurecer, Joric dejó la linterna en las piedras, pues así, sus compañeros podían ver la luz desde lejos y no se preocupaban por él, mientras, el rubio se adentraba al bosque, como diariamente, cuando se escabullía de su dormitorio. Minutos después, llegaba al límite permitido y se encontraba con el paso cerrado por lianas, árboles y troncos, pero, en cuanto él ponía la mano sobre uno de ellos, estos se abrían con rapidez, permitiéndole el paso; así podía ingresar a ese lugar y llegar hasta su destino, la cueva dónde estaba la persona que más amaba en ese mundo, Narn.
 
Casi un año antes, en un claro gesto de rebeldía y curiosidad por conocer los misterios de ese lugar, se aventuró al bosque; consiguió trepar por un árbol, saltando el obstáculo principal, claro que no salió bien librado, pues resultó con moretones, raspones y su ropa se rasgó, pero, a pesar de eso, se sintió dueño de la situación. Después se encontró con Narn, una joven hermosa que tenía el cuerpo de una humana, pero su piel era verde, como las hojas de un árbol, aunque su cabello y pupilas eran rojas, como el color de una rosa de jardín; ella, en un primer intento quiso asustarlo, atacándolo por atreverse a entrar a su bosque, pero finalmente, admitió que no podía lastimarlo, pues no se consideraba un ser realmente agresivo y el rubio, no le había hecho daño a ninguna criatura.
 
Desde entonces, una extraña amistad empezó a unirlos, especialmente, porque Joric entendió que la joven estaba sola, pues, a lo que ella le explicó, muchas criaturas habían ido pereciendo con el paso del tiempo, incluyendo otros seres con quienes su raza se relacionaba, quienes tenían siglos sin aparecer; ella era la última de su estirpe en ese bosque.
 
La única condición que la joven le puso para seguir viendse, fue que nadie supiera que estaban en contacto y así lo hizo.
 
-¿Narn? – el rubio llegó al pequeño lago, el cual tenía un inmenso árbol en el islote, sus ramas caían llenas de capullos de flores rojas, que aún no abrían, acariciando la superficie del agua.
 
Las medusas formaron el puente para que el ojiverde llegara hasta el árbol, mientras éste se abría, permitiendo que la pelirroja saliera de su interior.
 
-¡Joric! – sonrió y dio unos pasos hacia él.
 
Ambos se abrazaron y se fundieron en un beso dulce; su amor había crecido en poco tiempo y era el momento que floreciera en su máxima expresión.
 
-Tardaste – reprocho ella – creí que no vendrías…
 
-¿Crees que te abandonaría, especialmente hoy? – preguntó con una amplia sonrisa – sé que es un día especial – la mano del rubio bajó y rozó el vientre abultado de la joven, que se notaba un poco a través de su ropaje de hojas – me lo repetiste muchas veces los últimos cinco meses…
 
La pelirroja sonrió ampliamente, emocionada.
 
-Pues me alegro que no lo olvidaras – dijo con diversión – vamos, hay que ir al lago…
 
-¿Por qué no lo haces aquí? – el ojiverde frunció el ceño – es un largo camino, estará muy lejos y además…
 
-Tiene que ser independiente, te lo dije – la voz de Narn no permitía objeción – además, la iré a ver diario y tú también…
 
-Está bien – suspiró, no podía decirle que no de todas maneras – vamos…
 
Joric y Narn salieron de la cueva, dirigiendo sus pasos al enorme lago del bosque; el rubio cargó a su pareja gran parte del camino, aunque la joven intentó negarse. Finalmente, al llegar, ella se sentó en la orilla y, gracias a unos canticos, su cuerpo empezó a brillar; de sus dedos brotó un polvo rojizo que se perdió en la superficie del lago y, momentos después, el agua empezó a burbujear. El rubio estaba atónito, viendo como en la superficie de ese lago, se formaba un gran islote que, rápidamente, se cubrió de césped.
 
-Está listo – anunció la peliroja y el ojiverde le ayudó a ponerse de pie.
 
Ambos llegaron al centro, gracias a unas piedras que formaron un sendero y, finalmente, ella se recostó en el césped; la ropa de Narn se desprendió, dejando su cuerpo desnudo.
 
-Espero… Espero hacerlo bien – el rubio estaba más nervioso que la chica.
 
-Solo tienes que recibir la semilla, en cuanto esta salga completa, las raíces buscaran la tierra y no necesitas hacer nada más – explicó – te lo he dicho todo este tiempo – le recordó con seriedad.
 
-Lo sé, es solo que… bueno, esto es… extraño… – él respiraba con agitación, la emoción y la ansiedad lo estaban invadiendo.
 
La pelirroja relajó sus músculos, cerró los parpados, mientras colocaba las manos en su vientre.
 
-Es hora pequeña – susurró – es la quinta luna, debes salir – dijo con emoción.
 
Joric ya había visto incontables ocasiones el cuerpo desnudo de su pareja y, aunque en las últimas fechas, se dedicó a investigar sobre los partos de las mujeres, no estaba preparado del todo para ello; especialmente porque este no sería como el parto de una mujer normal, sino que parecería una intervención en el vientre y él, no era médico. Narn hizo un ligero mohín de incomodidad y movió sus manos con suavidad, desde el centro de su vientre hasta sus costados, mientras su piel brillaba en tono carmesí; de su ombligo, una ligera abertura empezó a crecer, mostrando en el interior, lo que parecía un capullo de flor.
 
Cuando Joric observó esto, contuvo la respiración por un momento y colocó las manos para recibirla; el capullo salió y, cuando sintió las manos de su padre, la flor abrió, desapareciendo los pétalos con rapidez, dejando solo una gran semilla, casi del tamaño de una gran lechuga, envuelta en savia; el rubio hizo un gesto de dolor, pues la semilla descansó en sus manos y siendo un gran cristal rojo, sus filosas puntas se clavaron en su piel, mientras la sostenía con toda la delicadeza que podía, pero, debido a esto, le causó varias heridas que permitieron que su sangre se mezclara con la savia, que envolvía esa extraña formación.
 
Joric casi grita del susto, al sentir unas extrañas lianas que salieron de la base de la semilla y empezaron a moverse, enredándose en sus brazos; parecían estar buscando algo con insistencia.
 
-Acércala a la tierra y suéltala… – indicó la pelirroja, quien se había incorporado un poco, mientras su vientre se curaba y cerraba lentamente.
 
El ojiverde movió la semilla, bajándola con lentitud, acercándola al césped y se dio cuenta como las raíces empezaban a descender hasta sentir la hierba y finalmente, introducirse con fuerza en el islote; en ese momento, el rubio soltó completamente la semilla y ésta, empezó a hundirse por sí sola, en la tierra, cubriéndose con la misma.
 
-Ya está… – Narn soltó un suspiro de tranquilidad.
 
Joric se acercó a ella y se limpió las manos en su pantalón antes de acariciar el rostro delicado.
 
-¿Estás bien? – preguntó con temor – ¿no…? ¿No te dolió? – su mano acarició el vientre, donde se notaba aun la marca de la herida, pues, aunque había cerrado, aún brotaba algo de savia.
 
-Sí – la pelirroja sonrió con cansancio – pero las ancianas Dríades de hace milenios, decían que las semillas solo dolían al salir, si habían crecido bien, por su tamaño… Creo que esta lo hizo bastante bien…
 
-¿Y ahora qué?
 
-Habrá que cuidar el pequeño árbol – sentenció ella, recibiendo los cariños de su pareja, quien le acariciaba la piel con suavidad – la pequeña Dríade tardará cincuenta años en salir de ahí…
 
-Ya estaré viejo – el rubio arrugó la nariz – seré su abuelo – se burló.
 
La pelirroja puso un gesto triste ante esa broma, pues sabía que un humano no vivía mucho tiempo.
 
-No te pongas así – Joric se dio cuenta del semblante triste de ella – mientras, podemos llenar el bosque de semillas, si quieres…
 
-Eso sería agradable – la pelirroja suspiró – pero, cuando una semilla germina dentro… bueno, ya la viste – sonrió débilmente – tardaré mucho en recuperarme para que otra semilla germine…
 
-¿Significa que quedas lastimada? – Joric la miró con tristeza al notar como la joven asentía – pero, estaba envuelta en pétalos…
 
-Los pétalos solo se forman cuando va a salir, mientras está dentro – su mano rozó su vientre – mantiene su forma original, por eso estaba envuelta en mi savia…
 
El rubio suspiró, ahora entendía porque a veces la joven parecía quejarse cuando se movía en exceso – y, ¿cuánto tiempo debemos esperar? – indagó, tratando de animarla con la idea de tener otra semilla.
 
-Pues, aproximadamente, veinticinco años – ella le sonrió.
 
-Tendré cuarenta y ocho – él levantó una ceja – espero que aún se me pare – dijo con diversión.
 
Ella respiró profundamente – no pienses en eso – negó – de todas maneras, aun falta mucho… – dijo con algo de ansiedad y buscó los labios de su pareja para besarle.
 
El rubio ahondó el beso y finalmente, cuando se separaron rió divertido – por cierto, ¿tendremos que regar la semilla todas las noches, cómo siempre?
 
La pelirroja soltó una risa divertida, pues, durante cinco meses, todas las noches habían copulado, desde que la semilla empezó a germinar, para que el semen de Joric llegara hasta la misma, que era recubierta con savia en su interior.
 
-Hay que regarla – respondió acariciando el rostro del rubio – pero no como siempre – negó – ahora solo necesita agua y nutrientes naturales, que recibirá de la tierra…
 
-Ah, ya veo – el ojiverde asintió – entonces, ¿me vas a dejar descansar? – se burló – porque me has exprimido hasta la última gota de mi semen, noche a noche, con la excusa de que nuestra semilla la necesitaba.
 
-Joric, aunque quisiera, en este momento, no puedo hacer nada contigo, excepto extraer tu semen con mi boca…
 
-Esa es una buena oferta – él movió sus cejas de arriba hacia abajo, de manera coqueta y finalmente besó a la pelirroja – pero, no es necesario que lo hagas – susurró contra los labios – solo permite que me quede a tu lado…
 
-Joric, si pudiera, no dejaría que te alejaras, jamás…
 
 
* * *

Notas finales:

Espero hayan disfrutado este capítulo; les recuerdo que tengo 6 capítulos de desfase con mi página web; Si quieres leer más, en mi página web tengo hasta el capítulo 35

http://ojousama.weebly.com/natural.html 

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