Skoll regresó a su palacio poco antes de que despuntara el alba. Nyrn lo había poseído toda la noche, después de regar la semilla y sentía su interior completamente lleno de esa dulce savia; aún así, se sentía extremadamente feliz, pues había constatado que su Dios lo amaba, aunque no se lo dijo a viva voz, se lo demostró de muchas maneras. Pero también, tenía demasiado sueño para seguir pensando.
Cuando estuvo en su cama, se durmió con rapidez, abrazándose a sí mismo. Sus manos envolvían con ilusión su vientre, tratando de transmitirle a la semilla su amor y calor; amaba a esa pequeña formación en su interior y quería que lo supiera de todas las maneras posibles.
Miley llegó poco después, pero al tratar de despertarlo, se dio cuenta que el niño estaba profundamente dormido, así que prefirió dejarlo descansar; tenía órdenes de parte del padre de Skoll, de permitir el reposo que el albino quisiera los siguientes días y ella, con gusto evitaría importunar el sueño de su pequeño amo, pero se quedó en la habitación, esperando a que el menor despertara.
A media mañana, el ojirrojo despertó, tenía demasiado apetito y, gracias a que la pelirrosa estaba ahí mismo, no tuvo que levantarse para solicitarlo; Miley atendió al niño, solicitó el desayuno y lo ayudó a asearse. Skoll agradeció que, a medio baño, ella tuviera que salir a la habitación, porque tocaban con insistencia y él pudo poner especial atención en limpiar su parte íntima.
Cuando la joven volvió, estaba pálida y temerosa, llevaba en manos una de las túnicas más elaboradas que Skoll tenía, ya que los sacerdotes habían confeccionado desde que se convirtió en Sumo Sacerdote y, le ayudó a vestirse con rapidez.
-¿Qué sucede? – preguntó el albino al notar que estaba tan extraña.
-Llegó… – dijo con suavidad.
-¿Quién?
-La condesa de Sadarel – Miley miró con preocupación al menor.
Skoll sintió que el piso se movía, se aferró del brazo de la chica, quien lo sostuvo sin mucho esfuerzo, ya que el niño era mucho más menudo que ella.
-Su padre, los sacerdotes, ella y su séquito, están en el ‘salón azul’, esperándolo – prosiguió – tiene que bajar… – su voz era como una súplica, más que nada porque temía que si no lo hacía, el padre del niño iría por él y podría lastimarlo.
-De… de acuerdo – asintió lentamente – busca mis zapatillas y ayúdame a peinarme.
-Oren está buscando los accesorios para su túnica – respondió con rapidez la pelirrosa, guiándolo para sentarlo en el taburete del tocador y empezar con el cabello – ¿cómo quiere que lo peine hoy?
-Como… como tú creas conveniente – su voz apenas fue un murmullo.
Miley asintió con tristeza, era obvio que el niño no quería eso, pero nadie podía evitarlo.
Minutos después, el cabello de Skoll estaba atado a media espalda, con un listón rojo, sus pequeños mechones blancos enmarcaban su delicado rostro y destacaba gracias al tono verde esmeralda, con adornos carmesí, de la túnica; por ser primavera, debía usar tonos verdes y obviamente rojos, pero, los rojos solo eran para los rituales y ocasiones muy especiales, así que recibir a una simple visita, no lo era.
Antes de salir de su habitación, fue hacia el ventanal del gran balcón, posando su mirada en el bosque y su mano ejerció presión en el medallón que portaba en ese momento; no era el que usaba para los rituales, pero sí, con el que debía presentarse ante las demás personas, como el sumo sacerdote del bosque Nyrn.
-Por favor, ayúdame… – suplicó en un susurro, esperando que Nyrn lo escuchara.
Después, guió sus pasos a la salida, sintiendo que iba a firmar su sentencia de muerte.
* * *