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Natural por Ojou_Sama_F

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Notas del capitulo:

Por fin, es momento oque Skoll conozca a los hermanos de Nyrn...

 

- - - - - 

 
Skoll estaba en su habitación, ya había cenado y se había quedado solo, pues todos en el palacio se habían ido a dormir; el albino esperaba cerca del ventanal, la lluvia era torrencial y no podía ver nada en el exterior, pero Nyrn le había enviado un mensaje, que le decía que iría por él, así que, debía esperarlo.
 
El ojirrojo se sentó en una silla mecedora, cercana al ventanal, que había solicitado ese mismo día, aunque no pensó que se la llevarían tan rápido. Según el siervo que la llevó, estaba en una de las torres más altas, porque la había usado su madre mientras estaba en cinta, cuando lo esperaba a él, así que a Skoll le hizo más ilusión.
 
El niño se meció, mientras sus delicados dedos rozaban su vientre por encima de la túnica.
 
-Sé que estás ansiosa – susurró con ilusión, pues sentía que la semilla deseaba ser regada con rapidez – pero Nyrn vendrá pronto, te lo aseguro, no comas ansias.
 
Skoll observaba su cuerpo; en dos días, a pesar de que no se notaba, el se encontraba sumamente ilusionado, creyendo que su abdomen se había expandido un poco, por eso, se miraba cada que podía en el espejo, buscando ver cambios en su silueta. Suspiró. Tenía entendido que una humana, tardaba meses en mostrar su vientre abultado cuando estaba embarazada, pero, porque tenían nueve meses de gestación; él por su parte, según lo que sabía, solo tendría por cinco meses la semilla y era algo grande, así que, no debía tardar mucho en mostrarse.
 
-¿De verdad vas a doler? – preguntó con timidez – me gustaría que te portaras bien y no me lastimaras mucho – sonrió nervioso – si eres buena, podría tener más semillas de Nyrn con rapidez… apuesto a que te gustaría tener más hermanitas – rió.
 
-¿Hermanitas?
 
La voz de Nyrn sobresaltó al ojirrojo, quien no se había dado cuenta cuando el Dios había llegado.
 
-Mi… señor… – Skoll se puso de pie y su rostro se tiñó de carmesí por la vergüenza – yo… ah…
 
El rubio no dijo nada, solo se acercó, se inclinó y lo besó con suavidad en los labios, disfrutando de la dulzura del peliblanco, mientras sus manos recorrían sus costados con lentitud, rozando por encima de la delgada tela que el niño portaba.
 
-¿Me extrañaste? – preguntó el ojiverde.
 
-Sí – susurró el albino contra los labios del mayor – todo el día – aseguró, mientras lo abrazaba, sin importar que su ropa se humedeciera, porque Nyrn estaba empapado – tenía miedo que me castigaran por lo que pasó, pero…
 
-Sé que no te hicieron nada – Nyrn le besó la frente con ternura.
 
-Pero… – Skoll sonrió ante la caricia – creo que fue un poco agresivo con la condesa – dijo con debilidad.
 
-Skoll – el rubio respiró profundamente – ya arreglé ese asunto con Videk, no me reproches tu también – soltó con cansancio – además, no le paso nada…
 
El ojirrojo se mordió el labio – lo siento, es que, me asusté también…
 
-Nada malo va a pasarte a ti – el ojiverde le sonrió condescendiente – jamás, yo no voy a permitirlo…
 
Con esas simples palabras, el niño sonrió ilusionado; si su Dios lo decía, todo iba a estar bien.
 
-Vamos… – indicó el mayor, consiguiendo sacar de su ensueño al niño.
 
-¿A dónde? – preguntó Skoll con sorpresa.
 
-Al bosque – respondió como si fuese lo más obvio del mundo.
 
 -Mi… mi señor… Nyrn – sonrió el albino – está lloviendo a cántaros – señaló el ventanal – si me mojo, podría enfermar y, ¿si le pasa algo a la semilla?
 
El rubio sonrió complacido de que el niño se preocupara por la pequeña semilla en su vientre – no le va a pasar nada – aseguró – es una semilla y es feliz con el agua, pero, ciertamente, podrías enfermar – asintió – así que, ponte la capa de telaraña que te di.
 
Skoll asintió y fue a su guardarropa; de lo más profundo, sacó la prenda y se la colocó con rapidez, volviendo al lado de Nyrn. El ojiverde, al contrario de lo que el niño pensó, no le permitió caminar, pues, apenas dieron un paso al exterior de la alcoba, lo levantó en brazos y lo llevó, con paso firme y rápido hacia el bosque.
 
El albino se arrebujó contra el pecho de la deidad, sintiéndose completamente seguro; aunque Nyrn no desprendía calor corporal, para Skoll, era el lugar más cálido donde podía estar, pues se sentía bien con solo recibir esa clase de atención y cuidado.
 
Apenas llegaron a las rocas sagradas, Nyrn depositó con lentitud al niño, en el centro de ellas. El ojirrojo no dijo nada, solo esperó, pues notó que su Dios estaba concentrado, formando una cubierta con las ramas de los árboles que estaban cerca, para que el agua de lluvia no pasara.
 
Una pequeña punzada en su vientre, consiguió que Skoll soltara un ligero quejido y se inclinara un poco, pasando las manos por su abdomen.
 
-¿Estás bien?
 
-Sí, creo…
 
Sonrió y levantó el rostro pensando que era Nyrn, pero, al encontrarse con un joven, de cabello rosa pálido, se asustó, dando un paso hacia atrás y tropezando; hubiese caído, de no ser porque otro lo sostuvo.
 
-¡Cuidado! – dijo el chico de cabello guinda – puedes salir herido…
 
Skoll abrió sus ojos con sorpresa y se quedó sin habla, especialmente al ver que otros jovenes se acercaban a él, con curiosidad, pero todos, con la piel verde, como Nyrn.
 
-Es lindo… – dijo uno de cabello verde aqua.
 
-Sí, de hecho yo pensé que era hembra – mencionó el de cabello azul cielo.
 
-Se ve algo débil – el pelirrojo entrecerró los ojos.
 
-No es debilidad, es delicadeza – soltó uno, de cabello azul zafiro.
 
-Ahora se le llama así – un peliverde lo miró con desdén.
 
-Acaso estás molesto porque Nyrn encontró a alguien adecuado, antes que tú, Meryl – el pelinaranja miró al otro con burla.
 
-Pues yo no le veo nada de malo – un jovencito de cabello purpura le sonrió al menor, quien aun tenía cara de susto.
 
-Bien, debo aceptar que es mejor que la condesa – admitió el castaño.
 
-Por fin dices algo sensato – el joven de cabello negro azabache sonrió divertido.
 
-Hola, soy Keroh – el pequeño rubio se acercó, pero no le hablaba a Skoll directamente, sino que se inclinó hablándole al vientre del albino – ¿cómo estás? ¿Cómo te sientes? ¿Estás cómoda? ¿No estás apretada ahí? ¿Tienes sed? ¿Estas calientita? ¿Has comido? ¿Quieres salir ya? – después de todas esas preguntas, levantó la mirada para ver a Skoll a los ojos – Tu eres muy lindo, después, ¿quieres tener una semilla conmigo?
 
-¡¿Qué?! – el albino se asustó.
 
-Nadie más que yo… – Nyrn llegó al lado de Skoll y lo abrazó, apartándolo de sus hermanos – va a tener semillas con él, ya les dije la razón…
 
-Ah sí, el amor – asintió Keroh – perdón, fue la emoción…
 
Skoll se aferró con fuerza a las hojas que formaban la ropa de Nyrn y se pegó a su cuerpo con ansiedad, temblando, tratando de ocultarse; había sido demasiad la impresión y aún no se sobreponía de la misma.
 
-Tranquilo, mi hermosa flor – el ojiverde le acarició la mejilla – disculpa si mis hermanos te asustaron, pero, querían conocerte…
 
-¡¿Hermanos?! – el niño levantó la vista con asombro – pero, pensé que…
 
-Son los dioses de los otros bosques – explicó el rubio – pero nos llamamos hermanos – con eso, Skoll soltó un suspiro de tranquilidad – te los presentaré, de mayor a menor, aunque ya sabes que yo soy el mayor de todos – le guiñó el ojo.
 
El peliblanco asintió y dio un paso adelante, respirando profundamente para tomar una actitud más seria – disculpen mi descortesía – dijo con suavidad y se inclinó ante todos, poniéndose de rodillas y bajando el rostro – es un gran honor para mí conocerlos y, espero que su estancia sea placentera.
 
-Skoll, no tienes que… – Nyrn intentó levantarlo.
 
-Mi señor… – el menor levantó el rostro para verlo y le sonrió con dulzura – ellos son sus hermanos, ¡las deidades de los otros bosques!, debo presentar mis respetos, especialmente porque se tomaron la molestia de venir hasta aquí, cuando usted me dijo que no podían alejarse de sus bosques sagrados.
 
Los doce dioses observaron al niño con sorpresa, jamás, ninguno de ellos, había tenido a un sacerdote que se tomara tan en serio su trabajo, ni siquiera las sacerdotisas; poco a poco entendían que el albino era muy diferente.
 
Nyrn suspiró, no le gustaba que Skoll se inclinara ante sus hermanos, pero, ciertamente, era un acto, no solo de humildad, sino de respeto.
 
-Está bien, pero solo por esta vez – sentenció, ya que no volvería a permitir que, quien llevara su semilla, se inclinara ante sus hermanos, de nuevo – él es Raky – empezó con las presentaciones – el segundo en nacer – el joven de cabello rojo como la sangre hizo una ligera reverencia – es el guardián de Raky.
 
-Un placer, pequeño – sonrió condescendiente, al ver la manera tan respetuosa en que el niño se comportaba, sin siquiera mirarlo a los ojos.
 
El menor solo movió la cabeza, haciendo un movimiento sumiso, pero manteniendo su sonrisa dulce, consiguiendo que los doce dioses sintieran que algo extraño que los inundaba.
 
Esa actitud no pasó desapercibida para Nyrn, pero no dijo nada respecto a eso – él es Meryl, el tercero – señaló al joven de cabello verde – guardián del bosque Maryl…
 
-Mi bosque es el segundo más grande – anunció el peliverde con orgullo y se inclinó, acercando su rostro a Skoll – ¿no te gustaría ir a visitarlo algún día? Podrías pasarlo muy bien, conmigo…
 
El rubio apretó los puños con molestia, al ver esa actitud, en un claro intento de cortejo.
 
-Gracias por la invitación – el ojirrojo sonrió, evitando la mirada de la deidad – pero solo podría hacerlo si mi señor, Nyrn, me lo permite, pues le pertenezco en cuerpo y alma – especificó sin malicia alguna.
 
El ojiverde sonrió de forma triunfal, pero, al contrario, su hermano Meryl se sorprendió por esa confesión; para el ojiazul, esa declaración había sido demasiado encantadora.
 
-El es Elfry, el cuarto – el chico de cabello naranja se inclinó – protector del bosque Eltry – terminó el rubio.
 
-Un placer, precioso – acercó la mano, con la clara intención de acariciar el rostro del albino.
 
-Elfry… – la voz grave de Nyrn lo detuvo.
 
El pelinaranja sonrió – disculpa… – dijo con rapidez y alejó la mano, volviendo a erguirse, todo ante la mirada fría de su hermano mayor.
 
Nyrn trataba de contener su molestia, pero no podía ocultarla del todo, especialmente al ver como sus hermanos miraban a Skoll con mayor interés, aunque el niño no se atrevía a verlos a la cara.
 
-Él es Serif, el quinto – indicó al joven de cabello azul cielo – guardián del bosque Serif.
 
-Es un honor conocer a tan delicada flor – dijo el peliazul con suavidad, inclinando su rostro y guiñándole el ojo al menor.
 
Skoll se sorprendió, sonrió nerviosamente desviando la mirada, mientras sus mejillas se sonrojaban, dándole, no solo a Serif, sino a todos los dioses, una visión extremadamente hermosa, de él.
 
Nyrn apretó la mandíbula al ver que sus hermanos no apartaban la mirada de Skoll y sus miradas parecían querer desnudarlo, solo para descubrir todos sus secretos.
 
-Lasden, es el sexto – prosiguió el mayor con algo de frialdad – nacido en el bosque Lasden…
 
El chico de cabello guinda hizo una reverencia – un placer conocer, al primer humano varón que puede portar una semilla – sonrió con emoción – es notorio que eres muy especial…
 
-Gra… Gracias… – Skoll no sabía cómo reaccionar ante ese halago.
 
-El séptimo es Derok – anunció Nyrn cuando Lasden se alejó y permitió que el joven de cabello verde aqua se acercara – él es el Dios del bosque Darak.
 
-Debo admitir que Nyrn tuvo mucha suerte – sonrió el peliverde al inclinarse – ciertamente, eres precioso.
 
-Ah…Gracias… creo… – el ojirrojo se cohibió un poco por esas palabras, pero su rostro volvió a tomar un tono carmesí, por demás fascinante para todos ellos.
 
Nyrn rechinó los dientes inconscientemente, al apretar la mandíbula – Drif, es el octavo y guardián del bosque Draf.
 
El pelirrosa se acercó y fijó su mirada roja en el rostro de Skoll, mientras hacía una reverencia – en lo personal – sonrió amistosamente – creo que eres simplemente perfecto – dijo con todo el respeto que podía – me alegro que Nyrn haya podido conocerte.
 
Skoll se quedó sin palabras y soltó una ligera risa, llevando con rapidez la mano a sus labios – disculpe – dijo avergonzado, pues no quería que ese Dios pensara que se burlaba de él – es… es muy amable de su parte, decirme eso – especificó – se lo agradezco, es usted muy lindo…
 
Drif se sorprendió ante la palabra “lindo” y se incorporó lentamente, aun con esa palabra en su mente y una sonrisa tonta.
 
-Cree que soy lindo… – susurró cuando estuvo al lado de sus hermanos, pero todos lo escucharon y lo miraron con molestia.
 
Nyrn sentía que no tardaría mucho en llegar a su límite – Elgrim, es el noveno – su voz seria denotaba su enojo, pero sus hermanos ya lo estaban ignorando completamente – guardián de Algrim.
 
El joven de cabello color zafiro se acercó al niño – cuando supe que Nyrn te cubría con flores de sangre, cada luna llena, no entendía por qué – dijo con sinceridad – ahora lo entiendo y, creo que si yo estuviera en su lugar, me olvidaría de la luna llena y lo haría a diario – confesó sin vergüenza.
 
Skoll se sobresaltó ante esas palabras y levantó el rostro completamente; por fin, de esa manera, todos los dioses pudieron apreciar sus ojos rojos, como un par de rubís brillantes, aunado a esto, sus mejillas carmesí y sus labios rosados, entreabiertos por la sorpresa, le daban un aire tan inocentemente seductor que los doce, se asombraron ante esa visión, tan diferente a todas las jóvenes que habían conocido en siglos.
 
Un gruñido de Nyrn sacó a sus hermanos de ese estado de hipnotismo, en el cual se sumergieron ante Skoll.
 
-Gralk, es el décimo – dijo el rubio, entrecerrando los ojos – guardián del bosque Grelk.
 
El joven de cabello negro azabache se acercó, al momento que Skoll nuevamente bajaba la mirada, evitando ver los ojos violeta del otro – no puedo decir nada – dijo con seriedad – mis hermanos han dicho todo lo que yo he pensado también – sonrió – pero es un placer conocerte y, admito que tienes más que ofrecer, que cualquier otro humano… Ojala hubieses nacido en la familia de mis sacerdotes…
 
-Ah… – Skoll no sabía que responder ante esas palabras.
 
-Pero no fue así – sentenció Nyrn, fulminando a su hermano con la mirada.
 
-Cierto – admitió el pelinegro – no fue así – suspiró y se alejó dando un paso hacia atrás.
 
-Videk, es el undécimo y ya sabes a que bosque pertenece – soltó con algo de desprecio – el bosque de Videk, de donde vino la condesa.
 
El castaño se acercó y escudriñó al niño con sus ojos naranjas – ahora creo, firmemente, que la condesa no era digna de ti – le guiñó un ojo.
 
-Lamento haberla rechazado – la voz del albino se escuchó con debilidad – pero, comprenderá que no puedo casarme.
 
-Está bien – asintió la deidad – ya no estoy molesto – aseguró – al menos no por eso – se alzó de hombros – ahora estoy enojado porque no te tengo a ti, en mi familia.
 
-Ni lo tendrás – Nyrn lo miró con ira.
 
Videk entrecerró los ojos y se alejó, era obvio que el rubio no lo quería cerca de Skoll.
 
Nyrn ya quería terminar las presentaciones – él es Yuol, el duodécimo – el pelipúrpura se acercó, observando con sus ojos rosas al menor – y es…
 
-El guardián del bosque Yalk – susurró el albino con una dulce sonrisa.
 
-¿Sabes de mi? – indagó el chico con curiosidad.
 
-Sí – asintió el menor y se atrevió a levantar el rostro – mi señor Nyrn me dijo que, usted es una deidad relativamente joven y tiene poco más de diecisiete siglos, siendo el guardián de Yalk – explicó con inocencia.
 
-¿Lo escucharon? – el ojirrosa miró a sus hermanos con orgullo – sabe algo de mí y no de ustedes.
 
Un ligero murmullo se escucho, con algunas palabras que el menor no entendía.
 
-Un placer, pequeña flor – sonrió el pelipúrpura con emoción – has hecho que mi noche sea mucho más agradable – se incorporó y se alejó junto con sus hermanos.
 
-Y finalmente – Nyrn suspiró con cansancio – él es…
 
-Soy Keroh – el pequeño rubio se acercó a Skoll, hincándose frente a él y lo abrazó – guardián del bosque Keroh y tú vas a irte conmigo mañana, ya lo decidí.
 
El albino se quedó sin habla y buscó el rostro de su Dios, para que lo ayudara.
 
El ojiverde se acercó con rapidez y su mano se aferró a la nuca de su hermano, ejerciendo presión – no te di permiso que lo tocaras – dijo entre dientes, levantándolo, para alejarlo del peliblanco.
 
-Pero tampoco dijiste que no podíamos – se excusó el otro rubio con una gran sonrisa – igual que no dijiste que no podíamos llevárnoslo.
 
-¡No vas a llevártelo! – sentenció el mayor con más seriedad.
 
-¿Por qué? – el menor hizo un puchero – yo lo quiero, es lindo y me gusta…
 
-Pero es mío – Nyrn le dio un empujón y lo acercó a sus otros hermanos – bien, ya lo conocieron ahora, vuelvan a mi árbol y espérenme ahí – ordenó con seriedad.
 
El ojiverde dio media vuelta, suavizó su semblante y se acercó a Skoll – ven, mi hermosa flor, vamos a un lugar más tranquilo, a regar nuestra semilla.
 
El albino aceptó la mano del rubio para incorporarse, pero antes de irse, hizo una gran reverencia ante los otros doce doses.
 
-Fue un placer conocerlos y agradezco su interés, hacia este humilde servidor de su hermano, el Dios Nyrn… Espero haber causado una buena impresión en ustedes y no haber avergonzado a mi señor – levantó el rostro y les sonrió – bienvenidos al bosque de Nyrn…
 
Los doce se quedaron perplejos ante el niño y ninguno pudo decir nada, antes de que Nyrn lo hiciera girar, para llevárselo de ahí, fulminando a sus hermanos con la mirada.
 
 
* * *

Notas finales:

Espero hayan disfrutado este capítulo; les recuerdo que tengo 6 capítulos de desfase con mi página web; Si quieres leer más, en mi página web tengo hasta el capítulo 43


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