Natural por Ojou_Sama_F

Skoll llegó a las piedras del altar, en uno de los límites del bosque; su traje era en un principio, de un blanco impoluto, combinando a la perfección con su cabello, pero, como siempre que hacía el trayecto a pie, desde el templo, la parte baja de su túnica, se ensuciaba, con el color oscuro de la tierra, o el verde del pasto.
 
Sus padres, así como algunos otros familiares lejanos, que habían llegado para la ceremonia, ya lo esperaban. El padre de Skoll solo había tenido un hermano, pero, había fallecido muy pequeño, al haber tenido un accidente en el palacete, por eso, no tenían familia cercana y, todos los familiares en segundo grado y políticos, vivían en las villas que estaban a algunas horas de distancia; solo acudían al palacete, cuando necesitaban ayuda o, para hacer rituales y que prosperaran sus cosechas. Todos adoraban al Dios del bosque.
 
Era una tradición arraigada, no solo en ese lugar. En todo el mundo se celebraban ceremonias para las deidades naturales, pero, solo unas cuantas familias privilegiadas, eran las que podían seguir con esa tradición; si alguna de ellas se extinguía, era muy difícil que los Dioses eligieran una nueva casta que valiera la pena y, mientras eso sucedía, muchas calamidades sucedían en los alrededores de los lugares sagrados.
 
Desde que se tenían registro de las zonas sacras, la única familia que seguía siendo de la misma sangre desde el principio, eran los Eroim, por eso eran sumamente respetados. Se decía, que los Eroim seguían en pie, porque siempre nacía un varón en la familia, quien era el que se quedaba con el título de sacerdote; lamentablemente, las mujeres tenían una maldición.
 
Seren no había sido la única que había pasado por algo extraño en esa familia; siglos antes, se conocía de la muerte de otras sacerdotisas debido a enfermedades extrañas que las aquejaban en su juventud o accidentes incomprensibles, y, aunque la protección en ellas, así como la vigilancia, era extenuante, nadie podía evitar que sucediera una desgracia. Pero nadie pensó que eso podía ocurrir con Seren, pues habían pasado siete generaciones sin que naciera una mujer en la familia Eroim y, pensando que había sido un designio del Dios del bosque, no fue vigilada lo suficiente. Pero la maldición no era solo para los Eroim, pues esa había sido la razón, de que otras familias se extinguieran.
 
El ojirrojo llegó a la gran formación de rocas sagradas y empezó la oración en lenguas antiguas, ante todos los presentes; había pasado meses aprendiendo ese idioma extraño y terminó odiándolo, pues, por su culpa, pasó días sin poder dormir, ni comer, recibiendo castigos, hasta que aprendió los canticos a la perfección.
 
El menor encendió las hierbas que estaban en el cuenco principal de inciensos, en el centro de la formación y, se arrodilló para suplicar para su hermana volviera a casa, aunque, en realidad, no creía que eso sirviera de algo. Finalmente, tomó su lugar correspondiente, en el centro de una roca plana, que servía como estrado, en medio de todo, mientras su padre, presidía la ceremonia completa.
 
En cierto modo, le agradaba ser solo un adorno, aunque sabía que no duraría, pues, en cuanto la luna llena llegara, él dirigiría todas y cada una de las ceremonias, de principio a fin, hasta que un nuevo sumo sacerdote, tomara su lugar.
 
Casi tres horas después de rezos, cantos y súplicas, la familia empezó a retirarse de las rocas sagradas, para ir al palacete a comer y departir; pero Skoll debía quedarse ahí hasta el anochecer. Ese era su trabajo como sacerdote heredero. Él no podía comer ese día, solo debía esperar a regresar a su casa en la noche y, lo único que cenaría, sería un poco de miel; por eso era necesario que desayunara bien, pero, debido a que se atrevió a contradecir a su padre, ahora estaba en ayuno completo.
 
Se suponía que debía quedarse orando y meditando, pero, aunque lo intentó, por momentos se quedaba dormitando, hasta que el sonido de su estómago lo despertaba; tenía tanta hambre, que seguramente sonaba como si fuese una fiera hambrienta, pero no había nada que pudiese almorzar. La única solución, hubiese sido ir al huerto familiar, pero, estaba demasiado cerca del palacete y, si alguien lo miraba, se metería en serios problemas; suspiró, tendría que sobrellevar esa situación y, al menos, así aprendería a no revelarse a su padre de nuevo.
 
Cuando el sol se estaba ocultando y las sombras empezaron a envolver el bosque, Skoll se puso de pie. Cómo autómata, terminó el ritual, justo como había aprendido y se retiró; de regreso al palacete, antes de llegar a la escalinata principal, su cuerpo se desplomó.
 
 
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