Natural por Ojou_Sama_F

 
El camino hacia su lago, le parecía a Nyrn más lejano de lo normal; a pesar de que iba a toda velocidad, deseaba poder llegar mucho más rápido. Sentía la débil respiración de Skoll y cómo su corazón latía con extrema lentitud; pero ya no podía sentir a su semilla. Eso fue lo que consiguió que se diera cuenta de lo que Bartod hizo, el llamado de ayuda en el vientre del menor, de su pequeña semilla, al ser herida.
 
Cuando Nyrn llegó a su destino, depositó a Skoll en el agua, cerca de la isla, cubriéndolo casi por completo con el líquido, como aquella vez en el manantial, pero su vientre quedó expuesto; ya no podía hacer nada, más que sacar la semilla y cerrar la herida. El albino abrió sus parpados con debilidad, mientras el rubio acercaba la mano a su vientre.
 
-Nyrn… – la voz de Skoll era un susurro, seguía desangrándose.
 
-Tranquilo, mi hermosa flor – el ojiverde intentó sonreír – voy a curarte…
 
-No… – negó el niño – la… semilla… – dijo con algo de ansiedad – sácala… – pidió con anhelo – hay que… sembrarla…
 
El rubio intentó decirle que ya no era posible, pero eso podía alterar al menor.
 
-Skoll, primero te curaré y después…
 
-No… – negó – ya no… hay tiempo… – las lágrimas del peliblanco caían por sus mejillas – saca la semilla… – insistió – siémbrala… – su sonrisa tembló y un sollozo lo asaltó, al mismo tiempo que la sangre brotaba de sus labios con más intensidad.
 
-Skoll… – Nyrn sintió que su pecho le dolía de ver a su amado niño así – ya no… la semilla… tu padre la lastimó… – intentó explicar, mientras su mano trataba de curar al ojirrojo, sin conseguirlo.
 
La savia se había mezclado con la sangre de Skoll e interfería con lo que la deidad intentaba hacer, además, la semilla ya estaba muerta, y no respondía al llamado para sacarla y cerrar la herida; pero había algo más, algo que no sabía lo que era, pues, todas las semillas que morían, a pesar de todo, respondían para ser sacadas de los cuerpos que las contenían y esta no lo hacía.
 
-Sálvala… Nyrn… – Skoll llevó la mano a su vientre – sálvala… – suplicó y empezó a llorar con desespero – cuídala por mi… tiene que… crecer… se lo prometí…
 
Los ojos del rubio se llenaron de lágrimas al ver el desespero del menor.
 
-Skoll, yo…
 
-Por… favor… – el ruego evitó que el mayor terminara la frase.
 
El ojiverde entendió que era demasiado tarde; tampoco quería lastimar más a su amado niño.
 
-Lo haré… – mintió, por primera vez en su existencia – pero tienes que aguantar a que lleguen mis hermanos… – pidió mientras un par de lágrimas escapaban de sus ojos, jamás había llorado, ni siquiera cuando su madre murió, pero ahora, no sabía cómo soportar ese dolor de ver a su amada flor, estar en los últimos momentos, en sus brazos y sin poder hacer algo para evitarlo
 
-Nyrn… – el niño estiró la mano, acercándola al rostro de su Dios, el mayor la sujetó y besó los dedos con suavidad, intentando sonreír, pero Skoll se dio cuenta de las lágrimas – cuida a… nuestra semilla… nuestro hijo… – el rubio asintió, aunque sabía que era algo que no podía cumplir, pero con eso, el ojirrojo sonrió – Nyrn… te… amo…
 
Después de esa frase, el albino soltó su último aliento.
 
-No… – el rubio negó – Skoll… ¿Skoll? – sollozó – ¡Skoll! – lo abrazó con fuerza, manchándose con la sangre y la savia del albino – ¡no me dejes! – pidió con desespero – no vayas a dónde no puedo alcanzarte… mi hermosa flor… no te vayas… te necesito… ¡te necesito, Skoll!… mi amor… ¿qué voy a hacer sin ti? – besó el rostro blanco con amor, sintiendo que el calor se esfumaba con rapidez – no sé qué hacer… – dijo con miedo – ¡no sé qué hacer Skoll! No me dejes mi vida, mi amor… no me dejes solo de nuevo… por favor…
 
Nyrn no se dio cuenta que, precisamente en ese momento, sus hermanos llegaron a las orillas del lago; sin el permiso del rubio para que llegaran a su hogar directamente, tuvieron que abrirse paso desde unos pequeños claros en el bosque. Ya sabían lo que había ocurrido, pues el viento les llevó las noticias, pero, aunque apresuraron su viaje, había sido demasiado tarde. Los doce se mantuvieron en silencio, escuchando y observando a su hermano sufrir; en esa noche, no solo había perdido a su semilla, sino al ser que más amaba y era un dolor que ellos no podían entender, pero sabían que debía ser inigualable.
 
-¿Qué hacemos? – Drif miró a Raky, buscando una respuesta.
 
-Esperar… – respondió – debemos respetar su dolor…
 
-Ahí vienen – Meryl señaló hacia un extremo del lago.
 
En lo más profundo del bosque, una luz azul se iba haciendo más grande; ellos sabían muy bien lo que era. Los espíritus naturales, iban a llevarse el alma de Skoll.
 
-¡Debemos detenerlos! – Keroh intentó ir.
 
-¡No! – Yuol lo detuvo – no podemos intervenir en algo que es natural para todos…
 
-Ellos solo hacen su trabajo – Videk bajó el rostro.
 
Los doce se mantuvieron expectantes, pero sabían que no podían hacer nada más.
 
Las luces azules llegaron al lago, algunas se quedaron rondando alrededor, otras, intentaron acercarse hasta el albino; cuando una de ellas fue vista por el rubio, éste abrazó con más fuerza el cuerpo inerte de Skoll.
 
-¡No se lo llevarán! – gritó.
 
Las lianas de su árbol empezaron a moverse, cubriéndose con un brillo carmesí y golpeando a las esferas de luz, consiguiendo desvanecerlas, pero era un caso perdido; si desvanecía una, tres más llegaban e intentaban acercarse.
 
Nyrn depositó con extremo cuidado el cuerpo de Skoll en las raíces de su árbol y se puso de pie, saliendo del lago.
 
-No voy a dejar que se lo lleven – gruñó – ¡Skoll es mío!
 
El cuerpo de Nyrn empezó a brillar con intensidad.
 
-No puede ser – Lasden negó – está pensando en…
 
-¡Hay que detenerlo! – Serif intentó dar el paso para acercarse, pero las esferas azules ya habían puesto una barrera, para que los Dioses no intervinieran.
 
-Nyrn, ¡no lo hagas! – gritó Derok, golpeando esa pared invisible que no les permitía el paso.
 
-Nyrn, ¡detente! – Gralk gulpeó con todas sus fuerzas la barrera, pero salió dispardo hacia el lado contrario.
 
-No podremos entrar – Elfry negó mientras observaba con terror lo que se avecinaba.
 
-Si lo hace, él y todo este bosque, perecerán – sentenció Elgrim con susto.
 
 
* * *