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Natural por Ojou_Sama_F

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Notas del capitulo:

Por fin, es el día de la ceremonia, para ser el Sumo Sacerdote, es hora de que Skoll pruebe que es digno para ello...

 

- - - - -

 
Antes del amanecer, cómo su padre le advirtió, fue por él, pensando que lo encontraría aún dormido. Pero Skoll había sido despertado por Oren y Miley, quienes no habían dormido, esperando la hora precisa para ir a ayudar a su joven amo, a prepararse para la ceremonia; lo que menos querían ellos dos, era que el ojirrojo sufriera la ira de su padre, pues conocían muy bien los castigos a los que el niño era sometido.
 
Skoll caminó hacia el templo, y, como siempre, antes de entrar a su purificación, lo prepararon, ungiéndolo con esencias, creadas a partir de flores de los límites del bosque; lo vistieron con un traje nuevo, confeccionado en una tela delicada y fina, a su medida, y sería el que usaría desde ese día en adelante para la purificación. Le entregaron el pequeño báculo, creado de una rama del árbol que estaba a un lado del templo, coronado al final con un pequeño y delicado farol y finalmente, ingresó a la cueva, solo.
 
Al llegar a la orilla del manantial, dejó el farol en un lugar seguro; metió un pie en el agua para comprobar la temperatura, pero, estaba mucho más fría de lo habitual
 
-Está bien – su cuerpo tembló – solo es un momento, cuando esté dentro, se me quitará el frío, como siempre… – dijo con voz baja, dándose ánimos para entrar.
 
Tomó aire y, con rapidez, se lanzó al agua; aunque al principio, le resultó complicado, poco a poco, su cuerpo se acostumbró al agua helada, hasta que pudo quedarse flotando en la superficie, como siempre.
 
Estar todo el día en el manantial, le supuso una prueba agotadora, especialmente por el ayuno al que su cuerpo había sido sometido. Esperaba no sucumbir de nuevo, pues estaba exhausto de soportar el frío, la humedad y, por sobre todo, superar todos sus miedos; fallar no era una opción, no para él. Levantó la mirada, hacia el agujero de la cueva; la luz estaba disminuyendo.
 
-Es hora de salir… – suspiró.
 
Realizó el mismo camino de siempre, llevando el pequeño farol decorado con flores, que le brindaban un olor dulce cuando se calentaban lo suficiente, gracias a la vela aromática, que llenaba el recipiente de cristal con el olor y salía por pequeños orificios; así que, el peliblanco, dejaba una estela de perfume a su paso.
 
En la puerta de la cueva, su padre, así como los otros doce sacerdotes del templo, lo esperaban. Cuando estuvo frente a ellos, le colocaron la ropa ceremonial para la aceptación de sumo sacerdote, en tono blanco, con detalles en hilos de oro y plata; a diferencia de las otras ocasiones, esta vez, no iría caminando, así que no le dieron sus zapatillas.
 
Skoll se sentó en una litera y, después de correr las cortinas para cubrirlo completamente, cuatro de los sacerdotes, levantaron el artilugio; su padre los guiaría por el camino, con el farol que el menor había usado antes. Casi veinte minutos después, llegaron a las piedras sagradas.
 
Cuando el albino descendió, Bartod estaba ya en el centro; recibió a su hijo, le entregó el farol y, le colocó un medallón en el cuello; no hubo palabras, simplemente terminó su trabajo y se retiró. Skoll dejó el Farol en el cuenco principal del centro, mientras los sacerdotes encendían los otros doce que había alrededor de las rocas; después de diez minutos de oración, los hombres también dejaron solo al menor, llevándose la litera con ellos.
 
El ojirrojo se hincó, unió las manos cerca de su pecho y empezó a orar, tratando de pensar que solo, debía hacer su trabajo.
 
Al pasar una hora, al peliblanco le empezaron a doler las rodillas, por permanecer en la misma posición, pero, no se iba a rendir. Se movió ligeramente, tratando de acomodarse mejor; en ese momento, una ráfaga de viento helado lo envolvió.
 
“Levántate…”
 
La voz que escuchó lo hizo estremecer; levantó la mirada pero no había nadie cerca. Pasó saliva y negó.
 
-Estoy alucinando… – susurró con una sonrisa temblando en sus labios y volvió a sus rezos.
 
“Levántate…”
 
Una vez más escuchó la voz y el albino supo que no había sido su imaginación.
 
Seguramente había alguien cerca; el bosque era grande y, aunque fuese sagrado para muchos, podía haber gente que quizá no lo respetaba. Se puso de pie con rapidez, buscando al dueño de la voz.
 
-¡¿Quién es?! – gritó tratando de sonar firme, aunque por dentro se estaba muriendo de miedo.
 
Una nueva ráfaga llegó hasta él, pero, al mismo tiempo, un cúmulo de luciérnagas, apareció de la nada, rodeándolo. Skoll estaba estupefacto, admirando las pequeñas luces que danzaban a su alrededor; unos segundos después, las luciérnagas se alejaron y se adentraron al bosque. Algunas de ellas se separaban del grupo, quedándose rezagadas, parecían mostrarle un camino.
 
“Ven…”
 
El ojirrojo titubeó. No quería entrar al bosque, pero algo dentro de él, lo obligaba a seguir esa indicación; agarró el farol y empezó a caminar, siguiendo a las luciérnagas y alejándose de las piedras.
 
 
* * *

Notas finales:

Este es un capítulo corto, pero, aquí es donde empiez alo interesante, aunque no lo crean ^..^

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