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ADVERTENCIA: La Belleza es Peligrosa por jotaceh

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Día 56: Gemidos

Es extraño pensar que Leonardo es mi enemigo, y es que si ha hecho todo para destruirme, no se le nota para nada.

Desde que somos novios ha sido muy gentil y atento, siempre me abraza por las noches mientras dormimos, me despierta con beso y suele llegar por las tardes con algún presente, a veces flores, a veces chocolates, de esos presentes que un hombre enamorado suele dar.

-Yo creo que es mejor realizar la boda aquí en la mansión, es más íntimo... ¿No crees? - mencionó el otro día mientras planificábamos la boda.

-Está bien, tampoco espero una celebración pomposa, para ser sincero... Jamás imaginé que me casaría, así que nunca he tenido la idea de un matrimonio de ensueño... - fui sincero en medio de la plática.

-¿Cómo dices eso? Si eres tan hermoso y el mundo ha cambiado tanto, era obvio que algún afortunado te llevaría al altar y estoy dichoso de ser ese hombre... Te voy a proteger siempre... - tomó mis manos y me miró profundamente a los ojos.

¿Por qué hace eso? ¿Acaso es tan cruel? Cada vez que me trata de manera amorosa crea un estruendo en mi interior. Y ese desequilibrio se produce porque me niego a amarlo, a creer en sus palabras y caer en su trampa. ¿Acaso no te das cuenta que es mentira Valentín?

Nunca nadie me había tratado con tanto amor, ni siquiera mis padres quienes incluso me vendieron cual ganado. Y ahora aparece el padre de Verónica, con su galantería y me hace imaginar que he encontrado a mi alma gemela. ¿Por qué no podría salir algo bueno de toda esta tortura? ¿Por qué no puedo enamorarme de Leonardo?

En ese preciso momento apareció la Almeida en la sala de estar y me hizo recordar la relación que posee con él. Estoy loco si creo que algún día podría ser feliz al lado de su padre.

-Creo que podría opinar de la ceremonia también, más que mal soy la madrina... - la ojiazul se sentó a nuestro lado.

Miré sorprendido a mi prometido, ¿cómo era eso de madrina?

-Amor, no te lo había dicho, pero por mi lado elegí a mi hija como madrina... ¿No te molesta? - me comentó el novio.

Mi sangre hirvió como lava ardiente La desgraciada me veía con mofa, sabiendo lo mucho que me desagradaba la idea.

-Claro que no amor, de hecho... Para que sea más bonito, creo que elegiré a Daniel como mi padrino, así en el altar seremos dos parejas... Todos nos amamos mucho entre nosotros ¿no? - dejé callados a ambos con aquel comentario y es que deben saber muy bien lo que sucede entre nosotros dos.

Luego de eso me marché de la sala para recostarme en mi cama.

Eso de los padrinos de boda es una mera formalidad, en realidad serán los testigos ante el juez civil, pero para seguir las tradiciones de la boda católica, les decimos padrinos. De todos modos es una tontería y no voy a dejar que me afecte.

Sin darme cuenta que dormí sobre las frazadas. Las horas transcurrieron y la noche cayó sobre la ciudad.

Desperté en medio de la oscuridad y para mi sorpresa, Leonardo no se había ido a acostar. Por mi mente pasó la idea que estaría con su hija follando. Como un demente, decidí espiarles, como si no tuviera ya clara su relación incestuosa.

Caminé sigiloso por el pasillo del segundo nivel hasta encontrarme frente a la pieza de Verónica. Agudicé mis sentidos para poder percibir algo de lo que sucediere allí dentro, tan solo que nada vino a mí. Nada excepto un gemido, uno doloroso e incluso aterrador. No, aquel sonido no venía del cuarto y es que allí no había nadie.

Seguí el sonido hasta llegar a las escaleras, bajé al primer piso y deambulé hasta la cocina. Nadie estaba allí, la oscuridad repletaba el lugar. Y de pronto, allí estaba nuevamente el gemido. Ahora era más fuerte, más gutural y aterrador. No cabía duda, alguien estaba sufriendo. ¿Pero dónde? No había otra pieza que conectara con la cocina. ¿Acaso había una habitación secreta?

-¿Qué sucede mi niño? - apareció Consuelo de pronto.

Me asustó como si se hubiera tratado de un fantasma.

-¿Acaso no has escuchado esos gemidos? - pregunté acelerado.

-Claro que sí, pero la sirvienta que ha trabajado años para los Almeida me dijo que en esta casa penaban y que de seguro era el alma de la difunta esposa de don Leonardo... No ve que se suicidó aquí mismo... - respondió con ingenuidad.

No, yo no creo en los espectros. Algo extraño está sucediendo aquí.

 


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