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ADVERTENCIA: La Belleza es Peligrosa por jotaceh

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Día 69: No soy igual

Antonio me llevó a una cárcel antigua, al otro lado de la ciudad. Le había pedido que me ayudara a vengar todo lo que la familia Almeida me había hecho, tanto a mí, como a mi madre y a la señora Marcela.

Aquel lugar era lúgubre, aún más que la prisión donde se encontraba Víctor. Sus paredes de concreto se veían repletas de moho y plantas que durante años se enredaron en su camino al cielo.Hasta la gendarmería parecía anticuada, con uniformes gastados y protocolos en desuso.

Sin embargo, lo que más me sorprendió fue la familiaridad con la que trataban a Antonio, como si le conocieran de toda la vida. En un principio supuse que era por su fama, por ser el hombre más poderoso del país y salir recurrentemente en televisión. Luego me daría cuenta de la verdad.

-Quiero que veas al único de mis verdugos que sigue con vida... - mencionó el hombre luego de unos minutos en silencio.

Como si fuera el dueño del lugar, el hombre ingresó a las celdas de la prisión, lugar vetado para cualquier visita normal.

Mientras recorríamos los pasillos oscuros y fríos de la prisión, comenzamos a escuchar los murmullos de los reos que ahí se encontraban pagando su sentencia. Rostros duros, sin compasión que miraban a su alrededor como si nosotros fuéramos una amenaza.

Cuando por fin nos detuvimos, estábamos frente a una celda cubierta de sábanas sucias, como una gran carpa que albergaba adentro a aquella persona que Antonio deseaba que yo viera.

-Buenos días Francisco... Hemos venido a visitarte... - fue lo primero que dijo el padre de Daniel al entrar.

Seguí nuevamente sus pasos y me encontré con inmundicia, con un terrible hedor que emanaba de aquel sujeto, de aquel hombre que poco tenía ya de humano.

-Te quiero presentar a un amigo...- le dijo al reo, antes de llamarme. - Valentín, ven... Él es el ejemplo de lo que le sucede a aquellos que osan atacarme... - me acercó más a esa especie de hombre.

Francisco Álvarez fue alguna vez la mano derecha y amante de Estela Edwards, la madre de don Antonio. Hoy, poco queda de ese hombre, y es que ya no posee brazos ni piernas, quizás ni siquiera hombros ni genitales. Sus orejas están cortadas y su nariz visiblemente rota. Poco queda de algo que nosotros reconozcamos como un ser humano.

-Quiero que lo veas muy bien, porque de esta manera quedarán aquellos que te han dañado... ¿Quieres venganza? Pues esta es mi manera... - mencionó tomando mi cabeza e impidiendo que dejara de ver a Francisco.

Vi el poco brillo que quedaba en los ojos de aquel sujeto, lo avergonzado que se encontraba al saber que alguien nuevo le estaba viendo y que probablemente sintiera repulsión por él.

Así debí verme... Pensé de inmediato, recordando lo que había pasado en el sótano de la mansión Almeida. Aquel reo se convirtió de pronto en mí, y es que hasta su cabellera rojiza me rememoraba mi propio sufrimiento.

En ese momento me percaté que aquellas partes que habían desaparecido de su cuerpo, habían sido mutiladas poco a poco por los secuaces de don Antonio, que el pobre hombre que allí estaba había pasado años, quizás décadas, siendo atormentado.

-No... - dije de pronto.

-¿No qué? - preguntó el padre de Daniel sorprendido.

-No voy a hacer lo mismo que me hicieron, no me voy a vengar de Leonardo del mismo modo en que él me torturó... Soy mejor persona que eso... - le miré directo a los ojos, convencido de mi decisión.

-¿Ya te arrepentiste?... Pensé que eras alguien más valiente, por eso te estimaba... Supongo que me equivoqué contigo.... - intentó menospreciarme.

-Lo único que quiere es que sea igual a usted, que haga lo mismo que hizo para sentirse mejor después de lo que le hicieron... Pero no somos iguales y no voy a cometer los mismos errores, solo para agradarle... - dije sin titubear.

-Estás perdiendo a un gran aliado, ¿te das cuenta? - fue la última vez en que quiso convencerme.

-Siempre he estado solo y no he necesitado a nadie... Seguiré así y cuando me vea en la cima y  a mis enemigos derrotados, se dará cuenta de lo fuerte que soy... - terminé pronunciando antes de marcharme del lugar y dejarle atrás.

No soy el nuevo Antonio Palmer, soy simplemente Valentín Pfeiffer. Fui capaz de salir del infierno por mis propios medios y ahora, nada en este mundo me impedirá lograr mis propósitos.

Estoy convencido que aquellos que me dañaron, han de pagar sus culpas más temprano que tarde y yo no deberé hacer nada, porque no voy a rebajarme al nivel de los Almeida. Soy mucho más valioso que eso, así es que dejaré al destino hacer sus jugadas.

 


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