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ADVERTENCIA: La Belleza es Peligrosa por jotaceh

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Día 85: Segunda oportunidad

 

 

Estuve un mes esperando que Daniel se atreviera a enfrentarme luego de ese beso tan imprevisto. Nos veíamos todos los días porque trabajamos en el mimo lugar, pero de algún modo nunca estaba solo, no se creaba nunca una instancia privada. Por eso, es que decidí tras treinta días de incertidumbre, ir hasta su oficina, sin importarme lo que el resto pudiera decir.

-¿Por qué estás aquí?- fue lo primero que me preguntó. Su rostro demostraba el susto.

-¿Qué significó ese beso?- fui al grano, ya no tenía paciencia para rodeos.

Se quedó callado tras eso, ni siquiera fue capaz de mantenerme la mirada, parecía un niño pequeño regañado.

-Valentín... estoy casado. No es tan fácil como parece...- trató de excusarse.

-Mira, si de algo ha servido todo lo que me ha sucedido, es para entender que nada es tan grave... ¿Qué? ¿Ella no puede vivir sin ti y se va a suicidar? ¿Está embarazada? Ay no, debe ser que tu papito no te deja abandonarla porque es Lancáster ¿verdad?... Pareces un puto, te estás vendiendo por dinero...- me enfurecía su pasividad ante las estrategias de Antonio.

Mis palabras le enojaron, porque se levantó de su asiento y golpeó con fuerza el escritorio.

-Para mí lo más importante es la familia... Ellos han sacrificado muchas cosas por mí y no puedo darles la espalda...- había eliminado al niño regañado para mostrarme su nueva faceta de hombre fuerte.

-Acaso no te das cuenta que ahora soy yo quien te conviene más... ¿no han pensado eso con tu papito? - era estúpida toda esa escena, ¿por qué me había besado entonces?

-Yo... tampoco puedo hacerle eso a Pilar. Ella ha sido muy buena conmigo y no se merece mi engaño...- ay por favor, ahora se preocupa por la estirada ésa.

Aunque no lo crean, conozco muy bien a la esposa de Daniel, más que mal mi madre adoptiva era Lancáster también. La familia es muy grande y de vez en cuando, en celebraciones, me topaba con ella, que era supuestamente mi prima lejana, la hija de la prima de la que se suponía mi mamá. La recuerdo como una mujer muy delgada, alta como una modelo, de largo cabello castaño y profundos ojos avellana. Su nariz respingada estaba siempre en alto, como si todo el resto fueran sus esclavos. La mirada era de una princesa mimada, alguien incapaz de empatizar con otros y cuyo único sueño era conseguir a un marido más rico que ella. Y lo logró.

-¿Sabes? Me aburrí de amar a un pelele... Prometo en este mismo lugar que dejaré de pensar en ti y que buscaré a un hombre que realmente me haga feliz... Alguien que me merezca y que tenga el valor suficiente para estar a mi lado...- con mucha rabia abandoné su oficina, cerrando la puerta con tanta brusquedad que su secretaria quedó pasmada.

-Estúpido niñato, no hace nada sin consultarlo con su papá y cuando lo hace, cuando logra besarme sin haber ningún plan de por medio, se arrepiente el muy hijo de puta... ¿alguien así se merece mi amor? Claro que no...- le reclamaba a Eunbyul, necesitaba descargarme con mi mejor amiga.

Nos reunimos en su departamento, allí donde vive sola hace un par de años. Como mi mano derecha ha estado siempre inmiscuida en mis negocios y gracias a ello ahora es la presidenta del Grupo Pfeiffer. Es una mujer importante dentro del país, algo difícil pensando en su edad y que sus padres son inmigrantes. Profesionalmente es exitosa, mas no así en lo amoroso.

Estaba centrado en mi resentimiento contra Palmer, cuando me doy cuenta de la realidad de mi amiga. De la nada me percato que está sola, que nadie más vive en ese departamento y que nunca le he conocido ningún romance.

-Disculpa, no quería incomodarte con mis quejas...- pronuncié bajo, meditando en ella.

-No, está bien... no me molesta...-sonrió como siempre lo ha hecho.

-¿Eunbyul?... ¿Por qué estás sola? ¿O es que nunca me has querido decir de tus romances?- fui directo.

-Hay personas que se interesan por hombres, otros por mujeres... pero hay otros que no sienten atracción por ninguno de los dos... No me cierro a poder estar con alguien en algún momento, aunque para serte sincera, todo eso del sexo no es de mi agrado...- fue la primera vez que me contó algo tan relevante de su vida.

-Entonces ¿eres asexual?- quería comprender.

-Si quieres colocarle un nombre, sí... lo soy...- mencionó con tranquilidad.

Aquel momento fue como cuando un amigo sale del clóset y te revela que es homosexual. Me alegró saber qué es lo que sentía y es que, supongo que muchas veces nos centramos mucho en mi vida, no dejando tiempo para lo que Eunbyul siente. Tras su confesión la abracé con fuerza. Lo importante en esta vida es ser feliz, sin importar lo que todos quieran para ti. Supongo que muchos, incluidos sus padres, querrán que se case y tenga hijo, incluso que sea lesbiana y forme una familia con otra mujer, tan solo que eso no está en su esencia y no tiene por qué cambiarla. Si ella es feliz así, es lo único que importa.

-¿Y de dónde vas a sacar a un hombre?- me preguntó al rato mi amiga.

-¿De dónde crees tú?... De la cárcel...- revelé seguro y es que ya lo había decidido.

-Ay no, dime que es broma...- la coreana me observó un tanto asteada, sin mucha esperanza de mi decisión.

-No, no es una broma... voy a sacar de la cárcel a Víctor Lamarca. Tal vez él es el hombre que merezco. No quiero perder nuevamente a alguien que podría hacerme feliz, no voy a cometer los mismos errores que con Alonso...- claro que no, esta vez será distinto. No voy a seguir obsesionado con Daniel, como me ocurrió con Vicente.

¿Hay algo que el dinero no pueda hacer? Claro que no. Moví mis influencias y las de las Empresas Palmer, para determinar la libertad por buen comportamiento para Víctor. Tras un mes de tomar mi decisión, el hombre estaba en la calle y yo, yo estaba afuera de la cárcel esperándolo.

Soy una mierda, lo sé, porque se supone que debería haberlo visitado en prisión, pero tras todo lo ocurrido, nunca encontré un buen momento para hacerlo. Y por ello, tras más de diez años tras las rejas, me fue difícil reconocerlo. Le dejé de ver cuando todavía era muy joven, imberbe, delgado y con ese estilo que se había creado para fingir ser Borja. Y ahora, oh por Dios, que tantos años encarcelado tampoco hacen tan mal.

-Hola Valentín...-escuché una voz ronca. Estaba concentrado en mi celular y al sentir la presencia de otra persona, decidí levantar la mirada.

Lo primero que vi fueron los ojos verdes de Víctor, su mirada hacía mí no había cambiado. Y creo que es lo único que se mantuvo, porque todo lo otro mutó. Su rostro estaba muy bien afeitado, aunque de todos modos se mostraba una gruesa sombra negra en su piel. Estaba más tostado, con un bello color que decoraba su piel, todo aquel cuerpo trabajado que se imponía frente a mí. El chico delgado había desaparecido y ahora se erguía frente a mí todo un hombre, uno grande y poderoso. Sus brazos velludos sostenían un pequeño maletín con sus pertenencias.

-Ho... Hola...- me quedé pasmado, hace mucho que no me sucedía eso. Era un espasmo de adolescencia.

Pensé que conversaríamos un poco, que me contaría sus vivencias, pero tras saludarme fue directamente a mi boca y me besó con una pasión tal que me desbordó. ¿Qué estaba sucediendo? No tuve tiempo para preguntarle, porque tras el ósculo nos subimos al carro directamente hasta mi hogar. Sin mediar palabras me bajó del vehículo, me cargó entre sus brazos fuertes y me llevó hasta la habitación que le señalé.

Todo fue bestial, me sentí presa de una bestia insaciable que lamía y besaba mi piel, mientras me sacaba la ropa con tanta fuerza que logró romper varias costuras. El calor de su piel me derretía y su aliento me drogaba de tal manera que todos mis problemas se esfumaron ante su candor.

Al quedar completamente desnudos, me volteó sin pronunciar palabra alguna y con toda esa fuerza que ahora derrochaba, penetró mis entrañas sin compasión, enajenado como si la vida se le fuera en ello, como si mi cuerpo fuera el santo grial y debiera tener mi esencia para subsistir. El sudor entre nuestras pieles quedó impregnado en las sábanas y los gemidos que mi boca producía morían en las paredes de aquella habitación. Tras sentir la gloria, ambos quedamos exhaustos recostados sobre la cama.

-Me prometí a mí mismo que si un día lograba salir de la cárcel no perdería ningún segundo contigo y que te haría mío a como dé lugar...- fue lo primero que me dijo tras reencontrarnos.

-Está bien...- no había nada más en mi cabeza que su cuerpo varonil, me dejó completamente extasiado. Hace muchos años que no sentía tal pasión. 

 


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