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Recuperando a mi enemigo por Luluu

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Notas del capitulo:

¡Hola! He vuelto con nuevo capítulo. 
Espero les guste y perdón por haberme ausentado tanto.

Pov Harry

 

Mis pies tocaron la carretera. Vi la calle principal de Hogsmeade, las fachadas oscuras de las tiendas, la línea de neblina en las montañas negras tras la aldea, la curva adelante en el camino que conducía directamente a Hogwarts, y luz que salía de las ventanas de Las Tres Escobas…y mientras observaba todo esto, sucedió.

 

 

Un ruido sonó y tuve la certeza de que nuestra aparición lo había producido.

 

La puerta de Las Tres Escobas se abrió de golpe y una docena de mortifagos encapuchados y enmascarados salieron a la calle, con las varitas en alto.

Había demasiados para correr e intentarlo revelaría nuestra posición.
-¡Accio Capa!, -rugió uno de los mortiagos.
Pero la Capa no hizo ningún intento por escapar. El hechizo convocador no había funcionado.
-¿No estas bajo tu envoltorio, Potter? -gritó el mortífago –sepárense y encuéntrenlo –ordenó.

 

-Estaban preparados para nosotros, -susurró Hermione -ese hechizo era para que les avisara cuando viniéramos.

 

 

-¿Y qué hay de los dementores? —habló otro Mortifago—. ¡Si los liberamos ellos los encontrarán rápidamente!
-El Señor Oscuro no quiere a Potter muerto por ninguna mano que no sea la suya…
-¡Los dementores no lo matarán! El Señor Oscuro quiere la vida de Potter, no su alma. ¡Será más fácil de matar si ha sido besado antes!

 

Para alejar a los dementores tendría que hacer aparecer mi patronus y eso revelaría dónde estábamos escondidos.
De pronto sentí un frío antinatural extendiéndose por la calle. Las luces comenzaron a apagarse. Hasta las estrellas se desvanecieron.


Hermione tomó mi mano y la de Ron y comenzó a avanzar. Draco había captado su plan antes que nosotros.

 


El aire por el que necesitaban moverse parecía haberse vuelto solidó. No podían desaparecerse, los mortifagos habían realizado bien sus encantamientos. El frío penetrando se volvía cada vez más insoportable. 

 

A lo lejos pude ver unas diez figuras encapuchadas. ¿Podrían sentir su miedo a esa distancia? De seguro sí.



Alzó su varita. No podía, no dejaría que ninguno de sus acompañantes tuviera que pasar por el beso de un dementor. Sólo con pensar en Dudley la piel se me erizaba…
El ciervo plateado surgió de mi varita y embistió. Los dementores se dispersaron y se oyó un grito triunfante.



-¡Su patronus! ¡He visto su patronus!
Los dementores se había retirado, las estrellas destellaban de nuevo y los pasos de los mortifagos se hacían más fuertes. Justo antes de que perdiera las esperanzas de salir de ahí sin ser atrapado se oyó un crujido y una puerta abrirse.

-Potter, rápido, adentro. Ustedes también. ¡Muévanse! -obedecimos sin vacilar -¡Escaleras arriba, no se quiten la capa y manténganse en silencio! —murmuró una figura alta, pasando junto a nosotros mientras salía a la calle y cerrando la puerta tras él.

Estábamos en una especie sala con una alfombra raída y una pequeña chimenea, sobre la cual colgaba un retrato grande al óleo de una chica rubia que miraba hacia el cuarto con una especie de dulzura ausente.

 

Llegaron gritos desde las calles abajo. Aun llevando la capa puesta, nos acercamos a la mugrienta ventana y miramos hacia abajo. Su salvador, a quien había reconocido como el cantinero de La Cabeza de Cerdo, era la única persona que no vestía una capucha.

 

-¿Qué? -bramaba hacia una de las caras encapuchadas -¡Use mi patronus porque ustedes mandaron dementores a mi calle! ¡No permitiré que se acerquen aquí!
-Ese no era tu Patronus -dijo un mortifago -era un ciervo. ¡Era el de Potter!
-¡Ciervo! -gruñó el cantinero, y sacó su varita -¡Ciervo! Idiota, ¡Expecto Patronum!

Algo enorme y con cuernos salió de la varita.

-Eso no es lo que yo vi -dijo el mortifago aunque no parecía seguro.
-Pues serás idiota. ¿Y qué? ¿Van a llevarme a Azcaban sólo porque tú eres un inepto? ¡Háganlo entonces! Pero no creo que al Señor Tenebroso le alegré saber que armaron todo este alboroto por mí y mi patronus, el cual es una cabra.
-No eres más que un viejo atrevido, ya va siendo hora de que aprendas cual es tú lugar…
-¿Y en donde traficarán con pociones y venenos cuando mi bar sea clausurado? –lo interrumpió él.
-¿Es una amenaza?
-Tómalo como quieras –dijo.


Los mortifagos se alejaron de ahí quejándose y gruñendo. Hermione suspiró, saliendo de debajo de la capa, y se sentó en una silla de patas bamboleantes. Ron corrió las cortinas. Guardé la capa y le di un rápido apretón a la mano de Draco.



Podía oír al cantinero abajo, cerrando los cerrojos de la puerta del bar, y después subiendo las escaleras. Entró en el cuarto.

 

-Malditos tontos, -dijo bruscamente, mirando de uno a otro -¿En qué estaban pensando al venir aquí?
-¡Gracias! ¡Salvo nuestras vidas! –dije.

 

El cantinero gruñó.
Me aproximé a su cara y detrás de sus sucias gafas pude ver unos ojos de un azul intenso. Unos ojos que ya había visto antes.

 

-Usted eres Aberforth –dije al hombre. Él no lo confirmó ni negó, sino se agachó para encender la chimenea.
-¿El hermano de Dumbledore? –preguntó Ron incrédulo.

-Iré a por comida -dijo Aberforth, y salió de la habitación, reapareciendo con una hogaza grande de pan, algo de queso, y una jarra con aguamiel, los puso sobre una pequeña mesa frente al fuego. Hambrientos, comimos y bebimos, y durante un rato solo hubo silencio, excepto por los crujidos del fuego, los golpes de las copas, y el sonido producido al masticar.



-Bien entonces -dijo Aberforth -Tenemos que pensar en la mejor forma de sacarlos de aquí.
-No nos iremos –dije -Tenemos entrar en Hogwarts.
-No seas estúpido, chico -dijo Aberforth.
-Tenemos que hacerlo –repuso Hermione.
-Lo que tienen que hacer -dijo Aberforth, inclinándose hacia adelante –es alejarse de todo este lío.
-No lo entiende. No hay mucho tiempo. Tenemos que conseguir entrar en el Castillo. Dumbledore… quiero decir, su hermano, quería que nosotros… -comenzó a explicar Draco.



-Mi hermano quería un montón de cosas -dijo Aberforth— mantente alejado de ese colegio, Potter. Olvida a mi hermano y sus astutas intrigas. Él se ha ido a donde ya nada de esto puede herirle. No le deben nada.
-Usted no lo entiende –dije.
-Oh, ¿no? -dijo Aberforh con calma-. ¿Crees que no entendía a mi propio hermano? ¿Crees conocer a Albus mejor que yo?
-No quería decir eso –dije –su hermano me dejó un trabajo…
-¿De veras? -dijo Aberforth -Un trabajo agradable, espero. ¿Cómodo? ¿Fácil? ¿La clase de cosas que esperarías que un mago niño no cualificado pudiera hacer sin abusar de sí mismo?

 

Ron soltó una risa sombría. Hermione parecía cansada.

 

-No es fácil pero tengo que...
-¿Tienes? ¿Por qué? Él está muerto, ¿no? -dijo Aberforth rudamente -¡Lárgate, chico, antes de que le sigas! ¡Sálvate a ti mismo!
-No puedo.
-¿Por qué no?
-Yo… -no lograba formar palabras. Mi voz se había quedado atorada en mi garganta y se negaba a salir.
-La Orden del Fénix está acabada. Quien-tú-ya-sabes ha ganado, se acabó, quien pretenda otra cosa se engaña a sí mismo. Aquí nunca estarás a salvo, Potter, él te tiene muchas ganas. Vete al extranjero, escóndete, sálvate a ti mismo. Será mejor que te lleves a estos contigo. Estarán en peligro mientras vivan ahora que todo el mundo sabe que han estado ayudándote.

Draco se sentó junto a mí y apoyó su mano en mi rodilla.
-Con todo respeto –comenzó a decir –sus palabras no tienen valor mientras prefiera esconderse y dejar que otros peleen. No podemos rendirnos sólo por miedo a perder. No podemos dejar que el miedo con doblegue. Y si usted prefiere quedarse aquí y mantenerse a salvo ¡Pues bien!, pero no intente detenernos cuando nosotros queremos hacer algo al respecto. Cuando queremos salvar nuestro mundo, nuestra magia. Porque si no, su hermano habrá muerto en vano.



Durante unos segundos nadie dijo nada. Los ojos de Draco demostraban una intensidad que no había visto desde hace un tiempo. De alguna forma me hacía sentir en paz.

 

-El Profesor Dumbledore se preocupaba por Harry, muchísimo -dijo Hermione en voz baja.
-¿De veras? -dijo Aberforth -Es curioso como muchas de las personas a las que apreciaba tanto mi hermano han terminado en peor estado que si les hubiera dejado en paz.
-¿Qué quiere decir? -preguntó Hermione sin respiración.

 

Aberforth la miró fijamente. Sus labios se movían como si estuviera mordiendo las palabras para contenerlas. Entonces rompió a hablar.

 

-Mi hermana tenía seis años cuando fue atacada por tres chicos muggles. Era una niña, no podía controlar su magia, ninguna bruja o mago puede a esa edad. Lo que vieron, les asustó, supongo y fueron un poco lejos intentando detener lo que ella hacía.

 

 

Los ojos de Hermione estaban enormes a la luz del fuego. Ron parecía ligeramente enfermo.

 

-Nunca volvió a estar bien. No utilizaba la magia, pero no podía librarse de ella; la interiorizó y eso la volvió loca. Mi padre fue a por los bastardos que lo hicieron y les atacó. Y le encerraron en Azkaban por ello. Nunca dijo por qué lo había hecho, porque si el Ministerio hubiera sabido en qué se había convertido Ariana, la habrían encerrado en St Mungo por su bien. Nos mudamos de casa, pero eso hizo que enfermara, y mi madre se ocupaba de ella. Entonces tuvo una de sus rabietas, y mi madre ya no era tan joven como antes, y... fue un accidente. Ariana no pudo controlarlo. Pero mi madre murió.

 

Sentí una horrible mezcla de pena y repulsión, no quería oír nada más, pero Aberfoth siguió hablando.

 

-Albus quedó como responsable de Ariana. Yo me habría ocupado de ella, no me importaba la escuela. Me hubiera quedado en casa. Él me dijo que tenía que terminar mi educación y que él ocuparía el lugar de mi madre. Y lo hizo muy bien durante unas semanas... hasta que llegó él.

 

Y ahora una mirada positivamente peligrosa se arrastró hasta la cara de Aberforth.

 

-Grindelwald. Y al fin mi hermano tenía un igual con el que hablar, alguien tan brillante y talentoso como él. Y ocuparse de Ariana pasó a ocupar un lugar secundario. Un día Grindelwald se enfadó y tuvimos una discusión. Me dijo que era un estúpido muchachito, intentando interponerme en el camino de mi brillante hermano…  yo saqué mi varita, y él la suya. Sufrí una Maldición Cruciatus a manos del mejor amigo de mi hermano... y Albus estaba intentando detenerle, y entonces los tres nos batimos en duelo.

 

El color desapareció de la cara de Aberfoth, como si hubiera sufrido una herida mortal.

-No sé cuál de nosotros lo hizo, pudo haber sido cualquiera... y estaba muerta.

Su voz se rompió en la última palabra y se dejó caer en la silla más cercana.



La cara de Hermione estaba bañada en lágrimas, y Ron estaba casi tan pálido como Aberfoth. Draco se veía perdido pero yo sólo sentía repulsión. No había querido escuchar nada de eso.

-Albus estaba libre, ¿verdad? Libre de la carga de su hermana, libre para convertirse en el más grande de los magos de... –comenzó a decir el adulto.
-Nunca fue libre –dije.
-¿Perdón? -dijo Aberforth.
-Nunca –dije  -La noche en que murió, bebió una poción que le volvió loco. Empezó a gritar, suplicando a alguien que no estaba allí, “No les hagas daño, por favor... házmelo a mí”.

 

Mis amigos me miraban fijamente. Nunca había entrado en detalles sobre lo que había ocurrido en la isla del lago.

-Nunca fue libre –repetí.
Aberfoth parecía perdido en la contemplación de sus propias manos nudosas y venosas.

-¿Cómo puedes estar seguro, Potter, de que mi hermano no estaba más interesado en el bien mayor que en ti?
-Yo no lo creo. Dumbledore quería a Harry -dijo Draco.
-¿Por qué no le dijo que se ocultara entonces? -disparó Aberforth -¿Por qué aventarlo al campo de batalla?
-¡Soy mayor de edad, y voy a seguir luchando incluso si usted se ha rendido!

 

Esperé a que Aberfoth se quejara o discutiera, pero no lo hizo. Simplemente se movió.

 

-Tenemos que entrar en Hogwarts -dijo Draco -Si no puede ayudarnos, esperaremos hasta que sea de día, le dejaremos en paz, e intentaremos encontrar una forma de entrar por nuestra cuenta. Si puede ayudarnos... bueno, sería un gran momento para mencionarlo.

 

Aberforth permaneció pegado a su silla, mirándome a los ojos, con esos ojos que se parecían tan extraordinariamente a los Albus. Al fin se aclaró la garganta, se puso en pie, rodeó la mesa, y se aproximó al retrato de Ariana.

 

-Ya sabes qué hacer -dijo él.

Ella sonrió, se giró, y salió a lo largo de lo que parecía un largo túnel pintado tras ella.

 

 

-¿Qué...? -empezó Ron.
-Deben saber que todos los pasadizos secretos han sido tapiados por los dos extremos, hay dementores alrededor de los muros exteriores, y patrullas regulares dentro de la escuela por lo que mis fuentes me dicen. El lugar nunca ha estado tan bien guardado.
-¿Pero qué...? -dijo Hermione, frunciendo el ceño a la pintura de Ariana.

 

Un diminuto punto blanco reaparecía al final del tunel de la pintura, y ahora Ariana volvía hacia ellos, haciéndose más y más grande mientras llegaba. Pero había alguien más con ella ahora, alguien más alto que ella con aspecto alegre. Llevaba el pelo más largo de lo que Harry le había visto nunca. Se veía agotado pero a la vez, se veía lleno de energía.

 

 

Entonces el cuadro se separó de la pared como si fuera una pequeña puerta, y la entrada a un auténtico túnel se reveló. Y de él, con su pelo demasiado largo, la cara cortada, la túnica desgarrada, surgió trepando el auténtico Neville Longbotton, que soltó un rugido de alegría, saltó de la chimenea y gritó.

-¡Sabía que volverías! ¡Lo sabía, Harry!

Notas finales:

Gracias por leer, los amo <3


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